Señora Margarita Zavala

De su biografía personal, señora, apenas conozco hedores: que es usted persignada y yunquera, reaccionaria hasta el tuétano; que fue de los fundadores del negocio familiar Hildebrando, SA. de CV. que, iniciado hace pocos años con un capital de apenas 1,000 pesitos, es ahora una de las empresas punteras en su género, que cuenta paquetes de cientos y miles de millones de pesos. Qué bien.

Más de su biografía personal poco sé más allá de la escandalera que todos los «medios» han desatado en relación a los Hildebrandos de la familia Zavala que, en la mejor tradición milagrera de los panes y los peces, se han multiplicado hasta la náusea en apenas los cinco años del sexenio cristero, yunquero, opusdeísta y legionario de Cristo, Dios sea loado. Mal sé de usted lo suficiente para medir el tamaño de la corrupción en la que chapotea el apellido Zavala, y no me cae de sorpresa: mil ateos honrados he conocido por un beato católico que no sea tan persignado como sinvergüenza Sepulcros blanqueados, les llamó El Ungido, y su maldición: «Ay del que escandalizare a mis criaturas». Y a mí, criatura del Señor, usted, Diego su hermano, Hildebrando SA. de CV. y toda la parentela me han erizado el espinazo y dejado en la saliva un regustillo como a Tedéum echado a perder.

Señora, ¿no se adelantó? ¿Por qué no esperó hasta llegar allá arriba si al milagro de la multiplicación de Hildebrando, SA. de etc. se empalma el prodigio de que La Casa Blanca encarame en Los Pinos al honorable marido de usted (uno chaparrito, pelón, de lentes, según el retrato hablado que de él ha trazado el presidente del PAN, Manuel Espino), y entonces podrá sacarle jugo a su puesto de «primera dama», vale decir: lujos de nueva rica,, todo lo mejor, todo de lo más costoso y todo pagado con los impuestos de todos nosotros, que para esos somos apáticos y dependientes. Viajes también, en los que su incultura desparrame su fama de zafia de inculta, de charra y tropical, o no permitiese el alias de «primera dama». No, y también trapos de marca, para que algunos de los más reputados modistas (con a) sobre medida le vengan a diseñar desde los calzones hasta los zapatos, y se cuelgue al pescuezo y en las muñecas joyas de las que en los días de fiesta lucen la reina de Inglaterra y las actricitas de Hollywood. Y qué decir de tantos negocios que consiga honradamente con el tráfico de influencias. Dígalo, sí o no, Diego el de Hildebrando y demás Meta Datas de cuyas ubres ubérrimas mamen los familiares que aún no sean socios de Hildebrando, como Diego y compinches.

Por qué no aguardó unos meses. Todas las candilejas del país se enfocarán en su personita, la viva estampa de la mediocridad, en el instante en que siempre sonriente se retrate en un ritual que remeda al del padrino de bautismo repartiendo monedas entre los desarrapados. Ah, esa aspiración imposible de toda «primera dama» de metamorfosearse (de zafia, vulgar, nueva rica arribista) en una Evita Perón de pacotilla (A su hora consultará ya no a Myriam Moscoso, ex-mandataria de Panamá, sino a Michelle Bachelet, de Chile: «¿Oiga cómo se hace para llegar a la presidencia..?»)

¿Por qué se precipitó, señora, por qué no frenó su impaciencia para a su hora regentear su propio y particular ‘Vamos, México», bautizado con algún título que disfrazara el negociazo personal y de la familia de Zavala, la de Hildebrando, SA.? Por un si acaso, ¿sus hijitos no se llaman Jorge, Manolo, Fernando? ¿Tienen avión propio? ¿Siguen en libertad? ¿Ve usted? Con mantener mansitos a los domesticados de la PGR y de la Función Pública..

Espere unos meses, y a lo mejor, a lo peor, se convierte en el poder tras el trono, maniobra que lograría con toda facilidad y felicidad (para usted), porque según todos los inicios y por confesión personal en su libraco de memorias, su marido, señora (uno chaparrito, peloncito, de lentes, según retrato hablado que etc.) usted será quien a visceras manejará los hilos y las hilachas de la politiquería palaciega y el rumbo del país de la «primera dama».

¿Por qué no esperó a acrecentar su turbio pasado casándose y descasándose un par de veces para luego divulgar su intimidad sexual con el ex-marido, y a lo arribista trepar a las cumbres de un poder que es efímero, que usted no merece y que, como las rondas de Lara no son buenas, que hacen daño, que dan penas, que se acaba por llorar. En el penal de La Palma, espero. Si usted hubiese sofrenado su impaciencia y se hubiese casado por la católica y descasado antes de llegar a Los Pinos, para que la católica le legalizara el amasiato con el siguiente. Ahí tiene, listos para todo servicio, a los reputados Norberto Rivera y Onésimo Cepeda, y al mucho más reputado Marcial Maciel, coyotes todos de la misma loma Porque otras primeras damas se encenagan al llegar, pero usted no esperó, señora ¿Por qué esa urgencia? Curiosidad la mía (En fin.)

Soy un adúltero

Ya estoy repuesto, ya volví a mi color, y según elimino la bilis desparramada, el descontrol del bajo vientre va dando paso al funcionamiento normal. Qué no harán, contra el susto, los bebedizos de la Tía Conchis. «No se moleste en traérmelos», le dije a la sesentona al siguiente día del sofoco. «¿Por qué no niegue a la Lichona que me los traiga a la cama?’

Y sí, de noche a noche, desde la del martes pasado llega hasta mi camastro dentro de un camisoncito negro, de encaje, traslúcido, que le llega arriba del medio muslo. (No, no La Lichona, sino la Jana Chantal, travestí, o sea el Tano de día, vulcanizador de repelos de llantas que en plena cara nos arroja Texas.) Y qué hacer, sino tomarlo de sus manos bien calientito (cuachalalá con ipecacuana y cedrón). Y que si no me apetece algo más, y que si no prefiero que me vele (que me vuele) el sueño, y que.. Pero voy al principio.

Aquella negra noche de mi mal el marido me fue a sorprender de rodillas ante La Lichona, ella y yo chiquiteándonos una bien caliente (una infusión). Mis valedores: ¿cómo, por qué fue que se me ocurrió llevar aquel libro de poemas a La Lichona, la esposa del Cosilión? ¿Por qué la frutal sota moza me recibió en su recámara y con ropita de noche? La plática y la lectura de dos, tres poemas, ¿por qué se prolongó hasta después de las diez p.m.? Al Colisión, ¿por qué no lo vi llegar, que me percaté de su presencia cuando ya lo tenía a tres pasos de donde yo, arrodillado y a lo aspaventero, recitaba a la vecina Los amorosos, del poeta Sabines..?

De repente trágame, tierra: ahí, imponente, arma descomunal y cara de energúmeno, el marido de La Lichona, en persona. Yo, en medio del pavor, aquella renegrida reflexión: voy a morir por un mal entendido, y no de un balazo, no de una puñalada, como mandan los cánones para el buen adúltero. Yo no: abandonar la vida de un santo marrazo, Cristo Jesús-Quise alzarme, correr, tartamudear una excusa, pero como ocurre en mis pesadillas, el cuerpo no me respondió. Yo ahí, engarrotado, nomás pelándolos (mis dos ojos). Y fue La Lichona, que adivinando la intención del enfebrecido, entró al quite: «¡Serénate, piénsalo dos veces antes de descargar ese marro!»

(Yo, de responso, tendría el rumor que vomitaba el cinescopio, luego de que había ventoseado su heces fecales acostumbradas: que si Niurka, que si el clásico pasecito a la red, que el reguero de cadáveres, que tome, chupe, fúmesela, úntesela, introdúzcasela. Con descuento. Lo usual. Transmitía ahora un programa de cómicos del que no hacíamos el menor caso. Ellos hable y hable, y yo recitando mis odas, cuando, de repente, no odas: ¡el marido, y rabioso, Dios!

Pero bien lo aconseja el Kama Sutra «No hagas cosas malas que parezcan peores». Ahí, mero enfrente, con sus tres metros de estatura (contando el marro, que había alzado a dos manos), el rostro rabioso del marido ofendido. La Lichona: «¡Suelta ese marro, Colisión!».

El otro, en rabioso silencio, avanzó dos pasos. Yo, el cosquillear en la nuca, el espinazo, el cóccix. Ella: «Con silenciarlo se acaba tu problema».

¿Pero silenciarme por qué, trataba de gritar; yo qué hice? Mi gañote, tapiado. El Cosilión, marro en alto. Me aniquilé en el sillón. «Si tanta es tu rabia, desquítala en el horcón aquel, en la azotehuela». Dócil, allá va el marro. Paso a pasito. Y sí, contra el madero alzó el marro y rájale, entre rajuelas de altisonancias comenzó a hacer rajuelas de pinabete y a arrancar quejidos de resina al ocote. ¡Zas, zas, zas!, retumbaba el edificio. Y fue entonces…

Jadeos y sudores, el Cosilión soltó el arma, se recargó en la pared, fuese deslizando hasta que sus dos carnosidades mayores se posaron en el suelo. Lo vi deshacerse en aquellos apretados sollozos. Acariciándole la greña, la sota moza- «Pobrecito mío. Fue en el bar, ¿no es cierto? Ahí comenzó tu broncón, ¿verdad, amorato? Pobrín…»

De qué canacos estaban hablando. ¿No era sospecha de adulterio y una deuda de «honor»? ¿Qué estaba ocurriendo? Porque de repente vi cómo La Lichona entró a la habitación, pepenó el cable que conectaba la tele a la corriente eléctrica, y a dos manos tíznale, que de un violento tirón desenchufa el aparato parlante donde los cómicos se tornaron lodo biológico y regresaron a la oscuridad de donde nunca debieron haber salido. Se sentó en el taburete.¡Pobrín de mi gordo, pero es que salen tan caros los de 40 pulgadas, ¿no?»

– Cuáles cuarenta, tampoco exagere.Yo ya no entiendo nada..!

– Salir huyendo del bar porque se hartó de las inmundicias que estaban soltando los del debate, y llegar a su casa y volver a toparse con los bergantes. Mi viejo tuvo razón al querer desquitarse masacrando a marrazos la tele, ¿pero sabe cuánto costó, al chas-chas y en moneda nacional, o sea dólares?

Conque eso era (¡Uff.)

¿Don de la profecía..?

A la memoria de Hollín Alexis Benhurnea, fruto verde, cortado antes de tiempo.

No profecía. Sólo atención y respeto por las enseñanzas que ofrecen la historia y la realidad objetiva. Dije entonces, y ahora digo: ¿alguno de ustedes recuerda el episodio aquel de Don Quijote y el león? La síntesis: en sus andanzas por Sierra Morena, la flor y el espejo de la andante caballería se fue a topar con un carro de muías, y mandó al carretero que se detuviese y le diera razón de la carga que transportaba.

– Lo que traigo en el carro es la jaula de un león.

Tan grande era, y tan feroz, que ningún otro lo sobrepasaba. Ahí, portento de locura y valentía, mi don Quijote embrazó su lanzón y ordenó al hombre que traía a su cuidado la fiera: «Abre la jaula. ¿Leoncitos a mí? ¿A mí leoncitos? ¿Soy yo un hombre que se espante de leones?»

De lo que no sea capaz un corazón bien afincado en el nido, mientras que nido vacío de razón sea la mente de un caballero como el de la Triste Figura. Ahí se planta frente a la jaula y aguarda que la abra el leonero, y salga la fiera para medirse con ella, y lógico: ahí fue el espanto del leonero, del carretonero, de Sancho Panza Ante la tozuda valentía del temerario no valieron súplicas:

– ¡Voto a tal, don bellaco! ¡Abre esa jaula!

Y sálvese el que pueda, como Sancho y el del carretón que huían para ponerse a salvo. El encargado de la fiera: «Contra mi voluntad abriré la jaula y soltaré al león. De las funestas resultas, sólo usted sea el responsable».

