Salario mínimo

Los ricos repiten por mayores modos: – ya todo se acaba, pues robemos todos. – Y así en mil arbitrios se enriquece el rico, – y todo lo pagan el pobre y el chico.

La requisitoria de Quevedo a Felipe IV y sus potentados pudiera aplicarse hoy a un México ahora ya sin Felipe, pero sí con Peña, jerarca de un país donde se perpetran los dos delitos fundamentales que denuncia el clásico: la pobreza y la riqueza. Sin más. Por cuanto al salario mínimo, y respetando la sintaxis del documento:

Hoy cuatro millones 435 mil 896 mexicanos perciben un minisalario, y dos millones 127 mil ganan de tres a cinco mínimos. El incremento salarial es insuficiente en comparación con el de los precios de los alimentos que las familias requieren para un desarrollo saludable, lo que explica la pérdida del poder adquisitivo del salario. (“Un país fuerte necesita salarios justos”, afirman los autores de la iniciativa sueca que propugna un salario mínimo de 25 dólares por hora.)

Desde 1987 el precio por día de la Canasta Alimentaria Recomendable, CAR, registra un incremento de cuatro mil 582 por ciento. En ese año se requerían 3.95 pesos diarios para comprar una canasta y media. Hoy las familias sólo pueden adquirir una tercera parte de los productos que la integran.

Desde diciembre del 2012 el poder adquisitivo registra una pérdida acumulada de 3.45 por ciento. Del primero de enero del 2013 al pasado 12 de abril la Canasta alimentaria aumentó 7.62 por ciento, y el salario nominal diario tuvo un incremento del 3.90 por ciento.

Desde 1982, por la instrumentación de distintas políticas económicas el consumo de productos básicos como leche, tortilla, pan, frijol y huevo, ha disminuido. En enero del año referido podían comprarse 18 litros del lácteo con un salario mínimo, y hoy la percepción alcanza para cuatro litros.

La tortilla es uno de los alimentos básicos de la cultura mexicana, y por generaciones ha estado en nuestra dieta diaria. Hace 32 años se compraban 50.9 kilogramos con un minisalario. En abril pasado el ingreso cubría el precio de 5.8 kilogramos.

En el mismo periodo, la merma en el consumo de pan blanco fue la siguiente: en 2014 sólo pueden adquirirse 38 de las 280 piezas que se compraban en 1982. Asimismo, las familias limitaron el consumo de frijol. Con un salario mínimo se compran hoy 3.3 kilogramos de los 11 que se adquirían hace tres décadas, detalla el estudio correspondiente.

De acuerdo con los resultados del cuestionario de precios, en abril pasado el costo promedio de la canasta básica fue de 184.96 pesos. En mercados  y locales aledaños se erogaban 186.35 pesos, un peso 39 más que la media. En tianguis y establecimientos el desembolso era de 172.44 pesos, 12.52 pesos más barato que el promedio, y en supermercados se requerían 195.30 pesos.

Tal es la realidad, más allá del universo de ficción donde la pantalla de plasma, al modo del flautista Hamelín, hipnotiza a sus víctimas y las conduce al voladero.  Mis valedores:

México es nuestra casa común. Es este el México que edificamos nosotros. Todo lo bueno y todo lo malo que en ella acontece es responsabilidad nuestra. El salario mínimo y la canasta básica, pongamos por caso. ¿Peña y congéneres, mientras tanto? Esos sólo son  servidores que contratamos para servicio de nuestra casa común, pero ocurrió que  al ponerla en sus manos comenzaron por maleducarnos y aprontarnos la TV, con lo que nos hicieron ignorantes y terminaron por tomarnos la medida y supeditarnos a su voluntad. ¿Y nosotros, en tanto?  ¡E-xi-gi-mos! (Ah, México.)

Maciel, el reputadísimo

Fue el mayo también, pero de hace ocho años, cuando el fundador de los Legionarios de Cristo y violador de mujeres, seminaristas y legionarios fue oficialmente defenestrado por Joseph Ratzinger, que ya como Benedicto XVI le ordenó que de ahí en adelante se abstuviera de celebrar misas y confesar penitentes; que ahora el muy penitente sólo contaba con el permiso para el cilicio, la oración y el recogimiento. A Maciel de nada le iba a valer que invocase el auxilio de su protector, un Juan Pablo II que aún no se ponía a forjar milagros, por más que el único que yo le conozco y le reconozco es ese, precisamente: que el socio neoliberal de la Thatcher y Reagan y protector de Lech Walesa y congéneres como del verraco Maciel haya conseguido fast track, que dicen los gringos de segunda, su aureola de santo. Relumbrosa y flamante. Ese sí que ha sido su más estruendoso milagro. Laus Deo.

Yo, asqueado ante el espectáculo del Tartufo protegido lo mismo por Juan Pablo II que por un Ratzinger por aquel entonces prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe,  redacté los siguientes párrafos:

Y lo que el garañón caído en desgracia debe de andar echando de menos a aquel su protector que en vida le sirvió de tapadera, el ya beato Juan Pablo II. Tengo aquí, sobre mi mesa de trabajo, la foto del par, uno de rodillas y el otro posando sus reales en el sillón papal mientras planta su diestra sobre la crisma del legionario mayor y el mayor de los tartufos,  infidentes y sepulcros blanqueados.

Me acuerdo. Eran aquellos los tiempos de honras y beatitud para ese que tantas víctimas acusan de abusador sexual. Así pasan las glorias de este mundo cuando se erigen en la mentira, la infidencia, la porquería. Maciel. (¿Y Maurita, su madre? ¿Sigue abierto su expediente rumbo a la beatitud? Ah, ese Francisco, ese Vaticano.)

Miro la foto del protector de Maciel y la autoridad moral del antecesor de Ratzinger se me figura tan disminuida, y tan abollada la aureola que le enjaretaron a destiempo: Juan Pablo II, valedor de honras en entredicho. Dios

Recuerdo la quinta visita de Karol Wojtyla, que sería la postrera, cuando llegó con el propósito de otorgar la categoría de santo a un vagoroso, a un impreciso beato Juan Diego al que fray Juan de Zumárraga, él tan acucioso en sus crónicas, nunca hizo la más leve alusión. La visita del Pontífice acarreado por los poderosos de El Yunque y algunos más realizó el consabido prodigio de congregar las multitudes de siempre, ya condicionadas,  unas masas delirantes que, en el filo del éxtasis, a clamores lo clamaban nombrándolo padre,  santo y enviado de Dios. Y en eso fue todo a parar, porque el pontífice retornó al Vaticano, y en las masas que no terminaban de aclamarlo tanto amor, tanta veneración y bendiciones tantas, nunca hasta hoy se han traducido en un tanto así, miren, de elevación en la religiosidad del mexicano ni en el acrecentamiento de los valores morales de la comunidad. Tal fue el quinto viaje del papa polaco. De la seguridad del pontífice lo afirmó el matutino:

– Como los apóstoles a Jesús, 12 rodean en todo momento a Juan Pablo II, todos cintas negras entre el cuarto y octavo grado.

Y el responsable de la seguridad papal:

– A la gente le dolería más un atentado contra el Papa que contra cualquier otra persona; incluso si fuera contra el propio Presidente de México, no dolería tanto como si fuera Su Santidad.

El santo guarura decía la verdad. De López Portillo a Fox, ¿alguien se dolería porque sufrieran algún atentado? (Digo.)

Había una vez…

El relato infantil, mis valedores. Mi madre, al amamantarme, dormíame no con Blanca Nieves o Pulgarcito. Ella, zacatecana de origen:

– Grábatelo, mi hijo: el Señor Dios, en la santa misa, reveló a un señor obispo el instante en que dos impíos caían de cabeza en los apretados infiernos. Uno fue el indio Juárez; el otro hereje, el impío Calles, verdugo de los santos sacerdotes que tuvieron que hacer la cristera por amor a la santa Iglesia. ¿Ya te dormiste, mi hijo?

Tal el cuento que arrulló mis ensueños de mamón. Dejé la teta, lástima, y tuve que entrar a la escuela, lástima peor. Mi niñez fluyó como la de todo niño zacatecano: con una estampita de mi paisano el cura mártir Miguel Agustín Pro en las manos, pero no una estampita cualquiera, sino una milagrosa. La cartulina mostraba, en negativo, los rasgos lechosos de un rostro informe, como forjado con ectoplasma, del que en el centro se advertía un puntito oscuro como travesura de mosca. Las instrucciones para provocar el prodigio:

“Mírelo el devoto de manera fija y sin parpadear durante el tiempo que tarda en rezar un Padre Nuestro y una Ave María con la intención de que Miguel Agustín sea canonizado muy pronto. Luego mírese al cielo y el prodigio: ahí aparecerá el rostro del siervo de Dios”.

Y sí. Luego de mirar el puntito, ¡el milagro! Gigantesco, imponente a todo lo amplio del firmamento zacatecano, contra la claridad purísima se revelaban, ya en positivo, los rasgos del padre Pro, virgen y mártir del impío Calles. Los rasgos de barretero zacatecano me acompañaron al seminario donde, gracias sean dadas a las sotanas, aprendí a distinguir el bien del mal, sin matices, y  a hablar y escribir en castellano. Suertudo.

