Perros de guerra

¿Por qué el terrorismo contra la democracia estadunidense? Apenas hace algún tiempo lo anunciaba G. W. Bush, terrorista de estado:

Con este presupuesto (417 mil millones para la Defensa) quién puede dudar que EU tiene recursos para vencer en la guerra contra el terrorismo.

Años más tarde, en la obligada ceremonia conmemorativa de los atentados del 11 de septiembre en EU, lo afirmó el de marras:

¡No cederemos hasta que los terroristas que planean asesinatos contra nuestro pueblo sean encontrados y enfrentados..!

Y sí, ¿qué país, qué pueblo, quiénes pudiesen atentar contra una nación tan pacífica como los Estados Unidos? ¿México? Años de guerras sangrientas y de grandes podas territoriales. Texas, Arizona y Nuevo México son ejemplos de las descomunales exacciones que los mexicanos mal hemos podido soportar de los vecinos del norte, vecinos distantes.

¿Japón? En 1945, cuando finalizó la 2a. guerra mundial, Estados Unidos ensayó dos ataques atómicos sobre ciudades civiles japonesas, matando directa o indirectamente a más de 500 mil civiles.

¿Alemania? Desde 1945, cuando se rindió como remate de la 2a guerra mundial, el
país ha sido severamente denostado, y humillados sus líderes, Hitler y su partido nazi son descalificados hasta la náusea por la cultura de postguerra judeo-norteamericana.

Corea– En 1950, Estados Unidos entró en guerra con Corea del Norte, provocando gran cantidad y variedad de crímenes contra la población civil.

Vietnam- En 1965, EU atacó militarmente a los norvietnamitas, iniciando una guerra de más de 10 años, en donde el Pentágono norteamericano empleó armas terribles contra la población, como el napalm.

Rep. Dominicana– En 1965 EU interviene militarmente en el país y genera asesinatos y toda clase de crímenes y sufrimiento en la población civil.

Cuba-En 1967, EU intenta invadirla y fracasa. Se inicia un bloqueo contra la isla, que la hunde en una prolongada crisis económica.

Chile.- En 1973, EU apoya a militares chilenos de ultraderecha y con ellos derroca y asesina al presidente constitucional, Dr. Don Salvador Allende. De ahí se desata una violenta represión contra todo lo que huela a oposición y allendismo, con resultado de millares de muertos y desaparecidos.

Argentina- En 1982, EU brindó importante apoyo logístico a los ingleses en la Guerra de las Malvinas, aunque creó la Doctrina Monroe y estableció tratados con Argentina que garantizaban protección continental

Palestina– En 1982, miles de palestinos indefensos fueron masacrados en campos de concentración de Israel, con la oposición de todos los demás países de la ONU y con sólo el apoyo de Estados Unidos.

Granada– En 1982, EU intervino militarmente en la isla, en una invasión tan breve como cruenta, donde se causaron muertes de civiles.

Libia– En 1986 sufrió ataques aéreos por parte de EU: Asesinó, con algunos más de la población civil, a uno de los hijos del líder libio Al-Gadafy.

Sirio-libaneses
. En 1988, Israel, con apoyo logístico de EU, invade el sur del Líbano. La operación origina matanzas de civiles palestinos, una fuerte condena internacional a Israel y un renovado apoyo de EU.

Panamá.- En 1989 lo invaden fuerzas militares de EU. El número de civiles a los que el ataque causó la muerte se calcula entre 3 mil quinientos y 7 mil.

Iraq.- En 1991 fue atacada por una coalición multinacional encabezada por los Estados Unidos. Los 10 años de bloqueo que siguieron a la invasión provocaron la muerte a cuando menos 500 mil niños iraquíes. Hoy, mientras tanto…

Serbia– En 1999, durante más de 60 días, aviones de la OTAN, encabezados por fuerzas norteamericanas, bombardean ininterrumpidamente Servia y Kosovo, destruyendo edificios y puentes, además de provocar numerosas bajas entre la población civil.

China– Durante los ataques a Kosovo, los Estados Unidos destruyeron la embajada china en ese país. Y los ataques a Timor Oriental, la invasión a Iraq, la sañuda labor de los contras en Nicaragua financiada y apoyada por EU con la desestabilización de los gobiernos, sus economías y finanzas por parte de la CIA en prácticamente todos los países del orbe, y… mis valedores:

¿Atacar a Estados Unidos? ¿Cuándo, quién, dónde, por qué? Y no olvidarlo: uno es el terrorismo de Estado y otro el terrorismo contestatario, terrorismo «al por menor», según N. Chomsky. ¿Cuál es cuál..?

La Historia mis valedores, no es eso que enseñan los libros de historia La Historia es una gigantesca zopilotera y un gran hedor. (¡El Pentágono!)

Que no tiznen…

A la pesadilla, mis valedores, siguió el ataque de pánico fulminante Aprehensivo que soy, porque ya visto a la luz del día y fría la cabeza -por la temperatura matinal-, el problema no da como para tomar decisiones tan drásticas. Pero el caso es que a deshoras de la noche (¿las dos de la madrugada, las tres?), la boca amarga y la bilis en estampida, me alcé del jergón y a lo despavorido corrí a los libreros y amontoné enciclopedias, libros de viajes y un mapamundi para enseguida, taquicardia y sofocación, con mi brazada de libros correr a mi mesa de trabajo. Y a recabar datos para afianzar mi propósito de huir del país. Lo más lejos posible. Cuanto antes. Ya

¿Pero a dónde ir a refugiarme, si me veo forzado a la huida? ¿A dónde cargar con los tres lastres que he creado a lo largo del tiempo? Sí, mi biblioteca, mi economía en bancarrota y mi edad, aún más en bancarrota ¿Con tales lastres echarme a la aventura de enfrentar nuevos mundos, nueva vida nuevas penalidades? Tomé en mis manos el mundo. El mapamundi.

¿A dónde huir, en dónde ir a refugiarme? ¿En el país pintado de verde en el mapa? ¿En el amarillo? ¿En este, color mostaza? ¿En esta islita de los Mares del Sur? Ya me veía Gaugin de pacotilla, circundado de palmeras, palanganas de carne en hojas de plátano y nativas jóvenes en taparrabos. El edén. Y ándenle, a tomar nota de su ubicación, usos, costumbres, lengua en fin. Tomé mi lupa y la desilusión: el edén resultó ser una caca de mosca lástima Por cuanto a mi mapamundi: al examinar Yugoslavia, Kuwait y los territorios de Alemania Oriental y la Unión Soviética, me percaté de su vetustez. Y luego Bolivia, ¿con salida al mar..?

Y la pregunta terco moscón mielero: ¿a dónde huir, si huyo? Cuatro países hay en mi vida ¿cuál de los cuatro será el mejor? Me atrae la anciana cultura de la India en todas sus vertientes, a cual más de exóticas en mi imaginación. ¿Pero, a mi edad, comenzar el aprendizaje del idioma indio? Y eso no sería lo más difícil, sino decir el nombre de la ciudad que escogí para guarida lo más alejado posible de México. «Me complace informarles de mi nuevo domicilio, ubicado en la ciudad de (lo deletreo) Vishakhapatnam…»

Los vocablos Sumatra, Chindigarth o Pendjab me suenan por demás sospechosos, así los países tengan grandes reservas de trigo. Que con su pan se lo coman. ¿Samoa, en Oceanía? ¡Nunca! ¿Por su suelo volcánico? No, que estoy curado de volcanes; vivo sobre la lava de uno y a pocos kilómetros de uno más. ¡No, sino porque el atlas lo aclara: la mitad de Samoa pertenece a los Estados Unidos. Y del gringo y el sol, entre más lejos, etc.

Las Islas Fidji. ¿Si las escogiera como refugio? Ya las anotaba en el cuaderno cuando, de súbito: ¡nunca! Fue hasta ese remoto cóccix del mundo donde el entonces López Portillo arrojó a su amigo y antecesor, Echeverría. Qué tal que el carnicero de San Jerónimo haya dejado las Fidji apestosas a sangre recién derramada cementerios clandestinos, presos de conciencia guardias blancas, judiciales torturadores, paramilitares. Eso sí: me sentiría como en casa y entonces cuál nostalgia de mi país…

Grecia. Su mitología me apasiona La tierra de Helena y Odiseo tiene para mí una fascinación especial. Patrás, ciudad del Peloponeso. Me voy Patrás, pensé, pero no, recular no está en mi carácter. Tan riesgoso irme Patrás como irme a refugiar al Titicaca o el Poopó, lagos bolivianos. Todavía fueran dulces sus aguas, ¿pero saladas, cuando yo voy huyendo de la salación..?

De repente… ¡eureka! ¡Ya está! Mis valedores: en caso de que yo desaparezca y ustedes me echen de menos, aquí les dejo mi domicilio, que no se ubica tan lejos como algunos quisieran, porque está aquí nomás, tras lomita: en Guatemala, esa Guatemala dulce y sombría de Cardoza y Aragón..

Conozco Guatemala. Aprendí a quererla como una mi nueva patria La Guatemala tan silenciosa que «se oye cuando una garza cambia de pie», y tan trepidante en sus cóleras populares y su lucha incesante contra un sistema injusto por represivo, y represivo por injusto. De tener que salir de mi México a Guatemala me voy, y hago mi cabaña al pie de un volcán. Sí, porque no viviré en la ciudad capital sino en Jutiapa, al pie de su volcán, cuyo nombre es, apréndanselo: Chingo. Así, búsquenlo en el diccionario. Chingo, sin más. A las faldas de Chingo me acojo, qué feo se oyó, porque, mis valedores: prefiero que me tiznen las explosiones del Chingo a que me sigan tiznando las fumarolas de esos grotescos, disformes informes presidenciales («¡haré más por los que menos tienen!», con esa su vocecita) de faraónicos liliputienses jaleados por una indecorosa burocracia que, parada (de pie), se vacía en orgasmos de vivas, hurras y ovaciones para aquel su santito, su faraoncito, su reyecito de ocasión. Lo que es a mí, antes de que tales aquelarres me tiznen prefiero la huida De plano. Doy fe, y firmo para constancia. (Rúbrica)

El presidente de la triste figura…

La difunta liturgia del informe presidencial, mis valedores. Ese informe de gobierno que apenas y a penas el domingo anterior, según lo juró el de Los Pinos, está muerto y enterrado. Pues sí, pero ni tanto, que, «sin embargo, se mueve». Sigo aquí con mis impresiones del rito que, impuesto por decisión antidemocrática de un funcionario anhelante por conseguir una legitimidad imposible, se escenificó el domingo anterior en un palacio de gobierno atestado de burócratas encuevados tras unos muros que los pusieron a salvo de la iracundia popular. El palacio de gobierno se tornó palacio de vallas artes…

El difunto informe presidencial, transmitido en vivo y a todo dolor, de costra a costra y de frontera a frontera, se transmitió en el horario de nuestro espacio comunitario de Domingo 6, de Radio Universidad. Yo, al pie no del cañón, sino del micrófono, aguardaba impaciente que finalizara la perorata, pero no, que el consabido, el indispensable viva México lo fui a escuchar ya en el volks. cremita, rumbo al taller de lectura. Lástima.

Lástima sí, que contra la realidad color de rosa rosa mexicano, que empantanó cámaras y micrófonos, yo me proponía presentar ante ustedes la realidad objetiva del país, mucho menos amelcochada que la ostentosa y faraónica del auto-elogio jaleado por una lambiscona corte de los milagros.

Impaciente, escuché: «Desarrollo sustentable Hemos logrado resultados históricos que..» Yo: ánimas que esto termine y algo alcance a rescatar de nuestro tiempo radiofónico. Pero nada El de la cadena nacional afirmaba que va a pagar la deuda que anteriores gobiernos pudieran contraer con «los que menos tienen», frase tan original como la promesa del presidente en turno.

