Y no un panda alborotado

Aprended, flores, de mí – lo que va de ayer a hoy – que ayer maravilla fui – y hoy sombra de mi no soy…

Muy cierto, mis valedores, y esto se refiere al asunto de los osos panda, que traté el viernes pasado. Tales animalejos, ayer consentidos en el zoológico de Chapultepec, hoy no son ni su sombra; y si no: ¿qué fue del tal Chía-Chía, qué es de él en este momento? Después de arrastrar por Dublín su estigma de judío errante, hoy como ayer, Chía-Chía es animal execrado, vilipendiado, expulsado de su jaula, del zoológico, de todo Chapultepec.

Y aquí lo inaudito y que debiera avergonzarnos: aborrecido por los visitantes del zoológico instalado en los pinos, Chía-Chía anda moviendo sus influencias para manejar, una vez más como hace años, a todo el animalero de miércoles, ante el que fue el rey, el pavo real de todo el gallinero. El aborrecido dañero quiere volver, y para bochorno de tantos, lo está logrando. «¡Mothernización, compatriotas! ¡Pronasol..!» Toco madera.

Vino más tarde un cierto oso panda que a todos nos pasó a pandear. Inofensivo parecía, e insignificante tras de sus antiparras, pero el felón enseñó las uñas y nos vino a resultar, con Echeverría, el peor, y nos embobilló Fobaproa, rescate carretero y una deuda externa aumentada como maligno tumor. Canceroso. No por propia iniciativa nos pasó a tiznar, que sólo acató las órdenes de su domador, un tío Sam, del que el panda vivió, por el que vivió, con el que vivió y vive hoy día, donde el tío lo tiene y mantiene domesticado en la jaula -de oro- de algún zoológico en Washington. Y de repente, como si no tuviéramos bastante con la maldición de tantísimos pandas…

De repente, fantasmón fachendoso, figurón de utilería, promesas de alfajor y azúcar cande, ahí nos trajeron al zoológico al panda que llegó entre bravos, y vítores, y chiquitibunes, que hasta parecía la pura verdad. Apenas en el zoológico e instalado en su jaula, veterinarios y guardabosques agarraron por su cuenta la imagen del allegadizo; la fauna del periodismo, hormiguita industriosa, se encargó de transformarlo, de inventarle carisma y sacarle personalidad, magia y encanto. Al tanto por ciento y nos llevamos tanto. Así, de anoche al amanecer, un panda zafio, ignorante, corrientón y vulgar, fue metamorfoseado de gusano en crisálida y de ranchero patán en divino rostro. Y aquello fue arrodillarse frente al milagro de pacotilla. (Milagro cuyos fulgores iban a durar apenas cien días, al término de los cuales el becerro de oro comenzó a enseñar el cobre…)

Ah, tiempos calamitosos los que se abatieron sobre Chapultepec, con el panda en periódicos, revistas del corazón, cinescopio:

– ¡Chiquillas y chiquillos! ¡Crecimiento al 7 por ciento anual! ¡Un millón 300 mil empleos al año! ¡Vocho, tele y changarro, chiquillas y chiquillos!

Día y noche, noche y día, y la queja de chiquillos y chiquillas:

– Jijo de su mal dormir. A este panda carbón ya lo veo hasta en la sopa.

– Exactamente de lo que nos vino a privar: de sopa.

Porque ándenle, que el panda se nos pandeó; cruza de perdierón y jirafa, se alzó sobre dinosaurios y cocodrilos, sierpes y orangutanes, tepocatas y víboras prietas; pero, carácter de malvavisco, fauces, cuernos y pitones me lo cogieron, y colmillos y garras lo hicieron garras. Pero cuando todo indicaba que nada pudiese ser peor, de repente, tíznale, que el panda liga romance con la Tohuí, una panda adulta de origen desconocido; y válgame, qué culequera se traen en pleno zoológico, que ni quinceañeros de CCH. La de besos y caricias, de sobadas y arrumacos, y mensajes de amor, que entrambos justificaban el apicarado cantar: «Vale más torear un toro -que no a un viejo alborotado…»

Tohuí: liendre resucitada, todo fue verse en el zoológico de los pinos en Chapultepec y sentir mimos y halagos de los validos que a balidos la sobrevaluaban hasta la náusea, y como todo mediocre perdió la dimensión, la ponderación, la autocrítica. Ahí, tíznale, el esperpento de la «primera dama», Eva Perón de pacotilla, lamentable espectáculo de una Tohuí que ayuna de valores morales, perdió pisada, se embriagó, embragó, metió velocidad y sufrió vértigos. Soberana de opereta, echóse encima las candilejas y se chupó medio presupuesto de todo el zoológico en lujos, caprichos y demás oropeles. Su figurilla engrandecía poniéndose de puntitas, changuita que con piruetas ridiculas distraía a los visitantes del zoológico mientras se dedicaba a robar (la atención), todo con la anuencia de un panda bonachón y pastueño. Los visitantes, incómodos con su protagonismo, repetían el dicharajo:

Aunque la panda se vista de seda, Tohuí se queda. Y de repente…

Mis valedores: ¡la cloaca se destapó y su pestilencia contaminó todo el zoológico! La panda tenía panditas, los dineros enloquecieron al clan, y… (Eso, otro día.)

Zoología fantástica

Tarde pizarrosa que trizan repentinos relámpagos y rayonean unas lloviznas que me contristan el ánima y oríllanme al suspiro, la laxitud y el oficio de los viejos: recordar. A mi oído Bach, la terca lluvia ante mis pupilas y allá, por los rumbos de Chapultepec, aquellos vapores neblinosos que difuminan el verde y los ocres. En silencio contemplo los álamos, los ahuehuetes vetustos y unos pinos ya mortecinos, atacados de plaga incurable, irreversible, mortal. A la mente se me viene la evocación, al ánimo la tristura y al pecho el suspiro. Contemplo los álamos, contemplo los pinos; el ánimo resfriado, digo entre mí, ensombrecido: la sección de los pinos hiede a formol.

Porque, mis valedores, al tiempo que todo en Chapultepec es vida, retoño y floración, que la buena tierra guarda humus y mantillo con qué vivificar aquello que el invierno dejó mortecino, tal parece que a la sección de los pinos la azotea lóbrega maldición: en los pinos, dígame alguno de ustedes si miento, todo nace y crece horro, estéril, improductivo, que a los visitantes sólo produce desilusión, desencanto, desesperanza. Iracundia, luego diré por qué.

Sí, que contemplando la sección de los pinos con todo y zoológico (a prudente distancia, no me vaya a contagiar la salación), se me vienen a la mente aquellos tiempos, qué tiempos aquellos, en que la honorable familia de los osos panda eran los animales consentidos del zoológico. Uno tras otro, del primer Pepe-Pepe al actual, en su momento disfrutaron de atorrenciada popularidad que yo siempre consideré inmerecida. Semejantes animales habitaron durante años al arrimo de los pinos, y fueron tratados a cuerpo de rey, de autócrata, de dictador, De dios sexenal, me acuerdo.

Del primer panda me viene la advocación. Oso panda como era, pandeó a muchas de las víctimas de su instinto asesino porque, fiero de aspecto, tenía (tiene todavía, encuevado en si jaula de San Jerónimo) unas garras de oso, pero unos ojos de tigre, y de tigre las entrañas. Al arropo de los pinos anduvo suelto, y nunca llegó a estar, como debiera, tras de las rejas de alguna jaula. Achacoso hoy día, y enfermito de almorranas si no miente el dicharajo: «Al que obra mal se le pudre el culantro». Y ese obró mal y dejó su reguero inmundo desde Tlatelolco hasta Ribera de San Cosme, y siguió con su regazón. Impune.

El difunto Pepe-Pepe, ¿lo recuerdan ustedes? Un frivolo que congregaba pompa(s) y circunstancias, y rosa, luz, alegría y muchedumbres de ventajistas que se desvivían aplaudiéndole sus dichos y gracias y carantoñas de irracional. Ya descansa en su paz, que una embolia se lo llevó ala verno. En la jaula metieron a cierto ejemplar de oso que más que oso panda nos resultó un oso gris. Gris, y mediocre pero gris rata, que supo sacarle a los pinos toda su trementina. En dólares. Vive el panda todavía, con jubilación millonaria.

Y de repente, mis valedores: desagradable de ver, sietemesino, rostro de artesanía popular, absoluta carencia de armonía y un aspecto total de mediocre, ahí nos cae al zoológico y se ahija a los pinos todo un ejemplar de panda dañero. Chía-Chía, sí. Y a su llegada a los pinos, donde se ubica el zoológico, allá van micrófonos y periodistas, cámaras y reporteros enlazados de costra a costra y de frontera a frontera. Y al animalejo inventarle carisma, sacarle personalidad, magia, don de gentes, encanto personal ¡a un Chía-Chía que era la viva estampa de la mediocridad: feo, cascorvo, pelón, orejón, rostro asimétrico chicoteado de tics! Quien como el periodista para transformar un fiambre en toda una fina estampa, y un mísero cocuyo en el Quinto Sol, y un gusano en crisálida, y un oso panda en rey. Esto durante seis años justos, que con él resultaron injustos de punta a rabo. El reportaje del matutino:

«El gran movimiento en el aeropuerto fue motivado por el arribo de Chía-Chía, que llegó de Chicago». Después íbamos a comprobar que de Chicago se trajo las mañas y las mafias de Al Capone. Que venía a «contraer nupcias» con alguna osa mexicana. ¿A contraer nupcias? ¡A violarla, vejarla, desflorarla y saquearla, y empobrecerla todavía más, padrotillo valido de la ocasión! Es hoy inquilino, con toda su parentela, de la nota roja.

El reportaje: «Chía-Chía fue transportado inmediatamente al zoológico de Chapultepec, donde fue colocado en un albergue aislado en tanto se aclimata y se acostumbra a sus nuevos compañeros». (A los que nunca logró acostumbrarse: Colosio, los Ruiz Massieú, más de 300 perredistas de los honestos de la base social, no de los amulares, cáfila de bergantes.)

¿No es cierto, mis valedores, que el tal Chía-Chía nos vino a resultar un panda de muy buenas acciones… de teléfonos, que luego malbarató «al amigo Slim», uno de sus tantísimos prestanombres?

Y siguió la historia de las y los pandas, y Chapultepec volvió a llenarse de las y los tepocatas y víboras prietas, y… (Esto, después.)

¡Derechazo a la mandíbula..!

-¡Ligado al ganchazo al hígado y el recto al mentón! ¡Qué pelea, señores aficionados, qué pelea..!

Muy cierto, mis valedores; qué pelea. Yo, que detesto la violencia (box, luchadores, pena de muerte, corridas de toros, palenques y similares), acalambrábame en la Carpa México, tensa la boca y amargos los nervios (al revés), los aullidos del gritón del micrófono reventaban en las orejas:

-¡Qué golpazo abajo del cinturón! El peleador está recibiendo brutal castigo con ese cruzado de izquierdas (al estilo del talamantero Jesús Ortega y ese Pablo Gómez cooptado de Echeverría, imagínense), y un derechazo con la contundencia de El Yunque, el mentón al recto (al revés, el recto al mentón) y el cabezazo en el desflorado, o sea el párpado! ¡El peleador se enconcha, se desmadeja, está noqueado sobre piernas de hilacho! ¡Lo vemos tambalearse, va a caer, suena la campana! ¡Las asistencias se lo llevan a rastras hasta su esquina! ¡Qué pelea, señores aficionados, qué pelea..!

Qué pelea. Finalizó un episodio más, con el peleador en muy malas condiciones y recibiendo el auxilio de las asistencias. Patética estampa la del pugilista: despatarrado en su esquina, tembloroso al castigo que recibió, jalando aire, bagre fuera del charco. Qué desastre de físico, qué ruina de peleador, cuánto lo han castigado los derechazos de Fox (San Cristóbal, El Tamarindillo), la tepocata Abascal y las víboras prietas Norberto y Onésimo, las muchas faldas de Marta y los sospechosismos de los Bribiesca, y principalmente ese ventajista, montonero y aprovechado que con malas mañas de peleador sucio me lo acribilla en el cuadrilátero: el TLC, neoliberalismo de la competencia ruinosa, desleal, asimétrica. Qué pelea, señores, qué pelea…

Y todavía lo que falta hasta el 2006, si no es que antes se produce fulminante nocaut. Dos tarascadas de un aire viciado (smog, materias fecales) y a seguir enfrentando a un contrincante tan ventajista como entero todavía. A quién se le pudo ocurrir enfrentar a un pesito mosca con mastodonte tal…

Ya va a sonar la campana; zafarrancho de combate, por más que combate es un decir. La ruina de peleador, esa piltrafa de guangoche calzón tricolor, tendrá que acudir al centro del cuadrilátero. A querer o no… de costal durante un episodio más de tan bárbara contienda, que se avizora mucho mas rudo que los cuatro anteriores. Y ya le apronta el pomo (de amoniaco) para volverlo en sí -el pobre ya anda volviendo en no-, y ya le escupe en la cara gargajos y buches de agua, y ya le unta en las heridas boquetes de vaselina y le masajea el cogote mientras en la izquierda (la oreja; él es de derecha fanática) le indica la táctica de pelea. En susurro.

