Imaginen su estatua

El arte estatuario, mis valedores. En la tertulia de anoche aludí a Fidias y Praxiteles. El Síquiri:  

– No de  esos, sino de Edwin Barrera es la estatua de tres metros y medio de alto y tonelada y medio de peso, que en Tulancingo le levantaron a uno que sí la merece:  El Santo, Enmascarado de Plata.

Pepe Alameda, dije yo. “¿Recuerdan ustedes al atildado  aquel, vanidoso insufrible,  que reseñaba corridas de toros? Ese hoy perfectamente difunto declaró en El Heraldo, otro cadáver: A la espalda del busto que me colocaron en la entrada de sombrea de la plaza de León alguien descubrió que había unas letras grabadas. No en el pedestal, sino en el rostro de mi efigie. Es que el artista Peraza había grabado un soneto mío, colocando además al pie un facsímil de mi firma, que tomó sin duda de la que le había dado para la placa que está en la puerta principal de la plaza México”.  “¿Qué les parece el tamaño no de la estatua, sino de la modestia del tal don Pepe?”

Difuntos y estatuas.  El Heraldo. “Junto a las del Ayatollah, Pedro Infante y Ronald Reagan (¡uf!) se instaló la estatua de Manolo Fábregas, quien declara: Me doy cuenta del cálido recibimiento que le han dado a mi estatua”.

México: “Estatuas en homenaje a los deportistas del IMSS Carlos Girón y Tibio Muñoz”. “Fernando Valenzuela, en estatua de cera, estará junto a Cantinflas”. “Pronto terminarán los bustos de los Hnos. Pedro y Ricardo Rodríguez”.

Nueva Delhi. “Una estatua de Pelé adorna las calles de Durgapur”. Aquí, en  esta capital, el entonces merolicronista gritón  Angel Fernández exigía la erección de diversas estatuas de futbolistas mexicanos que participaron en el torneo mundial futbolero México 70.  ¿Alguno  de ustedes sabe  o siquiera recuerda quiénes fueron Valdivia, Cuéllar, Fragoso?

Santa Ana, California. “Fue inaugurada una estatua de John Wayne, como aparecía en las películas de vaqueros”. Boston, Mass. “Apareció la estatua para la cual posé Bette Davis, hace 50 años, ¡en traje de rana!” (Textual.)

La abyección a escala política. “Almacenes Nacionales de Depósito impuso el nombre de Díaz Ordaz a su sistema mecanizado. López Portillo descubrió la estatua de Díaz Ordaz”. “El Director general de ANDSA, Miguel Osorio, develó un busto del Pres. López Portillo e impuso el nombre del mandatario a los almacenes”.

Para bajarle los humos a Pepe Alameda y demás pepes: “En EU erigen la estatua del Pájaro Loco y celebran el Día del Osito de Peluche.”

Boca del Río: “El PAN levantó una estatua a Vicente Fox, que los veracruzanos se apresuraron a derribar. Los panistas, luego de remendarle los estropicios, la volvieron a su pedestal”.

Y que La Maconda, panista, abre la boca: “Pues yo no descansaré hasta no ver en plazas públicas, auditorios y bulevares, la estatua del mejor estadista que ha tenido México en toda su historia:  nuestro Calderón”.

Silencio, estupor. Luego, chunga, chacota y fingida seriedad, los contertulios: “¿Y la estatua del estadista cómo la va a querer, señora? ¿Ecuestre, pedestre, con él disfrazado de militar?” Se llegó a un acuerdo; que sea en su versión de beato del Verbo Encarnado: aureola, sotana, pecho y faldón tachonados de  exvotos y milagritos de plata: corazoncitos rotos, brazos sangrantes, piernas resquebrajadas, cabecitas sin cuerpo, cuerpecitos descuartizados, puro “daño colateral”. “¿Así quiere la estatua de su Calderón,  señora?”

Por cuanto a ustedes, mis valedores,  ¿cómo imaginan el bronce o el cobre de  ese señor?   (Agh.)

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