En fin, que mi niñez  transcurrió a la diestra del padre, mi don Juan, y de una runfla de tíos, corazón cristero. Cabalgando con el abuelo  en ancas del penco con la sana intención de que el cristero don Chepe se protegiera conmigo las espaldas contra algún rencoroso adversario de religión, iba yo hasta La Cañada, y detrás de mezquites y encinas, fortines naturales, me topaba con montones de casquillos de máuser y carabina, cáscaras de la almendra de plomo con que los fanáticos de Gorostieta agujeraban la cuera de guachos pelones del impío Calles. Todo con el pecho protegido con el escapulario de paño con la leyenda:

¡Detente, bala enemiga, que el corazón de Jesús está conmigo!

Fue así como encontraron la muerte mis cristeros paisanos en su intento por desencuadernar la Constitución. Los difuntos de sotana y chaparreras, como los casquillos vacíos, quedaron detrás del pochote aquél, y del huizachito, y de la varaduz. Hoy, los restos de una Constitución desencuadernada hasta las pastas, ¿dónde fueron a quedar? Los ideales de los Gómez Farías, Mora, Juárez  y demás liberales, ¿no murieron de inanición por más que años después algunos ideólogos intentaron resucitarlos en la Convención de Aguascalientes y después con Cárdenas? Ellos lograron aplacar a los levantiscos de capa pluvial, pero (culpa de todos nosotros)   ahora se ayudaron de Fox y Calderón para terminar de hacer pedazos la Carta Magna. ¿Y nosotros?

Mis valedores: Norberto Rivera y congénerestriunfaron en el país; dueños son de la voz, la homilía,  la política y la Constitución. Hoy también,  mancornados a Peña y su clan tricolor, con los yunquistas (cristeros y sinarquistas tardíos) dictan condiciones y ladean el país cada vez más hacia la derecha. ¿Y nosotros, en tanto? ¿Nosotros puros  reniegos, marchas y  TV?  (Ah, México.)

Esa madre

Una mujer y su hija caminaban dormidas. Cierta noche, sonámbulas, se encontraron en su nebuloso jardín. Habló la madre, y dijo: “¡Al fin, al fin mi enemiga! ¡Tú que destruiste mi juventud y edificaste tu vida sobre las ruinas de la mía! ¡Ojalá pudiera matarte!”Y la hija habló:  “¡Oh mujer odiosa, egoísta y vieja! ¡Estás entre mí y mi libertad! ¡Quisieras que mi vida fuese un eco de tu marchita vida! ¡Ojalá estuvieses muerta!

En ese instante cantó un gallo, y ambas mujeres despertaron. La madre dijo dulcemente: “¿Eres tú, encanto?” Y la hija: “Sí, madre querida”. (Gibran Jalil Gibrán.)

Mis valedores: porque los capté enajenados en un consumismo a la altura de   la manipulación de los comerciantes que  los forzaron a testimoniar su amor a la madre con un regalo al tamaño de tal sentimiento, y por atenuar lo empalagoso de la sacarina que impone la cultura popular cuando de la madre se trata, va para ustedes un texto irreverente que sin especificar nombre ni otros detalles cierto día cayó en mi correo. Mi madre.

Ella me enseñó a apreciar una labor  bien hecha: ¡Si se van a matar, háganlo afuera! ¿Acaso no ven que acabo de terminar de limpiar?

Me enseñó Religión: ¡Reza para que esta mancha salga de la alfombra!

Me enseñó Lógica: ¡Porque yo lo digo! ¡Por eso mismo, y punto!

Me enseñó a predecir el futuro: Ve que estés usando ropa interior limpia, por si te ocurre un accidente.

Me enseñó Ironía: Sigue llorando y ahora mismo te doy una buena razón para llorar.

Me enseñó a ser ahorrativo: ¡Guarda esas lágrimas para cuando me muera y me estés velando de cuerpo presente!

Me enseñó lo que es el sentido común: ¡Cierra la boca y come!

Me enseñó contorsionismo: ¡Mira la suciedad que tienes en la nuca, sucio que no fueras! ¿Que cuál mugre?  ¡Voltéate y mírala, cochino!

Me enseñó resistencia: ¡Te quedas sentado hasta que te comas todo!

Me enseñó meteorología: ¡Parece que un huracán pasó por tu cuarto!

Me enseñó el arte de la mesura: ¡Te he dicho un millón de veces que no seas tan exagerado!

Supo enseñarme el ciclo de la vida: ¡Yo te traje a este mundo, y como te traje, a la hora que me parezca  te puedo sacar de él!

Me enseñó a modificar patrones de comportamiento: ¡Deja de actuar como tu padre! ¿No tienes un tanto así de vergüenza?

Me inició en el orgullo: ¡Hay millones de niños menos afortunados en este mundo que no tienen una mamá excelente como la tuya!

Me enseñó el arte de la ventriloquia: Por qué lo hiciste, granuja? ¡No me rezongues! ¡Cállate y contéstame! ¿Por qué lo hiciste?

Me enseñó odontología: ¡Me vuelves a contestar y te estampo los dientes en la pared!

Me enseñó rectitud: ¡Te voy a enderezar de un fregadazo bien puesto!

Ahora, mis valedores, aquí los conceptos que de la madre y a siglos de distancia expresa ese monumento de la cultura ancestral de la India que es el Mokshadharma del Mohabharata:

La madre es una suerte para cada uno en su miseria. El que tiene madre tiene protectora, y está sin protectora quien no tiene madre. Aun cuando uno tiene hijos y nietos, cuando se acerca a su madre llega a ella como un niño de dos años, aunque tuviese ciento. Ya sea apto o incapaz, ya sea enfermizo o sena, siempre es la madre quien cuida al hijo, el que no tiene otra protectora en el orden natural. Cuando ha perdido la madre, entonces es cuando el hombre ha envejecido, cuando está en la miseria y se halla solo en el mundo. No iguala a la madre ninguna sombra refrescante, ningún refugio iguala a la madre, ningún ampara iguala a la madre, nada la iguala en amor. Tula. (Mi madre.)

¿Libertad de expresión?

El día de la libertad de expresión y de prensa, una celebración hoy totalmente obsoleta, apestosa a formol y a cadaverina. En el matutino:

La monotonía de la adulación y el invariable optimismo de los diarios serviles acabaron por hacer que sus opiniones sean rechazadas, sus palabras desconocidas, sus mismas informaciones tenidas por falsas o adulteradas. Está unánimemente condenado por su opinión, que al condenarlo condena naturalmente al gobierno que la inspira. En vez de amigos, el periódico de esta categoría sólo concita malas voluntades al Poder Público. Sólo en defensa de las leyes y al amparo de ellas un periódico se hará respetable y hará, por lo tanto, sus opiniones dignas de respeto.

Hermosos conceptos, y tan actuales; pues sí, pero lástima: se publicaron en el Excélsior  de 1917, un matutino que  noventa años más tarde publicó la expresión de uno de sus articulistas que se encenagó con  el elogio a  “la sonrisa de Calderón”.

Así hasta hoy día, con el cacareado Día de la Libertad de Expresión y de Prensa, o algo por ese estilo. ¿Aún no se habrá suprimido semejante exhibición de servilismo, sometimiento y cortesanía que algunos profesionales del periodismo le rinden al que a su hora y en mala hora y con métodos reprobables logró encaramarse a Los Pinos?

Semejante festejo, que ya apesta a organismo en descomposición, fue parido un día 7 de junio de 1951 por iniciativa de un falso coronel y siniestro hampón de la picaresca de la política y el periodismo, un cierto José García Valseca,  que al arrimo del presidente en turno construyó el emporio periodístico de los Soles y el trafique  anual de medallas y pergaminos con qué premiar a los periodistas tan voraces del chayo cuanto dóciles a Los Pinos.  Semejante cooptación de conciencias se ha sublimado, de ser cierta la lista que acabo de recibir, porque ahora, además del sueldo que perciben en la fuente de radio y TV que los emplea, el gobierno les alquila la conciencia pagando el alquiler  con nuestros impuestos. ¿Alguno de ustedes conoce la lista de marras? Abyección pura, lo único puro que tienen tales traficantes de la propia conciencia.

De los viejos tiempos me producen dentera los melcochosos conceptos de un periodista Manuel Lebrija, que así quemaba copal ante el entonces presidente Miguel Alemán:

– Al cumplir fielmente con los mandamientos de la ley, usted, señor presidente, ¡ha sabido convertirse en un centinela que mantiene viva la tea luminosa de la libre expresión del pensamiento que arde sobre todos los caminos de la república!

Nada menos. Y un Jorge Calvimontes, colega del anterior:

El periodista es el cerebro, brazo y acción de la sociedad. Es el espejo de nuestro caos y de nuestra imposible ubicación sobre la certidumbre.

La opinión de Roberto Zamarripa, periodista:

-Los medios de comunicación están atravesados por la corrupción. Es un problema general que va de los chayos entregados a los reporteros, hasta las componendas entre los empresarios de la prensa y el poder político.

El periodismo. En 1999 Mario R. Méndez en la revista Por Esto: Una madrugada me llaman y me dicen: ¿Cuánto te tocó? / ¿Me tocó de qué?  / No había reconocido la voz. / No te hagas, que también tú recibiste tierras en Cancún. / Me empezó a sonar familiar la voz. / ¿Quién habla? Era El Mulixto, o sea Luis Donaldo Colosio, y me entera que Carlitos M. Navarrete recibió 300 hectáreas para guardar silencio absoluto sobre las actividades del narcotráfico en Quintana Roo”.

