Tan cerca que estuvimos, pero tan lejos. Y pensar que por más cercanía que hubo entre nosotros nunca llegué a expresarle mi admiración ante su sapiencia en el oficio ni, en cuanto persona, a su integridad. Lástima por mí.
Estoy releyendo su artículo más reciente, fechado el viernes antepasado. Mientras leo, miro en la mente la vera efigie del varón de virtudes y hombre de bien. Nunca nada le dije cuando colegas y vecinos de página en Metro y de cabina y micrófono en Radio Universidad. Nada le dije mientras el baqueano abría rutas y mostraba rumbos. Don Miguel Angel Granados Chapa, él a quien nunca nada dije mientras él todo me lo iba diciendo en sus columnas de Metro, La Jornada, Reforma, Proceso, en fin. Y qué hacer.
Sólo una vez me referí al periodista recién fallecido (¡y siguen tan vivos, en ambos sentidos, tantos voceros oficiosos al tanto más cuanto del Sistema de poder!) Fue un martes, 7 de octubre del 2008, la única vez que aludí a Granados Chapa. Dije entonces, y digo hoy día:
No creo en los premios, que no sean los que se otorga a los niños de enseñanza preescolar. ¿Que el alumno se lució en sus trabajos de plastilina? Ande, pues, su estrellita en la frente, que en llegando a su casa los papás van a celebrar con el hijo premiado. Doble ración de flan. ¿Pero estrellita en la frente de los adultos, que no sea la que otorga la propia conciencia? Premios…
En fin, que ahora se otorga la presea Belisario Domínguez a Granados Chapa, periodista eminente, que viene de recibir el homenaje que le dedicó el estado de Hidalgo, su tierra natal. Un renovado brillo tendrá, a mi juicio, la mencionada presea, después de que politiquerías e intereses mostrencos la emporcaron al otorgársela a un individuo tan descalificado como fue el Sec. General del organismo corporativo de control obrero que apodan Confederación de Trabajadores de México, CTM. Ahora la recibe un varón de virtudes, un hombre de bien. Y la medalla vuelve a brillar, que esta vez el premiado dio a valer el premio otorgado.
Pero yo no fui el único que se alegró con la distinción de la presea Belisario Domínguez a Granados Chapa, como tampoco fui el único en escandalizarse ante la desmesura de colgársela en el vetusto pescuezo a Fidel Velázquez. A tiempo se quejó el Comité Chiapaneco para la Celebración del Aniversario número Ochenta y Tres de la Muerte de Belisario Domínguez:
“Durante dos décadas recibieron la presea precursores revolucionarios que en su juventud se opusieron al dictador Porfirio Díaz y al usurpador Huerta. Por desgracia, el Senado es un apéndice de la corrupta narcodictadura que oprime al pueblo de México. Así, una mañana nos enteramos que había otorgado la presea Belisario Domínguez nada más y nada menos que a ¡Fidel Velázquez! el sepulturero del movimiento obrero mexicano, el líder megamillonario del sindicalismo blanco; del nefasto charrismo, pues. A partir de esa fecha, la medalla fue otorgada incluso a políticos enriquecidos a la sombra de la gesta social de 1910. La presea fue devaluada por el mismo poder que debería ser encargado de velar por el respeto al ejemplo que nos dejó nuestro mártir”.
Al recibir una medalla cargada de simbolismo, Granados Chapa iba a limpiar de sangre, barro e ignominia la memoria del mártir y héroe civil chiapaneco, asesinado un 7 de octubre de 1913, meses después de que el macabro Huerta asesinara a Madero y Pino Suárez.
El maestro y periodista de México ya descansa en su paz. (A su memoria.)