Y uno que otro viejo güey

El reciente periodo de vacaciones. Al tema nos referimos en la tertulia de anoche. En la charla salieron a relucir playas, tangas y fritangas, recalentamientos de sol y alguno (efímero, circunstancial) de catre y motel. La llegada del maestro interrumpió los alardes del don Juan juguero.

– Para quien permaneció en el DF ahí estaban, todos suyos, museos, zoológicos, los murales de Diego, Orozco, O’Gorman. Si salieron a carretera: en Guadalajara extasiarse frente al rostro del Hidalgo de Orozco, en el Palacio de Gobierno, y ante el «Hombre Pentafisico, o «El hombre en Llamas», en el paraninfo del Hospicio Cabañas. «¿Visitó usted, señor valedor, el Museo Goitia, en la bizarra capital de Zacatecas? ¿Contempló una vez más el admirable patetismo de Tata Jesucristo?» -el maestro.

Intenté ponderar esa maravilla pictórica, pero el entusiasmo se me había congelado: allá, afuera, Pedro Infante juraba a gritos que «Mis compañeros / son mis buenos animales / chíii-vos y mulas / y uno que otro viejo güey».

Un repentino silencio. Luego, Don Tintoreto: «¿Dijo son mis buenos animales? Me pareció escuchar: «son mis buenos familiares».

-De haber dicho «familiares«, a sus cualidades hubiese añadido la de profeta -el maestro, que luego sacó a relucir el cuajarón de oros y adornos barrocos y churriguerescos de las capillas de El Rosario, en Puebla, y Santo Domingo, en Oaxaca. Yo apenas lo escuchaba, por escuchar allá afuera el amorato corazón que, aquí adentro, hacia latir mi corazón. Cursi

Pepe el Toro no muere ni va a morir, me caí -le cayó al Síquiri.

Porque logró la trascendencia, pensé entre mí; esa necesidad espiritual del humano que, junto con el arraigo, la identidad y la vinculación, nos confieren salud mental Acuciante es la necesidad de «no morir del todo», que dijo Gutiérrez Nájera. Después de muerto seguir viviendo en la memoria de quienes se beneficiaron con obras que en su provecho realizamos en la vida El maestro, que me adivina el pensamiento:

– Trascendencia a la que todos aspiramos. Piensen en Bach, en Pasteur, en Miguel Angel, en tantísimos beneméritos. Oigan afuera: la manipulación de los «medios» ha efervorizado a las masas con la figura de Pedro Infante, que más allá de la carencia de obra que aproveche a esas masas que lo idolatran, con, por y para ellas tanto logró trascender que hoy día está más vivo que nunca. ?iganlo. «Cuando lejos te encuentres de mí…»

Pues sí, pero aquí lo trágico: aquél de nosotros que no pueda modificar su entorno para provecho de algunos (esa vía de agradecimiento a Dios o a Madre Natura por el don de la vida), también va a buscar y lograr, a lo negativo, la trascendencia La Mata-viejitas, el Mocha-orejas. De súbito se me vino el ejemplo definitivo. Dije: «Erostrato, maestro».

Erostrato, dijo él. ¿Saben ustedes quién era el tal? No un filósofo ni un general de vida hazañosa no. (Caminó al librero y tomó un diccionario. Leyó en alta voz): «Erostrato, pastor de Efeso que, queriendo hacerse célebre mediante alguna acción memorable, incendió el templo de Diana en Efeso, una de las siete maravillas del mundo». Miren si el pastor logró que lo recordásemos, que su nombre se guarda en todos los diccionarios. Ah, contertulios, en nuestro país cuántos Eróstratos tienen garantizada su supervivencia por la vía negativa comenzando con el cabrero de La Estancia, San Cristóbal y El Tamarindillo, conocido con el alias de Mr. Prozac, ese al que difícilmente olvidaremos tantos, y al que tanto recuerdan y recordarán en los recordatorios familiares con todo y su «primera dama«. ¿Cuál de sus predecesores habrá asegurado trascendencia como ella? De los parientes incómodos, ¿cuál, más allá de Raúl Salinas, tiene asegurada la memoria en sus víctimas como esos hijos de toda su reverenda Marta que son los Bribiesca Sahagún? Piensen también en Montiel y su camarilla en la Gordillo y la suya en ?scar Espinosa y en uno de los tantos Madrazos que nos asestaron…

Silencio. Afuera, el esquilón de Animas en vano intentaba imponerse a Pedro. Una sirena a lo lejos. Los contertulios, uno a uno y dos y dos, se fueron yendo por la puerta Alguno, a la vista de La Lichona, soberbia vista se fue tarareando «Me he de comer esa tuna / desde la ráiz hasta el güeso«. Yo derechito, a la querencia del catre. Pero de pronto aquella zozobra De estar tendido me di el levantón, y frente a la Guadalupana me arrodillé, me la persigné, alcé los brazos al cielo (al techo), y desde el fondo del corazón:

– ¡El que tú sabes, Morenita, Erostrato irredento, sabedor de que como político nunca alcanzará la trascendencia y aplastado por la popularidad de El Peje y el carisma de Ebrard! ¡Que ese no vaya una noche de estas e incendie tu vera efigie en el ayate de Juan Diego! ¡Cuídate de ese Erostrato, Virgencita.!

Y aquel insomnio. (En fin.)

Una historia de amor

Media tarde de domingo en el jardincillo del manicomio, a donde acudí a visitar a la tía Gabriela. El final de la historia que inicié ayer:

– Tú sí entiendes que yo, buena amante del mar, nunca iba a poder vivir en nuestro Zacatecas, ¿verdad? Demasiada tierra, demasiados peñascos. ¿Sabes, hijo? En ciertas noches de fantasías en brama hasta mi duermevela arribaba el barco aquel cargado de marineros, y atracaba en un puerto en penumbra, y mi amor danés bajaba la escalerilla al encuentro de mis brazos y me subía a bordo, y esto era pasarme la infinita noche tocando puertos de nombres exóticos y bajar a fantasmales muelles, y en barrios penumbrosos acompañar a mi danés entre rones y negras de pechos empitonados que llevan pelambre color azafrán. Lástima, todo en mis sueños. Y escucha, porque tú, chiflado también, si me entiendes: duelen los sueños más que la realidad porque son mucho más crueles, que ellos no se prestan a la ilusión, como la realidad. ¿Oyes allá, lejos? Como trenes que se despiden, ¿Estás oyendo?

Y suspiraba, pobrina, y el clavar su vista en el muro. La vi perderse, desasirse de mi. De sí misma. Fuera del mundo. Más adentro de él. En sus entresijos. Me removí en la banca, y ella regresó al rincón sombroso de una casa de salud en una ciudad de locos pacíficos y cautivos, y peligrosísimos cuerdos en libertad. «Hijo, te estoy aburriendo…»

La tía Gabriela tiró su fortuna al mar. En una de sus fugas cayó en la manía: barco que llegaba a puerto, barco al que trepaba la malmaridada de la soledad, y entre los marineros buscaba al ausente, y al desengaño se acercaba a babor, echaba al vuelo las zarcas pupilas, humedecidas de yodo y de sal; de su escarcela extraía las monedas que sus dedos alcanzaron a tomar y, los ojos cerrados y en la boca, en susurro, la invocación del ausente, a lo calmoso las dejaba ir a las ondas del mar…

Curiosa manía Y hasta aquí la verídica historia de amor. Tan verídica como son todas esas historias donde intervienen amor y cordura, locura y soledad. «La herencia me hubiese durando unos años más, y con ella mi chifladura de maromear de barco en barco navegando con bandera de trascuerda, pero qué fortuna resiste tantos sexenios de infamia…»

Ya le afloró la loquera, pensé. No lejos, un esquilón. El rosario. Aquí, la cabeza se nos llenaba de pájaros. En el follaje, condóminos alboroteros, los visitantes nocturnos se preparaban para dormir. Dije, nomás por decir:

– Qué relación pueda haber entre el derroche de su fortuna y la mala fortuna de los sexenios priístas, el de Fox y el de un chaparrito, jetoncito, peloncito, de lentes. Usted arrojó al mar toda su fortuna hasta quedarse como está, mírese. ¿Y ahora culpa al Sistema de poder? No veo la…

– Yo te voy a enseñar. Más antes, cuando este país disfrutaba de un discreto pasar, ¿cuántos barcos llegaban a los puertos de este país? Pocos, y a cargar mercancía. Uno a Manzanillo, dos o tres a Veracruz, algún desbalagado a Acapulco. ¿Cuántas monedas podría yo sembrar en el mar? Ah, pero priístas, Fox y ese del que hasta el nombre desconozco permitieron y permiten la rapacidad del modelo neoliberal, y entonces…¡la invasión de los barcos! Barcos extranjeros copeteados de carne y maíz para puercos (que nosotros consumimos), frutas del trópico, falluca, quincalla, y tú sabes: quincalla otorga. Barcos y más barcos, cargas y más cargas, pacas y más pacas; repelos de llantas, calzones de segundos cachetes, armamento para narcos, material pornográfico, dinero sucio del y para el Vaticano, postizos de mujer, tequila, medicamentos, afrodisíacos y viagras. No, y huevos, a ver si a ti, cuando menos a ti, te amago de vergüenza Tantos navios, tantos marineros, ¡pero nunca el mío…!

Y aquel manso llorar en el más apartado rincón de un manicomio hasta donde la intolerancia familiar fue a empozar a la tía Gabriela, porque: «¡Quien alimenta el mar con dinero sólo puede estar mal de la cabeza..!»

– Hijo Tomás, ¿me llevarás algún día a las orillas del mar..?

La tarde se oscurecía cuando dejé a la tía Gabriela. Mientras trepaba en el volks, me sentí basura, redrojo, pariente de los Salinas, de la Gordillo, de Marta, de Norberto Rivera y Serrano Limón. Basura, porque eso de prometer a una pobre loca llevarla algún día hasta los puertos donde decenas y más decenas de barcos, frenéticos, siguen acarreándole al México soberano e independiente su qué comer. Ahí, sobre el asiento del volks., los diarios de fecha reciente: «México, sin soberanía alimentaria.». «Somos importadores crecientes de alimentos». «Arroz. Importamos el 70 por ciento del consumo nacional». «Desplome del cultivo de maíz». «Pero no preocuparse, dice Eduardo Sojo, titular de Economía. Sale más barato importarlo…»

Mi tía Gabriela. México. (Mi país…)

Perfecto amor…

Fue un domingo en la tarde, me acuerdo. Apático, el sol. Entelerido.

– Acércate, hijo. Mi chifladura es pacífica -y la tía Gabriela sonreía

Yo, por aquello de las dudas, al reunirme con ella en el jardincillo apacible del manicomio me fui a sentar en el otro extremo de la banca El bochorno me impedía hablar. Ni dónde poner los ojos. Y ella:

– Acércate, que tu tía es inofensiva, no temas.

De ganchete la observé; la reclusión le ha conferido una apariencia de beatitud: carnes amojamadas, traslúcida la piel y mansos sus ojos, como moldeados para columbrar distancias y ausencias, sobre todo de pupilas adentro, donde más lejanas son las ausencias y más ausentes las lejanías. Mi tía Gabriela. La oí suspirar…

Y fue así, mis valedores, como aquel cacho de domingo lo pasé con la tía Gabriela por hacerle compañía, por aligerarle la soledad. Ah, las tardes de domingo, del día más lóbrego, letárgico y macilento para quienes habitan en la almendra de la soledad; los suicidas en ciernes, los nostálgicos, los desahuciados, los abandonados, yo…

Una historia de amor, dije antes. Según la plática familiar, desde muy tierna mi tía Gabriela vivió las horas muertas hojeando un viejo álbum de estampas marinas que le cayó por casualidad. Barcos, sí, todo tipo tipo de barcos: balandros, veleros, bajeles, navios de ágiles velas, trasatlánticos que, frente a las pupilas de una tía fantasiosa, cruzan eternamente las ondas del glauco mar, como lo mienta Homero. A la de fantasía atorrenciada los ojos se le iban, encandilados, tras la salina inmensidad, y su espíritu se llenaba de gozo y se sacudía en unas escondidas urgencias de tornarse gaviota que, alas de argentada espuma, marcara la ruta marinera sobre los lomos del mar. «Boga, boga, marinero. Boga, boga, bogavante…» Canturreos.

