Despiertan al México bronco

Esta vez San Bartolo Ameyalco, delegación Alvaro Obregón de esta ciudad, es el escenario del enfrentamiento que el a media semana se suscitó entre vecinos armados y policías sin más protección que sus escudos de tarea. Agua, rumores, sospechas, negocio de los piperos, en fin. La reyerta arrojó cientos de civiles y policías lesionados, algunos de ellos de gravedad. Que de aquí en adelante los granaderos se presenten armados ante incidentes como el de San Bartolo Ameyalco propone el jefe de la policía capitalina,  Jesús Rodríguez, ante la Comisión de Derechos Humanos del DF.

Yo, frente la noticia, recordé los casos de Huautla, Oaxaca, y Tejupilco y San Salvador Atenco,  del Estado de México al cuidado de Peña.

¡Que se cuiden las espaldas esos perros, porque mañana, y hoy mismo, el muerto será uno de su lado. El pueblo de San Salvador Atenco tiene licencia para machetear a cualquier militar, policía o granadero!

Terrible la violencia verbal de América Valle, hija de Ignacio del Valle, líder del Frente de Pueblos en la Defensa de la Tierra, con sentencia de más de un siglo de prisión y ya liberado del penal de alta seguridad de El Altiplano. Mis valedores:

Estoy observando las fotos, y el espeluzno: Rostros hinchados, cráneos descalabrados, bocas y manos que chorrean sangre. Miro este cuerpo tronchado, y este otro que con rodillas y codos se clava en el pavimento, y uno al que cuatro de uniforme derriban a garrotazos, y uno más al que llevan a rastras, y me pongo a pensar: cuánto hace que las primeras planas no se ensangrentaban hasta tal grado. Sangre de civil, y ahora pronto sangre de policía desarmado, resquebrajado en San Bartolo Ameyalco el día de hoy, como ayer ocurrió en Atenco y en Huautla y en Tejupilco anteayer. Es México.

Tejupilco. Dos policías y un civil muertos y más de 60 lesionados fue el saldo del enfrentamiento suscitado entre miembros de seguridad pública del Estado y dirigentes militantes perredistas, quienes protestaban contra el fraude electoral y mantenían un plantón desde hace 30 días frente al palacio municipal…

Lo dicho, mis valedores: Huautla, Tejupilco, Atenco, Ameyalco. Miro la foto de ese nativo con fondo de humo y llamas, destrucción y sangre derramada. Lo observo. Yo  a este ya lo conozco, lo reconozco. Si no es mi paisano pudiera serlo. Entre más miro la foto  más me convenzo de que el cristiano pudo nacer en mi tierra, y aun ser de mi misma camada: la vestimenta de mis paisanos, el mismo gorro de palma, los huaraches, la chamarra y al hombro el morral. Como ranchero que acabara de bajar desde La Villita hasta mi Jalpa Mineral. Manso de corazón. Pacífico.

Miro la foto: éste se  llama Juan, Pedro, o Ramiro, y se apellida Llamas o Muñoz. (¿Mojarro?)  Lo conozco, lo calculo hombre de bien. En sus terregales siembra maíz, frijol, calabazas. Los domingos baja a la misa de doce, y ya con la bendición encima se desbalaga por el Barrio Alto: sal, azúcar, cigarritos, baterías para el radio. Más tarde el trago para entonar el cuerpo, y arrendar para el rancho, ya al pardear, a aquello de entre dos luces. Y la paz…

Pero no, que ese de la foto en el morral no carga cigarros ni envoltorios de azúcar y sal, sino piedras. En la diestra no afianza el de transistores, sino una calibre 22 negra, cañón recortado, con el tambor empanzado de plomos, y ahí rugientes las bocas, los ojos rebrillosos de crueldad, garrotes y trancas en alto. (Esto sigue mañana.)

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