Dicho y hecho. Extremando las precauciones desde el techo de la jaula, el leonero fue abriendo la puerta hasta que la fiera quedó en libertad. Y aquí, soberbia, la fina estampa del caballero sin miedo y sin tacha:

Mi señor don Quijote, temiendo que Rocinante se espantara a la vista del animal, se apeó del caballo, arrojó la lanza, y embrazando el escudo desenvainó la espada Paso a paso, la tizona en la diestra y en la zurda aquel escudo ni muy limpio ni en muy buenas condiciones de uso, a pie firme retó a la bestia A salvo y a la distancia, Sancho Panza lloraba la muerte de su señor en las garras del melenudo, que daba por hecho. Y fue entonces…

De grandeza extraordinaria y catadura espantable, lo primero que hizo la bestia fue revolverse en la jaula tender la garra y desperezarse. Abrió luego el hocico y bostezó muy despacio, y con los casi dos palmos de lengua que sacó fuera se limpió de polvo de belfos y anexas. Y qué par de brasas traía por ojos. Don Quijote lo animaba a que saltase de la jaula y viniese a pelear. Temeraria locura Y como el león se distraía mirando en su torno:

– ¡Leonero, dale de palos! ¡Irrítalo para que salga a pelear!

– ¿Para que al primero que haga pedazos sea a mí mismo?

Aquí, mis valedores, mucha atención: El león, más comedido que arrogante, no haciendo caso de niñerías ni bravatas, después de haber mirado a una y otra parte volvió las espaldas y enseñó sus traseras partes a Don Quijote (y en pleno rostro le dejó ir un soterrado rumor salido de las cavernosas entrañas). Luego, con gran flema y remanso, se volvió a echar en la jaula

– Cierra, amigo, la puerta Tú eres testigo de lo que me viste hacer: cómo tú abriste al león, yo le esperé, él no salió, volví a esperar, volvió a no salir y volviose a acostar. Que sepan por tu boca esta hazaña

Hasta aquí Cervantes, y la moraleja con que me topé en el episodio de Don Quijote y el león al leer en el matutino: «La decisión del gobierno de Fox de cancelar la construcción del nuevo aeropuerto en Texcoco constituye una victoria para los campesinos de Atenco y para todos los mexicanos». Y esto más: «En Veracruz, Yucatán y Querétaro ya están afilando los machetes». «El machete, un símbolo». Y que un Heladio líder de campesinos (la CNC) «no descartó la posibilidad de que los integrantes de la organización recurran a los machetes para no desaparecer como sector productivo». Mis valedores:

Lo dije a su hora y me lo tomaron a mal: la bestia, por una vez, desdeñó al Quijote de Atenco que machete en mano se atrevió a desafiarlo. (¡Con el machete como arma contra las armas del Sistema de poder! ¿Podrá darse mayor desmesura?) Lo desdeñó esa vez, consideraciones de la ecuación costo-beneficio, pero estudien la historia ¿cuántas veces el león va a concretarse a ventosearle un aire en la cara? La que esa vez defendieron los quijotes de Atenco fue causa justísima pero el machete, ¿arma efectiva contra el enemigo histórico? No caer en el engaño, compañeros; no tornarse, por ignorancia colaboradores de un enemigo común al que todos tenemos la obligación histórica de justipreciar para así crear el arma adecuada con qué combatirlo, ¿por qué machetes contra bestias feroces? No me eche-inglés. Piénsenlo, aconsejé entonces. (¿Y?)

¡Silencio todos…!

Sorprendidos ante el reclamo, los contertulios hincaron los ojos en el maestro. Y qué alivio en mis tímpanos, porque la tertulia se había tornado gallera, palenque, herradero donde todos discutían con todos, disentían con todos, con todos se contrapunteaban en plena polémica. ¿Los temas? Lógico: el fútbol, el debate de los candidatos, las protestas de maestros, y Atenco, (tortura, sadismo, violación). «Un minuto de silencio, por favor».

??Ah, jijos, ¿pues quién se murió? ??El Síquiri, y el maestro.

??Este pequeño universo de la tertulia representa al universo total del género humano. De México, concretamente.

Muy cierto: fanática de AMLO, la tía Conchis polemizaba con La Maconda, adoradora de Fe-Cal y Diego el barbón, y yo con mi primo el Jerásimo, amador sin fortuna del Revolucionario Ins., que a tanto amor le ha respondido a Madrazos. El Síquiri, admirador de Cuauhtémoc (Blanco), se contrapunteaba con el juguero, adicto a La Volpe. Y que se Atenco, alegaba don Tintoreto, y que si las protestas de los maestros, La Lichona. Festejo fiel del país, la tertulia. El maestro:
«Quiero contarles un cuento».

Válgame, ¿un qué? ¿Un cuento? ¿Uno más, después de los que nos recetaron en el pasado «debate»? De ganchete nos miramos unos a otros.

Silencia El maestro: «Pancho Papadas, su título. Ocurrió que al pueblo aquel llegó cierto día un cilindrero), y el máistro Delfino cuetero de profesión: «¡Te doy un tostón por tu mono!». «Tres pesos y el mono es suyo».

Sólo un tostón entregó el máistro y cargó con el animalito. Todo fue verlo llegar, y los chamacos: «¡Miren, mi papá compró un huasteco! ¡Préstenlo acá, pa quemarle un buscapiés o una sarta de saltapericos!»

De ahí en adelante, el infierno para el infeliz. Los guarosos le tronaban cohetes y le amarraban a la cola mechas ardiendo. «¡Y ora a aventarlo a las tinas fermentadas. ¡Y cómo hace górgoros. ¡Se va a poner bien pando, como mi papá! ¡Ora de clavado, pa’ que se hogue…!»
Ahogándose, el mono alcanzaba el borde de la tina, y adentro, otra vez.

«Pa que te llenes la panza!» El animalejo se quedó ñengo, trasijado, el pobrín. Medio muerto, algo le sucedió, como que no quedó en sus cabales, como que apenitas aguantaba la vida, como que ya todo le daba igual. Las manos sobre la cabeza, pelaba los ojillos y se la pasaba en algún rincón, mirando. «A rellenarle las tripas de pólvora, pa que truene!»

Aquel día, desdichadísimo para el desastrado carcaje, de pelos y huesos descoyuntados, ¿pues no se les ocurrió a los bellacos meterle un chicloso entre las muelas y un chile de este tamaño por el cicirisco? Había que ver al huasteco dando maromas, sin saber a cuál tapón atender primero.

??¡Ora a darle toques eléctricos! ¡Mírenlo cómo se tuerce y retuerce..!

Así fue a sorprenderlos aquel día el máistro Delfino, al llegar de la calle. «¡Suelten ese animal y a trabajar, güevones, que hay muchos pedidos para las fiestas de la iglesia!»

Trabajaron hasta cebarle el nitro al barril, y entonces: «¡Tengan cuidado al moler la pólvora, brutos! ¿No ven que el barril ya tiene nitro? ¡Pónganle la señal caraeso!»

Le pusieron, de señal, una tira de hilacho blanco, y toda la runfla a la cocina, a comer.
Solo y su alma se quedó, en el taller, bolita de sufridero, el huasteca Así estuvo sin moverse, montoncito de pelos y huesos, nomás mirando.

Sombra ya de sí mismo, algo miraba sin pistojear; inmóvil, a piense y piense.

De súbito se enderezó, se rascó las costillas, se dejó ir hacia el barril de pólvora, le desenredó la tirita de hilacho y con ella se alejó hasta el corral vecino y se trepó a la más alta rama del guamúchil Al rato, luego de la comida, toda la sarta de bergantes entró al taller pa’ seguir chambeando. El máistro Delfino como no vio ninguna señal en la manivela del barril, se fue a darle vuelta con todas sus ganas. «¡Ni siquiera el nitro le han puesto, güevones!» ??Y güevones fue lo último que dijo, porque…

¡Brrumm!, en mil pedazos el cohetero y su mundo. «¿Moraleja, contertulios?» Nos vimos unos a otros. «Sí, miren: al pobre bruto los brutos lo habían hartado a maltratos. Su estado de derecho se lo tornaron estado de derecha, y por la trasera habíanle embombillado pobreza, injusticia, desempleo, deuda externa y Fobaproa, promesas siempre incumplidas y entrega de sus recursos naturales al gringo rapaz. Pero a base de sufrir, padecer y agachar la testa, logró al fin el ejercicio de pensar: los coheteros no eran sus aliados, y por lo misma ¿Exigirles? ¿Forjarles mega-marchitas? ¿A sus enemigos? Qué estupidez. ?l no delegó en ellos. ?l asumió, y así…

??Es que era mono, no güey ??el juguero. Yo pensé en Marcos, en los maestros, en.. (México)

Basura verbal…

Diatribas y ataques, mis valedores. Inquina y acusaciones, descalificaciones, embustes encubiertos y verborrea vil. Tal es hoy el proceso electorero, que no electoral. La turbulencia y el estrépito, la escandalera y un ruiderío tanto más estridente cuanto más vacío. Lástima que a millonadas lo pagamos todos, para a cambio recibir todavía más deterioro en el nivel de vida y un mayor enajenamiento del país. Ya nos tomaron la medida Y como nos ven mansitos. Ah, México…

Y nosotros qué distantes de nuestra herencia indígena Qué ignorantes de la sabiduría que nos legaron, de su conocimiento de lo humano y lo divino, del tino con que elegían a sus dignatarios; sin dedazo, sin campañas costosísimas ni elecciones de estado;sin esa pésima calca de la más deleznable cultura política gringa que son los debates, sin la mercadotecnia que les copiamos, ni su manipulación electrónica, sin su propaganda vocinglera y vacía de sentido para manipular almas cándidas, y una propaganda tan onerosa que esta vez dará a ganar al duopolio televisivo 515 millones. Nuestros, centavo a centavo. Y nosotros, juandiegos del IFE y perrabravas del clásico pasecito a la red, bebiéndonos a dos nalgas el veneno del cinescopio. ¿Lo dije antes? Es México.

Aquí, de nuestra raíz indígena y muy a propósito como para leer entre líneas y descubrirle la moraleja, va para ustedes este retazo de documento del cronista anónimo:

«Un año antes de la fiesta del dios (Quetzalcóatl o Tezcatlipoca) compraban los mercaderes un esclavo que fuese bien hecho, sin mácula ni señal alguna, así de enfermedad como de herida o golpe. Lo vestían con los atavíos del mismo dios, para que lo representase durante aquel tiempo. Antes que lo vistiesen, le purificaban lavándolo dos veces en el lago que llamaban de los dioses, y siendo purificado le vestían en la forma que el ídolo estaba

Lo vestían con todas las ropajes e insignias del ídolo, y poníanle su mismo nombre, y el elegido andaba todo el año tan honrado y reverenciado como el mismo ídolo: traía siempre consigo 12 hombres de guarda porque no se huyese; y con esta guarda le dejaban andar libremente por donde quería

Tenía este indio el más honrado aposento del templo, donde comía y bebía, y donde todos los señores y principales le venían a servir y reverenciar, trayéndole de comer con el aparato y orden que a los grandes; y cuando salía por la ciudad iba muy acompañado de señores y principales, y llevaba una flautílla en la mano, que de cuando en cuando tocaba, dando a entender que pasaba, y las mujeres salían con sus niños en los brazos y se los ponían delante saludándolo como a un dios; lo mismo hacía la demás gente; de noche le metían en una jaula de recias viguetas porque no se fuese. De mañana lo sacaban y lo ponían en lugar eminente, y después de darle a comer preciosas viandas poníanle sartales de rosas al cuello y muchas ramillas en las manos.

Salían luego con él por la ciudad, el cual iba cantando y bailando por toda ella para ser conocido por semejanza de su dios, y en comenzando a cantar salían de las casas las mujeres y niños a saludarle y ofrecerle ofrendas como a dios.

Nueve días antes de la fiesta venían ante él dos viejos muy venerables, de las dignidades del templo, y humillándose ante él le decían con una voz muy humilde y baja ‘Señor, sabrás que de aquí a nueve días se te acabará este trabajo de bailar y cantar…’

Y él habría de responder que fuese muy en hora buena Entonces ellos mirábanle con mucha atención, y si veían que se entristecía, y que no bailaba con aquel contento que solía, con la alegría que ellos deseaban, iban luego y tomaban las navajas del sacrificio y lavaban la sangre humana que estaba en ella pegada de los sacrificios pasados, y con aquellas babazas hacían una bebida mezclada con otras que por acá llaman cacao, dábasela a beber, siendo enhechizado con aquel brebaje.