Mi tía Gabriela creció, alcanzó la edad de merecer, y entonces vino a heredar la fortuna de aquel su padre minero de ascendencia rubia y apellido con reminiscencias de whisky escocés. Fue entonces cuando la susodicha tía desapareció por primera vez. Cierta madrugada anocheció y no amaneció, que se nos fue de viajante en aquel carromato sonámbulo que, como el son, «se lleva a los hombres a las orillas del mar». La enamorada del océano y sus marineros iba al encuentro de su destino: conocer el mar, las gaviotas, los barcos, los marineros. «Boga, boga, bogavante…»

Veracruz. Ahí estaba aquella mañana la tía Gabriela, el vivo asombro en las zarcas pupilas, frente a la rizada inmensidad. En el muelle, cabeceando su modorra, aquel barquito camaronero.

– Un barco de juguete, comparado con los navios de mi niñez, los del libro de estampas. ¿No te estoy aburriendo, hijo?

De ahí en adelante, los puertos: Tuxpan, Coatzacoalcos, Salina Cruz, Manzanillo, algún Champotón, algún ignoto Puerto Peñasco. Y entonces a marinar, en la mejor de sus acepciones. La tía Gabriela, novelera velera de vela y timón…

Un hombre de mar, danés, fue el gran amor de mi tía la de la fantasía encandilada Con aquél de nombre impronunciable anduvo los siete mares y algunos más, y con él dilapidó media fortuna por la fortuna de dilapidarla con él. Pero ya de vuelta al hogar, todavía paciente impaciente de aquel sufriente amor malaventurado, mi tía Gabriela evidenciaba que había quedado irremisiblemente dañada del mar y sus marineros.

Entonces de los peñascales de Zacatecas se volvió a desaparecer, y en mucho tiempo de la tía Gabriela no volvimos a saber ni su rastro. Y es que la malquerida, buscando de puerto en puerto al danés de nombre impronunciable que ella repetía en sueños, pasó de Tuxpan a Veracruz, y de ahí a Coatzacoalcos y Salina Cruz, buscando durante doce, quince años, al perdido amor. Y vaciando en los mares el resto de su fortuna…

– Tú sí me comprendes, ¿verdad? Siento que tú me entiendes porque estás chiflado como yo, pobrecillo niño viejo. ¿O viejo niño, tal vez? ¿Qué edad tienes? ¿No sientes que tú y yo andamos viviendo de más y en un mundo como ajeno? Como que habitamos en vidas hurtadas a sus legítimos dueños, ¿no lo percibes a medias de una tarde de domingo? Ay, ay, que lo dijo el poeta: «tanta vida y jamás». Tú sí me entiendes, ¿verdad que tú si me entiendes..?

Las zarcas pupilas se la rasaron. Una gota exprimida del ánima se deslizó mejilla abajo. En un pecho que fue de cimas y era de simas, el suspirar. Yo, el deseo de salir de aquel sitio, de huir, de recomponer la figura, que se me desencuadernaba Porque digo yo, mis valedores, ¿habrá dolencias más pegadizas que locura y tristuras? Dios, yo con estos mostachos y haciendo pucheros… (Más locuras, mañana)

Casi el paraíso

La corrupción en México, mis valedores. Qué lacra semejante, afirma Giovanni Sartori, es uno de los males endémicos del sistema político mexicano. Acabar con esa corrupción es uno de los más grandes pendientes que tiene el país.

Pero un momento, que yo pregunto al investigador italiano hoy de visita en México: de semejante corrupción, ¿quién es el culpable? ¿El mexicano, sus políticos? No, que el culpable directo, según la mitología apócrifa, es Zeus, el dios de los dioses olímpicos de la antigua Grecia. El apócrifo:

Caco, el ladrón de ladrones. Mírenlo ahí, en los estertores de muerte Contémplenlo todos en su agonía. Véanlo ahí, su corpachón estremecido en estertores y espasmos. Hefesto, su padre, entre lágrimas:

– Hijo mío, resiste, no te me mueras…

En el filo del estertor, Caco, se cimbra de escalofríos y mortales espasmos. La cueva el monte Aventino multiplica en ecos la agonía del ladrón mitológico. Hefesto alza el puño, maldice, impreca al heridor, que se aleja leguas adelante en la mitológica geografía:

«¡Heracles, asesino de mi Caco bienamado, maldito seas..!»

Sí, asesino, pero la culpa fue del propio ladrón, artífice que fue de su fin violento, y todo por sus malas artes y sus mañas de ladrón. Pero voy al principio. Todo comenzó cuando Hércules-Heracles arreaba una partida de reses que él mismo le había hurtado a Geríón, su legítimo dueño. Heracles llevó a cabo el hurto para cumplimentar el décimo trabajo de los que le había impuesto Euristeo, medio hermano del héroe, como condición para devolverle el trono que le pertenecía por derecho. La esperanza del hermano incómodo: que el hazañoso muriera en la empresa.

Y fue así como Heracles tuvo que librar innumerables peligros y abrirse paso matando asaltantes y demás fieras, como también al propio dueño de los ganados, el monstruo Geríón, tres cabezas y tres cuerpos unidos por la cintura. De esos tamaños era el hazañoso al que ahora Caco se atrevía a robarle unas reses que eran «de color encarnado y una belleza maravillosa…»

La noche aquella sesteaba Heracles cuando Caco el ladrón, saliendo de su guarida, le hurtó algunas de aquellas reses y, como forma de confundir al héroe, el perito en asuntos de malas artes tomó los animales por la cola y se los llevó en reversa, de modo tal que las huellas de las pezuñas parecían acercarse, cuando, en realidad, se alejaban. Ingenioso.

Y fue así como Heracles, al despertar, con desatino buscaba sus reses al tiempo que Caco, ladrón de ladrones, desde la cueva donde había ocultado el hurto gozaba el placer de haber consumado un robo más en su carrera de predador. Pero el delito no paga, dijo el que dijo, y fue así como uno de los toretes encerrados en la caverna intentó propasarse con cierta vaquilla chapada a la antigua «¡Quieto ahí, güey!» El retobo de la ofendida lo captó Heracles. «¡Caco, te voy a hacer femenino!»

En fin. Ya el héroe se aleja con su hato completo, mientras que en la caverna del Aventino Caco clamaba por su padre inmortal, este Hefesto que ahora, a su lado, sufre en su alma la agonía que la de su bienamado le causa

– Animo, trata de sobrevivir. ¡Valimiento y socorro, dioses! ¡Padre Zeus, ven en auxilio de mi hijo! ¡Sálvamelo!

El padre de los dioses acudió al llamado, pero tarde ya que la Parca había ya marcado la suerte de Caco, el ladrón de ladrones.

– Resucitarlo, eso me está vedado, pero a modo de consuelo pídeme una gracia cualquiera, y te será concedida

Suprema ironía Hefesto sólo deseaba sobrevivir en su hijo; prolongarse en él, pero esa esperanza yacía sobre el suelo rocoso de aquella cueva del monte Aventino. Y qué hacer. Contemplen a Hefesto, mírenlo gimotear. ‘Pero aún existe una forma de que tu deseo de descendencia pueda cumplirse, sólo que para hacerlo realidad habremos de viajar al otro lado del mundo. Vamos, Hefesto«.

Los tres. En espíritu. Ahí vuelan por el éter los mitológicos; ahí surcan los aires con vuelo veloz. ‘Verás que pronto encontraremos una mortal en cuyo vientre de virgen tu Caco, ladrón de ladrones, bandido de bandidos y ratero de raterazos, engendre post-mortem un descendiente, y así tu progenie logre sobrevivir».

Y ocurrió que a deshoras de la noche cierta meshica, al ir por agua al estanque, hasta el cántaro rompió; le rompieron. «No te asustes, mujer (Zeus, al oído). Alégrate, que en tu vientre albergas la simiente de un ser mitológico. Tú y Caco seréis los padres de toda una ralea de políticos cimarrones de todo signo y color». Y así hasta hoy. Que Sartori se entere. (Es México.)

Histórico reculón

La actual iniciativa de reformas a la ley para la despenalización del aborto que se ha presentado en la ALDF ha dado pie para poner en evidencia, una vez más, el rostro autoritario y fascista del PRD…

Tan ásperos conceptos se publican en la sección editorial del número más reciente del semanario «Desde la Fe», órgano oficial de la Conferencia del Episcopado Mexicano, que es decir, en última instancia, de Norberto Rivera Carrera, cardenal de la Iglesia Católica del país.

Por el dogma no pasa el tiempo. Hace años, contra el derecho de la mujer a disponer de su cuerpo, clamaba un Jonás Guerrero, obispo auxiliar de la Cd de México: ¿Qué diríamos de el Mochaorejas si nos dijeran que tiene derecho a secuestrar, a cortar los dedos de sus victimas, a asesinar a nuestros familiares? Ahora se quieren justificar los actos vandálicos de tos asambleístas del PRD, que ellos llaman «derechos»…

En el XCVIII Congreso Eucaristíco Internacional de Guadalajara, Jal. (agosto del 2004), Santiago Creel, Sec. de Gobernación de un Estado laico: El gobierno reconoce sin disimulo el papel trascendental de la Iglesia Católica, ahora en posibilidad de realizar abiertamente sus actividades, de brindar un servicio y de difundir su mensaje: un mensaje eucaristico de luz y vida

El estudioso Lavine, a propósito: La iglesia no es un actor político o económico. La religión y la política, desde los orígenes de lo que conocemos como America Latina, dependieron una de otra y se influyeron una a la otra.

Desde Gobernación, Creel Miranda «La religión católica está tejida en nuestra historia por los padres de la patria, con Hidalgo y Morelos…»

Morelos, Siervo de la Nación: «En dos ataques que nos ha dado el infernal Calleja lo hemos rechazado mediante la intercesión de María Santísima de Guadalupe, nuestra Patrona que nos sacará con facilidad…»

Francisco Bulnes, historiador mexicana «Como los curas y los frailes eran los principales agentes de la revolución, y las masas, compuestas en su totalidad de gentes supersticiosas, eran los medios de acción, se procuró dar una especie de carácter religioso a lo que sólo debía tenerlo político…

El sacerdote Vicente Amil y Feijoo, citado por J. Meyer ‘Ya sea que el príncipe haga buen o mal uso de su poder, ese poder siempre es conferido por Dios. Incluso si su gobierno es tiránico hasta el punto de que deje de ser un príncipe y se convierta en un demonio, incluso entonces… debemos seguirle siendo fieles, no permitiéndonos más recurso que el de apelar a Dios, Rey de Reyes que puede en el momento oportuno ayudarnos en nuestras tribulaciones…»

A la distancia de 177 años corridos, el doctor José Luis Mora, político liberal: «Todo lo que incide en el fervor se capitaliza en poder político para la Iglesia A mayor fervor popular, mayor control sobre los fieles, quienes se caracterizan por un alto nivel emocional, que no siempre va acompañado de una dosis de racionalidad. Cada mexicano debe preguntarse diariamente a sí mismo si el pueblo existe para el clero o si el clero ha sido creado para satisfacer las necesidades del pueblo…»

Más cercano en el tiempo, Dn. Jesús Reyes Heroles, ideólogo y analista de la Constitución, sacaba la cara por el 130 Constitucional, y yo pregunto a todos ustedes: tales conceptos, ¿han perdido vigencia?

En el pasado, en México, a nombre de la religión se quiso entrar en el cambalache político; se politizó en el mal sentido de la religión, y se dio origen a una mezcla lesiva a la libertad de conciencia y lesiva a la dignidad religiosa En nuestros días, en otros países, a nombre del cristianismo se hace mala política, se defienden intereses, que no ideas o sentimientos; se entra en el torra y daca del comercio de las cosas y de tos hombres, al amparo de la religión. Previsoriamente, nuestro texto constitucional impide la posibilidad de estas equivocantes actitudes que desmedran la religión, rebajándola de su sentido Intimo y personal, para convertirla en bandería y pretexto de facciones. Por eso se prohibe a tos sacerdotes de cualquier culto su asociación política Respeto a la religión y respeto a la política que no otra cosa es nuestro Articulo 130 constitucional. Al clero se le trata como corporación humana no divina y sabiendo que, como entidad humana dista mucho de ser inmune y ajena a los defectos y ambiciones propias de la naturaleza humana..

Pues sí, pero en eso llegó el oportunismo pragmático-utilitarista de un Salinas urgido de «legitimación» tras del atraco de 1988, y con él Gerónimo Prigione, y tras él Juan Pablo II, y a afeitar el 130 constitucional, y el reculón histórico: «Las iglesias y las agrupaciones religiosas tendrán personalidad jurídica como asociaciones religiosas una vez que obtengan su correspondiente registro». (Lóbrego.)

