El gusto se me acabó.

A la Cruzada Contra el Hambre, esa de Peña y Chayo Robles

Nuestra música folklórica, mis valedores.   Sones, gustos y valonas y unas trovas, falsetes, jarabes que me parecen tristes cuando años antes tan jacarandosos me parecían, tan facetos y mitoteros, tan a la medida de la jácara, la bullanga y la imprecación motivosa. Hoy me suenan a responso, no que antes…

Antes. Yo, un chamaco que malvivía en mis terrones zacatecanos, me acuerdo que cierto día, domingo por la mañana, para inaugurar nuestra escuela llegó un fuereño de regia estampa, jinete en penco barroso, y detrás de él toda la banda, arreando a tamborazos la Zacatecana, y válgame: callejas y callejones se revinieron de música, y el contento rebrilló en los ojillos del ciento de payos que, de dos en fondo y la banderita de papel en la diestra, mirábamos alelados al jinete que en plena plaza se apeaba del penco y echaba a andar por la media calle, sus botas repiqueteando en el empedrado como marcando jarabes. Era aquel mi don Pánfilo Natera, que con Villa y algunos de su calibre (30-30) forjó la Revolución. Pánfilo Natera.

Lo vi pasar a dos metros, abierta la boca y los ojillos brillosos de admiración a la vista del hazañoso varón de la Toma de Zacatecas. Al ritmo de la Zacatecana me hice entonces aquella promesa: Cuando crezca voy a ser como Pánfilo Natera.

Como crecer, poco crecí en todas direcciones, pero la lucha se le hizo, qué más. Hoy, mi barca muy navegada y doblando ya el Cabo de Buena Esperanza, añoro el domingo aquel, con un Pánfilo Natera que simbolizaba la Revolución, y la jocundia de la Zacatecana, dulce dolencia, se me quedó en la viva entraña del corazón, y ahí sigue hoy todavía como pacífico (no siempre) amor por mi tierra con su gente.  Natera.

Envejezco. Un día de estos a media mañana escuché La Chirriona y dos que tres más, cuando ya mi placer estético se enraiza en Bach y demás beneméritos. Pero de repente: ¡La de Zacatecas! ¡La Marcha que fue de mi encuentro con Pánfilo Natera! Y Dios, qué música melancólica. Envejecí, porque esos mismos arpegios me bailaban jácaras en el tecorral de los costillares, cuando ahora me apachurran un corazón que percibí como cuera reseca. Y esta tristura…

¿Qué la música sigue viva, dulce y rumorosa, penca de miel arropada de abejas?  ¿Qué soy yo quien se agria y agrieta porque la vida se me volvió vinagre en las venas?  No es así. Al estrépito de la Zacatecana se me vinieron cabalgando las sombras hazañosa de Natera,  Pancho Villa y tantas más, que se me volvieron más sombras; sombras nada más. La alzada estampa de Pánfilo ya no lo era tanto; humillada, más bien, gacha la testa y el pescuezo tronchado como la de Villa y los otros. No como símbolos altivos se me presentaban, sino como avergonzados, como intentando atejonar la cabeza en el ala del tejano. Atroz.

Porque ocurrió que al son de los sones mi barrio clasemediero se me fue entristeciendo al resonar esa música al pie del edificio, ejecutada por tres campesinos –corneta, tambor, clarinete- de los que al son de la cruzada peñista contra el hambre  bajan de sus jacales a pedir la de por Dios. ¡En el México de Villa, Natera y la Revolución! Los pedigueños tocando la de Zacatecas y una preñada  con otro a cuestas aprontando boca arriba la guarida para recibir las monedas que los de acá arriba le arrojaban desde las ventanas. “¡Pa  celebrar la Cruzada Contra el Hambre, de Peña!”

Al ritmo del son y el jarabe, vive Dios, aunque viendo eso que ocurrió entonces, lo dudo. (En fin.)

Del arrabal

Atado al poste de la ejecución Juan de Huss observó que una ancianita se acercaba a depositar unas ramillas en  la leña de la hoguera a punto de arder. “Santa simplicidad”, murmuró por lo bajo.

Así yo. Muy de mañana observé a una ancianita que se fatigaba al sacar de la casa un obstáculo para impedir que ningún vehículo se estacionase enfrente. “Señora, no hay que privatizar un bien público”.

– ¡Y a usted qué le importa! –rezongó la aludida.

¿Mentarle el 11 Constitucional, que nos garantiza el libre tránsito por  todo el país? ¿El 14 del nuevo Reglamento de Tránsito Metropolitano, que lo especifica: “En la vía pública está prohibido: IV, Colocar señalamientos o cualquier otro objeto para reservar  espacio o estacionamiento en la vía pública sin la autorización correspondiente” con todo y la respectiva multa al infractor Leyes flamantes, casi sin estrenar. Y es que entre más injusto es un país más leyes y reglamentos decreta. Leyes que no se han de cumplir como ese Bando del Policía y Buen Gobierno (ya con título nuevo) que de hacerse efectivo  en mi barrio…

Yo vivo en un barrio pobre de una pobre colonia de esta pobre ciudad. Pobre soy, como lo somos todos si exceptuamos a los ricos. A diario recorro calles y callejones, observo el vecindario y compruebo que en la barriada se alzan toda suerte de edificaciones, desde las ostentosas (arquitectura de gusto pésimo) hasta algunas con techo de lámina y cartón corrugado. Todas denotan clases sociales contrapunteadas en la economía, pero hermanadas en la maniobra privatizadora del espacio de vía pública frontero a la casa.

¿Que en esta o aquella habitan familias pobres? ¿Que utilizan el  transporte colectivo? ¿Y? “Su” trozo de calle está asegurado. Las agresiones que se utilizan en esa maniobra parecen proyectar una suerte de  venganza contra el automovilista y el modo de ser del privatizador: bidones con agua, cubos de cemento, cubetas con  piedras, ángulos de solera pintados de amarillo,  torretas de plástico afianzadas con cadenas a la banqueta, franjas amarillas que cubren todo el frente de la edificación, tinajas rellenas de cemento con un tubo de mental en el centro, llantas encementadas, latas con basura, bacinicas, macetas, cubetas rebosantes de cascajo, señales en el pavimento, cadenas., pilas de piedras,   raigones de cantera, en fin.

Semejante maniobra viola la ley y el reglamento, sin más. Pero, y aquí la agravante, en esta ciudad crece desmesuradamente el número de vehículos que transitan por la ciudad y existe una carencia crítica de lugares donde estacionarse. Y la vía pública es lamentablemente privatizada por esos inconsecuentes que en su ignorancia suponen que les pertenece el trozo de calle frontero a su casa. Todo en la impunidad. ¿Y moda tan nefasta cuándo prendió en los barrios proletarios?

Imitación vil. En esta ciudad comenzó tan funesta moda en los grandes comercios del centro donde se precisa de carga y descarga en la vía pública, y al parejo del horroroso cierre de calles, en las colonias proletarias se imitó la moda de los obstáculos callejeros.

No tenemos seguridad, “justifican” los arbitrarios   el cierre de calles. De alguna forma tenemos que defendernos, afirman. ¿Sí? ¿Y un violador? “No tengo pareja y andaba urgido”. En diversos grados, pero se viola la ley. Y asimismo quienes muy temprano por la mañana sacan sus cubos rellenos de piedras frente al domicilio particular. ¿Y la ley que sanciona los  hechos de los privatizadores de la vía pública?

Clama el poeta: mi país, ah, mi país. (México.)

Va mi espada en prenda.

A la advocación del Alucinado de la Triste figura me acojo, vale decir: caballo tordo, armadura, lanza en astillero, venablo, lanzón y la espada, naturalmente, esa que, como la Excalibur del adulterino amador de Ginebra, es el arma de combate de todos los adalides de los tiempos idos que la blanden contra sus propios molinos de viento.

Siglos más tarde, la del Magno de Macedonia, la Tizona del De Vivar y demás legendarios aceros de hazañosos legendarios que cabalgan en olor de leyenda en los bajíos del mito, la fantasía y la realidad, nefastos algunos de ellos, como el Rodrigo violador de la Cava, que por ello perdió el reino y que, cuando roto y deshecho tras la derrota, se arrima a la confesión, los monjes le dan como penitencia convivir en tumba abierta con bichos y ofidios. “Ya me comen, ya me comen por do más pecado había”.

La tizona, símbolo supremo del poderío, la hidalguía, la nobleza, la justicia y el honor, pronta a socorrer viudas, huérfanos y demás desvalidos; la de los poderes mágicos, conquistadora de mundos en la diestra del torvo Cortés, con la que impondría esclavitud, mestizaje y religión, o casi, según se practica hoy día. Esa espada que, tinta en sangre de sus víctimas, víctima caería en estertores a los estridentes fogonazos de la bombarda, el mosquete y la culebrina, y así hasta hoy que, caída en desuso la espada de mi Dn. Quijote (casi tanto como el propio visionario del ideal, el vuelo, la alucinación, el espíritu), ambos renacen de sus cenizas y se rehabilitan en nuestro país y con nuestra gente. El Quijote no tanto, y mucho su acero, redivivo en las manos de esos esforzados que se confrontan a estas horas con la ralea de los rapaces proyanquis. ¡Helos, helos por do vienen del Angel al zócalo, adarga y espada al frente, redivivos quijotes de la triste figura! Heroico.

¿Heroico? ¿Con la exigencia y la mega-marchita como estrategia para lograr la utopía? ¿Con la espada en la diestra, cuando su enemigo histórico maneja el de alto poder? ¿Qué resultados benéficos para sus intereses arrojan el “exigir” y la toma de la vía pública? ¿No escucharon la burleta de Salinas?Ni los veo, ni los oigo, y háganle como quieran”.

Ahí, el antídoto contra la marcha que un medio ha de ser, no un fin en sí mismo. A estos modernos quijotes  que con la espada de la “movilización” intentaban conseguir el patrón sustituto, ¿qué les dicen los resultados, que  son los que cuentan? ¿Qué cuentas benéficas les reportan exigencia y  toma de espacios públicos? A los quijotes de espada que intentan la justicia con métodos obsoletos les falta el atributo principal del revolucionario, o no lo es: la autocrítica, que de tenerla se detendrían a analizar un hecho fehaciente: para sus “movilizaciones” el Sistema sintetizó el antídoto: “Ni los veo ni los etc.”, y ahí derrotó a los marchantes. Aquí digo a los compañeros electricistas:

– Su meta es muy justa. ¿Cómo planean conseguirla? ¿Con una espada contra el sardo de alto poder?

– Pero con una mejor. El la reciente asamblea decidimos dar la pelea con una espada más grande, de un acero mejor. ¡Miles de marchantes, calcúlale!

¿Espada contra rifle, compañeros? ¿Así intentar recobrar su fuente de empleo? ¿Exigir a Peña? ¿Con qué poder le exigen más allá del poder de enloquecer el tránsito y hacerse detestar de los automovilistas? ¿Leyes, justicia, soberanía popular? ¿Va a lograrlas la espada de una muchedumbre de átomos en movimiento espontáneo? Al enemigo no se le “exige; se le vence, sin más.  ¿Con una espada? (Bah.)

 

¿Asesinar al asesino?

¿Violar al violador?

Las piedras utilizadas para infligir la muerte no deberán ser tan voluminosas como para que el condenado muera después de haber sido golpeado por una o dos, y no deberán ser tan chicas que no se les pueda dar el nombre de piedras.

Tal estipula el Reglamento para la Lapidación en Irán. A propósito el cardenal Renato Martino, cuando jefe del Consejo del Vaticano para la Paz:  Castigar un crimen con otro crimen significaría que aún estamos en el punto de demandar un ojo por ojo, diente por diente.

Por su parte un Leandro Despouy, vocero de las Naciones Unidas

Esa decisión es arcaica y feroz. Las autoridades iraquíes no deben  ejecutar semejante sentencia de muerte.

¿Y en la legislación de los Estados Unidos? ¿Qué ocurre en cárceles de aquel país con delincuentes negros y del sur del Bravo? Dos noticias me motivan a tratar ese tema para mí ingrato: la pena capital que en próxima fecha se impondrá en EU a un mexicano y la encuesta de Parametría que expone opiniones en torno a la pena de muerte, ya abolida en nuestro país. La mayoría de los interrogados se manifiesta porque se imponga la pena capital de forma selectiva a asaltantes, secuestradores y violadores.

 Ello detona una ignorancia absoluta de la dignidad humana que ontológicamente se adquiere desde el nacimiento y que de forma categórica impide la muerte como castigo. Consideraciones secundarias salen sobrando, como aquella de que la pena de muerte no abate la criminalidad. Según la magnitud de sus crímenes, el delincuente podrá ser castigado hasta con prisión perpetua, pero nunca privársele de la vida, que su dignidad de humano lo prohíbe. Y aquí el reproche de los adictos a  la pena capital:

– Cómo se ve que tú no has sido atacado por la delincuencia, que entonces opinarías otra cosa.

Mis valedores: dos veces he sido asaltado, y otras tantas mis familiares, con el consiguiente temor ante la falta de seguridad pública, pero cómo pudiera ser de otro modo: yo, como todas mis gentes,  contra la pena capital. ¿Qué aún  por ahí sobreviven algunos vestigios de épocas salvajes, algún adicto al  “asesinato legal”? Por supuesto. En consonancia con unas masas manipuladas, que confunden justicia con venganza y se conducen a lo visceral, anda o andaba por ahí un cierto  ex policía Garay:

-Dicen que la pena de muerte no ha disminuido los índices delictivos, pero su primer efecto no es que bajen; que sirva de ejemplo para que se sepa que a cierta conducta corresponde esa sanción.

Es obvio que las razones del policía son muy distintas de las que aporta el humanista, espejo y flor del espíritu, que defiende la vida como valor supremo del hombre . Ya en el XVIII César de Beccaria, criminalista:

No a la pena de muerte. Nunca. No hay ningún hombre que racionalmente le conceda a otro hombre, sólo porque está en el gobierno, un poder sobre la vida y sobre la muerte”. Y alguno más: Contra la pena de muerte hay, sobre todas, una razón de carácter humanitario muy fuerte. Cuando se aplica, por grave que sea el crimen, por monstruosa que sea la conducta por la cual se condena, el Estado se pone justo en el mismo nivel que el delincuente: comete un homicidio.

Hoy  Daniel Sueiro, humanista: Si es lícito matar, todo es lícito. Si justificáramos la pena de muerte tendríamos que justificar la castración, la mutilación y el suplicio. Esa pena hay que condenarla en todas sus formas, incluidas las desapariciones y las ejecuciones extrajudiciales. Hay que decidirle ¡no!  a la muerte en cualquier circunstancia.

(Vale.)

¿Peña socio de Obama?

La administración de EU pidió a la Suprema Corte de Justicia desechar el fallo de un tribunal inferior que retrasó de manera indefinida la apertura del territorio de EU a los camiones de México.

El entonces presidente de la CANACAR: “Mucho se habla que en septiembre se terminarán todas las barreras, ojalá que así sea y podamos entrar al mercado estadunidense, pero cómo hacerlo, si ninguno de los camiones, ni los nuevos que recibimos de agencia, traen un catalizador especial que cuesta más de 7 mil dólares”.

Así fue, mis valedores. Sobre la prohibición de la entrada de transportes de carga a los Estados Unidos hablé a ustedes ayer, prohibición violatoria del  Tratado de Libre Comercio. A propósito de los veinte años del tratado de marras, aquí la crónica del incidente que me ocurrió con un trailero del Soconusco al que se le recalentó el motor (del carguero). Obsequioso que es uno. (Pues sí, pero lástima.)

– Qué le parece, le dije. Que los vehículos mexicanos no cubren las normas mínimas para permitirles la entrada a EU.

– Racismo vil, discriminación. Norma que nos pongan enfrente, norma que les cubrimos, ¿no, Champotón? Al machetero, tres dientes de oro y gorra con visera hacia atrás, imitadores serviles que no fuésemos. Pedí a La Macarena, trabajadora doméstica, les bajara  algo de cenar. Y así fue, mis valedores: como ayudé al camionero.

Lo ayudé,  pero lástima; la noche entera la pasé en vela, y conmigo gran parte de la barriada: música a todo volumen dedicada al Señor. No,  cuál religiosidad; al difunto Señor de los Cielos y al muy vivo  Chapo Guzmán, y cumbias cimarronas, música grupera, la quebradita, redova y acordeón a 20 mil decibeles. En el trailer los albures a gritos entre machetero y chofer, las mentadas de madre, las risotadas. Las tres de la mañana. ¿Escuché quejidos? ¿Sollozos de mujer? El sueño, andavete.

Serían las dos, serían las tres, las cuatro, cinco o seis de la mañana, cuando el súbito traqueteo del motor, la retreta con las de aire, y ojos que te vieron ir. Después, el silencio. Amanecía. Traté de dormir, pero entonces a gritos  la tía Conchis, conserje del edificio:

– ¡Baje para abajo, bigotón! ¡Córrale!

Allá voy, en camisón fiusha, escaleras abajo. De repente, ya en la banqueta, friégale, el resbalón. Vi estrellas. La tía Conchis: “No, y dese de santos que fue en el charco de aceite, que si no… ¿Ve esto de acá?”

Igual de resbaladizas, pero mil veces más asquerosas, las descargas corporales junto a rosetones de humedad en un muro que amaneció pintarrajeado con grafitos:  “Puto yo”, “La Macarena ya”, y figuras grotescas, con todos sus pelos y señales.

– Y qué tal si el changazo lo da en esos, mire.

Vidrios rotos. Botellas vacías. Vómito. Restos de cigarros hechizos. Mota en greña. ¿Ya supo lo La Macarena?”

– ¡La habrán violado!

– Pero nomás ellos dos. En el cajón del trailer. No ha querido salir de  su cuarto de la azotea y anda en un puro llorar, y  no tanto por lo que perdió en la entrepierna sino porque al ritmo de la violación le bajaron relojito, medallón, pulseras. De no haber sido porque Dios me tentó el corazón y me dio valor para bajar a ayudar a la pobre violada, ¿sabe que por un pelo me le escapé al machetero?

– Válgame, Y qué hacer más allá de lamentarlo.

–  Ah, ¿sólo eso? ¿Y el cochinero quién lo va a limpiar? ¿Yo, acaso?  Del santo desmadre, ¿quién tuvo la culpa? ¡Ora, a limpiar!

