Noche de ayer. Altiva, garbosa, ama y señora, soberana del callejón, la daifa (mini y escotes) lanza sus redes, pescadora de noctámbulos. Yo, agazapado tras del farol, me admiré del milagro: en qué poco tiempo logró reponerse del sofocón. Y es que hace rato le hicieron talco autoestima, respeto propio y orgullo de la profesión. La vi derrumbarse en la banca del parquecillo como queriendo llorar, y así fue a encontrarla esa de la peluca tordilla güila pasada de kilos, años, engaños y desengaños, hogaños y amaños.
– ¿Y ora tú? ¿Tan temprano cerraste el changarro?
Silencia Un suspirillo. Al rato: «Quisiera irme, dormirme. Escrúpulos».
Y es que hace rato, a la luz del farol, un niño que iba pasando observó a la buscona: «Mami, ¿qué es esa del vestido rabón?» «¡Un cáncer de la gente de bien! ¡Apártese de semejante basura, mi hijo!» La «basura» se crispó, se arrugó. Gacha la testa se fue a desmoronar en la banca, y así la vino a encontrar la veterana. «¿Escrúpulos? ¿Y ya fuiste con la doctora?»
– «Yo con escrúpulos. Como cualquier doncellita. De no creerse-.
– Cuidadete, manita La Gladis anduvo así el mes pasado y así tuvo que talonearle Unos ardores, y aquellos quejidos, ay, ay, y los clientes, felices. Ya aliviada tuvo que seguir con los ay, ay, ay, pero chafas. Mal acostumbró a los clientes. ¿Y a ti cuándo,dónde te pego el ardor, mana?
– Cuál ardor. Escrúpulos, pero no de entrepierna; de conciencia De repente este asquillo por la forma de ganarme la vida, ¿tú crees? Oye, pues qué: ¿tan sucia es nuestra profesión, que así provoca asco en la gente de bien?
– Yo a la gente de bien me la paso por aquí, mira, donde las arañas hacen su nido. Donde a la Gladis se le inflamaron los de estos.
– Este oficio debe ser una cochinada, para que la gente nos trate como redrojos humanos. Qué tan puerco no será, que le provoca asco a una gente que lee medio libro al año y alimenta su espíritu con la programación de la tele. ¿Pues qué, tan bazofias somos tú y yo, que hasta a gente sin valores morales les provocamos repugnancia? ¿Está bien lo que hacemos, mana?
– Que si está bien. ¿Por qué crees que los clientes regresan? ¿Crees que de majes nos buscarían, nos pagarían y hasta dejarían propina? ¡Por supuesto que está bien! Tú, de lo tuyo, sabes lo tuyo y tantito más. Vaya si lo sabes.
Silencia Luego, en el vientecillo, la tonada barriobajera. Por la banqueta, un briaga Un perraco. A lo lejos, la sirena de alguna ambulancia. A lo lejos. ‘Tara que te cures esa gonorrea escrupulosa: ¿sabes lo que somos nosotras?»
«¿Qué son?’, se me chispó, y lo que oí «¡Nosotras somos rameras, gracias a Dios! ¿Te imaginas que en lugar de prostis hubiéramos sido yo el presidente del país y tú la «primera dama»? ¿Cómo te sentirías a estas horas? ¿No andarías con el rabo entre los escrúpulos? ¡Nosotras somos taloneras, no de esas que cargan encima el odia el desprecio de 103 millones de paisas. ¿O te imaginas si trajeras encima el descrédito de Arturo Montiel..?’
– Dicen que el tal es hijo de una colega, ¿será?
– El Manolo Bribiesca, su hermano Jorge, su tío el Guillermo Sahagún, el Khoury cómplice de ellos, ¿sentirán el orgullo que tú y yo a estas horas?
– Pues sí, pero una puta vil…
– Viles esos, no tú. ¿Preferirías ser un vil Kamel Nacif, un vil Mario Marín, un líder vil como Napoleón Gómez, un vilísimo Germán Larrea matador de mineros o un vil Carlos Abascal o Francisco Salazar, alcahuetes de Larrea?
– Pero qué pensará de nosotras Diosito, que está en el cielo.
– ¿Pensará algo peor de lo que piensa del pri-panista Onésimo Cepeda, empresario taurino, golfista amante de vinos y comelitones, alias «obispo»?
– Pero el castigo de Dios, el fuego de los apretados infiernos.
– Tú eres talonera y de talonera chambeas; nunca has hecho una cosa predicando la contraria. Que a los infiernos les tema Norberto Rivera, ese al que su chofer y en camioneta de lujo lo lleva a la catedral a predicar la pobreza. O en todo caso Godinez, obispo que purifica los dineros del narco, ¿pero tú?
– ¡Pos ultimadamente tienes razón! ¡Soy talonera, y a mucha honra! ¡Puta soy, pero no un Mariano Azuela culimpinado a las órdenes de Fox, él mismo culimpinado a las de Bush! ¡Yo cobro por darlas, pero lo justo! ¿Y Luis Carlos Ugalde y compinches del IFE? ¿Yo tengo mis cuentas congeladas en Suiza y un prestigio de ladrón, como los de Salinas? ¿Soy, como Adrianita, una..?
– ¡Cierto! -no pude contenerme- «¡Bravo!», y saliendo de mi escondite le aplaudía. Ella, agradecida, sangre liviana y buen corazón: «¿Y ora éste? ¿Por qué las porras? En fin, ya que me aplaudió, véngaseme Pa usté, cachuchazo». Mis valedores: ya me iba sobre la oferta de sexo gratis cuando ándenle tuve que recular y perderme en las sombras. Es que al buscármela, nada. La de Viagra. (Lástima.)
Realmente no hay punto de comparación , las personas que ejercen la prostitución hacen un sevicio de gran utlidad a la sociedad , muy riesgoso y lleno de injusticias como la explotación y la extorsión pero infinitamente más provechoso que el de los citados en esta fabulilla.