– Me cái que soy yo el que me voy a suzurrar, don Fox. Y cómo tiznaos no, si ese méndigo TLC me embombilla, como supositorios, nabos, chayotes y huevos de yema cuata con arancel cero, ¿se imagina, don Fox?

– Tú tranquilo, mi buen. Tú procura cauntearlo, mantenerlo a distancia. Jabéalo, fintalo, cánsalo. Hasta orita le estás parando
sus mejores golpes.

– Pos sí, pero se los paro con el hocico. O sea: ¿perderé por nocaut?

– Por la decisión de los jueces no te preocupes. Con el mero fregón me llevo de a cuartos y manitas calientes. Bush es mi cuáis, ¿cómo la ves?

De la tiznada, quiso responder, pero como ver, ya nada ve que no sean estrellitas más encueradas que las del canal de las ídem: el pómulo izquierdo lo tiene inflamado, con un tajarrazo como desde Echeverría hasta Fox. El otro no; aquí la ceja no fue dañada, porque ceja ya no hay, que de cuajo se la arrancó el neoliberalismo; de ceja le quedó el puro rastro y una pelusa tinta en hemoglobina, un cacho de cuero cabelludo y un tomate con la niña más desflorada que si hubiese viajado en microbús, y la retina desprendida y el pómulo vuelto una papilla que se confunde con la papilla de la nariz. Y qué manera de aventar, por lo que le queda de labios, mole con rajuelas de lengua, raigones de premolares, cachos de glotis y de epiglotis. Me da una lástima…

– Ahí la llevas, mi buen. Si logras noquearlo nos dan el empate…
Ahí fue. Con lo que le queda de vista, el redrojillo se queda viendo al manejador, y con lo que le resta de cuerdas vocales le dice en un hilo de voz:

-¿Y qué, don? ¿A partir de 2006 vamos a seguir con esta misma táctica de pelea, que ustedes me vienen aplicando desde 1982 hasta hoy, hoy, hoy?

-Sí, pero con otro manejador. ¿Qué te parece un «hombrecito» o un Peje macabrón? Aunque viéndolo bien, lo que tú necesitas es un buen Madrazo…

Al madrazo tragué saliva. Sonó la campana. Los fruncí y ahí voy, al siguiente. (Dios.)

¿Era odio, compasión…?

¿Qué es lo que Joel R. Poinsett sentía por el México recién nacido…?

Tal se pregunta, mis valedores, la editorial Contenido, que publicó las «memorias del primer embajador norteamericano en nuestro país». De ellas rastrillo los párrafos que considero más a propósito para mostrar a todos ustedes una evidencia: que desde Poinsett hasta «Tony» Garza todos los agentes enviados por Washington han resultado (quién más, quién menos) verdaderos «castigos» para nuestro país. Del México antiguo se enorgullecía el meshica, su fundador:

Mientras el mundo permanezca no acabarán fama y la gloria de México-Tenochtitlan…

Elogio que difiere de la visión expresada siglos más tarde por el viajero y primer embajador de los Estados Unidos en México-Tenochtitlan. Ya instalado en esta ciudad capital, aquí la versión (aversión) personal que «transmitía a sus amigos en EU». A muchos nos escuece, pero…¿exageraba Poinsett?

«Hay cuando menos 20 mil habitantes en esta capital, cuya población no excede de 150 mil almas, que carecen de domicilio fijo y de modo visible de ganarse la vida. Después de pasar la noche a veces al abrigo y a veces a la intemperie, salen en la mañana como zánganos para mendigar, robar y en último caso trabajar. Si tienen la suerte de ganarse algo más de lo necesario para sus subsistencia, se van a la pulquería. Ahí, hombres y mujeres tirados en el suelo, durmiendo la mona (…) Son rateros y carteristas sumamente diestros.

El mercado: «Multitud de léperos, a quienes me advirtieron que no tocara, pues sus sarapes hierven de bichos asquerosos».

¿Inseguridad pública, problema exclusivo del México actual? No, que ya en 1822 lo atestiguaba Poinsett: «Los comerciantes de México pidieron licencia para exportar el numerario desde meses antes, pero se les dijo que los caminos estaban demasiado inseguros para permitir el transporte de valores a Veracruz; que se hablan dado pasos para extirpar a las hordas de bandoleros que infestan esta región del país; que se daría aviso tan pronto pudieran pasar las conductas sin peligro. (…) Teníamos pensado ir al teatro y tomamos nuestros sables para poder regresar a casa de noche sin peligro. Esta les parecerá una extraña precaución en un país civilizado, pero aquí es absolutamente necesario. El portero de nuestra casa, al verme salir de noche, recién llegado, sin armas, me censuró por lo que tuvo a bien calificar de temeridad mía; me dijo que eran numerosos los robos y los asesinatos…

Comercios y comerciantes. «Los ingresos del gobierno derivan de los derechos sobre importaciones y exportaciones, de acuerdo con el arancel formulado a gran prisa y cuajado de errores. Como consecuencia de los altos derechos y del modo arbitrario de cobrarlos, se introducen de contrabando mercancías en gran cantidad…» (¿Ayer nada más..?)

¿Y qué hay de la deuda? ¿Qué de la burocracia? «La deuda del gobierno anterior ascendía a 36 millones. La acumulación desde entonces, a causa de reclamaciones y préstamos forzosos, que han sido los medios a que ha recurrido el gobierno para suplir las deficiencias, ascienden a unos 25 millones, lo que hace una deuda nacional de 61 millones de pesos». El presupuesto para el sostenimiento del gobierno es muy elevado, y el número de personas empleadas en los diversos ramos de la administración aumenta, de modo excesivo, los gastos de ésta». ¿El agro? «Ese, consigna Poinsett, está completamente arruinado».

¿Justicia en México? «Los abogados: un gremio numeroso y la práctica de la abogacía no es, como en EU, un llamamiento a la justicia imparcial, sino al arte de multiplicar actuaciones y de aplazar resoluciones hasta conseguir el apoyo del juez por medio de influencias y sobornos…»(¿Así era?¿Ya no…?)

Las mujeres: «Las casadas son de modales muy agradables. Se dice que son fieles al amante favorecido y que una intriga de esta clase no afecta la reputación de una dama».

La religión: «Sienten placer infantil al marchar en procesiones y para ellas se visten del modo más fantástico, y los sacerdotes han considerado necesario permitirles que mezclen sus danzas y mojigangas con las ceremonias católicas (…) Son los campesinos, sobrios, industriosos, dóciles, ignorantes y supersticiosos. Dejan que sus sacerdotes los manejen para bien o para mal. Los sacerdotes ejercen una influencia ilimitada sobre las clases bajas y altas y se oponen a las libertades civiles (…) El clero posee fincas muy extensas y ricas, y una proporción bastante elevada de las tierras está hipotecada a su favor».

¿Valoraban los mexicanos su recién conseguida libertad? (Eso, y la funesta relación de Poinsett ¡también con el pueblo de Cuba! un día de estos.)

Te odio, México..

El cierre del consulado de Nuevo Laredo fue una manera de castigar a México (Tony Garza, embajador de EU en nuestro país.)

Pero no sólo este Garza, mis valedores. Quién más, quién menos, todos los representantes de Estados Unidos en nuestro país nos han resultado funestos, con saldo trágico para la historia de México. Ahí está, por ejemplo -para mal ejemplo- ese estereotipo de embajador nefasto que fue Henry Lane Wilson, quien así lo asentó en sus memorias:

Aquel 18 de febrero de 1913 determiné que yo debía adoptar bajo mi propia responsabilidad una medida decisiva para restaurar el orden en México.

La revelación del agente de Estados Unidos ante el gobierno maderista se consigna en el documento titulado (¡imagínense!): «La gestión humanitaria de la diplomacia norteamericana»; una gestión humanitaria que culminaría con el asesinato de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez y la usurpación de Victoriano Huerta en la presidencia del país. Clamaba el pasado jueves Rayuela, de La Jornada:

Ya no sabe uno qué indigna más. La prepotencia de las autoridades de allá, o la tibieza de las de acá.

Tibieza y algo tantito peor de los gobiernos mexicanos frente a las desmesuras de unos Wilson, Gavin y Garza a cual más de dañeros, según consigna la Historia acerca de los diplomáticos con que Washington nos ha «castigado», desde el nefasto que inició la sucesión de los tales, aquel Joel R. Poinsett criticado por el Dr. José Ma. Luis Mora y demás pensadores de su tiempo. Este Poinsett de amarga memoria fue el azote que en 1824 se iba a empalmar de la Doctrina Monroe. Lo revela el historiador Pérez Verdía:

Estados Unidos reconoció la independencia mexicana enviando por Ministro Plenipotenciario a Mr. Joel R. Poinsset, quien ejerció un pernicioso influjo en la política fomentando la frac-masonería (…) Siguiendo tan funesto ejemplo, el partido exaltado cuyo jefe era Guerrero, estableció con ayuda de Poinsett el rito yorkino.

Este dicho Poinsett había venido previamente a nuestro país, y tanteado el terreno para sus maquinaciones, y explorado las posibilidades y ventajas para el Norte rapaz. De su diario de viaje, publicado por la editorial Contenido, cito los párrafos que me parecen los más significativos, algunos de ellos, para nuestra mala fortuna, todavía actuales el día de hoy. Juzguen ustedes. Para empezar, el viajero retrata el México con que se vino a topar. Lo negativo:

» ¡Cuántas dificultades, peligros y privaciones! Sin nada qué comer, excepto tasajo o carne seca; sin nada que beber, excepto pulque. Ventas carentes de lo más necesario y horriblemente sucias; ladrones en cada paso de la montaña, gritos y chiflidos. Estuve escuchando un largo catálogo de miserias y peligros a los que tendré que enfrentarme…»

El arribo a la ciudad y puerto de Veracruz y la visión de Poinsett: «Está rodeada de médanos y charcos de aguas estancadas, lo que en el trópico es causa suficiente para engendrar el vómito negro y la fiebre biliosa. No obstante la apariencia de limpieza de las calles observé zopilotes y otras especies de buitres que volaban sobre la población posándose en las azoteas, señal de la presencia de materias corrompidas y putrefacción animal».

Las impresiones del viajero que más tarde, por encargo y para provecho de Washington, fundaría en México la logia masónica de los yorkinos: «Es imposible, sin haberlo experimentado, darse una idea del tormento que implican las sabandijas que se arrastran, brincan y vuelan, en este país. Las chinches y otras cosas peores, sin hablar de las pulgas y los moscos que pican de noche, y los roedores y jejenes que lo hacen de día (…) Al fin nos instalamos en «La Gran Sociedad». Por fuera se veía bien, pero las piezas estaban tan sucias que el individuo que las limpió, tuvo que emplear una pala antes que la escoba. A fuerza de sobornos conseguimos dos sillas y dos catres de campaña…»

En la ciudad de Puebla, Poinsett alaba la belleza de su catedral, pero… «En medio de todo este esplendor entraban indios miserables y semidesnudos, que nos veían boquiabiertos o se arrodillaban ante el altar de algún santo predilecto, ofreciendo un contraste tan especial como doloroso frente a la magnificencia del templo».

Pero en justicia, mis valedores: de esta visión del viajero a la realidad de hoy día, ¿hay mucha diferencia? ¿La hay en cuanto a ricos y pobres? «Entre nosotros (en EU) el forastero no ve ese sorprendente y asqueroso contraste entre el esplendor de los ricos y la escuálida penuria de los pobres que constantemente hiere sus ojos en México.»

De 1822 a 2005,183 años de distancia, ¿cuánto ha cambiado el país? (De esto, mañana.)

¡Ah changarro..!

Yo tengo un pecado nuevo, mis valedores: que si comí hasta hartarme, y con manteca, fue gracias a Manuel Bribiesca y demás hijos de Marta Sahagún. Aquí me dispongo a contar la historia, que tal vez me descargue de encima este peso mortificante. Por luchas no ha de quedar. Fue así:

Tarde lluviosa de ayer. Yo, desde mi ventana, miraba que la vida me pasaba por enfrente; dentro de mí lloviznaban vagorosas tristezas y un como amago de depresioncilla. La soledad, sí, esa menopausia de mi espíritu. En su duermivela el Rosco, pacífico en su vejez, parecía añorar aventuras eróticas de azotea al tiempo que tristón y como doliéndose de achaques de sordera, angustia y soledad, el Sordo infinito desgranaba las frases de su septeto. Yo, oyéndolo, aquella pinción, como en el pueblo decimos a la nostalgia. De súbito, ¿y eso? Al ruidajo de los recién llegados, la estampida del Rosco, que huyó por la ventila rumbo a los lavaderos, la azotea, a saber. Yo pistojeaba.