El  periodismo, mi oficio. (Dios.)

Lupus

Ella es dulce, ella es gentil, ella es inquieta y se advierte estallante de vida, pero ella, en plena juventud,  es paciente de una enfermedad poco común y aún no del todo identificada: el Lupus eritematoso sistémico. Aquí, por si a alguno pudiese interesar, la explicación del Dr. G. R.V. Hughes sobre el padecimiento.

El Lupus es una enfermedad autoinmune, un tipo de autoalergia, donde el sistema inmunológico del paciente produce anticuerpos que en vez de proteger al organismo contra bacterias, virus y otras materias ajenas, atacan los propios tejidos de la persona. Esto ocasiona síntomas de extrema fatiga, dolor muscular y en las articulaciones, anemia y malestar generalizado, y aun  puede ocasionar la destrucción de órganos vitales. Es un padecimiento con muchas manifestaciones, y el perfil de los síntomas de cada persona puede ser muy distinto. Aun puede imitar a otras enfermedades como la esclerosis múltiple y la artritis reumatoide, lo que hace difícil que el médico general pueda diagnosticarlo.

El Lupus es una enfermedad compleja, que puede afectar casi a todos los sistemas del cuerpo. Su diagnóstico se basa en una combinación de síntomas, manifestaciones y resultados de exámenes. Para brindar un diagnóstico acertado se necesita una cuidadosa revisión de todo el historial médico del paciente y análisis de resultados de exámenes relacionados con su condición inmunológica. Hoy no existe una prueba que por sí sola pueda establecer con precisión si una persona tiene Lupus.  Sólo a través de exámenes completos y la ponderación de los síntomas y su historial, puede lograrse un diagnóstico.

Una vez que se hace el diagnóstico de Lupus deberán tratarse los síntomas del paciente según sea necesario. La meta del tratamiento es controlar la enfermedad y los síntomas  para que el paciente pueda llevar una vida tan normal como sea posible.

Lupus. Puede observarse una mejoría espontánea o la desaparición total de los síntomas. Esto suele ocurrir entre períodos de actividad de la afección. Tales períodos de mejoría pueden durar semanas, meses o años, en ciertos casos, antes de que la enfermedad se presente de nuevo. Aun en pacientes con complicaciones serias el pronóstico es favorable. En la mayoría de los casos el Lupus tiene un curso benigno caracterizado por exacerbaciones con fatiga, fiebre baja crónica, erupciones cutáneas  y a veces dolor e hinchazón en las articulaciones. La mayoría de los pacientes lleva una vida normal, pero algunos desarrollan serias complicaciones.

Yo he preguntado a la joven paciente cómo se mantiene con salud, calidad y ritmo de vida al máximo. Ella aconseja: la mejor forma de convivir con el Lupus es seguir exactamente las siguientes medidas:

Sostener una buena relación médico-paciente y un sólido apoyo de  familiares y amigos.

Administrarse todos los medicamentos, visitar al médico con frecuencia y aprender tanto como se pueda sobre la enfermedad.

Mantenerse activo para resguardar la flexibilidad articular. Alternar ejercicios moderados con períodos de relajación y descanso.

Evitar la exposición excesiva a los rayos solares. Utilizar vestimenta de mangas largas cuando se está al aire libre o al sol.

Las mujeres jóvenes planificar sus embarazos de forma cuidadosa y con orientación médica. Mis valedores:

Aquellos de ustedes que sientan debilidad física y depresiones,  excesivo  cansancio y  necesidad de dormir,  cuidado: visitar al médico.

Mañana, a propósito, se conmemora el Día Mundial del Lupus. Que no sea tarde para algunos de ustedes. (Vale.)

Libertad de expresión, ese mito

Un pueblo desinformado y ya resignado bajo un poder omnímodo como el de los medios de acondicionamiento social puede caer en la servidumbre y la degradación política y moral hasta el grado de convertirse en un animal doméstico.

El día de la libertad de expresión y de prensa, por ahí va el título de esa fecha destinada a festejar la cooptación de algunos periodistas por las autoridades en turno. El festejo de marras (no estoy cierto si vive o muere a estas horas) fue instituido el 6 de junio de 1951 por los colaboracionistas del Poder. De lo que sí estoy seguro, de resultar cierto el documento sobre la docena de periodistas a los que el gobierno soborna con el dinero de nuestros impuestos, es que el sobrcito de los viejos tiempos ha sido sustituido por un soborno descomunal, que en el periodista que encabeza la lista llega casi a los 900 mil mensuales. Cooptación vil, porque  el sueldo es cubierto por la empresa para la que el cooptado labora. Aquí, sobre el periodismo, mi oficio, opiniones de Camilo Taufic y algunos más:

¿Libertad de expresión? Los medios son industria y comercio tan costosos que su creación exige recursos económicos fuera del alcance  del periodista. No hay uno, ni un grupo de ellos, donde sean los dueños de una industria impresa o electrónica, y de existir, su sobrevivencia dependería del Sistema. El periodista no es más que un asalariado al servicio de los dueños de la estación de radio o de TV y sus intereses comerciales.

¿Libertad de expresión? Los medios no juegan otro papel que el que le asignen sus dueños. Podrán ser instrumentos de cultura o también de incultura; de dominio o de liberación; elementos para unir a un pueblo o para desorganizarlo; para elevarlo o para hundirlo. Es la propiedad sobre el medio de comunicación la que determina al servicio de quienes éste se coloca, a favor de qué causa, de qué valores, de qué clase social.

¿Libertad de expresión? ¿Cómo, dónde, si los grandes capitales detectan el monopolio de radio, televisión y todo el poder de la información para con ello poseer todos los poderes? Y no existe la información por la información. Se informa para manipular en determinado sentido a las masas sociales. Es decir: se informa para dirigir. En ese sentido, el mimetismo de periodismo y política llega a ser total. Las ganancias de la televisión provienen de las ventas de espacio para la publicidad a las otras empresas, principalmente al gobierno. Ellos le darán o negarán subvención mediante publicidad y otras concesiones, en la medida que defiendan los intereses de los anunciantes. Sin más.

Al seleccionar las noticias que apoyan su propia política y omitir otras, los  medios producen en la mente de las masas una impresión totalmente alejada de la verdad, que se realiza dentro de una exactitud minuciosa para reproducir los hechos. El dueño del medio, por interés económico, privilegiar el de los patrocinadores  y someter a las masas,  las atiborra de nota roja y escándalos,  telenovelas y morbo, sexo y todo eso que las alimenta del ombligo para abajo. Y sí, por supuesto: que no falte el clásico pasecito a la red.  ¡Brasil!

¿Libertad de expresión? Mientras el monopolio de los medios de acondicionamiento social dependa del dinero de las empresas y el gobierno, la libertad de información será un mito y la democracia una de tantas mentiras convencionales de nuestra civilización mistificada, donde las palabras desmientes sus significados y las ideas los hechos.

¿Libertad de expresión y de prensa? (Bah.)

¿Y Atenco, mis valedores?

¿Atenco ya se olvidó?  Ayer lo dije y hoy lo reitero: la factura de Atenco sigue aún sin cobrar. ¿Y nosotros?

Estoy mirando las fotos, y el espeluzno: cabezas resquebrajadas, rostros amoratados, bocas que chorrean sangre, manos y bocas a la defensiva. Golpes, maltratos, manoseos nauseabundos a la intimidad de algunas mujeres, extranjeras varias de ellas, todo esto a manos, a dedos, a hormonas encabritadas de los policías de un Peña  que con todo y eso pepenó la banda presidencial. Miro este cuerpo tronchado y ese que, macerado a leñazos de tolete y culatazos, cae de rodillas, codos y frente contra el asfalto. A ese otro  cuatro de uniforme derriban a garrotazos, y a aquél  llevan a rastras. Hago a un lado las fotos y me pongo a pensar: cuánto hacía que  hasta antes del Verbo Encarnado y su cementerio particular, el territorio patrio, las primeras planas no se habían empapado hasta grado tal. Sangre de humano.  Atenco.

Todo se inició un día de tianguis en Texcoco los días 3 y 4 de mayo del 2006. La venta de flores por parte de algunos comerciantes de San Salvador Atenco derivó en una guerra florida de fulgurantes rencores, violencia aberrante y sangre desparramada. Resecos yerbajos en aquella pradera, una chispa bastó, y unas flores, para convertir Atenco en hornaza que estalló entre unos machetes enardecidos y unos sicópatas disfrazados con uniforme policíaco al mando del entonces Peña  gobernador del Estado de México. Recuerdo aún la respuesta que éste dio hace algunos ayeres a los requerimientos de 132 estudiantes universitarios:

– ¡Para eso tiene el Estado el monopolio de la fuerza legal, para ejercerla cuando las circunstancias lo ameritan!

Una violencia legal como la que fue a perpetrar en Atenco su horda de sádicos disfrazados de cuerpo represivo. Ese Peña, en la carrera presidencial, aventajaba a López Obrador en las preferencias de las masas sociales. Es la desmemoria de las masas sociales; es su debilidad ante los medios de acondicionamiento social; es México.