El perpetuo ejercicio de los sacerdotes era incensar a los ídolos y a su representante, en ceremonia donde ninguna leña se quemase sino aquélla que ellos mismos traían, y no la podían traer otros sino los diputados para el brasero divino. Y así se llegaba el día de la fiesta
A media noche, después de haberle hecho mucha honra de música e incienso, tomaban al elegido los sacrificadores, y sacrificábanle, haciendo ofrenda de su corazón a la luna y después arrojándole al ídolo, dejando caer de abajo le alzaban los que lo habían ofrecido, que eran los mercaderes. Para esto, ya tenían otro esclavo preparado para la semejanza de su dios».
¿Los herederos de tal sabiduría indígena mientras tanto? ¿Esos qué? (Lástima).

Un poder dentro del Poder…

Coincido, mis valedores, con el vocero presidencial. Pero un momento, no pensar mal. Ni soy, ni he sido, ni me he vuelto ni nunca he de ser uno más de los reputadísimos periodistas que desde radio, TV y prensa escrita se desempeñan como voceros del vocero de Fox y de todo el Sistema de poder del que la industria del periodismo forma parte integral. Yo no, que conmigo la compra-venta de conciencias topó en hueso, en tepetate, en pedernal. Yo sigo aliado a ustedes en contra de ese «Sistema», hasta el fia Si coincido, y creo que también tantos de ustedes, con lo dicho por el vocero de Fox, es en lo que afirmó un día como hoy, pero de hace unos meses:

En lugar de privilegiar el interés público, de aspirar a ofrecer a sus receptores una información relevante, objetiva y formadora de juicios veraces, la televisión le da prioridad al escándalo político y las declaraciones que son rentables por su atractivo mediático.

Qué distinto al servilismo del periodista Manuel Lebrija, que en alguna celebración del Día de la Prensa y ante el presidente en turno discurseó:

Al cumplir fielmente con los mandamientos de la ley, usted, señor presidente, ha sabido convertirse en un centinela que mantiene viva la tea luminosa de la libre expresión del pensamiento que arde sobre todos los caminos de la república.

Años después lo iba a jurar un Jorge Calvimontes:

El periodista es el cerebro, brazo y acción de la sociedad. Es el espejo de nuestro caos y de nuestra imposible ubicación sobre la certidumbre…

¿Que qué? ¿Que es qué? Bien lo advierte, a propósito, el matutino:

La monotonía de la adulación y el invariable optimismo de los diarios serviles, acabaron por hacer que sus opiniones sean rechazadas, sus palabras desconocidas, sus mismas informaciones tenidas por tabas o adulteradas. Está unánimemente condenado por su opinión, que al condenarlo condena naturalmente al gobierno que la inspira. En vez de amigos, el periódico de esta categoría soto concita malas voluntades al Poder Público. Sólo en defensa de las leyes y al amparo de ellas un periódico se hará respetable y hará, por lo tanto, sus opiniones dignas de respeto…

Hermosos conceptos, ¿no les parece? Y actuales. Pues sí, pero lástima, que fueron publicados no hoy, sino en 1917, en Excélsior, y más lástima aún: que aquel diario Excélsior haya venido a degenerar en eso que es hoy día, 89 años más tarde. Lástima, pero en fin, van aquí opiniones diversas sobre la industria del periodismo, tema polémico y controvertido:

Los medios de condicionamiento de masas participan de un doble carácter: industria y comercio. Una industria y un comercio tan costosos que su creación exige recursos económicos fuera del alcance del periodista. No hay uno, ni un grupo de periodistas, que sean los dueños de una industria, impresa o electrónica; de existir, su sobrevivencia dependería, a su vez, del Sistema de poder. El periodista no es más que un asalariado al servicio del dueño del diario o la estación de radio o de televisión, una industria, con intereses comerciales.
En tanto, instrumentos, los «medios» no juegan otro papel que el que le asignen sus dueños. Así, podrán ser instrumentos de cultura o instrumentos de incultura; medios de dominio o medios de liberación; elementos para unir a un pueblo, o para desorganizarlo; para elevarlo o para hundirlo. Es la propiedad sobre el medio de comunicación la que determina al servicio de quienes esté se coloca, a favor de qué causa, de qué valores, de qué clase social.

No existe la información por la información. Se informa para orientar en determinado sentido a las diversas clases y capas de la sociedad, y con el propósito de que esa orientación llegue a expresarse en acciones determinadas. Es decir: se informa para dirigir. En ese sentido, el mimetismo de periodismo y política llega a ser total. El grueso de las ganancias de la prensa escrita, radio y TV no proviene de la «venta de noticias», sino de las ventas de espacio para la publicidad a las otras empresas, principalmente al gobierno. Ellos le darán o negarán subvención mediante publicidad y otras concesiones, en la medida en que prensa escrita, radio y TV defiendan los intereses de tos anunciantes.

Al seleccionar las noticias que apoyan su propia política y omitir otras, los ‘medios’ producen en la mente de las masas una impresión totalmente alejada de la verdad, lo cual se realiza dentro de la exactitud más minuciosa para reproducir los hechos. El dueño del «medio», por interés económico y para privilegiar el de los patrocinadores y someter al usuario, su enemigo histórico, lo atiborra de crimen, sexo, deportes, telenovelas, escándalos y todo lo que alimentan a las masas del ombligo hacia abajo.

Conque libertad de prensa, libertad de expresión, libertad de… Ah, México. (Este país.)

Amores perros

La lucha libre, mis valedores. ¿Son ustedes aficionados al ambiente de llaves y patadas voladoras, nombres estrambóticos y trajes extravagantes, y esas máscaras que, de tan «terroríficas» causan hilaridad? Con material de espléndido reportaje de Lola Miranda expreso mi admiración por dos luchadores que, enemigos jurados en el encordado, como varones actuaron cuando fue puesta a prueba su calidad de humanos. Aquí, entreveradas, expresiones e impresiones que hace 15 años dijeron dos que quizá ustedes conocen mejor que yo: Konnan y el Perro Aguayo. Sus opiniones:

– Yo no soy muy grande, soy un luchador semicompleto, y aunque la mayoría de las estrellas son luchadores completos, grandes, yo nunca me echo para atrás ante ninguno, así pese 250 ó 300 kilos. Lo que pesan no me interesa.

– ¿Qué sucede si deja la lucha?

– Me muero. Hace diez años me quedé inválido por un año. Fue en una lucha de campeonato con Gran Hamada. Me puso un suples y se me fracturó la séptima cervical, ya no pude dominar un brazo y así seguí luchando. Me siguió dando suples, se me desvió la tercera y cuarta cervical, hubo aplastamiento y elongación de nervios por seguir luchando y me quedé hecho un asco. Una señora me tenía que dar de comer en la boca La comida me la comía con lágrimas porque pensaba: «Dios mío, qué va a ser de mis hijos».

Yo quedé inválido por más de un año por fracturas en la espina dorsal. Ahorita, por ejemplo, tengo fracturada la mandíbula desde hace un mes y no puedo hablar bien. Todo lo como licuado con popote Para variar, pasó en una rencilla entre Konnan y Cien Caras. Desgraciadamente, a mí me tocó un poco más fuerte, y no sé de quién de los dos recibí una patada Tercia Konnan: ¿El Perro? Mis respetos. Cuando todos me huían sólo uno no lo hizo: el Perro Aguayo, y aunque éramos enemigos, yo lo respetaba, porque nunca se rajó, firmó dos veces y subió al ring; una vez se llevó mi máscara, y otra vez yo me llevé su cabellera. Ya se terminó la rivalidad.

Cuando luchamos el Perro y Cien Caras contra Sangre Chicana y yo, hubo un momento en que me bajé del ring y los otros tres quedaron arriba, pero se abalanzaron a golpear al Perro, que ya estaba perdiendo sangre. Lo más feo era la manera como le pegaban para lastimar sus órganos internos: el hígado, los ríñones, el pulmón: yo les veía la maña. El Perro me hizo esto en muchas ocasiones, tanto que me he pasado escupiendo sangre por dos días. Pero ese día me dije: «¡lo quieren retirar! Y fui a quitárselos de encima. Pero subí al ring pensando que el Perro y yo nos íbamos a dar un entre, pero éste me dio la mano, estaba agradecido… y yo, como caballero, se la di también.

El Perro Aguayo: «No lo pensé: de mi interior nació estirarle la mano y ofrecérsela, aunque vi que había reservas de su parte; a lo mejor pensó que era una artimaña mía para golpearlo, y no era así. Se la ofrecía como hombre. Como ser humano, él aceptó. Se me enchinó todo el cuerpo, me nació agarrarlo, darle un abrazo, y sentí bien bonito, me dieron ganas de llorar porque en ese momento supe que se ganaba a un amigo»…

Konnan: «No fue fácil. Nos venían las imágenes de cuando le fracturé la pierna, o del momento en que él me fracturó una costilla; cuando me quitó la máscara, cuando lo dejé sin cabellera Pero vi al Perro a los ojos. Más honesto que el Perro no habla esa noche otro hombre en este mundo. Yo, como hijo de Dios, sabía que la cosa era justa cuando me ofrecía la mano, y se la di.

En la lucha de hoy, el Perro Aguayo me aguantó a Sangre Chicana en medio del ring para que le diera unas patadas. Sangre trató de quitarse pero le alcancé a pegar. Sí se hubiera movido yo hubiera golpeado al Perro, pero estoy seguro de que me hubiera dicho: «es un error, no hay problema». Somos hombres, somos maduros, y entendemos que puede haber errores.

Perro Aguayo: «Konnan me apoyó cuando Cien Caras; me lo prendió y lo aceleré, con el peligro de que le pegara a él. Pero hubiera entendido».

Leí lo anterior, cerré el libro, me puse a reflexionar en la rectitud y humana calidad de dos adversarios que en un cuadrilátero se matan, pero que nunca abandonan su varonía cabal. Por mi mente pasaron, como contraste, ese trío de esperpentos babeantes, bravucones de ocasión que se muerden para impresionar a un público fácil, y digo a todos ustedes:

¿aguantará la comparación de este par de bien nacidos, Konnan y El Perro Aguayo, con los rudos del cuadrilátero politiquero que, alboroteros e impúdicos, se andan mordiendo frente a un «respetable» impresionable, y que esta noche tratarán de arrancarse mutuamente la máscara? Sí, el Peje Aguayo, Konnan Madrazo y el jetón, hocicón y malediciente Fe-Cal, hijo de toda su yunquera y católica majestad Marta, con los Onésimos y Norbertos Rivera que la acompañan? (A ver.)

Atila frente a Roma

Esta vez la leyenda, mis valedores, que en tantas ocasiones se contrapuntea con la historia Y si no, vamos a ver: ¿la versión de los hechos que mi amigo me acaba de relatar es libre interpretación de la historia o arbitraria mi deformación de la leyenda? ?l, con su relato, ¿me vio la cara de su Juan Diego? Pero sí, voy a barajársela más despacio.

Mi amigo y yo comentábamos el bárbaro reculón que el bárbaro Atila pegó frente a Roma, la ciudad imperial. La historia, todavía hoy (consulten su enciclopedia), no alcanza a explicarse cómo fue que ahí, frente a una Roma indefensa, o casi, el Azote de Dios, con sus cientos de miles de guerreros ávidos y dispuestos para la hornaza y la sangre, la rapiña y el botín (oro, sedas, mujeres), decidió suspender el ataque y tornó al Oriente, dejando intacto el corazón del imperio occidental. La historia, al no poderse explicar la reacción del rey de los hunos, deja la duda en los otros, y es entonces cuando leyenda y conseja cohabitan con lo sobrenatural. Con el pensamiento mágico.

