¡A ver la tele..!

«La información, en lugar de transformar la masa en energía, produce todavía más masa…’‘ (La TV., por supuesto.)

Estuvo entre nosotros, participó en foros y fotos, sustentó conferencias, concedió entrevistas, recibió toga y birrete de alguna universidad y se regresó a su tierra. Y ya. Sus advertencias sobre los peligros que acarrea la televisión nunca llegaron a las masas atrapadas por el duopolio. Lástima

Yo, por mi parte, desde hace algunos ayeres me he venido refiriendo a las teorías de Giovanni Sartori en torno a los avances en el campo de la comunicación; a la TV, concretamente, que a pesar de la entrada del ciberespacio, la internet, etc., no ha sido rebasada. Aquí, una síntesis de las tesis del susodicho analista:

Para empezar, la televisión llegó para interrumpir de golpe el «proceso civilizatorio» del ente humano y transformarlo de homo sapiens, resultado de la cultura verbal y escrita, en homo videns, producto de la imagen, que intenta sustituir la palabra Porque fisiológicamente, según afirma Sartori, el homo sapiens no posee nada que lo haga único entro los primates, género al que pertenecemos, según la teoría evolucionista Lo que al humo singulariza es su capacidad simbólica. De esta manera conformado por un universo físico y simbólico, es, más que homo sapiens, un animal simbólico, cuyo tejido de símbolos se conforma a base de su lengua, mito, religión, arte, tradiciones, etc.

Así pues, el humano es animal racional y homo sapiens, pero, mucho más que eso, es un homo simbolicus. Esto significa que se comunica con una articulación de sonidos o signos «significantes», que aprende a decodificar desde niño, o no pudiera comunicarse con los demás. Esto que ahora redacto lo decodifican ustedes porque conocen el español, pero sería empresa imposible para quien lo ignore, como yo, que desconozca el idioma japonés, no podrá decodificar sus signos escritos o su lenguaje verbal. Lógico.

Porque nuestra capacidad simbólica se aplica en el lenguaje, en la capacidad de comunicar mediante una articulación se sonidos y signos «significantes», provistos de significado. Es el lenguaje del libro, las artes, el cine, la radio, el telégrafo, el teléfono, los diarios, en fin. El esencial, que caracteriza al hombre, es el lenguaje-palabra El hombre es un animal parlante, un animal loquax, que continuamente está hablando consigo mismo, y a veces con los demás. Porque el lenguaje no es sólo un instrumento de comunicación, sino también del ejercito de pensar. Y el ejercicio de pensar no necesita ver. Las cosas que pensamos no la podemos ver. Por cuanto a las civilizaciones…

Estas, en el transcurso de la historia, se desarrollan con la escritura, y es el tránsito de la comunicación oral a la palabra escrita el fenómeno que desarrolla una civilización. Antes de Gutenberg, la cultura era de transmisión oral. Después de Gutenberg vino el periódico, y desde mediados del XIX existe el telégrafo, que dio paso al teléfono. Desaparecerían las distancias.

Vendría después la radio que, como los anteriores adelantos en materia de comunicación, no interrumpe el avance en la decodificación simbólica. Hasta ahí, desde el nacimiento del lenguaje verbal, todo es comunicación a base de palabras orales o escritas, con lo que no se interrumpe el proceso civilizatorio de la humanidad. Perfecto.

Iba a ser a mediados del XX, con el arribo del televisor, cuando se interrumpe este proceso, porque el nuevo invento la función de ver se impone sobre la palabra La voz se pone al servicio de la imagen y en las masas se impone el embuste de los publicistas: «Una imagen vale por mil palabras». Mentira Una palabra, para el espíritu, vale por mil imágenes. Con la llegada de la televisión el hombre, de animal simbólico, de animal loquax, deja atrás el ejercicio cerebral de decodificar los símbolos y se convierte en animal vidente. Cualquiera, al mirar la imagen, la entiende. El cerebro suspende el proceso de decodificar. La función de mirar lo acerca a sus capacidades ancestrales, al género al que pertenece el homo sapiens. Al primate, sí. Lóbrego.

Porque la palabra es símbolo con el que ponemos a funcionar el cerebro, o ese lenguaje es letra muerta o sonido ininteligible. La imagen, por contras, es representación visual. Se ve; con eso es suficiente. Para ver basta con el sentido de la vista La imagen no se ve en chino o en japonés. Para qué el cerebro. La llegada de la TV no fue prolongación de la comunicación simbólica, civilizadora Fue una sustitución del proceso: Ya no entender. Ver. Es así como la TV, afirma Sartori, genera un nuevo tipo de humanos. Entre los niños, principalmente. Del proceso educativo de los suyos, mis valedores, ¿cuánto tiempo entregan al duopolio? (Seguiré con el tema)

Señora tentación

El comercio carnal, mis valedores, y que me la perdonen todos los santos y beatos de la alzada de Serrano Rivera y Norberto Limón. Que me la persignen, porque tantito más, por un pelo (por un macollo de pelos), hubiese yo caído redondo en la carnosa tentación. Y es que la carne es débil, pero de una fuerza tal que resulta casi irresistible, glorioso contrasentido. La carne de la tentadora y la del tentado. Resistí.

Sucedió la noche del pasado martes, primero de mayo. Por calles del barrio caminaba para bajar el comelitón que me proporciona el modelo neoliberal: bueyes, patos, camellos y un burro de este tamaño, miren. Galletas de animalitos, que me pasé por el gaznate chiquiándome un negro bien caliente (un café, garbanzo de a libra). Guardé el diario que iba leyendo y a lo despreocupado seguí por la calleja, cuando de súbito:»Pst, pst..»

Yo, distraído, percibía el silencio de la noche, su desierta soledad, el farolillo mortecino y aquel desgarrado adiós de esa locomotora que desgaja y separa amores, destinos, vidas. Alma mía de mi ausente, y ojos que te vieron ir. A ver, a oír: ¿silbato de locomotora? ¿Pues qué, no las malbarató Zedillo a sus patrones gringos? Ah, silbato de carrito camotero. ¿Pues qué? ¿No los malbarató el segundo marido de marta? ¿Todavía no los malbarata un chaparrito, getoncito, etc.? Seguí caminando, y aquel discreto eructillo…

«Pst, pst». ¡Ave María! ¿Asalto, secuestro, detención, levantón? El espanto me chicoteó el coccis, zacatón que soy. Lo apreté, el paso. Lo apreté, el gañote. Lo apreté. Un apretadero. La saliva, puro burro a medio digerir, se amargó de bilis. «Pst, pst». Santo Niñito de Atocha. Algo más quise apretar, pero ya sólo me restaban los párpados. Yo, aquella taquicardia. «Pst, pst..» Pero por un momento: ¿un asaltante, un secuestrador, un sardo, un torturador de la Judicial iban a hacerme: «pst, pst»? No, que ellos, directamente al Madrazo, pregúntenle a Elba Esther, aunque a fin de cuentas el Madrazo fue para él, pregúntenle a la Gordillo. De ganchete observé: una cucarachera, a su mínima velocidad, se me había emparejado (rosa, tafiletes fiusha). ¿Del AFI, de la Federal de Seguridad? ¿Un comando de élite de mi general Galván? ¿En un volks color rosa? No, que ésos ya me hubiesen ventoseado la primera ráfaga de AK-47, método copiado a los Zetas. Santo Niñito de Atocha…

– Pst, pst Sí, tú, a ti te hablo, papito.

¡Una mujer. Uno a uno comencé a aflojarlos. Así, de reojo, una simple, rápida ojeada: prieta ella, peluca azafranada con rayos guindas; postizas de este tamaño (pestañas); rímel que hagan de cuenta contingencia ambiental por la cargazón de tizne y partículas suspendidas; ojeras de sombreador en las ojeras de edad, desveladas y depravación; uñas lilas en manos y pies; ligas para el ligue; faja para el faje; mini-mini atacada y atacados chonchines color mamey. Simple ojeada. «Papi…»

Va a querer su domingo, pensé. Aceleré el paso. «Ven trépate, yo no voy a lastimarte, como él». ¿?l? ¿A qué «él» se refiere? Yo, bicho raro, soy heterosexual. Seguí caminando. Ella insinuante: ‘Yo soy tu aliada, no de los grandes capitales, como él. Conmigo tus derechos laborales y conquistas, intocables». ¿Conquistas yo, habitante de la soledad? ‘Yo lo que te prometo te cumplo, no como él. No te echo caballería con los sardos. Yo el único cuerpo de élite que te ofrezco es este, míralo. Todos tuyo. ¿Vienes?» Caminé más aprisa. ‘Yo, en mi oficio, soy una profesional. Yo no fui impuesta ni soy una improvisada, ni ando regándola. Yo, mis ovarios en su lugar, no tengo que refugiarme en los tompiates del general Galván Tragué saliva. «Ven, yo no te voy a dejar insatisfecho, desilusionado». Resollé hondo, acopié valor. ‘Yo no te voy a embombillar el IVA, como intenta el gordo Carstens, y veme, yo de panza tengo 15 arrobas menos que él. Déjateme venir, no te aprietes…»

Sin mirarla, y por desvanecer el equívoco: «Señorita, necesitamos aclarar paradas». «Esas son mi especialidad, trépate». «Primero: no soy tu papá. Segundo: no la conozco. Tercero: no apruebo su tuteo. Cuarto… «Ese sí lo pagas tú». «Cuarto, digo: yo nunca he tenido trato con ningún «él'».

– ¿Que no? ¿No fuiste a dárselas al de Los pínos, la papeleta y la felicitación por su triunfo’? ¿Y ahora no te la anda queriendo embombillar?

– ¡Señorita!

– La privatización del ISSSTE. Anda, decídete, que vengo desde el zócalo y no me he presignado. Vienes o voy, digo. ¿Te trepas?»

Me trepé, flaca es la carne Toqueteé la carne gorda, y ¡tíznale! «No le saques». «¡Me salió usted machín!» Y que pego el brinco y caigo en lo duro, y al sobarme vi como el de color rosa se perdía a lo lejos. Saqué el diario, y a la luz del farol entendí el combativo lenguaje del compa travesti: ‘Junto con el EZLN, trabajadoras sexuales celebran el 1° de mayo». (Ah…)

Felipe el mediocre

Felipe IV de España, mis valedores, uno más de los pequeñajos que han trepado al poder. Al que vivió entre las fechas 1605 y 1665 aludí aquí mismo el pasado viernes; que como rey fue un irremediable mediocre y que en una de esas tanto le pesó la corona que entregó las llaves del gobierno a un tal Conde-Duque de Olivares, el Camilo Mouriño de aquel entonces. Que el mediocre falleció de pura tristeza, según las crónicas, destino que es de los pobres de espíritu, y eso cuando no les da por compensar su enanismo jugándole al dictador. Macabro. En aumentativo.

Este Felipe IV mediocre de facha, intelecto y carácter, iba a ser el destinatario del célebre Memorial que en la mesa del augusto comedor le deslizó a lo subrepticio aquel mi señor don Francisco de Quevedo y Villegas, genio de genios del Siglo de Oro español. Léanlo, y verán si exagero.

En los pareados del Memorial, Quevedo echa en cara al parvo Felipe ser el causante de achaques y tribulaciones que chicoteaban al noble pueblo español, y que iban del enriquecimiento inexplicable de algunos voraces Slim a la extrema miseria de los entenados del reino. Esto, a mediados del XVII español. Males fueron aquellos que la España del Cid soportaba desde los inicios de tan funesta dinastía. El Memorial iba a llevar de la mano a Quevedo hasta acogedora mazmorra del rey, rencoroso como todos los de su alzada, vengativos que son. Mis valedores.