Hora y minutos más tarde, el mensaje político. Y que «yo veo en la mirada de las jóvenes el cambio que se opera en el país». Dios. Y yo tener que aguardar al pie del micrófono. Animas que se corte la alucinada y alucinante visión del México de la utopía y alcance yo a transmitir, cuando menos, mi visión de un país diferente al que intenta vendernos el de la triste figura pero no. Tarde me chicoteó el viva México, lástima por mí y por tantos de ustedes que se quedaron sin escuchar, en la versión de nuestro Domingo 6, un México menos empalagoso, menos dulzón. Un México real. Y qué hacer…

Media tarde, ya al pardear. Domingo difícil; secuestros y asaltos, ajustes de cuentas, carestía de leche y tortillas, escasez de huevos, desempleo; en el Bravo cadáveres por exceso de agua y en el desierto cadáveres por exceso de sed. Después del taller de lectura llegué a mi depto. de Cádiz, me derrumbé en un sillón de la estancia y me puse a pensar en la arríbazón de conceptos domingueros del informe presidencial, pronunciados por una voz y con un sonsonete que, avispa mielera, me rondaba en la mente. Apagué la luz, me derrumbé en un sillón de la estancia y como remate de un día difícil me puse a pensar en la justicia que se imparte en mi país, esa tan bien trovada por el sexenal de Los Pinos; justicia con la que los alboroteros de Atenco están refundidos con cadena perpetua mientras siguen en libertad Arturo Montiel y Marta, y la segunda esposa y el segundo marido de cada uno de ellos, y los hijos de toda su reverenda Marta y los muy hijos de toda la primera esposa de Arturo Montiel. A oscuras me puse a evocar esos mundos de encantamiento que la necesidad humana ha creado: La Atlántida, de Platón, La Ciudad del Sol, de Campanella, La Ciudad de Dios, de Agustín, el falansterio, de Fourier, la Utopía, de Moro, el México de Felipillo de Jesús. Oí al de El Gatopardo: «Cambiar todo el informe para que todo el informe permanezca igual…»

De súbito, solo y mi alma aquellos pasos solapados. Me erguí, espantado, y encendí la luz. «¿Quién anda ahí? Le advierto que soy de armas tomar, y ando armado».

– Soy yo, bigotonzón, cálmese, que no hay peligro ninguno.

Ahí, frente a mis narices, la fachendosa estampa de la Jana Chantal. Bueno, sí, pero que cómo había entrado. «¡Le exijo una explicación!»

– Saqué un duplicado, ha de perdonar la confianza Le traje un taquito.
Y me aprontaba el recalentado. «Oiga se me ocurrió decirle, ¿escuchó el informe presidencial?»

– A la de a güeso, ¿pues no lo puso a todo volumen la méndiga neopanista, o sea La Maconda? No, si hasta retumbaba la vocesita presidencial en todos los muros del edificio, que antes no se rajuelearon. No, y el México del hombre ese, qué bárbaro. Yo hasta le propuse al Rigo: «viejo, ¿y si me llevaras a vivir a ese país?» «Tendríamos que irnos de indocumentados», y aventó una de a madre. Ya ve cómo es de amarguetas, que en eso se parece a usté, bigotonzón. Pero de veras, de veritas, ¿no se le antoja el recalentado..?

Cerrando los ojos la dejé pasar. La Jana Chantal, de noche; de día El Tano, vulcanizador de repelos de llantas que Texas nos avienta en la cara (En fin.)

Muerto viviente, el informe…

¡A los pobres, si algo pudiese pedirles… les pediría perdón!

Ese pico de oro que fue López Portillo. «¡Mexicanos: México vivió, México vive, México vivirá! ¡Viva México!»

Y el recinto legislativo, que se venía en orgasmo de aplausos…

Ah México, ah esa parafernalia que fue y sigue siendo el informe presidencial, suma y síntesis del culto a la personalidad y el protagonismo feroz; que es seña de identidad del optimismo fingido y la realidad color de rosa, rosa mexicano. El informe presidencial y la demagogia, y el grito ventoseado en falsete, tres tonos arriba de la escala de voz de uno chaparrito, peloncito, vocecita de pito de calabaza: «¡Compatriotas: viva México!»

Y ándenle, que el «compatriota» Salinas nos dio en toda la mother-nización…

Y yo digo, mis valedores: la sabiduría de La Biblia Cómo pudiese ponerla en esa clase de tela que es la de la duda, si a diario compruebo, en los hechos, el tamaño y el peso de su sapiencia y verdad. Lo que afirma El Eclesiastés, pongamos caso. «Nada hay nuevo debajo del Sol», jura El Cohélet Y muy cierto. Yo, aguardando el domingo pasado, en Radio Universidad, que el de Los Pinos cortara el hilo de su perorata (en vivo y a todo dolor, de costra a costra y de frontera a frontera), y se salvasen unos minutos de nuestro espacio comunitario de Domingo 6, tuve que escuchar, a querer o no, un informe todo erizado de verdades a medias, que a fin de cuentas son embustes completos. Y fue entonces…

Oyendo las reiteradas ovaciones de una burocracia servil y obsecuente busqué alguna diferencia entre lo que ahora escuchaba y lo que acontecía con los informes de Díaz Hordas y congéneres, y en nada, mis valedores: ni en formato, ni en ambiente, ni en exageraciones, embustes y optimismo desfachatado encontré diferencia ninguna Y cuánto del rancio ritual del domingo pasado chapoteaba en los terrenos del esperpento. Por ejemplo…

El de Los Pinos inició su discurso con la afirmación de que él también, como diputados y senadores, está de acuerdo en que la ceremonia del informe presidencial, tal como año con año viene perpetrándose (sé lo que digo), es obsoleta y es tiempo ya de innovarla Y ándenle, que después de semejante afirmación se suelta con un rito cortado a la más rancia la más anacrónica liturgia priista del informe presidencial, que el domingo pasado hedía a formol y a cadaverina. Yo nunca calculé la potencia de droga adictiva que para un hombre común con afanes protagónicos contiene un informe presidencial recitado frente una burocracia dispuesta a aplaudir desde una referencia a los pobres hasta el imprescindible viva México, que soltó tres tonos arriba en la escala (de Richter, iba a decir) de su voz. Y lo jura La Biblia: «Nadie puede elevar a su estatura un codo». En fin.

¿Las masas aún hoy inconformes con el resultado del proceso electoral, entre tanto? Ellas, como para no desentonar con el apolillado ritual del informe, contestaron con
el consabido plantón y las agresiones verbales de costumbre, y a gritos y sombrerazos, estrategia que allá por la década de los 50s. del siglo XX ya apestaba a orín y a polilla. Mis valedores: ¿Miente, exagera el Predicador? ¿Hay algo nuevo debajo del sol mexicano..?

Vuelvo a mis impresiones del infausto domingo. Yo, impaciente por iniciar nuestro Domingo 6, escuché el primer capítulo del novelón: Seguridad pública. «Se arrebatan espacios al crimen organizado». Y mientras en el palacio nacional se desbozalaba la jauría de aplausos, recordé la reflexión del articulista Eduardo Andrade en su colaboración periodística de la semana anterior:

«Día 276. El índice de mortandad alcanzó el máximo nivel que ha tenido: 7.5 muertos diarios en relación con el crimen organizado en lo que va del sexenio. ¿Vendrá algún dato sobre eso en el informe?»

Vino. Por supuesto que sí, y a renglón seguido: Moralización policíaca. ¿Moralización qué, afirma el de Los Pinos? No mechin-glés…

Y así, en el hombre del palacio de gobierno se traslucía la estampa fachendosa de un protagónico López Portillo, como también la del chaparrito, peloncito, orejoncito que con su vocecita de pito de calabaza nos vino a dar en toda la mothernización.

«¡Compatriotas..!»

Y aplausos e informe seguían, como si nada y el rostro del de Los Pinos acusaba una voluptuosidad, una cachondería en relación directa con las agresiones físicas y verbales que tiene que soportarle día con día a un paisanaje iracundo. «Desarrollo sustentable». Dios. «En este renglón hemos conseguido resultados históricos que…» (Mañana)

La elocuencia de la fábula

Fue en 1987. En mi mente un Carlos Salinas de aspecto físico repulsivo (y ya para qué hablar de su catadura moral, ética, psicológica, etc.), aderecé mi versión de El pato feo, fabulilla de Andersen, con dedicatoria al que tantos habíamos reputado el menos probable de los cinco que se barajaban para suceder al mediocre de las cejas alacranadas. ¿Por qué todos los mediocres arriscan una ceja, dos, tres, las que pueden? ¿No será porque intentan la empresa imposible, según La Biblia, de añadir a su estatura un codo? A saber.

Carlos Salinas. Cuando burócrata de Programación y Presupuesto qué manera de tomarlo en son de burla fotógrafos y caricaturistas de la prensa escrita; qué manera de poner en ridículo su aspecto ratonil, sus ojillos de apipizca, un cráneo pelón y unas orejas de papalota Si su vocezuca de pito de calabaza se les escapó fue porque, es obvio, no pudieron incluirla en los trazos del monigote esperpéntico. Tal era aquel mediocre encuevado en la oficina de la hoy difunta Programación y Presupuesto. El, silencioso. Al acecho…

Pues sí, pero válgame, que de repente el dedo presidencial lo designó el nuevo dios sexenal, y helas, ahí el prodigio: de forma automática el cambio, la metamorfosis del gusanillo en crisálida, en mariposa que vuela de flor en flor. Una mariposa negra, mensajera de la muerte. Pero pocos lo querían advertir…

La transfiguración. El pato feo de la fábula, el pelón y orejón objeto de burla, ludibrio y maltratos de los animalillos del bosque (dos que tres liebres, cinco o seis conejos, tres docenas de zorrillos y cientos, miles de cacomixtles), de repente ah, oh uh, se encandilaron con el repentino resplandor: el pato feo se metamorfoseaba en cisne de blanco plumaje y partía plaza por medio estanque, junto al bosque de los pinos. Y ahí fue el clamor de hurras y porras, matracas y chirimías, alabíos y cornetas, pitos y flautas. Salinas, el nuevo dios sexenal. Qué forma de equivocarnos: el pato feo era un cisne blanco…

Helo ahí. El cisne sexenal se cuajaba de bellezas no advertidas un día antes: su alzada de líder, su mística de mesías, su mirada de baqueano, su vocación de estadista. Ah de su verba potente y su fina estampa de prócer, de héroe epónimo, de padre patricio que el cielo nos manda para que salve el país. Y la portentosa transformación de las cámaras fotográficas: qué rostro para el bronce, qué fisonomía para el mármol, Dios. ¿Los caricaturistas? Ellos, por más esfuerzos que hacían en contrario, la vera efigie del cisne les aparecía galán de telenovela Dios, qué manera de mejorar la calidad de las fotos, que reproducían un rostro para la eternidad. Y ahí fue de los hurras, las porras, matracas y chirimías, cornetas y alabíos, pitos y flautas. Ah la metamorfosis del pato feo en el cisne blanco. Es Carlos Salinas. Es México

Años después el siguiente milagro, y qué extraño: ahí, desde el primer día, el nuevo cisne sexenal, majestuoso, partía plaza en el estanque, y entre dianas, fanfarrias y marchas nupciales se dirigía al bosquecillo de los pinos, y todos los animalejos del bosque aquella ovación mientras le daban tratamiento de rey, de mesías, de baqueano, de adelantado al que los dioses del Olimpo (yunqueros, legionarios de Cristo, cristeros tardíos) habían enviado para salvar el bosque y sus animalitos.Las ovejuelas, aquella admiración, semejante adoración. La baba Sublime. El cisne blanco se dejaba querer…

Pues sí, pero el tiempo pasa, y según se echaban encima los días, las semanas, los meses, ahí la horrible metamorfosis: en el larguirucho animal se iba operando un cambio horroroso: en su blanco plumaje, el cisne real comenzó a denunciar pintas grises, negras, renegridas. Al poco tiempo era su negro plumaje el que mostraba algunos puntitos grises. Después, oh tragedia, su continente de cisne se tornó de pato, y todo era abrir el pico y cuac, cuac, a ventosear disparates que a los monos tihuís causaba hilaridad y a la mayoría de los habitantes del bosque rabia y vergüenza ajena Pero ayuno de decoro como todo mediocre, el pato feo abría el pico y era el escándalo y la burleta del bosque y bosques circunvecinos. Animas que se mude de bosque, cuándo dejará el estanque y se irá a decir sus ganzadas al charco de San Cristóbal

Hoy, de un nuevo huevo y a la de a huevo, un recién impuesto nada en el estanque (nada de nada), pero qué indefinido; ¿un cisne blanco con facha de pato horroroso? ¿Un pato horrible que quiere hacerse pasar, arropado entre periodistas alquilones, por cisne blanco? Al teclear siento en mi nuca un resuelo ardoroso. Me doy el volteón (un volteón como Dios manda). Y ¿quién creen? «¿Usted? ¿Cómo entró?» Ella, y su perfume dulzón. Ella, que ha estado leyendo esto que redacto. ‘Yo la hacía en su esquina de Insurgentes«, le digo.

– Ay, bigotón tan candido. ¿Aún no calcula qué sea ese que nada en el estanque de los pinos? Pobre de usted. Y me voy, que tengo un cliente esperando, y ya se le queman.
Las habas. Vi alejarse la mini de la Jana Chantal, de día el Tano, vulcanizador de repelos de llantas. (Fin.)

