Miguel de la Madrid ofrece consejos al presidente electo y le muestra total voluntad para estar atento y en darle opiniones o consejos.
Miguel de la Madrid, mis valedores. Algunos felones lo defienden después de muerto. Personaje de luces y sombras, el presidente de la «renovación moral» se fue como vino: silencioso, discreto, cobijado en su bajo perfil. Sólo en alguna ocasión provocó una tormenta con sus declaraciones de que Salinas se robó la mitad de la cuenta secreta y de que los dineros de Raúl, el hermano, despedían un tufillo a dinero lavado, qué contrasentido. Al declarante lo forzaron al reculón, y aquí no se ha dicho nada. De la Madrid.
Su obra como presidente de México ya la historia se encargó de juzgarla. A quienes benefició ya se encargarán de hablar mal de él, como de forma tardía sus enemigos alabarán sus acciones positivas como funcionario público. Yo, por mi parte, mis valedores:
El avocado para suceder a López Portillo era García Paniagua presidente del PRI. Creía don Javier (me lo dijo) contar con la anuencia del presidente, pero en las manos de JLP se recrudecían los problemas en la economía y las finanzas, y ese fue el pretexto para hacer a un lado al aguerrido político y privilegiar a quien desde su oficina en la difunta secretaría de Programación y Presupuesto iba a abrir las puertas al mal llamado neoliberalismo. Y así hasta hoy.
A su hora lo revelaría JLP en alguno de sus libros de memorias: «¡Cuántas precipitadas heterodoxias en el manejo de la candidatura de De la Madrid! Que propició la carrera «meteórica» de García Paniagua porque necesitaba, en el horizonte político, «una figura recia, maciza, de fuerte raigambre popular». Que fue un lógico precandidato. Pero empezó a significar problemas. «Tuve que actuar».
Y actuó a favor del economista. El 28 de septiembre de 1981 anotó en su diario: «El PRI nominó a Miguel de la Madrid. Me encomendó, como de costumbre, el trámite. Directamente cité a García Paniagua y a los representantes de los tres sectores y al presidente de los diputados. Va a ser un magnífico candidato y un estupendo Presidente».
Por cuanto a la «oposición»: que Acción Nacional nomina a Emilio Madero. «La Izquierda no acaba de coaligarse».
¡Apasionante país el nuestro! Se asiste al ocaso. Se siente que otro sol va a nacer. Hasta el considerado cariño de la gente. País cruel y tierno. Calavera de azúcar…
Sigue la crónica de aquellos tiempos anubarrados: «Ya García Paniagua dejó de ser presidente del PRI. Ya Ojeda lo es. Y Javier en Trabajo. ¡Cuántas cosas en un mes! Días densos, apretados, desagradables. Pero empecemos por el principio.
García Paniagua constituyó, y de algún modo constituye, un problema en la sucesión: exhibió su inconformidad y el ambiente se hizo denso. El manejo que tiene de la Prensa, mezcla extraña de temor e intereses, curiosa actitud de nuestros intelectuales, ha hecho desagradable el tránsito».
Los entretelones del aquelarre político que no trascienden a las masas sociales, renovada su esperanza y enfervorizadas para votar:
«La víspera de que iniciara su campaña, Miguel me mandó señales de angustia y me pidió con vehemencia que se lo quitara de encima o no podría llevar adelante una buena campaña. La desconfianza era brutal. Llamé a García Paniagua«.
El sacrificado no se resignó. Abandonó la carrera política y se refugió en su rancho jalisciense. Es la historia. En fin, que los muertos entierren a sus muertos.
Miguel de la Madrid. (A su memoria.)