Y los resultados de una violencia que el sucesor de Díaz Ordaz en Los Pinos provocó en Atenco: los enjuiciados no fueron los de uniforme, no fue el autor intelectual; fue un Ignacio del Valle, dirigente del Frente del Pueblos en defensa de la Tierra, condenado con varios de sus compañeros, libres el día de hoy, a más de un siglo de prisión. Fue  una América del Valle tiempo después refugiada en la sede de alguna embajada. Tal es la justicia en México. Tal  es la violación de los derechos elementales de los habitantes de aquel caserío. Tal es la desmemoria de las masas sociales, que a la manipulación aplastante  de Televisa permitieron que el PRI volviese a encuevarse en Los Pinos.  «Para eso tiene el Estado la violencia legal». Aberrante.

Pero ante la pasividad y la indiferencia de aquéllos a quienes Atenco dejó y deja indiferentes  América del Valle sentenció a los agresores:

– ¡Que esos perros  se cuiden las espaldas, porque mañana, porque  hoy mismo, el muerto será uno de su lado. El pueblo de Atenco tiene licencia para machetear a cualquier militar, policía o granadero!

Atenco,  mayo del 2006. En fecha reciente Peña pudo mudarse  a Los Pinos. En fecha reciente, por su celo justiciero,  la Suprema Corte de Justicia de la Nación recibió el reconocimiento de la ONU. ¿Y nosotros, mientras tanto?  ¿En el retorno del PRI-Gobierno a Los Pinos tuvimos presente Atenco?  Mis valedores: este es Peña, este es el pobre de espíritu que votó  por él; este es México. (Nuestro país.)

¿Milagrero Wojtyla?

Milagrero, y aquí certifico tres de los prodigios que realizó durante sus visitas a nuestro país. El primero:

En su 2ª. visita a nuestro país (1990) Wojtyla se reunió con empresarios y comerciantes mexicanos, y convirtió el corazón de los tales, roca y pedernal, en terroncillos de azúcar cande. Así le dijo un  Fernández de Castro,  

Su Santidad: los empresarios deseamos el bienestar social de todos los que dependen de nosotros. Creo que los empresarios somos un medio del que Dios se vale para la administración de la riqueza temporal.

Un Eduardo García, comerciante:

– Yo soy partidario, Su Santidad,  de un capitalismo popular (sic.); de uno que, como la imagen de María, se intuye y se preanuncia (sic.)

Wojtyla le echó en (la) cara su bendición. Y sonreía…

Comerciante también, Patricio Martínez:

– Usted vino a reafirmar lo que nosotros ya teníamos como doctrina social, tal como lo expresó en torno al capitalismo, al lucro exacerbado, al amor del dinero y a la mala retribución al trabajo e injusta distribución de la riqueza. De alguna manera, nosotros ya la practicábamos, porque nosotros no defendemos el individualismo egoísta que algunos practican porque siempre hay ovejas negras. Usted no dijo que el dinero sea malo, lo que pasa es que, por supuesto, no lo podemos amar al mismo nivel que los empresarios amamos a Dios. (¡!)

Finalizó la visita, y un Guillermo V. Madero, de un tal Centro Empresarial: “Qué paquetón nos vino a dejar el Papa. Claro, él habla de lo que debería ser, no de lo que es, pero no podemos quejarnos, porque lo  importante es que gracias a Dios, la visita papal redituó una ocupación hotelera del 100 por ciento”.

El dirigente de la selección mexicana de futbol, un Lapuente:

Su Santidad fue decisivo para lograr lo que tuvimos en el Mundial de Francia.

El segundo milagro: Una televisión que durante 362  días del año ventoseó basura y bodrios para alimento espiritual de los mexicanos, de súbito, al solo conjuro del Papa, el tanto de tres días mudó de pelleja y se nos tornó seráfica. Nada de jovencitas en pantaleta ni cómicos del albur. Ahora arpegios de órgano y efluvios de incienso y copal. El sketch procaz dejaba su foro a la homilía, y el albur a los latinajos. Durante tres días el México siempre fiel se nos tornó místico, como el resto del año mantenía su onanismo mental ante carnazas, pechugas y lágrimas de glicerina en las telenovelerías.

Y qué prodigio observar a los compinches Salinas y Azcárraga que al influjo del destructor de la Teología de la liberación y socio anticomunista de Reagan y Tatcher, de corruptores se nos tornaban seráficos,  y en celo religioso se soltaban exudando, urbi et orbi, su parafernalia de misas y beatas, cantos litúrgicos y bendiciones, credos y antífonas y homilías, espectáculo que alcanzó altísimos niveles de audiencia y beneficios en euros para  los propietarios de la TV en este país  que puede ser todo lo creyente que se quiera, y hasta católico, si lo prefieren, pero que por sus obras tiene muy poco, poquísimo de cristiano. Es México.

El milagro tercero: que esa verdad oficial de los  Peña y Wojtyla, Slim, Salinas y Azcárraga, sea la verdad que adoptan por suya las víctimas, esas masas que bailan al son que les tocan los medios de acondicionamiento social, tan vulnerables y enajenadas como el estudiante universitario:

– Yo lloré como un niño, y no es metáfora (sic.)

Y otro: Bailamos, cantamos y gritamos por horas.

Mis valedores: todo esto somos el México siempre fiel, no a nosotros, sino a  Wojtya. (Atroz.)

Frenesí y éxtasis

La noble lucha por la justicia nunca os  ha de llevar al enfrentamiento, sino que en todo momento habéis de inspiraros en los principios evangélicos de colaboración y diálogo, excluyendo toda forma de violencia.

(Mensaje de Juan Pablo II a los indígenas chiapanecos. 1999.)

Y aquello, demencial que se nos echó encima durante unos días en los que las aguas del culto a la personalidad y el fervor inducido se salieron de madre.  Así comenzó, mis valedores,  la primera de las 5 visitas de Juan Pablo II a México, que se inició el 26 de enero de 1979:

A gritos, al arribo del avión, la reportera de Televisa: “¡Un momento, señoras y señores! ¡Acaba de ocurrir un trágico accidente! ¡El Papa ha tropezado al descender del avión y se ha ido de bruces contra el piso! ¡Nadie lo ayuda! ¡Qué barbaridad, ahora la capa le envuelve la cabeza haciendo temer que Su Santidad muera simultáneamente de asfixia y fractura de cráneo apenas llegado a México! ¡Ah, qué alivio! ¡Milagro!  ¡El Papa se levantó como si nada hubiera pasado y se dirige sonriente a saludar al Sr. Presidente! ¡Ni siquiera el gorrito se le ladeó!”

Se desgañitaba la publicidad: “¡Hosana en las alturas! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Padre Santo, bendice a tus ovejas! ¡Padre, bendícenos! Banco internacional”.

El Sol de México: “Una rosa de oro, permanente presencia de México en el despacho de Juan Pablo II, fue el obsequio de periodistas en su visita al país. Son ustedes modelo de responsabilidad, dijo Juan Pablo II, quien ofreció a los reporteros mexicanos: La rosa de oro que me estregasteis con tanto cariño permanecerá siempre en mi despacho, muy cerca de mi corazón”.

A doble plana en el matutino: ¡Vamos todos a Roma, a corresponder la visita que nos hizo S.S. Juan Pablo II! Reiterémosle nuestro amor y nuestra devoción al Padre Santo, llevándole hasta Roma las porras y las canciones que tanto lo emocionaron. Y recibamos allá su bendición. ¡Tenemos con él un compromiso! ¡Viajando en los mismos jets como el que condujo a S.S. durante su gira apostólica por nuestra querida patria! Ofrezca a mamá el mejor regalo en su día y conozca también Florencia, Venecia, Madrid y Toledo. Roma, escrita al revés, es amor.

El Heraldo: Excepcional retrato de Su Santidad el papa Juan Pablo II, ejecutado por la pintora polaca Anna Zernecki, que lo revela: yo encontré la inspiración…en los medios de comunicación.

Clamaba un Pedro de Urdimalas:

– ¡Yo seguí cada día las actividades de Su Santidad para crear musicalmente un relato de su permanencia entre nosotros! Me salió un bonito corrido que se titula Corrido del 26 de enero! He plasmado este corrido que puse personalmente en mano de Su Santidad, junto con una rosa roja, para que se lo llevara a Roma. Dice el corrido, en una de sus cuartetas: “Escuadrón motociclista – con gusto te recordamos – que al Papa le abriste la pista – en mares de mexicanos”.

Diario de México. “A sus 23 años de edad era drogadicto. Al paso de Su Santidad logró trepar a un poste de luz con el intenso deseo de rogar al Sumo Pontífice que le concediera el milagro de apartarlo del vicio. Electrocutado al llegar a lo más alto del poste, ayer, por fin recibió cristiana sepultura”.

Tal es el horror de la manipulación, del fervor inducido, del culto a la personalidad. Mis valedores: este es el efecto de los medios de acondicionamiento social. Esto somos nosotros. Todo esto es México, nuestro país. (Laus Deo.)

 

Aplastar la memoria histórica

El emperador había manifestado a sus generales que Puebla  recibiría con flores al invasor. La defensa de Puebla después de la derrota del 5 de mayo demostraría a quien aún tuviese dudas, que los mexicanos empezaban a serlo.

