Lula, Fox, vidas distantes

Yo soy un desempleado brasileño, sí, pero tengo más fe en Lula que en el propio Dios…

Tal clamaba a finales del 2002 un ciudadano carioca, S. Amaral, cuando la estrella de Inacio Lula Da Silva comenzaba a brillar sobre toda la extensión de la tierra amazónica. Hoy, ahora que Lula instala a Dilma Rousseff en el Palacio de Planalto, ¿seguirá enhiesta e incólume la fe de Amaral en el sol brasileño, aquel oscuro tornero mecánico y dirigente del Partido de los Trabajadores que iniciaba el gobierno más exitoso en la historia reciente del Brasil?

Acostumbrado a irradiar emociones por doquier, Lula buscaba abrazarse con la multitud, que lo ovacionaba en estado de éxtasis…

“En la explanadas todo era fiesta banderas, fotos de Lula,  más como una  estrella de rock que como presidente. Un centenar de militantes le cerró el paso, querían tocar al Hombre nuevo. La multitud lo ovacionaba en estado de éxtasis (…) Al grupo que lo esperó toda la noche, Lula lo saludó. Es su estilo. La lluvia anunciada, como para limpiar una historia de desigualdades; la historia acababa de escribir una nueva página, la más esperanzadora de todas en este continente, que ayer comenzó a mirarse a sí mismo. La fiesta continuó toda la noche. Para entonces Lula y el pueblo seguían mirándose de frente”. Las masas populares: “Hoy, Lula más popular que nunca!”

De éxtasis, clamó el matutino. Un éxtasis que fue hermano, ¿lo recuerdan ustedes? del éxtasis mexicano en aquella macabra noche de julio del año 2000. ¿Se acuerdan de la nocturna parafernalia al pie del Angel que fue de la Independencia? ¿Y? ¿Qué quedó del fervor que en tales cándidos que nunca faltan y siempre salen sobrando logró provocar el segundo marido de Marta, ese mismo que de la lengua no se apea el vocablo “democracia” mientras revela que en el 2006 le jugó con “dados cargados” al que pasó a ser “un peligro para México”. En fin.

Para el Brasil  fue Lula; para México, Fox. Pero aquí, tras el delirio y la psicosis colectiva de unas masas populares teletoneras, de Perra Brava y  cabeza caliente pero corazón frío, ¿qué fue lo que vino quedando, aparte del basural al pie del Angel de la Independencia? Ya asesinado el vendaval de esperanzas irracionales que provocó en millones de Amarales tricolores a los que atacó la furiosa compulsión de creer en que el nuevo mesías iba a traerles un “cambio” que es sólo tarea de todos nosotros, el paisanaje, ¿qué memorable quedó de aquella “pareja presidencial”, si no un surrealismo tropical y esperpéntico, un aeropuerto que no pasó la etapa de proyecto sexenal, un abominable derroche de los excedentes petroleros y la depredación lucrativa e impune de unos hijos de toda su reverenda Marta? Es México.

Lula da Silva y la crónica del delirio colectivo que provocó su arribo al palacio de gobierno:

“La toma de poder de Lula ha generado un entusiasmo en Brasil similar o superior al que produjo la asunción de Fox en México. Pero así como la presidencia de Fox ha generado decepción después de un corto período en las cabañas de Los Pinos, es muy probable que lo mismo ocurra con Lula en un par de años”.

Años, engaños y desengaños más tarde, lo desmentiría S. Amaral. De los mexicanos ya conozco la respuesta: decepción y desánimo para los cándidos Amaral de mi país, y vuelta una vez más a la esperanza inútil con los Fox  de siempre, con los eternos Fox; y más tarde con los  impuestos, los espurios, los impostores beatos del Verbo Encarnado. Macabrón. (México.)