¡Chicharitos!

Abandonados, desatendidos por el gobierno, los pobres han caído en manos de la televisión.

Y sonó la hora del  clásico pasecito a la red, esa locura colectiva de los héroes por delegación mañosamente inducida por todos los medios de acondicionamiento social. Aquí la trascripción de opiniones diversas, iniciada ayer aquí mismo, de estudiosos y especialistas que analizan ese fenómeno de enajenación colectiva:

El futbol es un modo de que siga existiendo la sociedad de clases y a la vez la sociedad de clases es un modo de que continúe existiendo el futbol. Hay entre ambos un acondicionamiento recíproco.

Considerar que el fanatismo del futbol se combate sólo con el incremento de bibliotecas populares, como creen ciertos ingenuos progresistas, es ignorar que la “incultura” no es sino una expresión inofensiva y superficial del terrible fenómeno de la alienación en la sociedad moderna, en la cual el futbol juega un papel central.

La pasión por el futbol es agitada en los pueblos a los que el imperialismo mantiene sumergidos en la emotividad más primitiva y elemental de los ritos que caracterizan a la etapa infantil de la humanidad.

El hincha casi siempre es un sujeto de cara encendida, mejillas como inflamadas por el sol, bocaza perrera o mastinesca, pelo crecido, ojos canallas y léxico bravoso. Carne de cañón. Cae a los estadios como la langosta, como los cascos de una tropa de caballería y lo aplasta todo. Se posesiona de las zonas populares y vocifera desde allí palabrotas que hacen rechinar sus mandíbulas; con tanto entusiasmo las vomita al espacio.

La cultura de masas en general, y el futbol en particular, tienden a destruir la ideología de la clase obrera, la conciencia de clase, ofreciendo modelos para toda la sociedad, para todas las clases sin diferenciar, que borren en un nivel imaginario el aislamiento y la desintegración de los trabajadores.

Y que más allá de lo estrictamente deportivo, este suceso tiene implicaciones económicas muy importantes por distintas vías. Los comerciantes calculan que se van a adquirir nuevas pantallas de plasma y a consumir más bebidas de toda índole y sabor. Sobre este fenómeno de masas por excelencia lo afirma  Leo Zuckermann: “La televisión ha convertido el futbol en una gran telenovela. Cada equipo es una telenovela. Es una historia interminable sin final feliz o triste. La historia de siempre continúa. Hay momentos de alegría eufórica y de angustia depresiva.

Euforia y angustia. En una de esas cayó el Tricolor, y lágrimas de glicerina, el merolicronista:

“Los dramáticos perfiles del futbol -triunfo y derrota, sudor y lágrima, plenitud  y sufrimiento- se sucedieron ayer, como el deshojar de los árboles en el pálido otoño (¡!) Crepitación de anhelos y angustias, clamores rotos por la emoción, sentimientos tan claros como el agua y tan profundos como el abismo; voces argentinas y cascadas en un mismo orfeón; el penalty, verdugo implacable; el gesto del vencedor, el visaje del derrotado; la tristeza, mohín insoslayable; el gol, ese martillo que hecho grito penetra el cielo. En los jugadores distinguí una lágrima… (¡!)

Conclusión: si las masas  son ignaras y apáticas no es por inferioridad moral o física, sino sólo por las barreras que imponen la pobreza, el analfabetismo y los prejuicios sociales, y porque las  minorías que detentan los medios los utilizan para mantener a las mayorías en un estado de ignorancia y miseria. Los del Poder están interesados en perpetuar la separación entre la cultura y las clases oprimidas. (Uf.)

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