Compañeros electricistas

Es de no creerse, mis valedores. Yo no lo creería, de no mirar esa estrategia errónea y desatinada con que los dirigentes electricistas defienden un gremio sindical y una fuente de trabajo de la que dependen decenas de miles de destinos humanos. Peor no lo haría su más feroz enemigo. Calderón, por ejemplo. De no creerse. Mírenlos ahí, obsérvenlos exhibir su carencia de técnicas, tácticas y estrategias de lucha contra el enemigo histórico. Véanlos marchar y correr, maldecir y gritar, avanzar tres pasos y recular seis, y que todo el vigor se les vaya por la boca, lástima, porque yo, optimista de miércoles, apenas el viernes pasado les envié esta nota:

Enhorabuena. Como que escucharon mi mensaje del domingo anterior. Como que han comenzado a pensar y a recrear las estrategias que nos legó la corriente proletariaestudiantil de 1968. Es así como integran comités de diez, quince compañeros, que se desbalagan casa por casa e informan al paisanaje acerca de su lucha y… (por ahí le seguía, cándido de mi.)

Pero no. Ellos, dogmáticos, enfrentan a su enemigo histórico a gritos y caballazos, plantones, mega-marchitas y demás tácticas rancias que los convierten, por ignorancia y dogmatismo, en colaboracionistas de Calderón para que más pronto acabe con ellos. Lóbrego.

Mis valedores: a los Esparza y demás peritos en marchas, plantones y paros escalonados, en nombre de mi maestro ofrezco el hilo de Ariadna para que salgan del desastrado laberinto donde su tozudez y dogmatismo los mantiene cautivos, y cuyas formas de lucha los conducen a la derrota, como antes a los maestros, los médicos, los ferrocarrileros del 58-59 del siglo pasado. Que los dirigentes del Mexicano de Electricistas lean si saben leer, entiendan si es que saben entender y se avoquen, si el dogma no los tiene acalambrados, a la verdadera acción, que sintetiza la herencia proletario-estudiantil del 68. Va aquí, completa, la tesis del maestro, cuya extensión habrá de ocupar entregas diversas. La historia, en primer lugar; el contexto.

«En el renglón estratégico el gobierno mexicano está inscrito en el proyecto económico ideológico neoliberal. En el pasado (años 70 del siglo anterior) el Estado logró destruir a la mayor parte de la verdadera izquierda mexicana, cuyo espacio fue llenando con una falsa izquierda que, desde dentro y con la obra negra a cargo de los falsos sindicatos, se ha encargado de someter a las masas sociales al proyecto neoliberal.

Esa falsa izquierda, que se apropió el nombre y fue promocionada por el Sistema como la única y verdadera izquierda, ha llevado a cabo una tarea que consiste en desaparecer de la conciencia social esa memoria histórica en la que el pueblo mexicano depositó su experiencia y sus enormes avances táctico-estratégicos acumulados en su proceso de lucha emancipadora (en la lucha de la corriente proletario-estudiantil de 1968, pongamos por caso).

De forma aviesa, consciente y a nombre del Sistema de poder, la falsa izquierda introdujo el «virus» de las formas de lu­cha obsoletas e ineficaces (mucho ojo, Martín Esparza y Cia.) y a través del manipuleo psicológico las elevó a rango de dogma secular. Con ello las volvió incuestionables.

Cuando nos convocan a la lucha con esas formas obsoletas e ineficaces, los dirigentes nos conducen indefectiblemente a la derrota, pero como tales formas de lucha las convirtieron en dogmas incuestionables, no nos atrevemos a pensar si esa actividad sirve o no sirve para alcanzar las metas sociales y superar los retos que enfrentamos en el avance social.

El caso del Sindicato Mexicano de Electricistas esta inscrito en el combate del gobierno neoliberal para privatizar la economía del país y, por lo tanto, privatizar la industria energética. Tal como lo hicieron con bancos, teléfonos, puertos, terrenos, carreteras, siderurgias, etc., los dueños del poder quieren ahora robarse la industria eléctrica.

Por otra parte, la dirección gremial del SME se formó políticamente en una cultura que ha, sido el producto del cercenamiento de los avances de la memoria histórico -política del pueblo y su sustitución por el pensamiento que le hace el juego a su enemigo y la aceptación y transmisión de las formas de lucha que el propio enemigo les introdujo para que nunca tuvieran la capacidad de enfrentar exitosamente las modernas formas de lucha de las que el enemigo se ha apropiado para sí mismo.

Cuando se logra elevar la mentira al rango de dogma esa mentira cobra vida propia y se apodera de la mente humana, determinando la conducta de los suje­tos. A semejante fenómeno se le denomina enajenación, que…» (Mañana)

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