Los dineros del diablo

Así que mega-biblioteca. Conque alrededor del asta-bandera del Zócalo, la Espiral de libros más grande del mundo . ¿Y los lectores, a propósito ? ¿ Dónde están los lectores ? ¿ Cuántos libros lee en promedio el promedio de los mexicanos? ¿ Uno , uno y medio ? ¿De qué tipo ? ¿ «Superación personal» , esa superchería ? Mientras tanto , ¿ cuántas horas de su vida despilfarra sentado a dos nalgas frente a la mortífera radiación del cinescopio , donde me lo fuerzan a chapoytear en las heces fecales de los lavalles , origeles y compinches de esa misma ralea ? ¿No sería más conveniente que los delirantes de los mega-proyectos librescos pensaran a lo práctico , y en vez de la monumental idearan planes realistas , espulgando casa por casa , barrio por barrio , colonia por colonia de la Ciudad , tras los lectores potenciales ? ¿ O qué , vamos a crear más elefantes blancos , mucho más perniciosos que los elefantes color de rosa que es fama flagelan a los dipsómanos? ¿ Tanto dinero tenemos para el derroche libresco ?
Mis valedores:
Quizá el que en el 2006 trepe a Los Pinos nos tenga menos de zafio , cerril e ignorante que algunos de los especímenes que a su hora han encarnado la institución presidencial. Ese que llegue a Los Pinos , Casa Blanca mediante , tal vez pueda y quiera leer , y aprovechar las lecciones que le ofrece la ficción . Por sí no , aquí envió a los precandidatos , discretamente modificado , el resumen de cierto relado de J.J. Arreola titulado Un pacto con el diablo . Va así:

«Aunque me di prisa y llegué al cine corriendo , la película había comenzado. Perdone , dije al de junto , hombre de aspecto distinguido ; ¿ me podría contar brevemente lo que ha ocurrido en la pantalla ?

– El protagonista ha hecho un pacto con el diablo , que a cambio de su alma le proporciona seis años de riqueza.
¿La razón de la venta? Que el vendedor , para su mala fortuna , tiene mantiene en casa a una mujercilla que lo tiene a él , y lo mantiene en la enajenación; mediocre , atacada de malsana codifia, las mujeruca vive su existencia enferma de protagonismo , y ante joyas y trapos de calidad pierde pisada , y acumula y atesora , y como todo mediocre , al sentir que nada es , lo compensa cosificándose. Su amador , el alma perdida pero en brama el corazón , por satisfacer las ansias de oro de la insaciable comete desmesuras así de ridículas como peligrosas . En la pantalla , el diablo entrega carretadas de monedas al insensato , que corre a entregarlas a la avariciosa . En la butaca de junto , el vecino , señalando al de la pantalla:
-Ya llegarás al sexto año , insensato . Todos los demonios van a caerles encima , par de corruptos . ¿O creen que su inmunidad va más allá de seis años ?
En la pantalla , macabra metamorfosis: la que apenas ayer vivía con modestia y estrecheces económicas , ahora le daba vuelo a la hilacha ( hilacha de firma , de las más cotizadas); nueva rica , la arribista había perdido toda ponderación y enloquecía con los lujos de nueva rica , y alucinada por una vida de dispendios que nunca antes había conocido y para la que culturalmente no estaba preparada , pedía y exigía al del espíritu endeble que en cantidades cada vez más cuantiosas le acarreara los dineros del diablo , que ella repartía entre hijos , padres , exmarido y toda la parentela de ventajistas , de oportunistas.
-Ya pagarán par de insensatos – mascullaba el del asiento de junto . Le hice la observación:
-Usted les reprocha porque tal vez no conoce lo que es la pobreza.
-Pero conozco lo que es la riqueza . ¿Tiene usted una esposa?
-Ella y yo con cuántos trabajos sobrevivimos a la miseria. Daría cualquier cosa por remediar esta situación.
Los cuchicheos incomodaban a los demás . Me invitó a salir al pasillo . El letrero luminoso dio un brillo siniestro a las pupilas del desconocido.
-¿Estaría dispuesto a todo con tal de que su esposa no padeciera la pobreza ? Por su amor , vendería algo?
-Todo lo hemos vendido . Lo último , unos aretes de mi mujer…
-Piense usted bien . Hay algo que quizá olvida. Mire : a estas alturas resulta por demás una presentación.Estoy a sus órdenes . Aquí , en la cartera, llevo un documento y esta pequeña aguja que…
Pensé que nuestra fortuna estaba en mis manos. ¿El alma? Bah…
-De acuerdo , con una condición : quiero ver el final de la película.
El diablo tuvo que aceptar ; volvimos a la sala . En la pantalla , los seis añs del contrato con el diablo se habian terminado , y los borbollones de dinero . Ahora la casa estaba en ruinas , y el rancho y todo lo mal habido de trepadora y familiares . El infeliz , que no había previsto tal desenlace , andaba a salto de mata , con el diablo detrás.
Yo, también a salto de mata ( de butacas), salí del cine y me le escabullí al diablo.¡No iba a venderle mi alma por una aventurera así se tratase de la edy González , tan bruto no soy! (¿Moraleja?).

elvaledormx@yahoo.com.mx y el valedormx@hotmail.com

Casi el paraíso

Ocho días fuera del mundo, mis valedores. Fue una semana de mi vida la que acabo de pasar en los entresijos de una serranía olorosa a naturaleza en celo, en ebullición, en fermento; una semana que viví con el cordón umbilical como sanguijuela: prendida a la viva entraña de una madre tierra todo-paridora de flores y frutos, desatadas tormentas y chicotazos de lumbre que restallaban barbecho adelante. Mis cuatro, cinco sentidos, revivieron a punta de estrellas y estrellados cielos, y firmamentos; de aullidos, rugidos y bandazos de viento; de lejanías agrestes y multicolores, y aromas y sabores dulcísimos. Fue aquella una semana que permanecí escondido de artilugios tales como radio, teléfono, periódicos y revistas. Por cuanto al cinescopio, semejante tumor, gracias al cielo, por salud mental pude arrancármelo desde hace años, y así hasta hoy. Pues sí, pero después de la semana en el paraíso, cierta mañana me encontré con la novedad de que había que regresar a la civilización. Y qué hacer…

Como encandilado llegué a mi cuidad, a mi barrio, a mi cubil. Como enajenado miré en derredor, y traté de reconocer mi mundo de cada día, el de todos los días, y no hallaba por dónde empezar. He intentado ponerme al día respecto a lo que ocurre como novedad en el mundo, y para ello recurro a todos ustedes. Mis valedores, denme razón: ¿Fox ha vuelto a mentar la «democracia» nos trajo en el año 2 mil? ¿Ha vuelto a asegurar que antes de él no teníamos un estado-nación, y que él vino a inventárnoslo? ¿Ha vuelto a afirmar conceptos que más tarde desmienta el vocero presidencial? Los vestiditos de la «primera dama», ¿ya lograron venderse? ¿Se remataron al mejor postor? ¿En Tepito se pueden conseguir a buen precio, que para los mexicanos siempre será un precio demasiado oneroso? La procedencia de los dineros invertidos en La Estancia, El Tamarindo, un rancho San Cristóbal remodelado, ¿ya es del dominio público? ¿Y la fortuna de todos los Bribiesca Sahagún, que incluye instalaciones hospitalarias? Manuel, el propietario del avión para ejecutivos, ¿estuvo la noche del Grito en el balcón central del palacio..?

Por cuanto a Maude Montiel, francesa de Arturo Versini, ¿sigue con sus delirios de «primera dama»? ¿Cuántos son los guaruras que la protegen? ¿Quién paga los servicios de las docenas de guarda vamos a decir espaldas de la francesita apasionada? ¿Y el derrochador PeñaNieto? ¿Logró tomar posesión de la silla que (a querer o no) le pagamos en el palacio de gobierno, en Toluca? ¿Así de fácil? Los millones tirados a la basura (a las televisoras) eran dineros de todos nosotros, para beneficio de nosotros todos. Ya nos tomaron la medida. Y hablando de despilfarras…

¿Cada poste de cada esquina de cada calle sigue vejada y befada con el retrato de Jesús Ortega? El tal, ¿sigue jurando que el derroche no alcanza el millón? Al tal, ¿le conocen todos sus sórdida historia de talamantero, casi tan sórdida como la del transa Armando Quintero o ese que les da veinte y las peores, el Pablo Gómez, que a sí mismo se apoda de «Izquierda»?

¿Sigue López Obrador infestándose de maromeros? El maromero Demetrio Sodi, ¿en que partido se logró enchufar?¿Alguno de los migajeros se lo ha recogido, como también a Jorge G. Castañeda? El maximato, ¿sigue vigente en el país? El jefe máximo de la política y las finanzas, ¿sigue de gira política? De su hermano Raúl, ¿se comentan pasaportes falsificados y riqueza ilícita? La muerte de Enrique, tan transa como Raúl y Adrianita, ¿ya se aclaró, o la pugna de Navarrete Prida y Cabeza de Vaca desgarró al expediente? Otra cabeza, ésta de playa (de la corrupción priista), ¿ya pepenaron al prófugo mega-ladrón y archi-escurridizo, ?scar Espinosa? Luis Echeverría y Margarita López Portillo, ¿ellos en su casa y Dios en la de todos?

Por cuanto alos medios de condicionamiento de masas, ¿siguen hirviendo de comentarios sobre política de corto plazo para entorilar incautos rumbo a las urnas donde votar por este o aquel candidato no de las masas sino del Sistema de poder? Que si Calderón, que si Cárdenas, que si el doctor Simi, que si Creel. El negocio de los permisos para casas non sanctas, las de los juegos de azar, ¿ya se aclaró? Televisa y TV Azteca, ¿siguen con su misma programación? La concesión para envenenar espíritus débiles, ¿no se les ha retirado? ¿siguen chapoteando en labazofia y las aguas negras junto con los Origel, Lavalle y gritonas anexas? «México seguro», ¿ya detuvo los hechos de sangre? La ciudad, el país, ¿son ya recintos alamedida de los humanos..?

Indígenas y EZLN, ¿ya buena comida? Marcos, ¿ya a dieta? De Madrazo y Elba Esther ni les pregunto; besando la cruz juraría que ya fumaron la mota de la paz. Dije la cruz: ¿Con su buen ejemplo de pastores los jerarcas católicos siguen enfervorizando a sus ovejuelas? Porque de tomarse piedra de escándalo más les valiera atarse al cuello una rueda de molino y echarse al mar. (¡Cristo!)

¿Narco-limosnas? Ya lo sabía

¿Narco-limosnas? Ya lo sabía

Claro que ya lo sabía, y en su momento denuncié tal forma de corrupción de la jerarquía católica que hoy pone en evidencia Ramón Godínez, obispo de Aguascalientes, Ags. Ya hace años lo afirmó el religioso Leonardo Boff:

«Es profundamente antiético que jerarcas de la Iglesia Católica Mexicana se hayan visto envueltos en problemas con el narcotráfico. El poder religioso entra siempre en articulación con el poder político y el poder económico. Si el poder religioso no es vigilado, controlado, y si no mantiene su altura ética, degenera en los negocios. Sucios…»

Las afirmaciones del impulsor de la Teología de la Liberación fueron refutadas por el obispo Sergio Obeso, ex-presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano:

«Yo rechazo que la Iglesia esté utilizando dinero del narcotráfico. Se pueden decir tantas cosas, pero no basta con decirlas, hay que probarlas…»

Y Carlos Abascal, hoy Sec. de Gobernación:

«Son intereses jacobinos los que intentan deslegitimar la misión eclesiástica. ¿Acaso es un crimen que los narcotraficantes arrepentidos de sus pecados se acerquen a la Iglesia? Ella, la iglesia, no está obligada a rendir información sobre los recursos que le entran…»

Pues sí, pero ahí habló, Carlos Quintero, obispo de Hermosillo, Sonora:

«Claro que sí, en Tijuana hay familias que han sostenido parroquias con dinero del narcotráfico. Seamos realistas. Si, no podemos ocultar el mal, pero tampoco debemos omitir las cosas buenas del mal. Aquí hemos encontrado familias buenas que han ayudado a sostener el seminario y muchas otras que han aumentado el número de parroquias. Lo acepto: recursos del narcotráfico han llegado hasta las arcas de la Iglesia, particularmente en esta frontera».

