Cambió el gobierno de México, mis valedores. El PAN fue desplazado por un Tricolor que con renovada energía regresa a Los Pinos, su querencia natural. La hora sonó de la cooptación y el colaboracionismo, de la alianza y el arreglo, del acuerdo y las reformas de papel. El gobierno cambió. ¿Cambió México? A ver:
El precedente fue el gobierno del narcotráfico, un Estado dentro de un Estado y un Poder dentro del Poder, con una regazón de cabezas tronchadas en un almácigo de cadáveres descabezados como seña de identidad. Con Calderón el país descendió hasta los niveles del Estado fallido, según juicio del gringo consumidor de la cosecha de estupefacientes. El de Peña, ¿distinto? Traigo, retrato hablado del país, las reflexiones del filósofo.
El hombre íntegro y justo se ha convertido en bribón. Ladrones, saqueadores, he aquí los altos funcionarios que fueron nombrados para reprimir el mal. El país se ha tornado escondrijo para el violento y refugio de unos altos funcionarios que fueron designados para reprimir el delito, los crímenes, la impostura…
Quien debe impartir la justicia es un ladrón; quien debe apaciguar es el mismo que causa el desorden; quien debe allanar las dificultades es el que provoca inquietud. El bellaco menoscaba la justicia. (Salinas, Montiel, Fox, la Sahagún y Romero Deschamps en libertad. Es México.)
La justicia, arrojada de su sitio, se arrastra ante el juez. Los altos funcionarios practican el mal; la rectitud se tuerce; los jueces roban. Aquél que deben prender a un hombre medra con la orden de aprehensión. Los dineros corrompen al juez. Todos ellos se nutren de la mentira. Dejan libre a la Casséz y al inocente lo mantienen en cautiverio. Un policía que roba, un gobernador que depreda, un jefe de gobierno encargado de reprimir el latrocinio y que se ha convertido en modelo de ladrones…
Aquel que debe dar aliento yace sin respiración Aquel que debe aliviar provoca nuestro jadeo. Aquel que debe repartir justicia es un ladrón, y su transa lucrativa e impune. ¿Y los jueces..?
El mandatario no lo es. Debe paliar la pobreza, pero es el mismo que la origina para sí y los de su camarilla. Es inicuo quien debe corregir la iniquidad. Las masas, entre tanto, negadas para la autocrítica, a renegar, a exigir, sin más.
A continuación, aspaventero y retórico:
Piedad por la nación que está llena de creencias y vacía de religión. Por la nación que viste telas que no teje, come el pan que no amasa y bebe el vino que no fluye de su propio lagar. Piedad para una desdichada nación que aclama al vanidoso como héroe y juzga al demagogo como hombre de bien. Una nación que en el sueño desprecia el ideal y en el despertar procura la esclavitud. Una nación que no levanta su voz sino cuando camina en un funeral, que no se vanagloria más que entre sus ruinas y que no se rebela sino cuando su cuello ya está entre la cuchilla el madero. Una nación cuyo presidente es un rapaz y depredador, cuyo filósofo es un impostor y cuyo arte es el de remendar y remedar, sin más.
Piedad por la masa ignara que con pompa y circunstancias recibe a su nuevo gobernante, y lo despide a insultos tan sólo para dar la bienvenida a otro peor que el antecesor.
Pues sí, ¿pero piedad para una nación cuyos salvadores se han extraviado en el reniego, la denuncia y la exigencia a su enemigo histórico?
Cambió el gobierno, mis valedores, ¿pero hasta hoy día, más allá del toma y daca de logreros y oportunistas, ¿algún cambio se va notando en este país?
(Lóbrego.)