El amor, ese estado de gracia

Yo vi repuntar el sol – en un vaso de cerveza – bonito sería el amor – si acabara como empieza – pero acaba con dolor – y punzadas de cabeza”.

Pues sí, pero a fin de cuentas, ¿qué es eso que nombran amor? ¿Una mezcla de serotonina y otras sustancias químicas en el cerebro? ¿Nada más? ¿A eso se reduce el amor? Yo traté de encontrar una respuesta más acorde con el sentimiento que me inspira a estas horas Mi Única, y de manos a asombro me fui a topar con la afirmación del filósofo, y lo cito de memoria:

“Habla del amor quien no lo conoce. El enamorado no se detiene a definirlo. El lo vive, sin más”. Y esta otra: “¿Definir el amor? ¿Mirar el sol de frente?” El creyente en ese estado de gracia: “La edad no te protege del amor, pero el amor sí te protege de la edad”.

Aunque ahí la frase despectiva del cínico: “El amor es la ocupación de los desocupados”. (Diógenes.)

“Prácticamente no existe ninguna otra actividad o empresa que se inicie con tan tremendas esperanzas y expectaciones y que, no obstante, fracase tan a menudo”.

Tal afirma Erich Fromm, que trata el amor en tres de sus libros: Tener o Ser, El miedo a la libertad y, por supuesto, El arte de amar,  indispensable para conservar la mutua afección como indispensable es el oficio para el carpintero que construye una mesa. ¿El maestro que nos enseñe el arte de amar, la receta para conservar ese sentimiento? Búsquelos, dice Fromm, cada amoroso, cada pareja en amor, que el secreto es único, personal e intransferible, lástima.

Y que es nuestra actitud frente al amor lo que lo hace tan difícil: uno busca que lo amen, sentirse amado, pero no se enfoca en amar. El proceso:

a).- Le pides a una persona sea tu pareja. ¿Qué hacemos cuando esta persona nos dice que no?  Quizá se produce un sentimiento de tristeza, de frustración, y de menosprecio por quien nos rechazó (autodefensa). Porque pedimos ser amados, no amar.

b) Te aceptó, te dio el sí. Me siento en las nubes, entro a un gran estado de “enamoramiento”, pero ¿por cuánto tiempo? Ese es otro dilema del amor: ¿hasta cuando somos capaces de amar? El enamoramiento es precioso, pero amar verdaderamente no es cosa sencilla.

El amor como mercado. La advertencia de la madre, las amistades, las personas que influyen en nosotros: “Hija, busca un hombre de posibles. Ese no te conviene. ¿No ves que no tiene en qué caerse muerto? Ese no pasa de ser un ni-ni: ni trabaja ni estudia”.

“Hijo, cómo te fuiste a fijar en una chica tan fea”. “¿Que qué? ¿Enredarte con esa coqueta, falta de pudor?” “Apártate de esa impúdica. ¿No ves cómo se viste, cómo camina por la calle nomás provocando a los hombres?”

Y él: “Mamá,  ¿si primero te enterases de qué chica te estoy hablando?”

La soledad. Otro aspecto importante es el sentimiento de aislamiento o soledad que siente el ser humano. A propósito,  Karen Horney:

“Uno de los rasgos predominantes de los neuróticos de nuestro tiempo es su excesiva dependencia de la aprobación o del cariño del prójimo. Todos deseamos ser queridos y sentirnos apreciados, pero en los neuróticos la dependencia del afecto o de la aprobación resulta desmesurada. {…} Pueden sentirse heridos por el mero hecho de que alguien no acepte sus invitaciones o deje pasar algún tiempo sin hablarles por teléfono {…}; tal hipersensibilidad es susceptible de ocultarse, empero, bajo una actitud de ¡qué me importa!”

Actitud que ilustra a cabalidad la fábula de La zorra y las uvas, ¿la recuerdan ustedes?

El amor sigue mañana. (Aguárdenlo.)

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *