Esa reputadísima ??democracia…?

Los políticos manosean la democracia para hacer y deshacer (M. A. Vázquez Mota, del gabinete presidencial.)

Y quien más la manosea es el presidente del país, que nunca se la apea de los mostachos, por más que nunca, tampoco, nos ha explicado qué pueda ser esa democracia que así nos refriega. ¿Llama democracia a la rutina que lleva alas masas avotar ciertos domingos de su vida? ¿A un régimen de vida que nos ha dado justicia plena y un nivel de vida cada vez mejor? Porque, mis valedores, el mexicano, en la era reciente del país, viene ejerciendo su derecho de votar desde 1930, cuando se perpetró el fraude electoral contra el candidato José Vasconcelos, presunto ganador de las elecciones, para que se le asignara el triunfo al primer Nopalito de nuestra historia moderna, Pascual Ortiz Rubio. Setenta y cinco penosísimos años de ejercer el derecho a la papeleta, ¿nos han proporcionado justicia social? ¿Justicia, a secas? ¿En eso consiste la reputadísima democracia que Fox nunca se apea de los mostachos, en ir a votar? Por lo que atañe ala encerrona del pasado jueves:

Ese día, el discurso de los 3 catálogos (el gobierno es malo, malo, malo, el gobierno debe ser bueno, bueno, bueno, exijámosle) inició el incendio de la verborrea con un cauteloso eficiente de Convergencia, creo que
social, popular, democrática o revolucionaria, lo mismo da y para el caso es lo mismo: » ¡Nunca será tardío recuperar los sueños que por ahora hemos dejado de concretar!» La apoteosis de los tres catálogos se siguió de frente con el del Trabajo-.» ¡Construyamos un nuevo proyecto popular y democrático!» El apodado Verde Ecologista:» ¡Estamos llamados a la cita de la historia ¡Cimentemos un sendero más amplio!» Y que muchas gracias. Pero «No, ciudadano presidente: es hora de ir a la búsqueda de un programa democrático y social!» clamó y dijo el histrión, el protagónico Pablo Gómez, de cuestionable pasado comunista y dialoguista echeverraco. ¿El de Acción Nacional?» ¡El presidente de la república puede presumir logros muy importantes..!» Finalmente, la atenta invitación del hombre de baja estatura (física), Enrique Burgos, del Revolucionario Ins.: «¡Fortalezcamos las instituciones que nos hemos dado, respetándonos todos. Prestigiemos nuestra democracia, muchas gracias!»

De ahí en adelante la mojiganga se desempeñaba en pleno anticlímax, que reafirmó un Vicente Fox añudado, como allá decimos, de todos sus músculos. Y mis valedores, lo que va de ayer a hoy: ¿recuerdan ustedes al Vicente Fox juguetón y sonriente, carismático y confianzudo que, en el pecho terciada la banda tricolor y en la mano el crucifijo que le acababa de entregar alguna de sus hijas (de Fox, no del crucifijo), asaltaba la tribuna del Congreso para saludar alas y los chiquillas y chiquillos de todo México? Hoy, ante el decrépito Fox, a la mente se me vino la cuartela del Siglo de Oro español:

«Aprended, flores, de mi -lo que va de ayer a hoy- que ayer maravilla fui -y hoy sombra de mi no soy…» Asi pasan las glorias de este mundo…

¿Propuestas de solución en boca de los 8 que se encaramaron en la tribuna? Una sola propusieron a las masas los 8 magníficos, sintetizada en un verbo, dos exigir, demandar. Exijan. Exigen, exigirán. Demandan, demanden es la demanda. Mis valedores, ¿demandamos? ¿Vamos a demandar? ¿Y quién se beneficia con esa propuesta de solución que nos propone nuestro adversario histórico, la exigencia, la demanda, además, por supuesto, del consabido reniego, esa especie de derecho de pataleo que tienen los ahorcados..?

Mis valedores: ya nos tomaron la medida. Ya nos perdieron el respeto. Ya nos pesaron y nos midieron y saben hasta dónde podemos llegar, no más allá del movimiento de rebeldía espontaneísta. Saben que somos menores de edad que nos acogemos al pecho materno de una madre celestial que todo nos lo va a solucionar: Guadalupe Tonantzin, mientras que en nuestra vida de todos los días tenemos un padre rudo en su trato para con nosotros, padre autoritario que nos inspira temor y del que sólo exigimos, a lo consciente y a gritos, seguridad, y de modo inconsciente, castigo; un castigo que se sintetiza, hoy mismo, en el aumento en el precio del gas, con todas sus repercusiones. Renegamos (todos, a todas horas), pero nada hacemos por remediar una situación que siempre nos perjudica; esto porque, me atengo a lo que afirman los analistas, en la relación sadomasoquista de la sociedad civil con el Sistema de poder ya hemos creado esa adicción y necesitamos, como la droga el enfermo, nuestra cotidiana ración de castigo. Y ese castigo somos capaces de soportarlo mientras no nos priven de dos derechos fundamentales del menor de edad: el reniego y la exigencia. Ni a una ni a otra nos hace el menor caso, pero así queda consolidada esa relación del sádico y el masoquista. Es México. Somos nosotros, los hijos de la manoseada democracia. Hijos menores. (Este país…)

Es México, este país…

De algo o alguno que nada dice, mis valedores, ¿qué se puede decir? Por ello mismo, ¿qué comentar de esa mojiganga que el jueves pasado, primero de septiembre, congregó ala clase política en el jacalón de San Lázaro? Todos los gastos del aquelarre, como siempre sucede, corrieron por nuestra cuenta, ¿y todo para qué, para beneficio de quién o de quiénes? ¿Para todos nosotros, el paisanaje? ¿Tal derroche económico nada más para que el tanto de dos horas corridas los del oficio del esperpento y el protagonismo perpetraran aquella monstruosa reiteración del discurso de tres catálogos: el de agravios, el de buenas intenciones y el de la acción? Sí, «el gobierno es malo, malo. El gobierno debe ser bueno, bueno. Exijámosle». ¿Sólo para eso nos hicieron pagar? Y mis valedores:

¿Cómo le vamos a exigir al Sistema? A base de esa estrategia ya ha sido bien ubicada por unas masas que la dominan y practican todos los días; una estrategia que desde los años 50 ha mostrado eficacia y alcances, repercusiones y capacidad de éxito: al gobierno en turno forjarle un excelente plantón, un bloqueo de la vía pública, una gigantesca mega-marchita. ¿Que Fox ni nos ve, ni nos oye, ni nos siente? ¿Y qué con que? Nosotros cumplimos como lo que somos: profesionales de la protesta, de la demanda, de la exigencia. Es México, este país…

El aquelarre que se montó la tarde del jueves fue el triunfo de la más indigesta retórica decimonónica; fue la verbena de las frases hechas, tanto más sonoras cuanto más vacías, como aquella de que la pobreza es el reto mayor del Estado, y que en su combate se decide el futuro de la nación. Y que hemos construido demasiados muros y pocos puentes, pero que el diálogo es el inicio del consenso, y el consenso el inicio del progreso, frases estas que constituyen un digno homenaje a la más barata de las retóricas y la apoteosis del catálogo de buenas intenciones: hay que hacer, se debe hacer, el gobierno debe hacer, deben hacer los otros poderes, hagamos juntos, juntos hagamos, porque lo que antes era privilegio de pocos empieza a ser una conquista de muchos. Y que esa es la base de «nuestra» democracia, y que en «nuestra» democracia hay futuro. Y mientras allá adentro los del discurso retórico se atragantaban con aquello de que la pobreza nos lacera, acá afuera, mientras tanto, el tanque de gas encarecía una vez más. ¿Lo dije antes? Es México.

De ese tamaño vino a ser, mis valedores, la respuesta que daban los del poder a unas masas todavía ayer esperanzadas: el bataclán del cliché, de los lugares comunes, de la retórica pasada de moda; fue la respuesta a unas masas que ya sexenios anteriores aguardaban ávidas el informe, y que hoy, hoy, hoy, ya nada parecen esperar, pero que esperan todavía, porque todavía su esperanza no rebasa la minoría de edad. La respuesta del pasado jueves en nada varió de la que a las masas se le entrega cada primero de septiembre: la trampa verbal, la mina antipersonal, a saber: a demandas concretas, respuestas abstractas. La demanda: «Yo le exijo, señor presidente, un salario mejor. Le requiero que remedie mi calidad de vida y la de mi única y los chamacos, que con usted se ha deteriorado como nunca antes». La respuesta, dicha de tú, a lo confianzudo: «Yo te doy presente y futuro, te doy democracia, te doy libertad, independencia, soberanía, autonomía, autodeterminación. ¿Qué más quieres, quieres más…?»

Pero eso sí: flor y espejo, seña de identidad del presente sexenio, la del pasado jueves fue la consagración de la democracia. Democracia para acá, democracia para allá, democracia que sirve para un barrido como para un fregado, para 106 millones de fregados cada vez más fregados. Que la democracia, se dijo a las masas, es una asignatura que se debe mamar en el pecho materno, cultivar en el aula escolar, ser una segunda naturaleza del mexicano y nuestra manera de ser, de actuar, de existir. Democracia.

«Bueno, sí, pero a ver, un momento: ¿qué carambas viene siendo la democracia que tanto nos mienta Fox? ¿La democracia consiste en ir a votar algunos domingos de nuestra vida? ¿Eso es democracia, una papeleta? ¿Papeleta en mano es democracia en mano? ¿Y cuánto nos cuesta a las masas, en metálico, la ceremonia fetichista de votar? ¿Votar por quién o por quiénes? ¿Por los candidatos de los partidos paraestatales, que es decir votar por los candidatos del Sistema de poder, vale decir por los de las cúpulas clerical, empresarial, gubernamental, castrense, y por los concesionarios de los monopolios de radio y televisión, por los intelectuales orgánicos, inorgánicos, y la cúpula de esos organismos corporativos de control obrero que apodan, renegrido humor, sindicatos? ¿Votar por la súper-estructura, esa enemiga histórica de todo cambio que beneficie a las masas y eleve a los individuos a la… (Mañana.)

«El Bingo», «El Bimbo», «El Bembón…»

Hoy les propongo, mis valedores: consíganse, del matutino, tres fotos que fácilmente van a encontrar, blanco y negro, mucho más negro que blanco. Y cómo pudiera ser de otra forma, si me refiero a las fotos de «El Bingo» Santiago Creel, «El Bimbo» Bebeto Cárdenas y «El Bembón» Calderón Hinojosa. Recórtenlas, péguenlas en una cartulina y colóquenlas frente a sus niñas (no las criaturas, ellas qué culpa tienen; las de sus ojos). Luego mírenlas, obsérvenlas hasta bizquear, y formúlense la interrogante: ¿Esos tienen alzada de estadistas? Y si eso es mucho pedir, ¿tienen, cuando menos, empaque para la presidencia del país? ¿Conocen ustedes exponentes más a la medida de la mediocridad, la vulgaridad, la insignificancia? ¿Imaginan a alguno del trío encaramado en Los Pinos? ¿A su respetable matrona, hoy alguna ama de casa aficionada a big brothers, telenovelas y teletones, y cuya plática oscila de los chamacos y la «miss» de la escuela, al chofer, tan atrabancado para manejar, y la «muchacha», esa india que todo lo hace mal y se ha vuelto imposible? A esa, ¿la imaginan ustedes jugando la farsa de «primera dama».. ?

Observen la cara del mentado «Bingo», cuya mediocridad contundente se desnudó sin recato en la oficina de Gobernación, donde a lo torpón y falto de carácter en lugar de apagar fuegos (su obligación), muchos más encendió, y al que no se le conocen más hechos de trascendencia que sembrar una chamaquita, dicen los enterados, en el gran canal de cierta Aventurera del gran canal de las estrellas. A ese güerejo cara de pitoloco, ¿lo imaginan ustedes con la banda tricolor terciada en los costillares.. ?

Observen la foto del «Bimbo» Cárdenas. Ese rostro, ¿no es el de algún honrado narco, chofer de trailer, ganadero? Claro, el «Bimbo» Bebeto es todo un caballero, sí, pero caballero de Colón, y rabioso ultraderechista y yunquero de los opusdeístas. Es el mismo «provida» que cuando gobernador de Jalisco prohibía a las burócratas el escote y el maquillaje, la minifalda y las uñas pintadas, la tanga y el pantalón, y las blusas transparentes. Es el mismo Bebeto que de consejero para su campaña designó a Cristo Jesús. Si lo incluirá o no en el presupuesto, no lo ha aclarado. Mis valedores: ¿Pueden acomodar el rostro del «Bimbo» Cárdenas, con su facha de gallero de Atotonilco, en el máximo cargo político del país?