Muchas excelencias se le advierten al Memorial, entre ellas una para nosotros fundamental: las acusaciones con que Quevedo chicotea la cara al monarca son las que nosotros pudiéramos enderezar contra cualquiera que haya posado sus reales en el sillón de Los Pinos. Lean, reflexionen y aplíquense al ejercicio de la comparación, aleccionadora; porque nunca las comparaciones, más allá del dicharajo embustero, resultan odiosas. Vale

Católica, sacra y real majestad – que Dios en la tierra os hizo deidad; -Un paisano pobre,
sencillo y honrado – humilde os invoca y os habla postrado.

El honrado, pobre y buen caballero – de plano, no alcanza ni pan ni carnero. -Perdieron su esfuerzo pechos españoles -porque se sustentan con tronchos y coles – Cebada que sobra los años mejores – de nuevo la encierran los revendedores. – Madrid a los pobres pide mendicante – y en gastos perdidos es Roma triunfante. – En vano es que agosto nos colme de espigas ??

si más lo almacenan logreros que hormigas. – En vegas de pasto realengo vendido -ya todo ganado se da por perdido.

Perpetuos se venden oficios, gobierno – que es dar a los pueblos verdugos eternos.
– Si a España pisáis, apenas os muestra -tierra que ella pueda deciros que vuestra. -Los que tienen puestos, lo caro lo encarecen – y los otros lloran, revientan, perecen.
Crecen los palacios, ciento en cada cerro -y al pobre del pueblo, castigo y encierro.

Ved tantas miserias como se han contado – teniendo las costas del papel sellado. – Plazas de madera costaron millones, – quitando a los pobres vigas y tablones. – Un ministro, en paz, se come de gajes – más que en guerra pueden gastar diez linajes. – Nunca tales gastos son migajas pocas, – porque se las quitan muchos de las bocas. – Los ricos repiten por mayores modos: – ya todo se acaba, pues robemos todos. – Y asi en mil arbitros se enriquece el rico, – y todo lo pagan el pobre y el chico.

El vulgo es, sin rienda, ladrón y homicida – Burla del castigo, da coz a la vida. – ¿Qué importan mil horcas, dice algunas vez, – si es muerte más fiera hambre y desnudez? – Si el rey es cabeza del reino, mal pudo – lucir la cabeza de un cuerpo desnudo. – Consentir no pueden las leyes reales – pechos más injustos que los desiguales.

Los plumas compradas por Dios jurarán – que el palo es regalo, y las piedras, pan. – Contra lo que vemos, quieren proponernos – que son paraíso los mismo infiernos. – La fama, ella misma, si es digna, se canta – no busca en ayuda algazara tanta – Del mérito propio sale el resplandor, – y no de la tinta del adulador. – Y así, de esas honras no hagáis caudal – mas honrad al vuestro, que es lo principal. – Servicios son grandes las verdades ciertas. – Las falsas lisonjas son flechas cubiertas. Porque por lo demás todo es cumplimiento -de gente servil, que vive del viento.

Si en algo he excedido, merezco perdones. – ¡Dolor tan del alma no afecta razones..!

¿Encontraron ustedes algún parecido entre la España de ayer y el México de hoy? Y la crueldad de los débiles: apenas leer el Memorial, Felipe el mínimo ordena ¡A la mazmorra con el acusador! ¡Con mi señor don Francisco de Quevedo y Villegas, genio de genios del Siglo de Oro español. Porque así se escribe la historia Válganos Dios. (Felipe.)

La letra ¿sólo con sangre..?

El Dia del Maestro, mis valedores. Esbocé ayer el retrato hablado de ese turbio y polémico personaje de la tenebra que es Elba Esther Gordillo, «lideresa moral» del magisterio (tienen la Gordillo «moral» que merecen) y me referí al racimo de acusaciones que la señalan de enriquecida a lo ilegal y autora intelectual -de intelectual sólo se le advierte ese detalle- del asesinato del maestro Misael Núñez Acosta, perpetrado en enero de 1981 por encargo, afirman sin querer o poder probarlo, de la propia Elba Esther, la misma a la que el impuesto en Los Pinos debe la mitad del sillón. Dia del Maestro.

La figura de la Gordillo, mis valedores, se advierte tiznada por el estigma de traidora; al gremio, al PRI, a López Obrador, a todo. Pero no sólo traidora, no únicamente arribista y enriquecida a lo inexplicable: las manos de la «lideresa moral» del magisterio, reitero, exhiben rastros de toda la sangre que por intereses mostrencos se ha derramado en los campos del magisterio, como la del propio Núñez Acosta. En la última intervención pública de aquel Carlos Jonguitud, que fue «líder moral» del sindicato de maestros y cabecilla de la que fue nefasta «Vanguardia Revolucionaria», así sintetizó su acusación contra su sucesora en el «liderazgo moral» de un magisterio que parece no merecer mejores cabecillas «morales»:

Yo vi a esa mujer en condiciones de miseria. Eso de que su abuelo le dio millones son vaciladas como para Ripley. En la lucha, ésa es capaz de muchas cosas;

?L, junto con la Gordillo, y en torno a la muerte de Núñez Acosta, fue investigado por una Fiscalía Especial Para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, título tan extenso como la impunidad que propicia. ¿Y? Año con año, durante lustros, militantes de organizaciones como la Coalición de Colonos de Tulpetlac rendían homenaje al «caído en defensa de los pobres», y gritaban su repudio al entonces cacique magisterial Jonguitud, a quien señalaban como protector de los autores materiales e intelectuales de un crimen que hasta hoy permanece impune. ¿Y? Ya entonces se mentaba ese nombre que tanto sugiere de negativo y funesto: Elba Esther Gordillo, profesora…

Del tema tratábamos en la tertulia de anoche, que dedicamos a la discreta celebración en honor del maestro. Infusión al frente, el susodicho:

Si los profesores disidentes quieren material para su denuncia ante la fiscalía, ahí está ese crimen perpetrado en el paraje Agua de Berros, Oaxaca, hace 11 años, cuando fue asesinado el campesino Esteban García Martínez, testigo clave en el homicidio de la profesora Concepción Ríos Casimiro, ocurrido 2 años antes. Fue también secuestrada Margarita, de 5 años de edad e hija del sacrificado, como represalia porque el susodicho colaboró con las autoridades para esclarecer el asesinato de la maestra. Tiempo después, la niña seguía desaparecida.

(Silencio. Quedo, en el aparato, Bach.)

Tenemos el caso del profesor Vicente Amaya Hernández, asesinado por 5 pistoleros en Pinotepa Nacional, Gro., horas antes del Día del Maestro, como habían dado muerte al Prof. Cenobio Fito López y secuestrado al mentor Modesto Patolzin. En Oaxaca también, y también caciques los victimarios, el crimen del Prof. Alejandro Martínez Delia fue perpetrado en 1990. Hoy continúa impune.

(La Beba, arrullándose en las piernas de la Lichona.)

El maestro Manuel García Spencer fue asesinado en Culiacán, Sin., en 1990, donde años más tarde y en sólo tres meses de 1996, se registraron los asesinatos de Fausto Quintero Becerra y tres maestros más.

(La Beba, de súbito: «Mami, ¿y el maestro Carlos..?»)

¿Y qué me dicen del asesinato de Celso Wenceslao López Díaz, maestro disidente al que un profesor de los «vanguardistas» de Jonguitud asesinó a balazos en marzo de 1987, en Chiapas? Testigos principales relatan el crimen: «Fue un 30 de marzo, día de pago. Maestros vanguardistas provocaron a los disidentes en huelga exhibiendo sus cheques de sueldo, de que los paristas estaban privados. Se suscitó un pleito a golpes. El vanguardista sacó una pistola y la descargó contra el maestro López Díaz. El asesino, por supuesto, fue identificado. Se trata de Jaime Bermúdez Solórzano alias El Tragábalas. Sigue en completa libertad'»

Silencio otra vez. Los contertulios, pendientes de tanta sangre derramada a lo impune y al conjuro de esos dos nombres: Carlos Jonguitud Barrios y Elba Esther Gordillo. Ahí, a sus siete años de edad, la Beba:

– ¿Y el maestro Carlos? ¿Fue pobre y murió asesinado por disidente..?

– Niña, que ni murió pobre ni asesinado, porque Carlos Jonguitud,

– No, mami, yo digo Carlos Hank maestro rural. (Ah, ese. Pues)

¿Quién es la víctima..?

¿Quién es el verdugo? De la actual situación conflictiva que vive el país y el deterioro en el nivel de vida de los mexicanos, ¿quién es, quiénes son los responsables? Somos nosotros, naturalmente; los propios mexicanos somos los responsables, por comisión y omisión, de todo lo bueno y todo lo malo que acontece en el país. ¿Quiénes, si no, permiten que el Sistema de poder, para su propio beneficio, los maneje desde los medios de condicionamiento de masas? Por cuanto a las maniobras políticas que lograron imponernos en Los Pinos a «uno chaparrito, peloncito», etc., que dijera a su hora el Espino dirigente del blanquiazul, piensen ustedes en la Gordilo.

Sí, la Gordilo, ni más ni menos; esa misma que en el pasado proceso electoral jugó un papel, o más bien lo peleó, lo perpetró, para apuntalar la ofensiva con la que los grandes capitales y el alto clero católico, la industria del periodismo y uno que otro panista el segundo marido de Marta y la segunda esposa de Fox, aniquilaron la candidatura presidencial que intentaba engranar nuestro país al proyecto común de diversas naciones hermanas en el sur del continente, y con ellas enfrentar las políticas neoliberales de Washington y el agio internacional. A fin de cuentas Bush se interpuso, y ahí cambió el curso de la historia de nuestro país. Y mis valedores: así seguimos; con un gobierno reaccionario que es el de los Pro-vidas y legionarios de Cristo, los Caballeros de Colón y la capa pluvial de Norberto Rivera, el inquisidor que mantiene a México excomulgado o en peligro de excomunión. Laus Deo. Por cuanto a la «lideresa moral» del sindicato de trabajadores de la educación, la pantanosa Gordillo

Esa, ¿traidora al magisterio? se preguntan algunos, y contestan otros:

Y no sólo traidora, sino que también carga sobre sus lomos presuntas complicidades en delitos que involucran sangre y muerte, y que por intereses del propio Sistema de poder, de cuyos cimientos forma parte esencial, nunca se han podido, nunca se han querido probar. Sobre la acusación de traidora, cierto día la señaló Carlos Jonguitud. «líder moral» que fue de ‘Vanguardia Revolucionaria» del magisterio (aquí líder moral significa sátrapa, cabecilla, mangoneador, enriquecido hasta la náusea de las cuotas sindicales. Cada «sindicato» tiene el «líder moral» que se merece), tras unos años de forzado silencio después de que el de Los Pinos lo arrojara violentamente del cacicazgo que el potosino había creado dentro del sindicato del SNTE. Acusó Jonguitud:

– Claro que Elba es una traidora: a mí, que la alcé de la nada, a la causa del magisterio, al propio sindicato. Una traidora, la Gordilo.

Por cuanto a la riqueza descomunal que la maestra ha acumulado muy al estilo de su difunto colega el «maestro rural» Carlos Hank González, acusó Jonguitud: «¿Millonaria por herencia? Yo vi a esa mujer en condiciones de verdadera miseria Eso de que su abuelo le dio millones son vaciladas como para Ripley..»

Traición y una riqueza inexplicable que los hombres de Los Pinos, uno tras otro, esos mismos que a su hora se han llenado la boca con la ley y el estado de derecho, nunca han podido, nunca han querido aclarar. ¿Calderón, dice alguno de ustedes? Ese mucho menos, él que empieza apenas -a penas- a pagarle facturas, que a la Gordillo le debe media posadera en el sillón de Los Pinos

Pues sí, pero aún siguen ahí, vivas y requemantes, las acusaciones, nunca probadas, que ligan a la Gordillo con muchos y muy diversos delitos de sangre, acusaciones a las que aludió el depuesto cacique potosino con aquella frase que tantas sugerencias dejó entrever:

-Ya en la lucha Elba es capaz de muchas cosas…

En fin, que acusada y acusador son coyotes de la misma loma, y si su seña de identidad fue siempre una complicidad que se continúa con los blanquiazules, ¿qué han hecho, por su parte, los maestros de la Coordinadora, para exhibir a la Gordillo de traidora, ladrona y aún autora intelectual de algunos hechos de nota roja.?

