Disparatorio

Tertulia de anoche en mi depto. de Cádiz. Invitado por mi primo el Jerásimo, licenciado del Revolucionario Ins., se presentó aquel personaje que en silencio se puso a escuchar la controversia de los contertulios: que si república amorosa, y que si el chaquetazo de la Miranda, y que si Josefina  en Los Pinos, ¿y que en qué te basas? Pues en que ya hasta guapa la están sacando en las fotos.

Observé al invitado: mediana edad, porte altivo, atildado atuendo y tan perfumado como perfumado resultó el tabaco de su pipa. De repente se animó a tomar la palabra, y entonces…

Al escucharlo se me vino a memoria la tierra de mi nacimiento y hogar de  mis años muchachos. Jalpa Mineral era por aquel entonces un poblado de gente pobre, pero llegó el bracerismo y los indocumentados se fueron, y en el pueblo comenzó a caer la pepena de dólares. Pues sí, pero en mi terruño  ya no quedan hombres, que no sea aquel almácigo de viejos que sentados a la puerta de la vivienda aguardan, pacíficos, que la muerte pase por ellos. Adultos y jóvenes andan en la pizca del betabel y los dólares de Texas y California. Mis valedores:

Pobre entre los pobres fue mi familia. Yo vengo siendo sobrino de un sastre de mala muerte (lo aplastó una carreta) e  hijo de zapatero remendón. Este recién llegado a la tertulia me vino a recordar cierta polémica en que una vez se enzarzaron el sastre y el zapatero. Aquel sostenía la tesis de que es elegante un varón si porta buena ropa  por más que traiga zapatos viejos, y el remendón, por contras: el hombre siempre será elegante si calza choclos flamantes, así sus trapos sean de pobrete. Ropa o zapatos; su mentalidad de gente pobre no podía imaginar a un hombre con recursos económicos para cubrir ambos gastos.

En la tertulia, el del atuendo impecable hablaba de asuntos políticos.

– Bueno, yo diría, o sea que en materia de grilla política, ¿verdad?, podemos decir que unos le van ora sí que al Peje, ¿no? Pero la verdad, hay que ver que Josefina como que se va perfilando,  quiero decir, para darnos ora sí que tamaña sorpresa. Pudiera ser, aunque digo, a lo mejor…

Mis valedores: en esta tierra de pobres hispanohablantes que no damos importancia al lenguaje y que ni siquiera estamos conscientes de la forma en que lo destazamos apenas abriendo la boca, muy bien vestidos podemos presentarnos ante los demás, pero a la hora de hablar…e

– Bueno, pero o sea: menos mal (dirá aquí alguno). Para mí que más vale andar siempre de las de acá, echando tiros con un atuendo bien elegantón. Porque después de todo si hablas como todos, ¿quién va a notarte algo raro? Total…

Si hablas como todos: un lenguaje empedrado de clisés y muletillas, para luego encajar en cada frase los «este», «o sea», «y bueno», «yo diría»,  «de repente, verdá?» y un gratuito e inmotivado «¿no?» Ustedes conocen ese catálogo del disparate donde se apretujan los hoy inicia, a la brevedad, política agresiva y el asqueroso «tiene» dos semanas que no la veo. Ahí el traje cortado a la medida y los finos zapatos del visitante se fueron al voladero, que en su forma de expresión mostró en plena lengua la infamante marca del mediocre. Mis valedores:

¿No nos merecería más respeto un individuo que más allá del atuendo corriente, con su lenguaje mostrase que a él no lo ha desfigurado el subdesarrollo verbal? ¿Qué será más de culpar, como dijo la monja, el figurín peripuesto que padece halitosis verbal, o el de ropa nada vistosa que se exprese con propiedad? O sea, la verdad. (Digo, ¿no?)

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