Vivimos el siglo V Atejonada tras sus murallas Roma resiste el acezar prepotente de las hordas bárbaras, que entre alaridos se preparan al asalto y la depredación. En la defensa, todos los romanos:

tercios, legiones, falanges, población civil, ellas, ellos, todos. ‘Los y las», como dijera otro bárbaro 1 mil 550 años después. Y es que el romano es un pueblo forjado en la fragua de la epopeya, templado en épicas contiendas contra pueblos y naciones, desde etruscos y sabinos hasta macedonios y los Asdrúbal y Aníbal el de Cartago, la irreductible Pues sí, pero los bárbaros hunos no estaban mancos, que venían de arrasar imperios de Oriente y asolar reinos, poblados, campiñas, todo lo que se atravesaba en los cascos de Atila De su caballada, pues.
He ahí la Roma imperial. Ved a aquel que, estampa de profeta (pregón y clamor) ya sube, ya baja, ya viene, ya va de calles a plazas, de templos a rinconeras. Sudoroso, jadeante, clamando a los cuatro vientos. Es León, pontífice de la cristiandad, que va encendiendo fuegos patrióticos: «¡A la defensa de Roma, la ciudad semejante sólo a sí misma! ¡Dios lo quiere!»
Dios lo quiere, sin duda, ¿pero cómo contener las miríadas de guerreros que luego de depredar imperios y reinos se aprestan al asalto sobre la Roma de césares y pontífices? Y mis valedores: ahí fue lo increíble, qué linda entre la historia y la leyenda: solo y su alma, León el pontífice traspone una de las puertas de la muralla, atraviesa la llanura donde los bárbaros se disponen al ataque y se enfrenta al Azote de Dios. Solo. Desarmado. De dónde vino a sacar el valor para encarar al bárbaro y qué razones le aprontaría, a saber. Lo cierto es que, cabizbajo (consulten su enciclopedia), Atila pegó tremebundo reculón y con sus huestes (horrísono retemblar de tierra por los cascos de las bestias, casi tan bestias como los bárbaros) abandonó las murallas de Roma imperial y entre nuberío de polvo se disolvió en lontananza Haya cosa ¿Milagro de Dios? Pudiera ser, porque aquí el elemento mágico:

Que uno a su diestra y a la zurda el otro, León llevaba consigo, de valedores, un par de espíritus, los de Pedro y Pablo, según los hunos, y según los otros sólo dos serafines con los que León el pontífice pudo obrar el prodigio. Y convertirse en San león el Grande. Laus Deo.

– Hermosa y edificante leyenda -dije ayer a mi amigo, y fue entonces:

– ¡Hermosa leyenda, madres! ¡Mentira vil! No te dejes engatusar por la historia que las cosas ocurrieron de muy distinta manera, y el prodigio lo produjeron unos beneméritos que son la raíz de nosotros, luchadores sociales. Ellos, mis predecesores, consiguieron la retirada del bárbaro.
Mira mira Y que me arroja su propia versión de los hechos. Mi primer impulso fue soltar la risa y el segundo echarlo a la calle por mentiroso, pero zacatón que soy, cerrando los ojos lo dejé contar. Y fue, según él, que al clamor profético de León el pontífice, los romanos acudieron por miles, todos armados…

– Armados, sí, pero no de espadas, no de venablos ni jabalinas; armados de mantas, pancartas y consignas que gritaban a todo lo largo de calles, plazas y bulevares:

«¡Este-puño- síse -ve! ¡El pueblo – unido – jamáseráven -cido! – ¡Denme un punto -denme un guión – denme una coma! -¡Higuasu- madre- el que conquiste Roma.!»

Que Atila, derrotado por una estrategia tan efectiva como nos ha resultado la mega-marchita huyó con sus bárbaros para nunca más. Y mi amigo, radiante. Mis valedores: ¿asi que no fue León, no fueron sus dos arcángeles, sino los querubines de las mega-marchitas? «¡E-xi-gi-mos..!» Ah, bárbaros, los hunos y los otros. ¿La profesión de mi amigo? Maestro. De la Coordinadora (Bárbaro.)

Fue anteayer, en la tarde

En algún remoto parquecillo de barriada aguardé inútilmente a mi bienamada, que me dejó para nunca más. Jorobado de tristura; las sombras nocturnas me acabaron de jorobar. De repente, en la misma banca, pomo y tabaco en las manos, el desconocido se presentó: «Soy maestro, y de los buenos». Me aprontó unos papeles. «De mis alumnos. Por la calidad del texto calculará la calidad del maestro. De mi discípula predilecta lea en alta voz, y advierta su estilo claro y sencillo, como que va dirigido a los campesinos».

Respiré hondo, carraspeé, y con el humo de su tabaco chicoteándome boca y nariz, comencé la lectura, y lo ridículo que me sentía: «¡Es así como por factores exógenos de infuncionalidad con el proyecto universal dominante, en una etapa de debilitamiento estructural de los Estados nacionales y de desprestigio inducido y dispersión de las organizaciones clasistas y por factores endógenos de una nueva dinámica social que rechaza la cohesión vertical como principal método de aglutinación, los grandes partidos se encuentran en momentos difíciles!» Oiga, qué galimatías ridículo es este.

– Lo que acaba de leer, y muy mal 0e faltó brío, enjundia, entonación), corresponde a cierto discurso que pronunció hace una década la dirigente de la CNC, hoy candidato al gobierno de esta ciudad: Beatriz Paredes.

– No entiendo. ¿Es del SNTE, de la CNTE? ¿Qué clase de maestro es?

– Merolico, para servir a usted. Los «distinguidos priistas», licenciados Jerásimos del Revolucionario Ins., son mis mejores discípulos. Lea, del discurso de Enrique Fernández, por aquél entonces titular de la por aquel entonces CNOP, confederación, según esto, de organizaciones populares.

Leí, tuve que leer: ¡Correligionario! ¡Nosotros rechazamos a esos que, engañándose y traicionándose a sí mismos en medio de su infinita temeridad, hubieran pretendido arrebatar con mano alevosa la oportunidad de postularse por si mismos para pretender dirigir los destinos de la entidad, pues su acción falaz se parece al comportamiento de la zorra, que por más que se le trate bien y con amplias consideraciones, confunden la decencia con la debilidad y acaban por alentar siempre el salvaje instinto de la traición!»

Tragué un bocado de lo que en la ciudad resta de oxígeno. «¡Horroroso!»

– ¿Qué? ¿No soy buen maestro? ¿No me salieron buenos discípulos? ?chese esto que discurseó un Francisco Camarena, de la CNOP.

Leí: «Este México, joven aún como nación, siente y canta en sinfonía de sus propias vivencias, y espera y sueña como el adolescente que enarbola su tricolor penacho, retando a un horizonte grávido de auroras coloniales…!»

Alérgico a la retórica decimonónica, tuve que rematar con el fervorín que Sergio García Ramírez, entonces funcionario de Gobernación, dedicó a don Benito Juárez: «¡Nuestro pueblo ha vuelto una vez más, a la costumbre eminente de la plaza abierta, reinagurada en un sinfín de encrucijadas, todas del camino, en jornadas interminables; hecha en una gran casa, la casa del pueblo, que hoy está en el centro geográfico y moral de la patria, pero también en hogares distantes de la más variada provincia, que finalmente ingresó al acervo de México! ¡La palabra, en definitiva, ha ingresado en el mapa de las posibilidades populares: no sólo como liturgia de satisfacciones, que ya lo era, o como exposición detenida y enferma de complacencias, sino principalmente como denuncia o reclamación franca y directa, como instrumento de confrontaciones justicieras, como rotunda advertencia, como expresión lo mismo de la alegría que de la tristeza. Y a veces, por tanto haber guardado silencio, parece que quien habla, y con él quien le escucha, se vuelcan piel afuera y ensayan otros modos, más auténticos, mejores, de comunicarse las cosas, y juntos lograr otras y con todas echar los cimientos de la casa nueva!»

– ¿Qué le parecen mis discípulos? Estos son merolicos, no el asco de aficionados a los que, candidatos, baña la luz de todos los reflectores. Y a los auténticos merolicos que nos pique un burro. ¿Sabe? Hemos sido desplazados de parques y plazas públicas. Y esta tristeza honda y profunda, oiga usted.

– Le aconsejo el Prozac. Para tamaña tristeza, el Prozac. Tómelo.

– ¡Oiga, no friegue! Ay, perdón, quise decir no hingue. Prozac. ¿Quiere verme caer, a los esperpéntico, en el falso optimismo color de rosa, rosa mexicano? Yo, merolico profesional, provoco alegría, no lástima y rabia; soy un merolico gracioso, no un vil payaso ridículo. Quezque Prozac. No hoda…

– Ya sé. Este sí es el remedio para su neurosis: váyase de inmediato a la Alameda Central. Ahí labora un colega de usted, si es que no lo han echado. Es graciosísimo. ?igale sus sketches, y a risas y carcajadas se le va a remediar ese ánimo negativo. «Pirrín» es su nombre de combate. Búsquelo.

Y Dios, lo que oí de respuesta, ‘Yo soy Pirrín, cambiadme la receta…»
Suspiré. (Qué más.)

Tristuras de arrabal

Los parques solitarios en que se pasean las desgracias con la cabeza baja -y los sueños se sientan a descansar…

Y qué preñada de sentido, mis valedores, y cuan pesarosa me resultó ayer mismo la voz del poeta Ahí, en la banca de aquel parquesillo de barrio al que llegué por azar, sobre la negrura del ánimo me cayó todo el negror de la noche Gacha la testa y los brazos entre las zancas, me hallé repitiendo entre mí, con el propio poeta:

«Abandonado estoy, sarna de Job». Y trataba de alzarme y dejar atrás semejan mundo melancólico. Y aquel suspirar…

Y cómo no suspirar, y cómo hacerme el ánimo de alejarme para siempre del parquecillo, si aún no se me desbarataba del todo la esperanza postrera. Animas que a la bienquerida la Virgen Luciente le ablande el corazón…

«Ahí en el parque me esperas», me había dicho a media tarde. «Si en una hora no estoy contigo es señal de que todo acabó entre nosotros, y sólo te pido un último favor: olvídame».
¿Olvidarte, mujer? Qué fácil. De repente, en la negrura del mundo, sentí como que un último retazo de esperanza se me iluminaba, pero no, falsa alarma; lo . que me iluminó fue el farolillo, que al encenderse formó aquel charquito de luz. Miré el farol: foco de 30 watts, huérfano de bombillo. Miré, sobre el follaje ceniciento de aquel arboluco, lo que había quedado de la luna de octubre Miré un parque abandonado, todo incuria y abandono, que alguna vez habrá sido el orgullo de una barriada que ha visto pasar sus mejores días. Miré las vías, herrumbrosas, de lo que alguna vez fue el ferrocarril. Y lo que es contemplar el mundo según el estado de ánimo: miré lo que había quedado del país en este sexenio, lo que quedó del sexenio y lo que quedó, más allá de ranchos y haciendas, del padrastro de Manolo Bribiesca sólo restos del naufragio político, moral, cultural y de fama pública; desencanto y descrédito que abarcó a quienes sobreviven atejonados al amor del poder, de Los Pinos y de una cáfila de jueces alcahuetes. Así pasan las glorias de este mundo. Así pasaste tú, sombra fugaz, amantísima sombra. Y aquel suspiro. Ruidosón, alardoso. ¿Mío? ¿Así es mi estilo de suspirar…?

– ¿Lo asusté? Ha de dispensar, pero es que este sufridero…

Y la tufarada de humo que entre los mostachos se filtró pestilente a licor fermentado. Ájale, ¿y éste? ¿De dónde salió, a qué horas? Ahí, a mi lado en la banca, echaba las pupilas a pastar en unos verdes cenicientos de resequedad.

«Aquí, como usted, tristeando. Colegas usted y yo, por la pinta. Jubilados los dos» -y miraba algún punto, a lo lejos.

– Yo no soy ningún jubilado, protesté. Jubilado nunca, jubilado de nada. Y usted mismo parece no haber llegado a la edad requerida. ¿De qué se ha jubilado?

– De la vida, ¿le parece poco…?

Y el nuevo suspiro, que compartí. Alma mía de mi ausente…

Cuando el objeto aquel le brilló en la zurda sentí que mi estómago pegaba la machincuepa ¿Revolver, puñal? Dios, que el jubilado metido a asaltante no me vaya a dejar malherido. Que como torero de prosapia se tire a matar, que en este momento la muerte no me será tan gravosa Tragué una tarascada de lo que quedó del oxígeno en la noble y vial.

Pero no, cuál revolver, cuál puñal: un cuartito de licor. Y el prolongado amamantón. Lo observé de ganchete: Dios, lo que ha quedado de lo que fue un hombre. Como lo que ha quedado de México después de la depredación beata, yunquera y legionaria de Marta y Maciel. Me aprontó el gollete -no Maciel, sino el recién aparecido. El gollete de la botella Rehusé, que conmigo el licor topó en tepetate.

