Digo patria, y entonces…

¿Y esto? ¿Qué es clase de pieza retórica es esta? ¿Qué literatura es esta que invade hoy el espacio de la fabulilla? ¿Poema en prosa, prosa retórica con sus ribetes de filosofía? ¿Simples apuntes personales sin pretensiones de realización artística? ¿Prosista el autor, poeta, filósofo? Su escrito revela un espíritu sensible que, ardido de nostalgia a la evocación de la tierra distante, vuelca y revuelca en la página en blanco la cargazón de sus añoranzas. Mis valedores:

He leído la obra ya traducida, y me parece una expresión valiosa de un escritor sensible y educado en el cogollo de las bellas  artes y letras. Lean ustedes estas reflexiones, ardidas de nostalgia,  que en el autor provocan conceptos tales como pueblo, terruño, patria, lenguaje. La pura almendra de lo humano, pues. Y ese estremecimiento empapado de lejanías…

La identidad del autor y las razones tan a propósito que me llevaron a presentar el escrito, al final. Por lo pronto, el título:  Patria.

“Cuando pienso: Patria –me expreso y me arraigo; el corazón me habla entonces como de una secreta frontera que va de mí hacia los otros, abrazándonos a todos en un pasado más antiguo que nosotros.

Es de ese pasado –cuando pienso: Patria- de donde emerjo para aprisionarlo dentro de mí como un tesoro. Sin cesar me pregunto cómo multiplicar, cómo ensanchar el espacio que comprende.

Cuando pienso: Patria –escucho la guadaña golpear al muro de trigo que forma un todo con la altura celestial. Pero los segadores, que introducen en ese muro la monotonía de los sonidos y la articulación violenta de los gestos: están segando…

Cuando pienso: Patria, busco el sendero que divide los flancos de la montaña como un cable de alta tensión sobre las alturas. Así corre la Patria, abrupta, en cada uno de nosotros. El camino recorre las mismas vertientes, vuelve a los mismos lugares, se convierte en ese gran silencio, que visita noche a noche los pulmones de mi tierra…

Tierra, a ti descendemos, para dilatarse en todo hombre – tierra de nuestras derrotas y nuestras victorias, que asciendes en todos los corazones en un misterio pascual. Tierra, que no cesas de ser una partícula de nuestro tiempo. Ya que conocimos nueva esperanza, vamos atravesando este tiempo en la búsqueda de una tierra nueva.

Y a ti, vieja tierra, fruto del amor de las generaciones, te elevaremos con un amor que sobrepasa al odio…

Cuando escucho diversas lenguas siento crecer las generaciones, aportando cada una un tesoro de su tierra, -cosas antiguas y cosas nuevas. La tierra se vuelve un canal de luces que brillan en los hombres, ríos iguales que corren con agua siempre igual y siempre nueva…”

El resto, en el próximo. Por lo pronto, a manera de señas: el autor nos visita y recorre el país. Su presencia, beatífica para los fieles devotos del Verbo Encarnado,  a mí me parece la befa mayor para el nombre de Patria con  que el autor bautizó sus nostalgias. Su Patria sí, la de ese Juan Pablo II transido de nostalgia que así le trova a su Polonia ausente. ¿Y la patria nuestra, la de todos nosotros, laica hasta antes de Juan Pablo y sus monaguillos, que así befan la banda tricolor? Mis valedores:

Esa sangre reaccionaria,  al recorrer mi Patria, me requema una sangre laica hasta el tuétano. Mal hayan los Tartufos que mientras pespuntean de sangre, muerte y luto una Patria laica hasta ayer, colgándose de los faldones de Norbertos y Onésimos negocian la salvación eterna de un alma impávida ante esta Patria que así desangran. (México.)