A la novela de Jonathan Swift aludí el viernes pasado. De todos sus símbolos aquí algunos que sugiere la ciencia en la academia de Lagado, capital de Laputa.
Ocurrió que aquel día los anfitriones llevaron a Gulliver a visitar la dicha academia, cuyos sabios le hablaron de sus descubrimientos científicos, con una acotación: “¿Escuchó el informe que rindió el Benefactor ante los habitantes de Laputa? Nuestros logros sirvieron de base para el documento”.
¡Y lo que encontró el visitante en materia de logros científicos! Mírenlo ahí, frente a los sabios que laboran en experimentos diversos, algunos de los cuales describí en pasado viernes. Ahora el equipo de arquitectos le mostraba los avances logrados en las técnicas de construcción de casas y edificios “que escucharía usted en el rubro de vivienda popular en el informe del Padre Patricio, que de inmediato pondrá en operación dentro de su ambicioso programa de vivienda popular. Nuestra técnica revolucionaria consiste en comenzar la edificación por los techos e ir descendiendo hasta los cimientos. Con ello sólo tomamos el ejemplo de la abeja y la araña”.
Conoció Gulliver al artista becado por el Benefactor (vía Conaculta, presupuesto multimillonario con cargo a los de Laputa). Ciego de nacimiento, el becario estaba a cargo del arte pictórico, y trabajaba con aprendices ciegos también, artistas plásticos a quienes enseñaba a mezclar pinturas de todos colores y pintar lienzos con los que dotaban a Laputa de una muy apreciada obra pictórica.
El rubro de Cultura que informó el Benefactor: “Nuestro artista enseña a los aprendices a mezclar colores por el tacto y el olor. Es un genio pictórico que goza de un bien ganado prestigio entre los hijos de Laputa (gobernada por el Benefactor, cuya la estatua se alza en la plaza mayor de Lagado”. “¿Dónde lo he visto?, se preguntaba Gulliver. Porque a ese liliputiense yo lo conozco”.)
– ¿Escuchó usted en el informe del Padre Patricio los portentosos avances que logró su gobierno en el rango de la Educación Pública?
Regenteada por cierta reputada hija del país, auxiliada por hijas, yernos y el consorte temporalero. “Datos, cifras y presupuesto multimillonario, en el informe del Benefactor”.
Al aula siguiente, y entonces, de súbito: “¡Un tremendo hedor me detuvo! ¡Excrementos! Mi guía me aconsejó que no ofendiese al sabio mostrando mi repugnancia. Mucho cuidado con taparme la nariz. La cara del sabio tenía un pálido color amarillo; sus manos y ropas estaban embadurnadas de inmundicia. Al verme diome un estrecho abrazo. Contuve la respiración. ¿Su tarea? Intentar convertir los excrementos humanos en alimento para Laputa. El sabio lograría su propósito separando las varias partes del excremento, eliminando el olor que les da la bilis, disolviendo lo no aprovechable y quitando la mucosidad”.
– Con este logro científico ya no habrá más hambre en Laputa. ¿Escuchó usted el informe?
Pero aquí la dificultad: ¿quién proveerá al científico de la gigantesca acumulación de excrementos que se habrá de necesitar?, preguntó Gulliver. El de la estatua y su corte. “¿Pero ellos solos se bastarán para aportar toda la materia prima?”
– No, por supuesto. Esos excrementos que apestan la atmósfera de Laputa no saldrá únicamente de los políticos. Todos los habitantes, quién más, quién menos, aportaremos nuestra ración de inmundicias a la pestilencia general de Laputa”.
¿Hedor, pestilencia? “Ya acostumbrados, los de Laputa no percibimos hedor ninguno”.
Mis valedores, ¿será? (¡Puagh!)