Ellos, bienintencionados, año con año, durante lustros, junto con organizaciones como la Coalición de Colonias de Tulpetlac rinden homenaje al asesinado maestro Misael Núnez Acosta, «caído en defensa de los pobres», y a su hora gritaron su repudio a Jonguitud, al que señalaron de protector de los autores materiales e intelectuales de un crimen que hasta hoy permanece impune ¿Los tales? Ya hace décadas se mentaba ese nombre que tanto de negativo sugiere: Elba Esther Gordilo, que en su papel de «lideresa moral» ha acumulado una riqueza ilícita y unos hechos de sangre que mosquero a la carroña le siguen el rastro, la biografía personal ¿Y? a la Gordillo, ¿qué ley la ampara? (Eso, mañana)

La picaresca española

Felipe IV de España, mis valedores. Su vida como la de cualquier otro humano, cabe entre dos fechas (1605 y 1665 la suya), y el sino mediocre: cetro y corona lo llevaron a perder el equilibrio. La melancolía lo mató…

Varón impulsivo y de mediana inteligencia, este mediocre Felipe fue impuesto por su mero padre, el monarca anterior, que a su vez había sido encargado en la silla por el precedente, y todos ellos por el primero de los Felipes. Y así hasta la decadencia del reino. Lo usual. España.

Dicen los biógrafos que el Felipe de marras se estrenó a lo espectacular; que generó esperanzas en una sociedad de vasallos que los anteriores Felipes -demagogos, depredadores- habían desbarrancado en pobreza, desesperanza y crisis global Pues sí, pero de súbito, aquella decisión: mediocre hasta el tuétano, Felipe tomó la resolución de entregar las llaves del reino a cierta eminencia gris nombrada Conde-Duque de Olivares, el Camilo Mouriño del Felipe aquel, que de ahí en adelante lo mangoneó como se le inflamaron sus ganglios. ¿El resultado de la real decisión? El previsto: saqueo de las riquezas naturales, enajenación de gran parte del reino al vecino imperial, privilegios a los Carlos Slim y congéneres, y cesiones, concesiones y concertaciones, y todo pagúelo español Destino de pueblos débiles…

Pero el as en la manga del pueblo español: 25 años antes del gobierno de aquel Camilo Mouriño y el mediocre Felipe IV, la España menesterosa por gracia de sus logreros validos de la ocasión había tenido el vigor, la potencia y la fortaleza para parir a un narigón de antiparras que iba a ser, con Góngora, Lope, Cervantes, Juan Ruiz y tantísimos más, horcón y cresta del Siglo de Oro: mi admiradísimo señor don Francisco de Quevedo y Villegas, poeta él, y ensayista, humanista y fabulador, o lo que es lo mismo: genio de la sátira y portento del idioma español. Léanlo, a ver si pueden tacharme de exagerado.

Pues sí, pero achaques del tiempo: el genio se dejó querer del mediocre y le aceptó comilonas y becas, premios y menciones honoríficas, que ni intelectual orgánico, inorgánico, del efímero reino de algún otro Felipe. El, mi don Francisco en persona, jugándole al inorgánico, válganos Dios. Pero en fin, allá éL Con decir a sus buenas mercedes que Quevedo el genio llegó a canturrear con Felipe el mínimo y en tono de sol mayor, la tonada:

«Bécame- bécame mucho- como si fuera esta beca la última vez…»

Con toda la corte de los milagros aparecía el día siguiente en las primeras planas, el grupo de intelectuales en derredor de Felipe, y gozaba con la publicidad. (¿No me estaré equivocando de personajes, el mediocre, el genio y el intelectual?) Pero no escandalizarse: cosas fueron del tiempo, y no de España.

Pero de raza le viene al macho ser de redaños. A los postres del comelitón mi señor don Francisco se ponía a observar, más allá de un palacio real convertido en bunker para evitar las expresiones de amor del pueblo español, la turbamulta de aquel pobrerío que se fatigaba, día a día, en el áspero oficio del diario vivir una vida arrastrada. Contemplaba Quevedo el espejo y la flor de la picaresca española: ciegos mendicante y lazarillos de Tormes, religiosas falsos y auténticas putanconas veladas de maritornes, trotaconventos y monjes fingidos, picaros de urdemales y terceronas de oficio, las celestinas que hoy nombran alcahuetas. España. Inmortal a pesar de Felipe el parvo…

Quevedo, al mirar el río de necesidad, se dolía de aquellos menesterosos de las medias para abajo (las clases medias). Varón de virtudes y blando de corazón, rebelábase contra la injusticia que asolaba el reino de Felipe el pequeñajo. Entonces pensó, discurrió y valeroso como era…

Estalló el escándalo. Cierta mañana en que Felipe, disponíase a desayunar (la víspera estuvo encendida de fuegos fatuos: auto-bombo, autoelogios, y concertaciones, y acuerdos, y pago de facturas a las Gordillos por servicios prestados a la corona Todo a espaldas -a lomos, sí- de quienes pagaban los costos del comelitón. ¿Quienes serían..?

Ya se disponía Felipe a pasar la servilleta por su agusta barba cuando en eso, debajo de ella aquel manuscrito con semejante acusación contra su mediocre gobierno. ¿Y esto? ¿De qué se trata? ¿Quién osa acusarme..?

Era aquel, mis valedores, el famoso Memorial que, por más que anónimo, por la destreza de los paraedos y la justeza de la acusación, a las claras pregonaba el nombre de su autor Quevedo. Y ahí ardió no Troya, sino Madrid. Como buen mediocre -¿habrá mediocres buenos?-, Felipe era vengativo, y con el rencor en sus lentes requirió los servicios de la guardia real, y al calabozo el genio, y que un tal Alfredo Blas, juez Io. de lo penal en Toluca, le embombillara 67 años -¡con seis meses!-. Así se escribe la historia Por cuanto al cuerpo del delito, o sea el Memorial… (El lunes.)

Perros de paja

(Cuando despertó, el perro seguía allí.)

El Perro,mis valedores. Así se nombra el relato de un L Turrent cuyo texto sinteticé para ustedes hace años y luego arrumbé en el desván de las carpetas en desuso. Pero válgame, que el tema de los perros a los que alude el autor cobra hoy día tan virulenta actualidad que justifica reiterar en el simbolismo de «El Perro». Y si no, júzguenlo en la síntesis que formulo para ustedes:

Soplaban los vientos, los ventarrones, de la Revolución. El protagonista central, militar villista, era rudo, duro, áspero, insensible Su contraparte, al contrario, un ser insignificante despreciado, infeliz. Era «El Perro», como le apodaban, mote elocuente

Y ocurrió, mis valedores que, azares de la revuelta, al despreciado aquel le achacaron un crimen que no había cometido, y muy a la usanza «revolucionaria» me lo iban a fusilar, y en un muro del camposanto le formaron el cuadro: «¡Preparen armas! ¡Apunten..!

¿Fusilar al pusilánime? ¿Cómo, si no podían mantenerlo de pie? Un desmayo de ánimo, un desmayo de piernas, y aquel terror que acalambraba y acogota al débil de espíritu y temple desfalleciente Un cobardón «El Perro». El oficio de mando:

– ¡Párese, hijo de la tiznada!

¡Muera como los hombres!

Pero nada Una vez más el terror, el desmayo, las convulsiones. Y lo que es el destino, el azar: el coronel que relata el suceso se enteró del incidente, acudió con los de turno y, sin saber ni por qué, salvó la vida al pusilánime No lo hubiera hecho: de ahí en adelante, la sumisión absoluta del recién resucitado por el militar que, entre el desprecio y la lástima, le salvara la vida. El apocado se arrimó a la casa de su salvador y se dio a servirlo en todo y con todo, hasta granjearse el apodo de «El Perro». Abyección…

«Ahí lo tenía siempre, sus ojos humildes, fieles, puesto en mí. Me daban ganas de correrlo, de echarlo, tal como se hace con un perro de verdad, para que no siguiera cuidándome el sueño, pero él me seguía como mi sombra Es repugnante que un hombre descienda a esos abismos de servilismo».

Y de pronto, a deshoras de la noche:

– ¡Que vienen los carrancistas! ¡Que no podremos resistir..!

Y a la huida. Villistas y simpatizantes, por salvar la cuera lo único con que pudieron huir), abandonaron el caserío tratando de ganar la sierra mientras los perseguían los primeros balazos. «No tuve tiempo de ensillar mi caballo. Iba a pie trotando y bordeando desfiladeros». La luz del amanecer suponía nuevos peligros. Y a correr, los plomos silbándoles por los lomos…

«De repente, el galope aquel. Nos parapetamos».

Y ahí, ante el asombro de todos, va apareciendo «El Perro», que traía el caballo del coronel. «Las balas silbaban entre los árboles, pero iba entonces sobre mi caballo. Detrás de mí, en ancas, mi sombra, aquel «perro» que había cruzado las líneas enemigas y recibido los disparos de los carrancistas. Como montaba muy mal, se sujetaba en mis hombros con manos temblorosas. Muerto de miedo, como en el cementerio, cuando lo iban a fusilar. Corría mi caballo. Huíamos del peligro. Nada atendía sino esa fuga…»

Por fin. Ya estaban en la zona dominada por los villistas. El coronel detuvo su cabalgadura. «Sólo entonces miré, con asombro, aquellas manos lívidas, crispadas sobre mis hombros. Horriblemente crispadas».

Y que al intentar volverse hacia el servicial, éste resbaló y dio contra el suelo. Una bala destinada al coronel había sido absorbida por los lomos de «El Perro». El militar lo llevó a sepultar al camposanto. «Pero la última visión que conservo de él: junto a un depósito de basura vi un perro muerto, de vientre inflado y patas encogidas, con unos ojos turbios tercamente fijos en la basura».

Mis valedores: hasta el momento de su muerte, «El Perro» mereció puro desprecio del militar, y esta es la razón por la que hoy convoco, una vez al humano y despreciado redrojillo de «El Perro»:

Vendedor por oficio (coca-colas) y servil por vocación, cuando -destino de pueblos débiles- una decisión del Imperio lo impuso en Los Pinos, inició una labor que no cesa como lacayo de Bush, que va desde el abyecto «comes y te vas», hasta su frustrado sabotajes a la reunión de Rio de La Plata. Hoy, a chicotazos de lengua, todo un ex-presidente de México y roe-zancajos del Presidente Constitucional de Venezuela, Hugo Chávez, se empeña en seguir cabalgando en ancas del penco del cowboy y con los suyos propios guardarle los lomos al carnicero. Destino de pueblos débiles: ¿cuántos del calibre del perro del cuento sufriremos todavía? Mi país. (Ah, mi país…)

Cínico abuso del poder

Mató, ejercitó la arrobadora capacidad de destruir. Comparando con ella el poder de un creador es simple juego de niños. (Calígula, de Albert Camus.)

