Pero los parabienes a la izquierda que expresó Calderón en su cuenta de twitter no fueron para López Obrador ni para la izquierda del PRD, sino para los de mano izquierda, porque el sábado 13 fue Día Internacional de los Zurdos.
Mis valedores: la salación. El prejuicio de la mano izquierda. Que un zurdo sólo nos puede traer la mala suerte, jura la creencia popular sin más base que la ignorancia. A propósito, el incidente se produjo en la tertulia de anoche. De repente, al codazo de la tía Conchis, el espejo de pared se fue a estrellar en la alfombra. La conserje de Cádiz, la mano diestra en la boca.
– ¿No les digo? Esta mañana me levanté con el pie izquierdo.
Silencio. Habló el maestro: “Así que con el pie izquierdo. Nuestro racismo, nuestra discriminación contra los grupos vulnerables en el país: mujeres, indígenas, preferencia sexual distinta. Algunos aún nos escandalizamos ante la discriminación, cuando a diario y desde que nacimos venimos ejerciéndola con nosotros, en contra de nosotros mismos”.
“¿De nosotros mismos?”, pensé entre mí. (Quedo, en el aparato, Las bodas de Fígaro.)
– “Hoy me levanté con el pie izquierdo”. ¿No sugiere el dicharajo la discriminación que a favor del lado derecho de nuestro cuerpo aplicamos contra el izquierdo? Y no sólo es tolerar tal discriminación, sino que, para nuestra desgracia, la fomentamos todos los días. Contertulios: miremos nuestras dos manos. Esta es la diestra, esta otra, la siniestra; ésta es la derecha, y esta otra la chueca, la zurda, la inhábil. ¿Y desde cuándo cayó el mal fario sobre la izquierda? Desde que el mítico Crono(s)-Saturno, para castrar a su padre Urano, le sujeta los genitales con la mano izquierda, que desde entonces carga el estigma del mal aguero, y hasta hoy día.
Mirábamos del envés nuestras manos, del revés, las meneábamos. “Toda la civilización ha sido forjada con la diestra y para los diestros, y es así como los humanos estamos mutilados, hemipléjicos, cuando pudiésemos, cuando debiéramos poseer dos manos diestras”.
Que nunca se me hubiese ocurrido…
Y fue ahí, mis valedores, donde me percaté del perjuicio que nos causamos a nosotros mismos. Los contertulios escuchamos referencias a la diestra y la zurda, que por obvias nos pasan inadvertidas.
“Cuando Jacob, con la complicidad de su madre, perpetra el fraude contra Esaú y se apodera de la primogenitura, ¿para el testimonio qué mano coloca bajo los genitales de Isaac su padre, si no es la diestra? ¿Y con qué mano es bendecido al recibir la fraudulenta primogenitura?”
Y que en el drama inconmensurable de la Crucifixión, ¿hacia qué mano ubica Mateo al Buen Ladrón? ¿Y al tal Gestas, padre que fue de los Bribiesca y Montiel, Gordillo, Salinas y ralea de compinches, ladrones todos de nuestros dineros públicos?
Al asumir su cargo el presidente gringo, descendiente degradado del puritano
fundador, ¿con cuál mano jura sobre la Biblia? También quien jura decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, con la diestra lo jura.
En el templo los clérigos, y los padres en el hogar, nos saturan de bendiciones. ¿Con qué mano dibujan la bendición?
Dios, llegado el Juicio Final, va a clamar en el Valle de Josaf: “A mi diestra los justos, que conmigo estarán en el Paraíso. A mi siniestra los réprobos, destinados al fuego y la eterna condenación”.
Los casos que siguió enumerando, aquí, en breve. “Limpien su mente de consejas y creencias, contertulios, acerca de que un zurdo nos acarrea la salación”. (Pues sí, maestro, pero…)