Por cuanto a Felipe Calderón: ah, esa estampa de Felipe Calderón. Un rostro anteojudo como desbastado a hachazos o como exponente de un ejercicio de plastilina en la preprimaria. Observen ese rostro de boca bembona, jetón, facciones abotagadas de teporocho con seis meses sin darle oportunidad a la cruda. Contemplen esos mofletes como en régimen de engorda (con chambuterol) que insinúan un físico adiposo, ovachón, de carnes aguadas. Ese rostro, ¿del estadista, el adelantado, el señalador de rumbos? Mis valedores…

Mi oficio, con sus anexos, es el de la novela, que he publicado en las mejores casas editoriales y cuyas ediciones están agotadas. En mí, como novelista, se presupone imaginación. En el intento de imaginar a alguno del trío como presidente de mi país he echado al asador toda la imaginación que almaceno, toda aquella de la que soy capaz, y créanme: no logro imaginar a alguna de tales mediocridades como titular del Ejecutivo. Individuo más mediocre en la foto presidencial, ni cuando el rostro mediocre de Miguel de la Madrid. Y con zozobra pregunto: ¿qué inauditas maniobras de maquillaje tendrán que lograr los expertos en imagen y estética facial para operar el milagro de que en el desierto aparezcan rosas y carisma en esos modelos de mediocridad aplastante? Pero un momento, mis valedores…

El carisma va a llegar solo. Sin mas. ¿No le llegó a nulidades como De la Madrid, Salinas, Zedillo? ¿No le llegó al personaje de estatura mundial menos carismático de este mundo, el inquisidor Joseph Ratzinger? Sí, ese que en el Sínodo de 1985 consternó a miles de católicos en el mundo, partidario de la «restauración» de la Iglesia, cuando descabezó la Teología de la Liberación; ese Ratzinger con el que estuvieron y están cardenales reaccionarios de Argentina y Colombia, ejemplares de una Iglesia de neo-cristiandad eclesiástico-militar, capellanes castrenses que bendijeron las armas del general Videla que servirían para el genocidio de la «guerra sucia», todos «religiosos» del «estilo Ratzinger», ese que regenteó la inquisición, ahora nombrada Congregación para la Doctrina de la fe. «El miedo está presente en el Sínodo de Ratzinger, que no quiere escuchar los gritos que suben desde Iberoamérica».

Ese mismo, mis valedores, ¿no es hoy en día un pontífice bañado por la luz del carisma? ¿No logró congregar en Colonia, Alemania, su ciudad natal, más de un millón de almas que lo ovacionaban hasta el delirio? Si Ratzinger sí, ¿por qué alguno del trío de neopanistas mediocres no? Piénsenlo. (Laus deo.)

Qué joven fui una vez…

Volver a los diecisiete, se duele el cantar. El sueño de la eterna juventud, sueño eterno y eternamente imposible. Pregunten, si no, a Fausto el mítico, al hazañoso Ponce de León, a los que imaginaron Shangri-La, Shanadú y demás utopías. Pero nada qué hacer, porque la juventud se nos escurre como agua y hay que llegar a la vejez. A querer o no, tan sólo con dar tiempo al tiempo…

Este resbalón en el tremedal de la nostalgia lo propició reciente informe de la British Telecom, que vaticina cientos de innovaciones para los próximos 50 años (quién los viviera), que van desde autos manejados automáticamente hasta cerebros artificiales y transferencia a la computadora de pensamientos, sentimientos, recuerdos. Pero un momento: en relación con este avance tecnológico, ¿no es eso lo que hago ahora, transferir a la máquina pensamientos, recuerdos y sentimientos, sin aguardar a que esto ocurra en el 2050, cuando yo ya no sea recuerdo de pensamiento ni de sentimiento alguno.. ?

Mis valedores: ustedes que rebasaron la media centuria y van rodeando el Cabo de Buena Esperanza, ¿recuerdan cómo eran hace quince, dieciocho años? Yo, de mí, sé decir que por aquel entonces era otro ente humano. El mismo, sí, pero distinto; este y el otro, distinto e igual. Tenía, para empezar, un proyecto de vida, un huicol copeteado de esperanzas, planes diversos en mi periodismo, mi literatura, mi vida familiar. Enhiesto mantenía el ánimo y enterizo mi físico, las energías espumeantes y este organismo macizo (me lo estoy palpando), erguido de aquí, de allá y de acullá (sobre todo). En el botiquín talcos, lociones, glostoras, hulitos para preservar lo indicado. Hoy, el abanico de medicinas que van de la A de analgésicos a la S de supositorios, la V de valeriana, la Y de yodo y la Z de zinc para huesos, nervios, arterias. Ayer fuego en los ojos y el temperamento de honraza,- hoy, el fuego en las fiebres y en los ojos colirio. Ayer fría la cabeza para las grandes decisiones, hoy fríos los pies y algún fogón que con trabajos vuelve a encenderse. Un elemento que nunca alojaba en mis posibilidades.- la vejez. Qué tiempos. No lloro, nomás me acuerdo, y no olvido que el espulgar en los recuerdos es ejercicio de la vejez…

En esto consiste el ejercicio que les propongo, y que yo tomo con resignación, estoicismo y el consuelo de que no es pequeña ventaja esta de llegar a la primera vejez (que la Moira me conceda disfrutar de varias, como disfruté de juventudes diversas): tomen los diarios del martes pasado, y ante fotos y textos que ahí se publican van a sentir el prodigio del tiempo que se detuvo, y que ustedes regresan a los días del México de 198 8 y siguientes. Ante textos y fotos van a experimentar la sensación de que el tiempo se congeló en los años del sexenio mother-nizador, con la vera efigie del inmundo hermano del inmundo Raúl en primera plana, y el individuo mirándonos como hace 18 años, embelecándonos con el programa Solidaridad-Pronasol, y como en aquel entonces requíriéndonos con su vocecilla de pito de calabaza: «Compatriotas…»

Yo, el tiempo detenido y resucitado Drácula, fui quince, dieciocho años más joven (menos viejo), y como joven volví a hervir de indignación, ante el retorno del impostor, del presidente espurio que nos depredó con la complicidad de toda la mafia Salinas y Cía. Viví una vez más, y una vez más me sulfuraron, episodios tan vergonzosos como la quema de los casi 25 mil paquetes electorales, hornaza que iluminó la buena estrella de Diegos neopanistas y neocatólicos Norbertos que entraron a saco en la vida política del país para que ahora nadie ose tapiarles su boca desbozalada, enemigos de las masas y colaboracionistas del Sistema de poder del que forma parte.

Leí la noticia.- giras recientes de un «compatriota» atejonado tras el burladero de la malhadada Fundación Solidaridad. Vi al orejón fresco y campante. Yo, el ánimo rejuvenecido 15 años, recobré mi capacidad de indignación y percibí renovadas las fuerzas para tareas de organización ciudadana que conjuren acciones como la de un dañero Salinas que a lo impune retoma el control de la grilla politiquera. Qué joven fui una vez…

Pues sí, pero juventud virtual, y aquí la prueba de que vuelvo a mi condición senil: la indignación fue declinando, aguadándose, y entonces caí en el sentimiento del viejo: la vergüenza, propia y ajena, porque las masas, perdida sin remedio esa memoria histórica que les evitaría revivir la tragedia, se dejan vejar, befar y azotar, sin que regresen el golpe, maleducadas en la pasividad y la domesticidad, y sólo pongan la otra mejilla (de las abajeñas). Es así como puedo entender que hoy, como hace quince, dieciocho años, toleremos en medio de la indiferencia y la insensibilidad que los bellacos, confiados en nuestra infinita capacidad de olvido, apatía y pasividad, nos pierdan la última brizna de temor y respeto. Es México. Y a propósito: ¿este lunes cuántas horas irán a sentarse los paisas frente al cinescopio? (Mi país.)_

Y usted: ¿conoce el 69..?

El informe presidencial, mis valedores. Esto lo redacto unas horas de que el documento se presente a la consideración del Congreso, y sólo me queda preguntar a ustedes: ¿el informe los convenció? ¿Predominaron las interpelaciones o la mención a la «democracia» y al populista programa «Oportunidades»? El Tamarindillo, ¿lo citó Fox? ¿Invocó al santo de su devoción, un San Cristóbal recién remozado? A las muchas faldas de Marta, ¿haría alusión? Que hubo feria de millones, estoy seguro-, de «democracias», «Oportunidades», viviendas, empleos, reservas en dólares. Que México va mejor que nunca. Que hay rumbo, firmeza, determinación, y trabajar hasta el último minuto, que también tiene 60 segundos. ¿Juró Fox que los y las mexicanos y mexicanos somos hoy, hoy, hoy, menos pobres que ayer..?

A propósito: en su momento, los contertulios hacían pedazos el primer informe de Fox, cuando yo, imprudente de mi, solté la pregunta: «El sesenta y nueve, ¿lo conocen ustedes?»

¿Que qué? Sorpresa general. La Lichona tragó saliva. El Cosilión, su marido, se puso colorado. La Maconda observó de reojo a mi primo el Jerásimo, y a lo disimulado sonreía. Ahí la Jana Chantal, travestí: «Ora que si quiere sentir lo que es un 69 como Dios manda, yo lo invito, ¿verdá? a pasar a mi departamento ahora que se acaba esta grilla». Todo escamado, el juguero:

– Qué les parece el bigotón. Quezque el 69. No lo creía tan depravado, y aquí la única pornografía que tamos comentando son las mentiras del informe.

– Déjenlo, de un ruco como él qué otra cosa se puede esperar, sino el 69. Cuando el poder amengua… – Se burló la tía Conchis. Y con sus 69 arrobas de peso La Tintorera, señora esposa de don Tintoreto, se angostan y ensanchan (corbatas): «Ora que de vez en cuando, ¿verdá?, pues como que el 69 calienta el ambiente, y lo que no enferma no daña, ¿o qué, viejo.. ?

Yo y don Tintoreto, al unísono, agachamos la cabeza. Ya ni cómo aclarar que el 69 es un artículo constitucional: «A la apertura de sesiones ordinarias del primer periodo del Congreso asistirá el Presidente de la República y presentará un informe por escrito, en el que manifieste el estado general que guarda la administración pública del país». Por fortuna, ahí mi salvación; el maestro:

– Señor Valedor, ¿y si nos lee su fabulilla del informe presidencial?

Fui a mi archivo (una caja de chaca-chaca). Volví, leí:» ¡Honorable Congreso de la Unión!» Y la fumarola de aplausos. Del jefe Diego, Salinas y demás neo-panistas. Perredistas, mentadas.» ¡Con el Programa de Abasto Social de Leche atendimos a mil 95 plazas más!» Y la diarrea de aplausos, entre chiflidos de arriero (arriero perredista). «¡En el combate a la pobreza…!»

En eso, que siente aquel jaloncito en el pernil. «Válgame, ya me atoré en algún clavo del triplay». Movió la zanca. Siguió alborotando la legislativa gallera, el palenque tricolor: «¡Se instalaron 244 Centros…!» Aplausos, chiflidos, abucheos, refregones de madre. En el interior del podiun, un nuevo jalón. «Cuál clavo, chance y un móndrigo perro. Cómo fueron a dejar que se colara. Dónde que por estos barrios son de veras perros. Y luego sin vacunar. ¿Pues qué el estado de sitio a la ciudad no incluyó a los guagás? «¡Casi 300 Centros Estratégicos Comunitarios en la…!»

¡En la…!, un nuevo jalón del pernil. «Esto ya calienta. ¿No será algún perredista que se vino a atejonar acá abajo? Onde que si es Pablo Gómez ya la fregotiznamos, porque me la va a interpelar de bulto».» ¡ Comunitarios en las microrregiones…» Y en las microrregiones otro jalón. «No es Pablo Gómez. Ese es brusco, y cuando jala descobija. Por la suavidad, es la Gordillo, que quiere que me la enchufe al gabinete. Ganas no me faltan de largarle un patadón, pero se acaba de alborotar el avispero…»» ¡Que comprenden a los 539 municipios de muy alta marginación! ¡Porque mi gobierno es humanista, un gobierno con rostro humano…!» Nuevo estirón de la terlenka. El del informe pajareó a lo disimulado, y entonces…¡vámonos, si es un zarrapastroso vil! Qué furris seguridad la del jacalón este. Al rato vamos a tener encima a todo el ambulantaje. (Y ante el micrófono:)» ¡Vía Oportunidades se canalizaron…!»

Y ándenle, que en eso, la vocezuca del que se atejona allá abajo: «Señor, don Chente…» Qué moler.» ¡El ingreso per capita se elevó a tantos mil dólares anuales! ¡Así beneficiamos a los que menos tienen! ¡El número de mexicanos pobres se redujo hasta en un 16 por ciento gracias a que la «democrac…»

?rale, qué chinche tirón.» ¡Pues qué tiznaos quieres, pues!»

