¡A lincharlos!

Cristianismo sí, comunismo no”  apenas ayer; hoy día, cárcel a la mujer que se atreva a abortar. Mis valedores: de 1968 al 2011, ¿ha avanzado este país? ¿Cuánto ha avanzado? ¿Retrocedido, tal vez? ¿Cuánto pudo haber reculado desde el Tlatelolco de Díaz Ordaz hasta el México de los 50 mil cadáveres que ha generado la cofradía del Verbo Encarnado? Laico es el Estado mexicano, jura la Carta Magna. ¿Es laico el Estado? A sofocos y trompicones, pero al enjaretarse la banda presidencial el que todavía el día de hoy habita en Los Pinos juró cumplir y hacer cumplir la Ley fundamental. ¿Ha honrado su juramento? ¿Nosotros, en tanto, qué?

En fin. Como para pulsar el ambiente que llevó al estallido de Tlatelolco  transcribo la reseña de alguna de las acciones públicas con que un mes antes del Dos de Octubre los Norberto Rivera y Sandoval Iñiguez de aquel entonces, por aquel entonces al trascuerno (a trasmano, quiero decir) lograron incendiar una pradera que hoy día, a golpes de El Yunque, El Vaticano y el beaterío del Verbo Encarnado, pudiesen convertir en hornaza una vez más. Por si algo pudiésemos, quisiéramos aprender de la historia:

Fue en septiembre cuando los reaccionarios perpetraron la manipulación de unas masas que, ánimos en llamarada, días más tarde habrían de caer en la bestialidad del linchamiento en San Miguel Canoa, Puebla. que organizó y dirigió un presbítero de nombre Enrique Meza, que la jerarquía católica trasladó a alguna parroquia oaxaqueña después de su acción. Y no más. Es México, un Estado no sólo laico, sino de derecho también. Septiembre.

Lo proclamaba, triunfal, El Heraldo, de memoria infeliz: ¡Manifestación Anticomunista en la Plaza México! Cerca de 12 mil ciudadanos y jóvenes (sic) se congregaron ayer para realizar un acto de desagravio a nuestros símbolos nacionales, que derivó en una exacerbada manifestación anticomunista. Gritando: ¡Vivan los granaderos! ¡Viva México! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!, comenzaron a llegar, desde las once y media de la mañana, en compactos grupos que antes habían participado en otra manifestación en la Basílica de Guadalupe. A las 12 horas, 3 mil mujeres, jóvenes y ancianos, habían extendido numerosas mantas y exhibían pancartas: ¡Comunismo en México, jamás! Cristo Rey, tú reinarás, Contra los traidores, Muera la bandera rojinegra, Dios, patria, familia, libertad, Cristianismo sí, comunismo no, Apartidas comunistas fuera de México, etc

El principal organizador, desde un micrófono, dirigía las porras: ¡México nunca será comunista! ¡Viva México! ¡Mexicano! ¿Estás dispuesto a defender a tu patria? Los gritos, las porras: ¡México, México!, subrayadas por el rítmico chocar de las manos de los asistentes: ¡Vivan los granaderos! ¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Muera Castro Ruz!

Cuando ya había allí cerca de 12 mil personas, los dirigentes de la Coalición de Organizaciones para la Defensa de los Valores Nacionales dieron la orden y un grupo de muchachos salió al ruedo con un monigote hecho de cartón que representaba a los guerrilleros: gorra cuartelera, camisa y pantalón verde, luengas barbas, en las manos un libro nefando: el diario del Che…

El vocerío creció: gritos exasperantes (sic) exigían: ¡Quémenlo, quémenlo, quémenlo!, y quienes tal pedían subrayaban su exigencia con enérgicos ademanes, con el pulgar tenso, apuntando hacia la arena. Alfonso Aguerrebere, desde el micrófono, estimulaba esas manifestaciones: ¡Queremos Ches muertos! ¡Gasolina! ¡Dónde hay gasolina!

(Esto sigue mañana.)

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