Agua, cepillo, balde, jabón. Obsequioso que soy con los transportistas que se disponen a invadir Norteamérica, nuestro socio comercial. (TLC.)

A veinte del TLC

G.W.Bush anunció en 2001que cumpliría con las reglas de apertura de la frontera, puestas en suspenso por W. Clinton en 1995, tras un fallo a favor  de México de un panel del TLC.

¿Y? ¿Así cumple Washington a sus socios comerciales?  Porque la Ley Para la Seguridad de los Caminos, con la que los congresistas de EU pretenden impedir la entrada de transportistas mexicanos a sus territorio viola el Tratado de Libre Comercio. Toda una violación al acuerdo comercial. ¿Y? ¿No se cumplen así los tratos del tiburón con sus tantas sardinas?

Sardinas elásticas en sus tratos con el Imperio. Desde hace un par de años  la Cámara Nac. del Autotransporte de Carga, CANACAR, manifestaba su escepticismo respecto a la entrada de transportes de carga a territorio del Norte al considera muy difícil semejante maniobra.

Hay grandes diferencias entre ambos países, lo afirmaba su presidente.  Tenemos problemas de normatividad, fisíco-mecánicas, el tipo de vehículos que se utilizan o el volumen que se transporta, pues allá cargan 20 toneladas y aquí alcanzan hasta 70 toneladas.

Y que no es posible competir porque es un mercado con regulación y estructura distinta, donde el transporte mexicano no puede cumplir. Así pues, y según el citado dirigente de la CANACAR, mientras EU no respete el TLCAN no se pondrá fin a la controversia heredada desde su firma en 1993.

No es por no querer, sino porque el gobierno no nos surte de los elementos esenciales. Tal es el caso del combustible para tener motores competitivos y que puedan circular en EU de acuerdo a su normatividad.

Todo esto se agrega a la falta de un catalizador especial (más de 7 mil dólares, su costo) de que carecen tales camiones, al igual que el diesel especial, que no les surte PEMEX. Es México.

En fin, que hoy, a 20 años de vigencia de un  Tratado de Libre Comercio donde se garantizaba la maniobra de los mencionados transportes cargueros, el gobierno de EU se ha negado a firmar esa cláusula. Los transportes tienen que frenar en la frontera, entregar su carga a un transporte gringo y regresar por su nueva carga de mercadería. Y qué hacer con este problema que de tan añejo ya empieza a apestar. A propósito de pestes recordé el incidente que al respecto me ocurrió hace algún tiempo. La crónica:

Ocurrió a media tarde. A dos cuadras del edificio de Cádiz un trailer comenzó a hacerla de fumarola. Trailero y machetero, cubeta en mano, buscaban un grifo (de los de agua, tan escasos, que los de mota los tengo a diario ahí nomás, al otro lado de la puerta de entrada a esta casa); un grifo, repito, con qué apagar la humareda del motor. Yo, obsequioso que no fuera:

– Jálense aquí a la vuelta, que yo les doy su agua. ¿Traen herramienta para reparar el motor?

Frente al edificio de Cádiz se estacionaron. Mientras machetero y chofer, con la trompa levantada (la del cofre del motor), desarmaban eso con aspecto de bomba (unipersonal) yo, por hacerla de plática, mostré al trailero el matutino:

–  ¿Ya vio? Apresúrese a dejar como nuevo su trailer, porque “En el marco del TLC, la Junta Nac. de Seguridad del Transporte de EU realizará audiencias públicas para analizar la entrada de transportistas mexicanos a territorio de EU. Ya lo veo partiendo plaza por Texas y California”.

– Hágamela, mi señor. Buena, quiero decir. Porque el problemón entre nuestro país y los gringos lleva ya vario tiempo. Así que ya por fin va en vías de arreglo, ¿no?

– Ya es un hecho, porque el único que se opone es el presidente de Estados Unidos.

(Todo esto sigue mañana.)

“¿Criticas? Traicionas”

Aquí el final del documento donde la compañera Claudia Durán expone sus experiencias como simpatizante del Sindicato Mexicano de Electricistas:

“Desde aquel 10 de octubre de 2009 nos quedamos sin nada. Yo  no formaba parte de la organización, pero también me quede sin trabajo (leyes y “justicia” no son para el proletariado). Hoy, como ayer, cualquier intento de radicalizar la resistencia sería un suicidio; nosotros no estamos preparados; nuestros enemigos están armados y organizados y  cuentan con sofisticada tecnología. Ellos (militares, marines, Gobernación, la CIA, el Pentágono, etc) no tienen un ápice de humanidad y nos desprecian.. Lo que hoy a mi juicio debemos hacer es trabajo hacia adentro.

1.  Continuar con la demanda en instancias internacionales.

2.  Presionar al gobierno del DF para que con el SME se cree una empresa pública de servicios eléctricos para la demarcación. (Desde candidato Mancera se comprometió a ayudar.)

3.  Movilizarnos buscando un trabajo alterno que garantice la sobrevivencia. Crear acopio individual y colectivo.

4.  Reorganizar diversas acciones:

a). Comisiones dominicales que visiten mercados, iglesias, centros de diversión, parques públicos, etc.  para informar sobre la resistencia.

b)  Comisiones de gestión y acopio para solventar las necesidades más apremiantes.

c)   Y lo primordial: organizarnos para crear empresas productivas alternas e involucrarnos en procesos productivos como los que realizan la Universidad de Chapingo en materia de alimentación y el Politécnico y la UNAM en el ramo de desarrollo tecnológico y científico. Existe un proyecto de los ingenieros que debe impulsarse, pero de forma distinta a como se trató en el SME.

d) Fortalecimiento de cuadros y la creación de círculos mensuales  de estudio y reflexión en nuestras instalaciones.

f)  Continuar la organización política interna de manera simplificada, sin gastos onerosos y con el rumbo adecuado para nuestro movimiento.

g) Seguir con la apertura de espacios en la radio para exponer nuestra problemática.

h). Abstenernos de encender la televisión y aplicar con nuestras familias un bloqueo económico en el que se deje de fumar y consumir refrescos, licor y comida chatarra.

i)  Realizar marchas únicamente cuando se juzguen útiles para crear conciencia de nuestra problemática al igual que presencia en los medios e intercambio con la sociedad. Sin protagonismos.

Nada de esto o algo  semejante fue planteado en la Asamblea General, que duró apenas un par de horas. La determinación adoptada fue persistir en la misma estrategia de resistencia: marchas, mítines y plantones. Para evaluar los resultados e investigar por qué  no fueron positivos para el SME no se ejerció la autocrítica, que ente ellos es tema tabú hasta el extremo de juzgar al crítico como traidor al movimiento porque fomenta la desunión.  Los críticos, que por fortuna existen, para ellos son  traidores y se les neutraliza desacreditándolos y desdeñando sus observaciones. A algunos se les llega a agredir físicamente.

Y qué hacer. Así siguen, tolerando decisiones unilaterales de resultados funestos. Siguen basando sus esperanzas en la justicia mientras en lo interno se disputan migajas de un pan ya inexistente. Siguen con su toma de calles, ahora en compañía de unos maestros cuyas tácticas también llevan el sello de la derrota. Los smeístas ahí siguen mientras que el General Tiempo lustra sus armas. Ellos, impertérritos, siguen gritando fuerte para espantar al coco:

¡¡Este puño sí se ve!!

¿Sí? ¿Y?  (Lóbrego.)

General Tiempo, ese enemigo crudelísimo

Sigue aquí, mis valedores, el documento que me hace llegar la compañera Claudia Durán sobre sus experiencias con los miembros del Sindicato Mexicano de Electricistas, hoy en plena agonía o, cuando menos, en hibernación. El escrito:

“Es la esperanza la que ha mantenido el movimiento. La resistencia hizo eclosión aquel 11 de octubre en que los trabajadores en turno fueron arrojados de sus centros laborales. Nunca más se les ha permitido el ingreso a sus instalaciones, hoy custodiadas por policías. Para defenderse había que organizarse. Unos cuantos nos unimos al movimiento, pero la mayoría fueron desertando hasta quedar alrededor de 15 mil sindicalistas. El gobierno calderón-peñista tenía todo planeado y estudiado. Sabía que nos íbamos a concretar a las formas de resistencia que la burguesía dicta para la clase obrera: marchas, mítines, plantones, huelgas paradas, et al;  sabía cuáles serían las organizaciones sociales que se solidarizarían; quiénes y hasta dónde se limitaba la acción de los que mostrarían apoyo en las cámaras; quiénes y cómo apoyarían en el sector de los intelectuales. Todo.

Se tenía conciencia, así mismo, de que el sindicato no contaba con ningún medio de comunicación hacia el exterior; de que desde hacía varias décadas los cuadros sindicales habían suspendido su indispensable formación;  se fomentaban la corrupción, la ignorancia y otros vicios, por lo que la requisa no iba a ser tan complicada. Contra los sindicalistas más radicales y resistentes se eligió una estrategia político-militar infalible: el tiempo.

