La desverguenza

– ¡Que el nombre del Sr. Presidente Echeverría se grabe en los muros de la sede del Congreso de la Unión!

A los maromeros del circo político me referí el viernes pasado, que  sexenio a sexenio pegan espectaculares, indecorosas machincuepas para seguir mamando del presupuesto. Puse de ejemplo a un tal Diódoro Carrasco, que en el altar de Echeverría quemó arrobas de copal, para desconocerlo cuando lo vio caer en desgracia. Arturo Reyes, del semanario Punto y Aparte, de Jalapa, Veracruz, entrevistó al oaxaqueño, ya para entonces dirigente de la Confederación Nacional Campesina, CNC, y lo acorraló a preguntas:

– Señor Ramírez: en el gobierno de Echeverría dijo usted públicamente que esperaba ver su nombre en letras de oro en la Cámara de diputados. Ahora cambia de parecer y no acepta haberlo dicho. ¿Por qué ya no sigue pensando lo mismo?

El del reculón a tragar saliva y a intentar la huida por el atajo del cantinflismo:

– Bueno, mire: las palabras responden a determinadas circunstancias.

– ¿Ya no piensa lo mismo que antes respecto de don Luis Echeverría?

Bueno, mire, en todo caso en esta pregunta que me hace concretamente, no sé por qué me la haga, cada persona, cada político tiene que vivir su propia circunstancia.

– ¿Qué tiene que ver eso con las circunstancias?

– Que van cambiando de un año a otro, de un día a otro, de un mes a…

El reportero no lo dejó terminar: «¿Por qué van cambiando, señor Ramírez?»

Acorralado, aturrullado,  el oaxaqueño, tragaba saliva. Un sudor se le iba y otro se le venía.

– ¿Por qué van cambiando, señor?

– Bueno, van cambiando las circunstancias porque tienen que adaptarse a las realidades sociales que va viviendo el país, de tal manera que las palabras incluso van respondiendo a determinadas circunstancias históricas. Esto es lo único que le podría responder. La amistad es una cosa, la lealtad a las instituciones es otra. Yo no trabajo para personas, trabajo para instituciones, esto es importante que se defina porque se confunden las cosas. Cuando uno decide meterse, es mi posición personal, a las actividades políticas y públicas, uno sabe que tiene que responder a todo contexto social, en este caso mi país.

– Usted afirma, señor, que la realidad cambia. ¿Lo que hoy es válido mañana ya no?

– Todo evoluciona. Un problema que existe hoy se soluciona mañana. Todas las cosas cambian, son otras las circunstancias. Vivimos en un país no estático, sino dinámico. Lo que hace veinte años significaba al país agrícola hoy significa otra cosa. El petróleo. Estas son las cosas cambiantes, ¿ve usted?

– ¿Entonces el nombre de Luis Echeverría en letras de oro en el muro del Congreso de la Unión que usted propuso?

– Sí, pero no, las circunstancias cambian. Mi sentido de la amistad es una cosa interna, anímica. No cambia, aunque lo parezca. Yo soy amigo de la gente y seguiré siéndolo. El trabajo con las instituciones es muy distinto. Uno se adecúa (sic) a la norma, a la línea, a la actitud ideológica, de conciencia.

Pero menos mal: rajón como se exhibió entonces,  Heladio Ramírez continúa con su militancia priísta. ¿Y los Yunez, Malova, Juan Sabines, Gabino Cué? ¿Y esos tricolores  Moreno Valle, Javier Lozano, varones de ideología y convicciones, ahora priístas de sangre azul? (Puagh.)

A propósito: lo afirma  Ortega y Gasset, de tendencia conservadora:

Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil. Ambas son, en efecto, formas de hemiplejia moral.

(Válgame.)

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