– ¡Mire a quienes le traje, mi querido bigotón!

Discretamente eludí el ósculo en la mejilla que me disparaba la Jana Chantal (travestí Es el Taño de día, vulcanizador de repelos de llantas que en plena cara nos avienta Texas). » ¡Y vienen los muchachos de la vulcanizadora! ¡Mire cuánto changarrero se vino a verlo! Acérquense, chamacones, que aquí el bigotón es manso. Domesticado. ¿No, queridito mío?

Con su sudada me la iban apretando (la mano). Los reconocí: vecinos míos todos ellos, todos dueños de changarros de las calles cercanas. «Soy el veterinario y me pongo a su disposición. No es porque yo lo diga, ¿verdad? pero tengo muy buena mano para capar. Sin dolor. A sus órdenes».

Entendí entonces. Mis valedores: ¿de qué sentido dotó Madre Natura al Rosco, que a los humanos no? El captó la presencia de un veterinario y rápido, la estampida Pero a nosotros nos cayeron los veterinarios priistas, nos llegó Fox, está por llegarnos alguno más.y nosotros sin detectar al enemigo histórico, y al contrario: a enfervorizarnos con él: «¡Con Montiel sí!» (0 con Calderón, el Bebeto, el Peje.)» ¡Con este Madrazo nos vamos pa’ arriba!» Dios…

– ¡Y mire por acá, a las muchachas de la estética unisex!

Mis valedores, una vez más: ¿por qué a mí Madre Natura no me concedió ese olfato (¿Olfato para eso? Toco madera) para detectar que del trío de estilistas: la chaparrita flaca, la chaparrita obesa y la alta, espigada, mini-mini de lcra con la que al ir a comprar mis huevines entrecruzaba ardorosas miradas (con la hembra, no con la licra) era no la Maude Minelle, sino un tal Romualdo Rendón, travestí?

– Le presento aquí a Chayito, de La Chorreada, donde compra usted sus chorreados, me refiero a sus huevitos.

Y así pasaron lista el de la tapicería, los cerrajeros, el de la pollería, el del tenderete de aretes y collares de fantasía, la del super-chiquito (changarro), el sastro (zurcidos invisibles) y el ropavejero (su pregón antes de Fox:» ¡Ropa usada que vendan!» Su pregón en Foxilandia:» ¡Ropa usada que compren!»)

– ¡Y la delicia! ¿No le hace agua, o sea la boca, mi querido bigotón?
Doña María Cristina destapó aquel platón que hagan de cuenta el lago de Janitzio, por la cantidad de chalupas que navegaban en él. Del changarro de fritangas. «Estilo Puebla las chalupas. Picositas. ¿Usté aguanta el chile.. ?»

– Pues mucho gusto, pero como que no entiendo todo esto…

La explicación: que hay una especie de inspector de mercados que a los changarreros del barrio los trae asoleados. Y que yo las interpusiera, mis influencias (¿influencias ? yo?) para que se los quiten de encima. Y cor mo para ablandar la cerrazón de las autoridades correspondientes: «Venimos a que publique usted, ¿verdá? que en nuestros negocios no está metido capital cual ninguno de los hermanos Bribiesca, y que ni les estamos lavando dinero ni…»

– ¡Sh..! ¿Quieren que les caiga encima una terrible demanda? ¡Meterse con los Bribiesca es casi tan peligroso como ser ecologista!

-Ah, ¿pues qué no se ha enterado de que otros changarros como ora Hacienda, la PGR, el cartel del Golfo y la Presidencia, Wal-Mart y Waldo’s Mart acaban de declarar que los hijos de Marta no tienen inversiones en sus negocios? ¿Y si Construcciones Prácticas SA de CV ya anda en lo mismo, nosotros por qué no? Y en prueba de nuestra buena voluntad para con usted…

La fritanguera me las puso enfrente, y lo bien que olían (sus chalupas), pero reaccioné a tiempo:» ¡María Cristina me quiere sobornar!» Primero me negaba, luego ofrecí pagar el precio de la docena y media de chalupas. Regaladas me las tuve que comer. Dejé una en el platón. Mordisqueada. Lástima: después de comer a costa de los Bribiesca tenía la esperanza de que este peso de encima se me bajara. Pero no. Ruda, esta indigestión. A ver a qué horas. (Marta…)

Cuestión de aflojarlo…

Lo que me recuerda (le recordó al maestro en la tertulia de anoche) La ley de Herodes ¿Conocen ustedes La ley de Herodes?

– Y cómo no la vamos a conocer los mexicanos -el juguero-, si esa es la única ley que se cumple Religiosamente en nuestro país, o sea: la ley de ese que nombran ustedes Nuevo Orden Mundial, con sede en Washington: «Esta es la ley de Herodes y aquí te tzhingas o te hodes». A la de a alilaya, ¿no?

– Aunque en el fondo es esa la misma, yo no me refiero a esa ley, sino al relato del estupendo humorista Jorge Ibargüengoitia. No es su relato mejor, pero ilustra la nueva amenaza que Washington lanza contra sus colonias al sur del Bravo. ¿Tiene usted ese libro de Ibargüengoitia, señor Valedor?

Lo tuve. Ya con él en sus manos, el maestro explicó el argumento y citó algunos pasajes. «La ley de Herodes: todo lo que nos impone el vecino del Norte y todo lo que tenemos que soportar, en ocasiones por la propia conveniencia. Aquí el arranque del cuento, donde el joven protagonista narra sus inicios marxistas y su relación episódica con el Imperio del Norte».

«Sarita me sacó del fango. Antes de conocerla el porvenir de la Humanidad me tenía sin cuidado. Ella me mostró el camino del espíritu, me hizo entender que todos los hombres somos iguales, que el único ideal digno es la lucha de clases y la victoria del proletariado; me hizo leer a Marx y Engels, ¿y todo para qué..?» Muy marxistas él y Sarita, pero como buenos pragmático-utilitaristas, ambos solicitaron la beca de la Fundación Katz para ir a estudiar a los Estados Unidos. Y a someterse a los exámenes correspondientes, que pasaron sin dificultad, hasta llegar al examen médico. Ambos, al siguiente día, tendrían que presentarse con sus muestras «del uno y del dos». Mortificante.

«¡Ah, qué humillación! ¡Recuerdo aquella noche en mi casa, buscando entre los frascos vacíos dos adecuados para guardar aquello! ¡Y luego, la noche en vela esperando el momento oportuno! ¡Y cuando llegó, qué violencia! Cuando estuvo guardada la primer muestra volví a la cama y dormí hasta las siete, hora en que me levanté para recoger la segunda, guardé los frascos en bolsas de papel para evitar que alguna mirada adivinara su contenido».

Y que en el lugar de la cita tuvo que esperar a Sarita, pues ella había tenido cierta dificultad en obtener una de las muestras. Que ella, como él, llegó con el rostro desencajado y su envoltorio contra el pecho. Que se miraron sin hablar, conscientes de que su dignidad humana como nunca antes había sido pisoteada. Y lo peor: que delante de la pareja la recepcionista tomó los envoltorios, los sacó del plástico y exhibiendo su contenido les pegó una etiqueta. Y que un tal doctor Philbrick, de la Fundación Katz, hace pasar al consultorio al joven solicitante de la beca, y que lo somete a humillante interrogatorio sobre dolencias y contagios que hubiese padecido: neumonía, paratifoidea, gonorrea, en fin. Y al cubículo: «Desvístase».

«Yo obedecí, aunque ya mi corazón me avisaba que algo terrible iba a suceder». El doctor Philbrick procedió a revisarle el cráneo, y a meterle un foco por las orejas, y un reflector frente a los ojos, y le oyó el corazón. «Luego tomó las partes más nobles de mi cuerpo y a jalones las extendió como si fueran un pergamino, para mirarlas como si quisiera leer el plano del tesoro…»

Siguió, implacable, la revisión, que el marxista solicitante de aquella beca soportaba con dificultad. Un sudor se le iba y otro se le venía, cuando en eso: «El doctor Philbrick fue a un armario y tomando algodón de un rollo empezó a envolverse con él dos dedos. ¡Hínquese sobre la mesa!» Del armario sacó un objeto de hule, introdujo en él los dos dedos envueltos en algodón; «Comprendí que había llegado el momento de tomar una decisión: o perder la beca, o aquello. Me subí a la mesa y me hinqué» «Apoyé los codos so bre la mesa».. «Apoyé los codos sobre la mesa me tapé las orejas, cerré los ojos y apreté las mandíbulas. El doctor Philbrick se cercioró que yo no tenía úlceras en el recto». «Vístase».

Salió tambaleándose. En el pasillo encontró a Sarita ataviada con una especie de mandil. Más tarde salieron a la calle. Y mirábanse de reojo.

– Contertulios: ¿en el aeropuerto de esta ciudad cómo irán a mirarse los pasajeros (con qué ojos, con qué cara) después de ser desnudados por el «escáner corporal» que, impuesto por Washington, habrá mostrado ante los funcionarios de la revisión (¿de la DEA?) las partes pudendas de ellas y ellos? El novio y la novia, el esposo y la esposa, el padre, la madre y los hijos, los amantes, los amigos. Ah, porque La ley de Herodes tuvo un remate fatal: entre amigos y conocidos de la pareja se hizo público el secreto de que el marxista se había culimpinado ante el imperialismo yanqui. ¿Y nosotros?

– Nosotros a aprontarlo y ponernos flojitos. Como siempre, ¿no?

Callamos. (Mi país.)

¿De qué vivo, entonces?

Bueno, sí, mis valedores, pero en materia de conocimientos políticos, ¿qué tal andamos? ¿Muy enterados en la politiquería de corto plazo, que a mí no me atrae de manera especial? El presente mensaje lleva un doble propósito: exaltar las virtudes y méritos personales de cierto personaje ya muy calado en nuestra vida pública y probar qué tan capaces son todos ustedes para descubrir, con los datos que voy aportando, la identidad del incógnito, de primera pista, la semblanza del personaje mitológico. La última, unas líneas de la Biblia. Voy.

Proteo: adivinaba pasado y futuro. El personaje incógnito sabe predecir el pasado con base en el porvenir. Proteo podía cambiar de aspecto a su conveniencia, y tan presto era roca como árbol, río, serpiente. Tantos acudían a consultarlo que por evadirlos se tornaba ave, pez o monstruo repugnante. Monstruo repugnante, nuestro personaje, por invitar a quienes ningún interés tienen por consultarlo, va a su encuentro. Y se ofrece al mejor postor. Y desde la altura de la mitología descendemos hasta el albañal de la política nacional.

Francisco Escudero, licenciado. ¿Les dice algo este nombre? «Cuando el estallido maderista había un tal Partido Liberal Rojo, en el que marcaba su personalidad el licenciado Francisco Escudero, quien por adular al Presidente blanco, según dio en llamarse el candidato presidencial Francisco León de la Barra, le ofreció la candidatura. Este Escudero primero había sido ardiente partidario de las sucesivas reelecciones de don Porfirio Díaz, pero más tarde se pasó al bando del vice-presidente Ramón Corral cuando se postuló como presidente. Se alió después con los Renovadores de la Cámara, y más tarde estuvo a punto de ingresar al huertismo, pues Moheno y García Naranjo lo hicieron creer que Huerta deseaba que sustituyera a Garza Aldape en el Ministerio de Gobernación. En esta labor ayudó mucho al diputado Pascual de Alba, quien por ser oriundo de Colotlán, jalisco, donde nació don Victoriano Huerta, gozó con éste de cierta influencia. El licenciado Escudero estuvo ansioso de ocupar dicha cartera y lo creyó tan seguro que hasta festejó el suceso con algunos amigos en la intimidad. Después se le habría de ubicar como figura prominente en el constitucionalismo, por algún desagrado que tuvo con el gobierno de Carranza se pasó de inmediato al villismo». Francisco Escudero, santo patrón del personaje a descubrir.

Eraclio Zepeda: militante del Comunista Mexicano, el Socialista Unificado de México y el Mexicano Socialista (30 años de recta militancia política), fue diputado y en 1987 precandidado del Mexicano Socialista a la presidencia del país. Fue cuando forjó pintoresquismos como estos: «Un partido que nace no tiene derecho a invitar a nadie a la desolación / La triste cultura política no es patrimonio de PRI / Si cosechamos lo que sembramos, magnífico / Si la cosecha desborda lo esperado, habremos construido la gran fiesta de la democracia/Sin ambición justa, no hay cosecha política posible…»

Poeta regularzón, este Zepeda es un excelente cuentista, que entre gente de bien gozaba de una buena imagen hasta que, de repente, los bandazos de la humana condición: arrojó al río de las aguas negras esa buena imagen para enchufarse al gobierno chiapaneco de Eduardo Robledo Rincón como su secretario general, donde nos resultó tan represor de indígenas que se ganó un título que le arrojó por la cara Luis Javier Garrido, analista político: «¡Multiasesino!» Más tarde, Zedillo lo mandó mucho a la… UNESCO, en plan de embajador, o algo por el estilo.

