Quemadero

Por supuesto que existen los herejes. Son los que encienden la hoguera.

Tal jura Shakespeare con toda razón, y yo pienso en los herejes de esa Inquisición que, ironía trágica, con el alias de «santa» y en nombre de Dios chamuscaba vidas humanas,   y que ya cuando se le agotaron cátaros y hugonotes brincó de Europa a la Nueva España y con su colección de instrumentos de tortura vino a encuevarse en un siniestro edificio del norte de la Alameda Central. Domini canes; perros de Dios.. México.

Un nativo iba a encabezar la sucesión de ajusticiados por medio del «fuego purificador». Moxtla su nombre, príncipe descendiente de Nezahualcóyotl. La crónica del suceso, apócrifa:

Según lo asentado aquí el viernes pasado, a lomos de mula y atado de brazos el relapso era conducido al quemadero. Dolidos del espantable destino que le aguardaba a la distancia de media vara,  los deudos suplicaban al rebelde magnífico:

– Arrepiéntete, Moxtla. Abjura de Tezcatlipoca y dí que crees en  el  Dios que mienta aquí  Su Ilustrísima, ese Dios que siendo Uno, es Trino también. Qué te cuesta decirlo.  Jura que ya eres católico y escapa a la hoguera.  Total, ¿no son los meshicas católicos de dientes afuera?

Rebelde magnífico, el «hereje» callaba, sus pupilas absortas en el quemadero:   poste enhiesto, leña hacinada, rebaño de curiosos que por anticipado gozaban con el espectáculo de las vivas llamas enroscadas en la viva carne del Moxtla que nació príncipe.

– Di que te acoges a la advocación de  la madre esa, una Iglesia que como toda madre tiene por corazón un cáliz de amor encendido en la lumbre de sus quemaderos. ¿No es verdad, Su Ilustrísima?

– Verdad es. Más que a su ovejuela descarriada ese castigo le duele  a la santa  Iglesia.

–  ¿Oíste?  Júrale aquí  a Su Ilustrísima que ya eres todo un converso, más los chaqueteros Fox y el chaparrín  bienamado del Verbo Encarnado. Si esos apoyan al PRI  aquí Moxtla se convierte y  usted se la perdona, ¿no, Su Ilustrísima?

– Con sus asegunes. Como católico siempre  tendrá que darle su voto a todos los beneméritos que en bien de su alma se sirvan aprontarte El Yunque y la santa madre Iglesia de Roma.

– Una equis en un cartón, es toda tu penitencia. Anda, no seas penitente, que ya se siente el calor de la leña. Invoca al Dios Uno y Trino, y de aquí nos vamos a las recogidas:  con la cacariza de pulque,  recogida de bilis, y luego la recogida de tu credencial de elector, jurando ante Leonardo Valdés que crees en su «democracia» ¡Sálvate de la hornaza!

Habló Moxtla el magnífico: “¿Salvar mi vida? ¿Salvarla para ver que esos beatos del Verbo Encarnado asesinan, con cientos de miles de paisas, el Estado laico? ¿Vivir para ver cómo unos mediocres de vocación matancera han convertido mi tierra en vergüenza del mundo? ¿Vivir para resollar el mismo aire de los matanceros? ¿Vivir sobre esta tierra empachada de cadáveres, entre el hedor de la sangre y el llanto de las víctimas? ¿Es eso vivir?

– ¡Todo antes que dejarte achicharrar! ¡Mira el poste, mira la leña, salva tu vida!

– ¿Salvarla? Si hasta ayer prefería morir antes que renegar de mis dioses tutelares, ¿vivir ahora con mi  tierra sometida a los cojones del PRI y su muñeco de sololoy? ¡Arre, mula! ¡Y usté, mula, quíteme de enfrente su cruz, que me pica  un ojo. ¡México-Tenochtitlan!

Carbonizado murió en  sin convertirse en católico ni rendirle al virrey de la Nueva España, mucho menos al Dios Uno y Trino  de Onésimo Cepeda.

Dios lo haya perdonado. No a Moxtla, a Onésimo. (Amen.)

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Amen sin acento, por favor, compañeros.

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