Y un sacerdote José Raúl Soto, de la Universidad Pontificia de México:

«Aquí, en la basílica de Guadalupe, se los digo como párroco, los narcotraficantes son muy generosos. Sin dejar de ser traficantes de drogas, ayudan y dan ümosnas que nosotros ya las quisiéramos hacer. Los más generosos hasta hoy han sido Rafael Caro Quintero y Amado Carrillo Fuentes, particularmente…»
Y el sacerdote Alberto Athié, por aquel entonces integrante de la Conferencia del Episcopado Mexicano:

«La Iglesia Católica Mexicana se mantendrá siempre abierta a los narcotraficantes, sí, pero sólo para pedirles que abandonen su actividad. Ellos, los narcotraficantes, son vistos como los más malos entre los malos, pero en muchas ocasiones sin diferentes. No podemos identificarlos como personas esencialmente malas. Hay quienes tienen la inquietud de buscar el bien y con sus generosas limosnas hacer cosas a favor de la comunidad».

«Yo sí reconozco que recibo donativos de la familia Carrillo Fuentes».

A la entrevista donde tal declaró a los medios, el «religioso» arribó en un lujoso automóvil y luciendo costoso reloj de oro; era el sacerdote católico Ernesto Álvarez, amigo de la familia de Amado Carrillo Fuentes, de quien se dice que acompañó al narcotraficante en un viaje por Tierra Santa y celebró,
en Guamuchilito, Sinaloa, la misa de cuerpo presente en el sepelio del apodado Señor de los Cielos…
Esto, mis valedores, al tiempo que feligreses de Malpaso, Ags., acusaban al sacerdote Samuel Jara Acuña: «Mantiene relaciones con narcotraficantes. Ellos le obsequiaron una camioneta y un arma de fuego. Este sacerdote maneja una sola capilla de una población de tres mil habitantes, pero ahora tiene dos cuentas bancarias, una de ellas de más de un millón 300 mil pesos…»

Aclaración no pedida de Jerónimo Prigione, que fungía como nuncio apostólico del Vaticano en nuestro país:

«Fue el padre Gerardo Montaño Rubio el enlace entre los hermanos Arellano Félix y yo. Pero les prometo que no volveré a tener contacto alguno ni a entrevistarme con otros narcotraficantes. Unámonos todos en la lucha contra la corrupción que se vive en este país…»

Onésimo Cepeda, golfista, gourmet y político, empresario taurino, catador de buenos vinos y en sus ratos perdidos obispo de Ecatepec.Edo.deM.

«Bueno, nosotros los clérigos les podemos decir a Amado Carrillo Fuentes y a los demás narcotraficantes: Vayanse, hijos, el Señor los perdona y no pequen más…»

Finalmente, mis valedores, fue un día como hoy, pero de 1997, cuando apareció esta noticia: «La Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público no prevé sanciones por el caso de las narco-limosnas ni habrá modificaciones al respecto». Y punto final. Es México, un estado de derecho donde la Ley. ..
(Laus Deo.)

Negros, rubios, tetas..,

Esta vez el tabaco, mis valedores, y la noticia de la semana anterior: el humo del tabaco contiene 4 mil agentes nocivos que matan a la mitad de sus consumidores. ¿La otra mitad? Cáncer pulmonar. Alarmante; como para intensificar de inmediato las campañas oficiales en contra del tabaquismo…

Pues sí, pero ya lo advierten los estudiosos: El error de las campañas contra el tabaco es que raras veces se detienen a considerar la cuestión fundamental: ¿por qué fuma la gente? Parecen creer que tiene algo que ver con la afición a las drogas: la nicotina produce el hábito. SI, pero no es en modo alguno el factor más importante. Muchos no se tragan el humo y sólo absorben una cantidad mínima de la droga. La causa de su afición a los cigarrillos debe buscarse en otra parte…

Ah, caray. Y esa causa, ¿dónde debe buscarse? Porque, mis valedores, advertir a los fumadores lo pernicioso que es el tabaco retira del hábito a algunos fumadores… los días que duró la campaña. Cesó, y con ella la alarma, y a calmar los nervios que nos produce el áspero oficio del diario vivir con un negro o un rubio, con o sin filtro. ¿Pero por qué el hábito de fumar? No porque la nicotina se torne un vicio, que otra es la causa del tabaquismo. ¿Entonces? Asombrosa, la conclusión del especialista: ¡porque el cigarrito sustituye al pezón materno! Y yo, candido de mí, tan seguro como estaba de que el mexicano -el humano- sólo en la teoría y la práctica del ejercicio político permanecía en la adolescencia, en la inmadurez, ahijado a esa prolongación de la autoridad paterna que es el gobernante en turno…

Las conclusiones del investigador: «La solución está, indudablemente, en la intimidad oral inherente al acto de sostener el objeto entre los labios, y esto nos da también la explicación fundamental de la conducta de quienes se tragan el humo. Mientras no se investigue adecuadamente este aspecto del acto de fumar, tendremos pocas esperanzas de eliminarlo de nuestras sociedades, llenas de tensiones y afanosas de tranquilidad.

Muy claro el fenómeno de sustitución, por un objeto inanimado, de una intimidad verdadera con otro ser humano, que nos lleva al principio de toda la historia: el momento en que la madre inconsecuente introduce un chupón en la boca del hijo lloroso, goma que sustituye el pezón. Así, los niños están menos predispuestos a chuparse el dedo {alternativa evidente a falta de un pezón que les dé la necesaria tranquilidad), los chupones producen un asombroso efecto calmante en los niños inquietos. Se ha descubierto que a los treinta segundos de tener el chupón en la boca, el llanto se reducía a una quinta parte de su intensidad primitiva, y los movimientos de manos y de pies, a la mitad.

Todo esto significa que el hecho de tener algo entre los labios constituye una experiencia tranquilizadora para el animal humano, ya que representa un contacto sedante con el protector primario, o sea la madre. Es una poderosa forma de intimidad simbólica, y cuando observamos a un viejo chupando con fruición su pipa, ello pone en evidencia que esa es una práctica que nos acompaña durante toda la vida, porque el humano se ve obligado a adoptar chupones disimulados de diferentes clases. El cigarrillo es, al menos en este aspecto, un objeto ideal, porque es propio, en exclusiva, de los adultos. El hecho de que esté prohibido a los niños significa no sólo que no es infantil, sino que ni siquiera lo parece, y, por consiguiente, que es absolutamente ajeno al contexto de la succión del bebé, donde está su verdadero origen.

La pipa, el cigarro puro, el cigarrillo: el objeto produce un tacto suave a los labios y es calentado por el humo, lo cual lleva a semejarse aún más que el chupón al pezón de la madre. Además, la sensación de chupar algo y de tragarlo aumenta semejante ilusión, porque se plantea una nueva ecuación simbólica: el humo cálido inhalado es igual a la leche caliente de la madre…

Es extraño, dice el estudioso, que aún no se invente el artilugio que sea al mismo tiempo blando y resbaladizo (una boquilla de goma, pongamos por caso): pero tal vez este no se disimularía lo suficiente, se parecería demasiado a la teta materna, y entonces cómo pudiese el adulto conservar su respetabilidad. Cómo. Y otra más: que la desproporcionada cantidad de tabaco que hoy por hoy se consume en el mundo demuestra que existe una inmensa demanda de actos tranquilizadores «de intimidad simbólica», y que si se quiere, de veras, eliminar los efectos secundarios de este tipo de comportamiento, se requiere: «o bien conseguir la adecuada reducción de las tensiones de la población (algo punto menos que imposible, digo yo), o se tendrá que inventar otras alternativas». Como de momento hay poquísimas esperanzas de lograr esa primera opción, se tendrá que acudir a la segunda. A querer o no. Lóbrego. Más del tabaquismo, un día de estos. (Aguárdenlo.)

¿Yo, depravado..?

Lo vi, lo observé: joven, fuerte, musculoso. Con las yemas de los dedos se lo toqué, se lo palpé: duro, pétreo, endurecido. Me gustó. Me quité la ropa. «Pero le voy a cobrar caro», me dijo. Yo, excitado, saqué un rollo de billetes. Hice la aclaración: «Pero no voy a satisfacerme con una sola vez: Quiero que todos los días me repita la dosis de aquí al domingo». «De acuerdo, con que alcance a pagar». Conté unos billetes, se los di, los contó, los guardó. «Y ahora tiéndase ahí y respire hondo, pero conste: va usted a quedar todo magullado». Cerré los ojos y apreté los músculos…

Y válgame, qué enérgicos movimientos, qué rítmicos y acompasados. Un esfuerzo, dos, y apretarlas al máximo, las quijadas, y arrugarlo y desarrugarlo, el ceño. Tragué tarascadas de aire, pujé y aquel jadeo, y el sudor, y un aliento que se me iba y otro que se me venía. Cuánto tiempo haya transcurrido, perdí la noción. Quedé exhausto, dolorido. «Y esto no es nada, ya verá al rato, cuando se acabe de enfriar. Ya levántese».

Con trabajos me alcé, desgajado por dentro. «Es que hace mucho que no lo hacía». «Mejor piénselo, porque yo dudo que resista el de mañana». Cómo me habrá visto después del zangoloteo, que mientras me vestía me hizo la proposición: «Yo tengo una prima política con la que puede probar. Ella es suavecitá, tiene bastante práctica con los muy novatos y los ya vejancones, y puede que no lo lastime». Yo, insensato, el alarde: «Aquí donde me ve, verdiosón y sin práctica, para los dos tengo, para ella y usted. ¿Qué le parece si pruebo la de los dos? ¿Su prima política me irá a cobrar muy caro el servicio? ¿En casa de ella, o aquí mismo..?»

Total, dije entre mí, no es más que de aquí a la noche del domingo, y quiero que el sol del lunes me sorprenda de pie y satisfecho, robustecido y entero, como recién resucitado. Acepté ponerme en manos de la política (la prima), y él quedó de traérmela mañana mismo. Que él en la mañana, y la Gilda Lea (así se llama) al oscurecer. Pero un momento, mis valedores: creo que aquí se impone una aclaración.

Todo esto que acabo de describirles ocurrió en el gimnasio de aquí a seis cuadras, yo frente al Bruslí, entrenador con pesas, barras y tablas para abdominales, que me impuso la primera rutina (pecho-pierna) ante el que realicé mi primera sesión de ejercicios anaeróbicos. Cuando le expuse mi deseo y planes en el gimnasio, el Bruslí se la rascó, la nuca, y no se quiso comprometer. «No, pues menos de una semana para dejarle el físico como para competir en el mister México, va a estar medio carbón. Y ya se nos fue esta semana; hoy ya es lunes». Yo, en mi impaciencia imprudente:» ¿Y si me aventara un par de harponazos? Anabólicos por aquí, silicones por allá, unas arrobas de esteroides en esta otra zona, qué le parece?».

Se rió con risilla escéptica, movió la testa, me puso una barra que sentí como de tonelada y media en las manos. «Así, mire, sin doblar la espalda, porque se le jode su espinita dorsal». Yo, al finalizar la sesión, aquella secreta esperanza: quizá con los ejercicios aeróbicos de la política Gilda Lea…

Y así fue, mis valedores, como a partir de ayer, lunes, acudo al gimnasio para someterme a las rutinas de hombro, pecho y puntos circunvecinos, con la muy firme esperanza de amanecer el lunes con un físico no digamos de Adonis, pero sí, cuando menos, parecido al del hijo de Leto, un tal Apolo. Regresé del gimnasio, donde sudé el tanto de quince, veinte minutos, y el tanto de veinte, treinta minutos, me contemplé al espejo; de frente, de perfil, de tres cuartos, y ya flexionaba esta zanca, y ya extendía el brazo con todo y cuello, y ya me arqueo, me tuerzo, inflo el pecho, contraigo el abdomen, contraigo los brazos y tenso los bíceps. Luego practico el modo de caminar; así, enérgico, no así, con exquisito abandono y languidez, con desdén, con indiferencia…

El impaciente me lava a interpelar: «viejo ridículo, no la chifles. A tus años semejantes desfiguros…» Y yo le contesto: «No, mi señor impaciente, lo mío no es una pérdida del decoro personal, sino un intento de no perderlo; no es locura senil la que me lleva a tales desfiguros. Es que tengo, calcule mi problemón, un boleto para el vuelo del próximo lunes, ¿se da usted cuenta?».

Ya la pescaron, ¿verdad? Voy a viajar en avión, y eso significa que en la ciudad capital de este país soberano e independiente los gringos del aeropuerto, con la anuencia del presidente encargado de preservar tal soberanía e independencia, me van a imponer como ineludible condición para abordar el avión, que pase previamente por el tal «escáner» que me va a descalzar de los pies a la cabeza, y lógico, no quiero ir a dar lástimas a los de la DE A o a la corporación a que pertenezcan los operadores del aparato que me va a desnudar en mi propio país, soberano e independiente. Y qué hacer, es México. (Mi país.)

¡Libérame de la muerte viva..!

¡Libérame de la vida en la muerte, libérame de la vida y de la muerte..!

