Apátridas, vendepatrias…

Esos, los vendepatrias apátridas. Yo estoy convencido, mis valedores, de que nunca antes como hoy se había enajenado la patria al vecino imperial. Esto lo comentábamos en la tertulia de anoche, y aquel desprecio por los sumisos, los serviles, los bicharajos sin espinazo que así pueden culimpinarse ante el vecino imperial. Lo malo es que siempre que así de rastreros y de obsequiosos se muestran los tales, me siento culimpinarme yo también.. Eso pensaba, mis valedores, y eso sigo pensando aun ahora que conozco la existencia del abuelo de los vendepatrias (Santa Anna fue el bisabuelo) Una seña del maestro y callamos. Lo vi desplegar aquel diario amarillento de vejez. «Es que es de 1885, aclaró el maestro. Más de 120 años lo contemplan. A ver: apartidas y vendepatrias. Aquí está. Pobre México, se titula el comentario, y su parte fundamental»:

«Mientras que el vulgo ignorante y los periodistas vendidos batían palmas cuando se acordaron concesiones ferrocarrileras a nuestros vecinos, los seres pensadores temieron por el porvenir de esta patria, víctima infortunada de ambiciones e improvisación. Los hombres pensantes veían en esa concesiones un peligro inminente para México. No se equivocaron.

En recompensa de las espléndidas subvenciones concedidas a los yankees, éstos están arruinando al país por medio del contrabando y a ciertas tarifas de conveniencia, concertadas de forma embozada para proteger la industria extranjera con graves perjuicios de los intereses nacionales. En una palabra, México ha dado millones sobre millones a las empresas ferrocarrileras, para que lo arruinen. ¡Pobre país…!

El Ministro de Fomento desconfió de los manejos yankee, y sólo apoyó las tarifas de una manera provisional y por corto plazo: cumplióse éste, prorrogóse en seguida, ha vuelto a cumplirse: y no se ha podido lograr que la Empresa del Ferrocarril Central modifique sus laterales tarifas; rehúsa reformarlas y para ello se vale de rémoras y pretextos inadmisibles. Por lo visto, nuestros agradecidos y caritativos empresarios, los americanos, obran ya en este país como si estuvieran en su casa. La conquista pacifica comienza ya a producir sus sabrosos frutos. ¿Qué sucederá mañana?

Dn. Porfirio, que tuvo a bien romper con las previsiones del inteligente y previsor Benito Juárez, puso a los yankees un puente de plata para que desde Nueva York pudiesen venir a esta capital, sin incomodidades, sin riesgos y a costa nuestra. A D. Porfirio toca sacar al país de este espantoso atolladero. ¡Ojala y no sea ya demasiado tarde! Si hemos de romper con los que se tomaron media República hace 38 años, y ahora tratan de apoderarse del resto por medios ingeniosos, que sea luego. Mañana la obra será más difícil porque se habrán creado y robustecido aquí grandes intereses americanos. ¿Qué opina de esto el Gral. Díaz…?

Por una mera casualidad, el Ministro de Fomento desconfió de los manejos yankees, y sólo apoyó las tarifas de una manera provisional y por corto plazo: cumplióse éste, prorrogóse en seguida, ha vuelto a cumplirse; y sin embargo no se ha podido conseguir que la Empresa del Ferrocarril Central modifique sus laterales tarifas; rehusa reformarlas y para ello se vale de rémoras y pretextos inadmisibles. Por lo visto, nuestros agradecidos y caritativos empresarios, los americanos, obran ya en este país como si estuvieran en su casa. La conquista pacífica comienza ya a producir sus sabrosos frutos.

¿Qué sucederá mañana? D. Porfirio, que tuvo a bien romper con las inveteradas preocupaciones del inteligente y previsor Benito Juárez, puso a los yankees un puente de plata para que desde Nueva York pudiesen venir a esta capital, sin incomodidades, sin riesgos y a costa nuestra. A D. Porfirio toca sacar al país del espantoso atolladero en que está metido. ¡Ojalá y no sea ya demasiado tarde!

A grandes males, grandes remedios. Si al fin hemos de romper con los que se tomaron media República hace 38 años, y que ahora tratan de apoderarse del resto por medios ingeniosos, vale más que eso suceda luego. Mañana la obra será más difícil porque se habrán creado y robustecido grandes intereses americanos en esta República. ¿Qué opina acerca de esto el general Díaz…»

– Y ustedes, los contertulios: ¿qué opinan ustedes?

Silencio. Reflexión. Por cuanto a las opiniones, todos hablamos al mismo tiempo, cuando en eso…
(El lunes.)

Balada del solitario

Otoño. La tierra, henchida de frutos, aguarda a los cosechadores, contratados por el dueño del terreno labrantío y que junto con él desmontaron la tierra, la sembraron y escardaron. Las tormentas del cielo hicieron lo demás.

Mientras maduraban mazorcas, espigas y vainas, los agricultores se mantenían vigilantes. Apenas amaneciendo abandonaban el jergón y salían a contemplar el cielo, no fuese a ocurrir que un sol demasiado ardoroso sorbiera la humedad del terreno y resecara la plantación. Entonces se daban a deambular por almácigos, arbustos y árboles frutales, y examinaban el estado en que había amanecido la fruta, el racimo, la vaina, la espiga, la flor. Y aquello era allegar tierra a la caña y abono a la tierra, y agua al abono y cauces al agua para que riegue la tierra. Preocupados, temerosos (todos, menos uno), oteaban los horizontes, allá donde cerros y peñascales se plagan de nubes ovachonas o ñengas, según. Que no llueva más.’Que el exceso de lluvia no pudra las raíces. Que el granizal no desgarre los retoños. Así vivían todos (menos uno), al pendiente de un sembradío que era promesa de grandes dones.
Pues sí, pero lástima: entre los agricultores uno había que sin arte cultivaba una labor ayuna de los cuidados de operarios expertos, que vivía devastada por depredadores de uña y garra. Con ánimo de espantar el azote de mazorcas y vainas (cuervos, gavilancillos, etc.) el inconsecuente se valía únicamente de espantapájaros, y así dio en colocar uno, dos, muchos de ellos en el corazón y los flancos del sembradío, y a los tales espantajos encomendaba la vigilancia y preservación de la siembra, encima de la cual la nata de alas negras rondaba debajo un cielo estrellante de sol. A veces tomaba la honda, y piedrazos al cielo. Nunca acertaba. Solo y su alma. Lleno de temor.

(Porque la soledad, si no templa, aniquila.)

Funesto día aquel. El solitario comenzó a comprobarlo con la angustia en la sangre: por su impericia, la plantación se arruinaba, se había arruinado. Frutillas en agraz se desprendían de la rama y caían al suelo. Se encanijaban los racimos. Las vainas enroscábanse, se desfloraban, escupían la semilla. Y así el tubérculo, y así las espigas, y así la flor. Y es que el solitario no había nacido para agricultor, que para ello se precisan cualidades de las que él carecía. Impotente para manejar el desastre, como alucinado recorría la plantación, y aquí intentaba resembrar, y allá enriquecer con abono el cascarón del terreno, y por dondequiera desparramar chorros de agua que detuviesen la catástrofe. Nada. Fue por entonces cuando el solitario dio en la manía de hablar solo.

Soliloqueando recorría la plantación, soliloqueando palpaba cada frutilla, soliloqueando la olisqueaba, le buscaba la plaga. Soliloqueando:

¿Será una plaga de insectos? ¿Llegaría en el viento? ¿Serán de la zorra esos rastros? ¿Qué animalejo depredador pudo atacar aquellos racimos mientras yo dormía? ¿Por qué en derredor florece todo lo verde, y aquí se agosta, por qué? Preciso es mantenerse despierto toda la noche, redoblar la vigilancia, nunca dormir. Vigilar. Por ahí habrá dejado la plaga alguna evidencia. Vigilar.

(Malo cuando un hombre cae en el embeleco del soliloquio.)

Y ocurrió, mis valedores, que desvelos preocupaciones y una sañuda angustia padecida en soledad terminaron por hacer mella en el solitario. Ronco de hablar su monólogo, aquél día el hombre se detuvo a la mitad de la plantación, contempló en silencio el desastre amarillento de hojas, frutas, espigas, racimos, vainas, flor. Mudo contempló el desastre, y de repente sonrió con sonrisa enferma, frutilla mostrenca de una razón trastornada. Y entonces…

Era una mañana de febrero fijaros biencuando el invierno aún no terminaba de despedirse y la primavera no acababa de llegar. Aquella mañana ocurrió que el solitario, sereno por primera vez (el grado más alto de la angustia arroja una desesperada serenidad), el agricultor inconsciente caminó por todos los puntos del sembradío, fue recogiendo uno a uno los espantajos y los agrupó en la medianía de la siembra en ruinas, y mientras los demás agricultores recogían cosechas ubérrimas y empanzonaban silos y trojes, el necio aquel agrupó los espantapájaros, y en el desastre de sembradío los contempló, y sonreía. Y entonces, de súbito, los miró con solemnidad, carraspeó, se alzó cuan larguirucho era, y así dijo a su hacinamiento de espantapájaros:

Quiero manifestar a todos ustedes, leales colaboradores de este gobierno, mi agradecimiento personal por el esfuerzo cotidiano, la alta sabiduría y el celo patriótico con que a lo largo de estos 5 años todos y cada uno de ustedes (h)an cumplido con tan óptimos resultados la responsabilidad que les encomendaron los y las mexicanos. Convencido estoy de que gracias a ustedes en diciembre les habremos de entregar una buena cosecha. Felicidades.
Y es que el hombre, cuando… En fin, si seguimos por este camino… (Fox.)