Exacta la afirmación del historiador. Con Juárez y sus liberales se fue integrando una verdadera nación, compuesta de verdaderos mexicanos. Antes la revolución Ayutla y de las Leyes de Reforma que crearon tales beneméritos no existía un concepto de patria y de patriotas, y es por ello que el territorio fue desgarrado por cuanto invasor se propuso medrar de un territorio indefenso, o casi.

Pero bandazos que da la historia: el vecino del norte abandona el proyecto de invasión que planeaba desde el XIX por el de absorción, que aplicó desde entonces y que hoy desemboca en ese regreso del energético a las compañías extranjeras disfrazado de reforma energética que perpetran unos entreguistas validos de la pasividad e indiferencia de las masas sociales, cuya condición de mexicanos regresa a los tiempos anteriores a Juárez y sus liberales. Trágico.

Hoy, 5 de mayo del 2014, se cumplen 152 años de la invasión francesa y la batalla de los fuertes de Loreto y Guadalupe en las goteras de Puebla, la capital. Con ánimo de que se advierta que, imponderables aparte, los mexicanos remataron en el Cerro de Las Campanas la osadía de los invasores, ahora transcribo parte del mensaje que en los barruntos de la invasión Juárez envió a la comunidad:

“Mexicanos: si se intentase humillar a México, desmembrar su territorio, intervenir en su administración y política interior o tal vez extinguir su nacionalidad, yo apelo a vuestro patriotismo y os exito a que, deponiendo los odios y enemistades a que ha dado origen la diversidad de nuestras opiniones, y sacrificando vuestros recursos y vuestra sangre, os unáis en derredor del gobierno en defensa de la causa más grande y más sagrada para los hombres y para los pueblos: en defensa de nuestra patria”.

Y ya en los primeros amagos de invasión: “El pueblo mexicano conquistó su independencia sin auxilio extranjero, y ha dejado una historia de su insurrección, que parece una epopeya por los rasgos sublimes de patriotismo de que está sembrada.

El pueblo mexicano conquistó la reforma con una heroicidad y una moderación el día del triunfo, que han  merecido la admiración de los contemporáneos imparciales; y sin otra ayuda que su fe en las ideas del siglo, abatió el coloso clerical, respetando la religión. Marcó el hasta aquí a los abusos y enalteció el dogma, emancipándolo de la liga de oro que le unía con el poder civil.

El pueblo mexicano, que en pocos años ha consumado dos obras tan grandiosas, no puede ser esclavizado por ninguna nación del mundo, y puede luchar y luchará en esta vea, como en otras, para probar que tiene vida para ser independiente, que tiene inteligencia para ser progresista, que tiene valor para defender el suelo en que le colocó la  Providencia…”

En enero de 1862 se presentaban las escuadras extranjeras frente a la ciudad y puerto de Veracruz. Más tarde se iniciaría la invasión, pero entonces…

Y aquí la importancia de la memoria histórica. Si tan admirables epopeyas  mexicanas son ignoradas por las masas sociales, ¿cómo pudieran servir  de ejemplo frente a la reforma energética? ¿Hoy qué dirá de la invasión francesa el discurso oficial? ¿De la absorción de EU qué podrá decir? Mis valedores: este es el gobierno que hemos aceptado. Esto somos nosotros. Todo esto es México, nuestro país. (¿Y..?)

Las masas olvidan…

Hoy, la mente atiborrada de cadáveres en San Martín Texmelucan, recuerdo las explosiones de aquel 22 de abril de 1992, cuando hicieron explosión los lloraderos de gasolina que inundaban las cañerías del Sector Reforma, en Guadalajara. El entonces presidente Salinas prometió castigo para los causantes de la tragedia que dejó cientos, miles de víctimas. De esto han pasado ya 18 años.  ¿Y? Lo advertía Juan Delgado N. en el Congreso jalisciense:

El caso no tiene por qué cerrarse, a menos que los ciudadanos lo olviden. Por cuanto a esta Comisión: es hora de que no tiene acceso ni siquiera a los peritajes del caso…

Contestó Alberto Orozco, ex-gobernador panista: “¿Y qué? ¿Nos  vamos a pasarla vida  llorando?” Y el canónigo Felipe Buz: “Este hecho de las explosiones no debe provocar polémicas. Hay que olvidar”. El obispo Guadalupe Martín Rábago  hizo un llamado al olvido y la reconciliación…”

Olvido. Reconciliación, impunidad, la domesticidad y al resumidero la memoria histórica. “Los damnificados presentan querella ante la Procuraduría Gral. de Justicia de Jalisco contra el gobernador Guillermo Cosío Vidaurri, por ejercicio indebido y abandono de servicio público, abuso  de autoridad y genocidio en grado de tentativa”, y que las víctimas de la explosión no fueron las 210 que afirma el gobierno. Fueron 2 mil 197. En los días que estuvo acordonada la zona por ejército y policías, se rescataron cientos de cadáveres más, que por las noches se llevaron a hornos crematorios del Ejército y privados. Se quemaron 70 cuerpos diarios durante 27 días. Pero ustedes, priístas, espérense, que ya vienen las elecciones.

Pasadas las elecciones, “en el olvido, damnificados de las explosiones experimentan impotencia, coraje, decepción y falta de justicia. Lilia Ruiz, representante de los lisiados, dijo que el triunfo de Acción Nacional en el gobierno se debió en mucho a su dolor, ya que la sociedad puso todas sus esperanzas en el nuevo partido, que los ha abandonado por completo. Su situación no mejoró con el cambio, y al contrario: la poca ayuda que conservaban (despensas) les fue retirada por el gobierno panista para comprar pavimento”.

Año 2 mil. “El Congreso del Estado promete que reabrirá las investigaciones, pero más de 500 afectados reclaman justicia, ya que su situación se agrava y las autoridades han actuado con una política de limosnas en lugar de reparar el daño por un mandato judicial. Acusan al  panista Alberto Cárdenas de dar carpetazo al problema social”.

1996. “Tras larga agonía, muere otra víctima de la explosión, por daños cerebrales. Cuatro años los pasó en estado vegetativo, después de que su padre murió en la explosión”. Abril de 1993. El ex gob. Alberto Orozco Romero: “Ya, señores. Hablar del 22 de abril es insano. Yo odio ocuparme de ese asunto. No vamos a pasar el resto de la vida hincados, llorando. La tragedia ocurre en cualquier país, las guerras cobran miles de muertos, y no por eso la gente se pasa el resto de la vida llorando a los caídos. Ya. Definitivamente no podemos vivir sólo de llorar tragedias. Miren: los familiares, si desde el cielo nos están viendo, verán con más simpatía que estemos reconstruyendo, y a ellos les gustaría más que estuviéramos laborando, más que llorar y llorar junto a su tumba. No podemos seguir rumiando el rencor”.

Antonio Lozano, el entonces procurador: “El caso es cosa juzgada. No puede reabrirse el expediente en virtud del precepto constitucional”.

Impunidad. Es México. (Nuestro país.)

A su memoria

Esos hombres eran moralmente superiores porque cada uno era capaz de sentir gran amor por la humanidad”.

Fue en la ciudad de Chicago, un primero de mayo de 1886, cuando el capitalismo perpetró el  crimen monumental contra un grupo de obreros que en su lucha por la jornada laboral de ocho horas y un pago salarial menos injusto aventaron su vida en prenda y alcanzaron el rango no tanto de mártires, a mi juicio, cuanto de héroes civiles. Ellos fueron August Spies, George Engel, Albert R. Parson, Adolph Fisher y Louis Lingg. ¿Lo sabrán hoy mismo los obreros mexicanos? ¿Cuántos de ellos lo conocerán?

Aquel primero de mayo, dice la crónica, amaneció caluroso. Muy temprano el sol doraba los patios de la prisión. En su respectiva celda de condenados a muerte ocho cautivos aguardan el patíbulo. Un ruido de cerraduras marca el final. Spies detiene su ambular de león enjaulado. “¿Ya es hora?”, pregunta. “Vamos afuera”, dice uno de los celadores, mostachos grandes e hirsutos. En la celda de Parsons, el que comanda el grupo de celadores ordena: “Vamos afuera”. “Así pues, llegó la hora de la verdad. Vamos”.

Rumbo a la horca: “Las leyes de ustedes están en oposición  a la naturaleza y con ellas roban a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar. ¡Tiempo llegará en que nuestro silencio será más poderoso que las voces que hoy estrangulan ustedes!”

Mientras lo conducían fuera de la celda Lingg comenzó a decir: “No es por un crimen por lo que nos condenan. Es por…” Y guardó silencio. Cinco de los ocho anarquistas condenados a la horca por la justicia de Illinois habían sido concentrados en un saloncillo de la prisión federal, no lejos del “portón de entrada” (para ellos nunca más “portón de salida”). Pálidos, tranquilos, los condenados a muerte se miraron. “Salud, compañeros”. Intentaron una sonrisa. “¿Listos?”, preguntó el celador de los grandes mostachos. “Listos”, contestó Spies.