Hace ya casi un año de la fecha aquella del 2013. Por la mañana se montó una carpa grande con su templete. El aire que en la “suprema” se respiraba tenía un nombre:  “esperanza”, que de forma aviesa se adueñó de  todos los presentes, aun de los más escépticos, quienes estábamos conscientes de que no se debía confiar ni negociar con el enemigo. De todas formas, ya en la realidad, a lo largo de una táctica que se redujo a resistir y esperar, con todo y sus “asegures” se ha estado “negociando” con un enemigo que, congruente con sus principios apátridas, inhumanos y globalizantes, da margen a la ilusión para que a la hora de asestar el golpe éste resulte más contundente.

Es tal mezcla perversa de ignorancia y esperanza la que se expande y nos hace olvidar los principios elementales de la guerra, y aun que estamos en guerra, lo que nuestro enemigo nunca ha olvidado. Es por ello que el día señalado, mientras nosotros nos congregábamos para recibir el fallo favorable que razón y justicia nos otorgaban, de forma sorpresiva, en pleno día y a la vista de todos,  se presentó el General Tiempo y nos masacró no lejos de la plaza de la Constitución. Tan cruel y encarnizado resultó el enemigo que hasta la propia ciudad, con el bullicio de sus millones de habitantes, durante unos instantes cayó en un mutismo absoluto, un silencio que ningún ruido alteraba si no era el de nuestra propia respiración, en cuyo aliento arrojamos la esperanza. En ese momento, azorados los ojos y el cuerpo vencido, percibíamos que  sobre nosotros caía todo el peso del enemigo. (Increíble: algunos se alzaron de inmediato y recobraron la esperanza. ¡Que no huya lo único que poseemos como capital político!)

De la masacre nadie se enteró,  no se enterró a los muertos, no se curó a los heridos, el mundo siguió ignorante de aquello atroz que había acontecido y ninguno de  los intelectuales pareció escandalizarse por esa injusticia”.

Es México.  (Esto sigue mañana.)

 

 

“Somos un gran coloso”

Pero sobre nuestro cercenado cuello se ha colocado la cabeza de nuestro enemigo, y por ello nuestro cuerpo se mueve bajo las órdenes que manda nuestro enemigo.(José Revueltas.)

El Sindicato Mexicano de Electricistas, mis valedores, ¿alguno de ustedes ha sabido de él?  ¿Conoce alguno  su paradero? Si viva o muera a estas horas, si exista algún rastro de él. Yo acabo de enterarme de que algo queda del sindicato; que el organismo alienta todavía, según me lo comunica una simpatizante del movimiento al que estuvo unida  desde la masacre que perpetró Calderón contra los 40 y tantos mil trabajadores que aventó al desempleo.

Miro el rostro de la compañera mientras me entera de la situación de los electricistas a quienes destruyeron su fuente de trabajo: adusto y ya sin aquel semblante optimista de cuando se iniciaron las movilizaciones de protesta, en los días aquellos en que el ingeniero Cayetano Cabrera, después de 80 días en huelga de hambre, retaba así al de Los Pinos:

Calderón, vayámonos a medias. Tú ya conseguiste la extinción de Luz y Fuerza del Centro. Ahora cédenos el patrón sustituto, la recontratación colectiva y el respeto a los derechos de nuestros jubilados. Así resuelves el conflicto y evitas un muerto.

Fue por aquellos días  cuando me advirtió la activista:

– Lo que hay detrás de esta guerra contra el sindicato es el preludio de la privatización de la industria energética.

Yo, escéptico, sonreí de lado. Ahora, al recordar su visión de futuro, tan sólo trago saliva y me quedo callado. En nuestro Taller de Teoría Política del sábado anterior le pregunté si aún sigue viva la organización sindical  de los electricistas.

– Y tanto. Acaban de celebrar una más de sus asambleas.

Me alentó esa noticia. En su momento la esforzada luchadora civil se mantuvo en plantones y participó en aquellas marchas en las que  Martín Esparza y compañeros sindicalistas basaron sus tácticas de lucha para lograr el patrón sustituto. Cuando nada positivo conseguían con plantones y marchas algunos de ellos estallaron la huelga de hambre.  “Como Cayetano Cabrera”, le comenté. Y ella, gesto de desaliento:

Cayetano ya prefirió hacerse a un lado. No se ha vuelto a parar en la sede del sindicato.

Del motivo pregunté a la compañera, y fue entonces. En su respuesta  escuché el desencanto de tantos que con optimismo iniciaron su confrontación con el Sistema que les destruía su fuente de empleo.

– ¿El motivo por el que tantos han terminado por alejarse del movimiento? Porque se percatan de que con marchas, plantones y cierre de calles nada lograron para su causa, y que ahora, en su reciente asamblea, se ha resuelto continuar su movimiento con cierre de calles, plantones y marchas.

Y es así, mis valedores: sin un asomo de memoria histórica y de autocrítica los compañeros sindicalistas se disponen a aplicar las mismas tácticas de lucha que los llevaron a la derrota.  Atroz.

– Yo, en un último esfuerzo por serles de utilidad, en la reciente asamblea intenté leer a los compañeros mis objeciones sobre las tácticas que han aplicado en esta lucha desigual. No me lo permitieron. Mire el escrito.

Porque lo juzgo de interés en la confrontación de los agraviados contra su agresor aquí transcribo el documento de referencia.

General tiempo, un enemigo crudelísimo.

“Es la esperanza la que ha mantenido el movimiento. La resistencia hizo eclosión aquel 11 de octubre en que los trabajadores en turno fueron echados de sus centros laborales. Nunca más se les ha permitido…”  (Esto sigue mañana.)

 

Ranas de charco

Y lo que filósofos y poetas y similares han especulado alrededor de la Gran Interrogante. Fue alguno de ellos quien formuló esta síntesis admirable de lo que viene siendo la muerte: Entramos, y un llanto. Un llanto, y salimos. Y no más. O como Epicuro hace siglos: Si nosotros somos, la muerte no es. Si la muerte es, nosotros ya no somos. En fin. La muerte, mi muerte propia y particular. La mía.

Porque día que pasa, día que la percibo más cerca de mí. La siento llegar a lo subrepticio, como se perpetra un asesinato. Pero no, feo embuste: ni llega de fuera ni su encomienda es asesinarme. Este encargo lo habrá de cumplimentar alguno de mis órganos, de mis glándulas, y a fin de cuentas el corazón. Pero una protesta me surge del hondón más profundo del ser, que expreso con el poeta:

“Y no quiero morir. No quisiera morir: – amo la vida porque está colmada de poesía y de crímenes, y de odio y rabia y lágrimas…”

. Amo  la vida y no quisiera perderla por culpa de una glándula caprichosa. Amo el humano existir porque conozco de amores y desamor, de tiempo y destiempos,  encuentros y desencuentros, de la presencia de la amantísima apenas ayer,  y hoy de su ausencia definitiva. Alma mía de mi ausente, y ojos que te vieron ir…

Es por ello que ante la muerte quisiera la astucia de Sísifo, que la burló un par de veces. Tengo apilados aquí, sobre mi mesa, estos gordos tratados de tanatología que me dicen cómo he de morir, cómo he de prepararme, cómo puedo sentir apenas la muerte,  cuestión de ponerme flojito. Pero no, yo no quiero morir todavía aunque  en el estreno de mi quinta juventud, que hoy vivo a todo vivir,  sé que a la vuelta de la esquina ella va a estar aguardándome, y que enlazados los brazos habremos de alejarnos rumbo a nuestra Utopía particular. Mi muerte…

Porque como iba diciendo  y lo repito, – tanta vida y jamás ¡Tantos años, – y siempre, mucho siempre, siempre, siempre!

No quiero morirme porque tanto me falta por escribir, por hablar a mis valedores…

¡Mentira, mentira vil! No es por ideales tan nobles que quiero seguir viviendo. Por morboso; por rencoroso y por  vengativo es que  no quiero dejar de existir. Es por eso que pido a quien corresponda me permita prolongar mi existencia unos años más, y hasta eso, no demasiados. Cinco, tal vez. Con eso habrá quedado satisfecha mi morbosa curiosidad. Porque si logro vivir hasta el 2018…

Para entonces ya estaré enterado de lo que diga la Historia respecto al que durante todo un sexenio mortal de necesidad habré de soportar en silencio, o casi. Si el hombre conoció un olvido piadoso, si de milagro logró trascender, y cómo, y por qué, cuando se trata de un soberbio candidato para  el desván de la Historia. Quiero estar vivo para gozar del desprecio de la conciencia social  cuando el hombre haya dejado de ser, devuelva la banda presidencial y torne a la nada de donde enemigos de México lo sacaron.

Que yo, rencoroso, viva para enterarme de cómo lo habrán de tratar esos mismos vocingleros que hoy, desde todos los medios,  lo endiosan como  a  estadista de fuste y salvador del país y que a coro le festejan,  ranas de charco, la reforma educativa, la de la ley laboral, la energética. Ahora mismo, a la hora de cubrir facturas, ya el reformador se pone a mano con Washington. Cuántas más le falten por cubrir y cuánto nos irá a costar en puyazos de impuestos. ¿Las masas sociales, en tanto? Algunas de ellas a cobrarle a punta de reniegos, cortoplacismo y altisonancias en el tal  twitter. Es México. (“Nuestro”  país.)

 

El modelo: Haití

Libre comercio. Siguen aquí  las voces de los analistas.