Escucha, yanqui…

Si la ley Helms-Burton fuera el asidero legal de la burda e irrespetuosa medida, muchos gobiernos tendrán que plantarse o tragarán la humillación de ser mandados desde afuera…
(Diario «Juventud Rebelde», Cuba.)

Ruindad, dignidad, servilismo:, estos tres sustantivos son hoy etiquetas prendidas a otros tantos gobiernos de México, Cuba y los Estados Unidos, protagonistas que han sido de la expulsión de cubanos del hotel María Isabel Sheraton, de esta ciudad capital, el pasado viernes. La acción unilateral de la Casa Blanca ocurrió horas antes de que Vicente Fox loase nuestra Ley Fundamental, que en su artículo 89 establece la obligación del presidente de preservar «la no intervención». Servilismo, ruindad, dignidad. México, Cuba, Estados Unidos. Mis valedores: en su ya casi medio siglo de lucha contra el vecino imperial los cubanos acaban de volcarse en las calles de La Habana para manifestar su repudio a esas medidas de EUA altamente dañinas para el pueblo cubano. Uno de los millones de cubanos acusa aquí, frente a todos ustedes: «¡Sí, yo marché obligado..! Al menos en mi caso, tienen razón los voceros, agencias cablegráficas y medios de prensa, cuando aseguran que los cubanos fuimos obligados a la Gran Marcha, como antes firmamos la Iniciativa de Modificación de la Constitución. Efectivamente: yo acudí presionado al Malecón, y estoy convencido de que igual les ocurrió a otros de los millones de participantes de todo el archipiélago. De esa misma forma suscribí el documento, que al final resultó avalado por millones de cubanos mayores de 16 años de edad.

Me obligaron, sí, pero no fue nadie del Gobierno ni del Partido. Me obligaron la memoria, la actualidad y el mañana. Temprano en esas fechas, Félix Varela tocó a las puertas de mi corazón. Al ilustre Presbítero lo acompañaban el Céspedes Padre de la Patria, eí Generalísimo dominicano que convirtió el machete en alma independentista, el Bayardo Agramonte, el Calixto de las tres guerras y una estrella en la frente, el Maceo de fuerza en el brazo y en la mente, el Martí Autor Intelectual, el Camilo de pueblo y el Che de América.

Me obligaron los 20 mil hermanos torturados y asesinados por esbirros de la tiranía batistiana, esos mismos prófugos de toda justicia que aún se pasean por las calles de Estados Unidos, donde gozan de privilegios otorgados por las autoridades para detonar explosivos, atentar contra dirigentes de otros países, aumentar fortunas con el tráfico de drogas y de personas, secuestrar a niños,..

Me sentí obligado por el Enero de Libertad y el Girón de Victorias, por los niños alfabetizadores en aquella gesta de cartilla y farol. Me obligó la alegría de saber que la tasa de mortalidad infantil es de apenas 6.2 por cada mil nacidos vivos. Y es que disponemos de más de 67 mil médicos a dos pasos del hogar, y de los cuales casi dos mil prestan sus modestos esfuerzos a 110 pueblos desposeídos en otras tierras del mundo…

Me obligaron los científicos de la ingeniería genética y la biotecnología, que fabrican armamentos, es verdad, pero para hacerle la guerra a plagas y enfermedades, y salvar millones de vidas en cualquier rincón del orbe. Y las sonrisas infantiles arrancadas de una muerte segura por la vacunación contra 13 dolencias curables, que flagelan a la niñez de otras latitudes.

Me obligaron los millones de alumnos en todos los niveles de la enseñanza, cada vez mejor preparados por sus valientes maestros, en más de 50 universidades, de sólo tres que existían en 1959, y en las miles de escuelas con equipos de computación, televisores y videos para las teleclases hasta en el más recóndito rincón de nuestra geografía, incluso allí donde hay un solo pequeñín con su profesor y un panel solar, porque aún el paraje no se encuentra ubicado en el 95 por ciento del territorio nacional electrificado.

Fui obligado a marchar por los abuelos que saben de su vejez garantizada (…) y por las mujeres, que no sólo conquistaron su derecho a la igualdad, sino que han sobrepasado a los hombres en muchos frentes. Me obligó el orgullo de la Escuela Cubana de Ballet y el Cine verdaderamente nacional, real a partir de 1959. Y los más de 60 títulos olímpicos…

Y por último: marché obligado por Bush, ese Mister W. que fue colocado en la Casa Blanca por el fraude de los sargentos políticos de Miami, y quien con sus discursitos volvió a ofrecerle la enmienda Plat edulcorada a este pueblo mío que se cansó de decir yes desde hace mucho tiempo, cuando aprendimos a no bajar la cabeza como esclavos, para impedir a tiempo que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos, y caigan con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América.» ¡Sí, yo marché obligado..!»

Ruindad, dignidad, servilismo. Bush, Fidel, Fox. Cuba, USA, México. (Mi país.)

Una furtiva lágrima…

La violación tumultuaria de mi prima carnal. El hecho nefando contra la doncella se perpetró anteayer. Esa misma noche me encaminé hasta la vecindad de Mecánicos y Talabarteros a ver en qué forma pudiese dar un consuelo a la recién mancillada. Llegué a la puerta de la vecindad, y válgame, ¡el bailongo en pleno hervor! Los Barranquilleros de Tucumán, del cartel de Cali o de Medellín chispaban el mastique de los vidrios en las ventanas al ritmo aquel de la balada romántica que dice, que clama, que aúlla a dos mil decibeles: «¡Oye, Salomé – perdónamela..!» (Ándale, tú, alburero de miércoles.)

Crucé el patio (tendederos, olor a moho, a humedad, a rancio, a aliento pestífero de excusado común) y busqué a la bien querida, y sí: un poco apartada de la sanfranza, la niña de mis entrañas ¿qué creen? Sonreía, como ya resignada al estropicio de la honra recién desbaratada a topetazos de morueco en brama. La miré sonreír a lo desleído, con esa triste resignación de los violentados de siempre, que no tienen voz para protestar ni ocasión de desquite, ni valedor que mire por ellos. Y el estremecimiento en mis labios, bajo el breñal del mostacho. Y el puchero aquel. Para espantar el llanto me puse a ver a los bailadores, y entonces: «Oye, ¿no son esos los mismos bergantes que te..?»

Los mismos:» ¿Y se atrevieron a acudir al baile de la vecindad?»

– No, pues cómo no iban a acudir; fueron ellos los que armaron la fiesta.

– ¿Y a honras de qué? (Retiro lo de las honras.) ¿Por qué el baile?

– Pues para honrarme, y no retiro del vocablo; para felicitarme, ¿pues no es hoy mi cumpleaños?

Y tan bella su carita de cielo, y tan lindas formas, y esos, y esas… yo, efusivo, me le dejé ir. «Pérate, pérate, no te mandes como ellos. Pero esos que me violaron, ¿sabes que no son tan peores? Como que les inspiro lástima. Muy temprano, gallo: al anochecer, serenata. «En esta noche clara de inquieto lucero». Y ahora, el bailongo. En el fondo no son tan malos».

– Todos esos son una punta de hijos de toda su no te voy a decir qué…

– No, mira, si hasta me trajeron a regalar este refajo (unas alforzas y listo, y estos zapatos de piel imitación plástico, y unos chonchines color de rosa, rosa mexicano, que ni creas que te los voy a enseñar porque ya los traigo puestos, no vaya a ser que tú también… Me dieron mi cuelga con la condición de que no los acusara ni la fuera a hacer de fumarola, porque entonces me iban a dar otra cuelga, pero del pescuezo, ¿tú crees?

Así que cínicos, además. Mirándolos zangolotearse , la prima carnal sonreía. Y venga ese quiebre de caderas, y venga ese paso cruzado, y venga un cruzado de coca-cola con cacardiosidad, y venga ese cruzado de coca en polvo y alcohol. A salud de la desflorada, que los miraba. Y sonreía…

Observé el rostro aquel de moza ya envejecida, y capté su resignación, y miré esa sonrisa huérfana, y sí: anegado en una dolorida ternura sentí que se me atoraban a medio gañote mis dos anginas (me las extirparon hace años), y de repente dejé ir el hilo de las lágrimas, qué mortificación, qué vergüenza. Y con estos mostachos de aguamielero. Bochornoso. Oí a la bienamada: «Por mí no te duelas, mi valedor, yo ya estoy acostumbrada. ¿O a poco estás en la creencia de que la de hoy fue la única violación en pandilla? Qué va. ¿Acaso no te has percatado de que los gandallas han venido pasándome por las armas cada vez que se les inflaman? Estos u otros, todos…»

– Prima, niña, mi niña…

– No, bigotón, la de hoy ni fue la primera ni será la última. Y no sigas llorando. Total, yo qué gano con tus lágrimas. Si alguno me diera a valer…

Y sus manos recorríanme la cara mientras que allá, a medio patio, la pandilla de bergantes, droga en sangre y cacardí en mano, seguían el festejo:

– ¡A ver, hermanos, que no se diga! ¡Que alguno venga y se eche uno!

– ¿Así en seco y en frío, sin la adecuada motivación, Manolo?

– ¡Un brindis! ¡Que se lo eche todo un político, o sea mi papi político!

