Del esperpento

Yo atajé a Hugo Chávez. Con el retiro de la embajada mexicana en La Habana mandé un mensaje fuerte a Fidel y Hugo para que se quedaran fuera de nuestra política, para que Chávez no estuviera tentado a enviar dinero del petróleo a su candidato presidencial favorito. Fidel y Hugo querían ver al Peje convertir la democracia mexicana en un régimen de un solo hombre. Yo no lo permití.

Tal dijo en su momento un desmesurado Vicente Fox que había perdido el piso y la dimensión, vale decir el «principio de realidad». Al de las botas no parecía importarle hacer el ridículo y caer en la nutrida galería de la picaresca política mexicana, a la que pertenecen también la Gordillo y algunos más. A propósito:

Novelista soy. Por achaques del oficio me aplico al estudio del ser humano desde ángulos sociológicos, psicológicos, fisiológicos, etc. Lector por oficio, que no beneficio, intento bucear en aguas profundas de personajes shakespeareanos de retorcida psiquis: Hamlet, Macbeth, Otelo, el rey Lear y Ricardo III, o esos modelos del esperpento del Siglo de Oro español que son el buscón, el Lazarillo, la celestina, el diablo cojuelo, la picara Justina, en fin. Trágicos unos, esperpénticos los más, por ellos me asomo al tamaño de pasiones, reacciones y sentimientos desmesurados de amor y celos, odio y crueldad, avaricia y terror,  y las desbozaladas venganzas junto a la farsa, el astracán, el ridículo. Tales vidas y milagros tomo de espejo (distorsionado) donde mirar mi humana estatua e intentar la hazaña de conocerme y reconocerme, según la clásica exhortación del oráculo de Delfos que Sócrates tomó de divisa: “Conócete a ti mismo”. (Ahora mismo presencio un personaje cuyo drama pudiese servir a Eurípides, a Shakespeare, a Dostoievsky, a…)

Porque el estudio de lo humano no se reduce a los entes literarios o a los de la antigüedad: comienza y termina con seres reales del diario vivir, donde se incluye la fauna que gesticula en ese submundo del surrealismo y el esperpento que es la politiquería del país. Uno de ellos observo, de la vida real, que reputo a la medida de la ficción, así para el drama como para la farsa, y que con holgura pudiese hermanarse con entes de la picaresca como con los condenados del Dante. Sí, la maestra Elba Esther.  ¿Por qué no fue aprehendida en el sexenio de Fox? ¿Por qué no lo fue en el sexenio del Verbo Encarnado? El senador Ernesto CorderoSecretario de Hacienda con Calderón, se justifica a la pura medida del esperpento y la picardía politiquera:

Es que nosotros no tuvimos esa observación relevante. Además,   en la administración de Calderón nunca se actuó por consigna.

Ventoseó esas zafiedades y se quedó tan campante. Muy poca verguenza, nulo decoro y ofensa grave a la inteligencia estas expresiones del hoy senador. Mientras tanto, mis valedores:

Ante el leñazo presidencial (sé lo que digo), la que ayer era verdugo y es hoy  la víctima sobrevive apenas -a penas- en una celda de alguna prisión de esta ciudad. Sola y su alma, rumiando su desgracia, su soledad, la humana miseria de los validos que ahora la desconocen y abandonan a su renegrida suerte. ¿Hay algo más doloroso, pregunta el clásico,  que recordar en la desgracia los tiempos dichosos? Yo, al decirlo mentalmente, pienso en esa  Elba Esther que en fotos y crónicas conocí  prepotente, soberbia en su poder sin aparentes límites, que ponía y quitaba reyes, peones y alfiles en el ajedrez politiquero, y cuya tragedia de hoy se asemeja tanto a la del rey Lear.  (Sigo después.)

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