– Lo siento por usted, bato, con lo bocabajeado que se nota Pena de amor desgraciado, ¿verdad? Y a su edad…

Cómo podría adivinar lo de la edad. Lo del amor, más propiamente. ¿Psicólogo? Pero también el pensamiento me adivinaba:

– Todos los amores son desgraciados, y más los batos que los soportan. Pero no, cuál psicólogo. Soy maestro, y de lo más canelón.

Que por testigos ponía testimonios de sus propios discípulos. De una bolsa de la chamarra lo vi sacar aquel rollo de papeles que hagan de cuenta los pellejos de algunos: viejos, ajados, amarillentos. «Lea mi señor. A las damas primero». Y cuando pasé mis niñas por sobre tales papeles: ‘Tero lea en voz alta, metiéndole entonación y fraseo, para que cobre vida y sentido el escrito».

Respiré hondo, carraspeé, y mientras el humo pestilente me chicoteaba boca y nariz… (Mañana)

Es de Borgues. (De Borges, perdón.)

Voy a contarles un cuento, mis valedores. El muerto, su título, y el autor nada menos que Jorge Luis Borges; José Luis Borgues, para el Fox de la mega-biblioteca De protagonistas: uno es Benjamín Otárola, joven de edad, argentino de nacimiento, ambicioso por naturaleza y rijoso de vocación, cuya vida transcurre plácidamente de taberna en taberna, y en la diestra el puñal. El otro es un tal Azevedo Bandeira, uruguayo, empaque de mono y tigre en aquel su rostro de indio, negro y judío, que capitanea cierta banda de facinerosos de oficios múltiples. El contrabando, en primer lugar. Entre Otárola y Bandeira, lógico: la impredecíble, la desdeñosa mujer de pelo colorado a la que el recién ingresado a la banda conoce a medio vestir y descalza en la cama del enigmático Bandeira En tratándose de hombradas de cualquier tipo, «los gauchos dicen que Bandeira lo hace mejor».

Otárola se inicia de tropero, y su vida se mide a jornadas que tienen el olor del caballo, vida atroz, santo y seña de quienes «en su sangre llevan la llanura inagotable que resuena bajo los cascos». Pero Otárola es ambicioso y desea progresar, ascender a contrabandista Lo logra a su modo: una noche dos de la banda cruzarán la frontera para contrabandear una partida de licor. Otárola provoca a uno, lo hiere y toma su lugar, según dice Borgues (perdón, que lo dije al modo de Fox. Borges, quise decir. Así sí.)

Un año en el contrabando, y Otárola vuelve a ver el patrón. Dicen, con temor, que está enfermo. Un moreno suele subir a su dormitorio con la caldera y el mate. Cierta tarde de su destino le recomiendan esa tarea a Otárola, que se siente humillado, pero satisfecho también. Entrará a la intimidad del inescrutable Bandeira, y ya en el interior del dormitorio: pocos utensilios y muchas armas blancas y armas de fuego. Observa al facineroso, que dormita y se queja Nota las canas del patrón, la fatiga, la flojedad y las grietas que en las carnes del humano y a lo alevoso van abriendo los años. Y qué hacer.

¿Servir a este viejo? La idea lo subleva Ve entonces, descalza y a medio vestir, a la mujer de la roja pelambre en que juegan los dedos del viejo. Al permiso del patrón. Otárola se retira Pero su mente ya lleva el plan…

Y la orden de salir rumbo al Norte, y la partida, y la llegada a una estancia perdida, y en rueda de peones Otárola escucha que Bandeira no tarda en llegar de Montevideo, a ajustar cuentas con alguno que se le insubordinó y trata de mandar demasiado. Y hasta la mísera estancia llega el ajuar de casa, desde la palangana de plata hasta las armas largas y los puñales. Con ellos, la mujer del cabello rojizo, y es entonces cuando Otárola conoce al guardaespaldas de Azevedo Bandeira, un cierto Ulpiano Suárez que habla poco, reservado y hostil, tal vez desdén o tan solo barbarie. Conoce también aquel alazán tostado, enjaezado a lo suntuoso, símbolo de autoridad del patrón. Otárola, por ello mismo, codicia el caballo y a la mujer del pelo rojizo. Y aquí la historia se complica y se ahonda, asegura Borges.

Porque, fijaros bien, «Azevedo Bandeira es diestro en el arte de la intimidación progresiva, en la satánica maniobra de humillar al interlocutor gradualmente, combinado veras y bulas», y Otárola ha comenzado a suplantar paulatinamente a Bandeira. A lo cazurro, el autor:

«Muchas cosas van aconteciendo después, de las que sé unas pocas».

Y ellas son: que Otárola desconoce la autoridad de Bandeira, y que «da en olvidar, corregir, invertir sus órdenes»; que un día en que la banda se enfrenta a gente hostil, Otárola usurpa el lugar de Bandeira da las órdenes y regresa con una bala en el hombro. Esa tarde unas gotas de su sangre manchan la montura del penco, y esa noche duerme con la mujer de pelo reluciente. De ahí en adelante, Otárola desdeña las órdenes de Azevedo. Le causa lástima.. Y llega aquella noche de hartazgo y comelitón, alcohol pendenciero y vértigo. «Taciturno entre los que gritan», Bandeira, de súbito, llama a la mujer, que sale a medio vestir: ‘Ya que vos y el porteño se quieren tanto, ahora mismo, a la vista de todos, van a.» Brutal. Ella, entre lágrimas, se resiste; ellos la arrojan sobre el sobrón, y es entonces: Otárola comprende que desde un principio lo midió el patrón y que, para divertirse a lo morboso, le permitió el amor, el mando y el triunfo porque ya estaba condenado a muerte. El final:

«Suárez, casi con desdén, hace fuego…»

Así, sin sadismo de sicópata sin más torturas ni humillaciones, sin la hipocresía de invocar la ley. Bandeira no era hombre vil ni aguardó tres años para asestar el balazo mortal. A su orden, Suárez mató al ensorbecido, no lo torturó previamente, ni violó a las mujeres, ni resquebrajó los huesos de los ensorbecidos Otárolas de Atenco, ni los mantiene hoy apandados mientras a lo hipócrita ventosea su respeto a la ley y a los derechos humanos. Bandeira Wilfrido. (Fox.)

Verdulería y lavadero…

El ejercicio de la nostalgia, mis valedores. Frente al herradero en que los candidatos han convertido la sucesión presidencial, me pregunto: ¿Todo tiempo pasado (todo dedazo pasado) fue mejor? ¿Peor? Del proceso electoral, ¿qué se decía en los tiempos del PRI-Gobierno? Las observaciones expresadas por analistas extranjeros hace más de tres décadas hoy guardan asombrosa actualidad. Y si no, juzguen ustedes. RE. Scott en su obra Gobierno mexicano en transición (¿en transición, durante el sexenio de Echeverría? En fin):

«Después de un análisis profundo de los candidatos, el presidente en turno, en Los pinos, selecciona a su sucesor». Y S.P. Huntington: «Los presidentes mexicanos son seleccionados a través de un complejo y misterioso proceso dentro del partido oficial, al que se le denomina auscultación. Aquí entran recomendaciones, consultas, discusiones y el consenso general del actual presidente, quien desempeña el papel principal».

La revista Look: «Este arrogante cambio de un gobierno nacional tiene lugar dentro de uno de los instrumentos políticos más deformes e intangibles, pero disciplinado y efectivo que haya ideado hombre alguno: el PRI…»

La revista francesa América Latina: «La diversidad de las corrientes políticas que se sienten en el seno del PRI no impide una absoluta solidaridad en el momento de decisiones capitales. La nominación de un candidato es hecha en forma ardua, proceso que provoca muchas veces profundas tensiones internas. Pero cuando la decisión se ha tomado, la unidad se acentúa en torno del hombre que deberá ser el candidato del PRI a la presidencia de la república, con objeto de obtener el mejor de los éxitos…»

Huntington: «El alcance más importante del sistema partidista mexicano ha sido el de resolver pacíficamente la sucesión presidencial. Aunado a los requerimientos legales, el candidato debe poseer otras cualidades que lo hagan aceptable desde un punto de vista político, que no legal. Ellas son:

L- El candidato deberá contar con la aceptación del presidente en turno. 2-Deberá encontrarse en perfecto estado de salud, tener mucha energía y no ser violentamente feo. 3.- A pesar de que se le considere muy hombre, no deberá ser muy macho. 4.- Deberá ser un hombre de familia, con una esposa que se interese en los asuntos públicos y políticos del país, pero que no llegue al extremo de interferir predominantemente en ellos. 5.- La esposa no deberá ser extranjera, y mucho menos norteamericana. 6.- La religión del presidenciable podrá variar desde el catolicismo romano a la del libre pensador; pero en ningún caso podrá ser un religioso fanático. 7.- Tendrá alguna clase de currículo revolucionario. 8.- Deberá tener la educación suficiente para entender la escena nacional y poder operar efectivamente en ella El nivel aconsejable es el universitario, particularmente poseer estudios de derecho. 9.- Por lo general deberá pertenecer a la clase media si no en origen, por lo menos en apariencia 10.- Generalmente, los candidatos han nacido en estados de la república situados en la Mesa Central o cercanos a ésta, o de estados económicamente importantes.

11.- Invariablemente, el candidato deberá tener profundas experiencias electorales y políticas adquiridas en pasadas campañas presidenciales. 12.- El candidato deberá ser conocido nacionalmente, y tener el consenso de los principales grupos políticos y sociales de México. Asimismo, no podrá identificarse profundamente con alguna de las alas extremistas del PRI, ni con la derecha, ni con la izquierda Un joven mexicano que diga que quiere ser presidente algún día, es juzgado no como un patriota, sino como un tonto. Si abriga esa ambición debe guardarse sus pensamientos, ingresar a la burocracia del PRI, trabajar con obediencia y confiar en la suerte…»

No previeron los analistas que el PRI iba a ser expulsado de Los Pinos, y que de la sucesión presidencial sólo quedaría la elección de estado como en los tiempos del Tricolor, ahora haciendo a un lado las formas, el disimulo y un cierto aire de decoro y dignidad. No olvidemos lo que dijo don Jesús Reyes Heroles, priista e ideólogo de la «Revolución», vocablo hoy arrumbado en el desván de los cachivaches: «En el ejercicio político la forma es fondo».
Y eso es lo que Fox desfondó: la forma, el decoro, la dignidad debida a la investidura presidencial y el comportamiento de los candidatos. A Huntington le faltó el requisito 13.- El candidato no debe convertir la justa electoral en pleito de verdulería y lavadero. No debe vomitar contra el adversario ofensas y vituperios. No debe arrojarle a la cara ventosidad de calumnias y diarrea de descalificaciones. A las masas no debe convencerlas con esos recursos de tan baja ley y tan mala leche Total, que el voto de calidad ya ha sido otorgado, y viene de uno de los votantes del exterior. De Washington. ¿Entonces? (En fin.)

¡Esos engañabobos..!

Esta vez las palabras enmascaradas, esas que toda clase de picaros han prostituido para manipular a las masas en provecho personal y de clase Qué ejemplo mejor de tal lenguaje embustero que las líneas siguientes, pronunciadas la semana anterior por ese modelo de engañabobos que es Carlos Abascal, secretario de Gobernación:

¡Mi reconocimiento expreso al señor gobernador del Estado de México, don Enrique Peña Nieto, por su compromiso con el dialogo con el Estado de Derecho y también con el respeto a los derechos humanos. Hagamos el diálogo y la negociación, como hasta ahora, cada vez más intensos, el método político privilegiado de la democracia..!»

Por su compromiso con el diálogo, dijo; por el respeto a los derechos humanos, agregó; del diálogo y la negociación, afirmó, y no le dio vergüenza; «como hasta ahora», y muy a la manera del marido de Marta, terminó mentándonos la «democracia». De sus palabras, ¿qué diría Amnistía Internacional, que dirían las mujeres y los hombres de Atenco que acaban de probar en carne propia, en carne viva y sangrante, el compromiso con el diálogo, el respeto a los derechos humanos y el diálogo y la negociación de «don» Enrique Peña Nieto? Mis valedores: ya nos tomaron la medida…

¿Que no? ¿Entonces qué significan las palabras de Wilfrido Robledo, policía encargado del operativo policiaco de San Salvador Atenco? Dijo, se atrevió a decir: ‘Todos los policías están limpios. En los autobuses de traslado de reos nos sucedió absolutamente nada…»

¿Nada sucedió? «Se violaron los derechos humanos», afirma un denunciante, y el historiador Adolfo Gilly. «¡No, no se violaron derechos humanos. Se violaron mujeres, seres humanos, no derechos humanos..!»