– Un favorcito, don Fox. Ora que usté acabe…

– ¿Ora que yo acabe qué? ¿Quieres una pizcacha de las limosnas de «Vamos México»?

– ¿Ora que acabe me deja hablar a mí? Pa’ que la cosa sea pareja, ¿no?

Ni lo dejaron. (Lástima.)

Don Andrés Manuel

Estoy mirando, a colores y en relieve, el mapa de México, que en los próximos años habitaremos usted como gobernante y yo como gobernado. Si nos dejan. Observo el patrio territorio con sus bosques y montañas, valles y cordilleras, ríos, mares y planicies, mesetas y serranías. México. Le miro, como venas, arterias y vasos capilares, su entramado de vías férreas, brechas y carreteras. Como grafitos desparramados a lo largo y ancho del territorio, ahí los nombres de sus ciudades, sus villas y sus aldeas. Lo miro, pienso, y desde aquí le digo, señor:

¿Cómo, de qué forma, con base en qué estrategia piensa usted enfrentar el problemón de los delincuentes y la impunidad de que hasta ahora han gozado para andar del brazo y por la calle? ¿Cómo intentará evitar que le hurten el cuerpo a la acción de la justicia? Si en el mapa del país existen tantas carreteras que anudan tantas ciudades, y cada ciudad empolla junto a sí su aeropuerto, ¿cómo piensa controlar vuelos desde aeropuertos, corridas de vehículos en las carreteras y casas de seguridad ubicadas estratégicamente en este o aquel barrio de esta o aquella ciudad..?

Don Andrés Manuel: amparo en la bolsa, escondite en casa de amigos, de familiares, de cómplices: disfraz, barba larga, lentes oscuros, pasaporte falso, vuelo particular, viaje en camioneta -vidrios polarizados- a deshoras de la noche. ¿Cómo va a controlar a los delincuentes?

Alce los ojos y mire ese tránsito de avionetas que rayonean nuestros cielos: vuelos clandestinos. Ahora baje la vista y observe, clandestina también, esa red de pistas de aterrizaje con los brazos abiertos para recibir toda suerte de fugitivos. Cómo asegurar que los delincuentes reciban todo el castigo que se merecen y así atemperar la indignación del paisanaje ante las acciones violatorias de la ley de quienes se saben impunes frente a una «justicia» alcahueta. Cómo, don Andrés Manuel. Cómo.

Las autopistas, señor, como las olas del mar, van y vienen, y van a o var -a deponer su carga- en las zonas más impredecibles. Ahí nomás, tras lomita, tenemos unos bosques tupidos, en cuya espesura los criminales pueden encontrar escondrijos perfectos y encuevarse en alguna de las estribaciones de la serranía. Una cabaña en la espesura del bosque, una hacienda aún sin derruir, una choza en el monte, la casa de seguridad que facilitaron los cómplices, en fin. Cuándo va usted a dar con el paradero de los maleantes, señor…

Gente dispuesta a Valerlos, siempre la van a tener a la mano. Tan lucrativo es el negocio ilícito, que compra lealtades y alquila voluntades de gente dispuesta a todo con tal de medrar la protección de los fugitivos. ¿Cómo piensa desmembrar la mafia y someterla a las leyes, señor..?

Vamos a suponer que logra usted la aprehensión de a este o aquel de los mañosos. ¿Las inmediatas repercusiones? Que ahí se va a producir, al tanto más cuanto y (nos) llevamos tanto, la erisipela de abogados y jueces especialistas en el manoseo de la artimaña legal y el amparo oportuno. La chicana, señor, y la amañada interpretación de unas leyes elásticas, que parecen cortadas a la medida del delincuente. ¿Cómo enfrentar el problema..?

¿Qué logró usted encerrar a este o a aquel en el reclusorio? De ahí, señor, se han fugado. ¿En la cárcel de alta seguridad de Puente Grande, señor? ¿No fue de Puente Grande de donde logró fugarse Joaquín «El Chapo» Guzmán? ¿Al penal de máxima seguridad de La Palma, en Almoloya de Juárez? Señor: las rejas de alta seguridad se abren con maniobras legaloides; pregunte, si no, a Raúl Salinas, otro manifiesto bandido de los dineros públicos. ¿Y? ¿Qué rejas son capaces de resguardar a criminales de ese calibre y calaña tal.. ?

Convénzase: esos delincuentes están organizados en verdaderas mafias, y han creado redes de compinchaje que los tornan invulnerables, o casi. Los delitos de esos quedan impunes, y si usted me pregunta quién me proporcionó la información, yo le contesto que fueron la Historia y la realidad objetiva. Así pues, mi don Andrés Manuel:

Si nos dejan, en el próximo sexenio usted será el que gobierne y yo el gobernado. Que cumpla o no cumpla sus promesas de precandidato, ya a su hora lo sabré, pero una de ella me parece casi imposible: con la descripción que acabo de hacerle de la extensión y complejidad del mapa de México, ¿cree usted posible, pero de veras, cumplir su promesa de llamar a cuentas a Vicente Fox, a sus hermanos, a Marta y honorable familia, incluyendo a los hijos Bribiesca y a toda la parentela de todos ellos, que al igual que los anteriores, aprovechan el puesto para depredar, para arrebatarnos nuestros dineros que de todos son para beneficio de todos? ¿Podrá usted, don Andrés Manuel? ¿Podrá? Yo lo dudo, pero eso lo vamos a ver. A su hora. (Vale.)

¿Slim a la bancarrota..?

Tal es, cuando menos, la impresión del visitante en la tertulia de anoche, callado hasta que el Cosilión mostró la foto del matutino del pasado sábado:

– ¿Vieron esto? Carlos Slim acaba de adquirir Telecom, de Colombia.

Telón de fondo en la foto, el logotipo de TELMEX, del que Slim es propietario desde que Carlos Salinas arrebató el consorcio a los mexicanos para malbaratarlo al dicho Slim. Ah, mothernizador, malhaya sea su estampa, su vida, su madre, su todo y su nada. Sólo espero en Dios, el mío, que en Salinas se cumpla la inapelable sentencia:

«Al que obra mal se le pudre el culantro».

De pronto, la voz del meditabundo: «Así que Slim es dueño de una nueva empresa de telefonía. Pues que Telecom le aproveche, pero que no lo festeje todavía, porque quizá yo vaya a aguarle la fiesta. Tengo pensado afectar su emporio empresarial. Slim no tiene la culpa de la inseguridad que padecemos en esta cuidad, pero con todo el dolor de mi corazón he de comunicarle que por serme imposible este estado de neurosis, terror, paranoia, que me está produciendo el teléfono, voy a renunciar al arrendamiento de la línea telefónica que tengo firmado con él. Un Chente menos, y de los más pagadores, lástima…

Y como si hablara consigo y para sí, el soliloquio. (Nosotros, oyéndolo):

«¿Mi decisión de rescindir el contrato? Sepan ustedes que una noche de estas, a deshoras, en mi catre de célibe recibí un telefonema, sospechoso como todos los que a diario recibo, y que me espantó. La madrugada seria cuando, de pronto, el timbrazo. Yo, al respingo, pepené el auricular: «¿Sí?», grité medio dormido. Del otro lado, silencio. «Sí, quién es!» Allá, una como respiración agitada. Yo, enredado con el mameluco, mi osito de felpa, el gorro de dormir.- «¡Conteste!» Allá, como de una distancia inconmensurable, una respiración alterada, llena de raspaduras. De reojo miré los números luminosos del reloj: las tres con quince y sereno. Llévame la tiznada, con perdón. «¡Quién es el insolente que me despierta y me deja con la palabra en la boca!» Colgué, o más propiamente: con el auricular pegué el mazazo contra la base para ver cuál de las dos saltaba en pedazos. En posición fetal me enrosqué en el colchón.

Con el gordo en la boca y a chupadas enérgicas (el dedo de la mano derecha) invocaba el sueño, cuando de súbito nuevo timbrazo, nuevo reclamo de mi parte, y del otro lado sólo una respiración ¿burlesca, jadeante, de quien se fatiga en el lance de amor? Una voz ¿de anciana, de niña? que parecía venir de muy lejos: «Luis…» «¡Sí, diga, cese y a este juego irritante!» «Luis…» Yel silencio. Colgué, para que a los minutos: dos, tres timbrazos; dos, tres maldiciones; me golpeé la oreja con el auricular: «Diga, con un canaco!» «Luis…» Yo, ya impaciente: «¡Muérete! ¿Oíste? Muérete!» Y dejé descolgado el auricular. Y el miedo, el terror, el insomnio, el prozac, el valium. ¿No los estoy aburriendo.. ?

Cómo una llamada a deshoras no me iba a llenar de desconfianza. Cómo no, si por estos días he recibido telefonemas a cual más de siniestros, macabros, escalofriantes. En uno,una voz de mujer me anunciaba que felicidades, que me gané un televisor de sabe cuántas pulgadas. Gratis. Y que le proporcionaralos datos para… ¡colgué! Y qué voz también timbrada, voz aterciopelada, la del banco trasatlántico de Beijín que me anunciaba ser el agraciado poseedor de mi tarjeta de crédito con validez universal. Para que llegase a mi domicilio, proporcionar los siguientes datos… ¡Friégale, y el colgón! (Nosotros, oyendo.)

Es así como por culpa del teléfono que Slim tuvo a bien rentarme luego de que esa facultad de la nación la transfirió Salinas a las manos del prestanombres, he sido el afortunado ganador de artículos de línea blanca, de artículos para el hogar, de viajes a Disneylandia, de un consolador (femenino). Una agencia de viajes me quería transportar de gratis a la ciudad de México, ¿la conocía yo? Y luego las llamadas telefónicas en las que se me invitaba a dejarme llevar por la pasión y, en cierto nidito que del que se me daría la dirección, mantener una cita amorosa. «No te vas a arrepentir, querido». Una de esas voces, casi estoy cierto, era de mujer. El lunes, una ánima acomedida me informó que yo estaba detenido en el aeropuerto, bajo sospechas de algo sospechoso, pero que el comandante estaba dispuesto, mediante cierta cantidad… dejé descolgado el teléfono. Culpa de la inseguridad, no de Slim ni de sus teléfonos, pero, señores de la tertulia:

Al día siguiente del telefonema a deshoras, uno de mis hermanos completó la llamada: allá, en Ario de Rosales, mi madre acababa de morir, y murió sin poderme decir sus últimas palabras. Por teléfono». (El bohemio calló.)

«Y pareció que sobre aquel ambiente-flotaba intensamente- un poema de amor y de amargura…» No, si les digo. (En fin.)

¡Me la interpelan..!

Penúltimo día de agosto. Martes. Silencio en la noche, ya todo está en calma, el músculo duerme. No el del desdichado aquel, ánima en pena, que permanece todavía insomne, sacudido de espasmos y escalofríos, como condenado a quien pasado mañana habrán de ajusticiar. Lóbrego. Mírenlo ahí, y obsérvenlo con disimulo: entre sudores agónicos y suspiros, el insomne medita en su situación y, temores y pesadumbres, compara su circunstancia con la de tantos seres anónimos que, enfermos de notoriedad y conscientes de que sus acciones cotidianas nunca habrán de proporcionársela, se arrojan a acometer las más audaces, descabelladas e inútiles hazañas en las que van a arriesgar hasta la propia existencia. Todo, con tal de lograr su cachito de falsa inmortalidad porque así, cuando menos, logran la trascendencia. No una hazaña benéfica para la humanidad, sino excentricidades con las que compran su inmortalidad de chatarra. Incurables enfermos de mediocridad…

Aquí, en la penumbra de su habitación, el Job cuyos ojos insomnes, a la luz de una lamparilla que parece mortuoria, recorren una vez más la noticia de algún otro infeliz en trance parecido al suyo propio: «Adelaido da Silva, mago y fakir brasileño, acaba de abandonar la jaula de cristal en la que convivió durante más de cien días con dos docenas de las víboras más venenosas del mundo, en un frustrado intento por superar la marca mundial».