La humana servidumbre

Al imponerles horarios laborales de esclavitud, asignarles para el descanso los más indignos espacios, inferirles ofensas y maltratos discriminatorios y someterlas a acoso sexual, se violan sus derechos humanos. Por una labor de entre 12 y 14 horas perciben un salario que va de los 80 a los 500 pesos. Claro, sí, las trabajadoras domésticas.

Y que el Gobierno del Distrito Federal considera que su salario semanal debe ser de mil pesos, por lo que urge la legislación que lo garantice, y que no vaya a ser letra muerta. Porque, mis valedores, el ama de casa es la víctima del eterno macho, pero la trabajadora del hogar es víctima eterna del ama de casa. Ella, sí, la «sirvienta, la «muchacha«, la «criada«, la «gata«, la eterna discriminada, la sierva, la esclava, el objeto sexual. ¿Y ella qué? ¿Va a seguir en la total desprotección de las leyes, o se harán efectivos y a corto plazo los planes del Gobierno del Distrito Federal?

Porque en el país existen más de 1.7 millones de empleadas domésticas, 150 mil de ellas en la ciudad capital. Porque la suya es la tercera ocupación femenina en México. Porque su trabajo, tan devaluado, representa más de 11 por ciento del producto interno bruto del país; sin seguro social, sin vacaciones, sin jubilación. Porque dedica 99 horas de trabajo semanal y porque con méritos para un sueldo de 4 mil al mes, devenga salarios de hambre. Pues sí, pero…

– Cuando yo exijo mis derechos, me responden: ¿cuáles derechos, si tú eres sólo una sirvienta, una «gata«? Una «gata«, ¿derechos? El macho se jacta:

¡Para carne buena y barata, la de la gata..!

Aquí, un hecho fehaciente: la de la empleada doméstica es una esclavitud, y no muy distinta a la de las infelices que en la Grecia antigua servían a las amas de casa de clase media y alta. Para que capten ustedes que 24 siglos apenas han devastado esa condición de esclavitud, aquí les ofrezco un fragmento de un cierto escrito que muestra la condición de la esclava en el Siglo III antes de nuestra era, con una sugerencia que me parece oportuna: capten si existe, en esencia, alguna diferencia entre la escena antigua y alguna hoy día en algún hogar mexicano de clases media:

Corito: -Siéntate, Metro. ¡Tú, levántate y acerca un asiento a la señora! Todo tengo que ordenártelo yo: tú, infeliz, no eres capaz de hacer nada por ti misma. Eres en esta casa no una esclava, sino una piedra. Ah, pero cuando mides tu ración de harina, bien que cuentas los granos, y si cae un tanto así, el día entero estás rezongando y bufando, que ni las paredes te aguantan. Bendice a esta señora, bríbona, que si no fuera por ella, ya te habría dado de palos.

Metro.- Querida Corito, a mí también me tienes sufriendo este yugo; también a mí me hacen temblar de rabia, y día y noche ando ladrando como perro tras estas malditas. Pero lo que me hizo venir a verte…

Corito.- ¡Largo de aquí, imbéciles! ¡Son todas oídos y lengua, y en lo demás, pura pereza..!

(Más allá de la ruda escenilla contra las desdichadas, y sólo a modo de detalle curioso: ¿saben ustedes a qué se debió la visita de Metro a Corito? Fue a pedirle en préstamo cierto adminículo con el que la mujer se auto-gratifica, y a preguntarle quién se lo fabricó, para encargar uno propio.)

Empleada del hogar. El poeta la mira pasar, y sonriente, bonachón y distante, así dibuja el retrato hablado de la que llama «gatita«:

«Con la flor del domingo ensartada en el pelo, pasea en la alameda antigua. Ropa limpia, el baño reciente, peinada y planchada camina por entre los niños y los globos, y charla y hace amistades…»

«Al lado de los viejos, que andan en busca de su memoria, y de las señoras pensando en el próximo embarazo, ella disfruta de su libertad provisional y posee el mundo, orgullosa de sus zapatos, de su vestido bonito, y de su cabellera que brilla más que otras veces…»
Y esta reflexión con la que no estoy de acuerdo, mucho menos con aquello de la prostitución:

«Las gatitas, las criadas, las muchachas de la servidumbre contemporánea, se conforman con esto. En tanto llegan a la prostitución o regresan al seno de la familia miserable, ellas tienen el descanso del domingo, la posibilidad de un noviazgo, la ocasión del sueño. Bastan dos o tres horas de este paseo en blanco para olvidar las fatigas, y para enfrentarse risueñamente a la amenaza de los platos sucios, de la ropa pendiente y de los mandados que no acaban nunca».

Y entre paréntesis, la plegaria del propio poeta: «Danos, señor, la fe en el domingo, la confianza en las grasas para el pelo, y la limpieza de alma necesaria para mirar con alegría los días que vienen!». Válgame. (Dios.)

Sombras nada más…

El cine nacional, mis valedores. Leo en los matutinos que la industria está en auge y es reconocida aquí y en el exterior. De forma encomiosa se publican nombres para mí desconocidos, como un Gael, un Del Toro y un Diego Luna, con los títulos de sus cintas. Cuánto quisiera disfrutar de las buenas películas, pero mi falta de ánimo me lo impide Yo no tengo el valor de enfrentar el estrépito que, los ojos clavados en la pantalla, producen muelas y premolares remoliendo bolsones de comida chatarra Y luego esos comentarios a toda voz…

Huí de la sala de cine para nunca más…

El cine nacional. Es propósito declarado de cada nuevo sexenio mejorar la calidad cinematográfica Como si todo fuese propósito, gobierno, dinero y leyes; como si se tratara, antes que de arieles y diosas de plata, de talento y algo más. Como pruebas, las cintas del neorrealismo que produjo una Italia en ruinas tras de perder una guerra mundial, obras maestras a las que todo les faltó, menos talento. Roma, ciudad abierta, Milagro en Milán, Ladrones de bicicletas…

La industria, en nuestro país, como que nos esperanzaba: ya se produjo Canoa, ya se logró El apando, como antes El esqueleto de la señora Morales y aquellas inolvidables Esquina bajan y Hay lugar para dos, de Alejandro Galindo, ese viejo formidable que en Ni hablar del peluquín se engulle el relato de Averchenko sin darle el crédito.

Pues sí, pero más allá de las esperanzas que alentaban Tlayucan, Tiburoneros y algunas más, con la invasión de las Sashas y Güeros Castro de ayer y hoy el cine mexicano se abarraganó en tráfico de chicharrón con pelos, con pelos y señales de ficheras, taloneras y demás flor y nata de la mancebía, la vagina, la ginecología, el clítoris y el albur, machihembrados…

La industria del nalgatorio como productora de dinero, en auge; como calidad, en picada en plena degradación. Y a esto quería llegar yo: ¿se percatan ustedes de que el cine cimarrón, el de larga trayectoria centenaria y momentos de sombra -tantos- como de luz -tan pocos-, ha venido empotrando la cámara en emplazamientos distintos? A ver.

Desde Santa hasta Allá en el rancho grande y anexas, el cine tricolor emplazó su cámara en el patio interior de la hacienda, enfocada en la ventana (madreselva, bugamvilias) de la casta Lupita, que a la luz de la luna recibía, mordizqueando el rebozo, los requiebros y las romanzas de su charro cantor:

Mujer, abre tu ventana – para que escuches mi voz…

Y la gayola, que revenía de aplausos. Qué tiempos aquellos…

Tras de la borrachera de cintas campiranas, en donde se cuentan aparte los logros mejores de Femando de Fuentes y El Indio Fernández (Pueblerina y Enamorada, esta con un final que, plagio de Morocco, lo supera con creces), que preludiaba la denominada «época de oro» (que llegó, cabello envaselinado, echando humo por boca y nariz), vino el desgaste de un género que terminó en charritos de banqueta y picapapelitos de piquera soldados al gollete del pomo, que a la menor provocación se soltaban berreando eso híbrido que apodaban bolero ranchero, Dios haya perdonado al Javier que no supo pasar de sombras nada más. Debajo del bigotito sí, el cigarrito…

La cámara varió de emplazamiento y penetró al hogar de la clase alta mexicana (alta es un decir), y se apoderó de la sala del gran salón, entre el piano de cola y la cola de una Andrea Palma que, lógico, ella también tiznaba la pantalla con el humo del cigarrito, sólo que con una larga boquilla encajada a la bocazo estallante de rouge. En el aparato de radio con facha y tamaño de catafalco, la sacarinosa voz: «Amor, por ti bebí mi propio…»

Aquí el conflicto ya no surgía entre las calenturas del hacendado y los celos del caporal, Emma Roldán de tercerona, sino entre el flemático Linares Rivas y un atildado Arturo García que en esas andanzas era ya De Córdoba. Sus diálogos: almidonados; hijos legítimos y naturales de la tinta de los Bracho, Aub, Magdaleno, Revueltas. En gran acercamiento, el De Córdoba en bocanadas arrojaba su voz al rostro de Irasema Dilián, Marga López, esa gloria de apellido Marín y Rosita Quintana. Pegado a los belfos, el cigarrito…

Y llegó el desgaste; la cámara cayó al arrabal y se plantó en el cabaret que años atrás regentearan el gangster de pacotilla Juan Orol, su metralleta y la esposa-vedette en turno, en gran acercamiento la «grupa bisiesta» de Maritoña Pons, gloria de sudorosos aguayones, al ritmo novísimo de la conga en frenesí de timbales y tumbadoras. «Ya empezó la guaracha del salón». Qué tiempo aquellos. Nosotros, los entonces, ya no somos los mismos…

La zafiedad, ya entonces, como la de hoy. Una incultura crujiente de muéganos, pistaches, palomitas de maíz. Huí. (Sigo después.)

Casi el paraíso

Y Jehová dijo a Moisés: Por cuanto no creíste en mi, para sacrificarme en ojos de los hijos de Israel, no los guiarás en la tierra que les he dado.

Así yo, Moisés de pacotilla: mi falta de fe frustró un milagro que nos hubiese beneficiado a tantos. Lamentablemente. La crónica:

De noche, cuando me acuesto, le rezo a la Virgen de la Macarena. Después paso a persignármela, y a dormir el sueño de los justos; de los justos que no padezcan insomnio. Pues sí, pero la noche del pasado viernes aquel remordimiento que me forzó a recibir insomne los rosáceos dedos de la aurora. Ah, mi falta de fe y exceso de sarcasmo…

Esa tarde había acudido a visitarlo. En persona me recibió. Y cuánto silencio en su casa, cuánta quietud. El zurear de alguna paloma, el tenue aroma de resina quemada, y la paz. Y qué comunicativa resulta una soledad contenida por mucho tiempo. El anfitrión y su visitante de amigo a amigo se pusieron a abrir de par en par la espita de las confidencias: tristurias, recuerdos, dolorimientos, alguna repentina alegría. Ahí, en la penumbra del recinto a medias de una tarde cenicienta de Viernes Santo, dos soledades se trenzaron en diálogo de peritos en soledad y abandono. Lo oí suspirar.

– Cuánto le agradezco su visita -díjo-me, y me sonrió. Con sus puras pupilas.
Yo, el gañote oprimido por la emoción, me refugié en el silencio, cuando tantas cosas hubiese querido decirle «Las está expresando con claridad, me dijo. Con su modo de mirar me las dice». Me conocía mejor que yo mismo; me leía el cogollo del cerebelo; del corazóa Nada necesitaré expresar con palabras acerca del milagro que había ido a solicitarle.
– Sea, pues, pero condicionado, de forma tal que el beneficio tenga su contrapeso. La ley de los contrarios, usted me entiende.

¿La condición? Seguir soportando que esta ciudad, mi habitat natural, siga de sede y asiento de las politiquerías más baratas, que tan caras resultan al paisanaje, intolerable contrasentido. Ruda la condición, pero soportable, porque hasta ahora la he podido resistir a pie firme, cuando no discretamente culimpinado, y él lo sabe muy bien.

– Lo sé. Áspera la condición, pero piense en los beneficios.