El término libre comercio según el gobierno de Estados Unidos y el G-7, el FMI y el BM, significa mucho más que comercio, e incluye el ALCA y las negociaciones de la OMG, los Tratados bilaterales y Plurilaterales de Libre Comercio y de Inversiones, el Acuerdo Andino sobre Comercio y Erradicación de Drogas, los planes de militarización y represión y bases militares y la deuda externa.

El comercio internacional cumple hoy varias funciones en el sistema imperialista de dominación caracterizado por la globalización de signo neoliberal. Esas funciones son: instrumento de dominio a favor de los países ricos, factor de acentuación y perpetuación de desigualdades e inequidades y escenario de una virtual guerra por controlar los mercados actuales  los del futuro. Incluso, el libre comercio ni es libre ahora ni lo ha sido nunca, ni es ya siquiera comercio de acuerdo al concepto clásico de éste, ni su práctica genera crecimiento económico per se ni reduce la pobreza, ni reparte “beneficios mutuos” entre las partes que comercian.

El libre comercio es hoy la frase retórica con la que se presenta un paquete neoliberal que expresa los intereses de las transnacionales y los gobiernos que los representan. Una novedad del libre comercio es la capacidad de vincular nuevas y avanzadas tecnologías con bajísimos salarios de la fuerza de trabajo. El libre comercio de hoy no es sólo y no tanto una apertura comercial en bienes y servicios medible en la balanza comercial, sino una estrategia de política de los países desarrollados para imponer el modelo neoliberal por ser el que mejor sirve los intereses de los consorcios transnacionales que son, a su vez, los diseñadores de la economía mundial.

El liderazgo mundial de economía abierta lo tiene Haití, que reúne varias cualidades que revelan una coherencia impresionante. Es el país más pobre del hemisferio occidental y uno de los más pobres del mundo. Su pobreza es antológica, dolorosa y cruel, pero desde 1986 alcanzó el galardón como economía totalmente abierta, según clasificación del FMI. Es un ejemplo irrefutable de que la obediencia al modelo neoliberal de libre comercio es incapaz de resolver la pobreza y el subdesarrollo.

Una de las paradojas de los procesos de globalización: al implicar una expansión mundial de los alcances de los mercados internacionales implica también una exclusión de amplios sectores sociales de las naciones involucradas. Así, los procesos de globalización implican tanto la inclusión de mayores espacio geográficos en el mundo como la exclusión de mayor número de sus habitantes. A esto se ha referido el sociólogo y político alemán R. Dahrendor, al hablar de lo explosivo de la carga social que implica lo que llamó una globalización salvaje, sin piedad, que sólo se atiene a las leyes de la competencia, una competencia desleal, desigual, que ha llevado a más de 1,200 millones de seres humanos a vivir en condiciones de extrema pobreza, de los cuales 800 millones se encuentran cerca de la muerte por desnutrición.

La globalización actual es, sobre todo, una globalización de los ricos, una globalización en pocas manos que a lo desproporcionado favorece los  intereses del capital concentrado dentro del que han logrado preeminencia el capital financiero y el especulativo. La globalización de la riqueza a que aspiran los países del sur se ha convertido en una globalización de la pobreza.

Hoy, a la distancia de 20 años, el TLC. ¿Y Salinas? (Es México.)

Atar a México a las reformas

Tal ha sido siempre el propósito de los Estados Unidos en lo que se refiere a las tales reformas que impone al país con la mano de sus  gerentes con domicilio temporal en Los Pinos. Reformas tan lacerantes para la conciencia nacional como la educativa.

“La privatización de la educación (su conversión en mercancía); su sumisión bajo los dictados del Banco Mundial, cabeza de lanza del Estado global en la imposición de los intereses transnacionales y su creciente subordinación a los intereses particulares, sobre todo del clero católico y del capital privado, son las grandes tendencias retrógradas observables actualmente en la transición de la identidad nacionalista-latinoamericana, hacia la nueva identidad del  adaptable worker, cuyo norte es EU”.

(Y qué decir de esa reforma energética que desde ahora provoca zozobra, desconfianza y el descontento de las clases sociales de nuestro país)

El objetivo era “atar a México a las reformas” de los 80s. que había reducido considerablemente los salarios y enriquecido a un pequeño sector de la población y a los inversores extranjeros. Se advertía que “una apertura democrática” en México podría poner a prueba la relación especiales, si llevara al poder a un gobierno interesado en desafiar a EU. Por razones económicas nacionalistas”. A México se le ató con obligaciones contractuales; México fue saludado como un triunfo del libre mercado y un modelo para otros hasta que su economía se colapsó en 1994. Los vítores resuenan de nueva cuenta, mientras que los salarios han caído más de un 25 % desde el primer año del TLC.

En los años 90 la resistencia de los movimientos sociales fue contra el modelo neoliberal que entonces se asociaba con los planes de “ajuste estructural” emanados del Monetario Internacional y apoyados por el Banco Mundial. Hoy vivimos una “ola de libre comercio” que ha rebasado con mucho el significado tradicional del término libre comercio y que hoy significa no sólo y no tanto comercio, sino la proyección global de una estrategia de dominación imperialista que utiliza el neoliberalismo como su modo de ser, pero que se ramifica y extiende, constituyendo un verdadero paquete integrado.

A cambio de sus préstamos, el Monetario Internacional impone la “liberalización”, una economía abierta a la penetración y control de los Estados Unidos, recortes agudos en los servicios a la población, etc. Estas medidas afirman aún más el poder en manos de las clases opulentas y los inversionistas extranjeros, y refuerzan las sociedades de dos niveles clásicos del Tercer Mundo: los super-ricos y una clase relativamente cómoda que los sirve, y una masa enorme de gente empobrecida, sufridora.

Las privatizaciones y el desempleo causados por las reformas del mercado ofrecen a las empresas una mano de obra barata, educada y fácil de explotar. A los obreros oeste-europeos que insisten en sueldos, prestaciones y vacaciones, se les amenaza: si demandan salarios altos nos vamos a México. “Hay muchos recursos para llevarse, y muchos trabajadores baratos para las plantas de montaje, pero primero les impusimos el sistema capitalista. No lo aceptamos para nosotros mismos, pero sí para el Tercer Mundo. Ese es el sistema del FMI. Al conseguir que lo acepten, podremos explotarlos fácilmente, y procederemos como con Brasil o México”. En su momento lo afirmó George Soros:

La verdad es que hoy los intereses que apuntan a una competencia sin reglas hablan en voz más alta que nunca y son más influyentes que nunca.

(Esto sigue el lunes.)

Nació el Banco del Sur

Y nació como reacción de gobiernos surianos contra el sistema neoliberal, ese demoledor de unas soberanías nacionales que a juicio de los Estados Unidos ya no existen ni deben existir. Hoy, a 20 años del Tratado de Libre Comercio firmado entre los gobiernos de México, EU y Canadá, que tanto de positivo y negativo ha significado para el país, vale exponer los esfuerzos de la Unión de Naciones del Sur (UNASUR) por desembarazarse del agio internacional y de esas “políticas neoliberales que  agravaron las condiciones de vida de una gran parte de las poblaciones, a un aumento de las desigualdades en la distribución de los ingresos y la riqueza, a una pérdida del control de los países de la región y a un aumento del flujo  migratorio”.

En la década anterior 6 presidentes firmaron en  Buenos Aires el acta fundacional del Banco del Sur con un capital inicial de 7 mil millones de dólares. Los firmantes: por Argentina Néstor Kirchner, por Venezuela, Hugo Chávez, y  Luiz Ignacio Lula da Silva, del Brasil, y de Ecuador Rafael Correa, con Evo Morales y Nicanor Duarte a nombre de Bolivia y de Paraguay, respectivamente. Este nuevo organismo  bancario vino a significar, así apenas a escala de símbolo,  una alternativa frente al agio del Banco Mundial, el Monetario Internacional y el Latinoamericano de Desarrollo. Era el intento de dichos países de zafarse del modelo neoliberal, depredador de comunidades.

Por que mejor entendamos esa rebelión de gobiernos surianos contra el neoliberalismo que en 1983 inficionó la economía y anexas de este país y se amacizó con los gobiernos posteriores, aquí delineo un somero retrato hablado, escrito, descrito, de ese modelo global productor de unos pocos ricos Slim y una comunidad de pobres cada día más necesitados, y el lugar común: en la humanidad se perpetran dos delitos fundamentales: la riqueza y la pobreza. Las voces de analistas diversos:

El neoliberalismo es un sistema de dominación y acumulación que no ofrece una salida al futuro latinoamericano. Su tendencia hacia la polarización de la riqueza social y la exclusión de las mayorías define su ciclo de vida como de corto y mediano plazo. Bajo el modelo keynesiano-cepalino de la Revolución Mexicana y el contrato social de la constitución de 1917, el PIB per capita del país creció 3.1 por ciento entre 1934 y 1982; la inversión fija bruta per capita se expandió con una tasa media anual del 6.5 por ciento entre 1940 y 1982. Bajo el modelo neoliberal, el PIB per capita se contrajo, entre 1983 y 1996, a una tasa del 0.8 por ciento anual. Los salarios mínimos pierden el 68.2 por ciento de su poder adquisitivo”.

