El flautista de Hamelín

¿Recuerdan ustedes esa leyenda? ¿La desconoce alguno? Tal pregunté  a los presentes en la pasada emisión de nuestro espacio comunitario de Domingo 6, que se transmite en Radio Universidad. Aquí, de memoria, la síntesis de la leyenda que arranca en el siglo XIII:

La ciudad alemana de Hamelín fue sacudida por una plaga de ratas, y no atinaban los lugareños en la manera de librarse de los roedores. De repente aparece un desconocido que ofreció  la solución del horroroso problema; mediante el pago correspondiente libraría de los bichos a la ciudad.  Los aldeanos se comprometieron al pago, y fue entonces: el fuereño tomó su flauta y comenzó a sacarle unos sones extraños, misteriosos, a cuyo sonido todas las ratas salieron de sus escondrijos y como hipnotizadas se fueron detrás del son. Ya congregada la nata de roedores en derredor del flautista, éste se dirigió hasta el río cercano, y la solución: todos los roedores perecieron ahogados. El  misterioso flautista reclamó su recompensa, pero los payos se negaron a pagarle. Ofendido, desapareció de Hamelín.

Tiempo después, la venganza: mientras los lugareños visitaban el templo,  el personaje volvió a tañer de su instrumento frente a los niños, que hipnotizados al son de la flauta avanzaron hasta el río. Luto general. Llanto y rechinar de dientes.  Cumplida ya su venganza, del flautista nunca se volvió a saber. Queda a cargo de ustedes la posible analogía, con todo y su moraleja, después de que escuchen el tema que hoy les propongo.

La flauta de Hamelín y la manipulación de las masas sociales. La enajenación. “Algo está alienado, dice el maestro,  cuando su existencia no corresponde a su esencia, cuando está fuera de sí”. Y en ese estado, fuera de sí, me han traído a los pobres de espíritu, penduleando entre el júbilo delirante porque “¡somos campeones del mundo!”, y la sombría pesadumbre porque “nos colgaron tres ceros en tres partidos”. Mis valedores:

No voy a tratar ante ustedes un asunto de miércoles como es el del clásico pasecito a la red.  No voy a escribir de futbol, que maldita la gracia que me hace el tema de manipulación colectiva, sino de la mansedumbre, la  dependencia y la inercia que  exhiben las masas sociales de Hamelín ante el estímulo  de la flauta que en nombre del Sistema de poder, del que forman parte, les tañen los medios de condicionamiento de masas.

El sentimiento pseudo-patriótico que depositamos en el seleccionado nacional sirve para ocultar la falta real de una auténtica unidad nacional capaz de enfrentar a la opresión imperialista.

Aquí  algunas opiniones de analistas que se han abocado a examinar la reacción de las masas ante el fenómeno colectivo del futbol.

Como espectáculo para las masas sólo aparece cuando una población ha sido ejercitada, regimentada y deprimida a tal punto que necesita cuando menos una participación por delegación en las proezas donde se requiere fuerza, habilidad y destreza, a fin de que no decaiga por completo su desfalleciente sentido de la vida.

El futbol florece en comunidades urbanas donde el ser humano corriente lleva una vida sedentaria y no tiene muchas oportunidades para la labor creadora. En una sociedad donde el pueblo pudiera desarrollar libremente todas sus posibilidades deportivas, ¿el futbol como espectáculo de masas seguiría ejerciendo la fascinación que opera en nuestra sociedad? Con el futbol se educa a las masas para la pasividad, para la dependencia, para la no acción, para la no participación en la vida pública. (Sigo mañana.)