Suetonio, mis valedores. ¿Lo habrán leído? ¿Conoce alguno Los Doce Césares? De entre doce, ¿recordará la estampa abominable de aquel Cayó Calígula emperador (201-244), el de los tantísimos crímenes? Conocerá, entonces, la existencia de aquel que pasó la historia como uno de los cónsules consentidos del degradado y degradante emperador. Sí, por supuesto: Incitatus. Releo el episodio y experimento vergüenza por el pueblo romano, tan agachón, masoquista y fanático, que aun fue capaz de aclamar al dicho Incitatus, y honrarlo, aturdirlo a vítores y fanfarrias y exaltarlo como benemérito prócer de la comunidad. Ah, la Roma imperial…

¿Que por qué mi extrañeza, si los romanos así acostumbran aquerenciarse con sus tiranos, fueran ilustres como Marco Aurelio o de la calaña del propio Calígula? ¿Que por qué escandalizarme por la adoración que el noble pueblo romano le profesó al tal Incitatus, cónsul de Roma? Casi por nada: Incitatus era un caballo. Un cuaco. Un penco, y si Calígula lo hizo cónsul no fue a modo de recompensa por las carreras que hubiese ganado ni porque fuera garañón de tamaños. No, Calígula confirmó al bruto la dignidad de cónsul porque aborrecía al noble y digno pueblo romano, y porque ese noble pueblo era bueno, pero bueno de agachón, y ya lo canta el proverbio: el bueno pica a pelo de pubis; consulten su diccionario. La imposición de lncitatus en el consulado se entiende por la vía del desprecio, la befa, el escarrinio: «Quisiera que el pueblo tuviese una sola cabeza, y de un tajo cortársela..»

Aunque, pensándolo bien, no debería extrañarme: qué desafueros no podrían perpetrarse en un Imperio en plena decadencia como el de Roma, con un populacho degenerado hasta el grado de terminar de agachón y falto de todo decoro, de toda altivez como pueblo que alguna vez estuvo a la altura de la epopeya ¿Los magistrados y colegas del penco? Ellos, condición lacayuna, a aplaudir el nombramiento del bruto como a su hora los muy brutos y convenencieros habían aplaudido masacres, devaluaciones de la moneda y excesivos impuestos al noble pueblo romano, cuyas muestras de adhesión a su nuevo cónsul fueron delirantes, multitudinarias. Por cuanto a Calígula:

Tanto quería a un caballo llamado Incitatus, que la víspera de las carreras del circo mandaba soldados a imponer silencio en todo el vecindario, para que nadie turbase el descanso de aquel animal. Mandó construirle una caballeriza de mármol, un pesebre de marfil, mantas de púrpura y collares de perlas; dióle casa completa, con esclavos, muebles; en fin, todo lo necesario para que aquellos a quienes en su nombre invitaba a comer con él, recibiesen magnifico trato. Hasta dicen que le destinaba el consulado.

Un fiero ataque de rebeldía inútil y de rabia impotente me forzó a hablar con ustedes de Incitatus el cónsul y del noble pueblo romano, tan alcahuete como agachón, todo un perito en reniegos inútiles. Al abrir el matutino, aquel chicotazo:

«Marta, Fox y sus hijastros, cínico abuso del poder. El Centro Fox, con fondos oscuros. Nadie informa de dónde emana todo el dinero para la construcción de la mega-obra que se levanta en San Cristóbal. «Vamos México’, recaudó miles de millones de ‘generosos’ mexicanos que en el ‘gobierno del cambio’ acrecentaron sus fortunas…»

Y aquí el ardimiento. ¿Qué ventajas reportó para el noble pueblo romano la gestión de Incitatus en el puesto público? Muchas, si las comparamos con los Incitatus que soporta el noble y renegón pueblo de México, y aun vota por ellos, y los aclama, y (supremo candor) espera todo de tales pencos. A ver:

El de Calígula no, que tenía la dignidad bien afincada en su nidal. Analfabeto también él, tuvo el buen tino de no tomarse en serio ni citar a «Borgues», ni apoderarse del poder. Incitatus no cargó al erario más allá de la cebada dos veces al día y la yegua a su hora El penco (¿moral personal, conformación de sus pezuñas?) nunca fue denunciado de ladrón, depredador, peculeador, ni de traficante de influencias ni de cínico abusivo del poder en su beneficio y el de su parentela política, lo único de político que al Incitatus cimarrón le conocimos…

Del Incitatus romano, discreción y callado, nunca se supo que a la vista de las víctimas de sus depredaciones anduviese derrochando lo hurtado en descomunales monumentos a su ego desfalleciente, el de una pobre personalidad de mediocre irredento. El Incitatus original se concretó a relinchar, no a ventosear discursos. Pero, sobre todo, mis valedores: Incitatus el romano nunca, y eso le agradezco en el ánima, me impuso en Los Pinos, a la pura ley de sus equinas criadillas, a otro como él, pero no descartado, sino hipocritón. ¡Ave César, los que van a morir te saludan! (Vale.)

Respeten mi dolor…

Salir con la frente en alto a pesar del dolor. La vida continúa..

Lo leí, me estremecí. Venteé, la tragedia del héroe, su temple, bizarría y estoicismo; su serenidad ante la tragedia ¿Del drama clásico qué personaje, enfrentado a los dioses, al hado, a la Moira, pudo, al caer al hachazo del insobornable destino, levantar la frente y pronunciar la frase? Mis valedores…

Salir con la frente en alto a pesar del dolor, empresa vedada a nosotros, los débiles, corazoncillo de jericalla A todos nosotros, los sensibleros que a flor de pupila cargamos esa furtiva lágrima que en ocasiones no logramos domeñar, y entonces brinca, rebelde, y a la vista de todos nos descompone los rasgos del rostro y nos los riñe de vergüenza. Las lágrimas que nos exprimió la muerte cuando cargó con la madre Tula, o cuando la vida, insensible, se raptó a mi Nallieli. Y al retorcimiento de la dolencia cómo clamar, simplemente: la vida continúa. ¿Es vida la nuestra o sólo su apodo, su alias? Tula, Nallieli, mi juventud. «Y ya a la orilla de todo -medito enloquecido- en lo que he sido- en lo que es ido…» Por ahí va la frase del poeta. Y qué hacer…

Salir con la frente en alto. Miro las fotos de los dolientes, intuyo el drama ¿Qué trecho de tu vida puedes haber caminado tú, que te desmoreces al dolor? ¿Veinte años? Tú, de barbilla incipiente, que con lágrimas sin veda pudor, intimidad, asperjas los cuatro rumbos de la tosa, ¿eres, acaso, más joven que ese, el de junto, que miro levantando a los cielos unos puños crispados, tanto como los rasgos de un su rostro distorsionado, contorsionado, charamusca del dolor que se expresa a aullidos? Ah de los ojos remachados; ah de una boca abierta de par en par; de los puños que encaran los santos cielos y amenazan con derrumbarlos, acabar con ellos, y con todo y con todos, y así dar muerte al dolorimiento. Con la frente en alto. Trágico.

Acaso más me impresionen las expresiones faciales de ese segundo en la foto, el del rostro de ojos remachados y boca abierta de par en par. Observo que semejante dolor se va metamorfoseando; que el ceño se frunce las cejas se tornan colas de escorpión y de la lágrima que se reseca emerge una ardida exasperación, una árida rabia en esas fauces que se erosionan mientras los dientes parecen a punta de morder, triturar. A tarascadas. El anciano de junto: volcán que se apaga, sus grietas aún rezuman lloraderas de humedad, grietas resecas por las cataratas, contrasentido patético. Y qué será más de impresionar: la lágrima viril, el rabioso llorar, la pena ya sosegada, cansada del áspero oficio del diario vivir, o el sacudirse en sollozos del niño que comienza a saborear el amarguísimo sabor de la pena Miren las fotos de los matutinos y duélanse al verlas. Compadézcanse si tal sentimiento les despiertan los rostros descritos, un puro ardimiento y un majestuoso dolor.

¿A mí? No. A mí tales muestras de dolor impotente me generan desprecio, impaciencia exasperación. ¿Yo, insensible? No es insensibilidad. El desprecio, el desdén de estos rasgos lacrimosos se origina en la causa del llorar colectivo, en el graderío del estadio futbolero: ¡un equipo del clásico pasecito a la red ha caído a los infiernos de la segunda división! ¡El Querétaro, sí, a la «Primera A«! Y el rostro de rasgos distorsionados, y los puños que se alzan al cielo, y ese que pudibundo Julio César al recibir las mortales puñaladas, oculta en la casimeta del club los visajes que le arranca el dolor. Y viejos y niños en la viva lágrima, como también los adultos y alguna jovencita deshecha en llanto. Por asuntos del clásico pasecito a la red. Ah, esos héroes por delegación.

¿Yo, honrar esas lágrimas? ¿No son las mismas que en su momento brotaron – siguen fluyendo- por Pedro Infante, Juan Pablo II, La Morenita o contra la despenalización del aborto? ¿Yo respetar esa rabia, esas lágrimas, esa indignación? ¿Tengo yo vocación de Perra Brava? Miro las fotos, medito en ese «Salir con la frente en alto«, del futbolista en derrota, y pienso, desalentado, en las opiniones del analista «El fútbol, como espectáculo para las masas, sólo aparece cuando una población ha sido ejercitada, regimentada y deprimida a tal punto que necesita cuando menos una participación por delegación de las proezas donde se requiere fuerza y habilidad, a fin de que no decaiga por completo su desfalleciente sentido de la vida«. Y esta más: «El deporte por delegación, como es el fútbol, es una característica de la sociedad de clases. Las clases altas practican personalmente el deporte (golf, polo, tenis, equitación): sólo las clases bajas están reducidas al espectáculo pasivo del fútbol que los entrena para la dependencia, la pasividad, la minoría de edad mental y la no participación en la vida pública». Y yo digo:

Esas lágrimas (delirio, fervor, agonía), ¿espontáneas? ¿no serán pasiones, emociones y reacciones mañosamente inducidas a lo artificial y artificioso en el débil de espíritu como opiáceos de las masas oprimidas, deprimidas? Alineación, manipulación, enajenación, ¡cinescopio! Ah, masas. (En fin.)

Y usted, ¿ya excomulgado..?

Y la escandalera que entre los grupos de ultraderecha ha venido a provocar la interrupción legal del embarazo, mis valedores. Un verdadero tsunami de descalificaciones, una erisipela de recriminaciones, una sarna de excomuniones sobre la testa de las mujeres que se atrevan a abortar antes de las 12 semanas de gestación, y sobre los lomos de Marcelo Ebrard, de la mayoría de los asambleístas, de las autoridades sanitarias de la ciudad capital, de todos. ¡ Réprobos! ¡Anatema! ¡Excomunión para todos! ¡ Dios lo quiere! Y de ahí, sotanas y capas pluviales al descrédito : porque los excomulgados dijeron no importarles semejante castigo, y porque el Ratzinger de Roma pegó el reculón: no se preocupen los ??abortistas?: Eso de que estaban excomulgados fue sólo una vacilada para espantarlos. Válgame con El Vaticano?

Y aquí lo insólito, según dije a ustedes el viernes pasado: No hubo ni ha habido, entre los dos núcleos en pugna, ninguna duda, ninguna vacilación. El alegato de éstos se afianzó en la certeza de que el aborto despenalizado es un problema de moral, y el de los otros, que de salud pública; los unos, con su estribillo de que están por la vida; los otros, con el de que están por el respeto a los derechos de la mujer. Nomás me quedé pensando. Y sí.

Muy elocuente el fenómeno de quienes toman partido por una u otra posición: nadie muestra duda ninguna. La división es tajante, radical, categórica. Sin matices, sin dudas, sin titubeos. A machamartillo. Blanco o negro, conmigo o contra mí. Bueno y malo, sin más. Y ya.

Pues sí, pero yo, mientras tanto, con esta duda sobre el momento en que la semilla, el embrión puede ser extirpado sin escrúpulo alguno, y en qué momento es ya todo un ser humano, que la maniobra, entonces, constituiría un asesinato. Y esta duda ni Norberto Limón, ni Jorge Rivera Carrera ni los ??abortistas? de la ALDF me pueden disipar, sino sólo la ciencia. Y los científicos ( los embriólogos, más específicamente): ??No puede aclararse con toda certeza el momento de transición, ya que el de la gestación es un proceso paulatino?.