«Bueno, sí, él, ¿pero yo por qué?» Tembloroso, se enjuga el sudor de la frente. Y es que un sudor se le viene y otro se le va. Sudor frío… «Los médicos comprobaron que el sistema nervioso de Adelaido se encuentra alterado y que el insomnio ha hecho presa del mago y fakir del nordeste brasileño…»

» ¿Un peor insomnio que el mío? Y lo mío, mucho más grave, que ni a mago llego, mucho menos a fakir. Ah, si pudiera rajarme como Adelaido. Ya no digo salirme: ni siquiera ir a meterme en esa jaula de víboras…»)

«La marca mundial sigue en poder de Peter Snyman, que la estableció el año anterior, cuando abandonó la jaula infestada de serpientes venenosas convertido en una piltrafa humana, con el sistema nervioso deshecho…»

«No le doy el pésame. Yo, si viniera a ver mi pulso, mi sudoración, este chorrillo que me está vaciando todos mis jugos gástricos…»

«Está convencido de que no existe ser humano que logre abatir la marca por él impuesta, y que está registrada en el Libro de Records Guiness…»

«¿Que no es posible quién logre superar su marca? Que venga a comprobarlo conmigo, sólo que lo mío es de a chaleco, de a cojón de a hueso. Cómo fue que me vine a meter en estos berenjenales, yo que en mi rancho de una vida placentera disfrutaba. Vengan a hacerme una, santos patronos. San Cristóbal y San Tamarindillo, una merced: que intercedan por mí…»

El penitente inclina la testa. Un suspiro hondo y profundo: «Señor, si es posible, aparta de mí este cáliz». Siguió leyendo, y de tanto en tanto suspiraba, se limpiaba el sudor, bebía traguitos de agua azucarada para recoger la bilis.

«Adelaido permaneció en la silenciosa compañía de 6 mambas negras, 6 cobras egipcias, 6 víboras de capucha y 6 de los árboles, cada una con el veneno suficiente para matar un toro. Los ofidios acompañaron durante 100 días al mago y fakir brasileño». Acá, el matutino, lee, y el rictus amargo: «El presidente Fox llega fuerte, entero, con mucho que informar a la nación y con muchas ganas»: Carlos Abascal, secretario de Gobernación».

«¿Ganas? ¿Ganas dijiste, insensato? Ven a ver la piltrafa en que las «muchas ganas de informar» me han convertido. ¿Pero tú también, Marta? «El Informe será un informe de ánimos, de entusiasmo, de lo que se espera, y nos espera un buen futuro. Más que de cifras, el Informe será alentador por el esfuerzo que han realizado la sociedad y el gobierno del cambio». Y por contras, el hervidero de ofidios: «Anuncia el sindicato del IMSS nueva campaña de resistencia civil el día del V informe de Fox, porque engaña a la gente con su doble discurso». «La Unión Nacional de Trabajadores anuncia que se sumará a las protestas del sindicato del IMSS, en protesta por la política laboral de la presente administración». Ah…nimalero de miércoles…

El insomne suspendió la lectura. Un rictus amargo, amago de sonrisa. Un gemidillo. Clamó al cielo (y no le oyó):

«Dios, cómo comparar los ofidios de Adelaido con los que yo tengo que encarar pasado mañana, que son mucho peores y no dormitan como los otros ofidios, sino que van a pasársela con las fauces pelonas. Estos ofidios van a atacarme a gritos, a mentadas, a mantas y pancartas vituperosas. ¡Que Pablo Gómez, Cristo Jesús, y su tocayo Ortega no asistan a la Cámara, y que si asisten no me la vayan a interpelar, y si me la interpelan no sea a mentadas, y si es a mentadas, que no me vaya a doler, y si me duele, que sepa disimularlo, amen». (¡Marta!)

Y no un panda alborotado

Aprended, flores, de mí – lo que va de ayer a hoy – que ayer maravilla fui – y hoy sombra de mi no soy…

Muy cierto, mis valedores, y esto se refiere al asunto de los osos panda, que traté el viernes pasado. Tales animalejos, ayer consentidos en el zoológico de Chapultepec, hoy no son ni su sombra; y si no: ¿qué fue del tal Chía-Chía, qué es de él en este momento? Después de arrastrar por Dublín su estigma de judío errante, hoy como ayer, Chía-Chía es animal execrado, vilipendiado, expulsado de su jaula, del zoológico, de todo Chapultepec.

Y aquí lo inaudito y que debiera avergonzarnos: aborrecido por los visitantes del zoológico instalado en los pinos, Chía-Chía anda moviendo sus influencias para manejar, una vez más como hace años, a todo el animalero de miércoles, ante el que fue el rey, el pavo real de todo el gallinero. El aborrecido dañero quiere volver, y para bochorno de tantos, lo está logrando. «¡Mothernización, compatriotas! ¡Pronasol..!» Toco madera.

Vino más tarde un cierto oso panda que a todos nos pasó a pandear. Inofensivo parecía, e insignificante tras de sus antiparras, pero el felón enseñó las uñas y nos vino a resultar, con Echeverría, el peor, y nos embobilló Fobaproa, rescate carretero y una deuda externa aumentada como maligno tumor. Canceroso. No por propia iniciativa nos pasó a tiznar, que sólo acató las órdenes de su domador, un tío Sam, del que el panda vivió, por el que vivió, con el que vivió y vive hoy día, donde el tío lo tiene y mantiene domesticado en la jaula -de oro- de algún zoológico en Washington. Y de repente, como si no tuviéramos bastante con la maldición de tantísimos pandas…

De repente, fantasmón fachendoso, figurón de utilería, promesas de alfajor y azúcar cande, ahí nos trajeron al zoológico al panda que llegó entre bravos, y vítores, y chiquitibunes, que hasta parecía la pura verdad. Apenas en el zoológico e instalado en su jaula, veterinarios y guardabosques agarraron por su cuenta la imagen del allegadizo; la fauna del periodismo, hormiguita industriosa, se encargó de transformarlo, de inventarle carisma y sacarle personalidad, magia y encanto. Al tanto por ciento y nos llevamos tanto. Así, de anoche al amanecer, un panda zafio, ignorante, corrientón y vulgar, fue metamorfoseado de gusano en crisálida y de ranchero patán en divino rostro. Y aquello fue arrodillarse frente al milagro de pacotilla. (Milagro cuyos fulgores iban a durar apenas cien días, al término de los cuales el becerro de oro comenzó a enseñar el cobre…)

Ah, tiempos calamitosos los que se abatieron sobre Chapultepec, con el panda en periódicos, revistas del corazón, cinescopio:

– ¡Chiquillas y chiquillos! ¡Crecimiento al 7 por ciento anual! ¡Un millón 300 mil empleos al año! ¡Vocho, tele y changarro, chiquillas y chiquillos!

Día y noche, noche y día, y la queja de chiquillos y chiquillas:

– Jijo de su mal dormir. A este panda carbón ya lo veo hasta en la sopa.

– Exactamente de lo que nos vino a privar: de sopa.

Porque ándenle, que el panda se nos pandeó; cruza de perdierón y jirafa, se alzó sobre dinosaurios y cocodrilos, sierpes y orangutanes, tepocatas y víboras prietas; pero, carácter de malvavisco, fauces, cuernos y pitones me lo cogieron, y colmillos y garras lo hicieron garras. Pero cuando todo indicaba que nada pudiese ser peor, de repente, tíznale, que el panda liga romance con la Tohuí, una panda adulta de origen desconocido; y válgame, qué culequera se traen en pleno zoológico, que ni quinceañeros de CCH. La de besos y caricias, de sobadas y arrumacos, y mensajes de amor, que entrambos justificaban el apicarado cantar: «Vale más torear un toro -que no a un viejo alborotado…»

Tohuí: liendre resucitada, todo fue verse en el zoológico de los pinos en Chapultepec y sentir mimos y halagos de los validos que a balidos la sobrevaluaban hasta la náusea, y como todo mediocre perdió la dimensión, la ponderación, la autocrítica. Ahí, tíznale, el esperpento de la «primera dama», Eva Perón de pacotilla, lamentable espectáculo de una Tohuí que ayuna de valores morales, perdió pisada, se embriagó, embragó, metió velocidad y sufrió vértigos. Soberana de opereta, echóse encima las candilejas y se chupó medio presupuesto de todo el zoológico en lujos, caprichos y demás oropeles. Su figurilla engrandecía poniéndose de puntitas, changuita que con piruetas ridiculas distraía a los visitantes del zoológico mientras se dedicaba a robar (la atención), todo con la anuencia de un panda bonachón y pastueño. Los visitantes, incómodos con su protagonismo, repetían el dicharajo:

Aunque la panda se vista de seda, Tohuí se queda. Y de repente…

Mis valedores: ¡la cloaca se destapó y su pestilencia contaminó todo el zoológico! La panda tenía panditas, los dineros enloquecieron al clan, y… (Eso, otro día.)

Zoología fantástica

Tarde pizarrosa que trizan repentinos relámpagos y rayonean unas lloviznas que me contristan el ánima y oríllanme al suspiro, la laxitud y el oficio de los viejos: recordar. A mi oído Bach, la terca lluvia ante mis pupilas y allá, por los rumbos de Chapultepec, aquellos vapores neblinosos que difuminan el verde y los ocres. En silencio contemplo los álamos, los ahuehuetes vetustos y unos pinos ya mortecinos, atacados de plaga incurable, irreversible, mortal. A la mente se me viene la evocación, al ánimo la tristura y al pecho el suspiro. Contemplo los álamos, contemplo los pinos; el ánimo resfriado, digo entre mí, ensombrecido: la sección de los pinos hiede a formol.

Porque, mis valedores, al tiempo que todo en Chapultepec es vida, retoño y floración, que la buena tierra guarda humus y mantillo con qué vivificar aquello que el invierno dejó mortecino, tal parece que a la sección de los pinos la azotea lóbrega maldición: en los pinos, dígame alguno de ustedes si miento, todo nace y crece horro, estéril, improductivo, que a los visitantes sólo produce desilusión, desencanto, desesperanza. Iracundia, luego diré por qué.

Sí, que contemplando la sección de los pinos con todo y zoológico (a prudente distancia, no me vaya a contagiar la salación), se me vienen a la mente aquellos tiempos, qué tiempos aquellos, en que la honorable familia de los osos panda eran los animales consentidos del zoológico. Uno tras otro, del primer Pepe-Pepe al actual, en su momento disfrutaron de atorrenciada popularidad que yo siempre consideré inmerecida. Semejantes animales habitaron durante años al arrimo de los pinos, y fueron tratados a cuerpo de rey, de autócrata, de dictador, De dios sexenal, me acuerdo.

Del primer panda me viene la advocación. Oso panda como era, pandeó a muchas de las víctimas de su instinto asesino porque, fiero de aspecto, tenía (tiene todavía, encuevado en si jaula de San Jerónimo) unas garras de oso, pero unos ojos de tigre, y de tigre las entrañas. Al arropo de los pinos anduvo suelto, y nunca llegó a estar, como debiera, tras de las rejas de alguna jaula. Achacoso hoy día, y enfermito de almorranas si no miente el dicharajo: «Al que obra mal se le pudre el culantro». Y ese obró mal y dejó su reguero inmundo desde Tlatelolco hasta Ribera de San Cosme, y siguió con su regazón. Impune.

El difunto Pepe-Pepe, ¿lo recuerdan ustedes? Un frivolo que congregaba pompa(s) y circunstancias, y rosa, luz, alegría y muchedumbres de ventajistas que se desvivían aplaudiéndole sus dichos y gracias y carantoñas de irracional. Ya descansa en su paz, que una embolia se lo llevó ala verno. En la jaula metieron a cierto ejemplar de oso que más que oso panda nos resultó un oso gris. Gris, y mediocre pero gris rata, que supo sacarle a los pinos toda su trementina. En dólares. Vive el panda todavía, con jubilación millonaria.

Y de repente, mis valedores: desagradable de ver, sietemesino, rostro de artesanía popular, absoluta carencia de armonía y un aspecto total de mediocre, ahí nos cae al zoológico y se ahija a los pinos todo un ejemplar de panda dañero. Chía-Chía, sí. Y a su llegada a los pinos, donde se ubica el zoológico, allá van micrófonos y periodistas, cámaras y reporteros enlazados de costra a costra y de frontera a frontera. Y al animalejo inventarle carisma, sacarle personalidad, magia, don de gentes, encanto personal ¡a un Chía-Chía que era la viva estampa de la mediocridad: feo, cascorvo, pelón, orejón, rostro asimétrico chicoteado de tics! Quien como el periodista para transformar un fiambre en toda una fina estampa, y un mísero cocuyo en el Quinto Sol, y un gusano en crisálida, y un oso panda en rey. Esto durante seis años justos, que con él resultaron injustos de punta a rabo. El reportaje del matutino:

«El gran movimiento en el aeropuerto fue motivado por el arribo de Chía-Chía, que llegó de Chicago». Después íbamos a comprobar que de Chicago se trajo las mañas y las mafias de Al Capone. Que venía a «contraer nupcias» con alguna osa mexicana. ¿A contraer nupcias? ¡A violarla, vejarla, desflorarla y saquearla, y empobrecerla todavía más, padrotillo valido de la ocasión! Es hoy inquilino, con toda su parentela, de la nota roja.