No es por un crimen por lo que nos condenan, repitió Lingg. “Nos condenan por nuestros principios, pero yo desprecio…” Guardó silencio. Afuera sonaban las 10 de una mañana caliente en Chicago. Ya ante el patíbulo, Lingg iba a completar su mensaje final: “No es por  un crimen por lo que ustedes nos condenan; es por nuestros principios. Los desprecio a todos, desprecio su orden, sus leyes, su fuerza, su autoridad. ¡Ahórquenme!”

– Las leyes de ustedes, dijo Engel, están en oposición con las leyes de la naturaleza, y mediante ellas roban a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar. ¡Estoy listo!

– Pueden ustedes sentenciarme –Spies-. Pero que al menos se sepa que en Illinois varios hombres fueron sentenciados a muerte por pensar en un bienestar futuro, por no perder la esperanza en el último triunfo de la libertad y la justicia.

– Creen tener derechos sobre las personas, sus vidas y su libertad, y aun el derecho a asesinar a quienes les son incómodos, cuando son diferentes, cuando no son parte de la amorfa masa o rebaño servil -Fisher-. Si la muerte es la pena correlativa a nuestra ardiente pasión por la libertad de la especie humana, entonces lo digo muy alto: ¡dispongan de mi vida!

Al pie de la horca, Parson: “Sobre el veredicto de ustedes quedará el veredicto del pueblo, para demostrar las injusticias sociales de todos ustedes, que son  las que nos llevan al cadalso. Pero quedará el veredicto popular para decir que la lucha social no ha terminado por tan poca cosa como es nuestra muerte”.

Héroes civiles de la lucha obrera contra el explotador. (A su memoria.)

Amor desdichado

Media tarde de domingo en el jardincillo del manicomio, a donde acudí a visitar a la tía Gabriela. Aquí el final de esta historia de amor sin ventura:

Que con su marino danés, amor malaventurado, la susodicha tía Gabriela tocaba muelles fantasmales y en barrios penumbrosos se hundía en el desaforado amor entre negras de pechos empitonados que llevan pelambre color azafrán. Una jornada marinera que esta vez realizaba en sueños, atrapada en los roquedales zacatecanos.  Lóbrego.

La tía Gabriela tiró su fortuna al mar. En una de sus fugas  cayó en la manía:  barco que llegaba a puerto, barco al que trepaba la malmaridada de la soledad, y entre los marineros buscaba al ausente, y al desengaño se acercaba a babor, echaba al vuelo las zarcas pupilas, humedecidas de yodo y de sal, y de su escarcela extraía las monedas que sus dedos alcanzaban a tomar y, los ojos cerrados y en la boca, en susurro, la invocación del ausente, a lo calmoso las dejaba ir a las ondas del mar…

Y hasta aquí la verídica historia de amor. Tan verídica como son todas esas historias donde intervienen amor y cordura, locura y  soledad. “La herencia me hubiese durado unos años más, y con ella mi chifladura de maromear de barco en barco navegando con bandera de trascuerda, pero qué fortuna resiste tantos sexenios de infamia. Pero  nosotros, aguantando…

Yo agaché la cabeza. No lejos, un esquilón. El rosario. Aquí, la cabeza se nos llenaba de pájaros. En el follaje, condóminos alboroteros, los visitantes alados se disponían a dormir. Dije, nomás por decir:

– Qué relación pueda haber entre el derroche de su fortuna y la mala fortuna de permitir que una cáfila de logreros trepe a Los Pinos. Usted arrojó al mar todos sus oros hasta quedarse como está, mírese. Por qué culpar a Los Pinos.

– ¿Por qué? Ahora lo verás. Antes, cuando el país disfrutaba de un discreto pasar, ¿cuántos barcos nos llegaban a los puertos? Pocos, y a cargar mercancía. Uno a Manzanillo, a Veracruz, algún desbalagado a Acapulco. ¿Cuántas monedas podría yo sembrar en el mar? Ah, pero los proyankis se culimpinaron ante la rapacidad del modelo neoliberal, ¡y la invasión de los barcos! Navíos fuereños copeteados de frijol para puercos (que consumimos nosotros), ¡y maíz, y  frutas del trópico!,  falluca, quincalla, y tú sabes: quincalla otorga. Barcos y más barcos, cargas y más cargas, pacas y más pacas: calzones de segundos cachetes, armamento para narcos, dinero sucio del Vaticano, el del bergante JPII. No, y los huevos que aquí faltan.  A ver si a ti, cuando menos, te da algún amago de vergüenza. Ah, tantos navíos, tantos marineros, ¡pero nunca el de mi danés!

Y aquel manso llorar en el más apartado rincón de un manicomio hasta donde la intolerancia familiar fue a empozar a la tía Gabriela, “¡Porque quien alimenta el mar con dinero sólo puede estar mal de la cabeza!”

– Hijo Tomás, ¿me llevarás algún día a las orillas del mar?

La tarde se oscurecía cuando dejé a la tía Gabriela. Mientras trepaba en el volks me sentí basura y humano redrojo, porque eso de prometer llevarla hasta los puertos donde decenas y más decenas de barcos, frenéticos, siguen acarreándole al México soberano e independiente su qué comer. (¿Y nosotros, en tanto?)

Ahí, sobre el asiento del volks., en La Jornada del pasado lunes: La dependencia alimentaria de México ha aumentado de manera alarmante.

¿Y? (el del pasado régimen.) ¿Por qué preocuparnos?, Sale más barato importarlos.

Ah, mexicanos. (En fin.)

Yo, aquel suspirar…

Que la dependencia alimentaria de muestro país ha aumentado de modo alarmante, acusa la nota periodística publicada de la semana anterior, y que esa dependencia alimentaria se deriva del abandono en que los sucesivos gobiernos han mantenido al agro y la creación de un mercado que concentran y acaparan las grandes empresas. Total, que tales achaques provocan la insuficiencia de la producción nacional. Todo esto, y mucho más, es México. Mis valedores:

Leí la noticia y fue entonces cuando, a propósito, me decidí a relatar para todos ustedes la historia de mi tía Gabriela, una sota moza de tierra adentro y mediana edad a la que un domingo de aquellos fui a visitar al manicomio. Mi tía la de las zarcas pupilas…

Después de su amor malaventurado y la separación de aquel marino danés de nombre impronunciable, mi tía Gabriela regresó al caserón familiar y a la familia de muy noble estirpe,  pero en su diario vivir dentro de unos muros antañones que olían a pétalos recién macerados evidenciaba que había quedado irremisiblemente dañada del mar y sus marineros, y fue así como de los peñascales de mi Zacatecas se volvió a fugar. La tía Gabriela desapareció, y en mucho tiempo de la soñadora de mala ventura no volvimos a saber ni su rastro. Y es que la malquerida, buscando de puerto en puerto al danés de impronunciable nombre  que ella repetía en sueños, pasó de Tuxpan a Veracruz, y de ahí a Coatzacoalcos, a Salina Cruz, a aquel remoto Puerto Peñasco, buscando durante doce, quince años, al perdido amor. Y vaciando en los mares el resto de su fortuna…

– Tú sí me entiendes, ¿verdad? Siento que tú me comprendes porque estás chiflado como yo, pobrecillo niño viejo. ¿O viejo niño, tal vez? ¿Qué edad tienes? ¿No sientes que tú y yo andamos viviendo de más y en un mundo ajeno? Como que habitamos en vidas hurtadas a sus legítimos dueños, ¿no lo percibes a medias de esta tarde de domingo? Ay, ay, que lo dijo el poeta: “Tanta vida y jamás”. Tú sí me entiendes, ¿verdad que tú sí me entiendes..?

Las zarcas pupilas se le rasaron. Una gota exprimida del ánima se deslizó mejilla abajo. En un pecho que fue de cimas y era de simas, el suspirar. Yo, el deseo de salir de aquel rinconcillo remoto del jardín trasero del manicomio, y un impulso de recomponer la figura, que se me desencuadernaba, y salir huyendo. Porque yo digo, mis valedores, ¿habrá dolencias más pegadizas que locura y tristuras? Dios, yo con estos mostachos y haciendo pucheros…

– Tú sí entiendes que yo, buena amante del mar, nunca iba a poder vivir en nuestro Zacatecas, ¿verdad? Demasiada tierra, demasiados peñascos. ¿Sabes, hijo? En ciertas noches de fantasías en brama hasta mi duermevela arribaba el barco aquel cargado de marineros, y atracaba en un puerto en penumbra, y mi amoroso danés bajaba la escalerilla al encuentro de mis brazos, y me subía a bordo, y esto era pasarnos la infinita noche tocando puertos de nombres exóticos y atracar en muelles fantasmales,  y en barrios penumbrosos acompañar a mi danés entre rones y negras de pechos empitonados que llevan pelambre color azafrán. Todo en mis sueños, lástima.

Y escucha, porque tú, chiflado también,  sí me entiendes: duelen los sueños más que la realidad porque son mucho más crueles, ya que ellos no se prestan a la ilusión, como la realidad. ¿Oyes allá, lejos? Como trenes que se despiden, ¿Estás oyendo, Tomás..?

Yo, a modo de respuesta, sólo agaché la cabeza. Suspiré. Qué más…

(El final de este desventurado amor, mañana.)

Gaviota y amor

La dependencia alimentaria de México ha aumentado de modo alarmante por el abandono del campo, la insuficiente producción nacional, y un mercado que concentran las grandes empresas.