¿Identifican al incógnito? Es coyote de la misma loma que los protagonistas de la noticia fechada en mayo de 2 mil. «Ex-integrantes de los partidos Comunista y Mexicano de los Trabajadores se sumaron a la campaña de Vicente Fox. Héctor Castillo, hijo de Heberto, lo aseguró: Fox se convierte en el candidato de las fuerzas de centro-izquierda mexicana. Compinches él y el ex procurador Ignacio Morales Lechuga: «En la mirada del panista Foz observé la limpieza de su mirada, y eso me convenció». ¿ El episodio bíblico.. ?

Leo a Marcos (sin pasamontañas): «Vino Judas, que era uno de los doce, y con él una compañía con espadas y palos, de parte de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas y de los ancianos. Y el que le entregaba les había dado señal común, diciendo: Al que yo besare, aquél es: prendedle y llevadle. Y como vino, se acercó luego a él, y le dice: Salve, Maestro. Y le besó…»

¿Identificaron al personaje? Priista hasta 1994, chaqueteó y se enchufó en el PRD. Ahora, ventoseando improperios contra quienes lo dieron a valer, y mendiga el pan del PAN para que lo haga su candidato al gobierno del DE Que renuncia al PRD, le exigen inminentes correligionarios del PAN, y él:
– ¿Cómo? Renuncio y no como. De qué voy a vivir…

Claro, sí, por supuesto: el camaleón político Demetrio Sodi, tránsfuga. (¡Agh..!)

Animalero de miércoles

Rodríguez Alcaine dejó un adeudo de 70 millones con familias de obreros (La Jomada.)

Que El Llanero Solitario, les dije ayer, está tirado en la medianía de un requemante Valle de la Muerte y en una situación crítica: sin qué comer, casi sin agua, herido de una zanca y acostado por la jauría de rapaces: lobos, coyotes, Alcaines, Gamboas, Deschamps. Yo, ante el cuadro patético:

¡Aguas, don Fidel! (Llanero Solitario, quise decir) ¡Acá, en dirección a la zanca sentida, el culebrón! Fauces abiertas, colmillos envenenados. ¡Pélela, don Llanero, su fusca! Y sí. Un nuevo disparo estremece el desierto, el animalero recula. «Si no me agacho me pasa lo que a La Quina…»

El Llanero Solitario pistojea bajo un sol que rostiza cactos, rocas, lagartijas, alacranes de ponzoña, víboras de cascabel. Y esta boca reseca, y la bronquitis, y el peroné hecho lodo biológico. «Olí, y ahora quién podrá defenderme, si todos están que se las truenan por agandallarse mi sillón…»

De repente: ¿milagro, alucinación, embeleco de unos sentidos acalorados? Allá, en el horizonte, aquel cordoncillo de polvo acerca y se ensancha conforme la distancia se va haciendo menos. En las antiparras oscuras (dale, pues; ¡en el antifaz!) un fulgor de esperanza, mientras se acerca el traca-tracatrá-tracatrá- (así sí) del caballo corredor. ¿Quién podrá ser el jinete? A pujidos, don Fidel alzó la cabeza superior.

– Bienvenido, quienquiera que seas.

– Ser yo, Kimosabi: Tu fiel Toro. Alcaine.

– Pero… ¿eres realmente tú? Pellízcamela, a ver si no estoy soñando delirios. ¿Realmente eres tú, mi fiel Toro?

– El mismo que vestir y calzar, Kimosabi.

– ¡Mi buen Toro, compañero de aventuras! Gracias a la Morena de la Villa (Nicolás Romero), que diste conmigo. Ya no podía más: hambre, sed, un calorón de aquellos y este animalero de miércoles.

– Ser martes apenas, Kimosabi.

– Mi cantimplora, ¿ves? Casi vacía. Pero mis penas han terminado porque ya tengo a mi fiel Toro. ¿Cómo fue ese milagro, Rodríguez Alcaine..?

– Yo seguir el rastro de sierpes, hienas y reptiles, la comadreja Gamboa Pascoe y dos que tres lobos senadores, con algún diputado chacal. El arañar de sus garras traerme hasta ti. ¿Cómo andar de tu zanca, darme razón..?

– Me la partí, Toro, me la partí.

– Te la partieron, Kimosabi. Mano pesada la del orejón Pelochas. Pero, ¿dónde andar tu jallo Silver, que no lo jallo?

– ¿Ese? No nada más mis amigochos: mi penco también huyó, como todos los demás pencos. Es que ya me dan por difunto, ¿tú crees..?

¡?itale!, el lobo lo ataca de nuevo! ¡Y esa hiena, los colmillos más desnudos que nalga de estrellita en la tele! ¡Y el chacal, y el viborón! Escalofriante. «Así los verás todo el día, nomás pajareando a ver si ya la estiré…»

– Tú echarles bala, Kimosabi.

– Pos sí, pero a ver si no me caen en el choro de que mis dos Coltes ya no queman balas como en mis tiempos de cuando fui lobo, uno de los cinco. Ora puro saltaperico, puro disparo de diábolo. Pobre diábolo de mí, que ora sólo cargo armas de petardo quemado, plomo balín. Ya mis habladas las sostengo con puro aire comprimido, qué mortificación.

– Ánimo, Kimosabi, tú todavía darnos pata dos que tres reelecciones.

– Cuál, si to como las señoras: cuando se me corte mi periodo, será señal de que yo ya no, y que aquí tu Llanero nomás a lo Solitario se va a consolar…

– No decir eso, que tú partírmela de pura pena. Tú poder, con sólo que aguantes las tarascadas de ésos. Yo ayudarte. Aquí tu Toro Alcaine siempre fiel.

– Ya que me la agarraste, mi cantimplora, sopésala, Casi vacía, ¿verdad? Pero no llores por mí, Toro Alcaine, entrañitas de alfajor y azúcar cande. Anda, dame mi cantimplora, enjuga tu llanto y trépame en ancas de tu cuaco Rayo.

– No, tú aquí esperar, que yo ir en tizniza a buscarte un paramédico del Seguro o de Xoco. ¡Mejor traerte al doctor Simi, de plano, cómo la ves..!

– Como verla, ya nomás medio borrosa…

– Qué más querer que antes de retirarme yo hacer por ti..?

– Como querer, mi fiel Toro, sólo quiero que antes de irte dejes quieta mi cantimplora. Que le vuelvas a enchufar el tapón, si no es que ya le acabaste de derramar la poca de agua que me quedaba. Mi Toro Alcaine siempre fiel…

Y allá se aleja, cordoncillo de polvo, el siempre fiel Toro Alcaine. Tan fiel como el Toro Gamboa de hoy. Pregunten, si no, al Llanero Deschamps. (Y fin.)

Balada del Hallo Silver

Hacen olas los aspirantes a sustituir a Rodríguez Alcaine. Aguilar Borrego espera que ahora sí se le haga. La Güera, por su parte, lo deja claramente establecido: el método para elegir al nuevo presidente se definirá no por lo que diga el PRI y mucho menos ustedes, los reporteros, sino al interior del Congreso del Trabajo.

Mis valedores: ayer nomás fue Rodríguez Alcaine quien recurrió a toda suerte de maniobras, algunas de ellas limpias, para suceder al antiguo lechero de la Villa Nicolás Romero, de apellido Velázquez en el sillón de Vallarta ocho. El lema de combate del que fue, hasta su muerte, sucesor del muerto Fidel: «Los obreros ya no son parias, sino humildemente pobres». ?l, mientras tanto, como «pastor» de los humildemente fregados, logró redondeó una fortunilla calculada, dicen sus contadores oficiosos, en cinco mil millones, pesos más, pesos menos…

A semejante habilidad para hacer lucir su salario como obrero cetemista pude haberse referido Rodríguez Alcaine cuando dio a luz aquella que iba a ser una más de sus tantísimas frases célebres: «Hay una diferencia entre yo y los obreros: que al miar yo sí sé hacer espuma…»

Hoy, para suceder al difunto, un Gamboa Pascoe tanto o más ahorrativo que el antecesor, perpetra el albazo y le arrebata la presa y el fuero, que es decir la protección contra sus latrocinios, al dirigente de petroleros Carlos Romero Deschamps, que amenaza con cismas y divisiones en la CTM, Confederación de Trabajadores de México. ¿La divisa del flamante sucesor del sucesor de Fidel?

«Sí, yo soy rico y mis representados son pobres. ¿Y? ¿Ya porque ellos están jodidos debo estar yo también jodido.. ?»

Mis valedores: la foto, que me inspiró la presente fabulilla de mi invención es levemente macabra (macabrona, decididamente): al pie de un Fidel Velázquez irremediablemente fundido en bronce (menos los pies, modelados en barro), y con la Güera Rodríguez a la altura de su entrepierna, le hacen guardia de honor los que de honor carecen, que una «justicia» agachona y una impunidad alcahueta los protegen del destino que bien merecen: La Palma, Almoloya de Juárez. Miré la foto hasta el bizqueo, hasta el lagrimeo, hasta aprendérmela de memoria. Ahí, flanqueando a la Güera (coyotes todos de la misma loma), los predadores Aldana, Romero Deschamps, Gamboa Pascoe y compinches en transas del chapopote, los ferrocarriles y anexas.

Yo, estremecido al recuerdo de un Fidel ya en olor de crematorio, un rapaz Rodríguez Alcaine que los pasos le seguía royéndole los zancajos, y un predador Gamboa que a tantos ha pirateado la presa, recuerdo aquellos tiempos, qué tiempos aquellos, en que Fidel, ya cubierto de años, arrugas, achaques y reelecciones, se aferraba al sillón mientras que a su lado le gruñían y ladraban gozques, podencos y mastines de gran alzada acosándolo, pelándole la dentadura.

– Y me la van a seguir pelando, tartajeaba Fidel ya a punto de entregar el sillón y existencia. Tan macabras acciones, en la fabulilla de mi invención:

Es mediodía en el corazón del Valle de la Muerte. Un crudelísimo sol sollama el arenal donde yace, herido de muerte, El Llanero Solitario.

– ¡Herido de muerte madres! rezonga el tal entre dientes y sólo por darse valor-. Una leva bronquitis y una vieja rotura del peroné, pero nada más. Chuequeando, pero todavía marco el paso al movimiento obrero organizado…

Sangre, sudor y lágrimas le embijan cuera y arrugas, empapándole las antiparras oscuras -el antifaz, más propiamente-. Allá, arriba, a medio cielo, ese sol estallante sobre la poca humedad que rezuma los cactos. Es mediodía en el Valle de la Muerte…

– No, pero a mí el que me trae asoleado es este animalero de miércoles, si es que no haya perdido la noción del tiempo. ¡Sáquese a la berenjena, jijos de su coliflor…!

Sendas 38 special, cañón extralargo, apuntan a la rueda de buitres que, disputándose el botín, planean sobre el de la bronquitis, para luego afocar ese par de coyotes matreros (coyotes de la misma loma), que a la vista de El Llanero Solitario se relamen unos belfos ávidos de hemoglobina. El disparo del de los lentes oscuros (antifaz, qué necedad), retumba contra el lobo aquel de ojos inyectados y hocico merendador senador, más propiamente-, que intente darle el llegón por la retaguardia: maniobra difícil, porque el de la bronquitis mantiene las nachas en el arenal y los lomos recargados en ese crestón de la roca viva. El Valle de la Muerte…

– ¡ Jijos de su repelona! ¡Tahúres de as en la manga, ya andan encuerando las espadas por quedarse con los oros y gastárselos en copas, pero conmigo puros bastos de este tamaño, miren. (El tamaño, mañana.)

Yo pregunto a los presentes…

Es de noche. Allá, afuera, silencio, desflorado de súbito por las campanadas de Dulces Nombres. Aquí, en mi cuarto de célibe y mi catre de padre solterón, donde habitamos yo y esa mi amorosa compañía que es la soledad, me he puesto a reflexionar acerca de mi existencia, cotidiano fluir de días, sucesos y vivencias que es a veces a río atorrenciado, a veces sediento arroyo, charco lodoso y otra vez río revenido, salido de madre. Y válgame, la de errores que he cometido en el áspero oficio del diario vivir, que tan sólo para lamentarme y tratar de enmendarlos otra vida requeriría. Es de noche. En Dulces Nombres, el ángelus…

¿El tipo de errores que he cometido? Varios, surtidos, de todo tamaño y color. Uno, obsesivo, me ronda en la mente, y alude a cierta mujer casada, pero no conmigo, señora que es de todos mis respetos. Cada día aprecio más, por ocultas, todas sus virtudes, y cada día más me duele haberle dedicado un mensaje ligero y zumbón, donde ponía sus merecimientos en esa clase de tela que es la de la duda. Mi único paliativo-, que lo hice de muy buena fe y de alguna manera a nombre de tantos de ustedes que como yo mismo pudiesen haber salido perjudicados. ¿La identidad de la dama? La señora María Teresa Uriarte, esposa de Francisco Labastida, candidato de PRI a la presidencia del país en el año 2000. ¿El sentido de mi mensaje..?