Pues sí, pero no, que a decir de Robledo, «En el operativo de Atenco no sucedió absolutamente nada». Y sí, tales son las palabras embozadas, esas voces que tantos, a lo ventajista y mañoso, han prostituido para engañar en provecho propio a los pobres de espíritu; y es que cuando una sociedad se enferma de gravedad, lo primero que se gangrena es el lenguaje O dicho así:

«No hay mejor manera de lograr que se acepten doctrinas extrañas y absurdas, o de defenderlas, que rodearlas de legiones de palabras oscuras, dudosas e indefinidas, las que los picaros toman como refugios, como guaridas de ladrones o madrigueras de zorros de las que, si resulta difícil hacer salir a los tales embusteros, ello no es por la fuerza que tienen, sino por las zarzas y espinas y la oscuridad de los matorrales en que se han refugiado. Pues como la falsedad resulta inaceptable para la mente del hombre, al absurdo no le queda otra defensa que la oscuridad del lenguaje». ¿Alguna semejanza con los Fox, Abascal, Robledo y congéneres..?

Porque el manipulador «empuja hacia delante palabras como si fuesen caballos de Troya, y nosotros las dejamos entrar porque hacen que nos deslumhren. Una vez que han entrado, dentro de nosotros se despliegan como ejércitos de significados extraños y asombrosos; la fortaleza ha sido toma antes de que nos hayamos puesto en guardia».

¿Los vocablos más prostituidos, más envenenados hoy día? El más engañoso y engañado del sexenio actual, «democracia», se analizó aquí mismo el pasado viernes. Así, sin apellidos, como quieren los intelectuales orgánicos del Poder. Democracia Sin más. A la pura acción de ir a votar tales tramposos le llaman democracia, cuando es sólo una ínfima fracción de una de las tantas vertientes que existen dentro del sistema democrático. Y esas mayorías ayunas de lo más rudimentario en materia de teoría política: «Muy cierto, con Fox y a partir del 2000, ya vivimos en plena democracia». Empobrecidos cada vez más, con un país cada vez más ajeno y enajenado, pero eso sí: dentro de una flamante democracia. Es México, este país.

Otro caballito de combate del lenguaje manipulador, al que hoy quiero referirme, es el vocablo «populismo». Nadie, cuando lo señala con el dedo acusador, explica a las masas lo que «populismo» pueda significar, pero los picaros lo han cargado mañosamente de aristas, filos y dinamita; lo han tornado una bomba a punto de estallar y un alias mortal de necesidad. Hoy, en la Unión Americana, Vicente Fox:

«No hay mejor política social que generar empleo; mejor manera de combatir la pobreza que generando riqueza; luego a veces por eso la demagogia, el populismo no van con el necesario desarrollo de la gente…»

Lo dijo, y siguió tan campante. No se la mordió, me refiero a la lengua Democracia populismo. Ambos vocablos constituyen, en el evangelio según san Fox, los dos polos de un sistema político: el del bien y el del mal. Para él. (Seguiré con el tema)

Esa mentada «democracia…»

Más de la mitad de los mexicanos se encuentran insatisfechos con la manera como la democracia funciona en México. La mayoría considera que la situación política es inestable y califica negativamente el nivel democrático.

Tal asegura la inevitable «encuesta de opinión», ésta fechada el pasado lunes. Bueno, sí, ¿pero qué viene a ser, bien mirado, la democracia? ¿A qué democracia se refieren los mexicanos «encuestados»? ¿Sabrán esos mexicanos en qué consiste la democracia? Porque esa es una de las palabras embozadas, enmascaradas, que los picaros han prostituido para manipular a las masas en provecho propio. Se ufana un Carlos Abascal, secretario de Gobernación:

«¡Mi reconocimiento expreso al señor gobernador del estado de México, don Enrique Peña Nieto, por su compromiso con el diálogo con el Estado de Derecho y también con el respeto a los derechos humanos. Hagamos el diálogo y la negociación, como hasta ahora, cada vez más intensos, el método político privilegiado de la democracia…!»

La democracia, dijo, tal como el pasado lunes lo afirmó el presidente Bush: «Estoy preocupado por la erosión de la democracia en Venezuela y Bolivia». Democracia, que sirve lo mismo para un barrido que para un fregado. Para todos los fregados del mundo. Mis valedores: como para hacer un poco de luz en semejante vocablo tan mal utilizado, y tan de mala fe, traigo aquí la definición que al respecto proporciona el analista Heinz Dieterich:

«Como una de las características de los sistemas sociales avanzados, la democracia puede concebirse en tres dimensiones: la social, entendida como la calidad de vida material. La formal, entendida como la existencia de determinadas reglas generales de poderes, derechos y obligaciones de las diversas instituciones y entidades que componen el sistema social, y la participativa, entendida como la decisión real de los asuntos públicos trascendentales por parte de las mayorías de la sociedad, con la debida protección de las minorías».

Esto, ¿lo sabían los mexicanos «encuestados»? Bien lo supuso hace más de dos siglos y medio Montesquieu, filósofo de la ciencia política:

La gran ventaja de los representantes es su capacidad para discutir los asuntos políticos. El pueblo no es apto para ello en absoluto, lo cual constituye uno de los grandes inconvenientes de la democracia…

Pero, mis valedores, qué vocablo mejor para manipular a las masas que el esa reputadísima palabra que el marido de Marta no se apea de los labios, sin explicar a qué clase de «democracia» se refiere. ¿Que se trata de ensalzar a los héroes? Democracia ¿De anatemizar a los adversarios políticos? Democracia ¿De aludir a las mujeres violadas con los toletes de Wilfrido Robledo en Atenco? Democracia ¿De referirse a los focos rojos y la crispación que el propio «demócrata» ha generado en las masas del país? Democracia ¿De frenar su verborrea? Democracia Así, sin apellidos, y sin que el verborreico aclare alguna vez qué democracia mienta; si la liberal, la burguesa la socialista, la político-electoral (electorera en el caso nuestro), si la social, formal, participativa representativa en fin, de qué democracia esté hablando, que no sea una trampa verbal, sólo una vil manipulación de masas.

Ah, esa obsesión, esa idea fija que con la terquedad de un moscón mielero pronuncia y repite un día sí, y el siguiente también, democracia La de Fox, mis valedores (me refiero a su «democracia»), alude al proceso electoral, ese que constituye la fracción pequeñaja de una de las tantas vertientes que existen dentro del vocablo reiterado hasta la náusea Muy claramente lo señala el analista, lástima que la televisión nos evite encender la luz en nuestro cerebro y con ello nos mantenga en la mediocridad:

Cada político empuja hacia adelante palabras corno si fuesen caballos de Troya, y nosotros las dejamos entrar porque hacen que nos deslumbre (¡democracia!). Una vez que han entrado, dentro de nosotros se despliegan como ejércitos de significados extraños y asombrosos; la fortaleza ha sido tomada antes de que nos hayamos puesto en guardia…

Cierto: cuando una sociedad enferma lo primero que se gangrena es el lenguaje, y «no hay mejor manera de lograr que se acepten doctrinas extrañas y absurdas, o de defenderlas, que rodeándolas de legiones de palabras oscuras, dudosas e indefinidas, que los gesticuladores toman como refugios, como guaridas de ladrones o madrigueras de zorros, de donde es difícil hacer salir a tales embusteros, y esto no por la fuerza que tienen, sino por las zarzas y espinas y la oscuridad de los matorrales en que se han refugiado. Pues como la falsedad resulta inaceptable para la mente del hombre, al absurdo no le queda más defensa que la oscuridad del lenguaje». (Seguiré con el tema)

Santito nuevo…

De Marcial Maciel les hablé ayer aquí mismo, del protector de Maciel (Juan Pablo II) y de los protegidos de Maciel (el matrimonio encuevado en Los Pinos.) Comenté que todo ha cambiado desde la primera visita papal, excepto la carencia de religiosidad y moral personal y colectiva del mexicano. Esto me llevó a reflexionar en el México que he vivido desde que llegué de mis terrones zacatecanos hasta las 5 visitas papales. Aquí, remembranzas de los tiempos que se me fueron para nunca más:

¿Saben ustedes, pregunté ayer, cuál era el alma musical del vecindario en los años sesenta, cuando tuve la fortuna de arribar a esta ciudad y alojarme en el mero corazón de Tepito? Como chifleta para los arrimadizos que llegábamos en procura de la sobrevivencia: «Los marcianos llegaron ya». Tal era el alma musical del vecindario y de la vecindad que me dio cobijo. «Por vivir en el quinto patio», se dolía el barítono. No lloro, nomás me acuerdo…

Aquí te nombro, vecindad barriobajera donde me dieron hogar mis buenos amigos, que mejores no los he vuelto a encontrar. Tanto encarnó esa amistad que aún hoy los visito, y de la amistad disfrutamos, y de los frijoles negros, tan sabrosones, y de los chismarajos de la vecindad, sabrosísimos. En una visita que coincidió con la 5a. del papa protector de presuntos pedófilos, Hugo, mi amigo, al oscurecer: «Vamos a pasear por el barrio, bigotón».

Y allá vamos, al gozoso recorrer de las calles, plazas, callejones; a bebernos por boca y nariz los aromas del arrabal, sus tufos y olores, su dejo al hablar, los modos y estilos y el ánima de un caserío que se transforma con el resto de la ciudad. «Mira allá. ¿Te acuerdas de las morras que te enseñaron a pecar? Al lado quedaba el cine. Sí, donde ahora ves ese estacionamiento».
Mi arrabal, variopinto amasijo de buscavidas y traficantes que son corazón bandolero y mielecita en penca. Mi gente…

– Allá, ¿la ves? Mi prima la Bicha, haciendo esquina (condenada crisis). No te llevo a saludarla porque no le gustan las visitas a la hora del trabajo, y luego tú pides fiado. O cachuchazo, de plano. ¿Ves? Ya agarró cliente.

Dimos vuelta a la esquina, y nos invadió la arribazón de los beneméritos buscavidas: comercio ambulante, sí, los puesteros que hace años, décadas, me ofertaban a gritos sus mercaderías de costumbre: y que lleve su afrodisiaco hecho en casa, y que videos de alta tensión, y que estimulantes para engordar, alargar, prolongar. De pilas, corriente alterna y accionados a mano. Hechizos y de Taiwán. Sin factura. Garantizados. Pruébeselos. «Llévese la chamaca, señor. Qué formas, qué curvas, qué.cosas. Hágala suya ¿Qué, se la lleva?»

Inflable. En derredor, oleadas, se me dejaban venir los vendedores de siempre, que me tupieron y atiborraron con las mercancías, que esta vez ya no fueron las acostumbradas. Algo había cambiado con la visita del papa. Al amanecer otro día, desparramadas sobre mi escritorio, miraba la compra de la noche anterior, y fue entonces: fruncido el ánimo caí en la cuenta de que no, mis valedores, mi ciudad, tras de la visita papal, ya no era la misma. Sobre el escritorio desparramadas examiné las compras de la noche anterior e hice el corte de caja: ya no la jocunda pornografía de los viejos tiempos, sino una gruesa, pero de fotos del romano pontífice; una Biblia, un rosario que, me juraron, había sido del Papa; la oración del Justo Juez, acabada de bendecir; un escapulario de franela color café, que me produciría 200 indulgencias a la semana y una plenaria al mes; un libro de jaculatorias, triduo y tedéum; un cuaderno para mi ramillete espiritual; tres retablos de la Patrona y un busto de yeso del actor José Luis Jiménez que la vendedora juró era Juan Dieguito; una medalla milagrosa (litúrgica, no de olimpiada), oro macizo de 24 kilates con su revestimento de cobre, reconfortada con todos los auxilios espirituales y la bendición papal, y el horror: libelos de asociaciones católicas donde los padres de familia ¡exigen educación dogmática en las escuelas! Mis valedores:

Frente a la mercancía me quedé pensando en el México nuevo, el que el papa vino a transformar, no en principios, valores, moral, religiosidad, sino en la mercadería del comercio informal. Yo, rascándomela (la nuca), me preguntaba: ¿cuánto, en qué aspectos será transformada mi gente con la 5a. visita papal? ¿Cuánto con su nuevo Juan Diego. Y santito nuevo, dónde te pondré. Porque aquella noche (agosto del 2002) en el barrio bajo, me acuerdo:

– No, mire, viagra no la trabajamos, sólo tiznaderitas religiosas. Pero viagra pa’ qué, mi señor. Esta que se lleva es mejor que viagra. Así, mire: la hace carrujo en derredor, unas cuantas frotaditas, y milagrosa. Pruébela

Resultó ser la oración de la Madre Mariana Esa noche la probé: una sobada dos, muchas, hasta la excoriación, pero milagro cuál. Mis valedores: tal es lo que la 5a visita del protector de pedófilos cambió la ciudad, y no más. (Lástima)

Oh, y ahora quién…

Ya se cayó el arbolito donde dormía el pavo real. Porque, mis valedores, el reputadísimo querendón de seminaristas, legionario de Cristo y fundador de legionarios Marcial Maciel, acaba de ser oficialmente defenestrado por Joseph Ratzinger, ahora pronto Benedicto XVI, con la invitación expresa de que de aquí en adelante nada de celebrar misas ni confesar penitentes; que ahora el muy penitente sólo cuenta con el permiso divino para el cilicio, la oración y el recogimiento. Laus Deo.

