México, paladín del linchamiento. Fue en el programa Domingo 6, de Radio Universidad, cuando en la fecha determinada hablé con ustedes en torno al asunto de los periódicos linchamientos que se producen en este país. Porque el raterillo cargaba con dos gallinas ajenas, porque el vecino, quién lo dijera, salía del templo con la virgencita de yeso escondida en el sarape, porque el violador fue sorprendido en plena flagrancia. «¡Gasolina y cerillos, rápido!» Mis valedores:
En el país de los linchamientos hoy, a estas horas, se perpetra uno más. Rudo, feroz, implacable. La víctima esta vez no ha sido el paidófilo, ni el presunto violador, ni el raterillo. En esta ocasión la víctima del linchamiento es el magisterio de la Coordinadora nacional de trabajadores de la Educación en diversas secciones de Oaxaca y Guerrero. De víctima la han convertido en victimario. La violencia causa, originada en el Sistema de poder, es ahora violencia efecto de las protestas magisteriales. Y las masas sociales, que una vez más («¡un peligro para México!») caen de lleno en la trampa que les tiende el Poder.
Y cómo no, si contra los maestros y desde los medios de condicionamiento de masas, voceros oficiosos del Sistema de poder han desabozalado una estridente campaña inflamada de vísceras, hígados, bilis negra, en fin. Claro, sí, su vehemencia e indignación son fingidas, calculadas fríamente, de acuerdo a las reglas de la doble maniobra de opresión y represión que aplica el Sistema de poder contra los grupos disidentes. Aquí un ejemplo de la consabida maniobra combinada de gobierno y «medios» electrónicos e impresos que permiten al Poder la maniobra de represión sin costo político.
¿Hasta cuándo habrá grupos de autodefensa en el país? El gobierno federal, en coordinación con los gobiernos estatales, tiene la obligación (René Arce, converso, colaboracionista y, según acusaciones en las redes sociales, dirigente del Ejército Popular Revolucionario.)
Las actividades que un sindicato independiente (si alguno quedase en este país) realiza en favor de sus afiliados inquieta al Sistema, que por consideraciones de costo político no se atreve a reprimirlo en forma abierta y directa, y qué hacer: se comunica con el dueño de algún periódico, pongamos por caso, y le expresa su incomodidad ante el grupo sindical. El diario arranca con la consabida maniobra. De inmediato el titular: «Algo sospechoso y oscuro se produce en el interior de ese sindicato». Días después: «El grupo sindical, cada vez más sospechoso. El gobierno no se da cuenta, o no quiere enterarse, de las maniobras que se perpetran en la sede sindical». Días de por medio: «¿Seguirá sorda la autoridad ante el reclamo de ciudadanos alarmados con la sospechosa conducta de ese gremio obrero». Al rato: «¡A encarar el problema, señores autoridades!
El momento llegó. Ya sin costo político (las masas ya han sido «convencidas» en tal sentido) la fuerza pública irrumpe en la sede del sindicato y procede a reprimirlo y desmantelar sus instalaciones. Problema resuelto.
De la misma forma y con enérgicos requerimientos que atribuyen a «todo el pueblo de México» y la demanda de represión contra los «terroristas» («comunistas» ya es obsoleto), la industria del periodismo exige que caiga la represión del Estado contra la disidencia magisterial. Hoy, Guillermina Gómora:
Llegó el momento de que la autoridad fije un límite o se convertirá en cómplice de la mafia magisterial.
¡Gasolina y cerillos! Es México. (Qué país.)
¡Cuanta verdad dice el maestro Mojarro!, me pregunto ¿la gente no puede o no quiere pensar?