El reportaje: «Chía-Chía fue transportado inmediatamente al zoológico de Chapultepec, donde fue colocado en un albergue aislado en tanto se aclimata y se acostumbra a sus nuevos compañeros». (A los que nunca logró acostumbrarse: Colosio, los Ruiz Massieú, más de 300 perredistas de los honestos de la base social, no de los amulares, cáfila de bergantes.)

¿No es cierto, mis valedores, que el tal Chía-Chía nos vino a resultar un panda de muy buenas acciones… de teléfonos, que luego malbarató «al amigo Slim», uno de sus tantísimos prestanombres?

Y siguió la historia de las y los pandas, y Chapultepec volvió a llenarse de las y los tepocatas y víboras prietas, y… (Esto, después.)

¡Derechazo a la mandíbula..!

-¡Ligado al ganchazo al hígado y el recto al mentón! ¡Qué pelea, señores aficionados, qué pelea..!

Muy cierto, mis valedores; qué pelea. Yo, que detesto la violencia (box, luchadores, pena de muerte, corridas de toros, palenques y similares), acalambrábame en la Carpa México, tensa la boca y amargos los nervios (al revés), los aullidos del gritón del micrófono reventaban en las orejas:

-¡Qué golpazo abajo del cinturón! El peleador está recibiendo brutal castigo con ese cruzado de izquierdas (al estilo del talamantero Jesús Ortega y ese Pablo Gómez cooptado de Echeverría, imagínense), y un derechazo con la contundencia de El Yunque, el mentón al recto (al revés, el recto al mentón) y el cabezazo en el desflorado, o sea el párpado! ¡El peleador se enconcha, se desmadeja, está noqueado sobre piernas de hilacho! ¡Lo vemos tambalearse, va a caer, suena la campana! ¡Las asistencias se lo llevan a rastras hasta su esquina! ¡Qué pelea, señores aficionados, qué pelea..!

Qué pelea. Finalizó un episodio más, con el peleador en muy malas condiciones y recibiendo el auxilio de las asistencias. Patética estampa la del pugilista: despatarrado en su esquina, tembloroso al castigo que recibió, jalando aire, bagre fuera del charco. Qué desastre de físico, qué ruina de peleador, cuánto lo han castigado los derechazos de Fox (San Cristóbal, El Tamarindillo), la tepocata Abascal y las víboras prietas Norberto y Onésimo, las muchas faldas de Marta y los sospechosismos de los Bribiesca, y principalmente ese ventajista, montonero y aprovechado que con malas mañas de peleador sucio me lo acribilla en el cuadrilátero: el TLC, neoliberalismo de la competencia ruinosa, desleal, asimétrica. Qué pelea, señores, qué pelea…

Y todavía lo que falta hasta el 2006, si no es que antes se produce fulminante nocaut. Dos tarascadas de un aire viciado (smog, materias fecales) y a seguir enfrentando a un contrincante tan ventajista como entero todavía. A quién se le pudo ocurrir enfrentar a un pesito mosca con mastodonte tal…

Ya va a sonar la campana; zafarrancho de combate, por más que combate es un decir. La ruina de peleador, esa piltrafa de guangoche calzón tricolor, tendrá que acudir al centro del cuadrilátero. A querer o no… de costal durante un episodio más de tan bárbara contienda, que se avizora mucho mas rudo que los cuatro anteriores. Y ya le apronta el pomo (de amoniaco) para volverlo en sí -el pobre ya anda volviendo en no-, y ya le escupe en la cara gargajos y buches de agua, y ya le unta en las heridas boquetes de vaselina y le masajea el cogote mientras en la izquierda (la oreja; él es de derecha fanática) le indica la táctica de pelea. En susurro.

– Me cái que soy yo el que me voy a suzurrar, don Fox. Y cómo tiznaos no, si ese méndigo TLC me embombilla, como supositorios, nabos, chayotes y huevos de yema cuata con arancel cero, ¿se imagina, don Fox?

– Tú tranquilo, mi buen. Tú procura cauntearlo, mantenerlo a distancia. Jabéalo, fintalo, cánsalo. Hasta orita le estás parando
sus mejores golpes.

– Pos sí, pero se los paro con el hocico. O sea: ¿perderé por nocaut?

– Por la decisión de los jueces no te preocupes. Con el mero fregón me llevo de a cuartos y manitas calientes. Bush es mi cuáis, ¿cómo la ves?

De la tiznada, quiso responder, pero como ver, ya nada ve que no sean estrellitas más encueradas que las del canal de las ídem: el pómulo izquierdo lo tiene inflamado, con un tajarrazo como desde Echeverría hasta Fox. El otro no; aquí la ceja no fue dañada, porque ceja ya no hay, que de cuajo se la arrancó el neoliberalismo; de ceja le quedó el puro rastro y una pelusa tinta en hemoglobina, un cacho de cuero cabelludo y un tomate con la niña más desflorada que si hubiese viajado en microbús, y la retina desprendida y el pómulo vuelto una papilla que se confunde con la papilla de la nariz. Y qué manera de aventar, por lo que le queda de labios, mole con rajuelas de lengua, raigones de premolares, cachos de glotis y de epiglotis. Me da una lástima…

– Ahí la llevas, mi buen. Si logras noquearlo nos dan el empate…
Ahí fue. Con lo que le queda de vista, el redrojillo se queda viendo al manejador, y con lo que le resta de cuerdas vocales le dice en un hilo de voz:

-¿Y qué, don? ¿A partir de 2006 vamos a seguir con esta misma táctica de pelea, que ustedes me vienen aplicando desde 1982 hasta hoy, hoy, hoy?

-Sí, pero con otro manejador. ¿Qué te parece un «hombrecito» o un Peje macabrón? Aunque viéndolo bien, lo que tú necesitas es un buen Madrazo…

Al madrazo tragué saliva. Sonó la campana. Los fruncí y ahí voy, al siguiente. (Dios.)

¿Era odio, compasión…?

¿Qué es lo que Joel R. Poinsett sentía por el México recién nacido…?

Tal se pregunta, mis valedores, la editorial Contenido, que publicó las «memorias del primer embajador norteamericano en nuestro país». De ellas rastrillo los párrafos que considero más a propósito para mostrar a todos ustedes una evidencia: que desde Poinsett hasta «Tony» Garza todos los agentes enviados por Washington han resultado (quién más, quién menos) verdaderos «castigos» para nuestro país. Del México antiguo se enorgullecía el meshica, su fundador:

Mientras el mundo permanezca no acabarán fama y la gloria de México-Tenochtitlan…

Elogio que difiere de la visión expresada siglos más tarde por el viajero y primer embajador de los Estados Unidos en México-Tenochtitlan. Ya instalado en esta ciudad capital, aquí la versión (aversión) personal que «transmitía a sus amigos en EU». A muchos nos escuece, pero…¿exageraba Poinsett?

«Hay cuando menos 20 mil habitantes en esta capital, cuya población no excede de 150 mil almas, que carecen de domicilio fijo y de modo visible de ganarse la vida. Después de pasar la noche a veces al abrigo y a veces a la intemperie, salen en la mañana como zánganos para mendigar, robar y en último caso trabajar. Si tienen la suerte de ganarse algo más de lo necesario para sus subsistencia, se van a la pulquería. Ahí, hombres y mujeres tirados en el suelo, durmiendo la mona (…) Son rateros y carteristas sumamente diestros.

El mercado: «Multitud de léperos, a quienes me advirtieron que no tocara, pues sus sarapes hierven de bichos asquerosos».

¿Inseguridad pública, problema exclusivo del México actual? No, que ya en 1822 lo atestiguaba Poinsett: «Los comerciantes de México pidieron licencia para exportar el numerario desde meses antes, pero se les dijo que los caminos estaban demasiado inseguros para permitir el transporte de valores a Veracruz; que se hablan dado pasos para extirpar a las hordas de bandoleros que infestan esta región del país; que se daría aviso tan pronto pudieran pasar las conductas sin peligro. (…) Teníamos pensado ir al teatro y tomamos nuestros sables para poder regresar a casa de noche sin peligro. Esta les parecerá una extraña precaución en un país civilizado, pero aquí es absolutamente necesario. El portero de nuestra casa, al verme salir de noche, recién llegado, sin armas, me censuró por lo que tuvo a bien calificar de temeridad mía; me dijo que eran numerosos los robos y los asesinatos…

Comercios y comerciantes. «Los ingresos del gobierno derivan de los derechos sobre importaciones y exportaciones, de acuerdo con el arancel formulado a gran prisa y cuajado de errores. Como consecuencia de los altos derechos y del modo arbitrario de cobrarlos, se introducen de contrabando mercancías en gran cantidad…» (¿Ayer nada más..?)

¿Y qué hay de la deuda? ¿Qué de la burocracia? «La deuda del gobierno anterior ascendía a 36 millones. La acumulación desde entonces, a causa de reclamaciones y préstamos forzosos, que han sido los medios a que ha recurrido el gobierno para suplir las deficiencias, ascienden a unos 25 millones, lo que hace una deuda nacional de 61 millones de pesos». El presupuesto para el sostenimiento del gobierno es muy elevado, y el número de personas empleadas en los diversos ramos de la administración aumenta, de modo excesivo, los gastos de ésta». ¿El agro? «Ese, consigna Poinsett, está completamente arruinado».

¿Justicia en México? «Los abogados: un gremio numeroso y la práctica de la abogacía no es, como en EU, un llamamiento a la justicia imparcial, sino al arte de multiplicar actuaciones y de aplazar resoluciones hasta conseguir el apoyo del juez por medio de influencias y sobornos…»(¿Así era?¿Ya no…?)

Las mujeres: «Las casadas son de modales muy agradables. Se dice que son fieles al amante favorecido y que una intriga de esta clase no afecta la reputación de una dama».

La religión: «Sienten placer infantil al marchar en procesiones y para ellas se visten del modo más fantástico, y los sacerdotes han considerado necesario permitirles que mezclen sus danzas y mojigangas con las ceremonias católicas (…) Son los campesinos, sobrios, industriosos, dóciles, ignorantes y supersticiosos. Dejan que sus sacerdotes los manejen para bien o para mal. Los sacerdotes ejercen una influencia ilimitada sobre las clases bajas y altas y se oponen a las libertades civiles (…) El clero posee fincas muy extensas y ricas, y una proporción bastante elevada de las tierras está hipotecada a su favor».

¿Valoraban los mexicanos su recién conseguida libertad? (Eso, y la funesta relación de Poinsett ¡también con el pueblo de Cuba! un día de estos.)

Te odio, México..

El cierre del consulado de Nuevo Laredo fue una manera de castigar a México (Tony Garza, embajador de EU en nuestro país.)

Pero no sólo este Garza, mis valedores. Quién más, quién menos, todos los representantes de Estados Unidos en nuestro país nos han resultado funestos, con saldo trágico para la historia de México. Ahí está, por ejemplo -para mal ejemplo- ese estereotipo de embajador nefasto que fue Henry Lane Wilson, quien así lo asentó en sus memorias:

Aquel 18 de febrero de 1913 determiné que yo debía adoptar bajo mi propia responsabilidad una medida decisiva para restaurar el orden en México.

La revelación del agente de Estados Unidos ante el gobierno maderista se consigna en el documento titulado (¡imagínense!): «La gestión humanitaria de la diplomacia norteamericana»; una gestión humanitaria que culminaría con el asesinato de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez y la usurpación de Victoriano Huerta en la presidencia del país. Clamaba el pasado jueves Rayuela, de La Jornada:

Ya no sabe uno qué indigna más. La prepotencia de las autoridades de allá, o la tibieza de las de acá.

Tibieza y algo tantito peor de los gobiernos mexicanos frente a las desmesuras de unos Wilson, Gavin y Garza a cual más de dañeros, según consigna la Historia acerca de los diplomáticos con que Washington nos ha «castigado», desde el nefasto que inició la sucesión de los tales, aquel Joel R. Poinsett criticado por el Dr. José Ma. Luis Mora y demás pensadores de su tiempo. Este Poinsett de amarga memoria fue el azote que en 1824 se iba a empalmar de la Doctrina Monroe. Lo revela el historiador Pérez Verdía:

Estados Unidos reconoció la independencia mexicana enviando por Ministro Plenipotenciario a Mr. Joel R. Poinsset, quien ejerció un pernicioso influjo en la política fomentando la frac-masonería (…) Siguiendo tan funesto ejemplo, el partido exaltado cuyo jefe era Guerrero, estableció con ayuda de Poinsett el rito yorkino.