El papi político: «Sale, en honor de la festejada. ¡Hoy, la Constitución no es ya sólo un catálogo de dogmas y mitos fundadores: es, como desearon los constituyentes, la norma que obliga al Gobierno a sujetar sus acciones a las necesidades de la sociedad! Familias Bribiesca, Sahagún y Montiel pri-panistas que les defienden la honra familiar: ¡por la Carta Magna..!»

La Carta Magna, así apodan a la niña de mis amores. Yo, aquella rabia contra los tales: Montieles, Manolo, Jorge, Fernando, su madre, el padrastro, sus defensores Diego y Doring. Pero, mexicano dejara de ser, a la mexicana vengué a mi violada: un reniego, dos suspiros, tres lagrimillas con moquis y e-xi-gir que se cumpla la ley en los Mara Salvatrucha de apellido Bribiesca, Montiel, Madrazo. «Lo siento, prima, de veras». Y a casa. A dormir. A olvidar. México. (Mi país.)

Violación tumultuaria

Mi prima una vez más. No la reputadísima Tencha chica, hermana de mi primo el Jerásimo, licenciado del Revolucionario Ins. No esa que ficha en El Burro de Oro bajo nombre artístico de La princesa Tamal, sino una más de mis primas carnales, esta sí honesta y formal, que vive allá por Mecánicos y Talabarteros, en las vivas entrañas del barrio bravo de Tepis Company Fue la noche de ayer.

Anoche me puse a llorar; pero llorar con ganas y a la vista de todos, qué mortificación. Pues sí, pero cómo poder evitarlo, con la dolida ternura que me causó la resignación de mi prima carnal, ella que en medio de su desdicha sonreía. ¿Lo que le ocurrió a la susodicha? Violación tumultuaria, imagínense.

Han de saber sus buenas mercedes que en la vecindad donde vive mi prima, no lejos del jacalón de San Lázaro, una cierta pandilla de vagos y malvivientes, hijos putativos de la Mara Salvatrucha, se la pasa todo el día maloreando vecinos sin distingos de sexo, edad o condición social. Los muy pendencieros (sobrones dejaran de ser, ventajistas de miércoles) se la viven dañando a la gente de bien, en pandilla y atenidos a la pura fuerza de su mafia, que comanda su mal padre, agresor de vecinos que así pone el mal ejemplo. Una plaga, la de los tales (por cuales, hijos de toda su.. )

Mi pobre prima carnal, la bienquerida sota moza de tan lozana presencia, tiene que salir cada mañana por su mandado, y los muy mandados ándenle pues, a cabulearla, a faltarle al respeto y tratar de arrebatarle lo único que le queda, que le quedaba: su doncellez. Gandallas que no fueran. Mi prima carnal, voz dolorida:

– Ya no siento lo tupido, sino lo duro…

No es muy acertada en cuestión de proverbios mi prima carnal…

Y nada, que al impulso de una brama desbozalada, los pandilleros andan rijosos, la sangre en hervor y con ánimos de desgarrar, de antellevarse entre las espuelas todo lo que de honrado, todo lo que de honesto y cabal se les ponga por enfrente. Y se les puso mi prima. Su versión de los hechos:

Los verracos (mal rayo los parta) un día de estos mandáronse hasta la cocina, y luego hasta los lavaderos, donde la bienquerida, muy quitada de la pena, se afanaba en lavar unas pantimedías, y entonces, de súbito…

Pobre de la pobre prima, con su honra derribada en el suelo de la vecindad, en ese rincón umbrío que la arquitectura mexicana ha tenido la previsión de diseñar para casos de violación y lo que resulte. Fue entonces.

Derribada, atónita, la niña de mis ojos no había alcanzado a decir esta honra es mía, cuando ya cuál suya, cuando ya cuál honra, que los hampones se la habían desgarrado a zarpazos. Y en bola, en mafia, en pandilla, para que sienta el cuerpo lo que recibe. La joven, la núbil, la honra, la desgracia…

Ya más tarde, en cuanto pudo, mi prima se alzó del suelo, se intentó componer unas ropas en estropicio, se encerró en su cuarto y lloró un su ratito, y llorando fue hasta el teléfono de la esquina:

– Oye, primo bigotonzón, ven a defenderme. No nomás me violaron, sino que los muy insaciables amenazaron con volverme a vejar. Me despojaron de todo lo que encontraron a su paso. Ven, defiéndeme, ¿no eres mi valedor..?

El cual, cobardón de miércoles que no fuera:

– ¿Que te defienda yo, prima? ¿Yo, dices? Ay, pues mira, no sabes cuánto lo siento, de veras.
Zacatón de miércoles. De domingo, que fue ayer. Oí suspirar a la recién desflorada:

– Bueno, pues, dejemos eso por la paz. A lo hecho, pechos.

Lo dicho: con los proverbios no da una. Mis valedores: anoche mismo, porque la conciencia me ruñía como el ratón un cacho de queso, me acerqué a la vecindad, y entonces… ¿y eso? ¿Qué ocurría en el vetusto caserón? El patio lo fui a encontrar adornado, un puro cuajarón de luces y sombras que hervía de parejas entrelazadas, zangoloteante postura vertical de un deseo horizontal, ustedes me entienden. El bailongo, en su primer hervor. Los Barranquilleros de Tucumán, o del Cartel de Cali o de Medellín, chispaban el mastique de los vidrios en las ventanas al ritmo aquel de la balada romántica que dice, que clama, que aúlla:

¡Le puso el doctor! – la mano en la cintura – y ella le contestó – ay, doctor qué sabrosura..!
Y que «el orangután – y la orangutana», y que «esos pandilleros – ya saben, ya saben», y que «no te metas con mi cucu», y que…

Crucé el patio (tendederos, olor a moho y humedad, tufo a excusado) y busqué a la bien querida, y sí; apartada de la sanfranza, la niña de mis entrañas ¿qué creen? (Mañana.)

«Si seguimos como vamos…»

– Me cái que Madam Morgana, con la ayuda de los astros, pa’ pronto le conchava su chava. Pero hay que echarle mucha fe, bigotonzón.

Suspiré. De la mano de la tía Conchis, mi Virgilio con canas, chongo y fichú, descendí a los infiernos, o sea aquella accesoria de vecindad en la Martín Carrera (segundo patio, entre lavaderos y guáteres), hasta donde mi ángel de la guarda, entrañitas de azúcar cande, me condujo la tarde de ayer. Y ahí estábamos, en el consultorio sentimental de Madam según esto Morgana, especialista en penas de amor, abandono, soledad y amoríos desgraciados. Velos magenta y morados, una luna de papel brilloso, estrellas plateadas, signos zodiacales. Pintura malhecha, mi signo (soy virgo) con un pezón apuntado al cielo y el otro a la raída alfombra. Rancio tufo de incienso y mugre. Sobaquina, entrepierna, tufillos de digestión.

– Prieta, güereja, nalgoncita, como la apetezca. Usté nomás le echa fe.

Del sancta sanctorum salió esa ventruda acabada de limpiar, ya rechinando de limpia. Batón oscuro y turbante, la vidente se asomó:

– El que sigue por ái. Rapidito. Siguió aquel anciano (¡sombrero de los 40s.!). La facha de la vidente me escamó. «Creo que no voy a atreverme a entrar, dije a la tía Conchis. Mucho me pesa la soledad,¿pero una limpia? ¿Con qué objeto?»

– Con yerbas de jediondilla. Más económicas que las de piral. A ver cómo le sacan el huevo.

– Violencias no. Si hay que desvestirse, me desvisto yo solo.

Que el huevo es para pases mágicos por todo el cuerpo: «Para que el güevo se chupe su salación y mal de ojo, bigotón». Y frente al huevo ni modo de recular. Observé en las paredes los trazos burdos: «Dinero y amor». «Tu porvenir en las estrellas». «Hazte rico, yo te doy el premiado». Los solicitantes, redrojillos vencidos por el áspero oficio del diario vivir, la testa gacha y aquel suspirar. Se me salió uno hondo y profundo. La tía:

– No se me desinfle, no sea coyón. Cierre sus ojitos, concéntrese.

¿Concéntrese? ¿Cómo concentrarse, con aquel vozarrón en el quinto patio que, chispándose de radios y cinescopio parecía vocear, en el palenque, cocacolas con cacardiosidad? «¡Creo en un régimen presidencial democrático! ¡ Creo en los…!»

– Creo en los astros y en la vidente (la tía Conchis). ¿Pues quién me conchavó a mi último viejo? Lástima que él me vino poniendo los cuernos con la Jana Chantal, travestí. Pero usté mucha fe. ¿La quiere tetona? Concéntrese.

Cómo concentrarme, si allá afuera, el oficiante de aquella especie de misa con mucho sermón y harto credo, pero nada de gloria:

» ¡Creo en las libertades civiles y en la eficacia del poder público…!»

El anciano regresó. Ya tranquilo, limpio de salación. Saludó con el de fieltro. La estrellera: «?rale, el que sigue por ái».

Siguió la de los mallones color mostaza. Los que aguardábamos, el agobio, la tristura, el suspirar, la terca, irracional esperanza. Allá afuera:

«¡Creo en el pluralismo y en la riqueza de la diversidad..!»

– Creo en esta mula suerte, caracho (el de la chamarra de los Dodgers). Cuatro meses de desempleado, y ora me acaban de salir unas como bolitas.

