«Solíamos hablar, entre nosotros, de atraer a Rubén Darío. Valenti, uno de los nuestros, nos oponía siempre con esta advertencia profética: No, nunca vendrá a México Rubén Darío: no tiene tan mala suerte».La tuvo a medias, y sacó provecho. Hoy que se cumple un año más del grotesco «comes y te vas» de un Fox al que El Vaticano aún no declaraba enfermo mental, juzguen ustedes si no es oportuna la aclaración de que al primero que se le impidió la entrada al país no fue Fidel Castro. La historia:
En 1910 Darío fue comisionado para representar a su país en la celebración del Centenario de la independencia mexicana. Pero en Nicaragua se vivieron tiempos aciagos; el presidente Madriz cayó por decisión de Washington, y el conflicto entre Nicaragua y los Estados Unidos se reflejaba en nuestro país, originando una enorme incomodidad del delegado yanqui contra Nicaragua y una gran animadversión de los mexicanos contra EU. La presencia del poeta pudiese desatar la crisis. El delegado del norte no lo quería en la celebración, y lo lógico: Porfirio Díaz no permitió que el poeta llegara a esta capital. «El nuevo Cortés, menos aguerrido que el primero, recibió del nuevo Moctecuzoma indicaciones apremiantes de no llegar al valle de México».
Y Darío no llegó. Ni el «comes y te vas» le permitió un Porfirio Díaz tan servil con el gringo como implacable con los mexicanos. El poeta quedó detenido en la costa de Veracruz y de incógnito llegó a Jalapa, donde un hacendado lo invitó a cazar conejos. La versión del propio Darío:
«El Gobierno mexicano me declaraba huésped de honor de la nación. Al mismo tiempo se me dijo que no fuese a La capital, y que esperase la legada de un enviado del Ministerio de Instrucción Pública.» Entretanto, una enorme muchedumbre de veracruzanos, en la bahía, en barcos empavesados y por las calles de la población, daban vivas a Rubén Darío y a Nicaragua, y mueras a los Estados Unidos.
El enviado del Ministerio de Instrucción Pública llegó con una carta del Ministro, mi buen amigo don Justo Sierra, en que, en nombre del Presidente de la República y de mis amigos del Gabinete, me rogaba que pospusiese mi viaje a la capital. Y me ocurría algo bizantino: el gobernador civil me decía que podía permanecer en territorio mexicano unos cuantos días, esperando que partiese la delegación de los Estados Unidos para su país, y entonces yo tenía mis razones para creer más, me daba a entender que aprobaba la idea mía de retornar en el mismo vapor para La Habana. Hice esto último”.
Porfirio Díaz, en obsequio del gringo, había logrado diluir la presencia incómoda de Darío en territorio mexicano. Y las fiestas del Centenario de la independencia mexicana siguieron, espléndidas…
Acorralado por los periodistas, el novelista y diplomático de Díaz, Federico Gamboa tuvo que manifestarse al respecto. Como, en verdad, no había medio de salir airoso del trance, optó por salirse por la tangente, resolviendo asi las preguntas del reportero:
– Es una verdad que todo problema de Derecho internacional debe plantearse de manera que las premisas correspondan exactamente a la realidad de los hechos, para que así pueda científicamente asegurarse el resultado. No quiero perder el tiempo en discutir, conforme a derecho, lo que ya el señor presidente Díaz ha decidido conforme a prudencia.
Y el remate del vergonzoso incidente, que pinta a cabalidad la estatura de ciertos intelectuales, así se trate de Rubén Darío:
«La compensación por los percances; el documento oficial: Sec. de Estudio del Despacho la Tesorería general de la Federación, para que (…) se pague al Sr. Rubén Darío, por conducto del Cónsul General de México en París, la cantidad de 500 -quinientos francos- mensuales durante el presente año fiscal, para que continúe estudiando en Europa». Firma José López Portillo y Rojas, Subsecretario encargado del despacho».
Mis valedores: ¿respetar a quien no se respeta? ¿Respetar a los Díaz y Fox? ¿A un Felpe Bravo Mena que en el fiasco del «comes y te vas» jugó el papel de Gamboa con Porfirio Díaz, un Bravo Mena que así sacaba la cara por Fox: «Hizo la gestión de manera amigable, caballerosa, franca. El que ha roto todos los marcos de la cortesía y la caballerosidad es Fidel Castro?». ¿A ese, hoy secretario particular de Calderón, respetarlo? ¿A la cáfila de intelectuales cooptados que, Daríos de petate, maman su beca de Conaculta? Mejor atenemos al letrero camionil «Voy más a mí». Y ya. (Total…)