Alto, no sigas adelante, por tu bien te lo pido. Acompasa el resuello, toma un respiro, sestea y, mientras tanto, permite que te pregunte:
¿Perteneces tú también a la humana ralea de quienes cargamos sobre los lomos el fardo del áspero oficio del diario vivir una vida arrastrada, carga difícil de soportar? ¿A estas alturas de tu vida padeces tú también la tensión, la depresión, la neurosis generada y generadora del sentimiento de indefensión, frustración y ese desánimo que obliga a nuestro ánimo a avanzar a trancos, arrastrando los pies? ¿Te persigue la burla de los zafios, excrecencia de la mediocridad? ¿Su vituperio te lleva a considerarte, redrojillo humano, un segundo Samsa, el escarabajo de Kafka? Entonces sé de cierto que a tu exacerbada sensibilidad la habrán de herir las tristuras que rezuman ciertos poemas como ese que así da comienzo:
Organillo callejero que en el barrio – y en tu vieja melodía – vas llorando una tristeza – Tu tristeza, por tan vieja, – se asemeja con la mía…
¿Zarandeado por el amor, por el abandono? ¿ A lo mejor (a lo peor) un amor imposible? ¿Te acaba de llegar, tufarada de mal aliento, el chismarajo de que tu única anda enredada en los brazos de alguno más fortunoso, o por contras: ella y tú ya mutuamente no se soportan? ¿Ya dieron todo de sí y ahora andan dando todo de no?
Caminante: ¿vives la muerte en vida que es el duelo porque la muerte te ha visitado y se enamoró de tu única? ¿Fue tu hijo el que la cautivó? ¿Tu padre, tal vez, o la mamacita? ¿Desmolada dejó a tu familia, y tú no encuentras la forma de suspender el suspiro y clamar a quién, a quién invocar, maldecir a quién, a quién solicitar que esa misma dañera se acuerde de ti?
¿Una limitación física? ¿Te persigue, tábano atroz, la discriminación que zahiere al grupo marginal? ¿Al parejo con la posición económica perdiste vivienda, amigos, a la compañera, que no soportó las estrecheces de la nueva situación? Quizá la maledicencia se ensaño contigo. Te arrebataron tu fama pública, posiblemente. ¿Eres también tú el despreciado, el vituperado, el execrado al que despellejaron de la autoestima, dejándote en carne viva el sentimiento de ser un humano redrojo, y no más? Eso habrán terminado por hacerte sentir un inválido espiritual, un enfermo en fase terminal, un muerto viviente, y no más…
Y el la dulce mansedumbre de tu queja – que las sombras diluyeron – y en perfumes evapora la distancia, – mi alma aspira la fragancia – de las cosas que se fueron…
Si tal es tu estado de ánimo, si tu ánima se frunce y contrista ante la perspectiva del cotidiano vivir ya cuando la vida se te ha tornado aborrecible de vivirla, y abominable se ha vuelto comprobar cada mañana, al abrir los ojos, que aún sigues vivo y que una Moira sin entrañas te impone sobrevivir un día más en este que se tornó, para algunos existencialistas agónicos, abominable campo de concentración?
De ser así, viajero, detén tu marcha, que una esperanza nueva se columbra para aquél que una fortuna enfermiza se solaza en manejar como malquerido entenado. Haz un alto en tu errabundaje, que para ti, como para tantos más que, herederos de Job, están cortos de días y hartos de penas, se columbra una esperanza nueva.
Sí, que a estas horas sobrevive refugiado en su cubil uno que arrastra sobre sus lomos todo el desprecio y todo el aborrecimiento de toda una comunidad a la que en el tanto de unos cuantos años logró agraviar de mil formas. ¿No adivinas quién pueda ser? Te lo diré mañana. (Vale, pues.)