– Pero ya verá que con esta limpia…

– ¿Sí? Limpias ya me eché cuatro tan sólo en un mes.

«Creo en la conciliación entre una política económica y una social..!»

– Creo en que hasta la morralla se me agotó (la de falda verde botella y aliento a neutle).Cómo iré a acabalar el gasto del mes. Y mi mes, que no me baja.

Me impacienté: «Creo que me regreso. Dejé a medias mi fabulilla».

» ¡Si seguimos como vamos, las cinco millones de familias..!»

Los cinco millones, guel!») ¡De repente, el estrépito! Entrando por esa puerta, el del traje gris rata y los ratas de uniforme, que venían preguntando por una tal Sebastiana no sé qué. Y que orden de aprehensión, y que cortan cartucho, y que jalan la cortina y sacan a la vidente, y que se arma la averiguata y hay manoteos, jaloneos de túnica, de turbante, de chaquetín. Nosotros mudos, de par en par los tomates. Afuera:» ¡Creo que es una..!»

– ¡Creo que es una arbitrariedad, una chicanada! ¡Con esa fregadez cómo zingaus ponerme al corriente en renta e impuestos! ¡Pero a mí ni que me echen montón! ¡Ni que fuera la mata-viejitas! ¡De aquí sólo muerta me sacan!

A todo volumen los radios de la vecindad, ex-vendedor de coca colas: «¡Creo que de este ya..!» Jaloneándose, la Amira de la Martín Carrera, chafa como la de la tele: «Creo en que de esta ya me pasó a cargar la tiznada…»

Yo me vine solo (a Cádiz) y así sigo: yendo y viniéndome solo. (Ah, soledad…)

Inmutable y eterno: México

Ocurrió un 16 de septiembre de hace un par de años allá en La Habana, donde los cubanos festejaban las fiestas patrias de nuestro país. La escritora Celia Hart acudió al festejo y, lastimada por la política internacional de un presidente Fox que así zarandea la tradición diplomática del país y la roqueña hermandad de nuestros dos pueblos, alzó su voz a la mitad del coro, y dijo a propósito:

José Martí no se cansó de adorar a México, su segunda patria, la de Zapata, Villa, Juárez y Cárdenas. Hoy, ¿dónde está ese México libre y pasional que nos envuelve con su incontenible espíritu de combate? No, esta vez no está en Los Pinos. Está en el alma de mestizos. Porque México es un país de revolución. Pertenece a la élite de pueblos revolucionarios. Con Francia, Haití, Cuba, EU y otros pocos más. El actual gobierno mexicano le está extirpando el aire con un servilismo a los yankees que ofende los recuerdos sagrados de Don Benito y Don Lázaro.

De hoy en adelante México girará a la izquierda para no enderezarse jamás. Y que Moctezuma, Hidalgo, Don Benito, Madero, Zapata, Villa, los cadetes de Chapultepec, Don Lázaro, los invencibles estudiantes del 68 y tantos y tantos que no alcanzan las palabras, empiecen a gritar desde sus siglos y sus tumbas. América gritará junto a ellos.

La revolución mundial le debe a México su propia supervivencia. La consecuencia inigualable de Don Lázaro Cárdenas no sólo recuperó la vergüenza que parecía se perdía en México, sino que le abrió las puertas a León Trotsky cuando nadie tuvo el valor de hacerlo. En México se escribieron varios de los libros más importantes del mejor leninista, y desde allí se empezaron los intentos de retomar la Internacional. Allí yace el gran revolucionario ruso.

Ahora, ¿dónde está ese México libre y pasional que nos envuelve con su incontenible espíritu de combate? No, esta vez no está en Los Pinos. Está en el alma de mestizos. Desde siempre, los del Norte estuvieron confundidos con el gigante México que elevará su vuelo para la resurrección de América. Como cubana revolucionaria junto hoy las manos recordando la bandera del águila vencedora y agradezco a ese pueblo por contener al mejor amigo de José Martí. México dio espacio para la brillante carrera política de nuestro Julio Antonio Mella, que se integró a este país con fervor total y donde escribió sus más hermosos trabajos. Fue en México donde este baluarte del comunismo internacional dijo Muero por la revolución.

México recibió a Fidel cuando tenía que preparar la guerra necesaria, la última de ellas. Un mexicano bondadoso le vendió el yate Granma, creo que no cobra todavía su dinero a no ser los millones de besos de mis compatriotas. El yate Granma sólo podía salir de México. Y además en México he amado como no creo que lo vuelva a hacer.

Los sucesos recientes, las marchas multitudinarias me hacen olvidar el dolor de las actitudes del que por horror a la corrupción de sus partidos, sentó el pueblo mexicano en la silla presidencial. Parece que poco a poco ese pueblo, que es mi pueblo, comienza a exigir altura a sus gobernantes.

Y por ahí anda su alcalde que puede convertirse en un verdadero líder de América o en su defecto, el peor de los hombres. Su valentía, su compromiso y decoro decidirán a última instancia si merece o no participar con México en su porvenir.

Los últimos incidentes con Cuba, la ruptura de relaciones diplomáticas fue protagonizada por cualquier otro, pero nunca por un auténtico mexicano. Fox pondrá andar a caballo en su rancho millonario, podrá ponerse sombrero de ala ancha o podrá beber el inconfundible tequila, pero nunca será un mexicano. México no toleró ser colonia, no toleró emperadores europeos, no toleró a los dictadores. De igual manera México no tolerará el raquitismo gubernamental. ¡Esperad que los volcanes hablen! Una sola chispa de lava encenderá ese país y llenará de almas el temerario Zócalo. Y cuando ese día llegue América empezará a ser libre.

Pero México se renovará. No podrán vencer a sus mujeres hermosas, su música, su poesía donde parece que el machismo se sostiene por hombres de verdad, tan hombres que se quiebran ante una palabra de amor. Los murales de Diego donde parece que vuelve a nacer el mundo con esa inmensidad y la frágil Frida de pasión inconfundible. Esa leyenda de México no nos la van a robar. Pero para eso necesitamos gritar más, gritar el 15, el 16, el 17 y todos los días. El grito del padre Hidalgo ¡fue nuestro grito! ¡Viva la independencia revolucionaria de este México lindo y querido que todos los americanos estamos necesitando…!»
Cuba. México. (Mi país.)

México, taciturno e inmenso..

Este empeño de hacer de la política exterior una especie de trampolín de prestigio para el Pres. Fox le costó muy caro a México, porque también supuso la negación de toda la tradición y de toda una larga historia de la diplomacia mexicana.

Tal acaba de expresar Bernardo Sepúlveda, él sí de excelente trayectoria como embajador mexicano, que de manera implícita reprobó la política del presidente Fox frente a los gobiernos de Cuba, Argentina, Venezuela y Bolivia. Y es que, de repente, chivo no precisamente expiatorio sino chivo en cristalería, Vicente Fox acaba de befar a los bolivianos: «Total, que se coman su gas», en la misma forma zafia y grotesca en que sugirió al comandante de Cuba: «Comes y te vas». ..

Semejante conducta, mis valedores, exhibe al débil, sobre todo de espíritu: cortesanía con el poderoso y prepotencia con el que cree inerme. Con Fidel soberbia, con Bush sumisión. Altanero con Fidel y con Bush servil. Allá, en Cuba, el estadista; acá, entre nosotros, el cocacolero. Y no más. Es así como hoy día, a contracorriente de la mejor tradición de política exterior (no olvidar la Doctrina Estrada), Vicente Fox ha logrado distanciar los gobiernos, que no los pueblos, de México y Cuba. Esto, mientras los protagonistas del MERCOSUR se congregan en torno de La Isla y al comandante Fidel. ¿Y México? ¿Con qué gobiernos se alía o refuérza las necesarias alianzas? Si dando la espalda a los hermanos del centro y el sur, ¿con Bush, que se niega a saber de Vicente Fox? ¿Con el emporio caracolero? ¿Un salto al vacío? Fox.

¿Pero en la América mestiza qué pueblos pudiesen estar más atados por toda suerte de lazos que los de México y Cuba? Fue apenas el viernes pasado, 28 de enero, cuando se cumplió un aniversario más del nacimiento en La Habana de José Martí, el genio americano que de segunda patria reconoció a nuestro país. ¿Y cómo pudiese ser de otro modo, si aquí entre nosotros vivió, escribió, conoció los más amigos más entrañables y, lo más importante, en México amó a la mujer mexicana? México y Cuba, Cuba y México amarrados de «ñudo» como allá decimos…

A propósito: allá también, y cómo pudiese ser de otro modo, celebran nuestras fiestas patrias, y fue un 16 de septiembre, pero de hace un par de años, cuando lo expresó la escritora cubana Celia Hart:

«Cuanto me hubiese gustado estar con el padre Hidalgo el 16 de septiembre de 1810. Nunca se tuvo más fe en Dios que en aquel día. Aquel sacerdote brillante y culto, no fue una excepción de la regla: El talento, la virtud y el compromiso se dieron la mano para saber querer más que ningún otro hombre a México y a la Revolución. Estas dos palabras no debieron jamás separarse (México y Revolución) Sí, porque es imposible que la independencia de un pueblo se gane sin dosis elevada de revolución…

El siglo de las luces cayó en mis tierras americanas como música para la libertad. Hidalgo ya era bastante viejo para la lucha, pero ¿quién dice que para amar y construir se es demasiado viejo jamás? Con Allende y Abasolo y un grupo de jóvenes valientes decidió que la Patria Mexicana tiene demasiado empeño para no ser libre. Que ya en Francia se habían librado del Rey y de su cabeza y México era de los mexicanos y no de España,que fue incapaz de liberarse de su propio rey. Así nació aquella mañanita de septiembre el camino de la revolución en México.