Espléndidos. Porque habiendo ocurrido, como ocurrió en la Semana Mayor, que únicamente herejes y cismáticos, sólo impíos, ateos y faltos de temor de Dios osaron hollar los días enlutados para explayarse en la playas entre tangas y bikinis, y el licor, el jolgorio y la jácara, ahí el milagro: con sólo impedir que los tales regresaran a la ciudad se habría dado muerte a la hidra del mal. Y un segundo beneficio: que ya sin los miles, cientos de miles de impíos, el DF se descongestionaría en gran medida Qué bien.
Pues sí, pero fue entonces cuando el milagro inminente se vino a frustrar (esa mi falta de fe, esa mi mala costumbre de ironizar): «Válgame, pensé entonces; así que esta ciudad se va a convertir en La ciudad de Dios, La Utopia, casi el paraíso». Sonreí. Muy a lo discreto. Pues sí, pero…

– Pero usted ha dudado del poder de Dios, y eso ciega las fuentes de la misericordia. Me duele, más que por usted, por los buenos católicos.

Sentí el ardor en el rostro. Vergüenza Frustración. Remordimiento. Y fue así, mis valedores, como abortó la tierra prometida Ahí, gacha la testa imaginé lo que hubiese sido el prodigio: que su poder amurallaba la ciudad, y que en ella sólo quedásemos él, yo y los católicos con todo y sus reverendos pastores (esos que, obedientes de la ley de Dios, predican la obediencia y como castos la castidad, y la mansedumbre como mansos de corazón mientras que, como pobres, entre los pobres predican la pobreza). Porque siendo como fue que los católicos permanecieron en la ciudad, anonadados y de rodillas ante el drama inconmensurable de la pasión y muerte del Ajusticiado, ellos, como católicos, son fieles observantes de la ley de Dios manifiesta en los diez mandamientos y sobre todo, en la síntesis del Ungido:

«Ama a tu prójimo como a ti mismo. Con hechos…»

Ellos, católicos, no saben mentir, hurtar, perjudicar al prójimo. Qué bien. ¿Y la condición? al igual que Eva y Adán, para ser felices en el paraíso, hubieran precisado de la infelicidad 0a ley de los contrarios), así nosotros: con el daño que nos causaran los tejemanejes de los políticos apreciaríamos la paz y armonía de una ciudad regida por la ley de Dios. Mejor soportaríamos la intromisión de la Gordilo), a la Marta y su parentela a los yunqueros de Acción Nacional y, sea por Dios, a los Chuchos y niños verdes que medran con los dineros de todos, que deberían dedicarse al beneficio de todos nosotros. Esa era la única condición Pues sí, pero mi falta de fe, mi tendencia a las ironías. Ahí nomás, frente a mis ojos, la avalancha de impíos, que regresan del bikini, la tanga, el licor; en los días enlutados. (Dios.)

Santo tutelar…

Dijo Jesús: dejemos que alguno de ustedes con (fuerza suficiente) entre los seres humanos muestre al humano perfecto y se levante delante de mi…

Y quien se alzó, según su propio evangelio, fue Judas Izcariote

Sigo aquí el intento insensato de reivindicar públicamente, hasta donde ello me sea posible, al traidor de las 30 monedas. Remato la comparación del Izcariote con los licenciados Jerásimos del Tricolor, hoy descompuestos hasta el grado de afianzar sus alianzas con el desacreditadísimo Acción Nacional.

El Izcariote traicionó a Cristo en un momento de debilidad. Su nefanda acción fue tramada con un día, dos, unas semanas de premeditación, luego de que el demonio de la ruindad codiciosa se le enroscó en los entresijos. Los Fox, por contras, en compinchaje con la Gordillo y los Chuchos, Espino y los Azuela de la Suprema Cort(a), los Ugalde del IFE y Flavio Beltrán de TRIFE, planearon fríamente sus aviesas campañas de desafuero y descrédito contra ese que, de haber llegado a presidente del país, probable es que los hubiese exhibido de corruptos tanto o más que los propios licenciados Jerásimos de su aliado logrero y oportunista, el Revolucionario Ins.

Dijo Jesús: tú superarás a todos ellos porque tú sacrificarás ai hombre que me viste.

Tal asegura Judas Izcariote que le juró Jesús, y yo digo, mis valedores: ¿será reivindicado el traidor por antonomasia? Yo no tengo en mis planes vivir tanto tiempo como para atestiguar semejante experiencia, pero tantos de ustedes, hoy jóvenes todavía, ¿llegarán a la aventura de orar ante el altar de San Judas Izcariote? ¿Hasta ese punto pudiese llegar la reivindicación del traidor luego de ser ponderado como el elegido para que el drama del Cristo culminase en el Gólgota? ¿El evangelio del Izcariote será incluido entre los canónicos del Nuevo Testamento? Tendrían que caber varios más, entre ellos, principalísimo lugar, el de mi tocayo Tomás, poesía pura, lirismo, humanismo, filosofía y altura de conceptos. En fin

A esto quería yo llegan de ser elevado a los altares el Izcariote, ¿de quién o quiénes pudiese ser santo patrón, santo de cabecera? ¿De Vicente Prozac, ese desvergonzado que cobró puntualmente sus 30 monedas multiplicadas hasta la náusea luego de ventosear aquella declaración digna del Izcariote: ‘Yo soy el único presidente que ha ganado dos elecciones presidenciales, la del 2000 y la del 2006″? Fue el mismo Judas cuyas 30 monedas supo multiplicar hasta la náusea por medio de excedentes petroleros y atroces desfalcos, mientras propiciaba las sinvergüenzadas de su segunda esposa y de todos los hijos de toda su reverenda Marta, esos Izcariotes de la corrupción que fue lucrativa, y que gracias a Juditas Calderón continúa impune hoy todavía. ¿De Mariano Azuela, que como presidente de la Suprema Cort(a) de Justicia fue a acordar en Los Pinos el desafuero, en primer término, y más tarde el dictamen que impedía al candidato del fregadaje llegar a Los Pinos?

¿De los Ugaldes del IFE y los indecorosos de la ralea de ese Flavio Galván, titular del TRIFE, Tribunal Electoral Judicial de la Federación, que a los paisas nos cobró no 30 monedas, sino 8 millones 400 mil

en un solo año, todo esto tan sólo por los servicios prestados a la «pareja presidencial» para impedir que llegara a Los Pinos el «peligro para México», vale decir para Marta, su segundo marido y los hijos e hijastros del par de corruptos..?

¿De ese Manuel Espino que tan leal le resultó al entonces candidato del partido del que él es presidente, que se refirió al tal como «uno chaparrito, peloncito, de lentes?» ¿De Chucho Ortega y el resto de chuchos bravos, chuchos del mal, que acá bajita la garra tantas simpáticas trampas unipersonales colocaron a López Obrador cuando enfilaba rumbo a Los Pinos? De las treinta veces treinta monedas que obtuvieron por el servicio, ¿alguna de ellas irán a depositar en el cepo de su santo patrono, el Judas Izcariote..?

¿De la versión femenina del propio San Judas, esa Gordillo que engordó con las gordas cuotas del gordísimo sindicato de maestros y que como «líder moral» del magisterio fue uno de los factores determinantes para que instalara sus reales en Los Pinos aquel chaparrito, jetoncito, etc.?

De algunos estoy seguro que han adoptado al Izcariote como el santo de su devoción los cardenales y obispos Norberto Rivera, Sandoval Iñiguez Onésimo Cepeda y algunos más, junto con esos mexicanos, que han logrado crear la estrategia del reniego, la ¡exigencia! y la mega-marchita. En fin

Aquí me arrodillo, alzo al cielo los brazos y clamo, estremecido de fervor: tú, San Judas Izcariote, santo de todos nosotros, mira por unas criaturas que nos negamos a crecer, a madurar, a pensar, a la autocrítica..

Porque en verdad os digo, mis valedores: cada comunidad tiene el Izcariote que se merece Sin más. (Ah, México)

Santo Judas Izcaríote…

Una nueva Semana Mayor se nos ha ido para nunca más. Toda júbilos y palmas, toda hosannas a Emmanuel arrancó el domingo, para luego eclipsarse con el Huerto de los Olivos y rematar con el Primogénito de los Muertos muerto él mismo, una vez que fue minuciosamente desgarrado por fauces, garras y sadismo demencial de los que lo torturaron en aquella especie de mazmorra de la prisión de Guantánamo donde se iba a iniciar la pasión y muerte del Ungido. No lejos, otro de los protagonistas del drama descomunal iba a correr, despavorido, treinta monedas como treinta brasas en la diestra Judas. El traidor de traidores mientras subsista sobre la tierra la ralea humana, y así hasta la eternidad…

Bueno, sí, pero a fin de cuentas y mirándolo bien: ¿a cuántos traicionó Judas? Al Cristo, ni más ni menos. Pero los Judas que crían esas guaridas de traidores: Marta y su segundo marido, las cúpulas del IFE, del TRIFE, de la Suprema Cort(a) de Justicia y de los partidos políticos, ¿ésos qué? A la luz de la historia y por la vía de la comparación, Judas no pasó de ser, si bien lo miramos, más que un pobre Judas, un Judas cualquiera, un Judas de cartón en Sábado de Gloria. ?l no resiste la comparación con los verdaderos Izcariotes, Judas de peso y tiempo completos, esos que el paisanaje viene padeciendo desde Plutarco hasta uno chaparrito, peloncito, etc.. Me refiero no al Plutarco, no el de las Vidas Paralelas, sino a Plutarco el Turco, que en 1929 parió un abominable aborto que hoy conocemos con su alias hamponesco de Revolucionario Ins., el de mi primo el Jerásimo. ¿Qué fue, qué viene a resultar el Judas de utilería junto a los Judas del Sistema de poder? ¿Qué viene siendo ante las sinvergüenzadas impunes del hombre de San Cristóbal, las de su segunda esposa, las de los hijastros y del resto de la parentela política lo único de político que en su vida ha tenido el ranchero Prozac..?

Judas. A la hora de su acción corrompida, el Izcariote cargaba sobre los lomos el maleficio no de la predestinación, como intentan algunos, sino el de la precognición. Judas tenía que perpretar la traición de Los Olivos -no la de los Olivos Cuellar, que esa ha sido traición sindical- para que Cristo cumpliera su sino de mártir y redentor de la humana ralea Judas fue traidor en el drama del Justo, En el drama del paisanaje, en cambio…

Otra más: Judas, tras de su acción corrompida, mostró tener la humildad suficiente para no sentirse infalible, y entonces pensar, y realizar un ejercicio de autocrítica para luego pasar a la acción. ?l tenía la . conciencia bien afincada en su nidal, y tanto, que esa conciencia lo emplazó a encarar a los Judas del templo y por la cara aventarles las treinta monedas de la corrupción. ¿Los otros, en tanto? Esos siguen hasta hoy día con sus treinta monedas multiplicadas hasta el infinito bien escondidas en banco seguro, y ante autoridad ninguna planean regresar la milésima parte de lo robado; antes bien, antes mal, antes peón a seguir en el cotidiano disfrute de sus treinta veces treinta mil hasta la náusea ¿Y nosotros, mientras tanto? Al reniego todos nosotros.

A ¡e-xi-gir!, y a la mega-marchita. Y no más, que la creatividad no es nuestro fuerte…

El Izcariote, tras de su acción execrable, no huyó a lo cobarde, no puso Dublin de por medio, no anda a estas horas sepa Dios dónde, como el modelo de priista corrupto, ladrón sin castigo y modelo de judío errante que se nombra Oscar Espinosa (¿lo recuerdan ustedes? ¿Habrán podido olvidarlo? Ni tantito lo dudo; no somos un paisanaje que valore y conserve la memoria histórica). Judas no utilizó el burladero de una Secretaria de la Función Pública agachona, alcahueta de Montieles y Bribiescas con todo y sus Asahagunes, nido de ratas, especímenes de una explosiva, una expansiva corrupción lucrativa e impune.

Esta es, a mi juicio, la prueba fehaciente de que el Izcariote es muchísimo menos villano en el drama del Nazareno que los licenciados Jerasimos, aliados naturales de blanquiazules yunqueros, caballeros de Colón y legionarios de Cristo, en el drama de unas masas que ni por padecerlos deciden llevar a cabo el ejercicio de pensar. Judas se murió como resultado de su acción corrompida; se murió de muerte violenta, nefanda, befa y vejación, sus talones penduleando sobre el solar denominado «Acéldama«, «Campo de los Alfareros». A Judas lo ajustició una especie de Procuraduría de Justicia aplicada por propia mano y en derredor del gañote. ¿Y los Judas de acá entre nos? ¿Y ésos? Si tan ásperamente batanea la Historia al tal, ¿cómo habrá de juzgar a los Izcariotes de la otra pasión, la de los 105 millones de empobrecidos por Judas de tal calibre como los vendepatrias adictos a la Casa Blanca, su Nuevo Orden Mundial y sus proyectos de corte neoliberal?