Del esperpento

Feli-pillo,
nueve meses,
mucho ruido,
pocas nueces.

Del México de hace un cuarto de siglo al México actual, mis valedores. La distancia que va de uno a otro se puede medir con la distancia que existe entre un José López Portillo y un Felipe Calderón, vale decir: de una abyecta adulación y un aberrante culto a la personalidad al franco repudio, la burleta, la iracundia y el desdén. Percibí esa distancia la tarde de ayer, mientras revisaba mis papeles viejos, y créanme: todo lo que puede cambiar la imagen presidencial en apenas un cuarto de siglo me produjo una mezcla de azoro y temor. Lo que va de López Portillo a uno chaparrito, peloncito, de etc. Aquí el reportaje periodístico fechado en julio de 1981, cuando «Quetzalcóatl«, para los serviles del periodismo, retornaba de un viaje a Washington:

«¡Y Tláloc también quiso recibir a Quetzalcóatl! Se negó a permanecer al margen de la fiesta de bienvenida Desde una hora antes mandó a sus húmedas huestes-enormes nubes, de un fuerte color grisáceo y azulado…

No era para menos. Tláloc quiso decir al Señor Presidente López Portillo que esta vez si quiere participar en el desarrollo del país. Y por eso, desde un poco más de media hora antes del arribo del Presidente, ordenó a sus húmedas huestes que regaran el Valle de México. Pequeñas y débiles gotas empezaron a caer sobre invitados, reporteros, agentes de seguridad, soldados… y el pueblo ¡que había ido a recibir a su Presidente..!

Conforme el tiempo pasaba, él, ese Tláloc tan anhelado, decidió incrementar su lluvia Pero el pueblo también respondió a Tláloc. ¡No cesó de lanzar vivas y porras al Presidente López Portillo! Ni los mariachis callaron. Tampoco lo hizo la marimba que el SNTE había llevado. Los ferrocarrileros y petroleros hacían sonar con más fuerza sus clásicas maracas…

Mientras tanto, los reporteros que cubrirían la llegada del Presidente, corrían de un lado a otro, para realizar las tradicionales entrevistas. No abaraten la mano de obra, decían algunos que no querían más entrevistas. Otros, los rezagados, pedían, suplicaban a sus compañeros: pásame la nota…

Entretanto, la lluvia arreciaba Los ferrocarrileros, previsores, llevaban una enorme caja de donde salieron los impermeables para todo el gremio. No así los reporteros. Venció la lluvia al Derecho a la información. Muchos optaron por dejar en paz las entrevistas. Empapados, se dispersaron en busca de un sitio donde estar a cubierto. Los más avezados se aprovecharon de los pobres ferrocarrileros. Los dejaron sin impermeables… los ¡arrebataron! El tiempo de espera por el Presidente López Portillo se hizo nada…

Cuando las 17:22 horas dieron, las 5 mil personas reunidas en el hangar presidencial lanzaron un grito de admiración. ¡Aparecían entre las húmedas huestes del dios Tláloc el Quetzalcóatl! Siete minutos tardó en aparecer por la pista de carreteo… Por fin, a las 17:32 -27 minutos más tarde de lo previsto, y a quién el importaba-, el Presidente López Portillo hizo su aparición. Con la mano en alto saludó a su pueblo que lo esperaba Y lanzó una mirada al cielo, allá donde el dios Tláloc también le daba la bienvenida…

En respuesta al clarín de órdenes, se rindieron los honores al Jefe de Estado mexicano, con la salva de 21 cañonazos. Inmediatamente después el Presidente López Portillo bajó las escalerillas del avión, seguido por el jefe de estado mayor, Rosa Luz Alegría, Miguel de la Madrid y otros funcionarios. Ya cuando el Presidente López Portillo había llegado hasta los limites de la alfombra roja que había sido colocada al pie de la escalinata, un elemento de fusileros paracaidistas lo invitó a pasar revista a las fuerzas armadas. Con paso firme, el Presidente José López Portillo fue allá, después saludó a los miembros de su gabinete. Las bromas entre los reporteros no se hicieron esperar. Como Tláloc no cesaba muchos funcionarios decidieron taparse con los impermeables. Todos se taparon, decían entre risas los reporteros…

Sólo uno parecía estar feliz con la lluvia El almirante Ricardo Cházaro Lara, secretario de Marina, permanecía sonriente. En cambio, algunos otros ni se veían, pues sólo los ojos tenían al descubierto. Unos 20 minutos después el Presidente José López Portillo abandonó el hangar presidencial a bordo de su Ford Galaxi blanco, que lo llevó a la residencia oficial de Los Pinos…

¡Y Tláloc lo acompañó.!

Púdico o ignorante, el reportero omite que a donde se dirigió López Portillo no fue a la residencia oficial de Los Pinos, sino que en el mismo Galaxi blanco enfiló raudo a Acapulco A la vista de todos. A toda velocidad. A su lado nada menos que la Rosa que era Luz y era Alegría para el «Quetzalcóatl» de pacotilla ¿Y el presidente actual? ¿Y Calderón? (Patético.)

El despellejado

Un pueblo que lee asume su cultura y se enriquece con el conocimiento de la Humanidad. Para hacer de México un país de lectores, creamos 850,000 bibliotecas de aula, entregamos 286.000,000 libros en este ciclo escolar…

Si de semejante tsunami de libros uno solo hubiese aprovechado el segundo marido de Marta, al que ella permitió formar parte de la «pareja presidencial». Si un volumen hubiese tomado para sí aquel que, desfachatado, ha sido hasta hoy el más zafio y el más ignorante de los especimenes que han logrado encaramarse en Los Pinos. Ignorancia así de aberrante la certifican sus dichos y sus acciones. Al mediocre vendedor de aguas negras Dios lo haya perdonado. Descanse en paz. Políticamente.

Hablando de libros: el mexicano lee entre medio y dos libros al año, y las poquísimas páginas que lee se refieren a charlatanerías de «superación personal«, «desarrollo humano» y «horóscopos«. basura y superchería Ah, si las masas dedicaran a la lectura la milésima parte de la vida que descargan aplastadas dos nalgas en ese retrete infecto que es el televisor…

¿Alguno de ustedes pregunta por ese libro con el cual comenzar el ejercito sistemático de la lectura? Ni por donde empezar. Hay tantos. ¿Que sean monitos, que tengan ilustraciones, que haya más ilustraciones que texto en el libro? Difícil..

Un libro conozco que de ilustración exhibe una foto; y qué foto esta que constituye el motivo de toda la obra Claro, sí Farabeuf, de Salvador Elizondo. No es fácil lectura y sí en tantos sentidos estremecedor, comenzando con la foto de la que se hace la glosa Si tienen el libro miren la dicha ilustración. Obsérvenla con detenimiento. ¿Qué les parece?
Escalofriante, mis valedores: muestra la foto y el texto detalla el tormento ritual que cinco verdugos chinos aplican a un ajusticiado. En ella se advierte cómo lo van desollando vivo, y el gesto del rostro aquel como en éxtasis mientras el cuerpo, ya cercenadas las manos, es serruchado a la altura de las rodillas. Estómago se precisa para examinar la foto y leer la descripción del tormento, que narra un testigo presidencial:

«Primero le hacen dos tajos horizontales sobre las tetillas y luego, jalando hacia abajo los bordes de esas incisiones, el verdugo le arranca la piel hasta dejar al descubierto las costillas (…) Es curioso ver cuan resistente es la carne de nuestro cuerpo; es preciso ver la magnitud del esfuerzo que desarrolla el verdugo antes de poner al descubierto las costillas del hombre, para comprender cuál es exactamente la capacidad y la resistencia de la carne…»

Sobrecogedor: «El suplicado nunca grita Los sentidos quizá se vuelven sordos a tanto dolor. (…) Comprendí que el dolor, de tan intenso, se convierte en orgasmo (…) El dignatario (…) ordena a los demás verdugos, mientras se enjuga las manos manchadas de sangre, que procedan al descuartizamiento (…) Es un hecho curioso que en toda esta escena sólo el supliciado mira hacia arriba todos los demás, los verdugos y los curiosos, miran hacia abajo. Hay un hombre, el penúltimo hacia el extremo derecho de la fotografía que mira al frente. Su mirada está llena de terror…»

Y que en las pupilas del supliciado se refleja un delirio misterioso y exquisito, y que parece estar absorto en un goce supremo, porque existe un punto en el que el dolor y el placer se confunden «Se trata de un símbolo, un símbolo más apasionante que cualquiera otro (…) El rostro de este ser se vuelve luminoso, irradia una luz ajena a la fotografía..»

Uno de los espectadores del rito macabro se apoya sobre el hombro de su vecino para seguir con la vista todo el trabajo de los verdugos, que representa el horror en su máxima expresión. Y fue en la tertulia de anoche donde se trató el tema de Farabeuf. El maestro: «Contertulios: ¿alguno se considera con ánimo y temple como para llegado el caso presenciar la desolladura el descuartizamiento de un ser vivo todavía.?»

No, por supuesto. Nunca y en esto todos de acuerdo; hasta El Síquiri, alguna vez ayudante del matancero en el rastro. «A menos que se tenga alma de judicial, de policía oaxaqueño desollando militantes de la APPO o maestros Sección 22.»

– Yo -la tía Conchis– vi al pobre cristiano y sentí que algo se me frunció en mis adentros. No me animo a ver de nuevo la foto, y mucho menos asistir de cuerpo presente al calentamiento.

– ¿No, contertulios? ¿Que no? Pues entonces quien tenga televisor no vaya a encenderla esta noche, cuando una claque política en brama va a despellejar vivo a un pobre individuo que ya desde ahora y por anticipado debe estar padeciendo la agonía del despellejamiento.
– ¿Quién, tú? -la obesa Tintorera al oído del marido. «¿Quién?» (A saber.)

De ayer a hoy

El placebo, cuando menos. La autosugestión, de no haber algo mejor a la mano. Cuánto fui a echar de menos la tarde de ayer el rito anual del Informe que rendía puntualmente «nuestro Señor Presidente», y su alucinante ciclón de datos y cifras estadísticas (ver anexos), y el delirio de una claque enajenada en frenesí de vivas, aplausos y porras bajo un tsunami de confeti y serpentinas y con borrachera de matracas y chirimías. Pienso, y el suspirillo furtivo: lo que va de Echeverría a uno chaparrito, jetoncito, peloncito, de etc…

Curioso fenómeno aquel del presidencialismo en nuestro país. Curioso y un tanto inquietante. Tal fue mi conclusión ayer tarde, que pasé revisando viejos periódicos y examinando crónicas, reseñas y opiniones editoriales en torno a los varios informes de gobierno que a su hora rindieron Echeverría, López Portillo, y algunos de sus predecesores. Al final, en mi ánimo quedó una leve zozobra y un tufo a temor, y me preguntaba…

¿Pues qué clase de país era México, que así «avanzaba» a jalones de ritos presidenciales? ¿Cómo era posible que la liturgia anual determinase en forma ten decisiva la vida pública del país? Porque año con año, una y otra vez, cada primero de septiembre se repetía esa a manera de licuefacción de la sangre de San Genaro, el prodigio nacional en el que la voz de un taumaturgo obraba en el ánimo de millones de humanos para apaciguar temores, amansar rebeldías, atemperar enconos y disipar nubarrones y turbulencias que oscurecían el futuro; todo ello de un día para el otro, de la mañana de hoy al amanecer de mañana. Inconcebible. Es México.