Con la señora Uriarte en peligro de caer en la ratonera como «Primera Dama», nombrecito cursilón que los gringos de segunda le fusilaron a los de primera, le rogaba yo que esa fama efímera no la fuese a perder, porque ella, el marido y nosotros también perderíamos. En los meses previos a la elección de julio, con el péndulo badajeando de Pancho el priista al empanizado Fox yo, gato escaldado, suplicaba a la señora Uriarte que de llegar Labastida a Los Pinos ella, catedrática de la UNAM, no fuese a perder la ponderación y a exhibirse con arranques esperpénticos de «Primera Dama» : que no enloqueciera con y por el fulgor de las candilejas, ni fuese a pontificar de asuntos que tal vez desconocía; que no agravase la situación de este país, desdichado en la sarna de «primeras damas» y por ellas risible en tantos sentidos; que no la fuese a encampanar la estridencia de fotógrafos y reporteros a los que ataca la fiebre de asaltar, ponderar y reproducir en cinescopios, periódicos y revistas del corazón la vera efigie y los chismarajos que produce la picaresca de la «Primera Dama». Damita nueva, dónde te pondré..

Aquel día del 2 mil, qué vergüenza, experimenté una recóndita alegría porque la señora Uriarte, plantita de sombra que siempre había sido, tras de unas horas de sol tornaba a la oscuridad de su diario existir. Y es que esa hembra del trato que apodan «fama» se había conchabado a una clienta mucho más a modo que una catedrática de la UNAM. Yo, en nuevo mensaje público, invité a la universitaria a superar la desilusión. Hoy le digo de todo corazón: ¡alégrese como me alegro yo! El hado la libró de convertirse en una «compañera María Esther» de segunda o (¡el horror!) en una Carmen Romano… ¿Resignación? Como si una universitaria pudiese perder la cabeza al estilo de una arribista cualquiera, trepadora y ventajista y logrera. La señora (su cultura lo garantiza) no hubiese llegado a los extremos de la tal Carmen Romano o alguna tantito peor. Hoy, a la universitaria la echo de menos Los Pinos. ¿Por qué, me pregunta alguno? Yo le pregunto, a mi vez:

¿La señora Uriarte con desplantes de nueva rica? ¿Ella se hubiese estrenado en Los Pinos con toallas de a 4 mil, cuya factura pagamos todos con los dineros que deberían ser para beneficio de todos? ¿Ella tendrá un ex-esposo acerca del cual hubiese hecho públicos detalles de alcoba tan íntimos que a Niurka avergonzarían? ¿A ella habría tenido que defenderla una cáfila de picapleitos? ¿Hubiera sacado la cara por ella el para mí aborrecible político Norberto Rivera, casi tan aborrecible y casi tan político como el golfista y obispo en sus ratos perdidos Onésimo Cepeda?

¿Ella se hubiese exhibido como fanática de la moda y de los modistas (¡no modistos, como no electricistas!) cuyos trapos nos salen así de costosos? ¿Ella hubiese hecho de lado el decoro personal y la más elemental autocrítica para exhibir un rastacuerismo que ofendiese a Los Pinos y, sobre todo, a 106 millones de mexicanos? ¿Ella hubiese manejado a un Labastida descalificado por Fox de «chaparrín», pero que en su vida pública (Secretario de Estado, gobernador) mostró tenerlos afincados en su nidal mucho mejor que algunos con alzada de percherón..?

¿La señora Uriarte tiene hijos? De tenerlos, ¿ya los habría enriquecido, como también al resto de los Uriarte, viejos y jóvenes y por nacer? ¿La Cámara de Diputados se dedicaría a investigar sus raterías? Hoy, hoy, hoy, ¿andaría la señora Uriarte en las salas del juzgado 12 de lo civil..? Es cuanto. (Y vale.)

Así nacieron los mocha-orejas…

Ese infierno apodado secuestro, mis valedores, o lo que es lo mismo: ese cáncer que daña la viva entraña de la sociedad y nos resulta amenaza latente aún más espantable que el narcotráfico. De la industria del secuestro y sus horrores me entero por los reportajes y el material gráfico de la prensa escrita, como tantos de ustedes en el cinescopio, por medio de López Dóriga y demás pontífices de la nota roja. El secuestro, esa industria nefanda…

Al parecer, sus primero amagos en nuestro país no presagiaban una tan escalofriante virulencia. Más inclinados hacia la vertiente del esperpento, los inicios de la que se tornó industria espeluznante se perciben hoy todavía inocentones, aunque ya con sus amagos de crueldad. Aquí, rastreando desde hace tres décadas y tal como lo denunciaba la prensa escrita, el que parece ser el nacimiento de semejante horror. Dice, en sus párrafos que me parecen los esenciales, la nota del matutino fechada en 1977, que transcribo tal cual:

«En lugar de que el secuestro que planearon y cometieron les hubiera dejado dividendos que los hubiera sacado de pobres, les causó gastos por más de 500 pesos y su captura. Patricio Pineda y su hermano Ricardo, de 34 y 18 años de edad, fueron quienes plagiaron a Fernando Aguirre a quien durante 72 horas le dieron de comer y mantuvieron en cautiverio.

Este secuestro es el más «simpático» de todos en lo que ha intervenido la policía, porque el secuestrado fue sacado de su casa no con engaños, sino con súplicas de sus plagiarios. Confesaron los detenidos que cuando tuvieron en su poder a Fernando, amigo íntimo de los dos hermanos, le dijeron que estaba secuestrado. Lo llevaron al pueblo de Pino Suárez, en el estado de Hidalgo, donde le dieron alojamiento y sustento. Nunca estuvo incomunicado, pues su estancia la aprovechó para conocer el poblado y los familiares de sus secuestradores, quienes le hicieron objeto de algunas fiestas de ‘bienvenida’.

Patricio dijo que al día siguiente de que se llevaron a Fernando Aguirre, se comunicaron con la esposa de éste y le pidió que solicitara a la empresa DM Nacional 250 mil pesos como rescate de su esposo. Las negociaciones duraron tres días, pero no recibieron respuesta favorable y al desesperarse, el propio Patricio fue hasta la casa de la esposa del secuestrado, con la que habló personalmente y le dijo que por lo menos le pagara los 500 pesos que había gastado en su marido, asegurándole que lo alimentaron bien…»

Y con la sintaxis secuestrada al igual que el adolescente (trece años apenas), la nota del matutino fechada en 1976: «La señora Marta Lara de Castillo acaba de ser víctima de un secuestro en la persona de su hijo menor de edad. Ella acaba de recibir una nota de los secuestradores, con el texto siguiente, palabra a palabra:
«Tenemos secuestrado a su hijo, y si coopera con la cantidad abajo especificada no le pasará nada a su mocoso. Adelante se le dirá cómo y cuándo y lugar. Será frente a la escuela 164; cómo: puros billetes de a (y la denominación) dentro de una bolsa rellena de papeles. Si no lo cree mire lo que viene dentro del envuelto donde viene esta carta (la nota de prensa no aclara qué pudo haber contenido el tal envoltorio). Señora, si no coopera no se le devolverá a su hijo, si coopera se le devolverá el domingo por razones de seguridad. Sí avisa a las autoridades o a alguien de sus parientes a su hijo no lo volverá a ver, somos dos, así que no se arriesgue. Se lo decimos con cortesía, de lo contrario a su hijo lo volverá a ver en el panteón. Recuerde: el precio para que vuelva a ver a su hijo es de 200 pesos en puros billetes de a diez pesos…»

Adolescente el uno y adolescente el otro. Del secuestro del menor ocurrido en 1976 al que se perpetró 23 años más tarde, ¿cuánto logramos descender en la escala del respeto al humano y trepar en la de la crueldad ? Aquí, la distancia entre dos secuestros de adolescentes: Cuernavaca, Mor., noviembre de 1999.- «Una tía del menor de once años Jesús Cerón Mancilla fue quien ordenó a los plagiarios mutilarle una falange para presionar a los padres a entregar un millón de pesos, adicional a los 700 mil pesos que habían aportado en una primera negociación, declaró el secuestrador Reyes Rosas Armenia, integrante de la banda de 14 sujetos que durante cinco meses mantuvieron retenido al niño en una casa atado con cadenas a un mueble.

«Me obligaron a decir a mi madre que le importaba más su dieron que mi vida. Que entregara el dinero porque me dolía mucho mi dedito cortado».

El menor ha quedado anímicamente afectado y con quemaduras recientes en los brazos con colillas de cigarros…»

De los aprendices de plagiarios a los Caletris y Mocha-orejas, mis valedores: ¿cuánto hemos conseguido refinar métodos y dosis de crueldad del hombre, lobo del hombre, que dijera mi tocayo Hobbes? (En fin.)

Los cuervos están de luto

La muerte a nadie redime, mis valedores, y muy pocas veces la oración fúnebre concuerda con la biografía personal del difunto. Aquél cuyo mal natural y bajas pasiones (envidia exacerbada, desmedida ambición, codicia desbozalada) impulsaron a invertir el tiempo de vida en culimpinarse ante el poder y aplastar a los desprotegidos, no porque logró trepar va a merecer, a su muerte, honras y loas, inciensos y ditirambos que su conducta personal no avala. Pienso en el dirigente de ese organismo corporativo de control obrero que apodan, renegrido humor, Confederación de Trabajadores de México, CTM. Sí, el recién fallecido Leonardo Rodríguez Alcaine que es, que debería ser, de memoria infeliz para todos nosotros, los mexicanos.

Que los muertos entierren a sus muertos, dijo el Ungido, y yo: que se duelan por su muerto quienes envidase beneficiaron de él: todos los integrantes del Sistema de poder, comenzando por los patrones y los empresarios, el gobierno y los grandes capitales. ¿Pero el obrero, el artesano, nosotros? ¿Al Rodríguez Alcaine difunto nenias, endechas, odas? No odas…

En fin. Con el líder ahí, de cuerpo presente, se ofició punto por punto y según los cánones, el ritual de la necrofilia. Los esquelas orladas de negro, la negra cruz,la negra vestimenta, las lágrimas de glicerina y la pose para la foto «ante el cadáver de un líder». Fue ahí el duelo hipócrita, el falso dolor, la simulación y el «sentido pésame». Ahí la oración fúnebre (histrionismo vil) de la distinguida priísta y los calificativos ditirámbicos ¡para Rodríguez Alcaine!

Pero una costumbre hipócrita determina los cánones del ritual: si en vida fue codicioso, traicionero y depredador, una vez difunto, descanse en paz. Ya está juzgado de Dios, dicen los santurrones. Pero no, que la muerte a nadie redime. Y mi reacción personal ante el rito del falso luto y la labor de maquillaje con que los pri-panistas embalsamaron a su faraón de pacotilla: aquí el retrato hablado y el epitafio del tal según los que lo conocieron de cerca y lo describen como un individuo inculto, agresivo, malhablado y vulgar. Vendrán después algunas de sus expresiones, las de lo pornográfico, lo escatológico, lo altisonante. En 1989 lo acusaron trabajadores electricistas (del SUTERM):

– La Güera Rodríguez posee una enorme fortuna, producto de turbios negocios en la Comisión Fed. de Electricidad: adquisiciones de vehículos, contratos de prestación de tecnología, manejo de plazas de confianza, etc. Su riqueza se compara a la del líder petrolero Chava Barragán, pero no sólo su riqueza: los dos son iguales en crímenes y malversación de cuotas sindicales y con el proyecto Laguna Verde, en Veracruz, del que Rodríguez obtuvo millonarios dividendos porque fue abultado a 7 mil millones de dólares, cuando en realidad se gastó la séptima parte…

Lo juraba en 1990 el susodicho pastor de electricistas:

– Nosotros los trabajadores respaldamos al neoliberalismo de verdad. Así, el pluralismo le hará a los trabajadores lo que el viento a Juárez. La crisis económica es como un huracán que beneficiará a la clase trabajadora. Las crisis son como huracanes: a unos beneficia y a otros perjudica; pero en el caso de los trabajadores, ellos van a resultar beneficiado, porque esto permitirá que la economía se estabilice. Hasta ahora, el huracán de la crisis no ha afectado gravemente al sector obrero…

Sus acuerdos con Fox, el sector patronal y el entonces titular de la Sec. del Trabajo, Carlos Abascal, representaron un riesgo para el país, Hace apenas tres años, el líder anunciaba la firma de la Ley Abascal, nefasta para el trabajador porque legaliza la contratación personal y el derecho del patrón a prolongar la jornada laboral y despedir al trabajador sin indemnización alguna y sin respaldo de los tribunales. Rodríguez Alcaine. ¿La oración fúnebre lo redimió? En 1999, su desafio a los periodistas:

-¡Los reto a todos a que me demuestren que hay trabajadores en pobreza extrema! ¡Díganme en dónde está la pobreza extrema! Los desempleados ganan mucho más que yo. El más pobre, un pinche payasito, gana 300 pesos diarios. ¡Es increíble! Y ese ni impuestos paga Sí, yo soy un cabrón para contestar, pero reafirmo: México no es un país de obreros jodidos. Los trabajadores mexicanos estamos orgullosos de cargar con todo el peso que ocasiona el bache económico provocado por la globalización. Yo convoco a la radio y a la televisión a orientar a ciudadanía sobre las condiciones adversas que se viven en el país y de las que más o menos hemos salido adelante con gallardía. Porque mírenlo que les voy a decir: ¡El que piense que la política presupuestal de Fox es una puñalada al pueblo, ese es un pendejo..!

