Del santo aroma poético

Aunque más te disfraces, galán divino –  en lo mucho que haz dado te han conocido – Rey enamorado que de amor herido vestiste en la sierra el blanco pellico – Las sienes coronas de espigas de trigo – entre ellas mezclando olorosos lirios – aunque  vas disfrazado, galán divino – en lo mucho que haz dado te han  conocido…

Joyas de la literatura de tema religioso son, ciertamente, los villancicos del Romancero Espiritual que en el XVI compuso José de Vaidivielso, frailecillo menor y poeta de los mayores de su tiempo (el tiempo todo les pertenece). Mis valedores: los excesos de la Navidad son agua pasada (¿agua pasada o pasado alcohol, ese de pasado y  futuro imperfectos?), pero mi afán de que todos nos acerquemos a la lectura como vía para abandonar el aborrecible zanjón de la mediocridad me lleva esta vez a seguir mi porfía de que hagamos a un lado la enemistad con los libros. Aquí, del Romancero Espiritual:

José de Valdivielso: sus poemas, afirma el estudioso, son candor y arrebato, celo y confianzudo amor, y amoroso ardimiento, todo en buen amasijo. Para elaborar estos villancicos el  poeta trajo a colación viejas coplas que habían sido de Fray Ambrosio Montesino, de Maldonado y López de Úbeda, que en forma de seguidillas y demás artesanía popular, artesanía verbal, arremolinadas volaban de aquí para allá (Edad Media, Renacimiento), del figón a la venta, y de la plazuela a la bocacalle, en el cantar de juglarillos desaprensivos, hasta que José de Valdivielso salió a rescatarlas para devolverlas con una mejor forma de decir, con mejores acentos, una música peculiar y un estilo personalísimo en achaques de metro y rima, como que más  henchidas de intención, de ternezas, de amor humano y divino también, amasado todo en estos villancicos que son ternura, que son…

José de Valdivielso. A la literatura religiosa española casi nunca, por olvidar la tierra, se le fue el santo al cielo. El santo o lo santo, la flor de santidad encontró su terreno en la vida terrena donde se hincaba de raíz hasta apuntar hacia el cielo, que sólo así veía abierto. Para los escritores de aquellos Siglos de Oro español, semilla de los nuestros, religión y mundo no distaban entre sí como del cielo a la tierra. Por el amor de Dios la mística del Siglo XVI llevó hasta los mismos cielos el amoroso lenguaje profano, sin que ese cambio de esencia y destino se entendiera como profanación. Vueltos a lo divino, los temas humanos en la poesía, y revueltos lo humano con lo divino en muchos autos sacramentales (bodas y festejos podían servirles de pretexto), la frecuente identificación de ambos órdenes, sagrado y seglar, evidenciaba  la firmeza poética de la época española y universal. Valdivielso:

Para qué son disfraces para conmigo – sepa que le conocen por Jesucristo – aunque rebosado galán repulido-  más que el jazmín blanco, más que el clavel lindo – que es el mismo Rey, me han dicho al oído – y en la iglesia todos cuantos le han visto – sepa  que le conocen por Jesucristo…

Las crónicas dejan entrever que fue este José deValdivielso el que  la hora llegada del bien morir para Lope  acudió al auxilio espiritual del genio del ingenio al que las lenguas suspicaces señalaban como penitente el más necesitado de valimiento a esa hora mortecina de los estertores, el recuento y los arrepentimientos tardíos. En fin. José  de Valdivielso. poeta, que vivió y murió siempre en olor de santidad, siempre en el santo olor de la santa poesía. Valdivielso, villancios, Navidad. (In memoriam.)