Yo entonces, por explicarme el fenómeno de las mutuas certezas, me voy a la teoría del especialista en esas masas cerriles amuralladas detrás de sus mutuas certezas y obcecaciones. Y cuánta claridad en la explicación del estudioso. Juzguen ustedes:

??El hombre es, en su origen , un animal gregario, Sus actos están determinados por un impulso instintivo de seguir al jefe, y de tener estrecho contacto con los otros animales del hato. En lo que tenemos de borregos no hay mayor amenaza a nuestra existencia que el perder contacto con el rebaño y sentirnos aislados. El bien y el mal, lo cierto y lo falso, están determinados por el rebaño. Pero no sólo somos borregos. Somos humanos también; estamos dotados de una conciencia de nosotros mismos, de una razón que es, por su naturaleza, independiente del rebaño, ya sea que él esté o no de acuerdo con nuestro razonamiento.

La brecha abierta entre nuestra naturaleza gregaria y nuestra naturaleza humana es la base de dos clases de orientaciones: la orientación por proximidad al rebaño y la orientación mediante la razón. La racionalización es un acuerdo entre la naturaleza gregaria y nuestra capacidad humana de pensar. Así, tendemos a hacer creer que nuestras opiniones y decisiones irracionales son razonables??

Y que hasta no ser verdaderamente libre de tal modo que logre razonar, el hombre aceptará la verdad que exige la mayoría de su grupo; su juicio estará determinado por la necesidad de contacto con el rebaño y por el miedo a verse aislado de él. Racionaliza entonces. Produce pensamientos racionalizadotes que tienden a deformar o a ocultar las verdaderas motivaciones. Es la razón el instrumento con el cual se realiza el análisis critico de la racionalización. Se racionalizan las pasiones irracionales y se justifican el criterio y las acciones del rebaño.

Entonces, mis valedores, si yo, sin que la ciencia despeje mi duda esencial, me congratulo porque se haya logrado en esta ciudad la despenalización del aborto, ¿ no estaré racionalizando? ¿ No será la mía simple fidelidad al rebaño al que pertenezco?¿No estaré guiándome por un dogma, por un prejuicio, indestructibles como son, o casi? Mi satisfacción ante los resultados de la Asamblea Legislativa del pasado martes, ¿ no será la de un simple fanático? Y aquel escalofrío. Y rápido, me avoqué al estudio de ese siniestro fenómeno del fanatismo. Y sí, que de las experiencias que más lesionan, que más vulneran al hombre de razón, al ente que piensa, es el fanatismo. Los fanatismos. ( Esos, después).

¡Ira de Dios!

Acusaciones, descalificaciones, aclaraciones y crispaciones, imprecaciones y desmentidos, malentendidos, excomuniones y reculones. Diatribas, polémicas ¡Réprobos, anatema! ¡Condenación! Válgame…

Calambres y charcos de bilis negra ha provocado la despenalización del aborto que se aprobó en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal el pasado martes, 24 del mes anterior. Pese al clima de despellejamiento y degüello el aborto, por ley, quedó despenalizado si se practica antes de las doce semanas de gestación. Sin más. Pues sí, pero el derecho a la mujer a su propio cuerpo en qué forma vino a reforzar la rijosidad protagónica de sotanas y grupos diversos de la derecha recalcitrante, que han tornado la ciudad capital palenque, herradero, olla de grillos católicos. Laus Deo.

Y aquí lo insólito, mis valedores: no hubo ni ha habido, entre los dos núcleos en pugna, ninguna duda, ninguna vacilación. El alegato de éstos se afianzó en la certeza de que el aborto despenalizado es un problema moral, y el de los otros, que de salud pública; los unos, con su estribillo de que están por la vida; los otros, con el de que están por el respeto a los derechos de la mujer. Muy elocuente el fenómeno: de quienes toman partido por una u otra posición nadie muestra duda ninguna. La división es tajante, radical, categórica. Sin matices, sin dudas, sin titubeos. A machamartillo. Blanco o negro, conmigo o contra mí. Bueno y malo, sin más. Y ya.

Pues sí, pero en lo que a mí toca, mis valedores, partidario decidido de los derechos de la mujer y de la consiguiente despenalización del aborto, cargo dentro de mí, no obstante, una duda, que ni el argumento de la moral ni el de salud pública me disipan, y en esto consiste mi incertidumbre:

¿En qué momento del proceso de gestación el que aún es embrión, el producto que más tarde habrá de ser feto, puede ser extirpado del útero materno sin dar en el peligro de asesinar a un ser humano? ¿En qué momento el embrión, el producto, el feto, ya es una persona humana, y entonces sí, intocable a riesgo de asesinato? Semejante duda sólo la ciencia pudiese aclararme, pensé, y bajé a mi biblioteca y me puse a estudiar, más allá especulaciones de filósofos, psicólogos, sociólogos, rabinos y ministros de distintas religiones que allí vuelcan su tesis, la opinión del científico. De los especialistas. De los embriólogos, exactamente.

Pues sí, pero lástima: ante el proceso de la gestación, de los científicos y especialistas que revise obras específicas de consulta, y más tarde de los médicos que consulté personalmente, unos y otros manifiestan sus dudas acerca de la transición del producto en la persona humana, y ello con el alegato muy entendible de que el proceso del embarazo evoluciona de manera gradual, paulatina, e impide por eso mismo determinar con certeza en qué día, semana, hora, el feto se convierte en persona humana

«Caramba, qué necedad», me atajó Octavio, mí médico amigo y amigo médico. «¿Quién, si el proceso de gestación se produce paulatinamente, va a poder señalarte
con exactitud en qué mes, día, hora, el que permanecía en calidad de embrión ya se mudó en persona humana, con todo lo que ello viene a significar? Necio que no fueras».

Seguí en las mismas; en la oscuridad sobre el tema, y al no adquirir de la ciencia certeza alguna, tampoco la tengo yo, que estoy por la despenalización del aborto. Pero, mis valedores, entiendo al científico. La ciencia duda, la ignorancia afirma, y es aquí donde vale, para mí, la interrogante: ¿seré yo uno más de los ignorantes sin resquicio de duda con los que me he topado en los dos bandos en pugna..?

Porque, reitero, ambos contrincante esgrimen razonamientos que consideran sólidos, y los dos mutuamente se descalifican. Ambos, uno con el argumento de la moral y el otro de la salud pública y el respeto a la mujer, sostienen sin un amago de duda sus puntos de vista encontrados. Derecho a la vida, despenalización del aborto. Uno y otro bando esgrime su razón. Ambos están convencidos a rajatabla, y supongo que las masas en pugna, más allá de quienes las aleccionan, proceden de buena fe. ¿Entonces? Nomás me quedé pensando, y válgame…

Válgame, sí, que semejante certeza de los dos bandos en oposición no puede arrojar más que una evidencia: que ambos conocen a fondo los argumentos: el de moral y la vida y el de la vida y la salud pública. Porque de otra manera, sin conocer las dos tesis, y tal vez ninguna de las dos, cómo pudiesen tomar partido de forma tan contundente y optar por algunas de las teorías encontradas. ¿A lo entrañable nomás? ¿A lo subjetivo? ¿Así, tan ayunos de lógica.?

Y yo, con mi duda torno al… (Esto,después.)

Ramillete espiritual

Admirable la discreción de la industria del periodismo, mis valedores: calla púdicamente y por igual tanto las realizaciones de gobierno de Marcelo Ebrard como las omisiones gubernamentales de Calderón. Admirable.

No se emite crítica alguna al de Los Pinos, pero al de La Casa Blanca qué tal. De genocida, con muy justa razón, no lo bajamos; de terrorista de estado, ex-alcohólico misticoide y empobrecedor de pueblos. Las medidas de gobierno mexicano, por contras, son las adecuadas en asuntos de economía familiar, que de otra forma lo criticaríamos, como lo son también las que se refieren a la alta política El de nuestro país, impecable en sus medidas de política exterior, financieras o de comercio internacional. Y que el periodismo de mi país abolle y descarapele cada día, con toda justicia y justeza las medidas presidenciales del gringo. Y si no, ahí están las criticas habladas o escritas contra el verdugo de Iraq y demás pueblos víctimas. Y cómo lo delinean los trazos de los caricaturistas. Bien merecido, a mi juicio.

El estadista mexicano, qué diferencia hasta hoy, no ha dado a los periodistas, si exceptuamos los de La Jornada, ocasión de censura, de critica de cuestionamiento…

Es por eso que yo, apenas despertar cada mañana arrodíllome, pongo los brazos en cruz y la mirada en el cielo (en el techo), y doy gracias a lo alto: «Gracias te sean dadas, Señor. En lo vituperable de Bush y en los aciertos del estadista blanquiazul reconozco que escogiste este país como tu pueblo elegido, como la tierra de promisión». Y mi espíritu se llena de gozo…

Es entonces cuando dejo la cama y comienzo mi día con el examen de las noticias en los periódicos (conmigo la tele, como el licor, topó en tepetate). Más tarde, el ánimo fruncido por las noticias que acabo de leer en los diarios, tomo la canasta del mandado y acudo al tianguis de aquí a la vuelta, y válgame: ahí, como en todas partes, la iracundia de los vecinos contra quienes así le empobrecen su calidad de vida Entonces hago lo que hice ayer.

Ayer fui con el padre Pioquinto, mi confesor espiritual (síndrome de Ebrard: me ha excomulgado seis veces), y de rodillas y sus pies le vacié mis dudas: «No alcanzo a comprenderlo, su reverencia Si los gringos tienen por presidente a todo un delincuente internacional, y nosotros, según lo advierto por el silencio de mis colegas, uno limpio y puro, tan químicamente puro que no alcanza a suscitar la más leve crítica entre los que vivimos del periodismo -malvivimos unos, viven en Jalula los más-. ¡Padre mío, contéstame..!

-?itale, pero no escupas, y además, nada me has preguntado.

– Contéstame, padre Pioquinto. ¿Por qué a los gringos, teniendo un hampón en La Casa Blanca, les va tan bien? ¿Y por qué a nosotros, teniendo en Los Pinos un presidente que, según lo tratan los periodistas, es un rayo de sol, nos va tan de la pura fregada con perdón?

Lo vi dudar, tragar saliva meditar.

¡¡Contésteme, padre! ¿Por qué a los güeros pura bonanza y a los prietos de la pura lo que le dije antes? ¿Por qué, reverendo, por qué..?

Ahí habló mi consejero espiritual: «Ah, pues casi por nada porque los caminos del Señor son inescrutables para un simple mortal, y si lo dudas léete a Job en La Biblia. Porque el Señor Dios de los Ejércitos, en su infinita bondad, con carestía y escasez quiere probar a los mexicanos, para ver si vosotros sufrís con cristiana resignación tales agobios, y cuando muráis premiaros con la vida eterna ¿te imaginas..?»

«Además, como compensación al alza del gas y tortillas, el Todopoderoso, en su infinita sabiduría os colocó en el gobierno a todo un estadista cuyas medidas de gobierno hasta hoy no han merecido crítica alguna por parte de tus colegas del periodismo, ¿o sí? Y cómo, si se trata de un varón de virtudes y temor de Dios, que como buen católico está por la vida y contra el aborto criminal de los perredistas, esos abortos que se van a morir con el cicirisco perforado por una úlcera gástrica mal cuidada ya lo verás. ¿No te parece una suerte que Dios te haya impuesto allá arriba a un ferviente católico, apostólico, romano? No me vayas a salir conque preferías otro Hugo Chávez o a ‘un peligro para México‘. Levántate y anda Anda y no peques más. ¿Sabes que por andar dudando de la justicia divina te puede caer encima una excomunión fulminante? Nomás anda y pregúntale al réprobo Ebrard lo que pesa una excomunión como la que anda cargando sobre sus lomos…»

El padre Pioquinto me la persignó; me dio su bendición. «Sólo que no te me vas a ir vivo del corral. En tu casa de penitencia agarras lápiz y papel, y 300 veces: ¡No al aborto criminal! ¡Sí a la vida! ¡Ebrard, a la-verno..!