Y frente al rito chamánico qué valían las pruebas; que la vida del país depende no de un varón sino de un juego múltiple, complejo, de causas y efectos, de factores internos y externos, del gobierno, la cúpula castrense y los dirigentes obreros, del clero político y los grandes capitales de aquí y el exterior. No. México se reencontraba cada año, en cuestión de horas y al conjuro de una sola voz, mágica voz. Y ante un «¡Honorable Congreso de la Unión!» y un «¡Viva México!» qué valían los hechos:

Curioso país; cuánto había en nosotros (cuanto hay) de mágico y de infantil, de milagrero e irracional en unas masas que encomiendan suerte y destino a las frases de un chamán la mañana de un primero de septiembre. Extraño país que sabía transfigurarse de este día para el siguiente; que hoy anochecía oscuro para mañana renacer al modo del mundo náhuatl al calorcillo del Quinto Sol; porque la magia de un dios sexenal le dio luz y clave, y le borró obstáculos y lo echó a andar. Todo con el ensalmo de unos datos, de unas cifras, de un viva México. Otro día el país amanecía a ser distinto y robustecido; con los mismos problemas, pero distinto. ¿La realidad objetiva? Ninguna realidad importaba nada, porque una voz rectora recompuso la confianza y levantó el espíritu una vez más, y nos volvió menos abrumados que el día anterior. López Portillo…

Porque México eso es: la tierra del santón y del taumaturgo, del mago cortado a imagen y semejanza de nuestra esperanza siempre defraudada y renacida siempre, una y otra vez; porque el carismático sexenal es nuestro espejo fiel, el símbolo que hemos colocado más allá del bien y del mal durante seis años justos, ni un día más. Y qué importa que el sumo sacerdote, antes de ahora, haya existido en la distante dimensión de lo humano, de lo mediocre; de un día para otro, a lo portentoso como sucede todo en el país del surrealismo tropical, el mesías va a arrojarse a la hoguera, purulentillo Nanahuatzin de la mitología náhuatl, para renacer Quinto Sol en el cielo de Anáhuac y ejercer las artes del chamán, el baqueano, el iluminado; del ente providencial que en su palabra da la clave y la contraseña, la seña de identidad, la mañana de un primero de septiembre. En fin.

Ayer la tarde pasé leyendo comentarios editoriales del pasado cercano, y sí, todos dicen los mismos lugares comunes después de cada informe presidencial; y es verdad lo que dicen, porque en su momento lo ha sido; porque era la misma siempre, siempre distinta porque igual, la ceremonia lustral de esa resurrección del alma colectiva que se producía en nuestra tierra a cada informe de gobierno. Eran los tiempos del Señor Presidente. Era su día, ¿lo recuerdan ustedes..?

Y entonces, tras el aplauso final, ¿crisis recurrente, carestía, corrupción, desempleo? Nada nos importa nada de nada Ya habló el Presidente, inicial mayúscula El chamán ha encendido el fuego del Quinto Sol. México amaneció parido otra vez, con su esperanza intacta. Y ya Todo con el hechizo de un informe presidencial como ese que tal vez ahora, signo de los nuevos tiempos mexicanos, al de Los Pinos le impidan pronunciar este sábado. Lo dijo el poeta: Mi país. (Ah, mi país…)

Vecinos distantes

A Tacho y a Quetita los asaltaron en el desierto de Arizona. A él le dispararon y lo mataron y ella regresó a su pueblo para enterrarlo…

El indocumentado, mis valedores. Muy cierto, a propósito, los conceptos que expresa la analista Julia Kristeva: «El extranjero es una boca de más, una palabra incomprensible, una forma de ser y una conducta no apegadas a la norma El extranjero es un desollado bajo su carácter de trabajador inmigrado’. Ese extranjero sangra de cuerpo y alma, humillado, depreciado en una situación en la que sirve de criado o de criada a los otros, que molesta si enfermo, que representa al enemigo, al traidor; a la víctima, después de todo».

Eso, y no más, es el extranjero. Y si inmigrante, peor todavía Y que decir si se trata de un mexicano en tierras de los rancheros de Texas o de Arizona. Ese mexicano nunca va a pasar de aceitoso, pelleja color de barro, frijolero del sur. Esto en un país con raíz de inmigrantes y que ha firmado tratados de libre comercio como socio de México. Destino el nuestro que es el de los pueblos débiles, los que nunca quisieron escuchar las advertencias del Conde Aranda, de Bolívar, de nuestro genio americano, José Martí. De memoria cito a Juan Marinello, cubano como el propio Martí:

«Considérese la ruda condición que significa vivir siempre supeditados a una potencia ajena, lejana, insensible y extraña, cuyos intereses no son los nuestros, sino contrarios a los de nosotros, y que medra con ellos». Destino de pueblos al sur del Bravo, que manejan gobernantes pro-yanquis…

El DIF local recibió a la niña Elizema, de 18 meses de edad, que sobrevivió a las artas temperaturas del desierto de Arizona, una vez que su madre Yolanda G. Galindo, de 19 anos de edad, falleció por deshidratación en el intento de pasar a EU de manera ilegal».

Ya en la gestión de Pascual Ortiz Rubio, el primer «Nopalito» que ocupó la presidencia del país, y de esto hace tres cuartos de siglo, diversos núcleos sociales le demandaban mirase por los migrantes mexicano:

«Su situación se agrava cada día. La Sec. de Industria, Comercio y Trabajo ha estado recibiendo informes de algunos cónsules mexicanos representados en EU. Es en Nueva Orleáns donde la suerte de los braceros mexicanos resulta más aflictiva; la crisis de trabajo se ha vuelto intolerable. Solicitamos de usted sea reglamentada, restringiéndola, la migración de mexicanos a EU. Las cifras estadísticas demuestran el estado de pobreza en que se halla la vasta comunidad mexicana que reside en Estados Unidos».

El silencio fue la respuesta del primer Nopalito presidencial…

¿Los peligros que enfrenta el ilegal? . Muros, rangers, ku-klux-klanes y pandillas de xenófobos como un tal Grupo de Resistencia Aria Blanca (WAR), que ha llegado a azuzar de esta forma a los granjeros de Texas y California:

«¡Si no es blanco deséchalo! ¡Detener la avalancha de lodo o ahogarse! Necesitamos una frontera de verdad. Primero agarramos a los hispánicos, luego a los asiáticos y por último a los negros. Deportación. Todos se largarán a casa. ¡Violencia contra la avalancha de lodo que nos llega del sur..!»

El líder de WAR defiende el genocidio de Hitler, aplaude el terrorismo y celebra que 10 millones de africanos hayan contraído el SIDA. Por cuanto a los mexicanos: «¡Logran reproducirse tan rápidamente porque sus mujeres ya nacen embarazadas! ¡A detener esos millones de animales color lodo que sólo saben reproducirse! Desafortunadamente, los hombres blancos se han vuelto cobardes. La salvación de la raza blanca depende de las mujeres. Quizá no tengan la fuerza para blandir un bat de beisbol, pero sí para comprar una lata de gas lacrimógeno para cuando vean un animal de color de lodo..!

Contemplo tale libelos. Lo examino. Observo los toscos dibujos que ilustran el cliché del mexicano: gordo, seboso, apestoso, borracho. Junto a la imagen del indocumentado, unos versos que comienzan con esta imprecación: «Hispano, this is America.!» El texto: «Moreno y mañoso -nos chupa hasta secamos – como una garrapata- Cruza la frontera sin un centavo- los gringos le compran la comida y pagan su alquiler – No quiere aprender a leer- pero tiene los güevos – para garabatear nuestras paredes – Ruega a Dios noche y día – Pero roba todo lo que está a la vista- Su hedionda esposa – chaparra y cariñosa – escupirá bebés dos veces al año – los carga en su lomo para aumentar pandillas locales – Una basura de raza – una cultura de nacos – Sálvate de estos buitres come-frijoles».

Hispano: this is America. Remember..».

A tales «buitres» alude la nota: Laredo, Texas: Tres mexicanas agonizaban en pleno desierto, con temperaturas de hasta 44 grados centígrados. Se preguntó a los migrantes cómo lograron sobrevivir a la insolación: «Sobrevivimos bebiéndonos nuestros propios orines. México. (USA.)

Caiga quien caiga…

A la justicia de nuestro país me referí ayer aquí mismo, y a lo que ocurrió el viernes pasado en mi depto.: ya entrada la noche y preguntando por mi primo el Jerasimo, licenciado del Revolucionario Ins., me cayeron algunos que resultaron ser de la PGR. A la espera del primo se sentaron, sacaron el ánfora y se pusieron a hablar de unos tales Medina Mora y Ye Gon. Uno, calvito y perfumado hasta mareo; uno más, gordito de modales sinuosos, y un tercero barbón. Briagos todos, las acomodaron en el sillón, y el alarde: «¿Los millones de Ye Gon? Nosotros aplicamos la ley, caiga quien caiga».

Cayó el vaso de cacardiosidad. Mi única, sus ojos despidiendo fulgures. Rudo el genio de mi ixtepecana: «Su credibilidad, licenciados, ¿no anda a estas horas a la altura de esa mancha aguardentosa con la que ustedes vinieron a ensuciar mi alfombra? ¿Algún mexicano creerá todavía en la justicia que el Medina Mora y sus cómplices aplican en este país?»

– O sea, señito, es mejor para usted si las mide, o sea sus palabras…

– Nos fuéramos a seguirla a otro changarro…

– Pero tranquilícense, que para los de la PGR, sin pizca de credibilidad, no todo está perdido, que aún les queda un último recurso para que el pueblo vuelva a creerles cuando hablan de aplicar justicia.

Su humos alterado. Yo, entre dientes: «Amor, que me comprometes…»

– Vayan y díganle a Medina Mora: «Si desea que las masas crean y confíen en usted, se vista de acuerdo a los únicos justicieros en quienes el pueblo ha terminado por creer».

– ¿O sea, señito, según usted..?

– Que, por lo pronto, deje el trajecito gris perla, cuando no gris rata, se vista así: que en la testa se hunda un gorro negro y en el rostro un renegrido antifaz, camisa negra de holanes, pantalón de seda negra que haga juego con el negro de las botas. Treinta y ocho especial en la diestra y en la chueca el látigo chicoteador. Y ahí viene ya El Látigo Negro o El Gavilán Vengador. Así si, porque las masas, que a ustedes no conceden credibilidad cual ninguna, aún confian en personajes del cine como El Zorro Escarlata o La Calavera del Terror. Porque ustedes, vestidos con trajecito gris rata, ¿qué justicia han aplicado a los hijos de toda su reverenda Marta? A ella, ¿le han aplicado la justicia del «redondeo»? ¡Vamos, México..!

– Sospecho que aquí la señito nos está choriando.

– El Medina Mora debe montar penco negro retino y ándenle, a galope tendido desde su palacete hasta el edificio de la PGR y viceversa, contra los malosos aventando chicotazos v ráfagas de 38 especial. O disfrazarse de Águila Solitaria, de Halcón Maltés o Gavilán Pollero. Porque metidos en esos trajecitos Roberts, ¿les va a creer el paisanaje cuando prometan que van a aplicar la ley contra Arturo Montiel, los hijos de Arturo Montiel, la madrastra francesa de los hijos de Arturo Montiel? ¿Van a juzgar a toda la familia, o nos van a salir con que se trata de la Sagrada Familia? ¿Como la pía familia de Marta y su «redondeo» de Sahagunes con todo y Fox?

– O sea: mida sus palabras. Somos autoridad y vivimos en un estado de derecho, donde la ley es la ley, y las ofensas a la ley muy caro se pagan…

– ¿Por qué no intentan aplicar la justicia al estilo de El Santo? Medina Mora brincando de pretil en pretil con las pechugas al viento, capa de vuelta y media que se le vuelve al saltar techos mientras aplica la ley contra los malosos. De Charro Negro, de Zorro Justiciero, de Lobo vengador. Sólo así, créanme.

(Yo, a su oído: «Amor, que me comprometes, yo te lavo tu alfombra». El gordito sinuoso: «Mejor nos fuéramos a seguirla a la leonerita aquí del licenciado Cibrián«.) Dios, y mi única, ya encarrerada: «O de Veneno Escarlata, Rayo Plateado o León Rugidor. Podría ejercer la justicia al estilo Rayo de Sinaloa, Charro del Misterio o Dragón Escarlata. A escoger».

– Esas cacayacas, señores, ¿quién les gusta pa que nos las cobremos?

– Porque vestidos con trajecito de casimir y corbata a la moda no me vengan con que ahora sí, la PGR contra la Marta, el segundo marido y sus carroñeros Sahagunes. ¿El redondeo? ¡Vamos, México!

Yo, zacatón: «¡Ahora te lavo la alfombra!», y el calvito: «¡La Ley es la Ley! ¡Procédase a proceder!» Y ándele, que la ley me prende por los sobacos, me aplica la llave china, me pepena mis tompiates, los de los ojos chispándose, y el arrastrón por los escalones, y yo pateando en el aire y sin poderlo resollar, que nomás me salía un estertor. «¡Nallieli!», quería decir, pero nomás gorgoreaba. (Los vecinos, pudorosos, su puerta atrancada para no estorbar a mi única.) Fardo descoyuntado, el delincuente a la de vidrios polarizados. Ya a punto de desmayo sentí encima todo el peso de la ley y…

Docena y media de supositorios, y adiós chorrillo. Y la paz. (Caiga quien caiga.)