Este dicho Poinsett había venido previamente a nuestro país, y tanteado el terreno para sus maquinaciones, y explorado las posibilidades y ventajas para el Norte rapaz. De su diario de viaje, publicado por la editorial Contenido, cito los párrafos que me parecen los más significativos, algunos de ellos, para nuestra mala fortuna, todavía actuales el día de hoy. Juzguen ustedes. Para empezar, el viajero retrata el México con que se vino a topar. Lo negativo:

» ¡Cuántas dificultades, peligros y privaciones! Sin nada qué comer, excepto tasajo o carne seca; sin nada que beber, excepto pulque. Ventas carentes de lo más necesario y horriblemente sucias; ladrones en cada paso de la montaña, gritos y chiflidos. Estuve escuchando un largo catálogo de miserias y peligros a los que tendré que enfrentarme…»

El arribo a la ciudad y puerto de Veracruz y la visión de Poinsett: «Está rodeada de médanos y charcos de aguas estancadas, lo que en el trópico es causa suficiente para engendrar el vómito negro y la fiebre biliosa. No obstante la apariencia de limpieza de las calles observé zopilotes y otras especies de buitres que volaban sobre la población posándose en las azoteas, señal de la presencia de materias corrompidas y putrefacción animal».

Las impresiones del viajero que más tarde, por encargo y para provecho de Washington, fundaría en México la logia masónica de los yorkinos: «Es imposible, sin haberlo experimentado, darse una idea del tormento que implican las sabandijas que se arrastran, brincan y vuelan, en este país. Las chinches y otras cosas peores, sin hablar de las pulgas y los moscos que pican de noche, y los roedores y jejenes que lo hacen de día (…) Al fin nos instalamos en «La Gran Sociedad». Por fuera se veía bien, pero las piezas estaban tan sucias que el individuo que las limpió, tuvo que emplear una pala antes que la escoba. A fuerza de sobornos conseguimos dos sillas y dos catres de campaña…»

En la ciudad de Puebla, Poinsett alaba la belleza de su catedral, pero… «En medio de todo este esplendor entraban indios miserables y semidesnudos, que nos veían boquiabiertos o se arrodillaban ante el altar de algún santo predilecto, ofreciendo un contraste tan especial como doloroso frente a la magnificencia del templo».

Pero en justicia, mis valedores: de esta visión del viajero a la realidad de hoy día, ¿hay mucha diferencia? ¿La hay en cuanto a ricos y pobres? «Entre nosotros (en EU) el forastero no ve ese sorprendente y asqueroso contraste entre el esplendor de los ricos y la escuálida penuria de los pobres que constantemente hiere sus ojos en México.»

De 1822 a 2005,183 años de distancia, ¿cuánto ha cambiado el país? (De esto, mañana.)

¡Ah changarro..!

Yo tengo un pecado nuevo, mis valedores: que si comí hasta hartarme, y con manteca, fue gracias a Manuel Bribiesca y demás hijos de Marta Sahagún. Aquí me dispongo a contar la historia, que tal vez me descargue de encima este peso mortificante. Por luchas no ha de quedar. Fue así:

Tarde lluviosa de ayer. Yo, desde mi ventana, miraba que la vida me pasaba por enfrente; dentro de mí lloviznaban vagorosas tristezas y un como amago de depresioncilla. La soledad, sí, esa menopausia de mi espíritu. En su duermivela el Rosco, pacífico en su vejez, parecía añorar aventuras eróticas de azotea al tiempo que tristón y como doliéndose de achaques de sordera, angustia y soledad, el Sordo infinito desgranaba las frases de su septeto. Yo, oyéndolo, aquella pinción, como en el pueblo decimos a la nostalgia. De súbito, ¿y eso? Al ruidajo de los recién llegados, la estampida del Rosco, que huyó por la ventila rumbo a los lavaderos, la azotea, a saber. Yo pistojeaba.

– ¡Mire a quienes le traje, mi querido bigotón!

Discretamente eludí el ósculo en la mejilla que me disparaba la Jana Chantal (travestí Es el Taño de día, vulcanizador de repelos de llantas que en plena cara nos avienta Texas). » ¡Y vienen los muchachos de la vulcanizadora! ¡Mire cuánto changarrero se vino a verlo! Acérquense, chamacones, que aquí el bigotón es manso. Domesticado. ¿No, queridito mío?

Con su sudada me la iban apretando (la mano). Los reconocí: vecinos míos todos ellos, todos dueños de changarros de las calles cercanas. «Soy el veterinario y me pongo a su disposición. No es porque yo lo diga, ¿verdad? pero tengo muy buena mano para capar. Sin dolor. A sus órdenes».

Entendí entonces. Mis valedores: ¿de qué sentido dotó Madre Natura al Rosco, que a los humanos no? El captó la presencia de un veterinario y rápido, la estampida Pero a nosotros nos cayeron los veterinarios priistas, nos llegó Fox, está por llegarnos alguno más.y nosotros sin detectar al enemigo histórico, y al contrario: a enfervorizarnos con él: «¡Con Montiel sí!» (0 con Calderón, el Bebeto, el Peje.)» ¡Con este Madrazo nos vamos pa’ arriba!» Dios…

– ¡Y mire por acá, a las muchachas de la estética unisex!

Mis valedores, una vez más: ¿por qué a mí Madre Natura no me concedió ese olfato (¿Olfato para eso? Toco madera) para detectar que del trío de estilistas: la chaparrita flaca, la chaparrita obesa y la alta, espigada, mini-mini de lcra con la que al ir a comprar mis huevines entrecruzaba ardorosas miradas (con la hembra, no con la licra) era no la Maude Minelle, sino un tal Romualdo Rendón, travestí?

– Le presento aquí a Chayito, de La Chorreada, donde compra usted sus chorreados, me refiero a sus huevitos.

Y así pasaron lista el de la tapicería, los cerrajeros, el de la pollería, el del tenderete de aretes y collares de fantasía, la del super-chiquito (changarro), el sastro (zurcidos invisibles) y el ropavejero (su pregón antes de Fox:» ¡Ropa usada que vendan!» Su pregón en Foxilandia:» ¡Ropa usada que compren!»)

– ¡Y la delicia! ¿No le hace agua, o sea la boca, mi querido bigotón?
Doña María Cristina destapó aquel platón que hagan de cuenta el lago de Janitzio, por la cantidad de chalupas que navegaban en él. Del changarro de fritangas. «Estilo Puebla las chalupas. Picositas. ¿Usté aguanta el chile.. ?»

– Pues mucho gusto, pero como que no entiendo todo esto…

La explicación: que hay una especie de inspector de mercados que a los changarreros del barrio los trae asoleados. Y que yo las interpusiera, mis influencias (¿influencias ? yo?) para que se los quiten de encima. Y cor mo para ablandar la cerrazón de las autoridades correspondientes: «Venimos a que publique usted, ¿verdá? que en nuestros negocios no está metido capital cual ninguno de los hermanos Bribiesca, y que ni les estamos lavando dinero ni…»

– ¡Sh..! ¿Quieren que les caiga encima una terrible demanda? ¡Meterse con los Bribiesca es casi tan peligroso como ser ecologista!

-Ah, ¿pues qué no se ha enterado de que otros changarros como ora Hacienda, la PGR, el cartel del Golfo y la Presidencia, Wal-Mart y Waldo’s Mart acaban de declarar que los hijos de Marta no tienen inversiones en sus negocios? ¿Y si Construcciones Prácticas SA de CV ya anda en lo mismo, nosotros por qué no? Y en prueba de nuestra buena voluntad para con usted…

La fritanguera me las puso enfrente, y lo bien que olían (sus chalupas), pero reaccioné a tiempo:» ¡María Cristina me quiere sobornar!» Primero me negaba, luego ofrecí pagar el precio de la docena y media de chalupas. Regaladas me las tuve que comer. Dejé una en el platón. Mordisqueada. Lástima: después de comer a costa de los Bribiesca tenía la esperanza de que este peso de encima se me bajara. Pero no. Ruda, esta indigestión. A ver a qué horas. (Marta…)

Cuestión de aflojarlo…

Lo que me recuerda (le recordó al maestro en la tertulia de anoche) La ley de Herodes ¿Conocen ustedes La ley de Herodes?

– Y cómo no la vamos a conocer los mexicanos -el juguero-, si esa es la única ley que se cumple Religiosamente en nuestro país, o sea: la ley de ese que nombran ustedes Nuevo Orden Mundial, con sede en Washington: «Esta es la ley de Herodes y aquí te tzhingas o te hodes». A la de a alilaya, ¿no?

– Aunque en el fondo es esa la misma, yo no me refiero a esa ley, sino al relato del estupendo humorista Jorge Ibargüengoitia. No es su relato mejor, pero ilustra la nueva amenaza que Washington lanza contra sus colonias al sur del Bravo. ¿Tiene usted ese libro de Ibargüengoitia, señor Valedor?

Lo tuve. Ya con él en sus manos, el maestro explicó el argumento y citó algunos pasajes. «La ley de Herodes: todo lo que nos impone el vecino del Norte y todo lo que tenemos que soportar, en ocasiones por la propia conveniencia. Aquí el arranque del cuento, donde el joven protagonista narra sus inicios marxistas y su relación episódica con el Imperio del Norte».

«Sarita me sacó del fango. Antes de conocerla el porvenir de la Humanidad me tenía sin cuidado. Ella me mostró el camino del espíritu, me hizo entender que todos los hombres somos iguales, que el único ideal digno es la lucha de clases y la victoria del proletariado; me hizo leer a Marx y Engels, ¿y todo para qué..?» Muy marxistas él y Sarita, pero como buenos pragmático-utilitaristas, ambos solicitaron la beca de la Fundación Katz para ir a estudiar a los Estados Unidos. Y a someterse a los exámenes correspondientes, que pasaron sin dificultad, hasta llegar al examen médico. Ambos, al siguiente día, tendrían que presentarse con sus muestras «del uno y del dos». Mortificante.

«¡Ah, qué humillación! ¡Recuerdo aquella noche en mi casa, buscando entre los frascos vacíos dos adecuados para guardar aquello! ¡Y luego, la noche en vela esperando el momento oportuno! ¡Y cuando llegó, qué violencia! Cuando estuvo guardada la primer muestra volví a la cama y dormí hasta las siete, hora en que me levanté para recoger la segunda, guardé los frascos en bolsas de papel para evitar que alguna mirada adivinara su contenido».

Y que en el lugar de la cita tuvo que esperar a Sarita, pues ella había tenido cierta dificultad en obtener una de las muestras. Que ella, como él, llegó con el rostro desencajado y su envoltorio contra el pecho. Que se miraron sin hablar, conscientes de que su dignidad humana como nunca antes había sido pisoteada. Y lo peor: que delante de la pareja la recepcionista tomó los envoltorios, los sacó del plástico y exhibiendo su contenido les pegó una etiqueta. Y que un tal doctor Philbrick, de la Fundación Katz, hace pasar al consultorio al joven solicitante de la beca, y que lo somete a humillante interrogatorio sobre dolencias y contagios que hubiese padecido: neumonía, paratifoidea, gonorrea, en fin. Y al cubículo: «Desvístase».

«Yo obedecí, aunque ya mi corazón me avisaba que algo terrible iba a suceder». El doctor Philbrick procedió a revisarle el cráneo, y a meterle un foco por las orejas, y un reflector frente a los ojos, y le oyó el corazón. «Luego tomó las partes más nobles de mi cuerpo y a jalones las extendió como si fueran un pergamino, para mirarlas como si quisiera leer el plano del tesoro…»

Siguió, implacable, la revisión, que el marxista solicitante de aquella beca soportaba con dificultad. Un sudor se le iba y otro se le venía, cuando en eso: «El doctor Philbrick fue a un armario y tomando algodón de un rollo empezó a envolverse con él dos dedos. ¡Hínquese sobre la mesa!» Del armario sacó un objeto de hule, introdujo en él los dos dedos envueltos en algodón; «Comprendí que había llegado el momento de tomar una decisión: o perder la beca, o aquello. Me subí a la mesa y me hinqué» «Apoyé los codos so bre la mesa».. «Apoyé los codos sobre la mesa me tapé las orejas, cerré los ojos y apreté las mandíbulas. El doctor Philbrick se cercioró que yo no tenía úlceras en el recto». «Vístase».

Salió tambaleándose. En el pasillo encontró a Sarita ataviada con una especie de mandil. Más tarde salieron a la calle. Y mirábanse de reojo.

– Contertulios: ¿en el aeropuerto de esta ciudad cómo irán a mirarse los pasajeros (con qué ojos, con qué cara) después de ser desnudados por el «escáner corporal» que, impuesto por Washington, habrá mostrado ante los funcionarios de la revisión (¿de la DEA?) las partes pudendas de ellas y ellos? El novio y la novia, el esposo y la esposa, el padre, la madre y los hijos, los amantes, los amigos. Ah, porque La ley de Herodes tuvo un remate fatal: entre amigos y conocidos de la pareja se hizo público el secreto de que el marxista se había culimpinado ante el imperialismo yanqui. ¿Y nosotros?