Si existe un país autóctono que logró mantener sus tradiciones, donde los hombres guardan todavía aquellos recuerdos en la piel de cuando eran felices, ese es México. Taciturno e inmenso como sus volcanes, México está apunto de estallar. Empezó desde el inicio a dar batalla en la misma conquista. Al llegar Cortés se encontró una ciudad luz que no tenía nada que envidiarle a las bellas ciudades europeas ni el valor de sus hombres a los soldados españoles.

El grito de Dolores le confirió la mayoría de edad a ese pueblo nuevo que no necesitó ayuda de nadie para liberarse de una monarquía estúpida y sórdida, sólo procuró del valor de sus hombres y del amor de sus mujeres.

La historia de México es imprescindible para entender al mundo. Coexisten sin detrimento las antiquísimas costumbres y el modernismo más audaz. El que haya visitado esa ciudad misteriosa una sola vez la sigue necesitando para siempre. En México el color es protagonista de todo, de las comidas, de los vestidos, del lenguaje musical. Tengo la premonición que no logro explicar bien, que cuando México despierte vamos a despertar todos. México es la Frontera de Nuestra América con los Estados Unidos, frontera que el gobierno norteamericano establece con una rudeza increíble. Por el solo hecho de robar más de la mitad de su territorio deberían los EUA ser más tolerantes con la nación que levanta con sus manos y su sudor el País del Norte.

i José Martí no se cansó de adorarlo! En una crónica sobre ese país decía entre frases gloriosas y sentidas que «ya los mexicanos sabían amar cuando los europeos se desplomaban en las guerras» y que «ya hablaban de la Via Láctea como del camino al espíritu». (Sigo mañana.)

¡Chiflido en tono mayor…!

Rechifla al PAN Edomex opaca el inicio de campaña de Felipe Calderón (Fecal). Fue una silbatina de más de cinco minutos (…) Silbatina y sillazos en el arranque de campaña de Roberto Madrazo, con una pelea donde volaron sillas y golpes. Al recibir a Madrazo, en Pachuca, la silbatina de los estudiantes fue general…

Y los vecinos de Cádiz no nos resignamos a permanecer a la orilla de la historia patria. Las silbatinas nos motivaron para aprender cuanto antes esa versión mexicana de la ciencia política. Un sondeo entre los vecinos, y desolador: nadie dominaba el arte de los chiflidos excepto don Tintoreto, lavado en seco y a todo vapor. Y lógico: comisionado de entrenador. Suspiró, la meneó, se la rascó: «A ver qué puedo hacer con ustedes. Con paciencia y salivita… Pero eso sí: entre los educandos tendrá que haber mucha disciplina. Doña Pragedis, por principio de cuentas: a los entrenamientos se me presenta con su dentadura completa, la de arriba y la de abajo, o mejor ni se presente».

Es así como en este mi depto. de Cádiz nos congregamos docena y media del vecindario, que intentamos aprender el arte del chiflido. (¿Quién iba a imaginar lo ocurriría después? No un milagro, sino a un modo de fenómeno paranormal que logró el instinto psicológico de don Tintoreto.)

– Pero empecemos ya -se impacientaba el Síquiri-, o llegaré tarde al torneo. Estoy en muerte súbita. (Torneo de billar.)

– La teoría, primero. Hay de chiflidos a chiflidos. Uno es el del patrón y otro el del desempleado. De un modo chifla el microbusero, muy distinto al del chavo banda. Pero hoy un factor ha logrado unificar el lenguaje de la chiflada; 107 millones de mexicanos al unísono chiflamos en el mismo tono, con la misma cadencia, el mismo son y una intención idéntica.

Pensé, y el espeluzno me estremeció las zonas abajeñas: a las masas todo se nos va en chiflidos, que es decir en pura música de viento…

– Y a la práctica, vecinos. Para empezar, un chiflido discretón, de tono menor y modulación cadenciosa que…

– ¡Nada de menor! El Síquiri-. ¡El mayor de todos, con fiorituras y arpegios, acordes y contrapuntos, balseado y rebalseado! Quez-que menor…

– A practicar, pues. Aflójenlos, póngalos flojitos, relajados; labios, lengua, glotis, epiglotis, gañote. ¡Vamos a intentar el chiflido!

Ridículo. Uno la abría y aquél lo frunció, y el juguero lo paraba, el mostacho, y la tía Conchis los encogía, bizqueaba. Y aquella regazón de saliva. Pero como chiflar, estaba de la chiflada. «La lengua, miren: así, acanálenla. ¿Ven? Canalita, doña Pragedis. ¿Nunca puso la lengua de canalita?» La pobre. Y qué desfiguros de unos labios ancianos que se rizaban al esfuerzo.

– A tomar aire, y desde el diafragma… ¡rápido, el chiflido!

– Aquí la tía esta que practique para otro lado, ya me roció toda la oreja.

– No desesperarse. Procedan a meterse los dedos. Nomás los índices.

– ¿Que qué? (la Maconda) Oiga, no. Ni aunque fuera nomás el meñiquito. ¿Orgías acabando de cenar? Qué me los voy a meter. Y luego aquí el bigotonzón, que lo tengo enfrente y es tan chimolero. Ya me imagino: mañana los de METRO van a enterarse de mi temperamento, mis impulsos escondidos, mis interioridades y lo escandalosa que soy en el momento de…

Metérselos en la boca. Para adentro los índices. «¡Tíznale! -el Cosilión-. Ya me arañé la campanilla, me la antellevé con esta uña». Escupió. En la chinela color de rosa de la Fela. Yo, dedos en las anginas, de ganchete miraba a la Lichona que, voz de maderas dulces, decía: «Por poco y canto la guácara».

Al esfuerzo había parado todo: la trompita, el pecho, el trasero, la mía, (mi respiración). Y así una sesión se iba y otra se venía, pero en falso, porque los vecinos, como chiflar, pura madre que chiflábamos. Don Tintoreto puro sudor, cansancio, impaciencia. Anoche, de súbito, a media sesión lo vi detenerse, sentarse en posición de El pensador de Rodín, irse del mundo. Y de súbito, veo que se alza, pega una tarascada de aire, y a toda voz:

– ¡ Viva Vicente Fox! ¡Viva Marta Sahagún! ¡Milagro! ¡Todos pudimos chiflar! En la azotea, al fragor de la silbatina, se engrifaron los gatos. Ladraron todos los perros del vecindario. Un aullido a lo lejos. ¿Lobo, coyote? Don Tintoreto: «¡Viva la familia presidencial!» ¡Relámpago en seco, chicotazo, el chiflido! «¡Que los bolivianos se coman su gas! ¡Comes y te vas! ¡Que se dejen de cuentos y de historietas! ¡Mi familia no viola la ley! ¡Dejen de calumniar y ofrezcan disculpas!» ¡Chiflamos, y a la escandalera sirenas, judiciales, la AFI, la DEA. ¿Guerrilleros, nosotros? ¿Rebelión? En el ministerio público se aclaró todo. Nos liberaron. Pero al conocer la causa de nuestra rechifla y cuando ya nos retirábamos…

Qué bien chiflan juez, detenidos y policías. Alguno de ellos gritó: «¡Viva Manolo Bribiesca!», y… (¡Fí-fi-fi-fiú-fiúu!)

De la pura chiflada…

¡Y de repente, mis valedores, se hizo la luz! ¡El repentino milagro, más propiamente! ¡De no creerse! ¡Como si súbitamente hablaran los ciegos, los sordos vieran y los cojos resucitasen, todos nosotros, vecinos de la tertulia, al igual de los apóstoles al recibir el carisma del Espíritu Santo logramos aquel..! Pero sí, ya me calmo, ya vuelvo a la compostura y procedo a contarles desde el principio portento tan sin igual…

Yo, desde que tengo memoria, he padecido de cierta limitación física, que luego voy a especificar. Y caramba con los inhábiles. Contra aquellos habilidosos que lo mismo manejan el Fórmula Uno, la lancha a motor, una máquina del tren bala, una nave espacial en plena estratosfera y, de verse en el trance critico, la bicicleta o el patín del diablo, existen algunos otros que más allá del oficio aprendido nada saben hacer. Yo, uno de ellos. Entre mis tantas limitaciones una padezco que, pueblerino como soy, y cuando niño y adolescente muy cercano al cerro y al peñascal, a la serranía y a toda clase de chivos, y muías, y uno que otro viejo güey, desde mis tiempos muchachos se me tornó frustración, que para esa habilidad el destino me marcó de impotente para toda la vida, qué pena, de veras.

Tal limitación, lo dejo bien claro, es la del arte del silbido, qué les parece. Yo de mí sé decir que nunca de los nunca podía arrojar el más torpe amago de chiflido, y que cada vez que lo intento nomás la riego, la saliva. Y después de ayer tarde estaba yo convencido de que nunca lo iba a lograr, porque en verdad les digo: esto de chiflar está de la pura chiflada. Pero entonces, ayer, el prodigio…

Alguno, al llegar a este punto, me la va a interpelar: «Bueno, ¿y el chiflido para qué? Arriero no eres, ni tampoco «Perra Brava» del clásico pasecito a la red, que entonces pudieses dedicar el chiflido de cinco toques a Blanco o al árbitro Marco Antonio Rodríguez. Tú no eres aficionado pasivo al deporte de multitudes, que entonces se la pudieses chiflar a la del ampayer, la réferí o del juez de línea, si es que la tienen. ¿Entonces? ¿Para qué un arte tan de la chiflada como es el chiflido?»