Con su forma de trasero…

Mis valedores: ya estoy bien. Ya mi salud, como relojito. La bilis desparramada por donde pudo ya se chorreó. Pero después de experiencia así de traumática (mira, mira) rogué a mi única que nunca de los nuncas ironice con la justicia de mi país, y menos delante de unos funcionarios de la General de Justicia, la PGR, y mucho menos si andan borrachos, y muchísimo menos si exhiben una extraña euforia y traen los ojos como los traían, que antes del incidente le hice notar a uno de ellos: «Trae sus ojos muy rojos». Y él: «Sí, pero nomás lo blanco…»

Fue el viernes pasado, y todo se originó en la justicia de este país. Mi única y yo comentábamos aspectos del esperpéntico caso Ye Gon, cuando en eso que los veo entrar por esa puerta, tambaleantes de cacardiosidad, preguntando por un mi primo el Jerásimo, licenciado del Revolucionario Ins. Como panistas se identificaron, y funcionarios de la PGR. Por cuanto a mi primo, él ausente. «¿No se lo toparon en alguna piquera de por los rumbos de la esquina que domina, Violeta con Insurgentes?» (Así que los pripanistas en plena concertacesión Allá ellos. Y acá nosotros, los perjudicados con tan radioactiva simbiosos…

Y fue entonces, insensato de mí: acepté que lo esperasen, y tuve que presenciar
cómo uno de ellos, a lo sigiloso, de la pretina del pantalón desenterraba la de a litro. Y válgame, que aquello fue chupetear mientras ventoseaban tantos elogios al de Los Pinos (¡imagínense!), que mi única, malhumorada por la presencia de especímenes tales, ya no pudo aguantar. A quemarropa: «Bueno, y si tantas cualidades advierten en el de Los Pinos, y tanto ponderan Justicia y Ley de Transparencia, ¿cómo van las investigaciones sobre las presuntas sinvergüenzadas de distinguidos pri-panistas como la honorable familia de Arturo Montiel y los hijos de toda su reverenda Marta, los Bribiesca Sahagún…?»

Ajale. Los vi desestabilizarse Detrás de sus lentes el flaquillo se encrespó, y tras el amamantón al ánfora me señaló con el índice, y sus niñas bizqueaban -las de sus ojos: «Son ustedes, los según esto pseudo-periodistas, los culpables de que los asuntos de la Justicia se politicen, y así nomás no. ¿Verdad, licenciados..?»

– Sí, cierto -el calvito, perfumado hasta la náusea-. Ustedes son los que obstruyen y desestabilizan el curso de la justicia.

A propo -el gordito de los lánguidos modales-, ¿me pasan el agüita mineral? Ay, licenciado Campa, pues qué marranilla nos está ofertando…

– Yo quisiera, verdad -quiso el barbón de la corbata magenta-; yo quisiera que aquí el pseudo-neo-comunistoide.. Es pariente de usted el licenciado Jerásimo, ¿no?
– Pero muy lejano. -Sentí que mi rostro enrojecía.

– Yo quisiera que usted se diera un volteón…

– ¿A mi edad..?

– Un volteón por la PGR Yo estoy seguro de que en una sola sesión lo convencemos de que nuestro método justiciero es pronto y expedito. Moralización. ¿No, colegas? Pasando el pomo.

Madrugada. Fatiga. Licor. Tabacos. Pestilencia Recién desempacada de Ciudad Ixtepec, mi única miró el reloj. Tensa su voz:

– ¿Moralización? ¿Una vez más le andan jugando al embuste de la moralización?
«Renovación moral», como la del mediocre anterior, el Nopalito De la Madrid?

– ¡Ec-sac-to! Pasando el ánfora, que estoy desarmado. Porque, según las instrucciones que tenemos de nuestro señor presidente…

– ¡Y aquí me pongo de pie! -se pusieron todos-. «¡Caiga quien caiga!»

Cayó el vaso en la alfombra Lástima, porque estaba medio lleno (hay quienes lo ven medio vacío, cuestión de etc.). Mi única, perita en ironías:

– Que ustedes, señores de la justicia, han perdido todo rasgo de credibilidad a ojos del paisanaje, es un hecho fehaciente. Señores licenciados: ¿no será por la forma en que visten ustedes..?

– ¡Ahingáu! -Uno a otro se examinaron las ropas-. «¿Pues según usted cómo nos vestimos, señito?»

Y el condenado Jerásimo, que no llegaba Mi única, su humor quebrantado: ‘Yo les pregunto: ¿cómo se viste el procurador?»

– Un traje normal, casimir planchado, camisa blanca y lo de adentro sepan Dios y su señora No la de Dios, sino la del señor procurador.

– Por esa ropa, precisamente, nadie cree en su justicia

Yo, en un susurro: «Nena, que me comprometes». Y ella- «Desde la masacre del Dos de Octubre hasta las de Aguas Blancas y Acteal» (Mañana)

¿Redondeo? ¡Vamos, México..!

La soledad, que de repente se reduce. Yo anoche, lamiendo las mataduras que me infiere mi soledad, de rodillas pedí al Altísimo que, de no tener inconveniente, me hiciera el milagro de que ella, la ausente amantísima… Luego repasé algunos textos que, sublimando el amor de pareja, refinaran mi dolencia, masoquista que soy, y lógico: fui a recaer en La Biblia, y me hundí en la sublime fragancia de El Cantar de los Cantares, y ya dejaba descansar el libro en su estante cuando me di a espulgarlo, y que me topo de repente, de manos a asombro, con esa nefanda pareja que tenía arrumbada en mi mente. Y qué pareja carnal tan desaforada, codiciosa y pasional, apestosa a culpa, a drama, a tragedia, al final atroz que les profetizó un Elías iracundo: los restos del hombre fueron lavados con agua de la poza, «y los perros lamían la sangre y las prostitutas se bañaron en ella». Por cuanto a la mujer: arrojada desde el balcón del palacio, su sangre salpicó los muros, los perros tragaron sus carnes, y «su cadáver fue como estiércol sobre la faz de la tierra». Atroz.

Claro, ya habrán descubierto a la pareja bíblica: Acab, rey de Israel, que tomó por mujer a una extranjera de nombre Jezabel (Izébel, para algunos eruditos), princesa fenicia «voluntariosa y algo masculina«, mujer desvergonzada, impía e inmoral, que al rey iba a sollamarle sangre y redaños,e inspirarle una pasión que a un Acab de naturaleza «vacilante» me lo tomó cera y malvavisco. Ya sin voluntad, su gobierno fue corrompido por la ambiciosa fenicia, que se afanó en el robo, la traición, el derroche, el asesinato. El blandengue permitió que la arribista se enriqueciera con todo y su parentela, unos hijos y parientes tan sinvergüenzas como sus padres. Como sus madres. Sobre todo sus madres. Mis valedores: por que calibren ustedes eso nefasto que resultó de una codiciosa y uno falto de alilayas:

Una viña tenía un cierto Nabot, situada junto al palacio de Acab, que un día le propuso: «Dame tu viña para que me sirva de huerto. Yo te daré por ella una viña mejor, o su precio en dinero».

Como todo buen judía, Nabot tenía por invendible la tierra heredada de sus ancestros, tierra para ellos sagrada:

– Líbreme Yahvé de darte la herencia de mis padres.

Acab se irritó por la negativa. ‘Y vino a él su mujer Jezabel, y díjole: «¿No eres el rey sobre Israel? Yo te daré la viña».

Y trazó su estrategia, que fue invitar a Nabot a un banquete donde se presentaron dos perversos aleccionados por la reina Jezabel, que atestiguaron falsamente acusándolo de blasfemo. ¿El resultado? Que las masas (siempre las masas; siempre su vocación, su propensión al linchamiento) de inmediato apedrearon a Nabot hasta dejarlo en el suelo hecho garras, y Jezabel, al pusilánime Acab: «Anda y posee la viña de Nabot, que él ya está muerto…»

Del rey pasó a ser la viña, como antes lo fueron fincas, mansiones y El Tamarindillo, con prestanombres, a la orilla del mar. A la depredación de la inicua pareja iban a agregarse joyas, viajes, aviones, y trapos «de marca» (aunque la guanajua se vista de seda., por ahí se va a cantar). La avaricia de Jezabel y su posición política le allegaron,
con las sedas, cuentas bancarias, edificio y tres mil departamentos de a tres mil pesos cada uno (¡ese INFONAVTT!), y millones de la Lotería Nacional. ¡Vamos, México..!

En fin, que tantísima rapiña perpetraron Jezabel y su segundo marido en un país pobre que la «pareja presidencial» acabó de empobrecer, que harto ya de unas masas pasivas, sumisas y dependientes a un grado tal que con sus centavos contribuyeron voluntariamente a hincar las riquezas de los carroñeros al aceptar, si esa no es mansedumbre, una aviesa maniobra apodada «redondeo«, Yahveh clamó, y cielos y tierra se estremecieron:

– ¡Pareja execrable! ¡Se atienen al buen natural de mis ovejuelas y hacen con ellas lo que a ustedes les dictan su codicia y ánimo perverso! ¡Aténganse, réprobos, a dos juicios inapelables: el de la Historia y el de la Eternidad..!

Yo, que tal escuchaba, y cómo dejar de oír tan potente, prepotente vozarrón, solté una risilla irónica, y entre mí decía: «¿Historia, Eternidad? Qué cómodo para los inicuos que, atejonados en San Cristóbal, se cachondean con un botín arrancado a un pobre y empobrecido país. ¡El penal del Altiplano! ¡Esa sí que sería justicia! Quezque la Eternidad. ¡Vamos, México..!

Y fue entonces. Rájale, que Yahvé desciende y se sienta a la cabecera de mi camastro: «¡Ya verás, pseudo-neo-comunistoide de miércoles. Por andar de hocicón y burlarte de mi Justicia voy a hacerte el milagrito. Prepárate a recibir a tu propia Jezabel, sólo que tantito más vieja y pachichi, más cursi, más trepadora y rapaz que la del Acab de San Cristóbal, nomás echa cuentas».

Friégale. Yo, mis valedores, aquel escalofrío que me chicoteó desde aquí, miren, desde el cogote hasta allá, hasta el hueso sacro, o sea mi coccis. (Cruz, cruz.)

¡El corazón de Jesús está conmigo!

«¡Viva el Papa.! ¡Viva la Iglesia! ¡Viva Cristo Rey…»

Ocurrió en mayo del año 2000. El Papa de Roma, por validar y reciclar la revuelta cristera de 1926-29, le beatificó 24 cristeros y soltó su sentencia dinamita y veneno: «¡Ese movimiento fue legítimo y sigue vigente!» Yo, a propósito, pregunto a todos ustedes: ¿qué distancia se puede apreciar entre la afirmación papal y la que el 11 de febrero de 1927, desde Roma y en carta pastoral, hizo pública el entonces arzobispo de Durango, donde el reverendo daba su aprobación, colmaba de bendiciones y ordenaba el inicio de la cristera carnicería? Lo decía en la susodicha carta pastoral:

«Nos nunca provocamos este movimiento armado. Pero una vez que, agotados los medios pacíficos, este movimiento existe, a nuestros hijos católicos que andan levantados en armas por la defensa de sus derechos sociales y religiosos, después de haberlo pensado largamente ante Dios y de haber consultado los teólogos más sabios de la ciudad de Roma, debemos decirles: estad tranquilos en vuestras conciencias y recibid nuestras bendiciones…»

Mis valedores: mucho cuidado; la «guerra santa» no se ha erradicado de nuestro país; sus efectos perniciosos se manifiestan aquí y allá. Piensen, si no, en San Juan Chamula, Chenalhó, en fin. Y el poder de los símbolos: sería en Querétaro el Teatro de la República, cuna de la Constitución, escenario donde un montón de fanáticos de movimientos medievales como la cristera y la Unión Nacional Sinarquista, recién resucitados a punta de beatos a escala industrial, se dieron a festejar a los cristeros beatificados por el de Roma, y los festejaron muy a su modo, con el ondear de viejas banderas todavía pringadas de sangreañeja polvo de aquellos cristeros lodos, y el grito fanático y sinarquista

¡A implantar un orden social-cristiano! ¡Vamos a imponer la contra revolución! ¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Viva Cristo Rey..!

Como en las épocas negras, rojas de sangre recién derramada..