México, 19 de septiembre de 1985 19 de septiembre de 2005. Paisanos, tengan presente, no se les vaya a olvidar. No se les olvide que fue un día como hoy, pero de hace 20 años (¡ya 20!) cuando esta ciudad amaneció a ser la herida no cesa, y el llanto y el duelo colectivo por la tragedia descomunal. Como Agadir la mártir veintitantos años antes. México, la ciudad, sobrevivió entera, más entera que antes; la ciudad marroquí fue destruida hasta sus cimientos. Nuestra casa común se irguió, suturó sus mataduras y siguió su destino, que es el de la sobrevivencia. Y hasta hoy, cuando recuerdo, con las víctimas nuestras las de la ciudad arrasada hasta sus cimientos. Agadir.

A la hora de la tragedia sísmica que extirpó del mapa la ciudad mártir, una de las víctimas que salvaron la vida fue un poeta: Artur Lundkvist, quien semanas después, ya vuelto a Suecia, su país, sobre la experiencia traumática del derrumbe de toda aquella ciudad de Marruecos creó un extenso poema, vivido, lírico y visceral, «para cumplir un deber para conmigo y con los demás, tanto para con los supervivientes como con los muertos de Agadir».

Y así tituló su poema: Agadir. Hoy, a 20 años del sacudimiento telúrico del Jueves Negro de México, nuestra ciudad, con fragmentos del poema, me pongo a recordar, honrar, testimoniar mi homenaje a todos aquéllos que en forma total y definitiva sucumbieron bajo las furias del sismo que acalambró los entresijos nuestra ciudad capital. Por cuanto a Agadir, la desventurada, aquí algunos fragmentos del poema de Lundkvist:
«Fueron muchos los signos, pero estábamos ciegos. – El cielo estaba azul, un azul demasiado duro, un cielo de éter y acero, – el sol era un horno abierto y el día una piedra blanca laminada por lenguas violeta, -las nubes llegaron demasiado de repente, como humo de carbón, bajas y pegadas al mar, -asfixiaban y no daban lluvia. – De los árboles surgieron gusanillos blancos que cosían con hilo negro en las hojas, – de las grietas de la tierra salieron los escarabajos, y eran de esmalte azul o estaban sembrados de polvo de oro, – no encontraban lo que buscaban y desaparecían de nuevo…

El suelo se sacudió, profundos estremecimientos recorrieron la tierra – los perros contestaron de todas partes con aullidos prolongados, y un lamento sordo surgió de las gentes. – Sí, ahora todo dependía del capricho de la tierra, de su indiferencia o de su ira…

Me oí gritar en sueños (nunca podré saber lo que grité, – nunca podré saber si me dije algo que no sé – en el mismo momento en que fui arrojado de la cama (o instintivamente me tiré de ella) y me acurruqué en el rincón mientras el terremoto crecía irresistiblemente, y las sacudidas se hacían más fuertes, más violentas, parecían venir de todas partes al mismo tiempo, – una revolución que surgía de las entrañas de la tierra, un irrefrenable baile que interrumpía, – un trueno de las profundidades, abrumadoramente pesado, -un estallido de paredes, un agrietamiento, un desmoronamiento…

¿Cuánto tiempo duró? – ¿diez segundos? -¿más? ¿menos? – o nada de tiempo, un tiempo que cesó – o perdió su extensión determinada, -quizá un oscuro globo de tiempo comprimido – y el mundo volvió a existir, silencioso e inmóvil, – la conciencia se volvió a unir al cuerpo, yo volví a sentirme vivo – (¿o era solamente una representación en el momento de la muerte?)

Y la desolación: por todas partes huellas de la mano de la muerte, la descarga de la rabia, – muros de piedra lanzados al lado opuesto de la calle como con una burlona carcajada todavía audible, – bugambilias en flor que se inclinaban como incendios triunfantes sobre las casas derruidas…

– ¡Libérame de la muerte viva! Más insoportable que la locura es esta tumba en las tinieblas, – las piedras me cubren y me rodean, piedras derrumbadas, – no hay aire suficiente ni para que respire una rosa; -¡asfíxiame de una vez, como un lazo, como unas manos estranguladoras! -¡Ahógame, aplástame con un bloque de piedra!. Todo menos esta espera en la nada, esta tortura en el ara del sacrificio, -¡arranca ya el corazón de la víctima, clava ya el cuchillo de piedra! Es preferible una lucha a muerte que este cautiverio!

Agadir, nunca más, – Agadir, para siempre en nosotros, ciudad blanca de vida y de la muerte, vida y muerte unidas en un solo cuerpo, – Agadir, hundido ya en el pasado, espejismo eterno ante nosotros, – Agadir, -preparación, advertencia – de lo que quizá nos espera: la gran aniquilación, -el mundo en ruinas, la tierra desolada, sólo el humo de la muerte desvaneciéndose en el espacio, -nunca más, – para siempre -Agadir».
Ellos, o más propiamente: ustedes, los caídos del Jueves Negro, son todos presencia en la memoria colectiva. Ustedes. Todos. (A su memoria.)

Máxima tribuna del país, la TV

En lugar de privilegiar el interés público, de aspirar a ofrecer a sus receptores una información relevante, objetiva y formadora de juicios veraces, se le da prioridad al escándalo político y las declaraciones que son rentables por su atractivo mediático.

Tales conceptos, que leo en Reforma del pasado miércoles, los expresó no algún radical de «izquierda», sino el mismísimo Rubén Aguilar Valenzuela, vocero presidencial. Se publicó simultáneamente con esta verdad contundente de Fernández-Vega, en La Jornada del siguiente viernes: La televisión es, para Vicente Fox, la máxima tribuna del país. Para Fox como para el resto de sus congéneres en el ejercicio politiquero, digo yo. Pero hablando de medios, ese tema controvertido y polémico, aquí sintetizo opiniones de estudiosos diversos:

Los medios de condicionamiento de masas participan de un doble carácter: industria y comercio. Una industria y un comercio tan costosos que su creación exige recursos económicos fuera del alcance del periodista. No hay uno, ni un grupo de periodistas, que sean los dueños de una industria, impresa o electrónica; de existir, su sobrevivencia dependería, a su vez, del Sistema de poder. El periodista no es más que un asalariado al servicio del dueño del diario o la estación de radio o de televisión, una industria, con intereses comerciales.

En tanto instrumentos, los «medios» no juegan otro papel que el que le asignen sus dueños. Así, podrán ser instrumentos de cultura o instrumentos de incultura; medios de dominio o medios de liberación; elementos para unir a un pueblo o para desorganizarlo; para elevarlo o para hundirlo. Es la propiedad sobre el medio de comunicación la que determina al servicio de quienes éste se coloca, a favor de qué causa, de qué valores, de qué clase social.

No existe la información por la información. Se informa para orientar en determinado sentido a las diversas clases y capas de la sociedad, y con el propósito de que esa orientación llegue a expresarse en acciones determinadas. Es decir: se informa para dirigir. En ese sentido, el mimetismo de periodismo y política llega a ser total. El grueso de las ganancias de la prensa escrita, radio y TV no proviene de la «venta de noticias», sino de las ventas de espacio para la publicidad a las otras empresas, principalmente al gobierno. Ellos le darán o negarán subvención mediante publicidad y otras concesiones, en la medida que prensa escrita, radio y TV defiendan los intereses de los anunciantes. Así, en función del negocio económico, el dueño del medio lo abrirá a privilegiar el interés de los patrocinadores, y para someter a su enemigo histórico, el público usuario, lo va a atiborrar de crimen, sexo, deportes, telenovelas, escándalos y todo lo que alimenta al usuario del ombligo hacia abajo.

Seleccionando las noticias que apoyan su propia política y omitiendo otras, o dando más importancia a los sucesos y aspectos de los asuntos que siguen su tendencia a ser preferidos entre todos, en casos extremos, los ‘medios’ producen en la mente de las masas una impresión totalmente alejada de la verdad, lo cual se puede hacer dentro de la exactitud más minuciosa para reproducir los hechos. La parcialidad política se expresa también declarando los hechos o su fundamento de tal manera que produzcan un efecto particular en la mente de la masa. Las noticias se entremezclan con comentarios usando palabras que cuadren con el tono de aprobación o reprobación. La opinión de Upton Sinclair, escritor norteamericano:

«Dejen que explique lo que son los medios de condicionamiento de masas. Algunos son deshonestos, pero otros, en cambio, lo son mucho más. Pero por grande que sea la diferencia entre ellos, y por hábilmente que se pretenda hacerlas aparecer, no hay uno solo de tales medios que no sirva a intereses creados, que no tenga como objetivo final la protección de los privilegios económicos. Un medio’ podrá denunciar tal o cual cosa; podrá fingir ser esto o aquello, pero tarde o temprano se comprende que ese ‘medio’ vive del Sistema, lucha por ese Sistema y por naturaleza no puede hacer otra cosa. Alguien ha dicho que regular el capital es como hablar de moralizar un tigre. Yo digo que esperar justicia y acatamiento a la verdad de un ‘medio’ en nuestro mundo occidental es esperar ascetismo en un festín de caníbales…»

Pero en el periodismo no todo iba a ser negativo. Hace algunos años, en la Reunión anual de Intercambio Internacional por la Libertad de Expresión, que agrupa a 20 organizaciones internacionales y que se llevó a cabo en Lima, Perú, se reveló la noticia: «La situación del periodismo en Latinoamérica es contradictoria; por un lado hay progresos si se compara que hubo centenares de periodistas asesinados durante las dictaduras. No obstante, en los últimos dos años han sido asesinados muchos periodistas. Los casos ocurrieron, principalmente, en Guatemala, Colombia, Brasil y México«. (Este país.)

¡Aborrecible presidente Bush..!

Fue una nueva protesta contra el presidente de Estados Unidos, una más de las tantas que ha provocado su manejo criminal del desastre. Pero aquella voz a deshoras, ¿de dónde me llegaba aquella voz dolorida que me asaltó (me secuestró) en el peso de la noche? Arrancado a lo violento de mi sueño y mis sueños de color de rosa (rosa mexicano) y aún con hilachos de ensoñación, magia y encantamiento que se evaporaban en esa oculta región que constituye el escenario de sueños y pesadillas, hice intentos de protestar ante el repiqueteo del teléfono. Arañé el auricular. «¡Sí, sí, bueno, diga!»

¿De qué mundos ignotos me llegaba la voz, con sus dejos de urgencia, tensión, iracundia impaciente? Conforme el cerebro captaba los kilos de angustia en la voz y el odio reconcentrado contra el presidente Bush (¡nada menos!), ya no encontré orilla para protestar; el tono, el contenido de la protesta me amansaron; del otro lado de la línea y desde el propio escenario de la catástrofe, el damnificado se dolía desde el fondo del corazón y maldecía a Bush, en tantos sentidos responsable del siniestro. ¿Un blanco residente en Luisiana, un negro damnificado de Nueva Orleáns? ¡Un compatriota! De Guerrero, tal vez; de Oaxaca o Durango; de mi Zacatecas; de mi Jalpa mineral.

«¡Es que yo, como tantos otros paisanos, estoy con el agua al cuello!».
Y que en lugar de prestarles auxilio oportuno, Bush ha agravado hasta límites intolerables esa situación de naufragio.

«¿Biloxi, Nueva Orleáns? ¿Desde dónde me llama..?»

«Desde aquí, desde allá o más allá, para el caso es igual. La víctima de un gobierno nefasto aquíydondequiera es ciudadano de segunda».

Ahí la recitación del catálogo de agravios contra Bush: que la miseria de México desmembró a las familias, las desarraigó, las aventó a dar lástimas en Texas, en California, en Biloxi y Nueva Orleáns. La anónima voz desgranaba, grano por grano, la mazorca madura de todos los agravios capaces de herir a un damnificado y erizarlo de impaciencia, irritación, dolorimiento. «El agua hasta el cuello y la soga al pescuezo, pero en lugar de venir a auxiliarnos, Bush ha agravado hasta límites intolerables esta situación de catástrofe».

«Cierto. Analistas y demás estudiosos le reprochan su impericia».

«¿Impericia? ¿Cuál impericia? ¿Cayó usted en el lugar común? ¿Usted también?» Sí, en esa maniobra de desubicación que manejan todos los medios de condicionamiento de masas. «Sí la cabeza visible del imperiono acudió en socorro de los hijos de la desgracia no fue por la falta de luces, sino por sobra de insensibilidad y exceso de codicia y ambición para beneficiarse junto con toda la élite del poder».

