De su biografía personal, señora, apenas conozco hedores: que es usted persignada y yunquera, reaccionaria hasta el tuétano; que fue de los fundadores del negocio familiar Hildebrando, SA. de CV. que, iniciado hace pocos años con un capital de apenas 1,000 pesitos, es ahora una de las empresas punteras en su género, que cuenta paquetes de cientos y miles de millones de pesos. Qué bien.
Más de su biografía personal poco sé más allá de la escandalera que todos los «medios» han desatado en relación a los Hildebrandos de la familia Zavala que, en la mejor tradición milagrera de los panes y los peces, se han multiplicado hasta la náusea en apenas los cinco años del sexenio cristero, yunquero, opusdeísta y legionario de Cristo, Dios sea loado. Mal sé de usted lo suficiente para medir el tamaño de la corrupción en la que chapotea el apellido Zavala, y no me cae de sorpresa: mil ateos honrados he conocido por un beato católico que no sea tan persignado como sinvergüenza Sepulcros blanqueados, les llamó El Ungido, y su maldición: «Ay del que escandalizare a mis criaturas». Y a mí, criatura del Señor, usted, Diego su hermano, Hildebrando SA. de CV. y toda la parentela me han erizado el espinazo y dejado en la saliva un regustillo como a Tedéum echado a perder.
Señora, ¿no se adelantó? ¿Por qué no esperó hasta llegar allá arriba si al milagro de la multiplicación de Hildebrando, SA. de etc. se empalma el prodigio de que La Casa Blanca encarame en Los Pinos al honorable marido de usted (uno chaparrito, pelón, de lentes, según el retrato hablado que de él ha trazado el presidente del PAN, Manuel Espino), y entonces podrá sacarle jugo a su puesto de «primera dama», vale decir: lujos de nueva rica,, todo lo mejor, todo de lo más costoso y todo pagado con los impuestos de todos nosotros, que para esos somos apáticos y dependientes. Viajes también, en los que su incultura desparrame su fama de zafia de inculta, de charra y tropical, o no permitiese el alias de «primera dama». No, y también trapos de marca, para que algunos de los más reputados modistas (con a) sobre medida le vengan a diseñar desde los calzones hasta los zapatos, y se cuelgue al pescuezo y en las muñecas joyas de las que en los días de fiesta lucen la reina de Inglaterra y las actricitas de Hollywood. Y qué decir de tantos negocios que consiga honradamente con el tráfico de influencias. Dígalo, sí o no, Diego el de Hildebrando y demás Meta Datas de cuyas ubres ubérrimas mamen los familiares que aún no sean socios de Hildebrando, como Diego y compinches.
Por qué no aguardó unos meses. Todas las candilejas del país se enfocarán en su personita, la viva estampa de la mediocridad, en el instante en que siempre sonriente se retrate en un ritual que remeda al del padrino de bautismo repartiendo monedas entre los desarrapados. Ah, esa aspiración imposible de toda «primera dama» de metamorfosearse (de zafia, vulgar, nueva rica arribista) en una Evita Perón de pacotilla (A su hora consultará ya no a Myriam Moscoso, ex-mandataria de Panamá, sino a Michelle Bachelet, de Chile: «¿Oiga cómo se hace para llegar a la presidencia..?»)

¿Por qué se precipitó, señora, por qué no frenó su impaciencia para a su hora regentear su propio y particular ‘Vamos, México», bautizado con algún título que disfrazara el negociazo personal y de la familia de Zavala, la de Hildebrando, SA.? Por un si acaso, ¿sus hijitos no se llaman Jorge, Manolo, Fernando? ¿Tienen avión propio? ¿Siguen en libertad? ¿Ve usted? Con mantener mansitos a los domesticados de la PGR y de la Función Pública..
Espere unos meses, y a lo mejor, a lo peor, se convierte en el poder tras el trono, maniobra que lograría con toda facilidad y felicidad (para usted), porque según todos los inicios y por confesión personal en su libraco de memorias, su marido, señora (uno chaparrito, peloncito, de lentes, según retrato hablado que etc.) usted será quien a visceras manejará los hilos y las hilachas de la politiquería palaciega y el rumbo del país de la «primera dama».
¿Por qué no esperó a acrecentar su turbio pasado casándose y descasándose un par de veces para luego divulgar su intimidad sexual con el ex-marido, y a lo arribista trepar a las cumbres de un poder que es efímero, que usted no merece y que, como las rondas de Lara no son buenas, que hacen daño, que dan penas, que se acaba por llorar. En el penal de La Palma, espero. Si usted hubiese sofrenado su impaciencia y se hubiese casado por la católica y descasado antes de llegar a Los Pinos, para que la católica le legalizara el amasiato con el siguiente. Ahí tiene, listos para todo servicio, a los reputados Norberto Rivera y Onésimo Cepeda, y al mucho más reputado Marcial Maciel, coyotes todos de la misma loma Porque otras primeras damas se encenagan al llegar, pero usted no esperó, señora ¿Por qué esa urgencia? Curiosidad la mía (En fin.)