Pero, mis valedores, Judas Izcariote terminará en los altares. Pronto será San Judas Izcariote. ¿La razón? (Mañana)

Retablillo anual

El Ajusticiado de Viernes Santo, mis valedores. Hoy, como hace varios ayeres, aquí mi pregunta anual: aquellos de ustedes que viven pacíficamente su condición de descreídos, ¿releerán por estos días el evangelio de Mateo? Los oratorios de Bach sobre el drama del Gólgota, ¿los escucharán, quedo y a solas, por estos días? Qué bien. Así habrán de establecer una sana distancia con la estampida de la católica grey que se vive a estas horas arrastrando por playas, bares y discotecas, su fervor religioso, como también de curas, obispos y cardenales inmersos hasta el alzacuello en grillas políticas. Laus Deo.

El teólogo francés, a propósito: «La fe sin obras está muerta, pero las obras tienen vida aun sin la fe. El bien que hace el ateo cuenta igual que el bien de tos creyentes. Las buenas obras acercan a Dios incluso a quienes no cree en él. Un incrédulo que hace el bien está salvado. Un creyente que no hace el bien está perdido. Crear el reino de Dios es más valioso que solamente creer en él». Yo estoy de acuerdo. Rotundamente. ¿Y ustedes?

De imaginario reporte que imaginarios discípulos hacen llegar a María, madre del Ajusticiado, esto va para ustedes, quienes no conmemoraron el drama del Gólgota a la orilla del mar y bebiéndose con los ojos, como un licor más, el bikini y la tanga marca Serrano Limón. Dicho lo cual…

Compañera María. Sobre el paradero de su hijo Jesús Equis, desaparecido desde principios de la semana, tenemos informes de que fue acusado de terrorista y aprehendido por los rumbos de Ciudad Neza, donde decía sus parábolas al pobrerío. Secuestrado por la policía antiguerrillas, el compañero Jesús fue recluido en una cárcel clandestina y presentado ante el procurador de justicia, que no al no encontrarle elementos de culpabilidad se negó a juzgarlo, para luego lavarse las manos y ponerlo en las de los judiciales, que el tanto de toda una noche lo torturaron. No delató a sus compañeros de lucha Por si algo pudiese aliviar en trance tan doloroso, ha de saber que frente a sus torturadores Jesús se comportó como lo que es: no el terrorista, según lo acusaron, sino el purísimo espejo y flor de virtudes. Quienes tuvimos la suerte de conocerlo no lo olvidaremos jamás. Cómo, si fue un varón de estatura cabal, que tuvo gran amor por su vida y que, siendo su vida lo que de más valor tenía y lo único suyo, su vida fue lo que aventó por delante a la hora de probarse como aliado de un paisanaje al que amó sobre sí mismo. Que eso le sirva de consuelo en la almendra de su amargura, como también que la vida del luchador fue sencilla, al ras; que gustaba de caminar con los pies desnudos por la orilla del lago, y subir la montaña y alimentarse de frutillas y tenderse a la vera de los trigales. Amaba el mar…

Se sabe que gustaba de la meditación; que a la hora de la acción era dado a reunirse con el pobrerío, y a los desheredados aconsejarles de igual a igual, con palabras domésticas, de esas que son agua y savia, vientre y raíz. Y sus parábolas: que el reino de la Verdad es semejante a un grano de mostaza que uno toma y arroja en su huerto y crece y se convierte en un árbol, y las aves del cielo anidan en sus ramas.

El compañero Jesús, alias El Nazareno, fue humano hasta el tuétano; tanto,que días antes del prendimiento se reblandeció de repente, le sudaron sus manos y la frente se le perló de sudor: «¡Padre, si quieres, aparta de mí este destino! Pero no se haga mi voluntad, sino…»

Parece, compañera, que a Jesús le agradaban las costillas parvas, insignificantes; que amaba la compañía de los pobres de espíritu, de los lisiados, de alguna ramerilla de poca monta (por ser de tantas, qué contrasentido); que tuvo la mansedumbre del hombrecillo de siempre y su temible fiereza cuando se trataba de morir por lo que vale la pena morirse Compañera María: su hijo tenía que acabar como termina todo el que tiene redaños para encararse a la burguesía cimarrona sabañón infecto del Sistema de poder, hija putativa del capital-imperialismo de los EEUU (de Roma, quise decir). Por eso fue que acabó hecho tirlangas de luchador, retazos de varón enterizo, piltrafa de Hombre, sin más. Así pagó su osadía magnifica ese al que a estas horas están segando la vida despaciosamente para mejor disfrutar, a lo sádico su agonía ¿Le serviría de consuelo? No pasa del mediodía dicen.

Ya falta poco, compañera María. Ya apenas alcanza respiro, entre lloraderas de una agüilla manándole de las mataduras. Una compa, María de Magdala, no pudiendo más, le repite, quedo: Tu vida, compita, mucho valió, pero tu muerte valdrá mucho más. Tu muerte cegará y segará la injusticia y la explotación del hombre por el lobo del hombre. Tu muerte será la inspiración del humano para persistir en la contienda (¿la utopia?) contra la inhumanidad del humano. Que a tu muerte podamos vivir; que tu muerte sea nuestra vida. Muere ya, y muere en paz, compañero Jesús, compañero…»

Jesús, flor y espejo, y frutilla madura de la Humanidad. (INRI.)

Ser o no ser…

Reina Gertrudis: «¿Hijo mío, qué os ocurre, que parecéis preocupado..?
Hamlet: «¡Señora, yo no sé parecer..!

Por cuanto a ustedes, mis valedores, y perdonando la curiosidad: ¿son, o parece que son? Católicos, quiero decir. Porque si son en verdad religiosos no están preparándose para volcarse y revolcarse en Huatulco, Cancún o Acapulco. Y a darle gusto a la tanga y al antro, al coco con ginebra y a la visión delirante de unas playas en brama de carnes en sancocho. Ah, semejante ensueño de los pubis entrevistos en la alcahuetería de la tanga, el bikini y un hilo dental que ni los de Serrano Limón, el pro-vida

Es tiempo de prueba, quiero decir, porque cuál pudiese aparecer más a propósito para certificar ante la propia conciencia que se es o no se es, que somos esencia o aparentamos ser; que hay congruencia entre nuestro dicho y acciones o somos sólo apariencia, Tartufos, gesticulación, redrojos…

Porque durante estos días de cenicientos de la llamada Semana Mayor o Semana Santa, la de los lienzos morados y un espíritu contratistado a la meditación del drama descomunal de la pasión y muerte del Justo, el cristiano (el católico, al menos) se demuestra a sí mismo la verdad de su fe, del fervor y dolor que le causa el ajusticiamiento de Jesús el Ungido. Y a recogerse y meditar, orar, dolerse con el Unigénito. Porque cristianos son (católicos, cuando menos), que no descreídos y apáticos como los miles de creyentes, los cientos de miles que, desde el día del bautismo, practican su religión, o serían simuladores, y no más.

Los descreídos no entienden, no tienen por qué contristarse con el drama inconmensurable del Calvario. Pero el católico…

Todo ello, mis valedores, porque salgo a la calle y algo en la lógica se me descuadra: entre quienes habitamos este hormiguero se asegura que los católicos son mayoría absoluta, aplastante, abrumadora Católicos en un 87 por ciento, válgame Pues sí, pero entonces…

¿Por qué en esta Semana Santa la ciudad capital se advierte tan solitaria, casi tanto como capillas y templos, basílicas y catedrales? Todos los habitantes de la ciudad que en los días de más honda tragedia en la religión católica se marcharon detrás de la diversión y la disipación, esos no son, no pueden ser católicos. Decidirse sí, sí nombrarse, y a la menor provocación de Norbertos y Onésimos colmar el Goloso de Santa ?rsula y a su hora, a media calle y en la plaza pública gritar contra la legalización del aborto. Católicos no pueden ser. Agnósticos sí, descreídos, apáticos o librepensadores; todo, menos católicos, o la presencia de alguno en Acapulco la noche de un Viernes Santo el remoquete de católico sería una afrenta y un ultraje para esa religión. No…

Bueno, sí, ¿pero entonces por qué tan solitaria la ciudad capitalina? ¿Tan pocos son los católicos que en los días santos permanecieron en la metrópoli? No entiendo. Para mí ese es un misterio más difícil de desentrañar que el que torturaba a San Agustín: que Dios, siendo uno, sea trino. ¿Pues qué, tan pocos católicos viven en la ciudad, los que conmemoraron en los lugares apropiados de esta ciudad los llamados días santos, contristado el ánimo ante la pasión y muerte de Jesús el Ungido? Por algo a su hora lo afirmó un jerarca católico, el hoy difunto Genaro Alamilla, obispo emérito de Papantla, Veracruz:

«El mexicano es un analfabeta religioso. Es muy doloroso reconocerlo, pero la Iglesia Católica debe reconocer que se ha olvidado de orientar a los feligreses sobre el verdadero sentido del cristianismo. En lugar de impartir adecuadamente la doctrina, sólo ha privilegiado el culto. La Iglesia no ha educado de manera religiosa al católico. En vez de realizar su misión apostólica ha preferido dedicarse sólo al culto y a la política, provocando con ello que México sea una nación de analfabetismo religioso…»

Y en realidad objetiva: el tiempo presente es el de las vacaciones, vale decir tiempo de juerga, jolgorio, jácara, diversión. Cuánto admiro eso que ocurre a estas horas en Iraq, con el hombre que, su Santo Corán en la mano, extrae de su práctica religiosa la norma de la conducta personal, y la mística, el temple, la reciedumbre para sacar la cara (la vida) por su país invadido por un misticoide ex-alcohólico que, al más puro estilo de católico en Acapulco dice hablarse con Dios. ¡Dios!

Católicos en Huatulco, Cancún, Acapulco. Y a su regreso, la cantaleta, el reniego, el griterío, la exigencia: ¡que en Los Pinos y anexas les pongan no a esos tales ilegítimos, no a beatos ni a vendepatrias, sino a verdaderos estadistas con todo lo que el estadista debe tener respeto a las leyes, patriotismo y sensibilidad social. ¿Lo exigen esos católicos? Bah…

De los tales, mis valedores, ¿saben ustedes lo que dijo el Cristo? «Que los muertos entierren a sus muertos». (Qué más.)

Si yo supiera…

Nos puede ocurrir. Una de estas noches estamos así, miren (yo no), como porristas de la Perra Brava, arranados frente al cinescopio y, ojos y boca abiertos de par en par, bebiéndonos el clásico pasecito a la red con el que el duopolio de la televisión nos hace sentimos héroes por delegación. «¡Y goool, compadrito! ¡Ya metimos otro gol! ¡Vamos uno a cero, y salucita porque este triunfo ya lo tenemos en la bolsa.!»

A ver, a ven ¿nosotros metimos, nosotros ganamos? ¿Inflando el vientre a punta de cervezas (yo no) mientras el físico, por falta de ejercicio físico, se nos torna fofo, guango, ovachón, envejecido? ¿Goleamos nosotros, aplastados a dos nalgas frente al Gran Canal del Desagüe, donde se desagua la Televisa? ¿Nosotros, sedentarios que, culpa del cigarrito y el pomo, no tenemos condición física para correr un kilómetro? ¿Nosotros..?

Pero ándenle, que de repente el delantero rival se pica rumbo a nuestra área chica, y lo tenemos ya a unos metros de nuestra puerta, y nos va a soltar el bombazo, y nosotros, de los puros nervios, nos las estamos tronando (las manos). De repente, friégale, que explota el televisor, que el cinescopio se tizna (de tizne), y el ánimo se nos tizna (de tizna), y el ambiente, hasta ahora corrompido por el tabaco, el licor y una digestión laboriosa, acaba de corromperse con la pestilencia del cable quemado.

– ¡Cácaro! ¡Gordis llámate al técnico, pero ya!

Y sí, que por esa puerta va a entrar uno de bata blanca, logotipo y razón social en inglés, el cual (no el logotipo, el técnico), ante nuestra zozobra abrirá la tele, y después de jurgunearle esta marinola y apretarle esta chafaldrana, va a acabar extendiéndonos una nota del orden de pesos tantos mil trescientos veintiuno, dejemos el veintiuno en treinta con el redondeo. Es entonces cuando, infelices, echando mano a los ahorros, el suspirar y la blanda queja:

– Caracso, me siento como violado con la sospecha de que el técnico me pasó a transar. Si yo supiera de electrónica..

