Un asunto de miércoles

Y nada, que el nuevo edificio del Senado nos fue a resultar una maltrecha metáfora de los poderes de nuestro país; político, financiero, religioso, etc.. La primera semejanza: para alojar apenas a 128 legisladores a cual más de inútil, nos sale constando 3 mil 246 millones de pesos. ¿Y el Sistema de poder?

El inmueble iba a ser “inteligente”. El de Los Pinos iba a ser el presidente del empleo. Pero el “inteligente” nos resultó el más estúpido de los edificios construidos en el país desde los tiempos del primer Nopalito hasta hoy día. A querer o no, los contribuyentes cautivos (en tantos sentidos) tuvimos que pagar por un “inteligente” con toda (mala)  suerte de problemas de carácter estructural.

Para empezar, y según reportes, las estructuras de acero están electrificadas. Que es riesgoso no sólo tocarlas, sino aun acercárseles, como ocurre con las “vallas artes” que erizan la zona cuando el de Los Pinos se arriesga a poner una chancla medio metro fuera del bunker.

¿Que falla la luz? Sí, como viene ocurriendo con el suministro eléctrico desde que el de la Tricolor asestó puñalada trapera a Luz y Fuerza del Centro y aventó a media calle a más de 40 mil  del Mexicano de Electricistas. El, tan campante.

Al “inteligente” la falta el agua en algunas de sus secciones, pero en otras a diario amanece inundado y con el agua al cuello, al igual que los más de 10 millones de “amigas y amigos” que en cuatro años y medio el de Los Pinos aventó a la pobreza.

Muy “inteligente” el inmueble, pero le fallan los elevadores. A jadeos y pujidos intenta subir al Cordero de Dior, a Lujambio, al cristero etílico y yunquista, pero cómo, si no existe elevador que levante a mediocres. Podrá alguno alcanzar la cumbre del puesto político y aun embrocarse la tricolor, pero eso no le quitaría lo “apenitas”, y aun pueden embrocarle el alias de espurio. Y es que en esa cáfila de medianejos se cumple cabalmente  la sentencia bíblica: “Nadie puede aumentar a su estatura un codo”.

Como edificio “inteligente” se supone que iba a reciclar el agua de su gasto y ahorrar energía eléctrica, pero con todo y la campañita de cambio de lámparas el recinto traga luz por todos sus tragaluces. ¿El agua? Cuál reciclar, si toda se le chorrea sobre salones, auditorios y oficinas hasta el grado de que los escurrimientos han afectado el equipo en el área de televisión. El “inteligente” quiso beneficiar el duopolio y acabó regándola (el agua). Claro, tarde o temprano le van a hacer pagar la factura.

Total, que el “inteligente” sigue regándola; tanto, que según reportes que se escurren a lo subrepticio, desde allá arriba, de las azoteas, los escurrimientos alcanzan ya alrededor de 50, 80 mil derrames sangrantes, y no hay dotación suficiente de cubetas y botes alcoholeros para recoger los encharcamientos. Resultado: ya se oyen pasos en la azotea…

Lástima de armatoste. Ya debió servir para los que los cándidos esperaban, pero hace casi cinco años que vegeta, que  sobrevive apenas, a penas de tantos, y amenaza aumentar la cifra de víctimas cuando por falta de cimientos se venga abajo, y lógico en un edificio con esa clase de “inteligencia”: se afirma que del drenaje se le escapan filtraciones de aguas negras y nauseabundos olores. No han bastado, al parecer, los aromatizantes de la radio, la prensa escrita y principalmente la televisión, costosa la mayoría de desodorantes, y bien pagados, para disimular la hediondez y el olor a sangre derramada que despide el “inteligente” edificio.  (Sigo mañana.)

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