Y que los millones de damnificados, mientras tanto, andan sedientos y medio ahogados, qué contrasentido. «Y él nunca bajó por acá para vernos medio muertos por el ramalazo de la mala fortuna». Y la de agravios: pobreza, desempleo, inseguridad, la familia desmembrada que por afanes de sobrevivencia deambula por Texas, por California, por Nueva Orleáns. Y que para los damnificados no se avizora más futuro que ese más renegrido que las aguas contaminadas por las fugas petroleras. «El país hecho garras, paisano».

¿Para qué me llamaba a deshoras? Para que yo hiciera pública su protesta, suya y de millones de damnificados del presidente Bush. Oyendo la voz se me vino, agrio regüeldo, el lamento del meshica derrotado por la tizona del conquistador: «Y era nuestra herencia una red de agujeros». Trágico.
Agravios; muchos agravios del paisano en crisis. Más tarde calló la voz y surgió el rumor del silencio del amanecer. Yo, tras escuchar lo escuchado, hasta el alba me la pasé rumiando el abanico de males que el mexicano en desgracia arroja al rostro de Bush. Dos, tres hora transcurrieron insomnes; otro día, sonámbulo, en mi mente rezumbaban, tábamos tercos yjicotillos rabiosos, los tantísimos agravios que el damnificado achaca a Bush. Antes de colgar el teléfono, pregunté a la voz:

«Bueno, ¿y si usted me llama no de Nueva Orleáns sino de aquí, del país, como dice, por qué culpa a Bush de lo que a usted y a mi nos sucede en México?» Su respuesta me provocó insomnio y este estado sonámbulo:

» ¿Que por qué culpo a Bush de lo que me ocurre en México? ¿No fue ese alcohólico anónimo, con el poder que lo mueve detrás, quien nos provocó ese huracán apodado no precisamente Katrina, sino uno infinitamente peor, el huracán Fox? Y algo más grave: ¿no fue ese huracanado Fox el que nos impuso su gabinetazo? Y algo peor: ¿no nos plantó en Los Pinos a semejante ‘primera dama’ ? Y lo peor de lo peor: ¿con semejante ‘primera dama’ no nos clavó, como banderillas de lumbre, al Manuel Bribiesca Sahagún y todos los demás Asahugunes.. ?»

(Dios…)

¡A lincharlos..!

¡A lincharlos..!
Colonia La Tusanía. Tras el intento de linchamiento cuya crónica inicié ayer, hasta la zona en conflicto acudieron fuerzas del orden, y entre agresores (vecinos de la colonia), agredidos (cirqueros de una carpa trashumante) y policías, se estableció el diálogo de rigor. El comandante:

– Ah, hingau, ¿y ese mostruo no muerde? ¡Sésguese!

– De morder quién sabe, pero un mostruo que habla, con esa novedá.

– «En tan triste estado me encuentro por un castigo de Dios, por haber desobedecido a mis padres en Jueves Santo…»

– Ya, Toña, deja de hacerle a la Mujer Caimana. Te vamos a sacar de ese disfraz, no vaya a haber otra ronda de iutamadrazos, ytú arrastrándote de codos en el pavimento. ¡Una manita, por plis, pa sacar a la señito del zurrón caimanero! ¡A la de una, a la de dos, y a la de..!

– ¡No, muchachones, por Dios, no me descobijen, que debajo del disfraz ando a ráiz, no me dejen con el silabario a los cuatro vientos!

– ¡Abran cancha a las cruces! Los camilleros, se van a cargar a los más madrificados. A los otros los trasladamos esposados en las unidades. Ora que usté, don Ringlin, como dueño del changarro este, ¿a quién va a acusar?

– A la mala suerte, señor, a los inescrutables designios del cielo…

– ¡Cielo madres, con perdón, señor empresario! Mire, comandante: nosotros, los de La
Tusanía, fuimos los culpables. Todos los que aquí ve, beneméritos linchadores de esta colonia, estamos dispuestos a pagar aquí al señor cirquero hasta el último quintonil, con curaciones y todo, ¿no, vecinos..?

– Sí cierto: nosotros vamos a pagarle hasta la risa, o sea la de su hienita. Ya anda una comisión de vecinos haciendo una cooperacha casa por casa. Hasta un fideicomiso si sobra una lana. Es que estamos tan mortificados.

– Pues sí, pero van a tener que acompañarnos a la delegación.

– Los acompañamos, faltaría más. Y es que estamos tan avergonzados por haber perjudicado aquí a estos pobres cirqueros; ellos qué culpa tuvieron…

– Bueno, sí, ¿pero entonces por qué les acomodaron semejante tizniza, que hasta parece que ellos fueron a caer en manos de sardos drogos?

– Mire, comandante, la neta. Total, que el daño ya pesa en nuestra conciencia. En nombre aquí del vecindario comparezco y declaro.

– ¡Sí, que el merolico hable por La Tusanía! Ay, quise decir el señor vendedor de productos médicos en la vía pública. Que él hable por la colonia.

– Que hable por la colonia o por donde quiera, pero lo que tenga que decir lo va a declarar frente al agente del ministerio público.

– Aquí mismo, comandante, para qué burocracias. Mire: sucedió que hoy, después de la misa de doce, estábamos todos aquí en el parquecito muy quitados de la pena, cuando, de repente, tíznale, la música del convite.

– Sí cierto. Y que vamos viendo que venían calle abajo payasos, leones africanos y la tandada de cirqueros, todos en traje de carácter. «¡Aguas!», nos gritó el merolico, quise decir el vendedor de medicinas de patente en la vía pública. «¡Ya nos cayeron esos hijos de toda su repelona!», gritó el jicamero, y que repican las campanas y corremos todos a posesionarnos del instrumental requerido para un linchamiento como Dios manda: piedras, trancas, una escopeta hechiza. José Dolores sacó unos cohetones, y el Chemaría varios tambos de gasolina. Luego aquí el Churumiáis (perdónemela, don Godofredo, se me chispó); don Godofredo se desamarró la pata de palo y de cojito, ¿ve? El primer toletazo fue para el Águila Humana, qué pena, se me cae de vergüenza…

– Bueno, sí, ¿pero motivo, causa u razón de la chingamusa?

– Pues cuál ha de ser; que a estos pobre titiriteros los fuimos a confundir, si seremos majes; confundir a unos honrados artistas con… (qué pena, de veras): pues con los payasos mamones que andan sueltos y culecos, en brama y jariosos, derrochando nuestro dinero (mal rayo parta al tal IFE) en unas campañas con las que nos quieren ver la cara de sus juandiegos. Nosotros, ya escamados con tales bellacos, vimos que venían los payasos entre una runfla de ladridos callejeros.» ¡Aguas, que ya nos cayó el simulador Pablo Gómez, el chucho talamantero Ortega, el pocamadre pocavergüenza Armando Quintero! ¡A rociarles gasolina pa’ que se frunzan!

– A los pobres leoncitos cómo los fuimos a confundir:» ¡A capar a Creel para que ya no se la jale! ¡A tiznar al Yunque Bebeto y al Calderón! Vimos a la mujer barbada.» ¡Traen de palero a Diego Fernández!» Vimos la hiena. «¡A madrear a Madrazo en toda su madre! ¡Que del madrazo no quede ni madre! Y órale, el flamazo de gas y la chamusquina. Qué pena con estos honrados artistas, con la hienita y el Águila Humana, cómo los fuimos a confundir con el hatajo de pocamadres que andan queriéndonos ver la cara de sus güeyes. ¿No, vecinos? (Pues…)

Hay linchamiento…

¡ Cruces y patrullas, atención! ¡ Disturbios en La Tusanla! ¡Dirigirse de inmediato a la zona en conflicto!

– ¡A ver, abran cancha a la autoridad! ¿Qué pasa aquí, por qué el intento de linchamiento con vías ora sí que de hecho?

– Permítame que le explique, señor comandante, yo que soy el mas damnificado de todas las víctimas del penoso incidente.

– Bueno, sí, pero usté quién es, indentifíquese, o hablan toletes.

– Me «indentifico», señor, José Visitación Vega Talamantes. Talamantes de Las Güilotas.

– No, y alburiándomela le va a ir más pior, porque de güilotas a güilotas, vamos a ver cuáles son más entronas. ¡Cabo Sazafraz, canten toletes!

– Las Güilotas, municipio de Zacatecas, señor comandante. Yo, un ciudadano mexicano por nacimiento y al corriente en el pago de mis impuestos, comparezco ante usted y…

– Bueno, sí, pero en la chingamusa, ¿usté qué pitos toca, pitos de pitar?

– Yo soy, señor comandante, el propietario, gerente general y presidente en funciones del Gran Circo y Carpa Brothers hermanos, que administro bajo nombre artístico dé Mister Joseph Ringlin. ¿Ve allá, humeante todavía, lo que quedó de nuestro circo? Cuarenta años nos contemplan. Toda una institución, toda una vida de tradición cargaba en sus lonas, y mire nomás la desgraciada que nos vino a acomodar el culto público de esta honorable colonia…

– ¿Y en cuánto estima el desmadre, o sea los daños, don Josephito?

– Ay, señor, ¿y cómo calcularlos así, a ojo de buen cubero? Varias familias pobres, pero decentes, nos hemos quedado en la calle vil, en la vil chilla, a la mitad del arroyo y a la buena de Dios, en el desamparo.

– A deslindar ora sí que responsabilidades. ?chenme pa acá a ese payaso.

– Cuál payaso, qué pasó, está usté frente al Águila Humana.

– ¿Tonces la payasada de maquillarse la cara de colorado frenesí?

– Cuál colorado, cuál frenesí, lo que traigo en la cara son coágulos de hemoglobina. Sangre de mi sangre, comandante.

– Lo hicieron dar el triple salto mortal de un madrazo. Madrazo de garrote, no de político corrompido, que se asiente en el acta.

– Me chisparon cuatro dientes, y dos eran de oro, ¿se imagina los daños?

– ¡Orden! En fila se me van a poner madriados, sospechosos y… ¡Aguas con el barbón, que no huyga! Luego extraditarlos cuesta un huevo de la cara. Qué pasó, señores madrinas, no se me apenequen. Hablen macanas, porque me da esa corazonada, o sea mi sesto sentido de policía: el barbón ese es narco, o sea terrorista, que viene a ser un ateo jijo de toda su suchi. ¡A las zonas blandas, cabo Sazafráz, no me vaya a astillar el garrote! A ver, marxista, ven paca. ¿Desde cuándo militas en la guerrilla? ¿Quiénes son tus contactos en Guerrero? ¿?nde tienes la casa de segunda? ¿Y el cabecilla, osea BinLaden?

– ¡Por lapurísima Concepción, por su mamacita..!

– No, y refregándomela te va a ir un poco más pior en la sesión de calentamiento previo. ¡Cabo Sazafráz, écheme pacá, de las barbas al terrorista!

– ¡Qué terrorista voy a ser! ¡Soy la mujer barbada! ¡Míremela, jálemela!

– Ah, hingau. Bueno, eso que le valga, pero mientras verificamos si su coartada es funcional, se va usté a quedar en arresto ora sí que domiciliario.

– ¡Cuidao con esos perros sarnosos, no nos vayan a miar, mi comanche! ¡A aplicar la suprema ley del tolete!

– ¡Alto, los valientes no asesinan! ¡No me los macanié, no hay que ser! ¡Estos son Tito y Leovigildo, nuestros leones africanos! Yo soy su entrenador.

– Pos sí, pero cargan el mal, andan rabiosos.

– Hasta usté anduviera, comanche, de haber recibido la ración de madrazos, el intento de linchamiento y los piquetes de solera en sus genitalitos y anexas. El pobre de Tito, ya tan maduras sus almorranas.,.

– Pero esa espuma en el pico, o sea el hocico…

– Por la tizniza que les atizaron las respetables señoras de esta muy noble y leal colonia. Trancas, palos de escoba, cacerolas y unos rodillos buñueleros de este tamaño, mire, que no es por dárselos a desear.

– ¡Esa otra fiera, cuidao, trai rabia!

– Y cómo no va a traer, si aquí a la hiena Risalinda hasta la risa le retiraron a tiznadazo limpio, que hasta la hicieron exonerar aguado. Mire nomás, chico labio leporino que le fueron a abrir hasta la altura de las orejas y le dejaron su glotis al aire libre. ¿Sabe que un perro canelo hasta acoso sexual e intento de violación..?

– Ah, jijos, ¿y ese horroroso mostruo no muerde..?

Informe presidencial y anexos

Tertulia de anoche. El maestro abrió el libro aquel, y nos lo mostraba:

Los viajes de Gulliver, contertulios. De ustedes, ¿quién lo ha leído?

«Bueno, este, como si dijéramos…» Observé que los aludidos se observaban entre sí. Ninguno, al parecer, conocía la existencia del libro ni, es obvio, esa profusión de símbolos para el que sepa desentrañarlos.

