Lo que se esperaba, mis valedores, lo que se temía se ha consumado. Enrique Peña gobierna el país y se espera y se teme que lo gobierne hasta el 2018. Como ocurre en algunas versiones de la democracia liberal, las mayorías se impusieron, y las minorías no tienen más recurso que resignarse. ¿O qué, resistencia civil?
Pero a ver, un momento: ¿fue la mayoría de votos la que lleva a Peña Nieto al poder? Los 15 millones de papeletas del triunfador rebasan las que cosecharon Vázquez Mota y López Obrador? Por cuanto al voto duro, el voto cautivo, el voto corporativo que llevó al priísta a Los Pinos, ese fue el de campesinos, obreros y organizaciones populares, que es decir el de los mexicanos menos favorecidos por la economía y la educación. Este es el sufragio corporativo, base y estructura de todo sistema fascista como los que florecieron en la Europa de entreguerras, de 1918 a 1939. También regresa el Tricolor al gobierno gracias al voto inducido desde los medios de condicionamiento de masas. Mis valedores:
Peña es el presidente del país. El PRI del autoritarismo y la corrupción delirante retorna a Los Pinos. Hoy todos los medios impresos y electrónicos se empalagan en loas a «nuestra democracia». ¿Que resta a unas minorías que, bien contado su número, resultan ser mayorías? ¿Acaso la propuesta de López Obrador, candidato perdidoso por segunda vez, que como respuesta al dictamen del TRIFE, Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, propone la desobediencia civil? Pero lo advierte la teoría política: ninguna estrategia como la del boicot, la movilización de masas o la desobediencia civil rebasarán el nivel de lo espontáneo (efímero) si no tienen como cimientos la fuerza de unas masas organizadas a la manera de los comités autogestionarios en donde cabe como forma de lucha la desobediencia civil. ¿Pero en qué consiste semejante estrategia?
Desobediencia civil. Antecedente remoto se ubica en el mito de Antígona, hija de Edipo, al que sirvió de guía cuando él se arrancó los ojos, y que más tarde ejerció la piedad con su hermano Polinice hasta el grado extremo de perder la vida.
Antígona, trágico personaje de la mitología griega, es la protagonista de una de ocho tragedias que sobrevienen de las tantas que escribió Sófocles. Ahí, el rey Creón publica un edicto prohibiendo que se sepulte a Polinice, muerto en el ataque a la ciudad de Tebas. La desobediencia será castigada con la vida. El desobediente será sepultado vivo.
Antes de dar sepultura a su hermano, ante el tirano expone sus argumentos: ante una ley injusta que va en contra de la justicia y a favor de la innoble venganza imperan las leyes eternas que establecen los dioses para impartir verdadera justicia. «Serás sepultada viva», determina Creón. «Cumple con tu deber. Yo he de cumplir con el mío», le responde Antígona.
La hija de Edipo no había sido educada, como los héroes, para las hazañas heroicas. Antígona cumplió un deber de conciencia. Ejerció la desobediencia civil, y eso la eleva por sobre todos los héroes.
¿En qué consiste esta forma de lucha contra un injusto Sistema de poder? De entre las muchas definiciones: «Desobediencia civil: cualquier acto o proceso de oposición pública a una ley o una política adoptada por un gobierno establecido, cuando se tiene conciencia de que sus actos son ilegales o de discutible legalidad, y es llevada a cabo y mantenida para conseguir unos fines sociales concretos». Sin más.
«Democracia», resistencia civil, México. (Vale.)