México y la Justicia, mis valedores. Atónito, desalentado a la vista de casos como los de Néstor Moreno, los Larrazábal y la Gómez del Campo de la guardería ABC, pienso en corruptos de la talla de ese Arturo Montiel exonerado de culpas por su sobrino lejano, un tal Peña Nieto, y en Fox, la Sahagún y los hijos, la Godillo, los Romero Deschamps, los Salinas y demás sinvergüenzas, intocables para las instancias legales. ¿Y qué es, a qué puede aspirar un país sin Justicia? Aquí, conceptos del poeta y filósofo indio. Juzguen ustedes si sus reflexiones cuadran o no a la “justicia” de nuestro país y a quien, por trepar al gobierno, acudió a la más abyecta injusticia:
“¿No es mala una balanza que se inclina, una plomada que se desvía, un justiciero transformado en bribón? Los funcionarios practican el mal, los jueces roban, y el que debe prender a un hombre injusto comete él mismo una injusticia. Quien debe reprimir el mal perpetra él mismo la iniquidad. El que debe aliviar provoca la herida. El que debe erradicar la pobreza es quien la origina en la comunidad.
Arrojada de su sitio, la Justicia se arrastra ante ti, pero tú, que has sido colocado en tu puesto para juzgar entre las partes y castigar al bandido, no haces más que dar apoyo al ladrón. Por eso mismo el país es como una ciudad sin gobernador, como una compañía de soldados sin jefe, como un barco sin capitán, como una manada que no tiene pastor. Tú eres como el policía que roba, el gobernador que depreda, el jefe de gobierno convertido en jefe de quienes actúan mal.
Que lo miren tus ojos: quien debe repartir justicia es un ladrón; quien debe consolar es el mismo que causa la aflicción; quien debe allanar las dificultades es el que las provoca. Con trampas, el bellaco menoscaba la Justicia.
Ladrones, bandidos, saqueadores, ¿no son malos esos funcionarios que nombraste para reprimir el mal? Un lugar de refugio contra el violento deberían ser tales justicieros, pero ellos son los que causan la violencia. Tú has sido colocado para servir de dique al desvalido, pero agua de impetuosa corriente, eres tú quien vas a terminar por ahogarlo…
Tú te conduces a engaño y mentiras. Nosotros depositamos en ti la confianza y tú te has convertido en un prevaricador, y los funcionarios encargados de la Justicia: una cesta de frutas basta para corromper a los jueces. Se nutren de las mentiras, por eso su corazón las dice con desenfado.
Piedad por la nación que está llena de creencias milagreras y vacía de religión.
Piedad por la nación que viste telas que no teje, come el pan que no amasa, y bebe el vino que no fluye de su propio lagar. Piedad por la nación que aclama al vanidoso como héroe y juzga al oropelesco conquistador como hombre de bien. Piedad por la nación que en el sueño desprecia el ideal, y al despertar busca la esclavitud.
Piedad por la nación que no levanta su voz sino cuando camina en un funeral, y tú se los proporcionas por miles; que sólo se enorgullece entre sus ruinas, y que no se rebela sino cuando su cuello ya está entre la cuchilla y la piedra.
Piedad por la nación cuyo jefe es un lobo, un impostor su filósofo y su arte el de remendar y remedar. Piedad por la nación que da la bienvenida a su nuevo gobernante con toda pompa y lo despide a insultos para recibir al siguiente con todos los honores y despedirlo igual”.
Mis valedores: ¿piedad? No, Justicia. El día en que nos decidamos a pensar dejaremos de implorar piedad y a peregrinar e-xi-gien-do Justicia. Es México. (Este país.)