– O sea (Doña Tintorera, 90 kilos a cuestas): ¿acaba de aparecer en el mercado, como La Familia Presidencial o los libros de la chava esa argentina, cómo se llama? Olga Wornat, ¿no?

Los viajes de Gulliver se publicó un poco antes, en 1720, y habla de Vicente Fox y su «gabinetazo», sólo que Jonathan Swift, el autor, los denomina proyectistas especulativos y arbitristas políticos. Para el caso es igual. Según el autor inglés, Vicente Fox y los funcionarios de su gobierno habitan en la ciudad de Lagado, capital de un país denominado Balnibarbas. ¿La visión de Lagado?

Cuenta Guliiver que las casas se miran ruinosas, que los transeúntes caminan de prisa y ofrecen un aspecto huraño, muchos de ellos cubiertos de andrajos (de fayuca). Por cuanto a los terrenos labrantíos: «Vi a muchos labradores trabajando el suelo, pero no advertí perspectiva alguna de crecimiento de hierba o grano, aunque la tierra era excelente. No pude explicarme la causa de que habiendo tantas manos, cabezas y rostros ocupados y preocupados en campo y ciudad, no se descubriese ningún buen efecto de sus actividades e inquietudes, ya que, muy al contrario, nunca había visto yo suelo tan infortunadamente cultivado, casas tan mal aderezadas y ruinosas, ni gentes cuyas ropas y apariencia delatasen tanta miseria y necesidad». Efectos del arbitrista Vicente Fox y sus proyectistas especulativos, acota Gulliver.

¿Y dónde operaban los susodichos arbitristas y proyectistas? En un muy famoso edificio de aquella ciudad. Algunas de las observaciones del visitante:

Conoció en aquel edificio a un ingeniosísimo arquitecto, miembro del gabinetazo que había descubierto un método para construir casas empezando por el tejado y descendiendo hasta los cimientos, «lo que justificó mostrándome análoga práctica de dos industriosos insectos: la araña y la abeja». Proyectismo.

Cierta funcionaría del gabinetazo, ciega de nacimiento, era la encargada del arte pictórico. La artista trabajaba con diversos aprendices, ciegos de nacimiento también, en la mezcla de pinturas de todos colores, que serían la materia prima para el equipo de artistas plásticos, ciegos de nacimiento, que dotarían al país de una muy apreciada obra pictórica. ¿Cómo operaban los aprendices? Sara, la funcionaría, les enseñaba a distinguir los colores por el tacto y el olor.

«Esta artista gozaba de gran apoyo y admiración en todo el país gobernado por el proyectista especulativo y promotor de la sabiduría especulativa, quien distraía toda suerte de recursos económicos para alzarle su propio mausoleo, al que ya desde entonces denominaban Biblioteca José Vasconcelos».

Y que cierto funcionario del gabinetazo, manos y rostro enhollinado, llevaba los cinco años del foxismo trabajando en un proyecto para extraer rayos de sol de los pepinos, que debían ser puestos en recipientes herméticamente señados y sacados para caldear el aire en los más fríos e inclementes veranos. «Me aseguró que no dudaba de que en unos ocho años podría proporcionar a los jardines de Los Pinos rayos de sol suficientes a una tarifa razonable. Pero necesitaba una mayor cantidad de pepinos».

En otro departamento encontré a un arbitrista que había encontrado el modo de cultivar la tierra con cerdos, evitando los gastos de arados, ganado y mano de obra. El método era este: en un acre de superficie se enterraban, a seis pulgadas de distancia y ocho de profundidad, cierta cantidad de dátiles, nueces, bellotas y otros vegetales de que gustan los puercos y luego, soltando a seiscientos o más de éstos en el campo, el tal, de allí a pocos días, habría sido revuelto hasta las raíces por los animales en busca de aquellos alimentos, dejándolo apto para la siembra y abonado con sus excrementos».

¡Excrementos!» ¡Un tremendo hedor me detuvo! En un cuchicheo, mi guía me acon-sejó que no ofendiese al proyectista mostrando mi repugnancia; ni aun pude taparme la nariz. Aquel funcionario era el jefe máximo. Su cara tenía un pálido color amarillo; sus manos y ropas estaban embadurnadas de inmundicia. Al verme diome un estrecho abrazo, cumplido que yo hubiera excusado con gusto. ¿Su tarea? Intentar convertir los excrementos humanos en el alimento original que fueron, separando sus varias partes, eliminando el olor que les da la bilis, disolviendo lo no aprovechable y quitando la mucosidad».

¿Quién proveía al funcionario del enorme tonel de excrementos? La propia familia, asegura Guliiver. ¿Y los gobernados de semejante gabinetazo?, le pregunté. Todos ellos, ¿pasivos? Guliiver agachó la cabeza. (Volveré con el tema.)

Poder político de origen divino

Fue un 11 de septiembre, mis valedores, cuando hizo explosión aquella tragedia que, preparada y perpetrada por el terrorismo internacional, vino a lastimar la conciencia de todo un pueblo, y así hasta hoy. La catástrofe.

Los aviones iban directo al blanco. Era un ataque cobarde, alevoso, contra la democracia, contra la libertad. La gente estaba confundida, las calles eran escenario del caos. Las calles vacías, los comercios cerrados, la palabra ausente, el espíritu asesinado. La fecha se escribía con dolor y rabia en la memoria de un mundo que, hasta cierto punto, se negaba a admitir la atrocidad, el genocidio…

La fecha correspondió al 11 de septiembre de 1973, y tuvo como escenario el palacio en llamas de La Moneda, en Santiago de Chile, y de víctima, con todo el pueblo chileno, a Don Salvador Allende, presidente constitucional de la república de Chile. El genocidio se tramó en La Casa Blanca como una orden personal de Richard Nixon, con la CÍA como cerebro de la maniobra terrorista y Augusto Pinochet de brazo ejecutor.

Ya en 1972 lo denunciaba Allende: «La historia nos enseña que siempre los grupos que saben que van a ser heridos sus intereses, reaccionan tratando de impedirlo. América Latina tiene una dolorosa y vivida experiencia, que ha significado presión, coerción, y aun desembarco de fuerzas armadas (…) Dije siempre que la victoria popular chilena era la derrota más dura de las fuerzas imperialistas y pro-imperialistas. Les amarraba parcialmente las manos».

El cronista norteamericano de la CÍA se refiere al complot: «R.M. Helms, entonces Director de la Central de Inteligencia, se reunió con Nixon el 15 de septiembre de 1970, durante la cual el Presidente le ordenó directamente la operación encubierta en Chile. Nixon había insistido: tenía que evitarse que el candidato marxista Salvador Allende llegara a La Moneda. ¿Cuánta gente había visto aun presidente de los EEUU fuera de sí? Era un espectáculo. Y no había más solución que acatar las órdenes. Textual, la orden de Nixon:

Hay una posibilidad entre 10, ¡pero he de salvar Chile! Tienes 10 millones de dólares y más, si es necesario, pero… ¡haz chillar a la economía..!»

Helms recordaba haber comentado: «me están ordenando algo casi imposible. Era una operación condenada al fracaso: demasiado localizada, demasiado tardía, y con una preparación inadecuada». Helms, claro, sabía que la clave de esa orden era la relación personal de Nixon con Donald Kendall, director ejecutivo y presidente de PepsiCo, que tenía una planta embotelladora de Pepsi-Cola en Chile. ?l había confiado la contabilidad de la firma a Nixon cuando éste empezaba a ejercer su carrera de leyes en Nueva York. La operación anti- Allende era, en esencia, una decisión de negocios: Kendell y otras compañías americanas no querían un dirigente marxista en Chile. Al no prevenir la operación clandestina de Bahía de Cochinos, Nixon había quebrantado su propia ley: «Las operaciones encubiertas son como una buena droga Funcionan, pero si abusas de ellas, te matan…»

Estaban también otros intereses económicos: «Los tenebrosos propósitos de la ITT: en 1970 sugirió al gobierno de Estados Unidos que interviniera en los asuntos políticos de Chile. Proponía el estrangulamíento económico, el sabotaje diplomático, crear el pánico en la población, el desorden social, para que al ser sobrepasado el gobierno, los militares quebraran el régimen democrático e impusieran la dictadura».

Ahí intervino la manipulación de las masas uniformadas:

«¿Quiénes son nuestros enemigos? Tu enemigo, soldado, yo te lo doy a presentar. Es aquel que sigue ideologías extranjeras. Tu enemigo, soldado, es aquel extranjero cubano, brasileño y todo aquél mal chileno que hundidos en la clandestinidad de su país o en el nuestro han encontrado la forma de vida en las ideologías que no tienen Dios ni patria, y trataban de llevar a tus padres, esposa, hijos y amigos a la esclavitud en vida que es el marxismo-leninismo».

Y el entonces senador democristiano Juan de Dios Carmona: «Uno de mis orgullos es que, siendo ministro de la Defensa de Frei, autoricé la adquisición de los Hawker Hunter que bombardearon La Moneda…»

Un coronel E. Rivera Desgroux: «Hay dos tipos de rotos. El roto chileno que está decidido a colaborar y el otro tipo de roto. Con éstos no tendremos ningún tipo de contemplaciones». Y el Gral. César Mendoza: «Aquí, el primero que diga compañero o haga comentarios de cualquier índole será fusilado delante de los demás». Y ya consumado el cuartelazo, Augusto Pinochet:

«Somos autoritarios y no aceptamos nada. Mi poder político es de origen divino…»

Santiago de Chile, 11 de septiembre de 1973. Don Salvador Allende (A su memoria.)

Esa reputadísima ??democracia…?

Los políticos manosean la democracia para hacer y deshacer (M. A. Vázquez Mota, del gabinete presidencial.)

Y quien más la manosea es el presidente del país, que nunca se la apea de los mostachos, por más que nunca, tampoco, nos ha explicado qué pueda ser esa democracia que así nos refriega. ¿Llama democracia a la rutina que lleva alas masas avotar ciertos domingos de su vida? ¿A un régimen de vida que nos ha dado justicia plena y un nivel de vida cada vez mejor? Porque, mis valedores, el mexicano, en la era reciente del país, viene ejerciendo su derecho de votar desde 1930, cuando se perpetró el fraude electoral contra el candidato José Vasconcelos, presunto ganador de las elecciones, para que se le asignara el triunfo al primer Nopalito de nuestra historia moderna, Pascual Ortiz Rubio. Setenta y cinco penosísimos años de ejercer el derecho a la papeleta, ¿nos han proporcionado justicia social? ¿Justicia, a secas? ¿En eso consiste la reputadísima democracia que Fox nunca se apea de los mostachos, en ir a votar? Por lo que atañe ala encerrona del pasado jueves:

Ese día, el discurso de los 3 catálogos (el gobierno es malo, malo, malo, el gobierno debe ser bueno, bueno, bueno, exijámosle) inició el incendio de la verborrea con un cauteloso eficiente de Convergencia, creo que
social, popular, democrática o revolucionaria, lo mismo da y para el caso es lo mismo: » ¡Nunca será tardío recuperar los sueños que por ahora hemos dejado de concretar!» La apoteosis de los tres catálogos se siguió de frente con el del Trabajo-.» ¡Construyamos un nuevo proyecto popular y democrático!» El apodado Verde Ecologista:» ¡Estamos llamados a la cita de la historia ¡Cimentemos un sendero más amplio!» Y que muchas gracias. Pero «No, ciudadano presidente: es hora de ir a la búsqueda de un programa democrático y social!» clamó y dijo el histrión, el protagónico Pablo Gómez, de cuestionable pasado comunista y dialoguista echeverraco. ¿El de Acción Nacional?» ¡El presidente de la república puede presumir logros muy importantes..!» Finalmente, la atenta invitación del hombre de baja estatura (física), Enrique Burgos, del Revolucionario Ins.: «¡Fortalezcamos las instituciones que nos hemos dado, respetándonos todos. Prestigiemos nuestra democracia, muchas gracias!»

De ahí en adelante la mojiganga se desempeñaba en pleno anticlímax, que reafirmó un Vicente Fox añudado, como allá decimos, de todos sus músculos. Y mis valedores, lo que va de ayer a hoy: ¿recuerdan ustedes al Vicente Fox juguetón y sonriente, carismático y confianzudo que, en el pecho terciada la banda tricolor y en la mano el crucifijo que le acababa de entregar alguna de sus hijas (de Fox, no del crucifijo), asaltaba la tribuna del Congreso para saludar alas y los chiquillas y chiquillos de todo México? Hoy, ante el decrépito Fox, a la mente se me vino la cuartela del Siglo de Oro español:

«Aprended, flores, de mi -lo que va de ayer a hoy- que ayer maravilla fui -y hoy sombra de mi no soy…» Asi pasan las glorias de este mundo…

¿Propuestas de solución en boca de los 8 que se encaramaron en la tribuna? Una sola propusieron a las masas los 8 magníficos, sintetizada en un verbo, dos exigir, demandar. Exijan. Exigen, exigirán. Demandan, demanden es la demanda. Mis valedores, ¿demandamos? ¿Vamos a demandar? ¿Y quién se beneficia con esa propuesta de solución que nos propone nuestro adversario histórico, la exigencia, la demanda, además, por supuesto, del consabido reniego, esa especie de derecho de pataleo que tienen los ahorcados..?