Nomás me quedé pensando, y a la mente se me vino aquel retazo de mi juventud que viví en la Guadalajara de aquellos tiempos, qué tiempos, reaccionaria y devota de Orozco y Jiménez, cristero y obispo, en ese orden…

Guadalajara. Tardes aquellas que fueron las de mi juventud, con sabor a tejuino, rumorosa de esquilas. Mi padre Juan, revista Unión entre manos, se exaltaba al exaltar las vidas hazañosas de diversos sinarcas, sus andanzas «patrióticas» y cierta epopeya que tanto lo emocionaba la «Colonia María Auxiliadora«, delirante utopía de aquellas familias que, al sueño de colonizarla el sinarquismo había lanzado contra Baja California. Yo, todavía por aquel entonces ayuno de todo rastro político, contemplaba las fotos de la revista, las de los tales alucinantes alucinados que en lejas tierras y en nombre de Cristo Rey le andaban queriendo sacar agua a las peñas y al desierto rosas…

– Sublime, ¿no? Tú, cuando crezcas, Dios me conceda la dicha de verte convertido en todo un varón de virtudes y un sinarquista cabal para que así, cuando la hora te llegue, mira derechito a sentarte a la diestra de Dios padre.

Cuando crezcas, me dijo. Yo, mis valedores, como crecer, quién sabe cuánto y en cuántas formas haya crecido, pero creo que sí lo suficiente para alegrarme de que años más tarde, cuando la muerte vino a sonsacármelo, ya lo encontró todo desencantado de los «sinarcas». «De ésos casi tanto como del PRI-Gobiemo, mi hijo: nada de nada…»

Y la paz. Muerto y sepultado suponía yo al sinarquismo, que a leguas olía a difunto tal como ya en vida apestaba Pero cadáveres vemos. De repente los Lázaros se levantan y andan, y claman, guiñando el ojo al de Roma para que más levantiscos les trepase al altar:

– ¡El sinarquismo es el instrumento de lucha de las nuevas generaciones! ¡El sinarquismo destruirá la Revolución y restaurará el orden cristiano! Porque hay dos ideas contrapunteadas: ser patriota y ser revolucionario…»

En fin. Gracias a ese Papa (beato, o casi, él también), su mazorca de beatos y la obsequiosa complicidad de gobiernos de ultraderecha, alza la testa ese sinarca que en su momento clamó: «¡Hitler es el gran azote de Dios, un genio militar. Cuando cumpla su misión, la destrucción de Rusia, se romperá en dos pedazos. Pero Franco es otra cosa. La salvación de México está en reafirmar su espíritu católico, y como ésta la recibimos de España, nuestras ligas con España son las ligas con Franco, que restauró la hispanidad…»

Así dijo; y una María Cruz, al entregar su hijo a la Unión, lo juraba, según cuenta Meyer: «Prefiero llorarlo muerto antes que verlo convertido en un convenenciero y traidor. ¡Ay, señores!, me siento loca de cariño hacia ustedes. No tengo más que mis hijos, y con gusto los lego a la patria». (Dios…)

Dios…

¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Reacción! ¡La Reacción es la única parte del sector mexicano que tiene derecho a la vida! ¡Más nos vale un Juan Diego que todos los Juárez de la historia..!

Y cuando uno creyera, mis valedores; cuando uno quisiera creer que ese renegrido episodio del movimiento cristero no fuese más que un trágico recuerdo de aquel almácigo de 70 mil cadáveres que de 1926 a 1929 el fanatismo desparramó en el centro neurálgico de la ultraderecha nacional, de repente resuena, puntual, la voz del reaccionario mayor, el hoy casi beato Juan Pablo II. El movimiento cristero fue legitimo y sigue vigente..!

Lamentablemente, en verdad, para la paz interna del país. Y los frutos mostrencos del aliento clerical: Cuando uno deseara superado, por fin, el inaudito, irracional desperdicio de sangre que provocaron el fanatismo y la intolerancia, ahora me topo con las noticias posicionadas a modo de minas antipersonales en los matutinos correspondientes al domingo anterior, de las cuales transcribo la esencia:

«La formación de un partido político de ultraderecha que se autodefine como cristiano, es peligroso porque ataca al laicismo mexicano…»

Aquí el peligro, mis valedores, de que se vaya a formalizar semejante partido político integrado (echen cuentas) por personajes del clero católico, prominentes empresarios entre los que susurran los nombres de Lorenzo Servitje y algún Slim de apellido, al igual que militantes del PAN y de la Organización Nacional de El Yunque, además de personajes ligados a Marta Sahagún y su segundo marido y a funcionarios del presente sexenio como José Luis Luege, Alberto Cárdenas y Felipe Calderón. Siniestro.

El proyectado Movimiento de Participación Solidaria, ultrarreaccionario, es (¡Imagínense!) «de inspiración bíblica». Se define uno de sus impulsores, un Magdaleno Yáñez: «Desde niño fui formado en el Sinarquismo. Queremos retomar la mística del Sinarquismo. Nuestro Partido Humanista estará integrado con políticos católicos, de la Organización social de El Yunque de otras organizaciones, y tiene la guia ideológica de La Biblia…»

Y un Enrique Pérez Lujan, ex-líder sinarquista:

«Nuestro partido viene a subsanar carencias de Acción Nacional, que en ningún momento se comprometió ni usó los argumentos adecuados en la lucha contra el aborto y los libros de texto. Abordó tales temas de manera superficial».

Así que de nuevo resuena el pregón cristero. Pues qué, ¿se recicla la historia? ¿La historia tiene reversa? ¿Juan Pablo II tenía razón, por desgracia, cuando aseguró en el año 2000 que «el movimiento cristero fue legitimo, y sigue vigente«, y lo certificaba al beatificarles a veinticuatro fanáticos y avivar las «guerras santas» en Chiapas y anexas? Ah, las sotanas y capas pluviales. Ah, México

No, que el de la cristera fuera «un movimiento legítimo» lo desmiente, lo refuta la historia; pero esa cristera sigue vigente en el alto clero político y en el actual gobierno ultraderechista, y esto lo muestra y demuestra la realidad objetiva Las enseñanzas que aporta la historia:

En 1857 la Iglesia Católica mexicana rechazó la Carta Magna recién promulgada y desde los pulpitos recalentó a su rebaño, lo lanzó a la rebelión y tapizó de cadáveres el territorio. Luego, ya en 1917, ese mismo clero rechazó, indignado, la recién promulgada Carta Magna. Clamó el arzobispo de México: «La protesta que los prelados mexicanos formulamos contra los artículos que se oponen a la libertad y dogmas religiosos se mantiene Arme porque deriva de la doctrina de la Iglesia».

Por cuanto sexenio anterior, marcado por la ingerencia del Opus Dei, Marta, la del segundo marido, los Legionarios de Cristo y los Norberto Rivera y Cía., en Zacatecas, la «bizarra capital», tomada una vez por Angeles, pero Felipe, ahora tomada, violentada por los pragmáticos angelitos del sexenio «perredista»: «El alcalde, en compañía del gobernador Ricardo Monreal y su esposa María de Jesús, hizo entrega de las llaves de la ciudad al visitante distinguida al nuncio apostólico de la Santa Sede en México, monseñor Giuseppe Bertello Y que el rebaño soltó su cristero pregón:

¡Viva el Papa! ¡Viva el representante del Papa! ¡Viva la Iglesia! ¡Viva Cristo Rey..!

Dios. En su tumba se habrá acalambrado el zacatecano militar del liberalismo Jesús González Ortega, que a las órdenes de Juárez combatió hasta morir a esos autores intelectuales de guerras santas y guerras cristeras que hoy se disponen a resucitar de entre los muertos, los que ellos causaron. Prodigios de Marta y su corte de los milagros. ¡Vamos, México! (Seguiré con el tema.)

Compañero Asaltante

Esta vez la nostalgia, mis valedores, que casi siempre ataca a traición. Yo ayer tarde, ya al parpadear, cargaba encima una tristecilla sin desflemar, una sensación de errabundaje, de falta de arraigo, que algunos cargamos a flor de pelleja. Tomé entonces los papelillos donde apunto señas telefónicas, y no pude dar con el Simón Pirineo femenino que me ayudase a cargar el madero. Recalé entonces en mi archivo personal, una caja de cartón, pero lástima; la tristura, por descascarármela, más se me clavó entre cuero y carne, y qué hacer. Y es que ahí la foto desleída de los viejos amores, con todo y sus marchitos pétalos de alhelí, sus rizos castaños, las misivas donde se invaden terrenos de Dios o del infinito: «Te amaré siempre, siempre. Nunca, nunca te he de olvidar». ¿Cómo se llamaría aquella inolvidable? Y fue entonces…

De repente, aquel mi artículo periodístico publicado en los días primerizos del difunto Unomásuno, del que fui fundador. Lo desarrugué, lo leí, y pensé en todo lo que mi país ha cambiado desde hace décadas hasta el día de hoy. Veo, por lo escrito, que más antes coexistían con nosotros los asaltantes; que había criminales, pero no crimen organizado, como el día de hoy. Al terminar su lectura decidí transcribirlo para plantear a ustedes el ejercicio: calculen cuánto ha cambiado el talante del capitalino frente a los bergantes que toman por costumbre asaltamos.Lean y comparen:

«Compañero asaltante, permítame saludarlo con mi comprensión y respeto, porque en el ejercicio de su profesión arriesga la vida, la integridad física, la dulcísima libertad. Porque ejerce su oficio con todos los riesgos, sin valimiento alguno. Porque su vida avanza de modo arrastrado, entre zozobra y desazón, siempre a salto de mata y con la conciencia en un hilo. Porque ya habrá caído alguna vez en manos de los de uniforme, y habrá comprobado sus métodos punitivos. Porque la vida me lo habrá tratado de hijastro, de oveja negra, de cédula cancerosa de la sociedad. Porque su destino es el de la soledad, sin más; sin hogar, sin familia, sin una compañera amantísima, sin paz, sin nada de nada. Porque sabrá Dios qué causas oscuras lo arrastraron a la delincuencia; si fue el desempleo, si la falta de preparación, si el mal natural, si el mal fario. Porque alguna vez, de retorno de asalto alevoso, la conciencia le habrá jalado el sarape y lo mantendrá en vilo, mirando la oscuridad, con los redaños en la garganta y el rostro de la víctima frente a las pupilas insomnes. Porque si ocurriese que la vida le dio un primogénito, qué cuentas le va a rendir, con qué cara va a mirarlo cuando el Tomasillo lo llame a juicio. Indefectiblemente. Porque así sobrevive: aventando el valor por delante, el corazón en los entresijos, atenido al puro arriesgue, al filero mísero o a esa 22 especial donde es más el ruido que las balas.

Yo me permito saludarlo a lo solidario, compañero asaltante, porque aborrezco el crimen, pero intento comprender al criminal, y porque usted arrebata lo ajeno, pero expone lo propio. Por eso lo admiro en la misma medida en que desprecio a sus colegas de uniforme, esos patrulleros que asaltan desde sus patrullas, que es decir desde la impunidad misma; que roban sin exponer, y vejan validos del puesto, y extorsionan con la placa, el uniforme, el arma de cargo. Usted, para asaltar, no anda poniendo de pantalla las leyes. Ellos sí, Usted no anda dándose los consabidos baños de pureza con aquello de la renovación moral. Ellos sí. Usted tiene la sensibilidad necesaria y el suficiente pudor y la vergüenza que hace falta para ir a lo suyo, sin andarse con la faramalla de aparentar el cumplimiento de una vocación legal, y hasta justiciera, como los tales de uniforme, esos que se solazan, a lo cínico, a lo sádico y a lo baquetón, invocando cláusulas legales que mal conocen para terminar robando, sin más, y asaltando, maltratando de palabra y obra a la víctima a la que dicen proteger, los muy bergantes, los muy baquetones…

Usted es perraco trasijado que mordisquea para sobrevivir; ellos, doberman degenerados, muerden por el placer de hacer daño, por pura mala entraña, por mala condición. Esos de uniforme, corrupto muestrario de la ancestral corrupción nacional, son los temibles, no usted. Ellos son, que para ejercer de hampones ni siquiera han tenido que invertir en el arma, la patrulla, un mal pasamontañas que les oculte esa cara de cínicos, de baquetones…

Y qué hacer; usted, como los miles de damnificados por los asaltantes con placa, tenemos que soportar a esa aborrecible plaga de cínicos, corazón bandolero. Lástima de competencia tan desleal, compañero. Pero sepa que a usted yo no lo aborrezco; que no lo desprecio; que usted no me inspira rabia y temor impotentes, como ellos. Esto que le digo, compañero asaltante..

Esto sírvale de consuelo en sino tan arrastrado que le tocó vivir. Es cuanto.» Eso, mis valedores, lo expresaba ayer. Con sinceridad absoluta Hoy, ¿alguno estaría de acuerdo con tales conceptos? ¿Ustedes no? (Yo menos.)

¿Y …?

Tertulia de anoche. Habló el maestro, y a la letra dijo-.