Noviembre del 2 mil: «nací priista y así moriré. A Fox le ofrecí que si soy un estorbo para él, me voy a mi casa. Pero eso sí: yo nunca le daré las nalgas». (Su epitafio…)_______

Estaríamos a toda madre..

Es noche de sábado, mis valedores, cuando redacto estas páginas. A oscuras o casi, la mente un paño de lágrimas, me arropo en la nostalgia de los adioses, yo que a despedidas me he pasado la vida, y a despedidas descascarando las telas del corazón. Es noche; mis ojos, en la penumbra, buscan a tientas la advocación de Santa María. No, por supuesto, Santa, María de Lourdes, no la de Fátima; Santa María la Redonda, con su tocaya y vecina, Santa María la Rivera. A oscuras, a la distancia del tiempo y la geografía, entre el Garibaldi mariachero y el Tepis Company de corazón bandolero, y de (aquel que fue) San Juan de Letrán a San Juan de Aragón, rastreo el ánima y estilo de lo que perdimos, de lo que se fue para nunca más: la carpa, mis valedores…

Aquí te nombro, carpa del arrabal, voz y pulso de la barriada, su perfil, su ánima y estilo, e identidad. Contigo se nos fue la última carcajada de la cumbancha, que abría la tarde y la noche con el pregón motivoso del gritón, bocina de victrola en la boca:»¡Prr! ¡Prr..! ¡Señoras y caballeros, la función ya va a empezar! ¡Dos tandas por un solo boleto! ¡Pásenle, pásenle, prrr..!

Y ya bajo la lona embreada: ¡Mi señor don Resortes Resortín de la Resortera.! «¡Cheñor Patiño, cheñor Patiño, que echach cochotach no chon de niño!» «¡Ese Palillo! ¡Té lo sambuto por el (…)! ¡Sus mentadas me pegan en el mero caracol del ombligo!» Desde el cielo de los artistas carperos, que es decir el cielo del oropel, la chaquira y la chaqueta (¡ese Borolas, hágame un favor!»), requintean las benditas ánimas del clásico trío del bolero romántico, qué contrasentido, y resuenen las risotadas de la gayola al son del sketch del cómico apicarado, y el espectáculo (¡ese Chicote, me agarró el albur) donde se nos quedó un buen retazo de adolescencia, el de aquella señoras pechugas (¿Bubis? No odas), y semejantes vamos a decir carnazas, ya cuarentonas, de tamaño familiar y familiar sexualidad promiscua, lonja libre y celulitis a discreción que hinchan una trusa color mamey (bajo palabra) al son del meneo, del zangoloteo agasajador; que abandazos de carne pura, pura carne, atizaron la combustión de unas hormonas apenas espinillentas o ya en su ciclo de cuarto menguante, todo ello al son de la divisa heroica: «Las goza quien las merece, que yo, con verlas, descanso». No lloro, nomás me acuerdo…

Y qué decir de los camerinos: de este tamañito, miren, pero como el mejor, el más oloroso queso gruyere: por todos lados acribillados a agujeros para poder fisgonear a la de cumbia y danzón cuando se muda de trapos…

Aquí te nombro, fantasmón del arrabal, candileja de la nocturna cachondería, del amago carnal y el onanismo frenético, el contagio venéreo y esa pornografía encabritada que, en la postal (blanco y negro), se distribuye al olor que unos sanitarios pintarrajeados «…uto yo». Y yo, con Manrique, pregunto a todos ustedes: ¿qué se fizo el bataclán? Las carpas de la Aragón, ¿qué se hicieron? Tan preclaros vestigios de una cultura de entraña popular, esa del desahogo y la sátira, del calambur y la frase de doble y triple sentido, se nos vinieron muriendo de inanición. El Tívoli, su hijo legítimo, natural y muy putativo, cayó y calló a la puñalada trapera que le propinó aquel añejo Uruchurtu, mal aprendiz de dictador. Hoy, para sacar la cara por el postrer estertor de lo que la carpa, apenas un teatro Blanquita más bien gris…

Mis valedores: esta noche de sábado me duele el México que se desdibuja para nunca más, y esto más acháquenselo al duopolio de TV, vocero oficioso del Imperio; me duele el México que se nos pierde como también se nos perdió la moneda, las costumbres, la tradición, para tornarnos gringos de segunda, gringos de pacotilla despreciados por los gringos. Esta noche, a deshoras, miro en la mente al cómico que gesticula, ademán procaz y en la diestra caracolitos (explíquele al gordo, señora, lo que son los caracolitos), ante un auditorio de sombras nada más. Porque la carpa se nos murió en olor de desidia, de apatía, de indiferencia total. Mis valedores:

¿Resistirá el Blanquita? Si no, ¿qué camino le quedará al tandófilo sino alcoholizar su frustración en el refugio de la piquera o la briaga de buró frente al cinescopio que seguirá embruteciéndolo con la manipulación más siniestra y enajenante? Y yo digo a todos ustedes:

Que el paisa siga gustando del sketch carpero, que el cinescopio no me lo vaya a manipular hasta el grado de volverlo adicto, vicioso de ese siniestro bataclán de los cómicos virtuales: los tucomens, los pejes y los bebetos. ¿O un Madrazo más? ¿Y toda esa inundación de aguas negras que, al convite del proceso electorero, que no electoral, originan a estas horas los promotores de la boleta electoral? Porque entonces… Mal acaba de expresarlo un Pepe Magaña, cómico: «Sin políticos no habría comedia, pero estaríamos a toda madre». (Mi país.)_

Un individuo me bajó los calzones

Rinbros se llama el que logró lo que nunca antes hombre nacido de mujer, o al menos tal es la marca de los calzones que me bajó hasta las corvas. A su hora descargué en ustedes la pena, la frustración, el sentimiento de injusticia que para mí significó aquella malhadada docena de Rinbros…

Ah, la flamante colección, tan deleitosa de ver cuando recién comparada, y una total desilusión semanas después. Nuevos aún los chonchines, pero ya inservibles, tan bellos cuando me los merqué, y atractivos y coquetones cuando aún poseían la virtud de untárseme, bien peinados, a mis dos carnazas. En amaneciendo Dios me introducía en mis choninos, me contoneaba frente al espejo, sonreía a la vida yo, Narciso de pacotilla. Estéticos mis calzones.Pues sí, pero fenómeno azozobrante: apasionadamente ceñidos a mí cuando recién comprados, a la primera lavada de los Rinbros de algodón al ciento por ciento la bastilla cedió que hagan de cuenta su tocaya francesa ante el embate de los sans cultote.y lo peor: con la bastilla cayó también la pretina, y esa bastilla todo el calzón. Hasta las corvas. Mozuela astringente cuando doncella, fue moza holgada después, moza del trato (yo aún no le agarraba el gusto al que se me ofreció bien peinado). Y válgame, qué flojedad de pretina, y esa bastilla, mama mia (mama de Rinbros, que la ha de haber conocido, no así al papacito.) Y es que mis íntimos trapos, algodón bien peinado, a las tres lavadas ya andaban con la pretina vuelta una mueca burlona, guangoche, como recién casada que se da a la dejadez. Yo, cabreado, y con justa razón.

Y venga la cuarta lavada,yahí asistía la rendición de bastilla, pretina y bragueta. Y qué greñero el del algodón, que se me vendió por bien peinado. Qué pacota de Rinbros, mis Rinbros: de talla 30-32 cuando salidos del moll (¡ándale, gringo de 2a.!), dos que tres lavadas y habíanse tornado de una talla tal que se los mete (se los pone, perdón) un luchador de sumo -cuál albur-, y al primer pujido se le deslizan hasta las corvas, y qué espectáculo más nipón.

Mis calzones, RIP, con todo lo que de nuevos prometían, que hagan de cuenta Fox cuando andaban en campaña. Pero Fox y Rinbros vemos, las braguetas no sabemos. Intentó consolarme mi primo el Jerásimo, priista que para la grande solo tiene 2 candidatos: Madrazo y Montiel: «No sufras, bigotón. Con que de aquí pa’l rial uses los chonchines que nos manda Texas».

– ¿Qué qué? ¿Qué dijiste? ?yelo bien: yo prefiero traerlas a «ráiz» que permitir que mis zonas umbrías se manchen con la ignominia de unos calzones de segundos cachetes. Y cachetes texanos, para acabarme de befar…

– Tus cositas no van a aguantar la mezclilla. te van a calar, usa texanos.

– ¡Que me cale la mezclilla! ¡Que me levante ámpulas, verrugas, escamas, llagas purulentosas! ¡Todo antes que meterme repelos texanos! La función hace al órgano, dijo Newton, Juan Pablo II o el Kama Sutra. Ya verás (velo, nunca) que mi virilidad va a hacer honor al sustantivo y se va a aguantar como se aguanta todo órgano viril. ¡He dicho!

Guardé mis ruinas de calzones. Los doce esperpénticos fueron a dar a un viejo arcón donde guardo las antiguallas: viejas fotos de viejos ancestros, viejas fotos de viejos amores, mis eternos amores que duraron lo que los Rinbros: un par de semanas; y pétalos marchitos, rizos desleídos y un olvidado no-me-olvides. Pues sí, pero ayer, de repente, ¡las neuronas que aún me restan, el fogonazo! Como centella la idea que, rápido, puse en práctica. Desenterré los cadáveres Rinbros, los exhumé, y aún con el tufo a tiempo, abandono, humedad, ¿se imaginan lo que vine a hacer con los de algodón bien peinado?

Pero, mis valedores: la chusma es malagradecida. Que no se nos reblandezcan las telas del corazón, porque la reacción de la broza las vas a lastimar. Y más esos, mis victimarios, que me fueron a resultar teporochones cruzados de drogo y chemo. Total, que con mi paquete bajo el zurdo, el sobado, entré a la vecindad y me interné en el túnel estrecho y oscuro donde se ubican la pileta, lavaderos y excusados. Sonreía cuando puse en manos de los viciosos aquel paquete. Ellos, en «éxtasis», su droga.

– Subástenlos. Con el producto de la venta, un changarro en la accesoria. Esta es la ocasión de que se regeneren y salgan de indigentes.

Que no me lo agradecieran, y sonreía saboreando su agradecimiento mientras ellos, ávidos, abrían el paquete, examinaban los Rinbros, los olisqueaban, intercambiaban maliciosas miradas, y de repente… Mis valedores: ¿conocen a un Luis Alonso Sordo Noriega? Clama a los 4 vientos que lo transaron con 3 vestidos de Marta que compró en 3 mil pesos cada uno, y ahora se los enjaretan en 9 mil. Háblenle de mis calzones. Ya los lavé, van sin rastro de la rudeza de unos zafios que en su deürio de drogos los confundieron con supositorios que también en boca y nariz me aplicaron. Baratos mis Rinbros.(En fin.)

¡Yo no pido ponerles mi nombre!

«Yo sólo soy un demócrata que respeta la decisión de las mayorías y la voluntad de cabildos y ciudadanos». Ese es Arturo Montiel, mis valedores, que como gobernador del Estado de México ha dado en la flor de bautizar obras públicas con su nombre y el de su mujer, una Maude Versini que por aparecer al frente del DIF local, cargo honorífico que otras «primeras damas» realizan gratuitamente, cobra lo que el procurador estatal y los secretarios del gabinete: 146 mil pesos. A su hora lo estipuló don Luis González Obregón:

La historia de todas las ciudades tiene mucha relación con los nombres de sus calles, históricos unos y legendarios otros.