La nota en el matutino del pasado lunes me lleva a contar para ustedes esta historia de amor:

Fue un domingo en la tarde. Apático, el sol. Entelerido.

– Acércate, hijo. Mi chifladura es pacífica –y la tía Gabriela sonreía.

Yo, por aquello de las dudas, al reunirme con ella en el jardincillo apacible del manicomio me fui a sentar en el otro extremo de la banca. El bochorno me impedía hablar. Ni dónde poner los ojos. Ella:

– Acércate, que tu tía es inofensiva.

De ganchete la observé; la reclusión le ha conferido una apariencia de beatitud: carnes amojamadas, traslúcida la piel y mansos sus ojos, como moldeados para columbrar distancias y ausencias, sobre todo de pupilas adentro, donde más lejanas son las ausencias y más ausentes las lejanías.  La oí suspirar…

Y fue así, mis valedores; aquel cacho de domingo lo pasé con la tía Gabriela por hacerle compañía, por aligerarle la soledad. Ah, las tardes de domingo, del día más lóbrego, letárgico y macilento para quienes habitamos en la almendra de la soledad; los suicidas en ciernes, los nostálgicos, los desahuciados, los abandonados, yo…

Una historia de amor. Según la plática familiar, desde muy tierna mi tía Gabriela vivió las horas muertas hojeando un viejo álbum de estampas marinas que le cayó  por causalidad. Barcos, sí, todo tipo de barcos: balandros, veleros, bajeles, navíos de ágiles velas, trasatlánticos que, frente a las pupilas de una tía fantasiosa, cruzan eternamente las ondas del glauco mar. A la de fantasía atorrenciada los ojos se le iban, encandilados, tras la salina inmensidad, y su espíritu se llenaba de gozo y se sacudía en urgencias de tornarse gaviota que, alas de argentada espuma, marcara la ruta marinera sobre los lomos del mar. “Boga, boga, marinero. Boga, boga, bogavante”. Canturreos…

Mi tía Gabriela creció, alcanzó la edad de merecer, y entonces vino a heredar la fortuna de aquel su padre minero de ascendencia rubia y apellido con reminiscencias de whisky escocés. Fue entonces cuando la susodicha tía se desapareció por primera vez. Cierta madrugada anocheció y no amaneció, que se nos fue de viajante en aquel carromato sonámbulo que, como el son, “se lleva a los hombres a las orillas del mar”. La enamorada del océano y sus marineros iba al encuentro de su destino: conocer el mar, las gaviotas, los barcos, los marineros. “Boga, boga, bogavante…”

Veracruz. Ahí estaba aquella mañana la tía Gabriela, el vivo asombro en las zarcas pupilas frente a la rizada inmensidad. En el muelle, cabeceando su modorra, el barquito camaronero.

-Uno de juguete, comparado con los navíos de mi niñez, los del libro de estampas. ¿No te estoy aburriendo, hijo?

De ahí en adelante, los puertos: Tuxpan, Coatzacoalcos, Salina Cruz, Manzanillo, algún Champotón, algún ignoto Puerto Peñasco. Y entonces a marinar, en la mejor de sus acepciones. La tía Gabriela, novelera velera de vela y timón…

Un hombre de mar, danés, fue el gran amor de mi tía la de una fantasía encandilada. Con aquél de nombre impronunciable anduvo los siete mares y algunos más, y con él dilapidó media fortuna por la fortuna de dilapidarla con él. Pero ya de vuelta al hogar, aún paciente impaciente de aquel sufriente amor de nombre impronunciable…

(Mañana.)

Memoria histórica

Ayer olvidamos la invasión norteamericana a Veracruz, o nunca supimos de ella. Hoy hemos olvidado las explosiones del 22 de abril de 1992, cuando hicieron explosión los lloraderos de gasolina que inundaban las cañerías del Sector Reforma, en Guadalajara. El entonces presidente Salinas prometió castigo para los causantes de la tragedia que dejó cientos, miles de víctimas. De esto han pasado ya 22 años.  ¿Y? Lo advertía Juan Delgado N. en el Congreso jalisciense:

El caso no tiene por qué cerrarse, a menos que los ciudadanos lo olviden. Por cuanto a esta Comisión: es hora de que no tiene acceso ni siquiera a los peritajes del caso.

Contestó Alberto Orozco, ex-gobernador panista: “¿Y qué? ¿Nos  vamos a pasarla vida  llorando?” Y el canónigo Felipe Buz: “Este hecho de las explosiones no debe provocar polémicas. Hay que olvidar”. El obispo  Martín Rábago  hizo un llamado al olvido y la reconciliación”.

Olvido, impunidad. “Los damnificados presentan querella ante la Procuraduría Gral. de Justicia de Jalisco contra el gobernador Guillermo Cosío Vidaurri, por ejercicio indebido y abandono de servicio público, abuso  de autoridad y genocidio en grado de tentativa”, y que las víctimas de la explosión no fueron las 210 que afirma el gobierno. Fueron 2 mil 197. En los días que estuvo acordonada la zona por ejército y policías, se rescataron cientos de cadáveres más, que por las noches se llevaron a hornos crematorios del Ejército y privados. Se quemaron 70 cuerpos diarios durante 27 días. Pero ustedes, priístas, espérense, que ya vienen las elecciones.

Pasadas las elecciones, “en el olvido, damnificados de las explosiones experimentan impotencia, coraje, decepción y falta de justicia. Lilia Ruiz, representante de los lisiados, dijo que el triunfo de Acción Nacional en el gobierno se debió en mucho a su dolor, ya que la sociedad puso todas sus esperanzas en el nuevo partido, que los ha abandonado por completo. Su situación no mejoró con el cambio, y al contrario: la poca ayuda que conservaban (despensas) les fue retirada por el gobierno panista para comprar pavimento”.

Año 2 mil. “El Congreso del Estado promete que reabrirá las investigaciones, pero más de 500 afectados reclaman justicia, ya que su situación se agrava y las autoridades han actuado con una política de limosnas en lugar de reparar el daño por un mandato judicial. Acusan al  panista Alberto Cárdenas de dar carpetazo al problema social”.

1996. “Tras larga agonía, muere otra víctima de la explosión, por daños cerebrales. Cuatro años los pasó en estado vegetativo, después de que su padre murió en la explosión”. Abril de 1993. El ex gob. Alberto Orozco Romero: “Ya, señores. Hablar del 22 de abril es insano. Yo odio ocuparme de ese asunto. No vamos a pasar el resto de la vida hincados, llorando. La tragedia ocurre en cualquier país, las guerras cobran miles de muertos, y no por eso la gente se pasa el resto de la vida llorando a los caídos. Ya. Definitivamente no podemos vivir sólo de llorar tragedias. Miren: los familiares, si desde el cielo nos están viendo, verán con más simpatía que estemos reconstruyendo, y a ellos les gustaría más que estuviéramos laborando, más que llorar y llorar junto a su tumba. No podemos seguir rumiando el rencor”.

Antonio Lozano Gracia, el entonces procurador: “El caso es cosa juzgada. No puede reabrirse el expediente en virtud del precepto constitucional”.

Mis valedores: esta es la impunidad. Esto es México, nuestro país. ¿Y nosotros? (Ah, masas…)

Comes y te vas

Pasó la efeméride. Con la consabida cautela el Sistema de poder tuvo que referirse a la invasión de marines a la ciudad de Veracruz. Pero, mis valedores, semejante prudencia no es privativa del gobierno actual, que se manifestó con Fox cuando el malaventurado episodio del “comes y te vas” al comandante Fidel Castro Ruz, cuya presencia en México fue vetada por el norteamericano  Bush junior. Pero sí, que la historia se repite. Décadas antes ocurrió, a decir del cronista:

“Solíamos hablar, entre nosotros, de atraer a Rubén Darío. Valenti, uno de los nuestros, nos oponía siempre con esta advertencia profética:

– No, nunca vendrá a México. No tiene tan mala suerte.

Rubén Darío vino a México, por su mala fortuna, en 1910, para la celebración del Centenario de la independencia, Fue enviado a México por el gobierno de Nicaragua.

Vinieron días aciagos; el Presidente Madriz cayó al peso de Washington, y el conflicto entre Nicaragua y los EEUU se reflejaba en México. La nube cargada estallaría al menor pretexto, y ninguna ocasión más propicia para desahogarse contra el yanqui que la llegada de Darío. El hormiguero universitario pareció agitarse. Los organizadores de sociedades, los directores de manifestaciones públicas habían comenzado a distribuir esquelas y distintivos. La aparición de Darío se juzgó imprudente; quedó detenido en Veracruz, y de incógnito pasó a Jalapa. Un hacendado lo invitó a cazar conejos…

Lo hicieron desaparecer y en la celebración del Centenario se encontraba en La Habana. Acosado por los periódicos, Federico Gamboa, el novelista y diplomático, tuvo que expresar su opinión. Como no había medio de salir airoso del trance contentando a todos, prefirió salir a lo discreto, resolviendo las preguntas del reportero en estos o parecidos términos:

– Es una verdad reconocida que todo problema de Derecho internacional debe plantearse de manera que las premisas correspondan exactamente a la realidad de los hechos, para que así pueda científicamente asegurarse, etc..