En  febrero de 1945 EU impuso la Carta Económica de las Américas para poner fin “a todas las formas de soberanía en todos los pueblos del Sur”, aun si para ello se requerían “Estados policiales”. ¿La razón de la Carta? Que los latinoamericanos exigían “políticas diseñadas para lograr una distribución más amplia de la riqueza y elevar la calidad de vida de las masas”.

Inaceptable; no podía permitirse la soberanía. Tenían libertad, “pero libertad para hacer nuestras decisiones. Alguien tiene que controlar al Tercer Mundo y garantizar que no intente ser independiente. Nosotros tenemos el monopolio de la fuerza”.

Las mismas preocupaciones subyacen en  el TLC, del que la propaganda afirmaba que sería en extremo benéfica para los trabajadores de México. La propaganda se abandonó calladamente cuando los hechos mostraron lo obvio, que al fin se tuvo que admitir.  (Más de esto,  mañana.)

Arrabalera

Que al volks. cremita le dio por descomponerse cierta noche lluviosa en que yo regresaba de algún rumbo norte de la ciudad, y que todo mojado logrè alcanzar una de esas techumbres de lámina repletas de desdichados que bajo la tormenta aguardan el transporte público. Ahí el lamento de los lacerados:

-No, y mis huevos, el del pantalón acampanado.

– ¡Sus ésos los deja en paz, lèpero!

– Por culpa de la carestía ya los dejé en paz, que de huevos tener ya anduviera yo de pasamontañas con Marcos.

Alguno suspiró: “Vamos de peor a pésimo”.

(Animas del mini, la combi, el microbùs). Un bandazo de viento.

Alguno, culimpinándose para columbrar el inexistente transporte, dolorida voz:

– Y yo  aquí ensopado con la única sopa que he probado en todo el día. Me  voy a echar uno, ái conpermisito; ¡Ahhh…chís!

A lo disimulado me sequé el goterón de la salpicadura en el cachete izquierdo. Junto a mi oreja, rancio el aliento: “No que muy consentidos de Dios, que hasta nos mandó a su madre. ¿Pues qué, no estamos bien parados  con el de allá arriba?”

– Con el de acá abajo deberíamos estar.

– ¿Con el de Los Pinos?

– Con Obama, ahora que le regalamos el petróleo.  No, y agárrense”.

– Yo así estoy bien –el jetón de la chazarilla.

– Agárrense, porque al de Los Pinos le quedan todavía cinco años.

Ave María. Suspirè, mirè al techo, me la persigné, dejé ir la vista a lo lejos: negrura pura en torno de aquel foquillo con aspecto de lucero, y un poco más alto aquel lucero con su pinta de foquillo de 30 watts. Como esperanza que languidece desde principios de sexenio…

A lo lejos, fanales. ¿El autobús? Un renegrido Gran Marquís, que hecho la madre se acercó a nosotros, pasó sobre el charco y nos bañó el muy hijo de la Gran Marquís. “A mí el cabrón me dejó màs enlodado que hijo de la Gran… Sahagún -el de la cotorina. Pero, mis valedores,  cuándo iba a fallar la esperanza:  “Vienen tiempos mejores”.

Ah,  bendito optimista, ese que nunca falta y que casi siempre sale sobrando. “Tiempos mejores”. Peña no hubiese afirmado su embuste con tono màs firme. En el cielo, un retumbo. Agresivo, retador, el del suéter lila:

– ¿Con Peña tiempos mejores? Óiganlo, se los vendo.

Dos, tres, una percusión de pedradas en la lámina del techo. Alguna en plena cara.”Y ora hasta granizo, para acabarla de tiznar”.

Arete y cola de caballo: “¿Tiempos mejores con los panistas còmplices  y los chuchos de miércoles?

– Tiempos mejores -impertérrita la voz, alma optimista

– Óiganlo. ¿Con el desempleo, los gasolinazos y la inseguridad pública?

– Mejores tiempos. Lo sé de muy buena fuente.

Lo distinguí: joven él (joven dejaras de ser, y optimista por joven. Dios te oiga Y en la apretura traté de subir el brazo para persignármela) La chaparrita ventruda:

– ¡Ora, viejo chirrisco! ¡Conrado, dile que vaya a tentárselas a la más venérea de su cantón, chinche ninfòmano!

Qué pena. “Los buenos tiempos no tardan”.

El del tabloide enrollado en la trasera del pantalón: “¿Es usted achichincle de Videgaray el de Hacienda? ¿El le pasa mochada, o que tiznaos?”

– Lo aseguró el mero trinchón,  y ese sí sabe lo que está diciendo.

–  ¿Obama?

– El mero trinchòn, el de allá arriba, miren. No Dios padre, sino un cuate mío del observatorio de Tacubaya que sabe de ondas climatológicas. Tiempos mejores, sin este frío y sin estas tormentas.

Silencio. A lo lejos, una ambulancia. “Bueno, sí, ¿pero no será un colaboracionista de Peña? Porque entonces ya estuvo que nos jodimos. Tiempos de perros los que se nos van a venir.

Silencio. La negra noche tendió su manto. (Y fin.)

 

 

 

Tristuras arrabaleras

La esperanza del cambio, mis valedores, esa esperanza irracional tan arraigada en un paisanaje inmaduro en materia de cultura política. Fue al  oscurecer de un día de estos; de algún taller de lectura regresaba desde el norte hasta el sur cuando, de súbito, bajo la llovizna nocharniega, el volks. se echó tres falsas, o sea explosiones, y luego un a modo de eructillo en el mofle, y ahí murió el motor. En el intento de revivir al difunto di muerte a la batería. Ya derrotado abandoné la cucaracheta y, pajareando aquí y allá, di con el techo de la parada del autobús, de la micro, vayan ustedes a saber de qué línea y a qué rumbo incógnito pudiesen llevar. Yo sólo sabía que la cucaracheta me había escupido sobre algún barrio norte de la ciudad. La llovizna se convertía en un chaparrón que de chaparrón crecía hasta alcanzar la estatura de tormenta. Y allá, por un rumbo que no pudiese ubicar, el relámpago, el trueno, el rayo que sobresalta aquel remoto arrabal. Solté la carrera hasta la techumbre que parecía guarecerse, guarnecerse, como debajo  de un macilento paraguas, bajo la luz del farolillo de la esquina, legaña y bostezo. Al acercarme escuché la voz de la barriada:

–  ¿Pero aguaceros en pleno enero? Qué falta de seriedad de la madre.”

– ¿A quién le echa madres, oiga? ¿La madre de quién?

– A la Madre Natura, qué falta de formalidad.

– ¿Falta de formalidad, o advertencia por la forma criminal en que la maltratamos? El calentamiento global…

El cielo, trizado. Y sí: bajo aquella techumbre con capacidad para unos diez aspirantes a pasajeros cómodamente parados, se atrinchilaban alrededor de noventa humanos y uno que otro nuevaizquierdoso, todos pistojeando hacia el rumbo donde entre fumarolas de smog habría de aparecer el vehículo. Mientras tanto, a seguir esperando.

Me arrimé a la techumbre. Los que ahí aguardaban me observaron así, miren, de ganchete, a lo desconfiadón ante el arrimadizo. A discretos codazos me forjé un hueco bajo el de lámina, y así me dispuse a esperar el mini, el pesero, la micro o lo que me se me apareciera por enfrente. ¿A dónde me llevaría? Sepa Dios. Lo importante era salir del atolladoro. Allì, entonces,  resonó la voz del arrabal, su dejo cantadito. Dos panzones y una flaca, a mi flanco izquierdo: “Chinche microbús, cómo se tarda…”

El de la bufanda bicolor: “No, si ora con “Mencera”como antes con  Ebrard, esto del transporte colectivo es una tizna, ¿no?”.

– Oiga, no despotrique. ¿Tizna por qué?

– Pues por el hollín que sueltan por atrás.

– Ah, las micros…

– Las micros, las mafias de micros que las controlan o las mafias  perredistas que las controlan a todas, que  todas se viven soltando hollín por el hoyín. Y lo que tiznan todos…

La de los mallones: “¡Tiempo de perros!” Un perraco, cuerpecillo caliente, se me untó a las zancas. En mi ánima se lo agradecí. La voz del arrabal, voz anónima: “No, si yo lo que digo: para el fregadaje todo pinta de peor en más peor. ¿Quién nos asegura que esta lluvia no es ácida?”

El de la reata (de mecapalero): “Ora a aguantarse. ¿No andábamos de culecos con aquello de que a  patadas primero para sacar al PRI de Los Pinos para luego volverlo a meter? ¿No votamos  por el cambio? ¡Tengan su cambio! Pero chintetes, ánimas con esa micro…

Del mercado cercano, ya cerrado a estas horas, me llegó un tufo a pudrición, coles rancias, popó de ratas –ratas comerciantes,  ratas salinas, ratas deschamps. El del pantalón acampanado: “No, y mis huevos”

– ¡Sus ésos los deja en paz, lèpero!

(Sigo mañana.)

 

Coccioli

De joven aficionado al licor, lo abandona para volverse valedor de animalillos irracionales en desgracia y entes racionales a los que la botella convierte en animalillos patéticos. Carlo Coccioli. Yo, incómodo por la ostentación con que el Sistema apapacha a sus conversos a la hora de la muerte física (la muerte espiritual los fulminó cuando claudicaron), compruebo que muy pocos aludieron al fallecimiento de Coccioli. Ahora, en la época de ingesta desaforada de licor,  yo recuerdo al protector de dipsómanos y perracos callejeros.

