Los mexicanos siempre han sido sobrios en el comer, pero es vehementísima su afición a los licores fuertes. (P. Fco. Javier Alegre, S. XVIII.)
Conócete a ti mismo, aconsejaba el oráculo de Delfos, que Sócrates tomó como divisa propia. Y hablando del tema, mis valedores: ¿se conoce el mexicano? Para entenderme y entender a algunos de ustedes he estudiado tesis diversas que van de Ramos a Zea, Paz, Uranga y Santiago Ramírez, pasando por Jorge Portilla y su Fenomenología del relajo, donde el filósofo afirma que ese relajo se debe comprender “como una burla colectiva. El mexicano emplea el relajo para liberarse de todo valor externo y de toda tensión interna. Portilla utiliza como ejemplo a Cantinflas; el relajo adopta actitudes cantinflescas”.
Y sí, a la advocación de Cantinflas me acojo esta vez, el mejor filósofo del ser mexicano, a mi juicio, y al que por ello mismo se le debe un homenaje mucho más amplio y significativo que el de unas cuantas fotos colgadas en las rejas de Chapultepec. Yo juzgo que Cantinflas merece un magno homenaje por dos razones: Ahí está el detalle, la primera de ellas, y el insuperable retrato “hablado” que dibujó del mexicano, retrato que por mérito propio ha alcanzado el reconocimiento del diccionario de una institución tan pretenciosa como es la Real Academia Española de la Lengua. Pero antes de seguir con Cantinflas:
¿Cómo es, cómo imagina ser, cómo lo definen sus hechos? Según encuesta reciente, el mexicano se tiene por muy sociable, muy fácil de tratar y que le cae bien a todo el mundo. El mexicano se considera a sí mismo una persona bromista, “relajienta”, platicadora, amigable, simpática, traviesa y amable. Los encuestados se calificaron de ordenados, responsables, acomedidos, atentos, trabajadores, limpios, estrictos, obedientes, activos y buenos. En el área afectiva se dijeron románticos, sentimentales y cariñosos, como también respetuosos, leales, sinceros y “compartidos en factores ético-morales”. Edificante.
Edificante, sí, pero falto total de autocrítica, porque de acuerdo con resultados de cierta investigación universitaria, la brecha entre lo que el mexicano cree ser y lo que es en la realidad resulta ancha, en verdad. El mexicano, según este análisis, resultó ser flojo, macho, conformista, alegre, irresponsable, tradicionalista, fiestero, solidario, pasivo, impuntual, mediocre y borracho, tal como ya en el siglo XVIII lo consideraba el padre Alegre. El mexicano es un individuo incapaz de cumplir con sus responsabilidades, que no se preocupa por hacer bien las cosas, no toma decisiones propias y vive de ilusiones. Válgame, ¿eso soy yo, mexicano de mí?
Y que el de marras nunca confía en sí mismo, no controla sus emociones y es pendenciero, mujeriego, jugador. Pero en fin, que también se distingue por sus características de afectivo, amigable, cariñoso, que disfruta de la vida y que resulta ser productivo e inteligente, con una vida fundamentada en la fe y en las tradiciones. ¿Será, seré, seremos nosotros?
Pero yo insisto, mis valedores: en el conocimiento de sí mismo el mexicano está en deuda con su analista más agudo y certero, uno cuyo nombre verdadero es Cantinflas, al que unos pocos llegaron a conocer por su seudónimo y alias de Mario Moreno Reyes. El cómico acertó a calar hondo y de manera acertada (acerada) en la entraña viva del ser mexicano en su forma de expresarse verbalmente con quien tiene la desdicha de intentar una casi imposible comunicación con él. ¿Ejemplos? (Mañana.)