Y yo le contesto: «Créame. No se trataba de desfogar, desde el Goloso de Santa ?rsula, mis frustraciones de mediocre irredento, pero me urgía aprender a silbar, y no únicamente a mí, sino a todos los vecinos de Cádiz, el edificio de la Mixcoac-lnsurgentes. Y cuanto antes, mejor. Y cómo no iba a ser una urgencia para un vecindario así de politizado aprender a chiflar, si ahí nomás, tras lomita, y al arranque de las campañas de los candidatos a la presidencia del país, la praxis política se iniciaba a chiflidos, y lógico-, nosotros, en Cádiz, nos sentíamos desplazados, verdaderos inválidos del arte de la alta política nacional. Qué frustración…

– Y cómo tiznaos no, miren esto.

Al decirlo, el joven juguero nos mostraba las notas de prensa del viernes antepasado-. «Rechifla al PAN-Edomex opaca inicio de campaña de Calderón. Fue una silbatina de más de cinco minutos con treinta segundos, ante la sonrisa crispada de Calderón Hinojosa».

– No, y qué me dicen de esta otra.

Qué podíamos decirle ante aquella evidencia que nos ponía frente a las niñas, las de los ojos: «Silbatinay sillazos en el arranque de campaña de Madrazo, con una pelea donde volaron sillas y golpes-. ¡Nosotros llegamos desde la mañana, pinches huevones!»» Y esta, definitiva-. «Al recibir a Madrazo, en Pachuca, la silbatina de los estudiantes fue general…»

– Y nosotros, impotentes políticos…

Porque, según la rápida encuesta levantada entre los vecinos de Cádiz, ¡nadie sabía chiflar! Nadie, excepto quien menos pudiéramos imaginar-; don Tintoreto (lavado en seco y a todo vapor. Se angosta y enanchan corbatas). Pues él sí, ¿pero el resto de nosotros permanecer al margen de la política, a la orilla de la vida nacional, que es decir en el cabús de la Historia? ¡Nunca! Fue así como acordamos superar la carencia que nos impedía participar de manera activa en los puntos más finos de la alta política nacional.

– ¡A aprender a chiflar! ¡De inmediato! ¡Curso intensivo, don Tintoreto!

Y lógico: fue a ciegas como nos pusimos en manos del tintorero, requiriéndole para que nos enseñara la ciencia política del país. Suspiró ante lo inevitable, y por principio de cuentas, con aquel dejo de resignación:

– Vamos a ver qué se puede hacer con ustedes. Total, con pacienciay salivita…
(La salivita, mañana.)

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Y mi honda es la de David

Si, americanos, hay que decir quién fue aquel grande que ha caído…

Y aquel grande, como lo nombra el poeta Darío, fue nuestro genio americano José Martí, cumbre señera del espíritu humano y uno de los primeros anti-imperialistas de la América mestiza. El héroe y apóstol nació en La Habana un día como hoy, pero de hace 153 años. Aquí un botoncillo del coro de voces que ponderan una obra fructífera consagrada a libertar a Cuba del dominio extranjero, y esto hasta los límites del sacrificio final:

«Si en América se esculpiera dignamente la estatua de Martí habría que hacerlo con la representación de una de nuestras montañas. Es un personaje de libertad; es uno de los grandes hablistas de la lengua castellana, poeta y literato, hombre de pluma y de pensamiento. Martí trabajó para la patria, trabajó para América. Martí es una idea. Su palabra, anda; su espíritu, vela. Se sienten sus pisadas calientes de santo por la expiada, ungida senda del honor y la gloria de América».

Su idea, su palabra y espíritu: el día anterior a su muerte en combate redactó en este párrafo la síntesis de una existencia de pensamiento y acción:

«Ya estoy todos los días en situación de dar mi vida por mi país y por mi deber ??puesto que lo entiendo y tengo ánimos con qué realizarlo- ; para impedir a tiempo, con la independencia de Cuba, que se extiendan por la Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso».

Otro día, con su sangre, iba a cimentar la palabra. Sí, ¿pero cómo pudo, se pregunta el estudioso martiano, comprender que se abrían nuevos peligros para América Latina y que se hacía necesario declarar la hora de su segunda independencia? ¿Qué elementos de la nueva etapa histórica en que entraba por aquellos el mundo capitalista -el imperialismo- alcanzó a conocer Martí? El mismo parece responderlo en unas frases que se han hecho célebre por tanto que la repetimos: «Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas; y mi honda es la de David…»

Las entrañas del rapaz, que así se expresaba del territorio que se extendía al sur:

«Basta una ojeada al mapa de Norteamérica para comprender que México forma geográficamente y por otros conceptos un todo con los EU. (…) ¡Hermosa provincia tropical, en verdad, para adquirirla para nosotros! De ahí, el pabellón de las estrellas seguirá hasta el Cabo de hornos, cuyas olas agitadas son el único limite que recocemos para nuestras ambiciones…»

Y entonces la voz de profeta, las advertencias del baquiano, del adelantado. Si nuestra (¿nuestra todavía?) América hubiese escuchado la voz del libertador:

¡Cuidado! Estados Unidos tiene sobre nuestros países miras muy distintas a las nuestras; miras de factoría y pontón estratégico. Cuidado con el trato con Estados Unidos. Jamás hubo en América asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, prepotentes, repletos de productos invendibles y determinados a extender sus dominios en nuestra América mestiza- hacen a las naciones americanas de menor poder». Y que tal convite: «podrá festejarlo con prisa el estadista ignorante y deslumhrado, podrá recibirlo como una merced el político venal o demente, y glorificarlo con palabras serviles. Pero el que vigila y prevé, ése ha de inquirir qué elementos componen el carácter del que convida y el del convidado, y si están predispuestos a la obra común por antecedentes y hábitos comunes, y si hay riesgo de que los elementos temibles del pueblo invitante se desarrollen en la unión que pretende, con peligro del invitado.

Ni pueblos ni hombres respetan a quien no se hace respetar. Cuando se vive cerca de un pueblo que por tradición nos desdeña y nos codicia (…) es deber continuo y de necesidad urgente erguirse cada vez que haya justicia u ocasión, a fin de mover a respeto a los que no podemos evitar. Ellos, celosos de su libertad, nos despreciarían si no nos mostrásemos celosos de la nuestra. Ellos, que nos creen inermes, deben vernos a toda hora prontos y viriles.

Hombres y pueblos van por este mundo hincando el dedo en la carne ajena, a ver si es blanda o si resiste. Y hay que poner la carne dura, de modo que eche fuera los dedos atrevidos. ¡En su lengua hay que hablarles, puesto que ellos no entienden la nuestra. ¡Cuidado..!»

Y la referencia a esta que fue su segunda patria: Más ha hecho México en subir hasta donde está, que los Estados Unidos en mantenerse decayendo, de donde vinieron. ¡La civilización en México no decae, sino que empieza..!
José Martí. (A su memoria.)

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Con mi ropita de diario..,

De noche, cuando me acuesto, le rezo a la Virgen de la Macarena. Después paso a persignármela, para luego tenderme en mi camastro de célibe, donde me engarruño en posición fetal, y chupándome este, miren, el gordo, me dispongo a dormir el sueño de los justos; de los justos que no padezcan insomnio. Pues sí, pero ya hace algún tiempo que la desazón y el azoro me empujan a prolongar mis oraciones. Y este fervor…

Noche por noche desde hace tiempo, puesto de hinojos y los brazos en cruz, a Dios agradezco de corazón: no un milagro, que ni Dios ni yo creemos en milagritos, ni alguna suerte de predeterminación. No, que Dios me dotó de libre albedrío para que rija mis actos a la estricta relación de causa y efecto. ¿Por qué, entonces, le doy gracias a Dios? Porque con la libertad púsome enfrente el destino y los imponderables, esos que hicieron decir a Ortega y Gasset: «Yo soy yo y mi circunstancia». Y a mí fueron las circunstancias las que me ayudaron a torcer el riesgoso camino de mi existencia en el momento crucial. Pero sí, que ya oigo al que me la va a interpelar: » ¡Menos palabrería y al grano, mo-chilango de miércoles!» Mis valedores:

A Dios agradezco, que me permitió esta gracia: que si las diarias acciones que vengo entramando en mi tiempo de vida me labran, como sospecho, un rinconcito en lo más apretado de los apretados infiernos, pueda yo presentarme ante Luzbel convenientemente vestido según es mi costumbre de cada día: pantalón de pana, suéter de cuello alto, chalequito de pelos y mis botines color vino, de orejeta, camperos ellos, de faenas rancheras; un modelo de botines del todo distinto a los botines de Roberto Madrazo, los que se ha agandallado (ni la busquen en el diccionario) la honorable familia de Arturo Montiel, y los botines de los muy hijos de la… señora Sahagún, esos hijos a los que acaba de referirse el presidente Fox (violando, de paso, la lógica, la sintaxis y el respeto que debe a la inteligencia y sentido común de los mexicanos):

Esa es parte de mi familia, y como mi familia yo le tengo plena confianza mi familia, y sé de su comportamiento y sé que no han violado la ley.