“¡Ayúdeme! Si usted no me ayuda moralmente… tres días, tres noches. Si usted no me ayuda…”

“Era de noche. Toda la tarde había llovido. La estación de las grandes lluvias es tétrica”. Y al otro lado de la línea, la anónima voz:

“Ahora estoy lúcido, casi lúcido: ¿cuánto durará? Puedo beber hasta quince días, hasta morir”.

Creí que era una equivocación. Dije: Soy yo. Y a acudir al llamado del anónimo desesperado que desde el teléfono público, desgajado por el licor y en el límite del derrumbe final, imploraba auxilio. “Oigame con atención, le dije. ¿podrá llegar a..?”

Que él era humilde y muy mal vestido.   Que al verlo se espantaría. “Nada me espanta”. Nada de los tantos redrojillos humanos que gracias a la humana calidad de Coccioli supieron de la resurrección de la carne hasta entonces ahogada en licor. Acudió a la cita del anónimo solicitante, como días antes con Inés, “voz de contralto”:

“Yo no resisto el dolor, jamás supe sufrir; si para dejar la botella tuviese que sufrir, ¡ay!, no la dejaría. Pero aquí, pero aquí…”

Aquí, sí, en el grupo Alcohólicos Anónimos, milagro del humano valimiento, hasta donde Coccioli, suave y sin turbulencias, los conducía:

– Aquí, en “Doble A”, nos quitan la botella, pero en cambio nos dan algo: nos dan mucho. Lo que nos quitan, o mejor dicho lo que nos quitamos nosotros mismos, nos lo devuelven con creces. El enfermo alcohólico que intente eliminar la botella sin recurrir al grupo no sólo es muy probable que no lo logre, sino que también aumenta sus penas. Aquí, nosotros, vivimos con alegría. Bendito sea Dios, que da la alegría.

Para mì su canto tiene resonancias bíblicas: “¡Cuán terrible es el grupo, cuán majestuoso, apoyado así sobre lágrimas y sangre, cuán bello, y cuán rebosante de amor! ¡Cuán bello es el grupo, cuán lleno, lleno, lleno de Dios! Bendito sea Dios que ha creado A.A., el grupo”. Aleluya, le faltó agregar. Mis valedores:

Yo, por traer ante ustedes la memoria de Coccioli pude haber espigado en alguno de los 32 libros que nos legó el novelista italiano avecindado en México. Pude referirme a ese Fabricio Lupo que en su tiempo fue piedra de escándalo porque el escritor sacaba del “closet” el amor que por aquel entonces no se atrevía a decir su nombre. O a ese Cuauhtémoc ya tan cercano a nosotros, o a alguno de sus escritos en donde reiteraba su amor por la defensa de la vida en su mínima expresión para los insensibles: la de  los perracos, que hasta allá abarcaban su humana calidad. Preferí referirme al sub-mundo reflejado en la obra testimonial y en la propia acción personal de Coccioli, por las que siento un agradecimiento muy particular porque a cuántos habrá ayudado a salir del licor, esos tantos que en la botella habían requemado vida y futuro, autoestima y familia y dignidad, y que gracias a Coccioli y “Doble A” resucitaron, resucitan cada día. Hoy, nada más hoy, no beber. Abstemios el día de hoy. Cada día hoy. Hoy cada día. Nada más. Carlo Coccioli. (A su memoria.)

¿Tù me conoces?

Pues claro que  me conoces, y durante estos día de Navidad y  fin de año me he tornado tu sangre, tu aliento, tu segunda naturaleza. Me conoces, y esto lo vengo afirmando desde hace algunos ayeres. ¿O qué, acaso no andas a estas horas, como andabas entonces, enajenado con las celebraciones  de  preposadas, posadas, Navidad y Año Nuevo? Y la Navidad la celebraste al modo de los buenos católicos: con bocanadas de alcohol. Lòbrego.

 ¿No me haz elegido como la sangre, el oxígeno y el espíritu de la navideña festividad? ¿Pues qué festividad celebra este mundo sin mi presencia? Porque claro, sí, yo soy parte de tu propio ser. Soy el licor. Tú, conmigo de cómplice, haz convertido el espíritu de la Navidad en el espíritu del vino. Del licor. De la fuente de toda humana alegría. De la raíz de todo goce mundano.

¿Goce? Efìmero, sin màs. Raíz  y generador de los pensamientos negros y criminales. Artífice de la pasión, el adulterio, el derramamiento de sangre. Yo, el cómplice de la muerte, con la que gobierno este mundo que gracias a mí avanza a traspiés. Yo, el licor…

El alcohol, mis valedores. El alcoholismo. De los millones de catòlicos adictos a tal intoxicante que registra el país, ¿cuántos, por motivo de la fiesta “religiosa” de Navidad, se retiraron del licor? ¿Cuántos, con ese  pretexto y la festividad de Año Nuevo,  se habrán iniciado en la botella? Las gravísimas consecuencias del alcoholismo de sobra las conocemos: en el país existen más de 6 millones de enfermos adictos, y cada año se suman otros l.7 millones, muchos de ellos desde la adolescencia. Y es asunto de todos que el bebedor provoca maltrato infantil, accidentes de tránsito y enfermedades como la cirrosis que los abstemios conocen de oídas, y los bebedores en hígado propio. Que el alcoholismo  lleva a perder cada quincena cientos de miles de  horas-hombre y un ausentismo laboral de más del 15 por ciento. Además…  el cuento de nunca acabar. Cuento macabro.

Yo soy el alcohol. A los bebedores los vuelvo inmorales. Soy padre de la corrupción y de la desgracia. Yo enveneno la raza, mancho los hogares, traigo el envilecimiento y la depravación, el crimen, la locura, el suicidio. ¿Me conoces?

“El alcoholismo (diagnóstico del Dr. J.M. Jellinek) es una enfermedad. Alcohólico es todo aquél que se crea problemas cuando entra en contacto con el alcohol. Un alcohólico, para serlo, no precisa de beber  a  diario, haber sufrido accidentes de tránsito, haber perdido el empleo,  haber estado en la cárcel o destruido su hogar, ni a causa de una amnesia alcohólica haber cometido un acto delictivo ni haberse muerto por una cirrosis o una intoxicación alcohólica. El alcohólico no es un vicioso, no es un degenerado, es un enfermo”. Su enfermedad es incurable, progresiva y mortal, con las  etapas sucesivas del enfermo: Pre-alcohólica (el futuro adicto comienza a beber) Prodrómica (la del malestar que se produce antes de una enfermedad) Crítica (ya en desarrollo, la enfermedad produce sus síntomas), y Crónica (el desarrollo final y más grave de la enfermedad).

Mis valedores: después de las fiestas de Navidad y Año Nuevo he recorrido calles diversas, plazas y rinconeras de mi colonia y de más allá, y el ánimo se me encoge a la vista de tantos grupillos de jóvenes y adolescentes que al amor de la botella y drogas anexas se estampan en  el quicio de una puerta, se alagartan a la sombra del arboluco o se agregan a la compañía de perracos y botes de basura orilleros del tianguis o del mercado, y a fugarse del mundo…

(Esto sigue despuès.)

Juguetes

Los romances frustrados, mis valedores. Al que yo aquella vez aspiraba se lo llevó el tren. Uno de juguete. Cierro los ojos y vuelvo a mirar a la sota moza tal como fue en aquella navidad, con su hermoso pelo de ángel de blancura angelical. No una anciana de cabello cano, sino  pelo de ángel con el que abatía un arbolillo pandeado a la cargazón de foquitos, esferas, estrellitas y madrecitas de esas. El trenecito eléctrico era mi último recurso.

Mi prima, la oveja negra de mi familia, que brincó el redil, brinco que le produjo aquel lozano chamaco que un trenecito pidió de navidad. Yo, venteando la oportunidad, tomé el sobre destinado a la renta y me fui al juguetero nacional. “Esta noche es nochebuena. Doy este alegrón al hijito, se enternece mi prima, y una vez que nos atasquemos de muslos (del pavo), a la cama el chamaco, y ándenle: nuestros muslos al catre”. Fantasías de solitario incestuoso. Y sì…

Sì, que a su hora el chamaco le desbarató el moño al regalo y sacó la preciosidad de ferrocarril de corriente eléctrica. El alegrón, y a armarlo. Y aquella emoción, la expectación aquella, la ansiedad por mirar la locomotora pita y pita y caminando, y llamar a la sota moza, mostrarle el juguete (el de corriente eléctrica) y enchufarla (la vía del tren). Pero, ¿enchufar la vía? ¿Y cómo enchufarla, si este tramo tenía con qué y toda la disposición de unirse al siguiente, pero el siguiente carecía de orificio por dónde? En el otro extremo se le alzaba un gancho de este grosor, pero trozado  por la mitad, que hagan de cuenta circuncisión fallida. Dos, tres tramos se dejaron enchufar, pero el resto, castidad absoluta.

– Tío, ¿y los vagones?