¿Papel? Tomé un rollo. Y la mano, ya entumida (¡Reprobó!)

De héroes y villanos

¡Mi defensa es vuestra acusación! ¡Las causas de mis supuestos crímenes, vuestra historia..!

México, primero de mayo de 1886-primero de mayo de 2007. Paisanos, tengan presente, no se les vaya a olvidar. No olviden todo eso que ya olvidó o nunca ha sabido la mayoría de los asalariados que hoy van a tomar plazas y calles para ¡e-xi-gir!, como ocurre a lo rutinario y puntual año con año: que el gobierno les respete sus conquistas laborales, exigencia que denota una absoluta falta de conciencia de enemigo histórico. Los Mártires de Chicago, mientras tanto:

Vuestras leyes están en oposición a la naturaleza y con ellas robáis a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar…

No olvidar esos hombres cuyo sacrificio conmemora hoy el mundo: August Spies, George Engel. Albert R. Parson, Adolph Fischer y Louis lingg. Tener siempre presente su requisitoria contra los enemigos históricos:

Creen tener derechos sobre todas las personas, sobre sus vidas y su libertad, aun el derecho a asesinar a quienes les son incómodos, cuando son diferentes, cuando no son parte de la amorfa masa o rebaño servil…

¡Tiempo llegará en que nuestro silencio será más poderoso que las voces que hoy vosotros estranguláis..!

Aquí, por revivir esa memoria histórica que se nos agosta y angosta, los momentos finales de unos héroes y mártires que a la defensa de la jornada laboral de ocho horas y un salario menos injusto aventaron por delante la vida En México, por fortuna, su lucha iba a ser retomada por los hermanos Flores Magón y los también mártires de Cananea y Río Blanco, antecedentes directos de los cadáveres de pasta de Conchos y SICARTSA. Así transcurrieron sus momentos finales:

Aquel primero de mayo amaneció caluroso. Muy temprano salió el sol, dorando los patios de la prisión. En su respectiva celda de condenados a muerte los ocho cautivos aguardan el patíbulo. De repente, un ruido de cerraduras marca el final. August Spies detiene su ambular de león enjaulado. «¿Ya es hora?», pregunta «Vamos afuera», dice uno de los celadores, mostacho hirsuto. Por cuanto a la celda de Parsons, el que comanda el grupo de celadores ordena «Vamos afuera».

«Así pues, llegó la hora de la verdad. Vamos».

Louis Lingg, por su parte, en el momento en que lo conducían fuera de la celda comenzó a decir: «No es por un crimen por lo que nos condenan. Es por…» Y guardó silencio.

Tiempo después, cinco de los ocho anarquistas condenados a la horca por la justicia de Illinois habían sido concentrados en un saloncillo de la prisión federal, no lejos del «portón de entrada» (difícilmente pudiese decirse «portón de salida»). Los cinco condenados a muerte se miraron, ligeramente pálidos, pero tranquilos. «Salud, compañeros», dijo uno de ellos. A la palabra «salud», los otros intentaron una sonrisa «¿Listos?», preguntó el celador de los grandes mostachos. «Listos», contestó Spies.

«No es por un crimen por lo que nos condenan», repitió Lingg. «Nos condenan por nuestros principios. Pero yo desprecio su…» Guardó silencio. Afuera sonaban las 10 de una mañana caliente en Chicago. 1886. Ya ante el patíbulo, Lingg iba a completar su mensaje final: «No es por un crimen por lo que ustedes nos condenan; es por nuestros principios. Desprecio a todos ustedes; desprecio su orden, sus leyes, su fuerza su autoridad. ¡Ahórquenme!»

Antes de morir habló George Engel: «Las leyes de ustedes están en oposición con las leyes de la naturaleza y mediante ellas roban ustedes a las masas el derecho a la vida a la libertad y al bienestar. ¡Estoy listo..!»

«Pueden ustedes sentenciarme –August Spies-. Pero que al menos se sepa que en Illinois, ocho hombres fueron sentenciados a muerte por pensar en un bienestar futuro, por no perder la esperanza en el último triunfo de la libertad y la justicia…»

«Si la muerte es la pena correlativa a nuestra ardiente pasión por la libertad de la especia humana –Adolph Fischer-, entonces yo lo digo muy alto: ¡dispongan de mi vida.!»

El mensaje final de Albert R. Parson, al pie de la horca «Sobre el veredicto de ustedes quedará el veredicto del pueblo, para demostrar las injusticias sociales de todos ustedes, que son las que nos llevan al cadalso. Pero quedará el veredicto popular para decir que la lucha social no ha terminado por tan poca cosa como es nuestra muerte…»

«Esos hombres eran moralmente superiores porque cada uno era capaz de sentir gran amor por la humanidad…» (A su memoria)

Virtudes y vicios

La despenalización del aborto, sin ir más lejos. El descrédito en el que han caido sotanas y capas pluviales que con su beligerancia se tornan motivo de escándalo y sorna, burletas y expedientes penales. La inseguridad pública, con su racimo de asaltos, secuestros y asesinatos. Esa violencia inaudita que acalambra el territorio nacional, con su delirante regazón de muertos descabezados y cabezas mutiladas que arroja a estas horas el crimen organizado. La patética confesión del Secretario de la Defensa Nacional, de que «El crimen nos ha rebasado«. La violación y muerte de niñas y ancianas. Los militares en entredicho. Tantos y tan variados asuntos que pensábamos tratar en la tertulia de anoche Tanto de qué hablar, comentar, polemizar y reñir entre todos nosotros, y sale el maestro con semejante comentario…

– ¿Que qué? ¿La soberbia y la qué? – Se escamó el joven juguero.

Que la soberbia y la humildad. ¿Se imaginan ustedes? Pero en fin, que es el maestro, y su palabra pesa como la de nadie más en la tertulia de Cádiz. Y qué hacer. Escuchamos que la soberbia es la jactancia por unos bienes que no se poseen o no en el grado en que los pregonamos, y que presupone un deseo desmedido de aparecer como superior a los otros, con un mérito personal que subaja al mérito ajeno. Que de la soberbia se derivan orgullo, jactancia, vanagloria y desprecio por los demás. ¿Que qué..?

Nosotros, oyéndolo. La tía Conchis, aquel descarado bostezo. Yo, cuando menos, me atuve al Manual de Carreño, y a cada bostezo me cubría la boca con el dorso de la mano. Un traguito al gordolobo para espantar la modorra. El maestro, impertérrito: «Contra el vicio de la soberbia tenemos la humildad, que nos enseña a moderar el apetito exagerado de la propia valía».

La Maconda, neo-panista y adoradora (¡inaudito!) del de Los Pinos, lanzó su anzuelo: «¿Sabe alguno en qué fueron a parar las dizque playas en esta ciudad, antes el DF, y hoy Marcelona? – Ninguno picó. Yo, tímido, me aventuré: «Esa privatización encubierta del ISSSTE…» Nada

– Humildad y soberbia atañen también a los grandes políticos que bien lo dice el consejo del sabio: «Manifiesta tu grandeza a través de la humildad».

Y que tal es la virtud de los líderes y los visionarios, con la que han logrado captar amor, admiración y fidelidad de las masas. «No importa la altura que alcance el pastor de pueblos. Si no cayó en la megalomanía seguro es que se ha granjeado la voluntad de sus seguidores. Porque conocen ustedes el vértigo de altura que ataca a cualquier mediocre, que apenas se trepa en el famoso ladrillito, pierde la dimensión y se siente semidios. Y si no ahí está…

– ¡Marta Sahagún, con todo y su segundo marido!

– ¡Eva Perón con todo y su populista Domingo Siete!

Y que Hitler, Stalin, los dictadores. «Jesucristo, en cambio: «Aprendan de mí,
que soy manso y humilde de corazón».

– ¡¿Y dónde dejan al aborrecible tirano barbón de las siete vidas en Cuba la mártir?!, rabió La Maconda «¿Sabían que también ese sátrapa impuso el aborto en su isla? No, si el Diablo los cría y ellos se juntan…»

– Bueno, sí –don Tintoreto-. Pero con todo respeto, ¿a qué viene esto de hablar de virtudes en la tertulia? ¿De virtudes qué sabemos nosotros? Nos limitáramos a los puros vicios…

– Ah, ¿y sin el debido contexto apreciaríamos en toda su magnificencia el acto soberbio de humildad, qué paradoja, que frente a todo el país acaba de realizar ese personaje de arrolladora personalidad? ¿Cómo, entonces, sopesar la humildad del ídolo de multitudes cuyo carisma lo ha convertido en el predestinado que señala rumbos a toda una nación? ¿No acaba de renunciar a honores y vítores y aclamaciones de una multitud enfebrecida y delirante, que el día de mañana primero de mayo, pensaba entregársele como se le ha entregado hasta hoy? Grandioso el acto de humildad de un líder de semejante dimensión que hasta hoy día mal puede dar un paso fuera de su residencia sin que una muchedumbre enloquecida galope tras él: Hossana en las alturas..

Pero obsérvenlo ahí: Seráfico y franciscano, él vive ajeno a todo impulso de soberbia, y practicante de la humildad, rechaza públicamente el homenaje del pueblo, multitudinario homenaje que la nación preparaba en su honor para el día de mañana Todo su pueblo: pensionistas del ISSSTE, desempleados, trabajadores de salario mínimo cuya dieta básica es la tortilla El, ajeno a toda acción de soberbia personal, acaba de rechazar la tradición de presidir el ritual del primero de mayo con sólo quince palabras:

«En honor a la verdad, más que un festejo de los trabajadores era del presidente».

– ¡Cede toda la gloria a los trabajadores! ¿No es admirable su actitud?

«Así me hace el aquellito». Entre dientes, El Síquiri. (En fin.)

Tartufo y Dios

La sublimación de Tartufo, mis valedores. Su glorificación. Aquí, allá, en dondequiera, el personaje de Moliere se manifiesta en toda su cínica dimensión: vivo, actual, actuante, indestructible. Tartufo vive y alienta en el matancero internacional G. W. Bush, que a la vista de los 32,33 restos mortales que acaba de arrojar la patología irracionalidad en alguna escuela de los EEUU, las entrañas se le enternecen, invoca a Dios y en el duelo pronuncia la oración fúnebre.

Lógico, sí, ¿y los cientos de miles de cadáveres que provoca en Irak, víctima de ese mismo Bush conmovido hasta el tuétano frente a los restos de estudiantes desparramados en el colegio gringo? Tartufo en pleno…

Pero Tartufo alienta también en el hombre de Los Pinos: ¿pues no se apresuró a presentar sus condolencias al genocida, cuando el desparramadero de hasta 28 cadáveres mexicanos que acaba de provocar el accidente vial en Chihuahua no le mereció una palabra de compasión ni el más mínimo gesto de aliento a los deudos de la tragedia? Tartufo, vivo y actuante…

Allá, Bush sostiene una ruda guerra contra el terrorismo (sin aclarar que se trata de un terrorismo contestatario del terrorismo original que él perpetra en tantos países del mundo), pero saca de la prisión al terrorista de la CIA y multi-asesino Luis Posada Carriles, autor del sabotaje al avión de Cubana de Aviación que hace unos años despedazó a 73 seres humanos. Tartufo, sin más.

Por cuanto a los «medios»: tartufos son, colonizados colonizadores, que se desentienden de los iraquíes muertos por la invasión estadounidense, al igual que de los fallecidos en Chihuahua, para clamar a lo hipócrita su estupor y su duelo por las 32 víctimas del estudiante suicida, y reiterar datos, cifras, detalles, aconteceres, circunstancias, secuelas, de la tragedia estudiantil. Manipulación enajenante la de semejantes tartufos

No, y las masas de nuestro país que así, a lo manso y pasivo se dejan manipular por los susodichos «medios» y, dolorimiento inducido, los días se han pasado lamentando el drama del colegio gringo, y lo comentan, reiteran, remuelen, rumian y vuelven a rumiar, y toman como propia la masacre como si la celebrasen el duelo de sus propios familiares, cuando la tragedia de Chihuahua les ha pasado casi inadvertida Esos no son Tartufos; son, cuando más, el rebaño de perplejos que nombra el analista Colonizados son, y enajenados, sumisos y dependientes, que gozan y se duelen a las órdenes que les da el Imperio por medio de su vocera la industria del periodismo.