– Nosotros a aprontarlo y ponernos flojitos. Como siempre, ¿no?

Callamos. (Mi país.)

¿De qué vivo, entonces?

Bueno, sí, mis valedores, pero en materia de conocimientos políticos, ¿qué tal andamos? ¿Muy enterados en la politiquería de corto plazo, que a mí no me atrae de manera especial? El presente mensaje lleva un doble propósito: exaltar las virtudes y méritos personales de cierto personaje ya muy calado en nuestra vida pública y probar qué tan capaces son todos ustedes para descubrir, con los datos que voy aportando, la identidad del incógnito, de primera pista, la semblanza del personaje mitológico. La última, unas líneas de la Biblia. Voy.

Proteo: adivinaba pasado y futuro. El personaje incógnito sabe predecir el pasado con base en el porvenir. Proteo podía cambiar de aspecto a su conveniencia, y tan presto era roca como árbol, río, serpiente. Tantos acudían a consultarlo que por evadirlos se tornaba ave, pez o monstruo repugnante. Monstruo repugnante, nuestro personaje, por invitar a quienes ningún interés tienen por consultarlo, va a su encuentro. Y se ofrece al mejor postor. Y desde la altura de la mitología descendemos hasta el albañal de la política nacional.

Francisco Escudero, licenciado. ¿Les dice algo este nombre? «Cuando el estallido maderista había un tal Partido Liberal Rojo, en el que marcaba su personalidad el licenciado Francisco Escudero, quien por adular al Presidente blanco, según dio en llamarse el candidato presidencial Francisco León de la Barra, le ofreció la candidatura. Este Escudero primero había sido ardiente partidario de las sucesivas reelecciones de don Porfirio Díaz, pero más tarde se pasó al bando del vice-presidente Ramón Corral cuando se postuló como presidente. Se alió después con los Renovadores de la Cámara, y más tarde estuvo a punto de ingresar al huertismo, pues Moheno y García Naranjo lo hicieron creer que Huerta deseaba que sustituyera a Garza Aldape en el Ministerio de Gobernación. En esta labor ayudó mucho al diputado Pascual de Alba, quien por ser oriundo de Colotlán, jalisco, donde nació don Victoriano Huerta, gozó con éste de cierta influencia. El licenciado Escudero estuvo ansioso de ocupar dicha cartera y lo creyó tan seguro que hasta festejó el suceso con algunos amigos en la intimidad. Después se le habría de ubicar como figura prominente en el constitucionalismo, por algún desagrado que tuvo con el gobierno de Carranza se pasó de inmediato al villismo». Francisco Escudero, santo patrón del personaje a descubrir.

Eraclio Zepeda: militante del Comunista Mexicano, el Socialista Unificado de México y el Mexicano Socialista (30 años de recta militancia política), fue diputado y en 1987 precandidado del Mexicano Socialista a la presidencia del país. Fue cuando forjó pintoresquismos como estos: «Un partido que nace no tiene derecho a invitar a nadie a la desolación / La triste cultura política no es patrimonio de PRI / Si cosechamos lo que sembramos, magnífico / Si la cosecha desborda lo esperado, habremos construido la gran fiesta de la democracia/Sin ambición justa, no hay cosecha política posible…»

Poeta regularzón, este Zepeda es un excelente cuentista, que entre gente de bien gozaba de una buena imagen hasta que, de repente, los bandazos de la humana condición: arrojó al río de las aguas negras esa buena imagen para enchufarse al gobierno chiapaneco de Eduardo Robledo Rincón como su secretario general, donde nos resultó tan represor de indígenas que se ganó un título que le arrojó por la cara Luis Javier Garrido, analista político: «¡Multiasesino!» Más tarde, Zedillo lo mandó mucho a la… UNESCO, en plan de embajador, o algo por el estilo.

¿Identifican al incógnito? Es coyote de la misma loma que los protagonistas de la noticia fechada en mayo de 2 mil. «Ex-integrantes de los partidos Comunista y Mexicano de los Trabajadores se sumaron a la campaña de Vicente Fox. Héctor Castillo, hijo de Heberto, lo aseguró: Fox se convierte en el candidato de las fuerzas de centro-izquierda mexicana. Compinches él y el ex procurador Ignacio Morales Lechuga: «En la mirada del panista Foz observé la limpieza de su mirada, y eso me convenció». ¿ El episodio bíblico.. ?

Leo a Marcos (sin pasamontañas): «Vino Judas, que era uno de los doce, y con él una compañía con espadas y palos, de parte de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas y de los ancianos. Y el que le entregaba les había dado señal común, diciendo: Al que yo besare, aquél es: prendedle y llevadle. Y como vino, se acercó luego a él, y le dice: Salve, Maestro. Y le besó…»

¿Identificaron al personaje? Priista hasta 1994, chaqueteó y se enchufó en el PRD. Ahora, ventoseando improperios contra quienes lo dieron a valer, y mendiga el pan del PAN para que lo haga su candidato al gobierno del DE Que renuncia al PRD, le exigen inminentes correligionarios del PAN, y él:
– ¿Cómo? Renuncio y no como. De qué voy a vivir…

Claro, sí, por supuesto: el camaleón político Demetrio Sodi, tránsfuga. (¡Agh..!)

Animalero de miércoles

Rodríguez Alcaine dejó un adeudo de 70 millones con familias de obreros (La Jomada.)

Que El Llanero Solitario, les dije ayer, está tirado en la medianía de un requemante Valle de la Muerte y en una situación crítica: sin qué comer, casi sin agua, herido de una zanca y acostado por la jauría de rapaces: lobos, coyotes, Alcaines, Gamboas, Deschamps. Yo, ante el cuadro patético:

¡Aguas, don Fidel! (Llanero Solitario, quise decir) ¡Acá, en dirección a la zanca sentida, el culebrón! Fauces abiertas, colmillos envenenados. ¡Pélela, don Llanero, su fusca! Y sí. Un nuevo disparo estremece el desierto, el animalero recula. «Si no me agacho me pasa lo que a La Quina…»

El Llanero Solitario pistojea bajo un sol que rostiza cactos, rocas, lagartijas, alacranes de ponzoña, víboras de cascabel. Y esta boca reseca, y la bronquitis, y el peroné hecho lodo biológico. «Olí, y ahora quién podrá defenderme, si todos están que se las truenan por agandallarse mi sillón…»

De repente: ¿milagro, alucinación, embeleco de unos sentidos acalorados? Allá, en el horizonte, aquel cordoncillo de polvo acerca y se ensancha conforme la distancia se va haciendo menos. En las antiparras oscuras (dale, pues; ¡en el antifaz!) un fulgor de esperanza, mientras se acerca el traca-tracatrá-tracatrá- (así sí) del caballo corredor. ¿Quién podrá ser el jinete? A pujidos, don Fidel alzó la cabeza superior.

– Bienvenido, quienquiera que seas.

– Ser yo, Kimosabi: Tu fiel Toro. Alcaine.

– Pero… ¿eres realmente tú? Pellízcamela, a ver si no estoy soñando delirios. ¿Realmente eres tú, mi fiel Toro?

– El mismo que vestir y calzar, Kimosabi.

– ¡Mi buen Toro, compañero de aventuras! Gracias a la Morena de la Villa (Nicolás Romero), que diste conmigo. Ya no podía más: hambre, sed, un calorón de aquellos y este animalero de miércoles.

– Ser martes apenas, Kimosabi.

– Mi cantimplora, ¿ves? Casi vacía. Pero mis penas han terminado porque ya tengo a mi fiel Toro. ¿Cómo fue ese milagro, Rodríguez Alcaine..?

– Yo seguir el rastro de sierpes, hienas y reptiles, la comadreja Gamboa Pascoe y dos que tres lobos senadores, con algún diputado chacal. El arañar de sus garras traerme hasta ti. ¿Cómo andar de tu zanca, darme razón..?

– Me la partí, Toro, me la partí.

– Te la partieron, Kimosabi. Mano pesada la del orejón Pelochas. Pero, ¿dónde andar tu jallo Silver, que no lo jallo?

– ¿Ese? No nada más mis amigochos: mi penco también huyó, como todos los demás pencos. Es que ya me dan por difunto, ¿tú crees..?

¡?itale!, el lobo lo ataca de nuevo! ¡Y esa hiena, los colmillos más desnudos que nalga de estrellita en la tele! ¡Y el chacal, y el viborón! Escalofriante. «Así los verás todo el día, nomás pajareando a ver si ya la estiré…»

– Tú echarles bala, Kimosabi.

– Pos sí, pero a ver si no me caen en el choro de que mis dos Coltes ya no queman balas como en mis tiempos de cuando fui lobo, uno de los cinco. Ora puro saltaperico, puro disparo de diábolo. Pobre diábolo de mí, que ora sólo cargo armas de petardo quemado, plomo balín. Ya mis habladas las sostengo con puro aire comprimido, qué mortificación.

– Ánimo, Kimosabi, tú todavía darnos pata dos que tres reelecciones.

– Cuál, si to como las señoras: cuando se me corte mi periodo, será señal de que yo ya no, y que aquí tu Llanero nomás a lo Solitario se va a consolar…

– No decir eso, que tú partírmela de pura pena. Tú poder, con sólo que aguantes las tarascadas de ésos. Yo ayudarte. Aquí tu Toro Alcaine siempre fiel.

– Ya que me la agarraste, mi cantimplora, sopésala, Casi vacía, ¿verdad? Pero no llores por mí, Toro Alcaine, entrañitas de alfajor y azúcar cande. Anda, dame mi cantimplora, enjuga tu llanto y trépame en ancas de tu cuaco Rayo.

– No, tú aquí esperar, que yo ir en tizniza a buscarte un paramédico del Seguro o de Xoco. ¡Mejor traerte al doctor Simi, de plano, cómo la ves..!

– Como verla, ya nomás medio borrosa…

– Qué más querer que antes de retirarme yo hacer por ti..?

– Como querer, mi fiel Toro, sólo quiero que antes de irte dejes quieta mi cantimplora. Que le vuelvas a enchufar el tapón, si no es que ya le acabaste de derramar la poca de agua que me quedaba. Mi Toro Alcaine siempre fiel…

Y allá se aleja, cordoncillo de polvo, el siempre fiel Toro Alcaine. Tan fiel como el Toro Gamboa de hoy. Pregunten, si no, al Llanero Deschamps. (Y fin.)

Balada del Hallo Silver

Hacen olas los aspirantes a sustituir a Rodríguez Alcaine. Aguilar Borrego espera que ahora sí se le haga. La Güera, por su parte, lo deja claramente establecido: el método para elegir al nuevo presidente se definirá no por lo que diga el PRI y mucho menos ustedes, los reporteros, sino al interior del Congreso del Trabajo.

Mis valedores: ayer nomás fue Rodríguez Alcaine quien recurrió a toda suerte de maniobras, algunas de ellas limpias, para suceder al antiguo lechero de la Villa Nicolás Romero, de apellido Velázquez en el sillón de Vallarta ocho. El lema de combate del que fue, hasta su muerte, sucesor del muerto Fidel: «Los obreros ya no son parias, sino humildemente pobres». ?l, mientras tanto, como «pastor» de los humildemente fregados, logró redondeó una fortunilla calculada, dicen sus contadores oficiosos, en cinco mil millones, pesos más, pesos menos…

A semejante habilidad para hacer lucir su salario como obrero cetemista pude haberse referido Rodríguez Alcaine cuando dio a luz aquella que iba a ser una más de sus tantísimas frases célebres: «Hay una diferencia entre yo y los obreros: que al miar yo sí sé hacer espuma…»

Hoy, para suceder al difunto, un Gamboa Pascoe tanto o más ahorrativo que el antecesor, perpetra el albazo y le arrebata la presa y el fuero, que es decir la protección contra sus latrocinios, al dirigente de petroleros Carlos Romero Deschamps, que amenaza con cismas y divisiones en la CTM, Confederación de Trabajadores de México. ¿La divisa del flamante sucesor del sucesor de Fidel?

«Sí, yo soy rico y mis representados son pobres. ¿Y? ¿Ya porque ellos están jodidos debo estar yo también jodido.. ?»

Mis valedores: la foto, que me inspiró la presente fabulilla de mi invención es levemente macabra (macabrona, decididamente): al pie de un Fidel Velázquez irremediablemente fundido en bronce (menos los pies, modelados en barro), y con la Güera Rodríguez a la altura de su entrepierna, le hacen guardia de honor los que de honor carecen, que una «justicia» agachona y una impunidad alcahueta los protegen del destino que bien merecen: La Palma, Almoloya de Juárez. Miré la foto hasta el bizqueo, hasta el lagrimeo, hasta aprendérmela de memoria. Ahí, flanqueando a la Güera (coyotes todos de la misma loma), los predadores Aldana, Romero Deschamps, Gamboa Pascoe y compinches en transas del chapopote, los ferrocarriles y anexas.

