Vengativo dios

Desentrañar los símbolos, mis valedores. Tal es la forma en que podemos entender y aprovechar al máximo las lecciones que nos brindan los mitos. Prometeo y Epimeteo en la mitología griega. ¿Conocen ustedes el mito?

En la más conocida de sus versiones Prometeo roba el fuego del Olimpo y lo obsequia a la humana ralea, que con ese elemento en las manos inicia una civilización que iba a culminar con la atómica sobre  Hiroshima y Nagasaki. La humana condición.

Para castigar la hybris (desmesura) que contra el Olimpo perpetró Prometeo Zeus manda modelar en barro una figura de mujer a la que Atenea infundió la vida con un soplo en la nariz. Pandora la nombran y, venganza divina, Zeus le da la  famosa caja que debía entregar a Prometeo y que sólo él debe abrir. Pero de un enemigo nada bueno puede esperarse.  Prometeo desecha el obsequio, qué bien.

Qué mal, porque deslumbrado por la frutal sota moza se entromete Epimeteo: «Caja y mujer yo sí las recibo». Qué mal, porque la curiosidad vence a esos insensatos, que desobedecen el mandato de Zeus (aquí yo  advierto su paralelismo con la prohibición de Dios a Eva y Adán).  Epimeteo abre la caja, de la que escapan todos los males que chicotean a la humanidad, sólo quedando en el fondo la esperanza. Y así hasta hoy. Mis valedores:

Aquí yo imagino el complemento del mito: «No pude vengarme de «Prometeo. Es un idealista y, como tal, invencible. Epimeteo, por contras,  es un mediocre vil, y los mediocres son vulnerables».

Pues sí, pero por mediocres no valen una venganza divina, por lo que Zeus lo decide: «Ahora habré de vengarme no contra la calidad, sino contra la cantidad que representa esa humana ralea que de forma inmerecida recibió el fuego divino, y que  va a hacer mal  uso del  nuevo don».

Y horror, el castigo. Esa misma caja, que el azorado mediocre Epimeteo aún sostenía en sus manos, el dios la transforma en… (hasta dónde puede llegar la maldad de los dioses.)

– Pero Zeus, que eso significa otorgarles una nueva versión del fuego divino. Hasta el Olimpo  los descendientes de Prometeo elevarán su civilización.

– Pocos son sus descendientes. La de Epimeteo será la ralea que maneje el don, y a lo desastrado.  ¡Ahí va, refuerzo de la TV.,  mi venganza contra los humanos!

Y ándenle con el prodigio. ¿Pues no transformó en computadora la caja de Pandora? Y con celular integrado, internet, I-Pod,  juegos electrónicos, pornografía y demás.

Cumplida venganza de Zeus. Contra los pocos que sacan provecho del prodigio electrónico lo malgastan los muchos, y derrochan y desperdician.  Esa caja de Pandora fue en un principio exclusividad de mediocres adinerados, y de mediocres de medio pelo después, hasta llegar a los  jóvenes ni-nis, a los jóvenes estudiantes y a jóvenes de todo carentes y ávidos de todo. Jóvenes viejos. De espíritu.

Ustedes, mis valedores, los que viajan en el metro y demás  transporte público de aquí y de todo el  país, ¿han observado la metamorfosis de un joven cualquiera? Animoso, vital hace algunos ayeres; platicador, audaz, enamoriscado, el viaje se pasaba observando faldas y minifaldas, y observándolas se pasaba tres, cuatro,  estaciones. ¿Hoy cómo invierte su tiempo de vida? Audífonos en las orejas, jorobado  sobre celular, I-Pod, nintendo. Obsérvenlo:  aislado del mundo, de la realidad, de su tiempo. ¿Qué quedó de aquel joven que absorbía vida por todos sus poros? ¿Dónde clava sus relumbrosos ojillos, si no en la pantalla que convirtió en opiáceo de una vida inútil? Ah, Zeus. (Lóbrego.)

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