Tartufismo: esas mismas entrañitas lastimadas ahora claman, católicos inducidos por sus pastores, contra la despenalización del aborto.

«¡Los mexicanos no somos asesinos! El pueblo mexicano cree en el mismo Dios. ¿Cuál sería la decisión de Cristo, si le preguntaran sobre el aborto? Su respuesta serta: ¡No al aborto! ¡Alto a la iniciativa criminal!»

A ver, a ver, un momento: a esos que mientan a Cristo y afirman conocer sus respuestas mejor sería preguntarles: ¿hasta qué grado se contristaron en la Semana Santa frente la pasión y muerte de ese mismo Cristo que conocen tan bien? ¿En el templo, en la meditación, en el arrepentimiento sincero por unas culpas que llevaron al Ungido a la cima del Golgota? ¿Esos están cerca de Cristo? ¿Dónde lo ubican esos que tan a la ligera lo mientan? Lo afirma el teólogo:

«La Justicia y la caridad son los únicos y más seguros signos de la verdadera fe católica (…) dondequiera que estén, ahí está verdaderamente Cristo, y dondequiera que falten, Cristo está ausente».

¿Esto lo saben tales católicos siempre de dicho, que nunca de acciones? ¿Esos católicos del Cristo en los labios dónde anduvieron durante la conmemoración del Calvario? El Tartufo que hoy, en las calles y en las plazas públicas, mienta al Ungido, se largó a la playa, a la tanga y la fritanga al antro y la beberecua a la trepidante aventura del motel. Ah, gesticuladores…

En la conducta de Bush, de Calderón, de los medios de condicionamiento de masas y de esas masas católicas y vacacionistas de Semana Santa que ahora pretenden acreditarse de muy buenos cristianos, yo percibo la presencia de Tartufo que se hace pasar por religioso incorruptible y observante fiel de la ley de Dios, pero que se descara y muestra lo que es en esencia un cínico, al intentar el coito adulterino con la esposa de Orgón, protector de semejante picaro. Su «tartufismo» al intentar convencerla:

El cielo prohibe determinados placeres, pero podemos estar en paz con él (…) Existe la ciencia del saber (…) rectificar las malas acciones con la pureza de nuestra intención. Satisfaga mis deseos, señora, y no sienta ningún temor.

Bush, Calderón, los «medios», los católicos de membrete Gloria al Tartufo que ellos alientan y tornan indestructible. (Dios.)

Perros de guerra

La invasión de tropas norteamericanas a la ciudad y puerto de Veracruz, mis valedores, que se perpetró un 21 de abril de 1914. Yo aguardé, para tratar el tema por que la memoria histórica no se nos pierda, al pronunciamiento del hombre de Los Pinos, y lo que me temía: el discurso oficial fue una graciosa huida a las acciones del gringo invasor y una amenaza (¡una más!) a los narcos del crimen organizado: «¡Es un mal endémico, pero no cederé ni una sola plaza a los narcotraficantes!» Sigo aquí la crónica de una invasión que se inició con demandas de Washington inaceptables para nuestro gobierno:

Carranza «ofreció hacer una amplia investigación en torno a la muerte del subdito inglés, para que si alguien resultaba culpable de arbitrariedad o violencia, tuviese el condigno castigo. Washington insistió en que se llevase a cabo absolutamente todo lo exigido por su gobierno, aunque aceptando que se hiciera un saludo a la bandera mexicana, pero después del que se diese a la americana. Temeroso Huerta de que la oferta no se cumpliese y la bandera mexicana quedase sin saludo, propuso que éste fuese simultáneo. Negáronse los yanquis y entonces se les pidió que por lo menos se comprometiesen por escrito, firmando un protocolo, a hacer el saludo a la bandera mexicana; pero también fue negativa su respuesta, en la cual tampoco se tomó en cuenta otra proposición mexicana de someter el conflicto a un arbitraje, conforme al Tratado de Guadalupe Hidalgo…»

Telegrama de John J. Pershing, comandante de las fuerzas armadas estadounidenses que tomaron parte en la expedición punitiva:

«Sr. Jacinto B. Treviño: Usaré de mi criterio por lo que concierne a cuándo y en que dirección del territorio mexicano deba mover mis tropas para perseguir bandidos o para obtener información tocante a bandidos. Si dentro de esta circunstancia tropas mexicanas atacan a mis columnas, la responsabilidad con sus consecuencias recaerá sobre el gobierno mexicano».

A las 11 horas con 20 minutos de aquel 21 de abril de 1914, soldados de infantería yanqui descendían del Florida, el Utah y el cañonero Praire, y tomaban tierra en el muelle Porfirio Díaz. La fuerza yanqui se marchó hacia la población por la calle Montesinos. Se iniciaba la invasión de territorio mexicano -una más- por tropas de Estados Unidos«.

«Cuando el 24 de abril el comodoro Manuel Azueta llegó a la ciudad de México, con los cadetes que habían defendido el puerto, en la estación se le acercó un anciano que le preguntó: ¿Qué recuerdo me trae de mi hijo? Azueta le señaló la guerrera que llevaba puesta: había quedado manchada de sangre cuando recogió del suelo al cadete moribundo. El anciano besó aquella sangre mientras lloraba silenciosamente. Era el padre de Virgilio Uribe«.

El testimonio de la niña que se quedó huérfana cuando una bala expansiva le asesinó a Andrés Montes, su padre: «Los americanos entraron el mero 21 de abril. Poco antes de las 11 de la mañana estaba yo en el colegio, cuando nos despacharon a casa en vista de que hacíanse conjeturas de que los americanos iban a entrar. Llegué a mi casa; mi mamá estaba muy azorada porque ya sospechaba que habría tiros y cañonazos. Mi papá estaba trabajando en la carpintería que teniamos en la misma casa donde vivíamos. Estaba callado, trabaja y trabaja sin decir palabra

?ramos 6 hijos: la más chiquita tenía 10 meses de nacida. Sin decir palabra, sin decirnos nada, ni a donde iba, mi papá salió de la casa al oír los primeros disparos. No regresó sino hasta las 6 de la tarde y ya venía armado con un rifle y unos tiros. También regresó trayéndonos dos tanates de pan y miniestras para que tuviéramos qué comer mientras él estaba afuera… .

Como si lo estuviera viendo ahora mismo con mis propios ojos, recuerda mi mamá, rodeada de nosotros, le suplicaba: «No te vayas, Andrés, no nos abandones, mira que tenemos niños muy chiquitos. ¿Qué hacemos si te matan? ¡Hazlo por nosotros!’ Mi padre, que siempre fue muy callado, pronunció tranquilamente estas palabras: «Ahora no tengo madre, ni esposa, ni hijos. Solo veo que tengo una patria muy linda y tengo que defenderla de la infamia yanqui. Aquí te dejo colgado este machete: anoche lo afilé bien para que al primer gringo que se atreva a entrar en esta casa, le moches la cabeza».

Como mi mamá insistiera en que se quedara, él la agarró y le dio un empujón para que le dejara el campo libre. Y así fue como él pudo quitar la tranca de la puerta y salirse a la calle otra vez. Como mi papá no llegó en toda la noche, en la mañana salió a buscarlo mi madre. Era un peligro, pues los tiroteos seguían. Fue entonces cuando supimos: mi papá peleó solo, callado. Lo mataron al anochecer. Una bala expansiva le destrozó el estómago.

Ya no fui a la escuela. Mi mamá nos dijo: ‘ahora tendremos que trabajar todos’. En su discurso, Calderón tronaba contra los narcos. (México.)

Zopilotera y hedor

La memoria histórica, que no se nos pierda En la vida de una nación es de capital importancia como para irla a extraviar al modo como intentan escamoteárnosla los gobernantes del país. Presente en mi mente la crónica de la invasión de tropas norteamericanas a la ciudad y puerto de Veracruz, que se inició el 21 de abril de 1994, no me había referido al tema porque aguardaba conocer lo que en la ceremonia conmemorativa dijera el de Los Pinos. Y sí…

Enérgico, contundente, el hombre no condenó a los invasores ni exaltó a sus víctimas, no. Se trasladó a Veracruz para formular una advertencia (¡una más!) «a quienes se coludan con la delincuencia y traicionen a México, porque estamos firmemente decididos a no ceder ninguna plaza a nuestros enemigos».

Fue así como el de Los Pinos preservó . para los mexicanos la memoria histórica…

Pero nosotros no. Que los muertos entierren a sus muertos. Que Calderón haga la graciosa huida a la verdad histórica Nosotros no. Porque es de provecho poner a prueba nuestra capacidad de vergüenza de indignación y de acción; nosotros a sopesar, a ponderar, los sucesos nefandos del imperialismo invasor y la respuesta soberbia de los defensores nativos.

Paisanos, tengan presente, no se les vaya a olvidar. No olvidar que fue un día 21 de abril de 1914 cuando W. Wilson, el G. W. Bush de aquel entonces, ordenó a sus tropas norteamericanas invadir la ciudad de Veracruz. Aureliano Monfort, gendarme, fue el primer patriota mexicano abatido por las balas dum-dum, expansivas, del invasor. Horas después, entre tanto defensor anónimos, caería asesinado Andrés Montes, carpintero de oficio. La historia, es una gigantesca zopilotera y un gran hedor. El telegrama que preludia el principio de la crisis:

Chihuahua, 21 de feb. 1914 Sr. Venustiano Carranza: inglés William S. Benton trató de asesinarme en Cd. Juárez. Pude desarmarlo y lo entregué a un consejo de guerra, que lo condenó a muerte. Respetuosamente, Gral. Francisco Villa».

La reacción de Washington: «Sr. Carranza: mi gobierno exige pronta averiguación. De otra suerte se complicará gravemente la situación y obligará a este gobierno a tomar medidas sumamente serias. Estamos seguros de que Ud. obrará inmediatamente E. H. Bryan, Sec. de Estado».

Pero el fusilado era súbdito inglés, y así lo hizo saber Carranza al de Washington. La prensa de aquel país calienta los ánimos:

«Carranza desafía la Doctrina Monroe. Al negar el permiso a nuestro Depto. de Estado para investigar el asesinato de Benson, Carranza no hace más que dar una bofetada al Presidente Wilson en plena cara y patear la Doctrina Monroe. En 90 años que tiene de vida la Doctrina Monroe ninguna de las más grandes potencias europeas ha hecho jamás lo que hace ahora el Jefe de los mexicanos que están fuera de la ley. Carranza no es un indio ignorante, iletrado, matón como Villa, que durante toda su carrera ha sido un ladrón y un matoide como bestia salvaje. ¡Pero Carranza! Educado en la escuela gubernamental, entrenado en el servicio oficial, experimentado en asuntos americanos, versado en la relaciones internacionales, sabe exactamente lo que quiere decir cuando le dice al Sr. Wilson que en México no son los Estados Unidos sino la Gran Bretaña misma la que debe ocuparse de la suerte de los ingleses, cuando se les asesina.»