Mis valedores: ya nos tomaron la medida. Ya nos perdieron el respeto. Ya nos pesaron y nos midieron y saben hasta dónde podemos llegar, no más allá del movimiento de rebeldía espontaneísta. Saben que somos menores de edad que nos acogemos al pecho materno de una madre celestial que todo nos lo va a solucionar: Guadalupe Tonantzin, mientras que en nuestra vida de todos los días tenemos un padre rudo en su trato para con nosotros, padre autoritario que nos inspira temor y del que sólo exigimos, a lo consciente y a gritos, seguridad, y de modo inconsciente, castigo; un castigo que se sintetiza, hoy mismo, en el aumento en el precio del gas, con todas sus repercusiones. Renegamos (todos, a todas horas), pero nada hacemos por remediar una situación que siempre nos perjudica; esto porque, me atengo a lo que afirman los analistas, en la relación sadomasoquista de la sociedad civil con el Sistema de poder ya hemos creado esa adicción y necesitamos, como la droga el enfermo, nuestra cotidiana ración de castigo. Y ese castigo somos capaces de soportarlo mientras no nos priven de dos derechos fundamentales del menor de edad: el reniego y la exigencia. Ni a una ni a otra nos hace el menor caso, pero así queda consolidada esa relación del sádico y el masoquista. Es México. Somos nosotros, los hijos de la manoseada democracia. Hijos menores. (Este país…)

Es México, este país…

De algo o alguno que nada dice, mis valedores, ¿qué se puede decir? Por ello mismo, ¿qué comentar de esa mojiganga que el jueves pasado, primero de septiembre, congregó ala clase política en el jacalón de San Lázaro? Todos los gastos del aquelarre, como siempre sucede, corrieron por nuestra cuenta, ¿y todo para qué, para beneficio de quién o de quiénes? ¿Para todos nosotros, el paisanaje? ¿Tal derroche económico nada más para que el tanto de dos horas corridas los del oficio del esperpento y el protagonismo perpetraran aquella monstruosa reiteración del discurso de tres catálogos: el de agravios, el de buenas intenciones y el de la acción? Sí, «el gobierno es malo, malo. El gobierno debe ser bueno, bueno. Exijámosle». ¿Sólo para eso nos hicieron pagar? Y mis valedores:

¿Cómo le vamos a exigir al Sistema? A base de esa estrategia ya ha sido bien ubicada por unas masas que la dominan y practican todos los días; una estrategia que desde los años 50 ha mostrado eficacia y alcances, repercusiones y capacidad de éxito: al gobierno en turno forjarle un excelente plantón, un bloqueo de la vía pública, una gigantesca mega-marchita. ¿Que Fox ni nos ve, ni nos oye, ni nos siente? ¿Y qué con que? Nosotros cumplimos como lo que somos: profesionales de la protesta, de la demanda, de la exigencia. Es México, este país…

El aquelarre que se montó la tarde del jueves fue el triunfo de la más indigesta retórica decimonónica; fue la verbena de las frases hechas, tanto más sonoras cuanto más vacías, como aquella de que la pobreza es el reto mayor del Estado, y que en su combate se decide el futuro de la nación. Y que hemos construido demasiados muros y pocos puentes, pero que el diálogo es el inicio del consenso, y el consenso el inicio del progreso, frases estas que constituyen un digno homenaje a la más barata de las retóricas y la apoteosis del catálogo de buenas intenciones: hay que hacer, se debe hacer, el gobierno debe hacer, deben hacer los otros poderes, hagamos juntos, juntos hagamos, porque lo que antes era privilegio de pocos empieza a ser una conquista de muchos. Y que esa es la base de «nuestra» democracia, y que en «nuestra» democracia hay futuro. Y mientras allá adentro los del discurso retórico se atragantaban con aquello de que la pobreza nos lacera, acá afuera, mientras tanto, el tanque de gas encarecía una vez más. ¿Lo dije antes? Es México.

De ese tamaño vino a ser, mis valedores, la respuesta que daban los del poder a unas masas todavía ayer esperanzadas: el bataclán del cliché, de los lugares comunes, de la retórica pasada de moda; fue la respuesta a unas masas que ya sexenios anteriores aguardaban ávidas el informe, y que hoy, hoy, hoy, ya nada parecen esperar, pero que esperan todavía, porque todavía su esperanza no rebasa la minoría de edad. La respuesta del pasado jueves en nada varió de la que a las masas se le entrega cada primero de septiembre: la trampa verbal, la mina antipersonal, a saber: a demandas concretas, respuestas abstractas. La demanda: «Yo le exijo, señor presidente, un salario mejor. Le requiero que remedie mi calidad de vida y la de mi única y los chamacos, que con usted se ha deteriorado como nunca antes». La respuesta, dicha de tú, a lo confianzudo: «Yo te doy presente y futuro, te doy democracia, te doy libertad, independencia, soberanía, autonomía, autodeterminación. ¿Qué más quieres, quieres más…?»

Pero eso sí: flor y espejo, seña de identidad del presente sexenio, la del pasado jueves fue la consagración de la democracia. Democracia para acá, democracia para allá, democracia que sirve para un barrido como para un fregado, para 106 millones de fregados cada vez más fregados. Que la democracia, se dijo a las masas, es una asignatura que se debe mamar en el pecho materno, cultivar en el aula escolar, ser una segunda naturaleza del mexicano y nuestra manera de ser, de actuar, de existir. Democracia.

«Bueno, sí, pero a ver, un momento: ¿qué carambas viene siendo la democracia que tanto nos mienta Fox? ¿La democracia consiste en ir a votar algunos domingos de nuestra vida? ¿Eso es democracia, una papeleta? ¿Papeleta en mano es democracia en mano? ¿Y cuánto nos cuesta a las masas, en metálico, la ceremonia fetichista de votar? ¿Votar por quién o por quiénes? ¿Por los candidatos de los partidos paraestatales, que es decir votar por los candidatos del Sistema de poder, vale decir por los de las cúpulas clerical, empresarial, gubernamental, castrense, y por los concesionarios de los monopolios de radio y televisión, por los intelectuales orgánicos, inorgánicos, y la cúpula de esos organismos corporativos de control obrero que apodan, renegrido humor, sindicatos? ¿Votar por la súper-estructura, esa enemiga histórica de todo cambio que beneficie a las masas y eleve a los individuos a la… (Mañana.)

«El Bingo», «El Bimbo», «El Bembón…»

Hoy les propongo, mis valedores: consíganse, del matutino, tres fotos que fácilmente van a encontrar, blanco y negro, mucho más negro que blanco. Y cómo pudiera ser de otra forma, si me refiero a las fotos de «El Bingo» Santiago Creel, «El Bimbo» Bebeto Cárdenas y «El Bembón» Calderón Hinojosa. Recórtenlas, péguenlas en una cartulina y colóquenlas frente a sus niñas (no las criaturas, ellas qué culpa tienen; las de sus ojos). Luego mírenlas, obsérvenlas hasta bizquear, y formúlense la interrogante: ¿Esos tienen alzada de estadistas? Y si eso es mucho pedir, ¿tienen, cuando menos, empaque para la presidencia del país? ¿Conocen ustedes exponentes más a la medida de la mediocridad, la vulgaridad, la insignificancia? ¿Imaginan a alguno del trío encaramado en Los Pinos? ¿A su respetable matrona, hoy alguna ama de casa aficionada a big brothers, telenovelas y teletones, y cuya plática oscila de los chamacos y la «miss» de la escuela, al chofer, tan atrabancado para manejar, y la «muchacha», esa india que todo lo hace mal y se ha vuelto imposible? A esa, ¿la imaginan ustedes jugando la farsa de «primera dama».. ?

Observen la cara del mentado «Bingo», cuya mediocridad contundente se desnudó sin recato en la oficina de Gobernación, donde a lo torpón y falto de carácter en lugar de apagar fuegos (su obligación), muchos más encendió, y al que no se le conocen más hechos de trascendencia que sembrar una chamaquita, dicen los enterados, en el gran canal de cierta Aventurera del gran canal de las estrellas. A ese güerejo cara de pitoloco, ¿lo imaginan ustedes con la banda tricolor terciada en los costillares.. ?

Observen la foto del «Bimbo» Cárdenas. Ese rostro, ¿no es el de algún honrado narco, chofer de trailer, ganadero? Claro, el «Bimbo» Bebeto es todo un caballero, sí, pero caballero de Colón, y rabioso ultraderechista y yunquero de los opusdeístas. Es el mismo «provida» que cuando gobernador de Jalisco prohibía a las burócratas el escote y el maquillaje, la minifalda y las uñas pintadas, la tanga y el pantalón, y las blusas transparentes. Es el mismo Bebeto que de consejero para su campaña designó a Cristo Jesús. Si lo incluirá o no en el presupuesto, no lo ha aclarado. Mis valedores: ¿Pueden acomodar el rostro del «Bimbo» Cárdenas, con su facha de gallero de Atotonilco, en el máximo cargo político del país?

Por cuanto a Felipe Calderón: ah, esa estampa de Felipe Calderón. Un rostro anteojudo como desbastado a hachazos o como exponente de un ejercicio de plastilina en la preprimaria. Observen ese rostro de boca bembona, jetón, facciones abotagadas de teporocho con seis meses sin darle oportunidad a la cruda. Contemplen esos mofletes como en régimen de engorda (con chambuterol) que insinúan un físico adiposo, ovachón, de carnes aguadas. Ese rostro, ¿del estadista, el adelantado, el señalador de rumbos? Mis valedores…

Mi oficio, con sus anexos, es el de la novela, que he publicado en las mejores casas editoriales y cuyas ediciones están agotadas. En mí, como novelista, se presupone imaginación. En el intento de imaginar a alguno del trío como presidente de mi país he echado al asador toda la imaginación que almaceno, toda aquella de la que soy capaz, y créanme: no logro imaginar a alguna de tales mediocridades como titular del Ejecutivo. Individuo más mediocre en la foto presidencial, ni cuando el rostro mediocre de Miguel de la Madrid. Y con zozobra pregunto: ¿qué inauditas maniobras de maquillaje tendrán que lograr los expertos en imagen y estética facial para operar el milagro de que en el desierto aparezcan rosas y carisma en esos modelos de mediocridad aplastante? Pero un momento, mis valedores…

El carisma va a llegar solo. Sin mas. ¿No le llegó a nulidades como De la Madrid, Salinas, Zedillo? ¿No le llegó al personaje de estatura mundial menos carismático de este mundo, el inquisidor Joseph Ratzinger? Sí, ese que en el Sínodo de 1985 consternó a miles de católicos en el mundo, partidario de la «restauración» de la Iglesia, cuando descabezó la Teología de la Liberación; ese Ratzinger con el que estuvieron y están cardenales reaccionarios de Argentina y Colombia, ejemplares de una Iglesia de neo-cristiandad eclesiástico-militar, capellanes castrenses que bendijeron las armas del general Videla que servirían para el genocidio de la «guerra sucia», todos «religiosos» del «estilo Ratzinger», ese que regenteó la inquisición, ahora nombrada Congregación para la Doctrina de la fe. «El miedo está presente en el Sínodo de Ratzinger, que no quiere escuchar los gritos que suben desde Iberoamérica».

Ese mismo, mis valedores, ¿no es hoy en día un pontífice bañado por la luz del carisma? ¿No logró congregar en Colonia, Alemania, su ciudad natal, más de un millón de almas que lo ovacionaban hasta el delirio? Si Ratzinger sí, ¿por qué alguno del trío de neopanistas mediocres no? Piénsenlo. (Laus deo.)

Qué joven fui una vez…

Volver a los diecisiete, se duele el cantar. El sueño de la eterna juventud, sueño eterno y eternamente imposible. Pregunten, si no, a Fausto el mítico, al hazañoso Ponce de León, a los que imaginaron Shangri-La, Shanadú y demás utopías. Pero nada qué hacer, porque la juventud se nos escurre como agua y hay que llegar a la vejez. A querer o no, tan sólo con dar tiempo al tiempo…

Este resbalón en el tremedal de la nostalgia lo propició reciente informe de la British Telecom, que vaticina cientos de innovaciones para los próximos 50 años (quién los viviera), que van desde autos manejados automáticamente hasta cerebros artificiales y transferencia a la computadora de pensamientos, sentimientos, recuerdos. Pero un momento: en relación con este avance tecnológico, ¿no es eso lo que hago ahora, transferir a la máquina pensamientos, recuerdos y sentimientos, sin aguardar a que esto ocurra en el 2050, cuando yo ya no sea recuerdo de pensamiento ni de sentimiento alguno.. ?