Yo, estremecido al recuerdo de un Fidel ya en olor de crematorio, un rapaz Rodríguez Alcaine que los pasos le seguía royéndole los zancajos, y un predador Gamboa que a tantos ha pirateado la presa, recuerdo aquellos tiempos, qué tiempos aquellos, en que Fidel, ya cubierto de años, arrugas, achaques y reelecciones, se aferraba al sillón mientras que a su lado le gruñían y ladraban gozques, podencos y mastines de gran alzada acosándolo, pelándole la dentadura.

– Y me la van a seguir pelando, tartajeaba Fidel ya a punto de entregar el sillón y existencia. Tan macabras acciones, en la fabulilla de mi invención:

Es mediodía en el corazón del Valle de la Muerte. Un crudelísimo sol sollama el arenal donde yace, herido de muerte, El Llanero Solitario.

– ¡Herido de muerte madres! rezonga el tal entre dientes y sólo por darse valor-. Una leva bronquitis y una vieja rotura del peroné, pero nada más. Chuequeando, pero todavía marco el paso al movimiento obrero organizado…

Sangre, sudor y lágrimas le embijan cuera y arrugas, empapándole las antiparras oscuras -el antifaz, más propiamente-. Allá, arriba, a medio cielo, ese sol estallante sobre la poca humedad que rezuma los cactos. Es mediodía en el Valle de la Muerte…

– No, pero a mí el que me trae asoleado es este animalero de miércoles, si es que no haya perdido la noción del tiempo. ¡Sáquese a la berenjena, jijos de su coliflor…!

Sendas 38 special, cañón extralargo, apuntan a la rueda de buitres que, disputándose el botín, planean sobre el de la bronquitis, para luego afocar ese par de coyotes matreros (coyotes de la misma loma), que a la vista de El Llanero Solitario se relamen unos belfos ávidos de hemoglobina. El disparo del de los lentes oscuros (antifaz, qué necedad), retumba contra el lobo aquel de ojos inyectados y hocico merendador senador, más propiamente-, que intente darle el llegón por la retaguardia: maniobra difícil, porque el de la bronquitis mantiene las nachas en el arenal y los lomos recargados en ese crestón de la roca viva. El Valle de la Muerte…

– ¡ Jijos de su repelona! ¡Tahúres de as en la manga, ya andan encuerando las espadas por quedarse con los oros y gastárselos en copas, pero conmigo puros bastos de este tamaño, miren. (El tamaño, mañana.)

Yo pregunto a los presentes…

Es de noche. Allá, afuera, silencio, desflorado de súbito por las campanadas de Dulces Nombres. Aquí, en mi cuarto de célibe y mi catre de padre solterón, donde habitamos yo y esa mi amorosa compañía que es la soledad, me he puesto a reflexionar acerca de mi existencia, cotidiano fluir de días, sucesos y vivencias que es a veces a río atorrenciado, a veces sediento arroyo, charco lodoso y otra vez río revenido, salido de madre. Y válgame, la de errores que he cometido en el áspero oficio del diario vivir, que tan sólo para lamentarme y tratar de enmendarlos otra vida requeriría. Es de noche. En Dulces Nombres, el ángelus…

¿El tipo de errores que he cometido? Varios, surtidos, de todo tamaño y color. Uno, obsesivo, me ronda en la mente, y alude a cierta mujer casada, pero no conmigo, señora que es de todos mis respetos. Cada día aprecio más, por ocultas, todas sus virtudes, y cada día más me duele haberle dedicado un mensaje ligero y zumbón, donde ponía sus merecimientos en esa clase de tela que es la de la duda. Mi único paliativo-, que lo hice de muy buena fe y de alguna manera a nombre de tantos de ustedes que como yo mismo pudiesen haber salido perjudicados. ¿La identidad de la dama? La señora María Teresa Uriarte, esposa de Francisco Labastida, candidato de PRI a la presidencia del país en el año 2000. ¿El sentido de mi mensaje..?

Con la señora Uriarte en peligro de caer en la ratonera como «Primera Dama», nombrecito cursilón que los gringos de segunda le fusilaron a los de primera, le rogaba yo que esa fama efímera no la fuese a perder, porque ella, el marido y nosotros también perderíamos. En los meses previos a la elección de julio, con el péndulo badajeando de Pancho el priista al empanizado Fox yo, gato escaldado, suplicaba a la señora Uriarte que de llegar Labastida a Los Pinos ella, catedrática de la UNAM, no fuese a perder la ponderación y a exhibirse con arranques esperpénticos de «Primera Dama» : que no enloqueciera con y por el fulgor de las candilejas, ni fuese a pontificar de asuntos que tal vez desconocía; que no agravase la situación de este país, desdichado en la sarna de «primeras damas» y por ellas risible en tantos sentidos; que no la fuese a encampanar la estridencia de fotógrafos y reporteros a los que ataca la fiebre de asaltar, ponderar y reproducir en cinescopios, periódicos y revistas del corazón la vera efigie y los chismarajos que produce la picaresca de la «Primera Dama». Damita nueva, dónde te pondré..

Aquel día del 2 mil, qué vergüenza, experimenté una recóndita alegría porque la señora Uriarte, plantita de sombra que siempre había sido, tras de unas horas de sol tornaba a la oscuridad de su diario existir. Y es que esa hembra del trato que apodan «fama» se había conchabado a una clienta mucho más a modo que una catedrática de la UNAM. Yo, en nuevo mensaje público, invité a la universitaria a superar la desilusión. Hoy le digo de todo corazón: ¡alégrese como me alegro yo! El hado la libró de convertirse en una «compañera María Esther» de segunda o (¡el horror!) en una Carmen Romano… ¿Resignación? Como si una universitaria pudiese perder la cabeza al estilo de una arribista cualquiera, trepadora y ventajista y logrera. La señora (su cultura lo garantiza) no hubiese llegado a los extremos de la tal Carmen Romano o alguna tantito peor. Hoy, a la universitaria la echo de menos Los Pinos. ¿Por qué, me pregunta alguno? Yo le pregunto, a mi vez:

¿La señora Uriarte con desplantes de nueva rica? ¿Ella se hubiese estrenado en Los Pinos con toallas de a 4 mil, cuya factura pagamos todos con los dineros que deberían ser para beneficio de todos? ¿Ella tendrá un ex-esposo acerca del cual hubiese hecho públicos detalles de alcoba tan íntimos que a Niurka avergonzarían? ¿A ella habría tenido que defenderla una cáfila de picapleitos? ¿Hubiera sacado la cara por ella el para mí aborrecible político Norberto Rivera, casi tan aborrecible y casi tan político como el golfista y obispo en sus ratos perdidos Onésimo Cepeda?

¿Ella se hubiese exhibido como fanática de la moda y de los modistas (¡no modistos, como no electricistas!) cuyos trapos nos salen así de costosos? ¿Ella hubiese hecho de lado el decoro personal y la más elemental autocrítica para exhibir un rastacuerismo que ofendiese a Los Pinos y, sobre todo, a 106 millones de mexicanos? ¿Ella hubiese manejado a un Labastida descalificado por Fox de «chaparrín», pero que en su vida pública (Secretario de Estado, gobernador) mostró tenerlos afincados en su nidal mucho mejor que algunos con alzada de percherón..?

¿La señora Uriarte tiene hijos? De tenerlos, ¿ya los habría enriquecido, como también al resto de los Uriarte, viejos y jóvenes y por nacer? ¿La Cámara de Diputados se dedicaría a investigar sus raterías? Hoy, hoy, hoy, ¿andaría la señora Uriarte en las salas del juzgado 12 de lo civil..? Es cuanto. (Y vale.)

Así nacieron los mocha-orejas…

Ese infierno apodado secuestro, mis valedores, o lo que es lo mismo: ese cáncer que daña la viva entraña de la sociedad y nos resulta amenaza latente aún más espantable que el narcotráfico. De la industria del secuestro y sus horrores me entero por los reportajes y el material gráfico de la prensa escrita, como tantos de ustedes en el cinescopio, por medio de López Dóriga y demás pontífices de la nota roja. El secuestro, esa industria nefanda…

Al parecer, sus primero amagos en nuestro país no presagiaban una tan escalofriante virulencia. Más inclinados hacia la vertiente del esperpento, los inicios de la que se tornó industria espeluznante se perciben hoy todavía inocentones, aunque ya con sus amagos de crueldad. Aquí, rastreando desde hace tres décadas y tal como lo denunciaba la prensa escrita, el que parece ser el nacimiento de semejante horror. Dice, en sus párrafos que me parecen los esenciales, la nota del matutino fechada en 1977, que transcribo tal cual:

«En lugar de que el secuestro que planearon y cometieron les hubiera dejado dividendos que los hubiera sacado de pobres, les causó gastos por más de 500 pesos y su captura. Patricio Pineda y su hermano Ricardo, de 34 y 18 años de edad, fueron quienes plagiaron a Fernando Aguirre a quien durante 72 horas le dieron de comer y mantuvieron en cautiverio.

Este secuestro es el más «simpático» de todos en lo que ha intervenido la policía, porque el secuestrado fue sacado de su casa no con engaños, sino con súplicas de sus plagiarios. Confesaron los detenidos que cuando tuvieron en su poder a Fernando, amigo íntimo de los dos hermanos, le dijeron que estaba secuestrado. Lo llevaron al pueblo de Pino Suárez, en el estado de Hidalgo, donde le dieron alojamiento y sustento. Nunca estuvo incomunicado, pues su estancia la aprovechó para conocer el poblado y los familiares de sus secuestradores, quienes le hicieron objeto de algunas fiestas de ‘bienvenida’.

Patricio dijo que al día siguiente de que se llevaron a Fernando Aguirre, se comunicaron con la esposa de éste y le pidió que solicitara a la empresa DM Nacional 250 mil pesos como rescate de su esposo. Las negociaciones duraron tres días, pero no recibieron respuesta favorable y al desesperarse, el propio Patricio fue hasta la casa de la esposa del secuestrado, con la que habló personalmente y le dijo que por lo menos le pagara los 500 pesos que había gastado en su marido, asegurándole que lo alimentaron bien…»

Y con la sintaxis secuestrada al igual que el adolescente (trece años apenas), la nota del matutino fechada en 1976: «La señora Marta Lara de Castillo acaba de ser víctima de un secuestro en la persona de su hijo menor de edad. Ella acaba de recibir una nota de los secuestradores, con el texto siguiente, palabra a palabra:
«Tenemos secuestrado a su hijo, y si coopera con la cantidad abajo especificada no le pasará nada a su mocoso. Adelante se le dirá cómo y cuándo y lugar. Será frente a la escuela 164; cómo: puros billetes de a (y la denominación) dentro de una bolsa rellena de papeles. Si no lo cree mire lo que viene dentro del envuelto donde viene esta carta (la nota de prensa no aclara qué pudo haber contenido el tal envoltorio). Señora, si no coopera no se le devolverá a su hijo, si coopera se le devolverá el domingo por razones de seguridad. Sí avisa a las autoridades o a alguien de sus parientes a su hijo no lo volverá a ver, somos dos, así que no se arriesgue. Se lo decimos con cortesía, de lo contrario a su hijo lo volverá a ver en el panteón. Recuerde: el precio para que vuelva a ver a su hijo es de 200 pesos en puros billetes de a diez pesos…»

Adolescente el uno y adolescente el otro. Del secuestro del menor ocurrido en 1976 al que se perpetró 23 años más tarde, ¿cuánto logramos descender en la escala del respeto al humano y trepar en la de la crueldad ? Aquí, la distancia entre dos secuestros de adolescentes: Cuernavaca, Mor., noviembre de 1999.- «Una tía del menor de once años Jesús Cerón Mancilla fue quien ordenó a los plagiarios mutilarle una falange para presionar a los padres a entregar un millón de pesos, adicional a los 700 mil pesos que habían aportado en una primera negociación, declaró el secuestrador Reyes Rosas Armenia, integrante de la banda de 14 sujetos que durante cinco meses mantuvieron retenido al niño en una casa atado con cadenas a un mueble.

«Me obligaron a decir a mi madre que le importaba más su dieron que mi vida. Que entregara el dinero porque me dolía mucho mi dedito cortado».

El menor ha quedado anímicamente afectado y con quemaduras recientes en los brazos con colillas de cigarros…»

De los aprendices de plagiarios a los Caletris y Mocha-orejas, mis valedores: ¿cuánto hemos conseguido refinar métodos y dosis de crueldad del hombre, lobo del hombre, que dijera mi tocayo Hobbes? (En fin.)