Un trago al cuachalalá para purificarme de los dislates del verborreico, y sigo. Con mi atuendo acostumbrado quiero caer al averno, y por esto es que doy gracias a Dios: porque desde que fui no más que una idea en su mente de Omnisciente me concedió vocación de seglar, gracia que tanto a él como a mí nos salvó, laus Deo. Es por ello que aliento la esperanza de que yo, cuando muera, si me tengo que desbarrancar en el averno sea un réprobo más, uno de tantos como alguno de ustedes, y no un sacrilego que caiga de cornamenta al fuego eterno a tiznar y chamuscar una sotana ya de por sí emporcada de inmundicias por mis acciones de mal sacerdote durante mi tiempo vital. ¿Pues qué, no basta con los hábitos religiosos de curas narcos, políticos, paidófilos y congéneres, que deben estar rostizándose a estas horas en los antros de Satán..?

Porque, mis valedores, yo iba para sacerdote. Mi niñez y un retazo de juventud las pasé encuevado tras las bardas del seminario, entre estudios diversos y rezos del Oficio Divino, desde maitines y laudes, al alba, hasta vísperas y completas, al oscurecer. A su hora sería tonsurado, y aquí el temor y el temblor, porque vamos a ver: yo, sacerdote, ¿ya sería obispo, tal vez? ¿Arzobispo, cardenal? De ser así, ¿en qué maniobras indignas andaría a estas horas, dándole al César de Roma (y a Felipe Calderón, FeCal) lo que únicamente pertenece a Dios? ¿Domingo a domingo, desde el sacro recinto de la catedral metropolitana, me la viviría pontificando sobre grillas politiqueras para cantear mi pobre México todavía más a la derecha de como me lo dejó Salinas, asesino del 130 constitucional? ¿Predicaría la pobreza desde mi camioneta de lujo, blindada? Dios, por más que todo-misericordioso, ¿me perdonaría utilizar el púlpito y la homilía para manipular Cándidos padres de familia a los que hiciera comulgar con ruedas de molino, como aquella de que ellos tienen el derecho de escoger la educación de sus hijos, y que ésta debe ser religiosa? ¿Estaría yo consciente de que con ello violaría el derecho del niño a recibir en el aula conocimiento científico y no pensamiento mágico y educación dogmática, eso en plena escuela y en pleno estado laico? ¿Sería yo otro lengua larga ventrudo y golfista, gourmet y buen bebedor, empresario taurino y obispo de Ecatepec en mis ratos perdidos? ¿Tantos y tan pésimos ejemplos daría a mis «ovejas»? Mis valedores: ¿sería yo un desviado sexual, un paidófilo, un Marcial Maciel legionario de Cristo? ¡Dios..!

A él agradezco. Me dio la gracia de amar a la mujer (a ti, mi única, mi alejandrina), y la que pudo ser mi sotana quedó a salvo de tatemarse conmigo en las llamas eternas. Cardenales, arzobispos, obispos y demás Onésimos, ¿podrían decir lo mismo? En fin, que por esas sotanas responda el cielo, no yo. Y la paz. (Laus Deo.)

¡Que la Historia me juzgue..!

Fue en la tertulia del pasado lunes. Don Tintoreto preguntaba acerca del juicio que contra los pésimos gobernantes habrá de emitir la Historia, y la contestación del maestro: «La propia Historia nos dará la respuesta. Escuchen».

Lo vi que abría su libreta de pastas negras: «Lo afirmó hace algún tiempo Guadalupe Díaz Borja, hija de alguno de los que anduvieron con las manos chorreantes de sangre: Yo puedo caminar por la calle con la cara alta. Puedo presentarme en los sitios públicos sin que me den la espalda los que fueron mis amigos. Yo y todos los Díaz Borja estamos libres de muchas cosas. ¿Y qué ocurre con los otros..?»

Oigan ahora esta nota fechada en Chihuahua, Chih. «La Comisión de Solidaridad y Defensa de los Derechos Humanos pide formalmente al cabildo de esta ciudad cambiar el nombre del bulevar Gustavo Díaz Ordaz porque durante su gobierno se perpetró la matanza del Dos de Octubre. La petición es para honrar la memoria de cientos de jóvenes, niños y ciudadanos que murieron en esa fecha».

Años más tarde, el presidente López Portillo sería objeto de culto por parte de periodistas como un tal Montenegro, que así lo ensalzó en el matutino: «Usted, señor licenciado don José López Portillo, significa la tradición de lucha actuante. Usted, señor Presidente, va a conducir la nave de México a puerto seguro, metáfora que recuerda seguramente la reencarnación de Quetzalcóatl…»

La esposa de «Quetzalcóatl», Carmen Romano, habló en junio de 1998: «El gobierno del presidente Carlos Salinas de Gortari está resultando de veras estupendo. Mucho se asemejan este sexenio y el anterior. Sí existen muchos puntos de comparación entre ambos, pero lo más importante es que éste sí cuenta con la confianza del pueblo de México. Yo, por mi parte, como esposa del presidente López Portillo ya hice todas las actividades culturales y sociales que tenía que hacer». Condenó una omisión: que no se haya dado seguimiento a sus programas especiales para la niñez. «Eso le tocaba ya desde hace seis años a Paloma Cordero, pero por lo visto la esposa de Miguel de la Madrid nomás no hizo nada. Y si los programas no se continúan, si no se les da seguimiento pues se vienen abajo, ¿no?».

Vestida con elegancia, la exprimera dama de la nación reveló que estaba escribiendo dos libros: «Uno, de mis experiencias como esposa de un presidente, y otro, que yo llamo «mis primeras veces», que será no sólo para México, sino para el mundo entero…»

(Mis primeras veces). Acompañada por guardianes en el recinto del polifórum cultural Siqueiros, ataviada con un llamativo juego de aretes, gargantilla y anillo de Migraña en oro con diamantes y granates, la ex-esposa del ex-presidente señaló: «Yo soy quien soy, lo que soy y lo que hice; no me interesa que me reconozcan. Los ataques no me lastiman». Respecto a las numerosas acusaciones de que era objeto acerca del dispendio con que se manejó cuando fue «primera dama», respondió: «¿Cuál dispendio?» No hubo dispendio alguno, quienes así lo dicen es por desconocimiento, pero reconozco que como esposa del presidente no tuve limitaciones económicas, pero eso depende también de las personas, ¿no?»

– ¿Y los viajes que efectuó con la Filarmónica por todo el mundo?

– Esas eran invitaciones…

Carmen Romano murió; de una enfermedad mortal de necesidad, se dice; de una que se transmite por contagio sexual. López Portillo, garañón, tomó por esposa a la actriz Sasha Montenegro. Al paso del tiempo, ya casi al final de su vida quien ostentara la banda presidencial de México, se dolía:

– Sasha me maltrata, me cachetea, de pendejo no me baja…

¿La conclusión, contertulios? Lo dicho: el olvido es perdón tácito, y si las masas han olvidado a dañeros del calibre de Díaz Ordaz y sus hijos, a Echeverría y la sangre que derramó, a López Portillo, su Colina del Perro y su hermana Margarita, y más tarde al mediocre De la Madrid y su cuenta personal de millones de dólares (acusación del periodista Jack Anderson nunca desmentida), al dúo vende-patrias Salinas-Córdoba Montoya y a Zedillo el del Fobaproa (100 mil millones de dólares que estamos pagando todos los mexicanos), ¿por qué el resto iba a inquietarse, si ya ha sopesado a las masas?

– Pues sí (don Tintoreto), pero lo que yo pregunté es cómo recordarán los mexicanos a Fox, a su ex-esposa Lilián de la Concha, a su esposa de hoy, Marta Sahagún, y a los hijos de la… señora, comenzando por el Manolo Bribiesca, ellos que el primero de diciembre deberán cambiarse a su nuevo domicilio, y aquí, otra pregunta: ¿será San Cristóbal o el penal de La Palma..?

– Del mexicano ante sus predadores, don Tintoreto, ¿qué nos dice la Historia) (Pues…)

«Hijos de fruta…»

– Pero ésos no tienen por qué preocuparse, contertulios. Los saqueadores y vende-patrias conocen bien a las masas, las tienen bien sopesadas y saben hasta qué grado son de desmemoriadas. Por ellas no tienen qué sentir temor cual ninguno, y aquí tengo las pruebas.

Vimos que el maestro abría su libreta de pastas negras e intentaba iniciar la lectura, cuando en eso ¡friégale!, que de repente allá afuera, en plena calle, la insoportable escandalera de una jauría de perros callejeros le impidió hacerse oír. El maestro aguardó, y aguardamos nosotros. Yo, por aquello de que las denuncias de la libreta de pastas negra termina siempre por alterarme el sistema de nervios, pegué hondo y profundo amamantón a la de cuachalalá e ixtaflate. Desde allá afuera, mientras tanto, y hasta la estancia de mi depto., donde se celebraba la tertulia de anoche, el animalero de miércoles nos aturdía a ladridos, aullidos, bufidos, gruñidos rabiosos. Y ándenle, que ahí habló, casi a gritos, para hacerse oír, la Sra. viuda de Vélez, por mal nombre La Maconda, neo-panista que adora a Diego el barbón en la misma medida que detesta al Peje y anda en plena campaña proselitista a favor de Felipe Calderón (FeCal):

– Oigan nomás: la perrada de chuchos peleándose el hueso, exactamente como los otros chuchos se disputan el hueso con los amalios y los bejaranistas de Lola la Padierna, cáfila de indecorosos.