No quería molestar al gringo ni perder el tiempo en discutir, conforme a derecho, lo que estaba decidido ya conforme a prudencia. Darío iba a recibir más tarde un desagravio en los Estados Unidos. La Sociedad Hispánica de Nueva York, la Liga de Autores de América, la Academia Americana de Artes y Letras, lo saludaron con entusiasmo. Alfonso Cravioto, en nombre del Ateneo, fue hasta Veracruz a llevarle el saludo de los intelectuales. Darío:

“El Gobierno mexicano me declaraba huésped de honor de la nación. Al mismo tiempo se me dijo que no fuese a la capital, y que esperase la llegada de un enviado del Ministerio de Instrucción Pública. Entretanto, una gran muchedumbre de veracruzanos, en la bahía, en barcos empavesados y por las calles de la población, daban vivas a Rubén Darío y a Nicaragua, y mueras a los EEUU. El enviado del Ministerio de Instrucción Pública llegó con una carta del Ministro, don Justo Sierra, en que, en nombre del Presidente de la República y del Gabinete, me rogaba que pospusiese mi viaje a la capital. Y ocurrió algo bizantino: el gobernador me decía que podía permanecer en territorio mexicano unos cuantos días, esperando que partiese la delegación de los Estados Unidos para su país. Yo tenía mis razones para creer más, porque me daba a entender que aprobaba la idea mía de retornar en el mismo vapor para La Habana.

Hice esto último, pero antes visité Jalapa, que generosamente me recibió en triunfo, y el pueblo de Teocelo, donde fui aclamado”.

Es México, mis valedores. (Y qué país…)

Del éxodo y el llanto

Iba a ser en abril, pero de 1931, cuando los españoles proclamaron su Segunda República. También iba a ser también en abril cuando un tal generalísimo, “caudillo de España por la gracia de Dios”, inició su dictadura. Ahí se iba a desgranar la mazorca de exiliados que se desparramaron por todos los rumbos de la rosa. Para fortuna de tantos,  pero más para nosotros, Lázaro Cárdenas recogió la arribazón de tantos que tanto bien iban a generar al país en tantas ramas del arte, la ciencia, la industria,  el pensamiento filosófico, en fin.

Estoy mirando en las fotos niños de ayer que hoy son ancianos y ancianos que hoy son sombra, polvo y un persistente recuerdo. Telón de fondo, la imagen imponente del navío  Sinaia, que en mayo de 1939 nos trajo a la flor y el espejo de una España que tras la masacre de la República se moría de la otra mitad, que dijo el poeta. Los trasterrados iban a insuflar una bocanada de oxígeno fresco en la cultura nacional. Beneméritos.

Hoy, muertos la mayoría, dejaron entre nosotros y acá se nos queda su voz poética, y de ella espigo estos fragmentos en los que, frente a un retorno por entonces imposible –que aún existía aquel generalísimo de todas las Españas-, vislumbraban la querencia “del éxodo y el llanto”. Océanos, tierra y derrotas de por medio, Juan Domenchina y la ausente presencia de Madrid:

“Cómo me dueles y me sobresaltas – en ti y sin ti, por próximo y distante – Cómo te llevo a mal traer, errante; – cómo mis brincos de ternura saltas. – Cómo te siento aquí, porque me faltas – y allí en tu estar y ser, tierra constante – donde se llenan de tu luz radiante –  los días, y las noches son tan altas…”

Los campos de Castilla, en la añoranza de Ernestina de Champorcin: “Te sueño con palmeras y un cielo sin celajes – cristal inconmovible de insólita pureza – espejo sin ternura donde apenas tropieza – algún árbol reacio a todo vasallaje…”

Gente, hontanar y raíz que atrás se quedaron a la hora de la desbandada, Rafael Alberti: “¿Quiénes sin voz de lejos me llamáis – con tan despavorido pensamiento – y en aterrado y silencioso viento – sin sonido mi nombre pronunciáis…?”

Luis Cernuda, poeta dulce y blasfemo, amante de su distante España  hasta los entresijos del tuétano: “¡Si nunca más pudieran estos ojos – enamorados, reflejar tu imagen! – ¡Si nunca más pudiera por tus bosques –el alma en paz caída en tu regazo – soñar el mundo aquel que yo pensaba – cuando la triste juventud lo quiso! – Tú nada más, fuerte torre en ruinas – puedes poblar mi soledad humana…”

Pedro Garfias, poeta de los mayores, un mísero destino y una vida arrastrada: “Tus cordilleras de salvaje aliento – tus íntimas, profundas, dulces vegas – tus eriales rutilantes al sol – como medallas de tu pecho presas – y tus altos castillos apoyando – en tu bastón, una vejez sincera – mirando eternamente, España mía, – sobre la palma de mi mano abierta…”

Y así también Agustí Bartra, Nuria Parés, Luis Rius, Emilio Prados, Moreno Villa y tantos más. Hoy cuánto se antoja decir sin ruido, de pensamiento adentro, esto de un León Felipe que murió sin volver a lo que vivió añorando:

A tus entrañas vuelvo, Madre  (…) – Que ya no quiero más que esto: – volver a las primeras sombras de mi cueva materna – y al pozo profundo de mi huerto familiar – cuyas aguas antiguas tienen las mismas sustancias que mi sangre…”

El español del éxodo y el llanto; el poeta de la memoria y la nostalgia de la raíz. Hoy, aquí,  su voz y su nostalgia. (Exodo y llanto, España.)

¡Que se larguen esos perros!

A la memoria histórica me referí ayer, esa de la que gobiernos totalitarios y dictaduras perfectas se empeñan en despojarnos. Pero no ir a olvidar, mis valedores, que fue un día como ayer, pero 1914, cuando el que hoy invade Iraq y Afganistán descargó sus tropas en la ciudad y puerto de Veracruz y masacró a tantos patriotas “porque las autoridades mexicanas se niegan a saludar a nuestra bandera”.

Aquel  21 de abril de 1914, a las 11 horas con 20 minutos, soldados de infantería yanqui descendían del Florida, el Utah y el cañonero Pariré, e iniciaban la invasión, y fue entonces: “El pueblo jarocho, cantando La Adelita,  se lanzó a las calles. Se produjeron escenas de tremendo patetismo. Aureliano Monfort, gendarme, fue el primer patriota mexicano abatido por las balas dum-dum, expansivas del invasor. Horas después, entre tanto defensor anónimo, caería asesinado Andrés Montes, carpintero de oficio. Dramático fue el caso de la muerte de Charrito, un humilde vecino del puerto. Loco porque ya no tenía parque, se echaba pecho a tierra gritando: “¡Viva México! ¡Viva México! Y lo mataron.

Los vecinos, al verlo morir, lo enterraron ahí mismo, en la calle. Charrito

El cadete Virgilio Uribe cayó de espaldas. Horas después se acercó un anciano y preguntó: ‘¿Qué nuevas me dan de mi hijo?’ Le presentaron una guerrera manchada de sangre. El anciano besó aquella sangre mientras lloraba en silencio…”

El testimonio de la niña que se quedó huérfana cuando una bala expansiva le asesinó a Andrés Montes, su padre: “Estaba yo en el colegio cuando nos despacharon a casa porque los gringos iban a entrar. Mi mamá estaba muy azorada porque habría tiros y cañonazos. Mi papá estaba trabajando en la carpintería que teníamos en la casa. Estaba callado, trabajando en silencio.

Eramos seis hijos: la más chiquita tenía 10 meses de nacida. Mi papá salió de la casa al oír los primeros disparos. No regresó sino hasta las 6 de la tarde y ya venía armado con un rifle, unos tiros y  dos tanates de pan y miniestras para que tuviéramos qué comer mientras él estaba afuera. Como si lo estuviera viendo ahora mismo: mi mamá, rodeada de nosotros, le suplicaba: ‘No te vayas, Andrés, no nos abandones, mira que tenemos niños muy chiquitos. ¿Qué hacemos si te matan? ¡Hazlo por nosotros!’ Mi padre, que siempre fue muy callado, pronunció tranquilamente estas palabras:

Ahorita no tengo madre, ni esposa, ni hijos. Sólo veo que tengo una patria muy linda y tengo que defenderla de la infamia yanqui. Aquí te dejo colgado este machete: anoche lo afilé bien para que al primer gringo que se atreva a entrar en esta casa, le moches la cabeza”.

Mi mamá le rogaba que se quedara; él la agarró y le dio un empujón, y fue así como pudo quitar la tranca de la puerta y salirse a la calle otra vez. Como mi papá no llegó en toda la noche, en la mañana salió a buscarlo mi madre. Era un peligro, pues los tiroteos seguían. Fue entonces cuando supimos: mi papá peleó solo, callado. Lo mataron al anochecer. Una bala expansiva le destrozó el estómago. Ya no fui a la escuela. Mi mamá nos dijo: ‘ahora todos tendremos que trabajar’”.

Entretanto el cadete José Azueta,  19 años de edad, agonizaba en el hospital de la Cruz Blanca Neutral. El contralmirante Fletcher envió unos cirujanos para que lo atendieran. El joven héroe, al verlos, se cubrió el rostro con la sábana:

– ¡De los invasores ni la vida! ¡Que se larguen esos perros!

Por cuanto a nosotros,  ¿ignorarlo, olvidarlo al gusto del Sistema de poder?  (Trágico.)