Otro día nos vamos a enterar por el este (por el Esto, perdón. ¡Leemos el Esto! (yo no) de que perdimos (3-1)…

Y pudiese ocurrir que otro día va uno tranquilamente en el volks. rumbo al «weekend«, como los buenos mexicanos denominamos al día de campo. En el asiento delantero la Chapis, y los escuincles atrás, con la de a litro, los tacos, la guitarra, el Nerón y la suegra, en ese orden. Esto es vida, ¿no, gorda? A ver, búscate en el radio la quebradita..

¡La quebradita! De repente mofles, que el mofle se echa tres (explosiones) (falsas), y que al volks. se le para (el motor), y que ahí murió (la cucaracheta). Y ándenle, que a la vista de la grúa, el mecánico, el desarmadero de tolvas, bielas, cojinetes, chumaceras y cigüeñales, con el escalofrío recorriéndonos el espinazo ante los miles del cuentón que con la ayuda de una sumadora electrónica está formulando el máistro mecánico, y frente a la lóbrega sospecha de que semejante desmadre se hubiese podido remediar forrando el fusible con un cachito de papel de estaño, del de la caja de cigarros, uno suspira, y entre suspiro y suspiro:

– Chintrola, si yo supiera de mecánica..

Y eso mismo va a suceder con la limadora, la lavadora, el refrigerador, el estereofóníco). «Ah, si yo supiera de aparatos electrónicos…»

A mi problema quería yo llegar. Desayunando en el comedor (desayuno neoliberal, café negro con galletas de animalitos) y en pleno deleite estético con la cantata de Bach, de repente el dromedario se me atoró en el gañote: la cantata había sido aplastada a lo abrupto, y el radiecito comenzó a ventosear la vibrante voz, timbre sonoro, de ese líder natural y estadista de fuste, carisma puro (sobre todo cuando arrisca su ceja izquierda) que desde Los Pinos y en plena cara me estampó su parrafada:

¡Con la aprobación de la nueva Ley del ISSSTE se demuestra que los acuerdos políticos son posibles: demuestra que la democracia en México funciona; demuestra que los políticos se pueden poner de acuerdo para lograr los cambios que México necesita.!

Cerca ya la jubilación luego de media vida tras de un escritorio, en el gañote los cuartos traseros de un burro de buen tamaño, me quedé mirando el aparatejo, le lancé una excomunión tamaño Norberto por no haberse tronado antes de permitir que el carismático lo usara para agredirme con la parrafada Rechinando los premolares dejé ir el anatema y el suspiro de resignación:

-Ah, si yo supiera de reformas al ISSSTE…

Ahí, mi única «Poca confianza ¿No viste la encuesta de ayer en Reforma? El 62% de los interrogados está de acuerdo con la nueva imposición del Banco Mundial. Y esos sí saben. Confía en ésos, mi amor. (Bue?)

¿Aborto en México..?

Legal o ilegal, se ha practicado siempre y en todos los estratos y grupos étnicos. Fingir ignorancia al respecto no es más que hipocresía de las buenas conciencias. Porque durante toda su historia la sociedad mexicana lo ha practicado y practica al margen, a pesar y en virtud de la legislación penal que siempre lo ha sancionado. La clandestinidad en que se realiza debido a la prohibición legal repercute en creciente agravamiento en distintos aspectos de la vida comunitaria. Como en el caso de las mujeres de muy escasos recursos económicos, se enunciaba ayer. Leo a quienes del tema conocen, los verdaderos especialistas en un problemón tan sensible, tan delicado:

«Sólo un factor tiende a inhibir entre los pobres el número de abortos, y ese es el miedo. La paciente pobre no tiene los recursos económicos para acudir a un sanatorio de calidad, de modo que se resigna a parir un hijo no deseado o se arriesga y se somete a un aborto barato, burdamente practicado y, por lo mismo, sumamente peligroso. El único factor universal en torno al aborto es la determinación de mujeres desesperadas que, al enfrentarse a embarazos no deseados, intentan a cualquier costo que se les practique un aborto…»

Y es que en este país coexisten dos Méxicos, uno ficticio y otro real, y la contradicción entre los dos es enorme. La consecuencia es el predominio de la mentira que, a su vez, constituye una de las causas de la corrupción y la inmoralidad públicas. El problema del aborto es un ejemplo muy claro de esta situación. Las prohibiciones prolongan y fortifican el país irreal, el país de las frases, frente al país real, el país de los hechos. Esta es una de las razones que nos inclinan a pensar que la legislación, que condena la práctica del aborto debe ser modificada Suprimirse, de plano. En fin.

Leo, y me sorprendo, que el aborto es practicado mayormente por mujeres casadas, católicas y madres de muchos hijos, en una edad promedio de 30 años. No es, como se dice, un problema de jóvenes, de solteras o de relaciones ocasionales o extra-conyugales. «En el DE, los médicos practican sólo uno de cada 12 abortos, y las mujeres no sólo mueren por aborto, sino que, además, quedan lesionadas, en un alto porcentaje, en su capacidad reproductiva, sexual y de salud general».

Y juicios morales que en el investigador me parecen fuera de tono: «Muchos representantes de la Iglesia Católica, que tiene un frente hipócrita de aparentes principios morales, abstractos y metafísicos, deben darse cuenta de que, al obstaculizar los caminos para un correcto tratamiento del problema del aborto inducido, con sus amarillistas campañas sacrifican a muchas mujeres mexicanas, contribuyendo a elevar el terrible nivel de mortalidad femenina por causa de abortos complicados, practicados clandestinamente, y destruyendo así valores fundamentales, como el bien común, y la dignidad y el respeto a la vida de la persona humana, que tanto profesan. La Iglesia Católica -su jerarquía ultraconservadora, correctamente- debe reconocer que el aborto inducido no es un delito, aceptar que cae en la jurisdicción de la moral individual, y que la decisión corresponde a la pareja, esencialmente a la mujer. Sin más.

Por cuanto al Estado: debe ser imparcial, reconocer que el aborto inducido no es un delito y aceptar que cae en la jurisdicción de la moral individual y que la decisión corresponde a la pareja.

Asi como no puede obligar a las mujeres a confesarse, comulgar o practicar cualquier otro rito, tampoco debe convertir en delito un problema de moralidad intima, como es el aborto».

Y que al margen de consideraciones religiosas, el feto es una persona humana sólo en potencia, por lo que interrumpir su desarrollo vital no tiene ni el valor ni las consecuencias que tendría en un ser humano «actualizado». Que la mujer, al abortar voluntariamente, no está calificando al producto de su concepción como persona humana y que, puesto que es a ella a quien corresponde primordialmente valorarlo, el interrumpir el desarrollo vital del producto de la concepción, hasta su viabilidad, no es inmoral ni punible.

Planteaba yo ayer el meollo de la espinosa cuestión: ¿en qué momento un ser viviente, producto de una concepción humana, es ya una persona? La apreciación del judaismo: «Hay persona humana sólo después del nacimiento. Antes lo es sólo en potencia Por lo tanto, no hay asesinato en el aborto».

Pus sí, pero ahí la fuerza del dogma en el que se escuda la Iglesia Católica: que el embrión es una persona humana desde el momento de la concepción; que interrumpir el embarazo significa atentar contra las leyes divinas (proclama de Pío IX en 1869). Pero aun dentro de la misma Iglesia se expresan voces divergentes, «de representantes eclesiásticos que tratan de ser congruentes con el marco social, ideológico y científico que estamos viviendo». En fin. Legalización del aborto. (Sigo algún día)

¿Abortos en México..?

Reformas al ISSSTE, legalización del aborto. Por un momento, mis valedores, estuve tentado a preguntarles: ¿ustedes qué opinan de unos asuntos que provocan a estas horas crispación y espeluznos en la conciencia pública? Pero no, que pensándolo mejor y por escrúpulos de honestidad personal, varió el sentido de mi pregunta: del aborto y su presunta legalización, ¿qué saben ustedes? ¿Qué tanto conocen de las reformas al ISSSTE ya aprobadas por la mayoría legislativa en San Lázaro? Las fuentes de donde tomaron la información y el conocimiento, ¿confiables? ¿Libros, aulas, maestros? ¿O radio, a lo mejor? ¿Televisión, prensa escrita? Sus fuentes, ¿objetivas, confiables, acordes con la Historia y la realidad objetiva, o sesgadas, manipuladas, erizadas de trampas verbales y verdades a medias, que a fin de cuentas son mentiras completas? Sus informantes: ¿aliados de ustedes o voceros del Sistema de Poder? Mis valedores…

Van aquí reflexiones diversas que entresaco de fuentes para mí fidedignas, y si alguno me interpela: «¿Cómo sabré que tú sí eres imparcial? Yo le contesto: no, yo no lo soy, que eso está fuera, o casi, del ámbito humano. Yo soy parcial, pero parcial a favor de las mejores causas de mis aliados históricos, que son todos ustedes, el paisanaje. Yo no soy, nunca he sido, y nunca habré de ser (algo me conozco) aliado de la Súper-estructura, la del Poder. Así pues…

La definición del aborto, en primer lugar. «Es la extracción o expulsión del feto por razones personales, voluntad propia o varias más, antes de que pese 500 gramos o tenga 20 semanas de gestación. Existe el aborto inducido, sea por razones médicas en relación con la madre o con el feto, razones éticas o humanitarias como violación, incesto, trato sexual con menores o personas con deficiencias o enfermedad mental, planeación familiar, ilegitimidad, etc.»

Y la pregunta fundamental: ¿es un ser viviente el huevo no fertilizado? La ciencia duda, o no lo sería La opinión del embriólogo: «En un sentido, no. No puede reproducirse sin ayuda, ni siquiera mantenerse por un día o dos. En otro sentido sí, pues su configuración bioquímica contiene sustancias necesarias para la vida y que son producidas sólo por organismos vivos, en este caso por la madre, cuando se forma en el ovario, pero cuando veo al microscopio la estructura física del hombre embrionario no veo ningún vehículo del alma rumbo al cielo, sino sólo frágiles cúmulos de células animales…»

El aborto y los «medios«. Opiniones y análisis que ahí se publican han provocado que en nuestro país el aborto provoque en las masas reacciones muy negativas porque ha sido relacionado con crimen, asesinato, homicidio, pecado, libertinaje, destrucción, egoísmo. Puras razones morales, para ignorar las del tipo social y económico. «Quienes se oponen al aborto, siempre en función de sus intereses de clase y posición ideológica, son los partidos políticos y profesionales de la clase media, organizaciones patronales, eclesiásticas y religiosas y caciques regionales (…) Ello propicia una monstruosa demanda de abortos, un mercado negro e ilegal practicado por mercaderes (…) Pero el aborto es un problema de derechos humanos, algo que debe decidir fundamentalmente la mujer. Ni la Iglesia ni el Estado pueden disponer de él…»

Por cuanto a la Iglesia Católica, la conclusión del Concilio Vaticano II:

«Cualquier cosa que esté opuesta a la vida misma, como son cualquier tipo de asesinato, genocidio, aborto, eutanasia o la auto destrucción voluntaria… Todas estas cosas y otras de este tipo son en verdad infamias. Envenenan a la sociedad humana, pero hacen más daño. Además, son un deshonor supremo para con el Creador…»

Criterio que fluye a contracorriente del protestantismo, que acepta el aborto y la contra-concepción. Y la realidad objetiva…

En México la ley castiga el aborto. ¿Se practica a lo clandestino? El investigador: «En nuestro país las mujeres abortan. Claro que abortan, y en cantidad inimaginable. Pero nosotros queremos creer que no lo hacen; el Estado cree castigar el aborto y por ello quiere creer y hacernos creer que no existe El número de juzgados y sentenciados por este delito es casi imperceptible, frente a los millones y millones de abortos, desde que están en vigor las leyes actuales. La sociedad mexicana cierra los ojos ante el aborto mientras lo practica a escondidas, y el fenómeno sigue en aumento, precisamente por la actitud puritana del Estado de mantener una norma legal absolutamente impracticable. Es indeseable que las mujeres aborten en condiciones antihigiénicas, pero es peor que el Estado las sancione por hacerlo. Las mujeres sin recursos económicos…» (Sigo mañana)

Lobos de Dios

Vocación de pirómanos. Ayer, por salvarles el alma, los antecesores de Ratzinger quemaban a las mujeres un cuerpo que previamente habíanles torturado a lo bestial. Hoy, el inquisidor disfrazado de Benedicto les deja intacto el cuerpo, pero su alma la condena a las llamas del fuego eterno. Esto, a las insensatas que osan declararse dueñas de su propio cuerpo. Vade retro! Decíamos ayer: la tortura como forma de indagar la verdad o «legalizar» la mentira. Yo, por explicarme el horror que me provoca la lectura del documento que describe el tormento que el «Santo Oficio aplicó a alguna anónima infeliz, recordé haber escuchado cintas magnetofónicas con las últimas sesiones de maltrato físico que torturadores del Reclusorio Norte aplicaron a un detenido (Ricardo López) a quien forzaban a declararse secuestrador (y asesino, posiblemente) de un menor de edad. El joven falleció en la tortura, y el crimen permanece, hasta hoy, impune. Es México.

