«La clase media será prioridad. Para rescatarla aplicaré de inmediato el plan adecuado».
Pero un momento, mis valedores, no alegrarse antes de tiempo. Quien esto afirma es Barak Obama, y alude a la clase media de su país. El «mandatario» mexicano, por su parte, afirmó que «Nuestra clase media se está cayendo a pedazos, pero yo trabajo fuerte para extenderla y construir un futuro mejor para las siguientes generaciones».
Pero tampoco alegrarse, que quien esto juraba fue Fox, imagínense. Yo, entonces, relaté aquí mismo el incidente que me mostró con más elocuencia que cualquier análisis de economista la depreciación de una clase media que hoy, ante la crisis que la masacra, juzgo de renovada actualidad. La crónica;
Fue aquel domingo a media mañana El doctor Pérez y Hernández (como los políticos mediocres, el profesionista más fácilmente perdona una mentada de madre que su apellido de madre se omita) me invitó a comen «Pero como Díos manda, no a lo que da el pago de sus fabulillas. Trépese».
Me trepé a su volks. «Directamente a las patas, mi valedor. Patas de mula, ¿le gustan los mariscos? No, y más antes eran todavía mejor para el organismo. ¿Le gustan?» (Se me hizo agua, me refiero a la boca El doctor:) «Conozco un restaurante en Toluca donde mmm, una gloria de camarones…»
Y a la gloria nos fuimos; la de los mariscos. Dizque por su virtud tonificante no estoy seguro si del cerebelo, el apéndice o no sé qué clase de bulbo, ha de ser el raquídeo. Ya en la carretera (carretera libre, para evitar el peaje) por boca del doctorcito se expresaron las clases medias de mi país:
– Mire nomás qué chulada de arboledas. De ensueño, ¿no? Lindo mi México, se lo digo yo, que todavía en pasados sexenios no perdonaba mi viaje semestral a las Europas, nomás gastando divisas a lo pentonto. ¿Sabe que aquí donde me ve yo he andado desde Sumatra hasta La Sutra?
Iba a contestarle el albur, pero me aguanté. Por una pata de mula, a este mula doctor le aguanto cualquier patada. De mula.
– Mire: serranías pachonas de vegetación. Abedules, algarrobos o chicozapotes, sepa la madre. ¿Qué le piden estos bosques a los de Viena? Esos pinos, ¿qué le piden a Los Pinos, espurios? Para qué derrochar divisas en Europa, ¿no le parece?
Lo miré de reojo. Me dieron una lástima las clases medias de mi país…
– Y es que en nuestro México tenemos de todo, como en botica.
Botica que no sea del Seguro Social, que ni aspirinas -pensé, pero mucho me cuidé de expresarlo. Por aquello de las patas de mula
Mediodía Toluca. La entrada del restaurante. En el atascadero de coches y entre dos que dejaban un espacio que ni para carro de camotes, el de dos apellidos maniobró en forma tal que dejó la trompa a media banqueta y la trasera acomodada sobre una alcantarilla La trasera del volks.
– ¿Se dio cuenta, mi valedor? El chicampiano lo meto en cualquier huequito, no aquel estorboso «seis cilindros» del que me tuve que deshacer…
Hasta acá comenzó a llegarme el olor de las patas. De mula Al rato ya el doctor y su gorrón estábamos de las de acá, miren, leyendo la carta, pero leyéndola al estilo crisis de clases medias: de derecha a izquierda. A ven 50, una orden de mejillones; 65, jaibas rellenas de pulpos, o pulpos rellenos de jaibas, al gusto; callo de hacha, en oferta Sonriendo como estreñido, el doctor:
– Precios razonables. Media de ostiones, tantos pesos.
– Son dólares, doctor. (Palideció. Yo tragué saliva y fue lo único que tragué en el restaurante, porque el de los dos apellidos): «Se me ocurre una idea ¿Y si mejor nos regresamos al DF? A mi casa Porque después de todo qué mejor comida que la casera, y si viera que mi señora uh, qué mano tiene. Limpieza sazón. ¿A mi casa, a la pura proteína pura, mi valedor».
Y acá venimos, clasemedieros, a desandar el camino, rumbo a la casera Yo, aquella compasión; por mí, por el de los dos apellidos. Y ni cómo liberarlo del compromiso sin herir su susceptibilidad. Apechugué. Y a casita, la de él. Total, que un par de horas más tarde… el antecomedor.
¿La casa? Clasemediera típica Mi anfitrión descorchó una de tinto. La olisqueó. «Mmm, uva añejada en barricas de ayacahuite Tres larguísimas semanas en reposo antes de llegar al tianguis. Los vinos del país qué le piden a los del Rhin. Texmelucan legítimo, aspire su bouquet». Y que salucita Yo con agua, que conmigo vino y licor toparon en hueso. En tepetate Y válgame, que fue entonces… (Mañana)