Y a jurgunear carros para un apareamiento imposible. Traté con este, con ese, con aquel. Nada. Tomé este y lo coloqué de ladito, pero enchufarse cómo, por dónde. Lo coloqué boca arriba y le abrí las ruedas. Nada. ¿Por atrás? Un agujero oxidado por falta de uso. Primero se acható el gancho que abrirse el enchufe. Tenso, el sobrinillo: “Con salivita, tío”. Llevé el furgón a mi boca y la saliva agarró un sabor a hojalata oxidada, pintura reblandecida y bilis desparramada. “¡Alicatas, martillo, échatelos para acá!”

– Así menos. Mejor fueras a reclamar a los jugueteros.

– ¿Reclamar a quién, ante quién? ¿En Mèxico?

Con las alicatas empecé a jurgunear rieles y vagones de tren, pero nada. Comencé a resollar recio, a jadear, a pujar. El sobrino: “¡Ma, ven a verlo, ya está echando humo!”

– ¿La màquina?

– Mi tío. Por las orejas, míralo. (Yo, mascullando al resoplar.)

– ¡Bigotón, cierra esa boca! Con lejía y estropajo te la voy a restregar.

Ahí, sobre la alfombra, el desastre. Se acuclilló la prima. Sus formas a seis pulgadas de mis ojos.  Yo, bizqueaba al mirarlas, y la súbita sacudida. Me acalambré. Sentí que ojos y boca se me torcían, los tomates chispándose. “¡Que te electrocutas!”  Y la sota moza corrió a desenchufar el cable; luego observó el juguete:

“¡Virgen santísima, qué desastre de ferrocarril! ¡Pero si hasta parece  que  Zedillo regresò al gobierno!

Allí terminó la aventura de la prima, el trenecito y el frustrado enchufe. Ya de vuelta en mi soledad reflexioné en la frustrante experiencia con los juguetes “echos eN mexjico”. Hoy, arrasados por el tsunami chino, los jugueteros rabian, chillan y claman que andan al filo de la quiebra, la ruina, el suicidio. Trágico, sí, ¿pero qué hay de los tiempos en que una industria sobrona y sin competencia nos enchufaba trenecitos sin enchufes?  Puro enchufar, jugueteros, acuérdense. (Bah.)

 

A su memoria

Hace un par de años, mis valedores, se nos fue don Samuel Ruiz García. El predicador de la palabra viva del Evangelio se ausentò  mientras acà se nos quedan finqueros, comerciantes y el alto clero católico, enemigos ancestrales de un indígena chiapaneco huérfano porque se le murió el padre, el benemèrito  tatic cuya tarea pastoral se encuadrò en la Teología de la Liberación. Va aquí un esbozo de ese Chiapas de indígenas, encapuchados y terratenientes que marcó el mundo del tatic Ruiz García.

Ocosingo, 1994. “¡Religión y fueros! La vieja consigna de militares, terratenientes y el alto clero tronó una vez más. ¡Acábenlos, aniquilen a todos esos de una vez por todas!

“El grito se paseó por las calles en boca de ganaderos que niegan ser caciques, comerciantes que rechazan ser encarecedores de precios y   finqueros que protestan si se les dice latifundistas:

– ¡Que se acabe, que se aniquile de una vez por todas a esos indios!

“Finqueros,  ganaderos y comerciantes, en marcha por las calles, son los más ricos de la región. ¡Aquí todos somos gentes decente. Si los indios no tienen ni lo más indispensable es porque son flojos y no producen ni lo que se comen! ¡La gente que tiene es porque trabaja! ¡Los indios no producen ni para ellos mismos! ¡Y todavía el obispo les da de comer!”

En Canek, de Abreu Gómez: “El padre Matías decía misa por las tardes. En los sermones no hablaba de los milagros; prefería explicar cosas relativas a la injusticia de los hombres. La iglesia donde oficiaba se llenaba de gente, es decir, de indios. Los ricos se quedaban en casa, murmurando. A los que le llamaban la atención por su conducta, contestaba:

– Has de saber que para eso tengo permiso del señor Obispo.

Las limosnas que recogía para el culto las repartía entre los indios. A los que le pedían explicaciones, decía:

– Has de saber que el padre Matías le dio permiso al padre Matías para hacer la caridad del mejor modo posible”.

México, 1995. Con esa sintaxis, diputados priístas enviaron una carta a Juan Pablo II: “Santo Padre: Comunicamos a Su Santidad con todo el respeto que el pueblo de Chiapas y México, durante 18 meses ha estado viviendo un conflicto armado que lejos de resolver la marginación de las comunidades indígenas y ante su indisposición al diálogo, el conflicto armado se ha convertido en interés político de desestabilización.

“Papel muy importante en esta situación ha desempeñado el obispo de la diócesis de San Cristóbal, Samuel Ruiz García, y los párrocos y catequistas de dicha diócesis, pues ha sido evidente su trabajo promotor al odio y al enfrentamiento entre hermanos, actitud que habla del trabajo pastoral. Por lo que solicitamos a usted en bien de México, de la Iglesia católica y de Chiapas que el obispo Samuel Ruiz García sea removido de esa diócesis a cualquier otro lugar, pero fuera de México”.

Pero el padre Matías se nos ausentó de su ermita; el tatic Ruiz García se alejó al modo de Canek, héroe maya, y el niño Guy, difuntos como el propio  tatic:

Cuando Jacinto Canek subió al patíbulo, los hombres bajaron la cabeza. Por eso nadie vio las lágrimas del verdugo (…) En un recodo del camino Canek encontró al niño Guy. Juntos y sin hablar siguieron caminando. Ni sus pisadas hacían ruido, ni los pájaros huían delante de ellos. En la sombra sus cuerpos eran claros, como una clara luz encendida en la luz. Siguieron caminando y cuando llegaron al horizonte empezaron a ascender”.

Con ellos ascendía don Samuel Ruiz García, el tatic del indígena. (A su memoria.)

Tanta vida, y jamás…

Porque sólo venimos a soñar. Con la desalentada filosofía del rey poeta, y para todos ustedes, mi retablillo anual:

No es cierto, no es cierto que venimos a vivir sobre la tierra. Si yo nunca muriera…

Con reflexiones en torno a la fugacidad de la vida que a su hora han formulado poetas de la hondura y reflexión de Ommar Khayyam y Jorge Manrique hoy entrego   a todos ustedes, al igual que cada fin de año por estos días, este mi mensaje de principios de año  con la secreta esperanza de que a alguno sea de provecho con la reflexión de lo efímero de festividades como las que en el tiempo han quedado atrás dentro de la fugacidad de una vida que en estampida se nos huye para nunca más. Mis valedores:

El cuerpo aún fatigado después de la celebración navideña y estragado todavía el gaznate por el regusto a festividad y derroche imprudente, y una vez que a regocijos y litros de alegría embotellada se habrán  deseado felicidades y parabienes para el año que estaba ahí nomás, acechando, y que acaba de pegarnos un primer zarpazo que ahora percibimos apenas, ¿me permiten que los invite a frenarnos el tanto de un suspirillo para reflexionar sobre el tiempo que pasa para nunca volver? Por desdicha. Y qué hacer…

Estamos a la vuelta de un año más; de uno menos, contradictoria la aritmética de nuestro humano existir. Andamos, dos o tres de nosotros, doblando ya el Cabo de Buena Esperanza. Será por eso que, al menos de forma inconsciente, alienta dentro de nosotros la sentencia inmortal de Manrique:

Nuestras vidas son los ríos – que van a dar a la mar – que es el morir…

¿Por qué este ánimo ceniciento, cuando en derredor todo es júbilo, azucarillos y aguardiente? Será, tal vez, porque a algunos se nos quiebra el ánimo, se nos resfría con la certidumbre de que vivimos en el cogollo de lo fugaz, lo finito, lo perecedero; de que existimos en la sustancia misma de nuestra muerte propia y particular, intransferible, a la que vivimos alimentando día a día con el tiempo de nuestro cotidiano existir. Clamor dolorido, Job: Mis días fueron más veloces que la lanzadera del tejedor y fenecieron sin esperanza…

Acá, en el otro polo del mundo, Nezahualcóyotl: ¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra? – No para siempre en la tierra – Sólo un poco aquí – Si yo nunca muriera – Si nunca desapareciera…

¿No es verdad que al cabo del año y principios del nuevo tal sentimiento de lo transitorio y una sensación de errabundaje y romería vienen a depositar en la almendra del ánimo un regustillo a ceniza, a terral, a aliento de despedida apenas postergada? Y qué hacer con esta tristura que se nos aposenta aquí,  en lo más blando de la corazonada, por cuestión de este otro año que se nos ha ido para nunca más. Y qué hacer. Mis valedores:

Hoy, porque los miro correr a lo desalado rumbo a ninguna parte, invoco para ustedes la voz de poetas filósofos que de repente perciben el aletazo del tiempo que pasa para no retornar; voz que es sabiduría quintaesenciada que provoca serenidad y quebranto machihembrados, y un como regustillo a lejanía y desprendimiento del ánimo bien dispuesto en el final de un año más, que a fin de cuentas vino a ser uno menos. Y cierto sabor de amargura en el villancico que entonamos hace apenas  algunas noches:

La Nochebuena se viene – La Nochebuena se va – y nosotros nos iremos – y no volveremos más…

Hoy, con el poeta, “Tanta vida, y jamás”, digo a todos ustedes. En fin. A vivir. Qué más. Qué mejor. (Vale.)