La sacudida que experimenté al escuchar frases jadeantes, entrecortadas, reiterativas, con que el joven contestaba a su torturador, la padecí una vez más al transcribir para todos ustedes la crónica, el testimonio electrizante de la sesión de tormento que en alguna de las cámaras de la apodada «santa» Inquisición aplicaron a cierta desdichada (a la que voces anónimas habían acusado de judaizante) el fraiIle dominico y sus torturadores, esto en la España del «santo» Oficio, la del siglo XVI. Ayer dije: de que a alguno, en leyendo este horror, se le amargue la saliva, es cosa de imaginación, de sensibilidad, porque el testimonio… espeluznante:

Ordenaron entonces que la pusieran en el potro. Dijo ella:

«Señores, ¿por qué no queréis decirme lo que tengo que decir? Señor, ponme en el suelo… ¿acaso no he dicho lo que hice, todo?» Le ordenaron que lo dijese. Dijo: «No me acuerdo… sacadme de aquí…, hice lo que dicen los testigos. Señores, soltadme, pues no me acuerdo».

Le ordenaron que dijese. Ella dijo: «No lo sé. Oh oh me están desplazando… he dicho lo que hice… soltadme». Le ordenaron que lo dijese. Ella dijo: «Señores, de nada me sirve decir que lo hice, y he reconocido que lo que he hecho me ha traído estos sufrimientos… Señor, tú conoces la verdad… Señores, por el amor de Dios, tened piedad de mí. Oh Señor, quita estas cosas de mis brazos… Señor, suéltame, me están matando».

La ataron en el potro con las cuerdas, la instaron a decir la verdad y ordenaron que apretasen los garrotes. Ella dijo: «Señor, ¿no veis cómo esta gente me está matando? Señor, lo hice., por el amor de Dios, suéltame». Le ordenaron que lo dijera. Dijo: «Señor, recuérdame qué decir. Señores, tened piedad de mí…, lo hice., sacadme de aquí y recordaré lo que aquí no puedo».

Le dijeron que dijese la verdad o apretarían las cuerdas. Dijo ella: «Recordadme lo que tengo que decir porque no lo sé… Dije que no quería comerla… Sólo sé que no quise comer carne Esto lo repitió muchas veces. Le ordenaron que dijese por qué no quiso comerla. Dijo ella: «Por la razón que dicen testigos… no sé como decirlo… desdichada de mí que no sé cómo decirlo. Digo que lo hice y Dios mío, ¿cómo puedo decirlo?» Luego dijo que, como no lo hizo, ¿cómo podría decirlo? «No quieren escucharme.., esta gente quiere matarme… soltadme y diré la verdad». De nuevo la exhortación a decirla verdad. Dijo: «Lo hice, no sé cómo lo hice…, lo hice por lo que dicen los testigos… soltadme… he perdido el juicio y no sé cómo decirlo… me están arrancando el alma., ordénales que me suelten., hice lo que dice la Ley».

Le preguntaron qué Ley. dijo: «La Ley que dicen los testigos… lo declaro todo… oh desgraciada madre que me parió» (…) Ordenaron dar otra vuelta a los garrotes y la exhortación a decir que Ley era. Dijo ella: «Si supiera qué decir, lo diría ¡Oh, mi corazón! ¡Oh Señor, me están matando..!»

Le dijeron que si deseaba decir la verdad antes de que le echase el agua, que lo hiciera y así descargaría su conciencia Ella dijo que no podía hablar y que era una pecadora Luego colocaron en su garganta la toca (embudo) de lienzo y ella dijo: «Quitádmelo, que me estoy asfixiando y se me revuelve el estómago». Entonces vertieron una jarra de agua Ella pidió a gritos confesarse diciendo que estaba muriendo. Le dijeron que la tortura continuaría hasta que dijese la verdad, pero aunque la interrogaron repentinamente ella habla quedado silenciosa…»

A esto quería llegar. Mis valedores: ¿alguno se habla con Norberto Rivera, cardenal de la Iglesia Católica? De ser así, ¿quiere mostrarle esta crónica y ya que la lea preguntarle si en un oficio santo como excretor de excomuniones no añora los métodos del «Santo» Oficio? Porque motivos para la añoranza ahí están ¿Que ya no hay judaizantes? Pero sí herejes que se atreven a abortar, aunque lástima en vez de potro de tormento nomás hay excomuniones. En fin. (Laus Deo.)

Perros de Dios

El interrogatorio policíaco, mis valedores, ¿alguno lo habrá escuchado? Yo sí, que en cinta magnetofónica oí la última confesión de uno de los tantísimos fallecidos en los reclusorios de esta ciudad. Fallecido en la tortura. Joven él, hasta antes del torturador llevó el nombre de Ricardo López, desdichado al que en la celda de tortura trataban de forzar a declararse autor del secuestro de un menor de edad. ¿Alguno de ustedes recuerda el caso..?

Porque escuché (y se me amargó la saliva) aquellas sesiones de lamentos, quejidos, jadeos e intercambio de frases machuconas, entrecortadas, reiterativas, con que una y otra vez el torturado contestaba las frases cortas, indiferentes y rutinarias, de uno de oficio torturador; por eso capto el sentido trágico de la sesión de tormento que padeció una desdichada mujer, y no en el Reclusorio Norte, como Ricardo López, sino en la España del siglo XVI, a manos del monje dominico y sus torturadores, que la forzaban a declararse judaizante. Exacto: la «Santa» Inquisición, hoy con su nuevo nombre de Congregación para la Doctrina de la Fe, de la que es Joseph Ratzinger el gran inquisidor. Transcribía el documento, con su cargazón de realismo dramático, y la boca se me amargaba una vez más. Ojalá que en leyéndolo, cuestión de imaginación y sensibilidad, ustedes no permanezcan indiferentes. La sesión de tormento de la «Santa» Inquisición:

A la desdichada la llevaron a la cámara de tortura. Que dijese la verdad, le ordenaron Ella: «No tengo nada qué decir». Le ordenaron que se desnudara y de nuevo la exhortaron, pero guardó silencio. Dijo, una vez desnuda:

«Señores, he hecho todo lo que se dice de mí y levanto falsos testimonios contra mí misma, pues no quiero verme en semejante brete, plague a Dios, no he hecho nada.»

Le dijeron que no levantase falsos testimonios contra ella misma, sino que dijese la verdad. Empezaron a atarle los brazos, dijo: «He dicho la verdad, ¿qué tengo qué decir? Nada, Señor, nada tengo qué decir».

Le aplicaron una cuerda en los brazos y la retorcieron y exhortaron a decir la verdad, pero dijo que ella nada tenía que decir. Luego chilló y dijo: «Decidme lo que queréis, pues no sé qué decir». Le ordenaron que dijese qué había hecho, pues era torturada por no haberlo hecho, y ordenaron que se le diese otra vuelta a la cuerda. Exclamó: «Soltadme, señores, y decidme lo que tengo que decir, no sé lo que he hecho. ¡Oh Señor, apiádate de mí!»
Dieron otra vuelta a la cuerda y ella dijo:

«Aflojadme un poco para que pueda recordar lo que tengo que decir, no sé lo que he dicho, no comí carne de cerdo porque me daba asco; lo he hecho todo, soltadme y diré la verdad». Se le ordenó otra vuelta más a la cuerda, entonces ella dijo: «Soltadme y diré la verdad, no sé lo que tengo que decir… ¡Soltadme por el amor de Dios… decidme lo que tengo que decir… lo hice, lo hice., me hacen daño. ¡Señor…, soltadme, soltadme y lo diré!»

Le dijeron que lo dijese, y dijo «No sé lo que tengo que decir… Señor, lo hice… me hacen daño, Señor…, soltadme, soltadme y lo diré». Le dijeron que lo dijese, y dijo: «No sé lo que tengo que decir… Señor, lo hice… No tengo nada que decir… ¡Oh mis brazos! Soltadme y lo diré».

Le pidieron que dijese lo que hizo y dijo «No lo sé, no comí porque no quise». Le preguntaron por qué no quiso y replicó: «Ay, soltadme, soltadme… sacadme de aquí y lo diré cuando me hayáis sacado… Digo que no comí».
Le ordenaron que hablase y dijo: «Señor, no la comí porque no quise… soltadme y lo diré».

Le ordenaron que dijese lo que había hecho contra nuestra santa fe católica Dijo: «Sacadme de aquí y decidme lo que tengo que decir… me hacen daño… ¡oh mis brazos, mis brazos!», lo cual repitió muchas veces y prosiguió: «¡No me acuerdo… decidme lo que tengo que decir… ¡Oh, desgracia de mí! Diré todo lo que quieran, señores… me están rompiendo los brazos… soltadme un poco… hice todo lo que se dice de mi«.

Le ordenaron que contase con detalle y veracidad lo que hizo. Dijo: «¿Qué se quiere que diga? Soltadme, pues no recuerdo lo que tengo que decir… ¿no veis que soy una mujer débil? ¡Oh! ¡Oh! ¡Mis brazos! ¡Se están rompiendo mis brazos! Se ordenaron más vueltas, y mientras las daban exclamó: «Soltadme pues no sé lo que tengo qué decir; si lo hice… lo diría…»

Ordenaron que apretasen más las cuerdas. Dijo: «Señores, ¿no sentís piedad de una mujer?» Le dijeron que sí, si decía la verdad. Dijo ella: «Señor, dime, dímelo». Volvieron a apretar las cuerdas y ella dijo: «Ya he dicho lo que hice». Le ordenaron que lo contase con detalle, ante lo cual dijo: ‘Tío sé cómo contar, Señor, lo que no sé». Separaron las cuerdas y las contaron, y había dieciséis vueltas. A la siguiente, la cuerda se rompió. (Mañana.)

Los herejes, ¿quiénes son?

El fanatismo, dije a ustedes en Radio Universidad el domingo anterior. El fanatismo eriza su racimo de cabezas y cobra fuerza una vez más, como en los lóbregos tiempos de Giordano Bruno, Galileo Galilei. Juan de Hus y tantísimos más de esos «herejes» que alimentaron con su carne y sangre las hogueras del dogma, el prejuicio y el oscurantismo medievales. Y ya saben ustedes lo que de todos los Ratzinger inquisidores que en la historia han sido puntualizó Shakespeare:

«Claro que existen los herejes: son los que encienden las hogueras».

Ahora, por suerte para los provocadores del escándalo entre las buenas conciencias, el linchamiento es puramente simbólico, que las hogueras han sido sustituidas por otra más de las sobrevivencias del universo medieval: la excomunión, esa que está por caer, fulminante centella, sobre la testa de algunos que, a juicio de los Ratzinger inquisidores, practican la moderna herejía Lóbrego.

Porque hoy, una vez más, como en los tiempos de Galileo, el conocimiento científico recibe la embestida del dogma, el prejuicio, el tabú y el pensamiento mágico, esta vez con el pretexto de la legislación que sobre la legalización del aborto formulan en la Asamblea Legislativa diputados del Revolucionario Ins. y De la Revolución Democrática, vale decir: la ley que oficializa un hecho fehaciente, ante el que los escandalizados han cerrado los ojos: el aborto que a diario se practica en el país: diez diarios tan sólo en esta ciudad, la mitad de ellos clandestinos. ¿Qué dicen a esto los providas yunqueros y opusdeístas, legionarios de Cristo, caballeros de Colón y del Santo Sepulcro..?