La toma de Veracruz fue precedida por el incidente mentirosamente llamado insulto a la bandera americana, ocurrido en Tampico el Jueves Santo del 9 de abril de 1914. Estando sitiado Tampico por los carrancistas y prohibido el libre paso dentro de una zona entraron en ella sin el debido permiso de la autoridad militar mexicana, un oficial y nueve marinos uniformados del Dolphin. Detenidos -conforme a la Ordenanza y a las leyes de la guerra- por el jefe del punto, coronel Hinojosa, fueron conducidos ante el general Morelos Zaragoza, Jefe de las Armas, y allí inmediatamente, sin investigación alguna puestos en libertad con atentas excusas del general mexicano. No hubo, pues, más falta que la de los marinos del Dolphin, que violaron una prohibición de las autoridades mexicanas. A pesar de eso, el Contralmirante Mayo, jefe de la escuadra estadounidense -que, en contravención de las leyes mexicanas, estaba anclado en Tampico desde hacía meses- exigió una reparación por el insulto hecho a la bandera americana, reparación que consistía principalmente en izarla en territorio mexicano y saludarla con veintiún cañonazos…

Llevado el asunto a sus respectivos gobiernos, el mexicano ofreció una amplia investigación sobre la muerte del súbdito inglés, para que si alguien resulta culpable de…» (Mañana)

Onanismo mental

Las pesadillas, mis valedores. Que una de aquéllas, les contaba ayer, atacó a cierto burócrata impuesto a golpes de El Yunque en el bunker de El Cuarto Reich, país imaginario. Que en su pesadilla se veía odiado, despreciado por todos. Que, al invocar a los cielos, el Ángel de lo Sobrenatural se le apareció en sueños, y así le decía: «¡Despierta y trata de aprender a gobernar, que para eso te impusieron Bush, la tele y los oligarcas..!» El medianejo se rebulle en su pesadilla «Esos que te impusieron en el bunker alcahuetean tu ineptitud, pero su cinismo no llega a tanto como para aplaudírtela Y mira que fueron capaces de aplaudir al mismísimo carnicero Díaz Hordas».

¡Díaz Hordas! ¡Claro, sí, por supuesto! Y al conjuro del nombre nefando, el de la pesadilla clama, acalambrado, desde el cogollo de una esperanza inútil: «¡Díaz Hordas bendito, santo patrono de los despreciados, de los desahuciados, de los malqueridos malparidos, ven en mi auxilio..!»

Cimbrado de escalofríos invocó al matancero: «¡Tú que supiste del odio y el desprecio popular, tú que en vida y muerte padeciste y padeces la repulsa unánime! ¡Tú que serás execrado per sécula seculorum! ¡?yeme a mi, que ando en las mismas por haber perpetrado la privatización disfrazada del ISSSTE y por la impunidad que dispenso a Mr. Prozac, su segunda esposa y los hijos de toda su reverenda Marta; y a la Gordillo, a Montiel, a los oligarcas! ¡Y cómo aplicarles la ley, si gracias a ellos estoy en el bunker! ¡Yo, que apenas amanezco, ya estoy jurando a los paisas que aplicaré todo el rigor de la ley a los narcos! ¡Yo, que en mi pequeñez me siento aplastado por las obras de gobierno de Ebrard y el carisma de un verdadero líder como es el aborrecido Peje! ¡Santo Díaz Hordas, señor de los despreciados, óyeme..!»

Silencio, un aullar de bestias montaraces, y ese relámpago. En seco. Ave María. Y entonces, contertulios, ¿lo pasan a creer? Ahí, en el intestino del bunker presidencial, el milagro. En sueños. Porque ocurrió que al conjuro, a la advocación, en la evanescente región de las pesadillas se produjo el portento: azufroso y arropado en capullo de vivas llamas, entre acezantes hocicos de lumbre el matancero ascendió hasta el cubil del que lo ha invocado, convocado. «¿Quién osa mentar mi nombre nefando?» Tufos, tizne, pestilencias, manos chorreantes de sangre inocente. Tlatelolco. Díaz Hordas.

«Yo, si, perito en odios multitudinarios. Yo, que tras de la carnicería viví -si aquello fue vivir- apestado, execrado, canceroso (porque al que obra mal se le pudre el secula seculorum, y si lo dudas tiéntamelo). Este reprobo que soy, que sigo siendo, viene en tu auxilio. Levántate y anda».

«Ah, como Lázaro Cárdenas. ¿Y a dónde voy, ángel de mi guarda?»

«A dónde ha de ser, a agasajarte con los aplausos».

«¿Pero aplausos a mí, que no sean pagados, y en dólares? ¿A mí, aplausos? ¿Sabes que ya no puedo salir del bunker, porque me la rompen..?

«Hombre de muy poca, me refiero a la fe: toma mi mano».

«Achis, achis, se resbala. ¿Te la embijaste con aceite de cártamo..?»

Y sí, el prodigio: en sueños, como Fausto por Mefistófeles, el malquerido fue transportado por el matancero a través del éter hasta alcanzar cierta cresta de la barranca sombría que se repecha entre roquedales, donde hicieron pie «Los lugareños la nombran Barranca del Eco. Es aquí donde yo, después del destazadero de Tlatelolco, venia a consolarme solito. Pon atención».

Y fue entonces: acercándose al filo de la barranca, el carnicero tomó aire y echóse a aplaudir mientras ululaba a todo vuelo de voz, aliento pestífero:

«¡Vivaaa Díazzz Hordaaasss!»

La Barranca del eco, a querer o no, en lúgubres desgarramientos:

«¡la-íaz-ordaaasss, clap, clap..!» Aplausos, ecos de aplausos: «¡la-az ordaaazzz, clap..!» Doloroso estertor del roquedal. El matancero:

«¿Ves qué fácil es consolarse solito? Anda, hazte aplaudir de gratis».

Y ándenle, que animado al ejemplo del Mefistófeles de pacotilla, el de El Cuarto Reich se arrimó a la ceja de la barranca, arriscó una ceja y se soltó aplaudiendo. Su vocecita, pito de calabaza: «¡Viva el combate al crimen organizado! ¡Viva el presidente de El Cuarto Reichhhh..!»

Y su sonoro batir de palmas. «¡Viva yo!» Se detuvo, paró oreja: nada. Tomó su segundo aire, y un nuevo intento:«¡Viva la solapada privatización de PEMEX y de la energía eléctrica..! ¡Viva el imperio de la ley..!»

Atento al eco. Y un nuevo grito. Destemplado, desaforado: «¡Viva Calderón!» Y sí. La peña viva, los peñascales, todo el mundo mineral le retachó en ecos su pregón. Al unísono. Y qué claridad de dicción, qué contundente respuesta al impuesto de El Cuarto Reich: Al «viva Calderón» rápidos, todos los ecos: «¡Viva Marcelo Ebrard! ¡Viva López Obrador! ¡Vi-v-Lop… ador…» Y eso es todo, contertulios. ¿Qué les pareció? (Silencio.)

Yeguas de la noche

El edificio de Cádiz, en la Mixcoac-Insurgentes. En él habitamos diversos vecinos protagonistas de las fabulillas de mi invención (el contrasentido, leerlo entre líneas): mi primo el Jerásimo, borrachales y licenciado del (de lo que queda del) Revolucionario Ins.; la tía Conchis, conserje del edificio, y el joven juguero; don Tintoreto (lavado en seco y a todo vapor, se enanchan o angostan corbatas), y su amantísima Tintorera, siempre de negro hasta los pies vestidos sus 98 kilos de peso; el Cosilión y su esplendorosa Lichona, blusón y mallones blancos tres tallas más chicas de lo que piden, demandan, exigen sus formas; la señora viuda de Vélez (la Maconda), neo-panista y adoradora (¡imagínense!) de Calderón; el maestro y su jovencísima setentona de las zarcas pupilas, la maestra Águeda, jubilada de todo, menos de vivir a corazón abierto; El Síquiri, hijo legítimo, natural y putativo de Chinches Bravas, Ver., y la Jana Chantal, mini-rnini de licra, que por mi conducto pone a disposición de los galanes sus señas telefónicas, las de la noche y las diurnas, cuando se metamorfosea en el Tano, vulcanizador de repelos de las llantas que Texas nos avienta en plena cara.

Aquí los vecinos forman bandos rivales: unos son católicos y otros evangélicos; unos anti-aborto y los más pro-legalización; unos pro-vidas, otros pro santa Muerte; unos pro-Ebrard otros anti-López Obrador;todos, menos La Maconda, anti-calderonistas rabiosos; todos beligerantes, a gritos y manoteos defienden sus simpatías y maldicen sus diferencias. Hoy, por ejemplo:

Este día, nuestro periódico mural, que empapela toda la pared frontera del cuarto que habita la tía Conchis, amaneció tapizada con caricaturas de diversos periódicos, todas vituperosas para el chaparrito, peloncito, etc. Y la hora sonó para la tertulia nocturna y «nomas que me entere quién fue el poca madre que asi ofendió a nuestro primer estadista», se enchiló La Maconda.

– ¿Y qué esperaba usté? ¿Que aplaudiéramos a semejante nulidad? -la tía Conchis. ¿Qué realizaciones de gobierno le tenemos que aplaudir a ese al que aborrecen Manuel Espino y el PAN. Qué haría Calderón sin su partido político.

– Cuál partido (La Tintorera). Ese ni a partido llega.

– ¿Y luego el PRI? Pero a la hora de la hora nadie pela al chaparrín. Me da una lástima. Qué diera porque alguien le aplaudiera, el pobrín…

Fue ahí donde intervino el maestro: «No escucha aplausos porque no quiere. Es tan fácil hacerse aplaudir…» (Achis, achis. Expectación.)

– Hacerse aplaudir es fácil con el método de El Cuarto Reich, del caricaturista Palomo. ¿Cómo describe usted el episodio, señor valedor?

– Va más o menos así: es noche cerrada en el palacio de gobierno de El Cuarto Reich, ese paisito de embeleco, espejismo y encantamiento que se atejona en algún entresijo de la América nuestra, la poca que nos va dejando el Imperio. Madrugada. Bajo la negritud del firmamento la ciudad capital se tiende como arpillera en el pellejo de un valle erosionado. Aquí, al repecho del bosquecillo de los pinos, la zona residencial, ostentoso cubil de políticos sinvergüenzas, qué redundancia, y oligarcas transnacionales. A distancia natural, el barrio de medio pelo, siempre venido a menos, y allá, en las verijas del yermo, donde no se enchinchen, los arrabales del pobrerío (allá, como aquí, pobres lo somos todos, si exceptuamos a los ricos). Ah, el variopinto catálogo de las vernáculas favelas, villas miseria, arrabales, muladares, ciudades perdidas que excreta nuestro mundo libre, cristiano, democrático. (Allá, muy arriba, un firmamento grifo de luceros, lástima que los oculta el smog. Presidiéndolo todo, fría, hermosa y distante -como tú, mujer-, la luna.)

Silencio. El Cuarto Reich duerme el sueño de los justos; de los justos que no padezcan insomnio. En la entraña del bunker presidencial, en uno de sus intestinos (el grueso, ya rumbo a la salida), el mediocre impuesto al vivo cojón rebúllese en sueños, se agita, bañado en sudor, zarandeado a culatazos de pesadillas. Entre fruncimiento de ceño y ceños, los labios del zafio farfullan retazos de sílabas y agargajados estertores que le estremecen los músculos y le perlan el mentón. Pero no, cuáles sílabas; es el rechinar de incisivos, caninos y premolares, algunas de ellos cariados. Haya cosa…

¿La causa de los malos sueños? El del bunker se siente aborrecido por sus enemigos casi tanto como por sus buenos amigos. Pero no, aborrecido no sería trágico: despreciado. Despreciado ¡hasta por sus enemigos! Y es así como odio, desprecio y rencor, todo repercute en sus pesadillas, y esta noche carga encima toda la repulsa, toda la iracundia de un fregadaje que, por impostor, lo abomina Lóbrego. «¡Santo Señor del Yunque! ¡Legionarios de Cristo! ¡Santa Marta Sahagún, écheme aquí una o sea una mano..!»

Y fue entonces. Entonces fue. En plena pesadilla la tronante voz del Ángel de lo Sobrenatural: «¡Despierta y ponte a..» (Mañana)