– El sistema policial mexicano está bien podrido.
Un murmullo de disgusto en la tertulia de anoche. Abierta su libreta de las pastas negras habló el maestro. «Pero no escandalizarse antes de tiempo, contertulios, que la declaración de Joseph Biden, senador norteamericano, fue expresada no ahora ni ayer, sino allá por 1997.
– O sea que esa lacra viene de muy atrás, ¿Pero nada más el sistema policial estaba podrido? La tía Conchis.
– Fue por aquellos años cuando el país estaba sujeto a la «certificación» anual de La Casa Blanca. Ese 1997 el presidente Clinton exigió, para otorgarla, seis condiciones que habrían de cumplirse en un plazo de tres a seis meses. Las exigencias, mucho más moderadas que las de años anteriores:
1) Arrestar a Amado Carrillo Fuentes y los hermanos Arellano Félix. 2) Otorgar inmunidad diplomática a los agentes de la DEA norteamericana que operan en México. 3) Aceptación de que los policías de esa agencia, la DEA, puedan cruzar nuestra frontera portando armas. 4) Que barcos estadounidenses puedan ingresar libremente a aguas mexicanas. 5) Enviar a Estados Unidos a doce narcotraficantes, entre ellos a Rafael Caro Quintero, y 6) Que las fuerzas armadas mexicanas participen en una fuerza multinacional dirigida por Estados Unidos.
– Humillante para este país, dijo don Tintoreto. Pero nuestros gobiernos, según todos los indicios, tienen como segunda
naturaleza la humillación ante el gringo. Y si no, ¿cómo puede explicarse que nos hayamos escapado de la «certificación», pero ahora el gobierno de México tenga que culimpinarse si quiere recibir (¡y en especie!) los muy escasos dólares de la «Iniciativa Mérida»?
El maestro, su libreta de las pastas negras:
– Oigan la crónica del ambiente que se vivía hace doce años en nuestro país:
«Lo que hoy se imputa al gobernador de Sonora Manlio Fabio Beltrones de su relación con el narcotráfico, era desde hace mucho un secreto a voces en la sociedad sonorense. De hecho, no sólo él; también Alcides, hermano de Manlio, ex-administrador de la Aduana de Tijuana, dio lugar a comentarios semejantes. Y lo mismo ocurrió a otro hermano, Orestes, cuando fue delegado del Infonavit en Sinaloa». Ese escándalo, como ven, se silenció oportunamente, y aquí no ha pasado nada.
– Ni fue el primero ni sería el último. ¿Cómo va en Sonora, a propósito, el asunto de la guardería ABC y de una de sus
propietarias, pariente de Margarita Zavala, la esposa de…?
Silencio en la sala. El maestro: «Oigan ahora la nota del matutino de aquellos años: En el sexenio de Miguel de la Madrid el narcotráfico se metió en las estructuras del Estado. Alardeaba el general Juan Arévalo Gardoqui, secretario de la Defensa Nacional: señores, los 25 mil efectivos militares destacados a (sic) combatir el narcotráfico generan gastos diarios por 125 millones de pesos. En ningún país del mundo se desarrolla un esfuerzo de tal magnitud (sólo le faltó declarar, ceja en alto: ¡Estamos salvando a toda la humanidad!) Se han incrementado las campañas antidrogas, así como el número de elementos del ejército en el territorio nacional. Lo importante de los resultados no es lo que se ha destruido, que es desintegrar al 80 por ciento del narcotráfico en nuestro país, sino que se ha evitado la intoxicación de miles de personas, ya que los estupefacientes decomisados alcanzarían para drogar a una población igual a la de América Latina».
Y sí, poco antes de concluir el sexenio, también el general Arévalo Gardoqui, secretario de la Defensa Nacional, iba a ser señalado de narcotraficante, y no podía visitar Estados Unidos, ya que de inmediato sería aprehendido porque su nombre aparecía en algunos juicios sobre narcotráfico al igual que su hijo, al cual inclusive se registró en libros sobre casos sonados de narcos mexicanos…
– Años después, recordó el maestro, se iba a suscitar entre la Casa Blanca y esos narco-priistas que hoy, mucho me temo (por mí, por ustedes, por este desdichado país), vuelven al poder, el problemón del gringo y agente de la DEA Enrique Camarena, destacado en México y asesinado por narcos mexicanos. ¿Recuerdan ustedes el caso? ¿Ya lo han olvidado, como si nada hubiese ocurrido? (El cochinero sigue mañana.)