Pero no sólo Montiel, no sólo su dama extranjera. El esperpento viene de lejos. La Versini y Montiel en letras de bronce, y a modo de compensación:

Abril de 1997. «El nombre de Benito Juárez desapareció del frontispicio del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y de la avenida Juárez, que dejó detener esa denominación en la mitad de su longitud original…»

Zapopan, Jal., 1997. «Una calle que llevaba el nombre de Juárez lleva ahora el del alcalde panista Alfredo Reyes Velázquez, quien asistió a la ceremonia de develación de la calle con su nombre, la de Manuel Gómez Morín, la Seis de agosto de 1995, fecha conmemorable que lo llevó al triunfo, y la calle Primero de enero de 1996, por conmemorarse en esa fecha la toma de protesta como presidente municipal. Felipe Calderón, líder nacional del PAN, salió en defensa del edil: ‘?ste no realizó ningún acto jurídico. Lo que pasa es que al PRI no le queda más estrategia que desprestigiar al blanquiazul».

Marzo de 1997. «Los gobiernos panistas cambiaron de nombre a más de una docena de calles, avenidas, vías rápidas de Jalisco, Guanajuato y Aguascalientes. Apenas iniciada la administración de Alberto Cárdenas, se develó una estatua en memoria del que fuera candidato presidencial panista Manuel J. Clouthier. La avenida Cordilleras cambió para llevar el del político panista, y Periférico fue nombrado como Manuel Gómez Morín, fundador del blanquiazul. Mientras, en León, Gto., por lo menos una docena de calles y un bulevar han sufrido modificaciones de nomenclatura durante las tres administraciones panistas que consecutivamente han gobernado el municipio».

Culiacán, 1995. «La avenida Juan de Dios Bátiz cambió de nombre y se llama Calle del Chapo, en honor de Joaquín Guzmán Loera. El ayuntamiento de Culiacán, durante el trienio 1987-1989, autorizó el nombre de esta avenida».

Agosto de 2002. «En la comunidad Macario Gómez, municipio de San Francisco de los Romo, Ags., hay una calle con el nombre de Manuel Alvarez Gutiérrez, El Tijuano, detenido al que reclama Estados Unidos para juzgarlo por la comercialización de metanfetaminas en territorio estadounidense…»

San Luis Potosí, enero de 1996. «Un niño sostenía la cartulina con la demanda: «La Cecilia Ochelli de Salinas no tiene drenaje, señor presidente Zedillo. También necesita agua y luz…»

Abril de 2004. «En la nomenclatura de la Ciudad de México y de la zona metropolitana existen 16 calles que llevan el nombre de Carlos Salinas de Gortari, 5 del traidor a la Patria, Victoriano Huerta, y 60 de Gustavo Díaz Ordaz, uno de los responsables de la matanza de Tlatelolco…»

Santa Catarina, N.L., sept. de 2000. «En este municipio metropolitano de extracción panista alrededor de 200 calles y avenidas, así como cuatro colonias que llevaban el nombre del ex presidente Carlos Salinas de Gortari y de su padre, Raúl Salinas Lozano, cambiaron de nombre. En mayo de 1999, el Congreso retiró el reconocimiento de hijo predilecto de Nuevo león al ex presidente, que había sido concedido por el gobierno estatal priista en 1994…»

Dic, 2002. «Diez empresas (TV 4, Sabritas, Pepsi, Telcel, Bimbo, etc) impondrán su sello corporativo en la placa de identificación de miles de calles, mediante un convenio que suscribieron con la Sec. de Desarrollo urbano y Vivienda, cuya titular es Laura Itzel Castillo. Sobre las críticas a los anuncios el titular de la Miguel Hidalgo, el panista Arne aus den Ruthen Haag ironiza: Provienen del pudor socialista…»

Santiago de Chile, 2002. «Una calle capitalina lleva ya el nombre de Mario Kreutzberger en homenaje a Don Francisco, animador de televisión…»

Agosto de 1991. «Una calle de la colonia Guerrero llevará el nombre de Daniela Romo, popular e internacional cantautora, que dice: ‘Creo que no lo merezco, porque yo lo único que he hecho es dar lo mejor de mí cuando canto: Todo, todo, todo…»

Mayo de 2002. «En la Del. Gustavo A. Madero existe una colonia que ostenta el nombre de Verónica Castro…»
Después de eso, mis valedores: ¿Maude, Montiel? Es México. (Mi país.)

El nombre es lo de menos

Y esa moda grotesca en que hemos caído de imponer a los recién nacidos nombres ajenos a la tradición cultural mexicana, ¿no les produce calambres? A mí sí y aquí mi experiencia personal: muy temprano aquel día con el niño, la madre y el par de testigos, en el volks. enfilé rumbo al registro civil, extravié la ruta, llegué a media mañana y nos formamos todos en una cola de cuadra y media. Al mediodía ya estábamos a diez madres de la funcionaría que me otorgaría factura, tenencia o engomado de verificación del mamoncillo. De repente, ¿y eso? ¿Qué estaba ocurriendo frente a mis niñas, las de mis ojos? Diez madres adelante, la del suéter color plúmbago había llegado ante la funcionaría y mostraba al de pecho, un lindo chamaco mestizo, puro mexicano, vale decir: prietillo, chato, jetón, hirsuta pelambre. «¿Nombre para su cursientito?»

– Crístopher, o sea: Chistopher Chimal. / «¿Crístoper nomás?»

– Nomás Crístopher. Le pensábamos poner Crístopher Brayan Conan Roñal, pero a la hora de la hora aquí su padre…

– ¿Mi padre? Si yo hubiera conocido a mi padre…

– Su padre de él, de Cristopercito. A última hora se decidió por Crístoper nomás. ¿No, viejo? que Brad Ronal Brayan Conan ya en La Tusanía, la colonia, están muy chotis. Nomás Crístopher Chimal, pa servir a usté.

Crístopher se le quedó, y vino entonces la criatura de la ventruda de los mallones color mostaza y el bolsón (no marido, la pañalera). El crío cimbrábase, berreando a todo pulmón. La madre: «Ya, pues, ni modo de sacármela pa dártela al aire libre. Ese de los mostachos con facha de pseudo-neo-comunis-toide me la clavó, su mirada libidinosa. ¡Y tú, Yeneví, no te me retires, que el bigotón chance y hasta robachicos!»

La criatura de los berridos hagan de cuenta melliza de Crístopher: morenilla, jetoncilla, cachetoncilla, jalados los de apipizca y aplastada la nariz.

«¿Nombre del gordis? / «Es chavita, míreselo». (Y le mostraba el arete de bisutería.) / «¿Cómo va a llamarse su triponcita?»

– A ver, aquí lo traigo apuntado en este boleto del Metro. Mi nena se va a llamar… Jaina Dayana Leididí, de apellido Guémez. / «¿Nada más?» / «Nada más. Ya en el boleto no cupo dónde apuntar los otros nombres que le habíamos escogido. Yenifer Melania, o algo así. Ya no me recuerdo».

Y sí: aquellos prietitos (del mismo arroz) quedaron registrados con el nombre de Yojan Eric Benítez, Laila Jana Barrón, y una Bete Vladimira, dos que tres Yons, y diversas Nailas, Roselas, An Meris y Giovannas Maurín. De repente me vi frente al escritorio:»¿Y su pelón?»

Sentí que me ponía colorado. Disimuladamente me revisé el cierre del pantalón. Entendí la pregunta. «Juan, señorita». / «¡No soy señorita!» / «Señora, perdón» / «¡Que no soy señora!» / «¿Divorciada, viudita? / «¡Licenciada, si me hace el favor! ¿Nombre de su chamaco? ¿Está seguro que es suyo?»

– Juan, señ… licenciada. Juan Mojarro. / «¿Que qué? ¿Es burla, mamila, choro, choteo?» / «Juan, como Juan mi padre» /» ¡Tampoco, señor! ¡No me pusieron aquí nomás pa que cualquiera me lo venga a choriar! ¡Todavía me dijera Yónatan! ¡El que sigue!» / «No me lo tome a mal, licenciada. Juan se llamaba mi padre y…»

– Pos ultimadamente allá usté con sus excentricidades. Qué ganas de darse a notar. A ver, ¿cómo fregaos se deletreael nombrecito ese?

Regañado frente a mi amantísima. Sentí caliente la cuera. Por fortuna uno de los testigos, el Cosilión, salió al quite: «Era broma, licenciada, no se lo tome a mal. El niño va a llamarse Cristian Zahuindanda, como en una película creo que de vaqueros. Cómo pasa a creer que al chamaco lo íbamos a infelizar de por vida enjaretándole un nombre así de exótico. Quezque Juan…»

Y me guiñó el ojo. Vi que la señ… licenciada se suavizaba: «Así si, pa’ que vean. ¿Cristian Zahuindanda nomás? ¿No quieren aprovechar pa que de una vez le pongamos Errol Fedor Shankar? Malcom Morgan Galaor visten mucho. Grégori Michelé…»

Yo, aquellos espeluznos que me bajaban del cogote a la vértebra terminal y se seguían de filo: «Vamos a dejarlo en Cristián, si le parece».

– Así sí, no que el exoticismo ese. ¿Cuál era, cómo lo pronunciaba usté? Ah, sí, J-u-á-n, con acento en la juá. Quería darse a notar, pasarse de lanza…

Cristian quedó registrado. (Pero aquí entre nos: yo, en la intimidad, cuando nadie me podía escuchar -mucho menos ella, la licenciada-, tomaba a mi niño en los brazos, lo miraba a los ojos y en un susurru nombrábalo Juan, mi hijo, como mi padre Juan. Esto, cuando nadie me oía.) Juan, hijo. Y, mis valedores: algo acá, muy adentro, se me reblandecía, como aún se me reblandece hoy que mi niño se me torna un hombre. Como mi padre. (Juan…)

Los placeres solitarios

Yo, mis valedores, (¡a mi edad!), acabo de proporcionarme uno de estos placeres, aunque poco tuvo de placer y mucho de solitaria frustración, desaliento y ridículo. ¿Y saben por qué? Nomás imaginen: fui sorprendido con las manos en la etc. Ustedes, cuando se dispongan a experimentar la agonía y el éxtasis, a tomar sus precauciones. Por sí o por no. Lo mío fue ayer, y fue así:

Silencio en la noche, ya todo está en calma. Una vez comprobado que la casa dormía yo, aquellas fotos escondidas entre las hojas de un inocente Playboy de fecha atrasada (y qué conque: el material gráfico no había pasado de moda porque no vestían ropitas cuyo estilo envejeciera), me escurrí hasta cierto lugar excusado y vamonos: a crecerse al castigo. (¿Quizá estoy siendo demasiado extrovertido? Al claror del de veintitantos wats ahí me tienen sus buenas mercedes mirando las fotos hasta bizquear, observándolas a lo largo y ancho, dándome pasones (con los puros ojos) en tales valles umbríos, carnazas y rinconeras, montículos, hondonadas y remolinos en fruncimiento. Comencé a resollar así, oigan: gordo, gordo…

Para que ustedes no caigan en tentación y a lo estéril saliven, ahora procedo a proporcionarles la descripción de las fotos, con el desenlace fatal. Ocho, diez, ¿cuántas eran las tales? perdonen la imprecisión; el horno no estaba para ponerme a contarlas, pero una era de Felipe Calderón, otra del bibelotito Creel y otra más del Bebeto Cárdenas. Junto a ellas la de cierto castorcillo dientón, sonriente, al que se le advierte la música por dentro. En una de esas, al bajar las fotos, el repentino Madrazo, que casi me fuerza a soltarlos, Playboy y fotos! Y tras el Madrazo, Jackson, Montiel, y esas fotos tamaño infantil, con infantiles del tamaño de un Núñez, un Yarrington.un…

Ahí, extendidas entre el lavabo y la taza, yo, resollando gordo, comencé a decirles entre mí, como si orase ante la vera efigie de otros tantos asesinos cristeros encaramados a los altares por una ventolera del difunto Juan Pablo II:

– Señores presidenciables: humanos son como yo, con mis mismos achaques, apetencias y necesidades:
Mañana, cuando amanezca, habrán de acudir puntualmente a un sitio como este donde miro sus fotos. Bien (o apenas regular). Ya cuando hayan desfogado toxinas, bacterias y ácidos corpóreos urgidos de librarse, y ya aseadas sus manos, señores presidenciables: por su mamacita santa o no tanto, mírense en el espejo, el de su baño. Obsérvense y hagan un par de gestos y muecas así, miren. Frúnzanlo, arrúguenlo, el ceño; enderécenlo, el índice, y ante el espejo amaguen con un: ¡Mexicanos!, un ¡Compatriotas! Un-. ¡Chiquillas y chiquillos..!

¿El propósito de semejantes desfigures? Un ejercicio del propio conocimiento, señores presidenciables: constatar que son seres humanos, y que si lo son ahí, en el lugar excusado, lo serán también en Los Pinos, donde existe también tal lugar, sólo que recargado de lujos para que el elegido se recargue a gusto. Aquel de ustedes que resulte el elegido no pierda la proporción; no despegue sus pies de la tierra; no permita que la industria del periodismo me lo maquille hasta el punto de la deificación sexenal, y me lo conviertan en patético dios de pacotilla seis años, lo más.