Mis valedores: ustedes que rebasaron la media centuria y van rodeando el Cabo de Buena Esperanza, ¿recuerdan cómo eran hace quince, dieciocho años? Yo, de mí, sé decir que por aquel entonces era otro ente humano. El mismo, sí, pero distinto; este y el otro, distinto e igual. Tenía, para empezar, un proyecto de vida, un huicol copeteado de esperanzas, planes diversos en mi periodismo, mi literatura, mi vida familiar. Enhiesto mantenía el ánimo y enterizo mi físico, las energías espumeantes y este organismo macizo (me lo estoy palpando), erguido de aquí, de allá y de acullá (sobre todo). En el botiquín talcos, lociones, glostoras, hulitos para preservar lo indicado. Hoy, el abanico de medicinas que van de la A de analgésicos a la S de supositorios, la V de valeriana, la Y de yodo y la Z de zinc para huesos, nervios, arterias. Ayer fuego en los ojos y el temperamento de honraza,- hoy, el fuego en las fiebres y en los ojos colirio. Ayer fría la cabeza para las grandes decisiones, hoy fríos los pies y algún fogón que con trabajos vuelve a encenderse. Un elemento que nunca alojaba en mis posibilidades.- la vejez. Qué tiempos. No lloro, nomás me acuerdo, y no olvido que el espulgar en los recuerdos es ejercicio de la vejez…

En esto consiste el ejercicio que les propongo, y que yo tomo con resignación, estoicismo y el consuelo de que no es pequeña ventaja esta de llegar a la primera vejez (que la Moira me conceda disfrutar de varias, como disfruté de juventudes diversas): tomen los diarios del martes pasado, y ante fotos y textos que ahí se publican van a sentir el prodigio del tiempo que se detuvo, y que ustedes regresan a los días del México de 198 8 y siguientes. Ante textos y fotos van a experimentar la sensación de que el tiempo se congeló en los años del sexenio mother-nizador, con la vera efigie del inmundo hermano del inmundo Raúl en primera plana, y el individuo mirándonos como hace 18 años, embelecándonos con el programa Solidaridad-Pronasol, y como en aquel entonces requíriéndonos con su vocecilla de pito de calabaza: «Compatriotas…»

Yo, el tiempo detenido y resucitado Drácula, fui quince, dieciocho años más joven (menos viejo), y como joven volví a hervir de indignación, ante el retorno del impostor, del presidente espurio que nos depredó con la complicidad de toda la mafia Salinas y Cía. Viví una vez más, y una vez más me sulfuraron, episodios tan vergonzosos como la quema de los casi 25 mil paquetes electorales, hornaza que iluminó la buena estrella de Diegos neopanistas y neocatólicos Norbertos que entraron a saco en la vida política del país para que ahora nadie ose tapiarles su boca desbozalada, enemigos de las masas y colaboracionistas del Sistema de poder del que forma parte.

Leí la noticia.- giras recientes de un «compatriota» atejonado tras el burladero de la malhadada Fundación Solidaridad. Vi al orejón fresco y campante. Yo, el ánimo rejuvenecido 15 años, recobré mi capacidad de indignación y percibí renovadas las fuerzas para tareas de organización ciudadana que conjuren acciones como la de un dañero Salinas que a lo impune retoma el control de la grilla politiquera. Qué joven fui una vez…

Pues sí, pero juventud virtual, y aquí la prueba de que vuelvo a mi condición senil: la indignación fue declinando, aguadándose, y entonces caí en el sentimiento del viejo: la vergüenza, propia y ajena, porque las masas, perdida sin remedio esa memoria histórica que les evitaría revivir la tragedia, se dejan vejar, befar y azotar, sin que regresen el golpe, maleducadas en la pasividad y la domesticidad, y sólo pongan la otra mejilla (de las abajeñas). Es así como puedo entender que hoy, como hace quince, dieciocho años, toleremos en medio de la indiferencia y la insensibilidad que los bellacos, confiados en nuestra infinita capacidad de olvido, apatía y pasividad, nos pierdan la última brizna de temor y respeto. Es México. Y a propósito: ¿este lunes cuántas horas irán a sentarse los paisas frente al cinescopio? (Mi país.)_

Y usted: ¿conoce el 69..?

El informe presidencial, mis valedores. Esto lo redacto unas horas de que el documento se presente a la consideración del Congreso, y sólo me queda preguntar a ustedes: ¿el informe los convenció? ¿Predominaron las interpelaciones o la mención a la «democracia» y al populista programa «Oportunidades»? El Tamarindillo, ¿lo citó Fox? ¿Invocó al santo de su devoción, un San Cristóbal recién remozado? A las muchas faldas de Marta, ¿haría alusión? Que hubo feria de millones, estoy seguro-, de «democracias», «Oportunidades», viviendas, empleos, reservas en dólares. Que México va mejor que nunca. Que hay rumbo, firmeza, determinación, y trabajar hasta el último minuto, que también tiene 60 segundos. ¿Juró Fox que los y las mexicanos y mexicanos somos hoy, hoy, hoy, menos pobres que ayer..?

A propósito: en su momento, los contertulios hacían pedazos el primer informe de Fox, cuando yo, imprudente de mi, solté la pregunta: «El sesenta y nueve, ¿lo conocen ustedes?»

¿Que qué? Sorpresa general. La Lichona tragó saliva. El Cosilión, su marido, se puso colorado. La Maconda observó de reojo a mi primo el Jerásimo, y a lo disimulado sonreía. Ahí la Jana Chantal, travestí: «Ora que si quiere sentir lo que es un 69 como Dios manda, yo lo invito, ¿verdá? a pasar a mi departamento ahora que se acaba esta grilla». Todo escamado, el juguero:

– Qué les parece el bigotón. Quezque el 69. No lo creía tan depravado, y aquí la única pornografía que tamos comentando son las mentiras del informe.

– Déjenlo, de un ruco como él qué otra cosa se puede esperar, sino el 69. Cuando el poder amengua… – Se burló la tía Conchis. Y con sus 69 arrobas de peso La Tintorera, señora esposa de don Tintoreto, se angostan y ensanchan (corbatas): «Ora que de vez en cuando, ¿verdá?, pues como que el 69 calienta el ambiente, y lo que no enferma no daña, ¿o qué, viejo.. ?

Yo y don Tintoreto, al unísono, agachamos la cabeza. Ya ni cómo aclarar que el 69 es un artículo constitucional: «A la apertura de sesiones ordinarias del primer periodo del Congreso asistirá el Presidente de la República y presentará un informe por escrito, en el que manifieste el estado general que guarda la administración pública del país». Por fortuna, ahí mi salvación; el maestro:

– Señor Valedor, ¿y si nos lee su fabulilla del informe presidencial?

Fui a mi archivo (una caja de chaca-chaca). Volví, leí:» ¡Honorable Congreso de la Unión!» Y la fumarola de aplausos. Del jefe Diego, Salinas y demás neo-panistas. Perredistas, mentadas.» ¡Con el Programa de Abasto Social de Leche atendimos a mil 95 plazas más!» Y la diarrea de aplausos, entre chiflidos de arriero (arriero perredista). «¡En el combate a la pobreza…!»

En eso, que siente aquel jaloncito en el pernil. «Válgame, ya me atoré en algún clavo del triplay». Movió la zanca. Siguió alborotando la legislativa gallera, el palenque tricolor: «¡Se instalaron 244 Centros…!» Aplausos, chiflidos, abucheos, refregones de madre. En el interior del podiun, un nuevo jalón. «Cuál clavo, chance y un móndrigo perro. Cómo fueron a dejar que se colara. Dónde que por estos barrios son de veras perros. Y luego sin vacunar. ¿Pues qué el estado de sitio a la ciudad no incluyó a los guagás? «¡Casi 300 Centros Estratégicos Comunitarios en la…!»

¡En la…!, un nuevo jalón del pernil. «Esto ya calienta. ¿No será algún perredista que se vino a atejonar acá abajo? Onde que si es Pablo Gómez ya la fregotiznamos, porque me la va a interpelar de bulto».» ¡ Comunitarios en las microrregiones…» Y en las microrregiones otro jalón. «No es Pablo Gómez. Ese es brusco, y cuando jala descobija. Por la suavidad, es la Gordillo, que quiere que me la enchufe al gabinete. Ganas no me faltan de largarle un patadón, pero se acaba de alborotar el avispero…»» ¡Que comprenden a los 539 municipios de muy alta marginación! ¡Porque mi gobierno es humanista, un gobierno con rostro humano…!» Nuevo estirón de la terlenka. El del informe pajareó a lo disimulado, y entonces…¡vámonos, si es un zarrapastroso vil! Qué furris seguridad la del jacalón este. Al rato vamos a tener encima a todo el ambulantaje. (Y ante el micrófono:)» ¡Vía Oportunidades se canalizaron…!»

Y ándenle, que en eso, la vocezuca del que se atejona allá abajo: «Señor, don Chente…» Qué moler.» ¡El ingreso per capita se elevó a tantos mil dólares anuales! ¡Así beneficiamos a los que menos tienen! ¡El número de mexicanos pobres se redujo hasta en un 16 por ciento gracias a que la «democrac…»

?rale, qué chinche tirón.» ¡Pues qué tiznaos quieres, pues!»

– Un favorcito, don Fox. Ora que usté acabe…

– ¿Ora que yo acabe qué? ¿Quieres una pizcacha de las limosnas de «Vamos México»?

– ¿Ora que acabe me deja hablar a mí? Pa’ que la cosa sea pareja, ¿no?

Ni lo dejaron. (Lástima.)

Don Andrés Manuel

Estoy mirando, a colores y en relieve, el mapa de México, que en los próximos años habitaremos usted como gobernante y yo como gobernado. Si nos dejan. Observo el patrio territorio con sus bosques y montañas, valles y cordilleras, ríos, mares y planicies, mesetas y serranías. México. Le miro, como venas, arterias y vasos capilares, su entramado de vías férreas, brechas y carreteras. Como grafitos desparramados a lo largo y ancho del territorio, ahí los nombres de sus ciudades, sus villas y sus aldeas. Lo miro, pienso, y desde aquí le digo, señor:

¿Cómo, de qué forma, con base en qué estrategia piensa usted enfrentar el problemón de los delincuentes y la impunidad de que hasta ahora han gozado para andar del brazo y por la calle? ¿Cómo intentará evitar que le hurten el cuerpo a la acción de la justicia? Si en el mapa del país existen tantas carreteras que anudan tantas ciudades, y cada ciudad empolla junto a sí su aeropuerto, ¿cómo piensa controlar vuelos desde aeropuertos, corridas de vehículos en las carreteras y casas de seguridad ubicadas estratégicamente en este o aquel barrio de esta o aquella ciudad..?

Don Andrés Manuel: amparo en la bolsa, escondite en casa de amigos, de familiares, de cómplices: disfraz, barba larga, lentes oscuros, pasaporte falso, vuelo particular, viaje en camioneta -vidrios polarizados- a deshoras de la noche. ¿Cómo va a controlar a los delincuentes?

Alce los ojos y mire ese tránsito de avionetas que rayonean nuestros cielos: vuelos clandestinos. Ahora baje la vista y observe, clandestina también, esa red de pistas de aterrizaje con los brazos abiertos para recibir toda suerte de fugitivos. Cómo asegurar que los delincuentes reciban todo el castigo que se merecen y así atemperar la indignación del paisanaje ante las acciones violatorias de la ley de quienes se saben impunes frente a una «justicia» alcahueta. Cómo, don Andrés Manuel. Cómo.

Las autopistas, señor, como las olas del mar, van y vienen, y van a o var -a deponer su carga- en las zonas más impredecibles. Ahí nomás, tras lomita, tenemos unos bosques tupidos, en cuya espesura los criminales pueden encontrar escondrijos perfectos y encuevarse en alguna de las estribaciones de la serranía. Una cabaña en la espesura del bosque, una hacienda aún sin derruir, una choza en el monte, la casa de seguridad que facilitaron los cómplices, en fin. Cuándo va usted a dar con el paradero de los maleantes, señor…

Gente dispuesta a Valerlos, siempre la van a tener a la mano. Tan lucrativo es el negocio ilícito, que compra lealtades y alquila voluntades de gente dispuesta a todo con tal de medrar la protección de los fugitivos. ¿Cómo piensa desmembrar la mafia y someterla a las leyes, señor..?