Y lo que el cura caído en desgracia debe de andar echando de menos a aquel su protector que en vida le sirvió de tapadera, el ya casi santo Juan Pablo II. Tengo aquí, sobre mi mesa de trabajo, la foto del par, uno de rodillas y el otro en el sillón papal y posando su diestra sobre la frente del legionario mayor. Eran los tiempos de beatitud para el que tantos acusan, besando la cruz, de abusador sexual. Así pasan las glorias de este mundo…

Pues sí, pero con la caída del padre Marcial, otro par que yo conozco se quedó chiflando en la loma y agarrado nomás de la brocha. Exacto, sí, la «pareja presidencial» de nuestro país. La «primera dama» y su segundo marido acaban de perder una valiosísima influencia en El Vaticano, y con ella la esperanza de que Ratzinger vaya a anular el matrimonio religioso de Fox con Lilián de la Concha, su primera esposa, y así la pareja de Los Pinos pueda casarse de blanco. Porque los puros esfuerzos y cabildeos de los políticos de sotana Norberto Rivera y Onésimo Cepeda no tienen detrás la fuerza, la contundencia, que el padrecito Maciel tenía por delante En fin. Mis valedores…

Miro la foto del ya casi santo, miro la foto de la ya casi «ex-primera dama». Advierto que la contrariedad la ha forzado a fruncir la boca, para que al esfuerzo de sus labios se le plieguen de arrugas. Torno a observar su vera efigie, torno a observar la del protector del Maciel garañón, y travesuras serán del chamuco, pero ya hoy el carisma, el prestigio y la autoridad moral del antecesor de Ratzinger se me figuran tan disminuidos, y tan abollada la aureola que los rabicalientes le enjaretan antes de tiempo. Juan Pablo II, valedor de honras en entredicho…

Una noticia me lleva a unas fotos, y las fotos me llevan a añoranzas diversas, y caigo, a lo inadvertido, a rememorar aquellas visitas a nuestro país del que las masas llegaron a proclamar «el amigo de México». Ustedes han de dispensar la divagación, pero a lo mejor, como a mí, la añoranza les trae dos o tres imágenes de tiempos que se fueron para nunca más. Por ejemplo…

Recuerdo la quinta visita de Karol Wojtyla, que sería la postrera, cuando llegó con el propósito expreso de otorgar la categoría de santo a un vagoroso, a un impreciso beato Juan Diego, al que fray Juan de Zumárraga, él tan acucioso en sus crónicas, nunca de los nuncas hizo la más leve alusión. Como para leer entre líneas…

Proyectada del 30 de julio al lo. de agosto del año del Señor de 2002, la visita del papa de Roma realizó el consabido prodigio de congregar las multitudes de siempre, las muchedumbres acostumbradas, unas masas delirantes que, en el filo del éxtasis, a gritos clamaran nombrándolo padre, y santo, y enviado de Dios. Y en eso fue todo a parar, porque el pontífice retornó al Vaticano, y en las masas que no terminaban de aclamarlo tanto amor, tanta veneración y bendiciones tantas nunca hasta hoy día se han traducido en un tanto así, miren, de elevación en la religiosidad del mexicano ni en el acrecentamiento de los valores morales de la comunidad. El quinto viaje del papa polaco. Me acuerdo-Desde los preparativos. De la seguridad del pontífice lo afirmaba el diario Reforma: «Como los apóstoles a Jesús, doce personas rodearán en todo momento a Juan Pablo II, todos ellos son cintas negras entre el cuarto y octavo grado», sintaxis de don Hugo Corzo, y la salerosa declaración de un Andrés Gutiérrez Cano, responsable de la seguridad papal:

– A la gente le dolería más un atentado contra el Papa que contra cualquier otra persona; incluso si fuera contra el propio Presidente de México, no dolería tanto como si fuera Su Santidad.

Leí noticia, leí el comentario, y de golpe me prendió la añoranza de una gira papal anterior, la de enero de 1999, que coincidió con mi retorno al barrio bajo, ese entrañable arrabal que décadas antes y a corazón abierto había salido a recibirme, aunque a lo discreto y sin alborotos, cuando llegué desde mis terrones zacatecanos. Ya llovió desde entonces; ya se produjeron muchas inversiones, algunas térmicas. Qué tiempos. Y si no, echemos cuentas. ¿Saben ustedes cuál era el alma musical del vecindario por aquellos años? (Eso, mañana.)

Esto va para Chalco…

Va este mensaje para mis valedores de Ixtapaluca del Valle de Chalco y puntos circunvecinos que, con zozobra y temor, se enfrentan por estos días a un peligro inminente. Va, solidario, para todos ustedes.

Animo, no rendirse en su lucha, no perder el valor. La calamidad que se cierne sobre todos ustedes es grave, pero no podría compararse a la que los compas de Atenco acaban de padecer con bestialidad de los uniformados de Vicente Fox. Ominosa es la situación, y el peligro inminente, pero a diferencia de los macheteros, ustedes tienen a la mano la salvación, y la mantienen en el mero corazón del hogar. Ánimo, todos ustedes.

No, no me refiero esta vez al pensamiento mágico ni a la devoción milagrera, no al Crucificado ni a la Virgencita de Guadalupe. La solución se ubica en el artilugio que ustedes mantienen en el espacio privilegiado del hogar. Sí, por supuesto: me refiero al televisor, pues a cuál otro iba a ser. Ya oigo al escéptico que me la va a interpelar:

– ?iganlo con su choro. Cómo de que el televisor va a protegernos de la amenaza descomunal. Que el pseudo-neo-comunistoide venga y calcule el peligro, a ver su nos sale después con que un móndrigo televisor…

Un momento, respondo. Lo del televisor no es una ocurrencia personal, sino una propuesta colegiada donde intervienen quienes del cinescopio conocen, y mucho, y sólo quieren colaborar en la solución del problema Me refiero a los vecinos del edificio de Cádiz. La tía Conchis, por ejemplo.:

– Que chalcas y ixtapalucas hagan un esfuercito a nivel familiar y que incrementen el tiempo que le dedican al duopolio, ya sea la Televisa o TV Azteca Con eso, santo remedio.

– Pero ojo -el joven juguero-: que no vayan a perder su tiempo con un programa cualquiera Escogiditos. Uno de ellos tiene que ser La Oreja de Origel, y el otro Ventaniando, de la Chapoy. Ambos dos programas están a la mera medida para solucionarles un problema que ojalá y Dios quiera y no.

– Bueno, pero no creo que deban recurrir a casos extremos -me atreví a objetar-. Los habitantes de Chalco e Ixtapaluca tienen el recurso de las autoridades correspondientes, porque…

– ?iganlo -me interrumpió el Síquiri-.¿Ya tan vetarro y todavía vive en el candor de cuando su baile de quince años, con chambelanes y fervorín? Quezque autoridades. ¡Esas sirven pa lo que se le unta al queso, mas que lo dejen picoso! ¿Los compas de Chalco no recurrieron ya a las autoridades? ¿Y?

Torné al silencio. La Maconda «Ora que programas que den resultado. Yo les sugeriría: «Con todo», Permítame tantito» e «Infarto». Cómo la ven…

Muchas otras emisiones de TV se bajaron: que si «Al rojo vivo», que si «Primer Impacto», «El gordo y la flaca», «Escándalo…»

– Yo creo que todos los del duopolio, de principio a fin, (La Lichona). Porque miren ustedes; tenemos el caso de Laura en América«, que…

«¡Laura en América!» Ese sí lo conozco, dije a los contertulios y digo a todos ustedes, mis valedores de Chalco y Anexas. Ese es el programa de TV indicado para solucionarles, mis valedores de Chalco y anexas. Ese es el programa de TV indicado para solucionarles el problemón. «Laura en América», esa bazofia que en plena cara nos arroja la TV de Perú, y que conduce a lo estridente, a lo escandaloso y alborotero una tal Laura que se enriqueció con los dineros de la corrupción compartida con el corrompido funcionario Montesinos. Yo tuve que presenciar, náusea en el gañote, dos o tres emisiones del programa de marras en casa de la tía Conchis alguna vez que necesité documentarme al respecto para un reportaje de nuestra Radio UNAM. Miseria humana, abyección, cuando no vil histrionismo y simulación de los participantes. En fin, que ustedes, los del problema inminente, lo conocen mejor que yo.

¿Que por qué los de Cádiz recomendamos a los de Chalco y anexas incrementar las horas de vida que dedican al cinescopio? Porque con la estrategia de maestros, estudiantes y demás mega-marchantes profesionales no van a lograr que las autoridades enfrenten el problemón. Leo en el matutino:

Ixtapaluca, Mex. habitantes de la colonia H Molino, del Valle de Chalco, bloquearon por tres horas la autopista México-Puebla, en demanda de que las autoridades remedien una fisura y filtraciones de aguas negras del canal La Compañía. Mis valedores del Valle de Chalco, Ixtapaluca y anexas:

De aquí a que las autoridades se avoquen a conjurar el peligro, si es que se avocan, ¿no es conveniente que con la programación de la tele, alimento espiritual de los mexicanos, puedan ustedes resistir la arribazón de aguas negras, que el 31 de mayo del 2000 inundó de heces fecales casas, cocinas, patios y dormitorios? Si desde ahora se habitúan a la miércoles de la TV, ¿no les resultará hasta agradable, si los inunda la que arrastra el canal de La Compañía? (Digo.)

Reina por un día

Por un sexenio, más propiamente. Que la reina efímera, de hojalata y sololoy, acaba de morir, y que a nadie o a muy pocos les interesó su muerte, dije el viernes pasado. Que a su hora fue objeto de servilismo, adulación y tufaradas de copal, como lo siguiente que de Margarita López Portillo, la Marta Sahagún de aquel sexenio, escribió cierto político, burócrata y escritor, Agustín Yáñez de nombre:

» Margarita sin discusión, es albacea patrimonial de la Décima Musa, fabulaciones de aire oriental que recrean encantamientos de Scherezada; y, muy especial este poemario. Los días de la voz, que fue cautivándome a medida de imágenes, melodías y ritmo…» (Mira, mira…)

Mirándola, oyéndola, recordaba yo a la buena mujer, a la honesta mediocre que, con años y achaques a cuestas, trepaba los cuatro tramos de escalera que dan a este mi depto. de Cádiz y, resoplando, intentaba resuello para contarme sus planes de una telenovela imposible. (De estos destinos sabía un rato largo mi señor Shakespeare; de las abruptas mudanzas de la fortuna y de los cambios que en el débil perpetran, para perderlo, el poder excesivo y el dinero fácil. Margarita, Marta Sahagún…)

Pienso al teclear: detrás de la máquina de escribir, esta misma que ahora utilizo, recibía a Margarita, que aún no alcanzaba el rango de «doña». Aquí sigo yo, tecleando para comer. Hace rato comí para luego teclear. Margarita, en cambio, tras de una borrachera sexenal que desangró las arcas de una comunidad pobre y se apoderó de los dineros de todos, que serían para beneficio de todos, se nos ha vuelto signo y símbolo, seña de identidad de esa familia de sinvergüenzas que se quedaron sin nada más que dinero después de que acapararon tanto; que han caído a mal vivir atejonados en su madriguera; que viven, que sobreviven su precaria libertad gracias y a causa de la impunidad de unas leyes alcahuetas y unos señores justicias más alcahuetes todavía. Margarita, José L. P, Rosa Luz (y Sastra, el día de hoy, y Marta…)
Esos son los execrables que sobreviven apenas, a penas, atenidos a un olvido que no llega, y a quienes miramos con desprecio y aborrecimiento. Ah, Margarita, si por aquellos días hubiésemos sospechado el rudo destino que le aguardaba por haberse arrimado, de un chiripazo de la atolondrada fortuna, a esa fábrica de difuntos civiles que es el Sistema de Poder. Ah, Márgara, Margarita La Marta Sahagún de aquellos ayeres…

Pobre mujer, dije entonces, despojo de reina de utilería (de inutelería). Margarita, ¿se comerá esta mañana tan tranquila ella, las buscas del botín sexenal, ese que fue del boato, de la ostentación, el despilfarro, el alarde y la prepotencia, la(s) pompa(s) y circunstancias? O muy al contrario, Margarita: ¿experimenta usted a estas horas el aniquilamiento que produce todo el descrédito y todo el aborrecimiento de todo México? A saber…

Lo anterior, mis valedores, lo redacté como reacción a la noticia que apareció en octubre de 1988 en la sección de espectáculos del matutino, donde el periodista entrevista a la actriz Silvia Pinal: «Se dice que su socia, la señora Margarita López Portillo, no está de acuerdo en que el teatro lleve el nombre de Silvia Pina). ¿Qué hay de cierto en la noticia?»