Va aquí, mis valedores, esa pregunta que constituye la piedra filosofal, para la cual no se ha encontrado la respuesta en que coincidan ciencia, magia y religión: «¿Cuando se hacen humanos los productos de la concepción humana?» O en otras palabras: «¿En qué etapa de su desarrollo es el embrión, o feto, un ser humano..?»

La respuesta nunca ha sido fácil, por más que a su hora trataron de contestarla desde Hipócrates, Aristóteles y Galeno, hasta Tertuliano, Gregorio de Nisa y los santos Jerónimo, Agustín, Apolinar y mi tocayo De Aquino, quien afirmaba que el germen humano pasa por una etapa vegetativa y otra animal, de tal modo que el feto, según él, es ya una criatura humana a los 40 días de permanencia en el vientre materno, en el caso del hombre, y a los 80 en el caso de la mujer. Frente a los conceptos medievales y ante la interrogante fundamental, el pensamiento científico duda: «¿Es un ser viviente el huevo no fertilizado?» Más dudas que certezas genera la respuesta del embriólogo: «En un sentido, no. No puede reproducirse sin ayuda, ni siquiera mantenerse por un día o dos. En otro sentido sí, pues su configuración bioquímica contiene sustancias necesarias para la vida y que son producidas sólo por organismos vivos, en este caso por la madre, cuando se forma en el ovario». Pero más adelante: «Cuando veo al microscopio la estructura física del hombre embrionario no veo ningún vehículo del alma rumbo al cielo, sino sólo frágiles cúmulos de células animales…»

El protestantismo, a propósito, acepta el aborto y la contra-concepción, criterio que fluye a contracorriente al de la Iglesia Católica, que lo sentenció a modo de conclusión del Concilio Vaticano II:

Cualquier cosa que esté opuesta a la vida misma, como son cualquier tipo de asesinato, genocidio, aborto, eutanasia o la auto-destrucción voluntaria… Todas estas cosas y otras de este tipo son en verdad infamias. Envenenan a la sociedad humana, pero hacen más daño a aquellos que las practican que a aquellos que sufren el daño. Además, son un deshonor supremo para con el Creador…»

Deshonor para el Creador, ni más ni menos. Pues sí, pero más allá del sentimiento religioso y las invocaciones a Dios, tan sólo en esta ciudad, revela La Jomada, el gobierno atendió en apenas dos años 7 mil casos de aborto, mientras que la cifra de cirugías clandestinas cuadruplicó tal cantidad. Sólo un factor tiende a inhibir entre los pobres el número de abortos, y ese es el miedo. La paciente pobre no tiene los recursos económicos para acudir a un sanatorio de calidad, de modo tal que se resigna a parir un hijo no deseado o se arriesga, de plano, y se somete a un aborto barato, burdamente practicado y, por lo mismo, sumamente peligroso. El único factor universal en tomo al aborto es la determinación de mujeres desesperadas que, al enfrentarse a embarazos no deseados, intentan a cualquier costo que se les practique un aborto. En fin. Tengo aquí, contrapunteados, puntos de vista de científicos y religiosos de diversas doctrinas que analizan el aborto. (Sigo después.)

Y lo mataron

En su tierra salvadoreña mataron a Monseñor ?scar Arnulfo Romero, que es decir al hombre, al religioso, al luchador, al mártir. El arzobispo y salvador de El Salvador, fue asesinado aquel 24 de marzo de 1980, mientras oficiaba misa en su iglesia de barrio en San Salvador. Desde un año antes, el hombre de iglesia estaba presto a entregar la vida por la causa que amaba. Y no es que sin motivo presintiera su muerte, no, que bien conocía a quienes lo acechaban a todas horas, fanáticos de los escuadrones de la ultraderecha (ARENA) que creara un Roberto D’Abuisson, quien iba a ser su asesino intelectual y que, justicia inmanente, no iba a tener buen fia La palabra viva del bienamado de su gente:

He sido frecuentemente amenazado de muerte. Debo decir que, como cristiano, no creo en la muerte sin resurrección: si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño. Lo digo sin ninguna jactancia, con la más grande humildad. Mi muerte, si es aceptada por Dios, sea por la liberación de mi pueblo y como un testimonio de esperanza en el futuro. Si llegasen a matarme perdono y bendigo a quienes lo hagan…

Y lo hizo la bala asesina de un sicario contratado por el D’Abuisson canceroso del ánima, que al poco tiempo fue asesinado también, sólo que por un cáncer fulminante que del ánima se le fue al organismo. Metástasis.

Profeta al modo de Isaías, y como profeta defensor de los desvalidos, el arzobispo fue asesinado en el preciso momento de la consagración, al elevar la hostia en la la celebración de la misa Su cuerpo cayó fulminado al pie del altar. Uno de sus fieles, su amigo fiel: «Lo supe a las tres de la tarde del 24 de marzo de 1980, cuando acababa de nacer la primavera La mañana había sido calurosa y clara Cuando lo supe, llovía Una lluvia nueva, generosa, blanca, que envolvía los cerros. Oscar compañero había resucitado en la llama de una bala Sólo una bala precisa, amaestrada, prevista La lluvia fue el gran perdón que caía sobre El Salvador. El perdón del caído (…) El gran Mártir de América había ganado la batalla a sus asesinos…»

Ojalá se convencieran de que perderán su tiempo. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás…

Eran años aciagos para El Salvador; acababa de estallar una crudelísima guerra civil entre la guerrilla del Farabundo Márti de Liberación Nacional y el ejército gubernamental apoyado, naturalmente, por el gobierno de Estados Unidos. El conflicto se prolongó el tanto de 12 años. El armisticio se iba a firmar en el Castillo de Chapultepec. Aquí, unas colonias adelante…

Como Pastor estoy obligado por mandato divino a dar la vida por quienes amo, que son todos los salvadoreños, aun por aquellos que vayan a asesinarme. Si llegaran a cumplirse sus amenazas, desde ahora ofrezco a Dios mi sangre por la redención y por la resurrección del El Salvador. Yo resucitaré en las luchas del pueblo…

La homilía del arzobispo Romero que le granjeó una bala en el pecho:

Queridos hermanos: terrible lo que ha ocurrido durante estos meses de un nuevo gobierno que precisamente decía querer sacarnos de estos ambientes horrorosos. El martes pasado, el Papa recoge el número de víctimas que ha habido en Italia, sobre todo en estos días. Si el Papa estuviera en mi lugar, no señalaría sólo los crueles asesinatos en Italia, sino que se llevaría tiempo recogiendo día a día testimonios de numerosos y numerosos asesinatos…

Sin las raíces en el pueblo, ningún gobierno puede tener eficacia, mucho menos cuando quiere implantarlo a fuerza de sangre y dolor… Yo quiero hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del ejército, y en concreto a las bases de las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles:

¡Hermanos: son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios, que dice no matar..! ¡Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios! ¡Una ley inmoral nadie tiene que cumplirla! ¡Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado! ¡La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación!¡Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con sangre..!

¡En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos: les suplico! ¡Les ruego! ¡Les ordeno en nombre de Dios! ¡Cese la represión..!

Esa requisitoria del Profeta a los represores de salvadoreños vino a significar su muerte al pie del altar. Y lo mataron. Monseñor Oscar Arnulfo Romero, mártir, ejemplo y guía de pueblos. (A su memoria..)

Bilis negra,renegrida

Esto que voy a contarles me ocurrió la tarde del viernes pasado, yo a medio desvestir y la amiga toqueteando mis regiones abajeñas. A solas estábamos en aquel discreto recinto de espaldas al tráfago de la ciudad. Ella, doctora y amiga mía (me conoce bien, y sin embargo es mi amiga), me enfocó los bifocales en las zonas blandas: «Lo malo es que usted toma muy a pecho la vida, y ese vendaval de politiquería barata que tan cara nos sale a los mexicanos le altera la salud. Urge ir a la acción, pero ya».

– Pero no acción armada, que estaríamos condenados a perder. Y si no, estudie la historia En la organización celular autogestionaria está la verdadera acción para lograr (nosotros, el paisanaje) ese cambio de Poder que nos urge.

– ¿Ve? Hasta en la morgue está usted grillando. No, que otra es la acción de la que hablo; hacerle unos estudios, no vaya a ser. Su vesiculita..

«Su vesiculita», dijo. Porque eso es muy’ cierto, mis valedores; yo vivo a lo vivo el oficio del diario vivir esta vida que, dulzona a momentos, de súbito se nos torna rasposa, abrojuda, amarga de bilis desparramada Y sí:

– Radiografiármela pues. ¿Termino de desnudarme?

No, que antes tendría que pasarme tres días a base de una dieta especial, calculada en términos de salario mínimo. «Totalmente vacío de su sistema digestivo debe llegar al examen clínico para poderle checar su vesiculita.

«Checar», dijo. Y ni hablar. Ni comer. Tres días viviendo de yerbas, pellejos, retazos, morisqueta vil. Al cuarto, métete al cuarto (el laboratorio); yo, ánimo y estómago fruncidos, sentía dentro de mi calavera el zumbido de debilidad. Salario mínimo. «Desnúdese, póngase esta bata, tiéndase en esa plancha».

Helada De fierro vil. Y el escalofrío, sobre todo en la región trasera, que la bata no logra cubrir. De ahí en adelante, como al son del Kama Sutra: que no se me mueva tanto, que muévase para acá, que póngaseme boca abajo, y que ahora boca arriba, y que de ladito, y que agarre mucho aire, porque el siguiente nos lo vamos a echar en cuatro puntos (a gatas), o sea el examen, y que ahora suéltelo todo, el aire, y que… Yo, con aquel remedo de bata minúsculo que al menos movimiento se abría y desfloraba mostrando a los bifocales el minusculito y zonas circunvecinas, qué mortificación…

Pues sí, pero ahí el problemón: por algún motivo (nervios, sobre-excitación), mi «vesiculita» no resultó fotogénica; no retrataba con claridad, sino afantasmada, y cuando debiera hincharse permanecía huera, vacía de bilis, pero tenía que aparecer vacía retrataba preñada, para acabar regándola, eyaculación precoz, toda la bilis, válgame

Y en cuestión de segundos cómo agregar una carga más de jugo biliar. La doctora, un rato de silencio, de reflexión, para súbito (me conoce bien):

– ¿Qué opina de los primeros cien días de gobierno del chaparrito?

¡Friégale! (perdón, ¡tíznale!, quise decir.) Mi «vesiculita», de vejiga chupada, se hinchó, sapo charquera, como al efecto de docena y media de viagras: panzona de
bilis renegrida, estupenda para la foto. La doctora (me conoce bien, ¿lo dije antes?):

– ¡Lo logramos! ¡Así, no se mueva, no se me salga de la suerte, no se vaya a vaciar antes de tiempo y me deje a medias sin lograr otra foto..!

Pues sí, pero no. Ahora mi «vesiculita» tenía que evacuar, pero ella estreñida, y cómo carambas vaciarla, si yo en los hígados tenía estampada la facha del peloncito, jetoncito, etc. La doctora (me conoce etc.):

– ¿Qué le parece la reforma al ISSSTE que acaba de fraguar la Gordillo, vice-presidenta de México, con la mano del gato, o sea Yunes, su incondicional? ¡No puje, no le saque, no se me descuadre, no se me desenfoque! Agáchese más, ¿pues qué no es buen mexicano?

Me agaché. «Más, mucho más». «¿Qué tanto más, doctora?» «Como los compinches de Nueva Izquierda frente a Calderón y sus privatizadores». «¿Así? Ya se me está acalambrando». Y ándenle, el tanque lleno otra vez. Derramándose. Bilis negra, espesa ácida, amargosa «¡Eso, así, quietecito!» Y el clic. «Otra más, pero vacía Cómo haremos para que se vacíe, usted…»

Vaciarme Algo me dio a beber; nada; a mascar; nada; masajito; más se me hinchó; me recostó; en vano; me culimpinó; menos; yo, ciudadano de México, a cada culimpinada pujaba nomás, renegaba pensaba en la mega-marchita- exigimos…» Pero de ahí no pasé.

-¿Sabe usted si por fin se aplicó la justicia y los hijos de toda su reverenda Marta ya están durmiendo a estas horas en el penal de La Palma.?

Sentí que me iba pero me vine Aventé litro y medio de una bilis como amarguísimo chapopote ya privatizado al capital gringo. Una bilis que desde tiempos del PRI-Gobierno ya empozaba en su bolsón, se me había venido fermentando, rancio tepache desde Fox y compinches. (México.)