Cuba

Azúcar para el café – lo que ella endulza me sabe – como si le echaran hiel.

Así describía el poeta Guillén la situación de una Cuba que hasta los tiempos de Fulgencio Batista fue mancebía de gringos intoxicados de alcohol y demás sustancias, y cuyos ancestros se adjudicaban la posesión de la Isla.  John Adams en 1783: «Las islas del Caribe constituyen apéndices naturales del continente americano. Cómo resistir la convicción de que la anexión de Cuba será indispensable para la continuación de la Unión».

La independencia de Cuba, epopeya de siglos. «Cuba ha venido a ser de trascendental importancia para los intereses políticos y comerciales de nuestra Unión», afirmó el Presidente J.Q. Adams. «Ya separada de España es incapaz de sostenerse por sí sola, tiene que gravitar por fuerza hacia la Unión, a la cual le será imposible dejar de admitirla en su seno».

En 1812, “un mapa de los EEUU levantado por su gobierno  incluía los territorios mexicanos de Texas, Nuevo Santander, Coahuila, Nuevo México y parte de Nueva Vizcaya y Sonora, como también la Isla de Cuba como parte natural de la Unión».

En 1898, la flota de guerra de los EEUU bloquea la Isla, invade por sorpresa Santiago de Cuba y se apodera de la bahía de Guantánamo. Años más tarde lo afirmaba Manuel Sanguily: “¡Los invasores ya han visto a Guantánamo: jamás renunciarán a su posesión! ¡Y la bahía de Guantánamo ya es de los EEUU!»

Muchas décadas más tarde, profecía y esperanza en el poema de Guillén:

 Ay, diana, ya tocarás – de madrugada, algún día – tu toque de rebeldía – Ay, diana, ya tocarás.

Y la diana resonó cuando el asalto de Fidel y sus compañeros de lucha  al Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, acción que iba a ser el preludio de la revolución libertaria de América, una revolución cuyos orígenes, afirma el patriota cubano,  son las luchas del  Presbítero Félix Varela, del Céspedes Padre de la Patria, el Generalísimo dominicano que convirtió el machete en arma y alma independentista, el Bayardo Agramonte, el Calixto de las tres guerras y una estrella en la frente, el Maceo de fuerza en el brazo y en la mente, el Martí Autor Intelectual, el Camilo del pueblo y el Che de América.

A la hora en que el comando de libertadores se disponía al asalto al cuartel Moncada les habló el Comandante Fidel:

«Como en el 68 y en el 95, aquí en Oriente damos el primer grito de ¡Libertado o muerte! Compañeros: Podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos; pero de todas maneras ¡óiganlo bien, compañeros!, el movimiento triunfará. El pueblo nos respaldará en Oriente y en toda la isla. La consigna es no matar sino por última necesidad.  Jóvenes del Centenario del Apóstol!»

Curioso: el Guillén que de joven mentaba la muerte como un don apetecible, aprende según vive el oficio de la esperanza, que es el del rejuvenecimiento. El buen tiempo no iba a tardar para la cubanidad, y llegó. Entonces Guillén, ya joven a sus 57 años, con su poema Tengo celebró:

Tengo, vamos a ver – tengo el gusto de andar por mi país – dueño de cuanto hay en él – mirando bien de cerca lo que antes no tuve ni podía tener – Tengo, vamos a ver – tengo lo que tenía que tener. (Sin más.)

Pero, mis valedores, la epopeya libertaria no ha terminado. Juan Pablo II: «En la Isla el marxismo ha muerto». Y  a los católicos cubanos: «No desfallezcan bajo un gobierno comunista. Ustedes sigan regando la viña del Señor».

(No lejos, Miami vigila. ¿Pero es de cuidado?)

Cuba una y única. Patria o muerte, venceremos. Y vencieron. Vencen cada día. (¡Cuba!)

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