Contesta la actriz: «Afortunadamente, en ningún momento ha existido ese problema. Desde hace mucho tiempo se había tomado esa decisión. La señora López Portillo no es la única socia, están sus hijos y sus nietos. Ellos mismos decidieron que el teatro llevara mi nombre y yo acepté. Yo creo que los rumores surgieron porque hace unos días se quitó mi nombre de la marquesina. Lo que pasó fue que se están realizando pruebas con el tipo de letras, para escoger el color y material. Cuando ya se escogieron esos detalles, se quitaron las letras para hacerlas en forma definitiva Todo han sido especulaciones de la gente. La señora López Portillo sigue siendo mi socia, cada una participamos con un cincuenta por ciento».

Y la noticia del matutino fechada en febrero de 1992:

«La doña Margarita -cuya apariencia por cierto, ha sufrido cambios dramáticos para bien y está guapísima- ha adquirido en propiedad el imperio editorial que fuera de la familia Ampudia, y ahora es dueña de las publicaciones Play Boy, -a través de las antiguas cabezas Signore y Caballero– (que sólo se venden por suscripción). Además, la culta dama es propietaria de la estación televisora canal 2, de Reynosa; del canal 17 en Nuevo Laredo; de Radio Cristal, del Distrito Federal, y de veinte estaciones más de radio en el área fronteriza. Para quienes se quejan de que algunos funcionarios públicos son entrenados a todo costo, para luego desperdiciar sus conocimientos, sirva de mentís el ejemplo luminoso de Margarita López Portillo«. Ah, México. (Nuestro país)

Se nos fue Margarita

Y se fue según lo determinaron sus propios merecimientos: a lo subrepticio, sin hacer ruido y sin que a nadie, o casi nadie, importara su muerte Esto, cuando en vida tanta estridencia provocó durante sus seis años de gloria efímera, los del gobierno de su hermano, experto en las artes del nepotismo, López Portillo. Por cuanto a las predaciones que perpetró al arrimo del tal hermano, Margarita se nos escapó (a mi, a ustedes, a la justicia); logró huir sin pagar su deuda porque vivió atejonada tras unas instancias justicieras alcahuetas y logró una muerte oportuna, tan inoportuna Margarita dejó de existir hace lustros. Hace un par de semanas falleció, con tanto que nos queda a deber. Clamaba el entonces López Portillo cuando candidato del Tricolor a la presidencia del país:

¡Arrojen del PRI a los pillos! ¡El Partido no es cueva de ladrones! ¡Denuncíenlos, porque el PRI no es pantalla de pillos! ¡Las causas del PRI no son ni los prófugos ni los aprovechados! ¡No a los que sólo se escudan en el Partido del pueblo para enriquecerse y robar impunemente..!
Como para leer entre líneas. Semejantes conceptos encierran su muy buena moraleja, ¿pero cuál? Piénsenlo.

Todo esto lo traigo a cuento (a remembranza), porque hace apenas un par
de semanas se nos fue de este mundo esa Margarita que, con el propio López Portillo, se escudó en el Revolucionario Institucional para enriquecerse y robar a lo delirante e impune Es México. Yo afirmo lo anterior porque aplico, simplemente el sentido común, y digo a todos ustedes:

Yo conocí a Margarita La visité en su casa de la Colonia del Valle En su compañía (no de la casa, no de la colonia- de Margarita) bebí la taza de infusión de manzanilla que me ofertaba Modestas, clase media baja las tres: la infusión, la casa la Margara Pero cosas veredes que harán retumbar la tierra, que dijo el iluminado inmortal. Cosas veredes…

A ver: conocí a Margarita en 1968. La López Portillo era, y no más, por aquellos días, una señora de clase media de mediano pasar. La conocí por culpa de un cierto trabajo mío, literario, que se publicó en la revista Rehilete de la que ella formaba parte en el consejo de redacción. Entonces, y en calidad de entrevistadora, la susodicha me entregó un cuestionario que, una vez contestado, se publicaría al final de mi contribución literaria En vez de la entrevista apareció el texto siguiente:

«Margarita López Portillo a Tomás Mojarro: A la presentación de un cuestionario extenso, qué opina de la tentación, qué pecado no tolera en el prójimo, cuál es su concepto del pecado, etcétera que quiere escritor una respuesta festiva grave sincera en ambos casos, tal vez, y coherente con el contexto general de este número, a que el propio escritor ha contribuido a dar cuerpo. Tomás Mojarro se entera del mismo cuestionario y responde en forma escueta que, habiendo leído todas las preguntas, se rehusa a contestarlas». Sin más.

Margarita era una mujer tímida que a la hora de las confianzas me reveló cómo solía tramar guiones para Televisa que el monopolio siempre le rechazaba «Mi sueño dorado es que algún día me acepten una telenovela». Me reveló su seudónimo: Sibila «Una diosa, o algo así». Le expliqué todo lo referente al personaje mitológico y, porque la vida nos apartaba la dejé de ver. Cuándo íbamos a imaginarnos, ella y yo mismo, que la Moira estaba por maltratarla tan rudamente. Y fue entonces; entonces fue…

Yo, atónito y aturdido ante la metamorfosis de aquella tímida Margarita que se producía ante mis niñas, las de mis ojos, me senté ante la máquina de escribir y redacté el texto siguiente una tarde de 1983, me acuerdo:

«Y así fue De repente vino el remolino y nos alevantó. De un día para otro se desató el ciclón y experimentamos el vértigo, y yo asistí – con el asombro en las pupilas, a la transfiguración de aquella buena mujercilla, que en todo había sido apenitas en el símbolo rutilante de un sexenio que fue de alucinación, despilfarro, frivolidad. ¿Se acuerdan, mis valedores, de aquel rebumbio, del bataclán y el boato, la prepotencia la ostentación y el brillo postizo de una Margarita que (como hoy una cierta Marta, agrego este viernes) amaneció a ser reina y señora de una corte de los milagros en donde de todo había, menos decoro? Sí, aquella soberana de hojalata y sololoy a la que enloqueció una abyecta adulación, hermana de la ostentación y lo vacío de contenido, tanto más sonoro cuanto más vacío. Qué tiempos. Qué sexenio aquél. Para calibrar la falta de decoro y la capacidad de servilismo y bajeza de todo un varón de pro, pero que de ser novelista descendió a la tenebra politiquera y con ella al ejercicio del servilismo, ahora mismo les muestra.. (Mañana)

Barrio Bajo, Barrio Alto

Una acequia de aguas limpias cruza el primero de los dos barrios. Sus habitantes la corrompen con sus desechos, y en calidad de aguas negras, pestilentes aguas, va a desembocar en el Barrio Bajo. Cierto viajero, en mayo de hace exactamente un año, presenció la mega-marcha de los damnificados en la explanada del Barrio Alto y la consiguiente golpiza de los policías al servicio de habitantes del citado barrio a todo marchante, hombre o mujer. «De manera simultánea con las mega-marchas, les aconsejó el viajero, ¿por qué no levantan una cortina de concreto que desvíe las aguas negras antes de que les corrompa el Barrio Bajo?» Ellos aceptaron, y el viajero siguió su camino. Ahora, un año después, regresaba y presenció la copia al carbón de lo ocurrido año con año, por estas fechas. Entonces…

??De nueva cuenta golpeados. Golpeados una vez más. Qué aguante.

??Madreados en la madre de todas las mega-marchitas, qué le parece.

??¿Y el río? No le desviaron la corriente, ¿verdad?
??La desviamos, pero la arena nomás no aguantó.

??¿Arena? ¿Una cortina de arena? ¿Arena, y no más?

??Pero harta arena, y de la mejor calidad.

??¿Arena, y no más?

??¡No nos venga a decir que no necesitábamos arena!

??Claro que necesitaban arena, como precisan las mega-marchas, pero arena como ingrediente, no como sustituto de todo el concreto. Alambrón, grava, cemento, en fin.

??Con la pura arena lo logramos en un principio. Unos días disminuyeron la corriente de aguas negras y el hedor. Pero la arena se chorreó.

??¿No era concreto lo que iban a utilizar para la cortina que desviase las aguas corrompidas?

??No, pues sí.

??¿No era concreto macizo para desviar las aguas?

??No, pues sí.

??¿Y qué fue lo que utilizaron?

??Pues arena. Así lo determinó el alto mando; los estrategas de lucha

??¿Y ahora qué estrategia planean sus estrategas?

??Pues arena Sí, arena, pero de mejor calidad que la de la vez anterior. Y el doble de arena Ya la estamos amontonando frente a la corriente de las aguas con que nos contaminan los del Barrio Alto.

??¿Y si los resultados les muestran que la pura arena así sea mucha y de la mejor calidad, no les da resultado? ¿Entonces qué medidas planean aplicar sus estrategas de lucha?

??Pues entonces que se cuiden los del Barrio Alto, porque el alto mando está planeando una mega-marchita como nunca antes. ¿Contamos con usted?

??¿Otra mega-marchita, como cada año? ¿Otra por más que la Historia y la realidad objetiva les demuestren (como se lo están demostrando a estas horas) que la sola mega-marchita es un recurso necesario, pero suficiente?

??Oiga no, tampoco me va usted a salir con que está de acuerdo con los compañeros del otro sector, cuyos estrategas se decidieron por la peregrinación. Eso no es más que pensamiento mágico, no conocimiento científico como el que nuestros guías utilizan para dar una pelea efectiva contra los adversarios del Barrio Alto.

??¿Conocen sus estrategas el pensamiento dogmático, profundamente conservador más allá de sus proclamas, que por estridentes ustedes toman por «revolucionarias»? Semejantes estrategas, a pesar de su evidente buena fe, ¿saben pensar, salir de la rutina que caracteriza a todo mediocre, y crear estrategias? ¿Conocen la historia se basan en las enseñanzas de la Historia esa estrella polar del auténtico revolucionario?

??¿La historia de quién, digo? No, ellos saben de todo. Los estrategas no saben fallar. Saben de marchas, las vienen estudiando desde las de los maestros y ferrocarrileros allá a fines de los años 50, calcule si saben de técnicas, tácticas y estrategias…

??¿Y ahora qué solución instrumentan?

??Más arena que es decir más mega-marchitas. ¿Qué, se nos agrega? ¡Este puño sí se ve! ¡El pueblo unido jamás será vencido! ¿Qué dice, le entra?

??Bueno, ¿pero quiénes son sus estrategas de lucha?

??Lógico, mi señor, la crema y nata de» la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. ¿Qué, le entra a la mega-marchita o le saca a los tiznadazos? Porque de que va a ser madriza la va a haber. Pero nosotros no sabemos rajarnos. Nosotros, mi señor, a aguantarla ¿Qué, le entra..?

El viajero agachó la cabeza (Qué más…)