Mírense, obsérvense al espejo. ¿Alguno tiene pinta de santón, iluminado, héroe epónimo, padre patricio, chamán, dios tutelar, mesías? ¿Cómo, si son ustedes unos mediocres irremediables, que volviendo a nacer mediocres, y así per sécula seculorum? ¿Por qué hoy seres del montón y carismáticos ya en Los Pinos? ¡Otra versión de Echeverría-López Portillo nunca más! (Claro, tampoco caer en el polo opuesto, de arrastrar por los suelos, como unas sucias faldas cualquiera, la figura presidencial.) El ganador del torneo de copa 2006, autocrítica-, el que llegue no pierda los sesos (¡ni los esos, sobre todo ante el gringo!), que ninguno de ustedes tiene tamaños de estadista, qué va a tener. El que llegue y los demás tienen como destino el desván de la Historia, sin más. Usted, el que resulte ganador, ¿basta ya del presidencialismo! ¡Presidencialismo ya no, basta ya de..!

Y ante las fotos manoteaba, frenético. Ya no un nuevo Echeverría, no un López Portillo, nunca más una Carmen Romano, una Mari…! Ahí sentí aquellas manos y oí la voz, en susurro: «Los vecinos encienden su luces, cálmate. ¿No oyes ladrar los perros? Bebe esto, mi amor, no grites…» (Tila, borraja. Mi única me sacaba sudor, lagrimones, babasa, moquis.) «No lo tomes tan apecho, mi amor». /» ¡Es que un mediocre de estos se nos va a volver sexenal! ¡Otro Madrazo, mi amor! ¡Las masas siguen delegando en estos! ¡No quieren asumir, y así darse un gobierno aliado! ¡Y yo tengo que pagar las consecuencias..!»

– Cálmate. Ven. Te entibié tu lado en la cama…

Yo, como zombi; como sonámbulo. Y el hipo aquel. ¿Cree, bebeto? (¡Dios!)

Yo no soy malo…

Qué malo voy a hacer. Si así fuera tendría hijos drogadictos, borrachos. A todos los formó bien, y como formé mi casa, tomé la Dirección Federal de Seguridad y ya…

Y a sus declaraciones del pasado jueves Miguel Nazar Haro agrega: «Me quieren juzgar por la vía maldita». Algo semejante, mis valedores, ¿no lo perciben ustedes en el silencio de Luis Echeverría y Mario Moya Patencia, los dos torvos personajes a los que la torpeza de unos, la inmoralidad de otros y unas leyes amañadas acaban de liberar de toda culpa por los regueros de cadáveres que van del 2 de octubre de 1968 al 10 de junio de 1971 y los que se desperdigaron más tarde por toda la geografía nacional? Los matanceros de ayer tratan hoy de pasar por corderos. Es México.

Por cuanto al antedicho Miguel Nazar Haro, leo en el reportaje de Raúl Monge (Proceso, abril, 2003): «El 13 de agosto de 2002, Federico Emery recibió una inesperada llamada telefónica en su casa. Era Miguel Nazar Haro, el hombre que lo sometió a un macabro experimento en 1969 al ordenar que se le suministraran sustancias alucinógenas para obtener información sobre los grupos subversivos activos en aquella época (…) Quiero hacerte algunas precisiones -le dijo Nazar en un tono tan cordial que a Emery le causó mayor preocupación de la que de suyo la llamada te había producido…»

En concreto: que no revelase detalles de anteriores sesiones de tortura. «Yo en eso nada tengo que ver. Yo era sólo un pinche policía». Yes como para preguntarte: ¿él, como sólo un «pinche» policía, normó siempre su conducta policíaca de acuerdo a la ley? La denuncia contra el carnicero que nada tiene que ver con aberraciones como el horror de la tortura:

«Un cuarto todo pintado de negro. Rodeado de agentes, en la cara la luz de reflectores fuertes. Ahí conocí el lenguaje de la tortura: le decían fotos a los golpes; y según su intensidad, eran infantiles, de certificado y de pasaporte. Las de pasaporte eran golpes de veras. Seguí en el interrogatorio. Más fotografías de supuestos o reales miembros de la Liga. Vi la mía, muy vieja, de cuando estudiaba en el CCH. De pronto.- «¡Atención! Ahí viene el jefe». Todos se pusieron de pie y entró a quien llamaron Señor o Jefe, así, con mayúsculas. Me hizo las preguntas de rigor y me propuso un trato.- Te doy un boleto de avión al país que gustes a cambio del paradero del Piojo y de la Morena. Tú ya caíste, sálvate. Me importan ellos. No me digas nada ahora. Piénsalo.

Y se fue. Después vino lo peor. Me llevaron a ver los cadáveres. Estaban en el estacionamiento. Tres compañeros. Tere, Brenda y un cuate desconocido para mi. Las mujeres, con el tiro de gracia en la cabeza, sus cuerpos sucios, ya rígidos. De nuevo al cuarto, ahí estaba el Señor. ¡Pinche guerrillero. Nos quieres ver la cara, te vas a morir! (Sacó una pistola de nueve milímetros, cortó cartucho) ¿Vas a cooperar? Me vas a decir todo o te mueres en este momento. (A pesar de la fuerte luz de los reflectores, en el instante en el que el Señor se puso frente a mí colocando el cañón de la pistola sobre mi sien derecha, pude distinguir su tez blanca, sus ojos claros, inconfundibles. Me parecieron eternos los momentos hasta que escuché el golpe del martillo al jalar Miguel Nazar Haro el gatillo. No tenía tiro en la recámara).

Después me llevaron a una oficina donde estaban Romeo y Joel. A éste lo estaban torturando bien feo. Lo tenían desnudo y mojado y te daban toques con un cable que habían zafado de una lámpara. Ellos pretendían que confesara que pertenecía a la Unión del Pueblo. Y que dónde estaba su hermano, que les dijera quien dirigía el asunto y hasta gozaba con aplicar la tortura era el que te decían el teniente. Joel comenzó a tener una especie de parálisis y como que ya no podía respirar. Le dejaron de aplicarlos toques y le dieron de puntapiés y golpes para que dejes de hacerte pendejo. Pero no reaccionaba.

A los demás nos sacaron rápidamente. Pasaron varios días de golpes, toques y amenazas. De ahí salieron declaraciones de lo que sí y de lo que no. Pero a Joel no volví a verlo. Supongo que eran de él unos quejidos lastimeros que se oían cuando había silencio. Después me siguieron torturando. Joel está entre los desaparecidos». Y -«yo no soy malo»- la escena final:

«No publiquen los nombres y les prometo que investigaré. Y Jesús Reyes Heroles, Secretario de Gobernación, despidió a tos juristas de varios países, todos defensores de los derechos humanos, que le habían ratificado múltiples denuncias: hay persecuciones, hay torturas, hay desapariciones. Y lo más grave. Comprobamos la participación directa, personal, de altos funcionarios gubernamentales en actos de tortura…

¿Los torturadores de oficio y vocación? Fernando Gutiérrez Barrios, Raúl Mendiolea Cerecero, Migue «yo no soy malo» Nazar Haro. (Volveré con el tema.)

¡No le forcé, lic!

Aquel domingo, mis valedores, lo pasé lejos de esta ciudad capital. ¿En Huatulco, en Cancún, quizá en ese edén que las malas lenguas nombran Tamarindillo de Fox, y esto no me lo tomen a albur? No. Ni a la playa ni al balneario, sino a un paraíso mejor: San Cirindanguillo el de Abajo (el de Enmedio, más bien), hasta donde me forzó a acompañarlo mi primo el Jerásimo, licenciado del Revolucionario Ins. (cuándo dejará de manipularme; cuándo no me dejaré manipular) para llevar a efecto, de cara al proceso electoral del 2006, una campaña relámpago de afiliación tumultuaria de lugareños al Revolucionario Ins. Votos en racimo para un tal Madrazo. Ellos, los payos, se nos quedaron viendo desde unos ojillos de zorros risueños; ellos, los muy ladinos, con la música por dentro:

– Las ponemos, cómo no, pero antes de que las póngamos, o sea nuestras guellas en los papeles, usté y su achichincle nos van a aceptar un cabrito en sancocho. ¿Verdá, tú Meli-Melitón..?

Picoso el cabrito, dulce el ponteduro (postre, no albur), y un tinto de garambullo. Oliéndoselo (el bouquet), el catador de caldos finos: «¿Añejo?»

– Y bien añejo, licenciao, cómo no va a ser. Semana y media en barricas de pochote. ¿No, tú, Meli-Melitón.. ? (Con la música por dentro). Ya con el sol en declive: «Pero antes de que las pongamos en la credencial, y nomás por travesiar un rato, se va a echar usté uno de estos. Escoja, licenciao.

Acertijos de alambre, ¿los conocen ustedes? Sí, una intrincada red de alambres engarzados entre sí y que aprisionan unos arillos que a base de mañas hay que liberar. Y ándenle, que el Jerásimo se abismó en el misterio de eslabones, aros y ringorrangos de alambre. Ahí fue el jurgunear aros, menear argollas y manipular eslabones que trataba de liberar de una intrincada red de alambritos vaciladores. Y ya acomodaba el arillo -de alambre-, y ya lo fruncía -el ceño-, y ya jalaba, borneaba, remolineaba el rodete -de metal-, pero el susodicho, como salir, salía pura madre, con perdón de la mía. Los lugareños, aquellos ojillos que apenas se vislumbraban entre un tejabán de cejas: ellos, la sonrisilla bajo la palapa de unas cerdas de aguamielero. Ellos…

– Ese ya se le cuatrapió, licenciao, pero no hay pedro, no se la vamos a hacer de fumarola. A ver, hágale la lucha a este otro, más facilito.

La tarde, mis valedores, se nos fue en ver al Jerásimo menear ganchos, tironear argollas, forzar el arillo en las trampas de alambre y fruncir el arillo al impulso de la frustración. Bizqueaba el consanguíneo. Y el caloran. Desde el cogote, el sudor me rodaba hacia mis entrañables zonas abajeñas. «Ya casito, lic». Casito madres, incluyendo a la mía. Y venga otro acertijo, y otro más. Exasperado y sin éxito, el Jerásimo jurguneaba la enredada caligrafía de aros y argollas. «¡No le enchueque, licenciao, meniéle nomás! ¡No le forcé a la marinola, que tovía es virgencita!» -Así hasta el desgranar de campanas esquilones y esquilas. Ángelus, triduo, rosario.

– Mejor así la dejamos, licenciao. Con los acertijos de alambre nomás no pudo. ¿Y sabe cómo le nombramos a este? «Creación de empleos». A este otro tampoco le jalló, o sea al «Plan pa combatir la pobreza». No dio pie con bola con el de la mentada «Justicia social», y con el «Combate a la corrupción» las dio, licenciao. Usté, pa los acertijos vaciladores, nomás Valentín Madroño, con perdón aquí del Tacotillo, menos de edá. Y como creemos que así como usté son todos los del Madrazo, nos la va a perdonar, pero nosotros, como afiliarnos, una pura tiznada que nos afiliamos a su partido ni votamos por él. ¿Nosotros resucitar al Franquestén, al carbón vampiro. El Revolucionario Ins. ? Somos pentontos, pero Dios nos ayuda. ¿No, tú, Meli-Melitón..?

– Y mucho menos votar por el partido de la parejita presidencial, que nos salió más pior. Tamos tantiando, ¿verdá? con el Peje. Chance y a San Cirindanguillo el de Enmedio le venga a hacer su segundo piso…

¿Que qué? Ahí vi que el Jerásimo se dio el levantón, fue hasta el volks., abrió la cajuela y volvió con las pinzas. Y que pepena el montón de alambritos.

– ¡Eitale, no, qué va a hacer! ¡A la de a güevo no, licenciao! ¡Eso nos toca a nosotros, cuando nos decidamos. Porque ustedes, los del PRI-PAN, con las anchetas de alambre nomás las dieron. ¿Porqué son bandejos? Qué va. ¡Por ventajistas, por avorazaos y saqueadores! ¡Las alicatas, nosotros! Un día. Nomás nos decidimos y tíznale, a cortarle la maceta a un sistema de poder que nos tiene hasta la madre! ¿No, tú, Meli-Melitón..?

Volver con la frente marchita. Media noche. Yo, al volante, ironicé: «Lo que hubieses enriquecido al partido con la afiliación tumultuaria. La de votos por Madrazo. ¿No, tú,Meli-Melitón..?» «¡Tu tiz..!» «¡Cuidado!» ¡Y el forcejeo! ¡El huizcolote! ¡El madrazo! El susodicho se quedó sin afiliaciones. (Lástima.)