– ¿Es el de nuestro país un régimen democrático, contertulios? Escuchen lo que afirmaba hace algunos ayeres el panista Francisco Paoli Bolio:

El respeto a los derechos humanos, asi como a la libertad de asociación, de reunión y de expresión, son formas fundamentales que nos permiten medir si un pais cuenta con un régimen ampliamente democrático…»

– Así pues, ¿existe en nuestro país un respeto irrestricto a las garantías del individuo, contertulios..?

Silencio. Alguno se llevó la infusión a la boca. Yo agaché la cabeza.

– Esto lo pregunto en referencia al informe que en torno a Oaxaca, la APPO y Ulises Ruiz, acaba de formular la comisionada de Amnistía Internacional para nuestro país, señora Irene Khan.

– Pero no preocuparse -don Tintoreto, lavado en seco y a todo vapor, se angostan o enanchan corbatas-, no preocuparse, que los días del sátrapa oaxaqueño están contados. Y si no, ¿ya leyeron el más reciente comunicado del EPR, Ejercito Popular Revolucionario? Y el EPR sabe lo que dice.

Nos mostró la nota de prensa del pasado jueves. «En el EPR impulsaremos todas las formas de lucha hasta que caiga Ulises Ruiz. El fortalecimiento de nuestras estructuras se debe a la claridad política de los oaxaqueños, como lo demostró el histórico abstencionismo en las elecciones del pasado 5 de agosto, en los cuales más de millón y medio de oaxaqueños le dio la espalda a Ulises Ruiz y a la clase política» ¿No resulta alentador?

Alentador. El joven juguero, su intuición política: «Abstencionismo histórico. ¿A quién cariacos benefició ese histórico abstencionismo? Los oaxaqueños le dieron la mano a Ulises y él se tomó el pie; le dieron el pie y se tomó la espalda; le dieron la espalda y se tomó todo lo demás».

– Cierto. Cuando se da un atroz abstencionismo de más del 60 por ciento como el registrado en Oaxaca, al PRI le basta su voto duro para agenciarse el triunfo. A ver esa nota de prensa. (Leyó:) «El EPR declara que dentro de su organización ha habido mucha autocritica«.Y con su mucha autocritica decide aplicar todas las formas de lucha, hasta lograr la caída de ese abominable dictadorzuelo tropical. Bueno, sí, pero el EPR tumba a Ulises, ¿y? Quien va a reemplazarlo? Un priista más, un panista o uno del PRD. ¿Y? ¿Qué habrá cambiado para los oaxaqueños; para todos nosotros, que precisamos un cambio de Sistema, y que lo haremos nosotros o nadie lo hará por nos..?

Afuera, ladridos de perros, las campanadas del ángelus, retazos de un bolero llorón. El maestro: «Oigan lo que la Historia ños advierte sobre caídas de gobernadores; el de Guerrero, el caso más reciente Rubén Figueroa Alcocer, al que la matanza de Aguas Blancas forzó a renunciar. ¿Y? Cuando el matón intelectual cayó de la silla, ¿no lo suplió otro priista, un Ángel Aguirre RÍvero? ¿Y qué aconteció? ¿Con el cambio se garantizó el respeto a los derechos humanos, violentados por su antecesor?

Nuevo silencio. Alguno agachó la cabeza. Yo tragué saliva. El maestro, su libreta de pastas negras: «Oigan lo que ocurrió con el flamante gobernador. Ometepec, Gro. Agentes policíacos torturaron a 25 jóvenes indígenas amuzgos y los amenazaron de muerte luego de acusarlos del robo de carne y piel de una res, propiedad de la familia del gobernador Ángel Aguirre. Encabezados por Alfredo, indígena de 26 años, algunos de los 25 amuzgos torturados levantaron denuncias correspondientes en contra de agentes policíacos y Delfino Aguirre Rivero, hermano del gobernador sustituto.

A los indígenas, una mujer entre ellos, les amarraron las manos, los golpearon con armas de fuego, fueron pateados, sumergidos en abrevaderos para ganado y cuatro de ellos colgados de árboles, atados del cuello con sogas. Luego de haberlos torturado, el jefe de los policías motorizados los amenazó con acabarlos de matar si denunciaban los hechos». Uno de los amuzgos:

– Al otro día nos mandó llamar el señor Delfino Aguirre Rivera y nos dio mil 570 pesos para todos, y que fuéramos al doctor a que nos curara las heridas que nos habían dejado las torturas de los policías. Nos dijo también que con los mil 570 pesos que nos daba ya quedáramos conformes, que no fuéramos a decir a nadie lo que los policías nos habían hecho, y que todo había sido una equivocación de los policías…

Los indígenas exhibieron ante los «medios» las huellas de la tortura. Seis de los indígenas torturados por los agentes de la policía motorizada se encuentran gravemente heridos…

– Mientras masacres como la perpetrada por Figueroa y su policía permanezcan impunes y los viejos cuadros de la represión sigan gobernando, ¿qué significa la caída de Ulises Ruiz, contertulios? (Pues…)

Del bataclán

La tradición de la carpa, mis valedores. Y qué desfiguros dejaré de hacer para quedar bien con la señora esposa del Cosilión, a la que miro deambular por el edificio con su blusón transparente y esos blancos mallones tres tallas más entallados a lo que piden, exigen, demandan sus… La Lichona. Esta vez, por congraciarme con ella, fui todo meloso y le pedí que me acompañara a mi depto. Sólo a ver una película. De Cantinflas, el de mi primera juventud (ando en la 5a.), cuando forzábame a contorsionarme de risa «¿Se imagina la divertida que nos vamos a dar..?»

Ella rehusó la invitación, pero al pretexto de que otro día no irían a la escuela, me enjaretó a la Beba y el Chupirul, sus crios. Y qué hacer. Por lo pronto saquear el refrigerador y aderezarles la merienda. Y corre película…

Helos ahí, sentaditos ante el cinescopio. Y que aparece el histrión, y dengues van, y visajes vienen, y esos quiebres de cintura, y esa delirante, mexicanísima forma de hablar. Yo de ganchete observaba a la Beba, al Chupirul; ellos, de ganchete, me observaban a mí. En el cinescopio el carpero se descosía verborreico con ese su lenguaje enrevesado, tangencial, con cargazón de esa habla chatarra y esas frases mutiladas, que morían entre baches de culebreantes muletillas, retorcidas anguilas que eludían el más leve asomo de lógica «0 sea, chato: ¿el toro habló, se quejó?

No, ¿verdá? Porque señor juez, cómo iba yo a ordeñar ese toro: no había ni por dónde, y el toro tampoco se hubiera dejado, yo lo conozco, ¿verdá? (Mi juventud malgastó con Cantinflas todas las carcajadas que me correspondían en vida; mi vida, a estas alturas, ha extraviado la memoria de lo que fue reír. Los músculos en el rostro se me engarrotaron; se me entablillaron, lástima) Miré a la Beba, miré al Chupirul. Sentaditos frente al cómico, serios como si vieran en el canal cultural un reportaje ecológico. Haya cosa Me atreví: «Chistoso el Cantinflas, ¿no..?»

La Bebasuspiró. El Chupirul se la rascó. Friégale, pensé, que esto sí es anormal. Qué es eso de no rendirse ante la gracia fenomenal de Cantinflas. Mañana previa licencia de los blancos mallones, los meto con el Ariel, mi flamante retoño psicoanalista, a revisión del coco. Y ándenle, que fue entonces: entonces caí en la cuenta de que tampoco yo, en momento alguno, había sentido el menor amago de risa que ni una mala sonrisa me habían provocado las payasadas de un histrión irremisiblemente envejecido en su comicidad. Algo fallaba en él, en mí, en los dos crios. ¿Pero qué? ‘Pos a menos que sea ¿verdá? porque son amarguetas, ¿no, chato?»

La historia por fin, remataba en un beso grotesco de belfos parados entre el jetón del ralo mostacho y la actricita incipiente que así pagaba el noviciado de su carrera en el cine A mí en la palabra fin, me brincó la certidumbre: ese cómico nada tiene ya qué decir a las generaciones viciadas con la «gracia» de los Adales y otros rollos. El de Cantinflas es un caso de muerte súbita total, irreversible, la de una comicidad más restirada que el pellejo del payaso millonario. Formol y cadaverina y no más. Detuve la cinta, y el cinescopio se iluminó con el noticiero. Y ahí, Cristo santo, el borbollón de las carcajadas. Los crios se desmorecían de risa, ante los cómicos carperos. ¿Quién les escribiría el sketch? Al oírlos la Beba lloró de risa el Chupirul los humedeció y yo corrí al bañito mientras en la TV los payasos (caro nos cobran, pero que divertidos) ventoseaban sus gracejadas al más puro estilo carpero:

«¡Haiga como haiga sido, yo gané! Fue una gastritis mal cuidada ¿no, Soberanes?» ‘Yes, sir», el patiño, uno gordo y panzón. Y exhibiendo el anillo, la cómica sesentona, cursi y primaveral: «Qué ansias, qué ansias». En Tijuana uno con chaleco de pene de burro, entre lágrimas: ‘Ya lamí mis mis heridas, pero todo lo que gasté en campaña ¿de nada sirvió? ¡La Gordillo» ¡Esa vieja me chingó!» «Bueno, aquí los ángeles somos pocos», se cachondea un cómico ventrudo, golista y empresario taurino que la hace de obispo de Ecatepec. En eso, ándele, ahí un payaso Medina Mora disfrazado de cuico de la PGR «¿El dinero? O sea verdá, ¿cuál dinero? ¿El del chino?» No, chato, ese ya nos lo pasamos a recompartir»; y el de la vocecita «Ese es un cuento chino, y yo al chino me lo voy a refundir en la cárcel». Y el chino: «Tu lefunfilme madle; ¿o yo nomás milando, con todas las tlansas que te conozco de cómo llegaste al podel? Ni madles, aquí copelas o cuello, y no plecisamente Cuello Trejo, polque ese cablón te cái encima un maltes y te hace miélcoles, y no te la acabas, de a madle me cái». Y uno disfrazado de cardenal: «Que no la venga a hacer de pedófilo», Y el González de Aguascalientes: «Que no mame…»

Y válgame, que ahora fue la Beba la que nos humedeció, y el Chupirul corrió al bañito. A mí me tocó llorar. Por mí, por el país, por ustedes, que más allá del reniego, nada de nada Es México. (Mí país.)

Visión de los vencidos

Llorad, amigos míos – tened entendido que con estos hechos – hemos perdido la nación mexicana…

La caída de México Tenochtitlan, que ocurrió un 13 de agosto de 1521, fausto fue para los más e infausto para los menos, cuando a hierro, pólvora, sangre y cruz, nuestra raíz conquistadora desmoronó el universo de nuestra raíz indígena. Requemado Nanahuatzin en la hoguera del invasor, fue a la viva fuerza parido Quinto Sol renovado, águila y sol de un pueblo mestizo de tantas sangres. Mis valedores: no perder la memoria del hontanar, que perderíamos sustento, destino e identidad. Aquí sigue la crónica del historiador:

Gran parte del tesoro de Moctezuma se lo robaron los que iban en los bergantines, dijo Cuauhtémoc al conquistador, quien puso en duda su dicho. Fue entonces cuando el prisionero le pidió que «diesen licencia para que todo el poder de México que estaba en la ciudad saliese fuera de los pueblos comarcanos». Convino en ello Cortés y según Bernal Díaz en su Historia verdadera de la Conquista de México, el espectáculo de aquel desfile, a lo largo de las calzadas, en que iban hombres, mujeres y niños, «flacos, amarillos, sucios y hediondos, era más que horrendo. Cortés ordenó que se limpiasen las calles, fuesen enterrados los cadáveres y se reparasen calzadas y puentes, casas y palacios. Pues sí, ¿pero el tesoro de Moctezuma? «Se lo robaron los dé los bergantines», juró Cuauhtémoc, y los descontentos: «Eso no es cierto…»

Y que Cuauhtémoc lo había arrojado a las aguas lacustres antes de su captura, y que tlaxcaltecas y cholultecas, texco-canos y huetjotzincas, se apoderaron del tal, «pero los oficiales reales decían y publicaban que Guatemuz lo tenía escondido y que Cortés holgaba de ellos porque no lo diese y haberlo todo para sí, por estas causas acordaron (…) de dar tormento a Guatemuz y al señor de Tacuba que era su primo y gran privado. Todos los mayordomos de Guatemuz decían que no havía más de lo que los oficiales del Rey tenían en su poder y que eran hasta 380 mil pesos en oro que ya lo habían fundido y hecho barras y de ahí se sacó el real quinto y otro quinto de Cortés».