Vamos a suponer que logra usted la aprehensión de a este o aquel de los mañosos. ¿Las inmediatas repercusiones? Que ahí se va a producir, al tanto más cuanto y (nos) llevamos tanto, la erisipela de abogados y jueces especialistas en el manoseo de la artimaña legal y el amparo oportuno. La chicana, señor, y la amañada interpretación de unas leyes elásticas, que parecen cortadas a la medida del delincuente. ¿Cómo enfrentar el problema..?

¿Qué logró usted encerrar a este o a aquel en el reclusorio? De ahí, señor, se han fugado. ¿En la cárcel de alta seguridad de Puente Grande, señor? ¿No fue de Puente Grande de donde logró fugarse Joaquín «El Chapo» Guzmán? ¿Al penal de máxima seguridad de La Palma, en Almoloya de Juárez? Señor: las rejas de alta seguridad se abren con maniobras legaloides; pregunte, si no, a Raúl Salinas, otro manifiesto bandido de los dineros públicos. ¿Y? ¿Qué rejas son capaces de resguardar a criminales de ese calibre y calaña tal.. ?

Convénzase: esos delincuentes están organizados en verdaderas mafias, y han creado redes de compinchaje que los tornan invulnerables, o casi. Los delitos de esos quedan impunes, y si usted me pregunta quién me proporcionó la información, yo le contesto que fueron la Historia y la realidad objetiva. Así pues, mi don Andrés Manuel:

Si nos dejan, en el próximo sexenio usted será el que gobierne y yo el gobernado. Que cumpla o no cumpla sus promesas de precandidato, ya a su hora lo sabré, pero una de ella me parece casi imposible: con la descripción que acabo de hacerle de la extensión y complejidad del mapa de México, ¿cree usted posible, pero de veras, cumplir su promesa de llamar a cuentas a Vicente Fox, a sus hermanos, a Marta y honorable familia, incluyendo a los hijos Bribiesca y a toda la parentela de todos ellos, que al igual que los anteriores, aprovechan el puesto para depredar, para arrebatarnos nuestros dineros que de todos son para beneficio de todos? ¿Podrá usted, don Andrés Manuel? ¿Podrá? Yo lo dudo, pero eso lo vamos a ver. A su hora. (Vale.)

¿Slim a la bancarrota..?

Tal es, cuando menos, la impresión del visitante en la tertulia de anoche, callado hasta que el Cosilión mostró la foto del matutino del pasado sábado:

– ¿Vieron esto? Carlos Slim acaba de adquirir Telecom, de Colombia.

Telón de fondo en la foto, el logotipo de TELMEX, del que Slim es propietario desde que Carlos Salinas arrebató el consorcio a los mexicanos para malbaratarlo al dicho Slim. Ah, mothernizador, malhaya sea su estampa, su vida, su madre, su todo y su nada. Sólo espero en Dios, el mío, que en Salinas se cumpla la inapelable sentencia:

«Al que obra mal se le pudre el culantro».

De pronto, la voz del meditabundo: «Así que Slim es dueño de una nueva empresa de telefonía. Pues que Telecom le aproveche, pero que no lo festeje todavía, porque quizá yo vaya a aguarle la fiesta. Tengo pensado afectar su emporio empresarial. Slim no tiene la culpa de la inseguridad que padecemos en esta cuidad, pero con todo el dolor de mi corazón he de comunicarle que por serme imposible este estado de neurosis, terror, paranoia, que me está produciendo el teléfono, voy a renunciar al arrendamiento de la línea telefónica que tengo firmado con él. Un Chente menos, y de los más pagadores, lástima…

Y como si hablara consigo y para sí, el soliloquio. (Nosotros, oyéndolo):

«¿Mi decisión de rescindir el contrato? Sepan ustedes que una noche de estas, a deshoras, en mi catre de célibe recibí un telefonema, sospechoso como todos los que a diario recibo, y que me espantó. La madrugada seria cuando, de pronto, el timbrazo. Yo, al respingo, pepené el auricular: «¿Sí?», grité medio dormido. Del otro lado, silencio. «Sí, quién es!» Allá, una como respiración agitada. Yo, enredado con el mameluco, mi osito de felpa, el gorro de dormir.- «¡Conteste!» Allá, como de una distancia inconmensurable, una respiración alterada, llena de raspaduras. De reojo miré los números luminosos del reloj: las tres con quince y sereno. Llévame la tiznada, con perdón. «¡Quién es el insolente que me despierta y me deja con la palabra en la boca!» Colgué, o más propiamente: con el auricular pegué el mazazo contra la base para ver cuál de las dos saltaba en pedazos. En posición fetal me enrosqué en el colchón.

Con el gordo en la boca y a chupadas enérgicas (el dedo de la mano derecha) invocaba el sueño, cuando de súbito nuevo timbrazo, nuevo reclamo de mi parte, y del otro lado sólo una respiración ¿burlesca, jadeante, de quien se fatiga en el lance de amor? Una voz ¿de anciana, de niña? que parecía venir de muy lejos: «Luis…» «¡Sí, diga, cese y a este juego irritante!» «Luis…» Yel silencio. Colgué, para que a los minutos: dos, tres timbrazos; dos, tres maldiciones; me golpeé la oreja con el auricular: «Diga, con un canaco!» «Luis…» Yo, ya impaciente: «¡Muérete! ¿Oíste? Muérete!» Y dejé descolgado el auricular. Y el miedo, el terror, el insomnio, el prozac, el valium. ¿No los estoy aburriendo.. ?

Cómo una llamada a deshoras no me iba a llenar de desconfianza. Cómo no, si por estos días he recibido telefonemas a cual más de siniestros, macabros, escalofriantes. En uno,una voz de mujer me anunciaba que felicidades, que me gané un televisor de sabe cuántas pulgadas. Gratis. Y que le proporcionaralos datos para… ¡colgué! Y qué voz también timbrada, voz aterciopelada, la del banco trasatlántico de Beijín que me anunciaba ser el agraciado poseedor de mi tarjeta de crédito con validez universal. Para que llegase a mi domicilio, proporcionar los siguientes datos… ¡Friégale, y el colgón! (Nosotros, oyendo.)

Es así como por culpa del teléfono que Slim tuvo a bien rentarme luego de que esa facultad de la nación la transfirió Salinas a las manos del prestanombres, he sido el afortunado ganador de artículos de línea blanca, de artículos para el hogar, de viajes a Disneylandia, de un consolador (femenino). Una agencia de viajes me quería transportar de gratis a la ciudad de México, ¿la conocía yo? Y luego las llamadas telefónicas en las que se me invitaba a dejarme llevar por la pasión y, en cierto nidito que del que se me daría la dirección, mantener una cita amorosa. «No te vas a arrepentir, querido». Una de esas voces, casi estoy cierto, era de mujer. El lunes, una ánima acomedida me informó que yo estaba detenido en el aeropuerto, bajo sospechas de algo sospechoso, pero que el comandante estaba dispuesto, mediante cierta cantidad… dejé descolgado el teléfono. Culpa de la inseguridad, no de Slim ni de sus teléfonos, pero, señores de la tertulia:

Al día siguiente del telefonema a deshoras, uno de mis hermanos completó la llamada: allá, en Ario de Rosales, mi madre acababa de morir, y murió sin poderme decir sus últimas palabras. Por teléfono». (El bohemio calló.)

«Y pareció que sobre aquel ambiente-flotaba intensamente- un poema de amor y de amargura…» No, si les digo. (En fin.)

¡Me la interpelan..!

Penúltimo día de agosto. Martes. Silencio en la noche, ya todo está en calma, el músculo duerme. No el del desdichado aquel, ánima en pena, que permanece todavía insomne, sacudido de espasmos y escalofríos, como condenado a quien pasado mañana habrán de ajusticiar. Lóbrego. Mírenlo ahí, y obsérvenlo con disimulo: entre sudores agónicos y suspiros, el insomne medita en su situación y, temores y pesadumbres, compara su circunstancia con la de tantos seres anónimos que, enfermos de notoriedad y conscientes de que sus acciones cotidianas nunca habrán de proporcionársela, se arrojan a acometer las más audaces, descabelladas e inútiles hazañas en las que van a arriesgar hasta la propia existencia. Todo, con tal de lograr su cachito de falsa inmortalidad porque así, cuando menos, logran la trascendencia. No una hazaña benéfica para la humanidad, sino excentricidades con las que compran su inmortalidad de chatarra. Incurables enfermos de mediocridad…

Aquí, en la penumbra de su habitación, el Job cuyos ojos insomnes, a la luz de una lamparilla que parece mortuoria, recorren una vez más la noticia de algún otro infeliz en trance parecido al suyo propio: «Adelaido da Silva, mago y fakir brasileño, acaba de abandonar la jaula de cristal en la que convivió durante más de cien días con dos docenas de las víboras más venenosas del mundo, en un frustrado intento por superar la marca mundial».

«Bueno, sí, él, ¿pero yo por qué?» Tembloroso, se enjuga el sudor de la frente. Y es que un sudor se le viene y otro se le va. Sudor frío… «Los médicos comprobaron que el sistema nervioso de Adelaido se encuentra alterado y que el insomnio ha hecho presa del mago y fakir del nordeste brasileño…»

» ¿Un peor insomnio que el mío? Y lo mío, mucho más grave, que ni a mago llego, mucho menos a fakir. Ah, si pudiera rajarme como Adelaido. Ya no digo salirme: ni siquiera ir a meterme en esa jaula de víboras…»)

«La marca mundial sigue en poder de Peter Snyman, que la estableció el año anterior, cuando abandonó la jaula infestada de serpientes venenosas convertido en una piltrafa humana, con el sistema nervioso deshecho…»

«No le doy el pésame. Yo, si viniera a ver mi pulso, mi sudoración, este chorrillo que me está vaciando todos mis jugos gástricos…»

«Está convencido de que no existe ser humano que logre abatir la marca por él impuesta, y que está registrada en el Libro de Records Guiness…»

«¿Que no es posible quién logre superar su marca? Que venga a comprobarlo conmigo, sólo que lo mío es de a chaleco, de a cojón de a hueso. Cómo fue que me vine a meter en estos berenjenales, yo que en mi rancho de una vida placentera disfrutaba. Vengan a hacerme una, santos patronos. San Cristóbal y San Tamarindillo, una merced: que intercedan por mí…»

El penitente inclina la testa. Un suspiro hondo y profundo: «Señor, si es posible, aparta de mí este cáliz». Siguió leyendo, y de tanto en tanto suspiraba, se limpiaba el sudor, bebía traguitos de agua azucarada para recoger la bilis.

«Adelaido permaneció en la silenciosa compañía de 6 mambas negras, 6 cobras egipcias, 6 víboras de capucha y 6 de los árboles, cada una con el veneno suficiente para matar un toro. Los ofidios acompañaron durante 100 días al mago y fakir brasileño». Acá, el matutino, lee, y el rictus amargo: «El presidente Fox llega fuerte, entero, con mucho que informar a la nación y con muchas ganas»: Carlos Abascal, secretario de Gobernación».

«¿Ganas? ¿Ganas dijiste, insensato? Ven a ver la piltrafa en que las «muchas ganas de informar» me han convertido. ¿Pero tú también, Marta? «El Informe será un informe de ánimos, de entusiasmo, de lo que se espera, y nos espera un buen futuro. Más que de cifras, el Informe será alentador por el esfuerzo que han realizado la sociedad y el gobierno del cambio». Y por contras, el hervidero de ofidios: «Anuncia el sindicato del IMSS nueva campaña de resistencia civil el día del V informe de Fox, porque engaña a la gente con su doble discurso». «La Unión Nacional de Trabajadores anuncia que se sumará a las protestas del sindicato del IMSS, en protesta por la política laboral de la presente administración». Ah…nimalero de miércoles…

El insomne suspendió la lectura. Un rictus amargo, amago de sonrisa. Un gemidillo. Clamó al cielo (y no le oyó):

«Dios, cómo comparar los ofidios de Adelaido con los que yo tengo que encarar pasado mañana, que son mucho peores y no dormitan como los otros ofidios, sino que van a pasársela con las fauces pelonas. Estos ofidios van a atacarme a gritos, a mentadas, a mantas y pancartas vituperosas. ¡Que Pablo Gómez, Cristo Jesús, y su tocayo Ortega no asistan a la Cámara, y que si asisten no me la vayan a interpelar, y si me la interpelan no sea a mentadas, y si es a mentadas, que no me vaya a doler, y si me duele, que sepa disimularlo, amen». (¡Marta!)