Pero algunos no estaban bien con el susodicho Cortés, y «vinieron tan poco y el tesorero Julián Aldrete que así se decía, que tenían sospecha que por quedarse con el oro Cortés no quería que prendiesen al Guatemuz ni le prendiesen sus capitanes ni diesen tormentos; y porque no le achacasen algo a Cortés sobre ello», no pudo Cortés impedir que atormentaran a Cuauhtémoc. Doña Marina dijo al ilustre prisionero:

«El señor capitán dice que busquéis 200 tejuelos de oro, tan grandes como así». Y señalábale con las manos el grandor de una paterna de cáliz…

Fue en Coyoacán donde se realizó la tortura afrentosa, cuenta el historiador, y que untaron de aceite los pies del señor de Tacuba, antes de someterlo a la prueba de fuego. «Y lo que confesaron fue que cuatro días antes lo echaron en la laguna, así el oro como los tiros y escopetas que nos habían tomado cuando nos echaron de México y cuanto desbarataron agora a la postre a Cortés«.

Sentados en aquel trono de ignominia, dice el historiador, Cuauhtémoc y el señor de Tacuba se miraron, iluminán-dosles los rostros por el lúgubre resplandor que les atormentaba. «Confiesa, señor, pidió el señor de Tacuba«, y entonces: «Por ventura, ¿yo estoy en un baño de temascal..?»

Tales palabras responde, impávido, el Águila que cae, ya a estas alturas un cristiano recién bautizado y que hasta su muerte llamóse Don Fernando Cortés Cuauhtémoc, e invocaba al «Señor nuestro Dios», el de Cortés y Pedro de Alvarado (este detalle nos lo oculta la historia oficial, ella tan pudorosa).

Y ocurrió que en el tormento y ante la indiferencia de los sicarios se desmayó el señor de Tacuba, y así y aquí finaliza la relación del historiador.

México, 13 de agosto de 1521. Sexto presagio:

A menudo, en las noches, se oían las voces, los suspiros, el sollozar y el llanto de una mujer que interrogaba, lamentándose: Hijitos míos, ha llegado la hora de nuestra destrucción. Tenemos que irnos. ¿A dónde os llevaré? Ay, mis hijos…

Todo lo de la crónica, mis valedores, a nuestra raíz indígena le vino a ocurrir a manos de nuestra conquistadora raíz. El topetazo, el genocidio descomunal, iba a parir a todo un pueblo, y un rumbo, un destino, una nación que afirma, enhiesta, la mística meshica:

Mientras el mundo permanezca, no acabarán la fama y la gloría de México Tenochtitlan…

Fama y gloria de nuestro país. Del nuestro, a pesar de nosotros. A pesar del vecino, depredador imperial. Es México. (Nuestro país.)

Nikan Tekypeuhka

Una vez más, y cómo pudiese ser de otro modo, la memoria histórica. No se nos vaya a olvidar que fue el 13 de agosto de 1521, cuando los guerreros águilas y ocelotes cayeron en desparramadero de mazas, flechas y plumas, ante la pólvora de Hernán Cortés, su media centena de soldados españoles, y los cientos de miles de indígenas acezantes de venganza contra Moctezuma imperial; los guerreros de Taxco, sí, y los de Tlaxcala, Cempoala, todos. Paisanos, tengan presente, no se les vaya a olvidar. La crónica:
Los dos vocablos que, en náhuatl, encabezan la endecha de la irremediable derrota, tan a lo desgarrado se duelen: «Aquí empieza la esclavitud…» Y la visión de los vencidos:

Todo esto pasó con nosotros. – Nosotros lo vimos – nosotros lo admiramos. -Con esta lamentosa y triste suerte – nos vimos angustiados (…) Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe, – y era nuestra herencia una red de agujeros. – Con los escudos fue su resguardo – pero ni con escudos puede ser sostenida su soledad…

Desgarramiento, desgajamiento, soledad, esclavitud, esa, y no más, fue la herencia de los vencidos. Tal estado de sometimiento a la espada y la cruz se inició un día 13 de agosto de 1521, cuando estas tierras de Anáhuac cayeron doblegadas por la tizona del conquistador y los suyos. Esto, tras un asedio que se prolongó 80 días, penosísimos para los dos contendientes, que finalizó con los tercios de España derribando a fuego y muerte aquel enhiesto penacho de guerreros ocelotes y guerreros águilas, al frente de los cuales, y por los cuales sacaba el rostro Cuauhtémoc, el irreductible, o casi. La lamentosa suerte de los vencidos

Y así, fue, ocurrió de esa manera: agotados los ánimos, la sangre y la vida de los defensores, México Tenochtitlan caía en manos y a merced de la potencia extranjera, esa de la que, mitad y mitad con la raíz indígena, nacimos los mexicanos de hoy, los mestizos de las dos sangres: la del conquistador (la de Gonzalo Guerrero, años antes), y la sangre indígena. Ustedes, de la meshica; yo, de aquellos cazcanes del Cerro del Mixtón que luchaban con una sola consigna frente al enemigo (la traduzco al castilla):

«¡Hasta tu muerte o la mía!» No más allá.

A la caída de Anáhuac, el lamento de Icnocuícatl:

Lloren, mis amigos, – tengan entendido que con estos hechos – hemos perdido la nación mexicana…

Porque cuenta la crónica de los vencidos que desde el 12 de agosto de hace 486 años y un par de días, con la rendición de lanzas, macanas, penachos y escudos, el nativo vencido se vio forzado a ceder al español México Tenochtitlan que los López de Santaanna y otros López, Migueles, Salinas, Foxes y Calderones iban a depositar en las garras del depredador gringo. Pero esa es otra visión de otros vencidos. Siga.

Y todo esto pasó con nosotros – con esta lamentosa y triste suerte – nos vimos angustiados. – En los caminos yacen dardos rotos – los cabellos están esparcidos -(…) Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe. – Y era nuestra herencia una red de agujeros…

México Tenochtitlan, 13 de agosto de 1521 Los meshicas amanecieron con el ánimo fruncido a la visión del desastre: Oro, jades, mantas ricas – plumas de quetzal, – todo eso que es precioso, – en nada fue estimado…

Todavía antes de rendir sus armas ante el conquistador, ahí habló Cuauhtémoc a todos los suyos, y así les decía: «Mexicanos: este es el último día de nuestra vida como pueblo libre y soberano». Entonces fue y se entregó a aquellos que iban a saquear las riquezas naturales y a explotar el sudor y el esfuerzo de los meshicas. «Aquí empieza la esclavitud…» (Y en cierto sentido así hasta hoy. Es México.)

Días más tarde del infausto aquel iba a ocurrir el suplicio del Águila que cae. Para que la memoria histórica no fallezca, y para desmitificar al ya para entonces Fernando Cortés Cuauhtémoc que a lágrima viva y por «nuestro Dios» suplicaba al conquistador no lo maltratase en su cautiverio, aquí el episodio de la derrota en la versión del cronista:
«Hasta la medianoche llovió sin cesar. El sitio había durado 75 días, por más que algunos historiadores hablan de 80. Habían cesado las voces y los alaridos de los defensores. Sobre el lago de México flotaba una muchedumbre de cadáveres, y también eran numerosos en las calles y patios de Tlatelolco, tanto que los vencedores no podían andar sino entre cuerpos y cabezas de naturales muertos».

Por cuanto al mítico de Moctezuma: gran parte se lo robaron los que iban en los bergantines, y así se lo dijo Cuauhtémoc al… (Mañana)

Oración de la tarde

Humor inestable de Madre Natura, mis valedores, que debe andar en sus días premenstruales o ya con síntomas de menopausia, porque trae a sus hijos en el desatino total. ¿Por qué hace su agosto con estos calores, fríos invernales, veraniegas tormentas y ventarrones que encelan a un sol como toro en brama? ¿En qué quedamos, pues?

Recuerdo, a todo esto, el ventarrón que sacudió aquella tarde que se me tornó inolvidable. Llegó de mal humor, emberrinchado, embistiendo todo a su paso, y esto fue derribar árboles, cerrar de golpe ventanas y puertas y secuestrar la energía eléctrica de mi arrabal. Yo, que en la internet viajaba por tierras de Palestina, me sobresalté: ¿y ese estrépito? ¿Los terroristas «al por menor» de Al-Qaeda, que así responden al terrorismo imperial? Cruz, cruz-.

Desde el mediodía se insinuaba el rezongo climático, con aquel calorón que parecía resuello de un soterrado don Goyo y que mantenía la ciudad en rescoldo. En el bochorno del alto sol, los pulmones de la megalópolis con fuelles recalentados: allá, la manada de sirenas en brama que serían de patrullas, que serían de ambulancias, vaya Dios a saber. Y aquel jadear de motores sobreexcitados, y el llanto de la Caribe, que los rapaces de lo ajeno, no pudiendo raptársela, abandonaron despeinada y doliéndose a gritos desde todas sus alarmas. Yo, churretes y goterones que desembocaban en el estrecho de mis dardanelos, por la internet navegaba por esos mundos, doliéndome al verlos como simples tableros de ajedrez, el imperio contra el mundo y jugando las piezas negras, tintas en sangre, pobreza, dolor. Líbano, Irak, la desdichada Iberoamérica de Bolívar, que por negarse a escuchar a Marti ahora tiene que soportar a los titerillos de Washington. De repente, válgame: a oscuras me fui a quedar y con el ratón en la mano. El de la computadora. Y qué hacer.

A la espera de la consigna ancestral: hágase la luz, me recliné en el sillón, y entonces, tras de los bandazos de viento, ahí llega embistiendo el chaparrón, jarioso becerro que alborotó la bugambilia, enceló el limonero y sobresaltó la madreselva y alguna otra madre de esas; a lo furioso, a lo desatinado, como sin puntería. Y como vino desgarró la cortina de lluvia y desarropó el firmamento, y entonces aquella paz…

La paz aquella, y con la paz, en este mundo doméstico bien barrido y bien bautizado, el milagroso silencio, los verdes recién renacidos y ese cielo que el limpia-parabrisas divino me dejó relujado, rechinando de limpio. Y esta calma y esta paz de día santo, de santo día. El tiempo que se detiene, y pasa frente a mí el pajarólo de la gloria. Allá, lejos, ¿figuraciones mías? un esquilón. Mis valedores: miré hacia el cielo recién asperjado de luz, y en la comba paz y el irisado silencio, como nunca antes entendí a Pagaza

Tiende la tarde el silencioso manto -de albos vapores y húmedas neblinas – Y los valles y lagos y colinas – mudos deponen su divino encanto – Las estrellas, en solio de amaranto – al horizonte yérguense vecinas – salpicando de gotas cristalinas – las negras hojas del dormido acanto – De un árbol a otro en verberar se afana – nocturna el ave con pesado vuelo – las auras leves y la sombra vana – Y, presa el alma de pavor y duelo – al místico rumor de la campana – se encoge y treme, y se remonta al cielo…

Y la tarde, y la paz, y los altos cielos que, gatitos, se abajan y se me arriman a que les rasque la panza De repente, mis valedores: ¿y eso? ¿Qué, dónde? Ahí, semioculto en el pirul o la higuera (esta aún no maldecida por la rabieta del Nazareno), él «cenzontle impávido», que dijo el poeta; impávido, el molotito emplumado rompió a cantar, y qué limpidez de escalas (tono de sol mayor) y qué equilibrio de melodía quebradiza, pero entera siempre, emplumada garganta que hacía escoleta, purísimo cristal, en el ramaje recién llovido. Yo, escuchándolo, ¿en qué mágica geografía me encontraba? La mente se me pobló de techumbres y bardas y un río rumoroso de jarales y jacalazúchiles, y aguardaba en cualquier momento el mugir de las reses de vuelta al redil. Mi Jalpa Mineral, que es decir mi hontanar, el de mis años muchachos, escondida en su nicho de peña viva. Escuchando al cenzontle impávido en aquella paz y en el tiempo que señalaba la agonía del Justo, otro poeta, impávido, vino y susurraba, quedo:

Oid la campanita, cómo suena – el toque del clarín, cómo arrebata – las quejas en que el viento se desata – y del agua el rodar sobre la arena (…) – Todo esto hay en mis cantos, me enamora – la noche; de los hombres soy delicia – y paz, y en los árboles cubierto – sólo yo alcé mi voz consoladora – como una blanda y celestial caricia – cuando Jesús agonizó en el huerto…

Suspiré, dije entre mí, y me brotó del ánima del alma: «Señor, después de bombazos, incendios, decapitados y Ye Gon, que de tarde en tarde se vaya la energía
eléctrica». (Amen.)