Los chuchos rijosos se apaciguaron. Mordidos, sangrantes, desorejados, de todas formas la lista de los plurinominales quedó tal cual. ¡Y semejantes chuchos y chuchas cuereras, dije entre mí: tales modelo de mediocridad, impericia y sinvergüenzadas, serán los senadores de la nación. Dios..!

Otro apalancón al de tila, cuasia y cuachalalá para amansar unos nervios encrespados, cuando en eso, mis valedores, escuché la voz de mi padre Juan; una voz queda, al oído, desde el más allá, donde se ha mudado a vivir:

«Pero no me almiro de los chuchos, ni de los amalios ni de los bejaranistas. No me almiro de que semejantes corruptos e ineptos -y la ineptitud es también una forma de corrupción- vayan a ventosear un escaño del Senado de la República. No me almiro de ellos, me almiro de ustedes, mi hijo, de unas masas que, sempiternas menores de edad, consienten a todos los chuchos. Me almiro de ustedes, a los que todo se les va en renegar, e-xi-gir y forjar mega-marchitas, sin nunca querer entender que para exigencias y mega-marchitas ya el propio Sistema creó el antídoto correspondiente. Cuánto miedo, cuánto respeto le puede inspirar la estrategia de las masas, que se da el lujo de revelarles el antídoto de marras: Ni los veo, ni los oigo, ni siquiera los siento, y háganle como quieran». ¿Qué dices a esto, mi hijo..?

Suspiré, agaché la cabeza, y entonces la voz del maestro:

– Usted preguntó, don Tintoreto, cuál pueda ser el temor de los depredadores de la nación. La respuesta está
no en el aire, como decía el compositor Bob Dilan, sino en la Historia. Vamos a consultarla. Saqueadores, bandidos y uno que otro asesino felón. Los que nos malgobernaron, ¿dónde están? ¿Dónde están sus familiares, que tanto y tan a lo cínico y descarado se aprovecharon del tráfico de influencias para su medro personal? Ellos están ahí nomás, a la vista de todos nosotros. Ahí permanecen, disfrutando en paz de sus buscas mal habidas. ¿Y? ¿Qué hay de las masas, cómo reaccionan a la injusticia y a la impunidad..?

El matancero intelectual de Tlatelolco y Rivera de San Cosme; el que deshizo el Comunista Mexicano cooptando a sus cupulares, hoy diputados, senadores, gobernadoras y muertos ilustres: ese dañero cuya biografía personal cabe en dos fechas, 1968 y 1971, y un par de charcos de sangre hasta hoy impune, ¿no sigue ahí, encuevado e su residencia de San Jerónimo? La Margarita López Portillo, ¿no sigue deshojándose de años y achaques físicos ahí nomás, tras lomita, en su mansión levantada en terrenos de Chapultepec? ¿Y nosotros? ¿Cuál es la reacción de las víctimas de su depredación, que somos todos nosotros? ¿Los predadores preocuparse? ¿De qué o por qué, contertulios?

El juguero observaba el techo. El Síquiri se removía en su sillón. Por cuanto a La Lichona -ese su rostro de arcángel del Renacimiento, esas sus redondeces, esos sus blancos maltones, esos sus esos… (ándale, machín)-, ella se contemplaba las uñas. Parecía contarse los dedos. Tenía los diez. A medias alcancé a oír la sentencia que a toda voz dictaba la tía Conchis: «Hijos de fruta todos ellos, desniéguenmelo». Afuera, solitario pero más amenazador que sus congéneres, otro de la jauría:

«¡Ese del volks. cremita, ¿qué no oye? Oríllese pa’la orilla…!»

Mostrando su libreta de pastas negras, el maestro: «Aquí, contertulios, se consignan los datos. En relación a los apellidos de expresidentes diversos…»

Si Latinoamérica se muere de hambre…

El productor insiste en tener el mundo como mercado. Por lo tanto, es necesario que la fuerza del estado derribe las puertas de aquellas naciones que se cierran para asegurar que no se olvide o desaproveche ningún rincón del mundo.

Esto lo estipuló Woodrow Wilson cuando presidente de Estados Unidos, y significaba que un estado cualquiera que, como vía de protección de su producto nacional, cerrara sus fronteras al capital y mercancías norteamericanas, estaría haciendo, por ello, una política inamistosa hacia Estados Unidos y, por lo tanto, se exponía al peligro de ser sancionado por la nación «agraviada». Dé ahí en adelante todo iba a ser abatir fronteras y derribar soberanías nacionales para imponer un modelo de «mercado abierto» que remataría en el modelo neoliberal decretado por un Nuevo Orden Mundial que, impuesto por el Imperio en 1944, se renueva según las circunstancias hasta imponer el mal denominado Neoliberalismo. Y así hasta hoy…

Pues sí, pero a fin de cuentas, ¿qué viene siendo ese neoliberalismo tan denostado por tantos analistas y jefes de estado como Fidel Castro, Hugo Chávez y Noam Chomsky, el norteamericano? Mis valedores: por calcular en esbozo su potencial destructivo para nuestras comunidades al sur del Bravo, ¿rastreamos las señas de identidad del neoliberalismo de marras? ¿Qué viene a representar para todos nosotros el modelo neoliberal?

Fue en la época de la pre-guerra cuando, a criterio de las élites norteamericanas, el imperativo de la «política de puertas abiertas» jugaba un papel decisivo para Estados Unidos, puesto que sólo la apertura de todos los mercados podía garantizar la prosperidad de la economía norteamericana y evitar así el peligro de la repetición de la crisis económica mundial en la década de los 30s. El presagio fatídico del modo de producción capitalista, el contraste entre el carácter social de la producción y su apropiación privada, requería, una de dos: o la conversión de estos modos de producción en el modelo socialista, o el cambio de todo el «mundo libre», doloroso contrasentido, en elemento funcional de la economía imperial.

Décadas después de la guerra, los tres elementos estructurales de la estrategia de solución de la crisis de los años 30 se han convertido en una parte normal del sistema mundial capitalista. En este sistema, los «pueblos de la periferia» producen la riqueza económica y la estabilidad del Primer Mundo, de los pueblos «jefes», bajo el látigo del Fondo Monetario Internacional y de los Programas de Contrainsurgencia de Estados Unidos.

El precio que las masas del Tercer Mundo pagan ha sido expresado por los nazis de forma explícita y adecuada. Ellos formularon con una franqueza social-darwinista brutal, lo que la retórica liberal, capitalista sólo insinúa de forma borrosa. Así, en el lenguaje de Himmler: «Si los otros pueblos viven con bienestar material o si revientan de hambre, sólo me interesa en un sólo sentido: que nos hacen falta a nosotros como esclavos… En otro sentido no me interesa este tema. Si diez o diez mil mujeres rusas se desmayan por agotamiento durante la construcción de un foso antitanque, sólo me interesa si se termina el foso antitanque alemán…»

Una pequeña reformulación de esta frase demuestra que apenas existe una descripción más precisa de la política del capital occidental con respecto a sus espacios vitales de la posguerra, el Tercer Mundo. «Si los pueblos del Tercer Mundo viven con bienestar material o si revientan de hambre, sólo me interesa en el sentido de que nos hacen falta a nosotros como esclavos asalariados… En otro sentido no me interesa este tema». O también: «Si 100,000 niños en Latinoamérica se mueren de hambre como consecuencia del aumento de los intereses de la deuda externa, sólo me interesa si se pagan estos intereses a nuestros bancos». Este principio depredador ha existido desde el comienzo de la sociedad de clases, tanto en su interior nacional como en las relaciones internacionales. Y sigue predominando hoy en la nueva forma de dominación neo-colonial que llamamos «globalización». Para mantener la explotación del Tercer Mundo y la escandalosa monopolización de la riqueza social producida por la humanidad, los principales beneficiarios del sistema neo-colonial -el Grupo de los Siete- tienen que controlar y moldear la identidad nacional de los pueblos sometidos. (Seguiré con el tema.)

Un fracaso brutal…

¿Pero cómo es posible? ¿Fracaso del voto en el exterior? Pues qué: ¿no somos los mexicanos tan adictos a sufragar a la menor provocación? ¿No nos han convencido de que nuestro voto es la llave de la «democracia», esa con la que Fox se hincha la boca un día sí y el otro también? ¿Entonces? ¿Fracaso del voto en el extranjero? Aquí debe haber una equivocación, aunque los reportes oficiales lo admiten: de un padrón de posibles votantes que abarca los cuatro millones, hasta ahora se han registrado no más de veinte mil. Y que en tales circunstancias cada voto nos va a costar a los contribuyentes -todos los mexicanos- más de veinte mil pesos. Al referirse al naufragio lo asegura Arturo Núñez, ex-funcionario del IFE, Instituto Federal Electoral:

– Para quienes tenían la expectativa de que habría un vuelco gigantesco de votantes, y que sufragarían cuatro millones de mexicanos, esto es, evidente, un brutal fracaso. De esto alguien es culpable y habrá que fincarle responsabilidades.

Ahí responde Luis Carlos Ugalde, consejero presidente del IFE: «Con un solo mexicano que vote en el exterior, eso ya constituye todo un éxito…»

¿Las causas del tal apatía de los compatriotas residentes en el extranjero? A ver. ¿existe en los mexicanos la cultura del voto? ¿A cuánto asciende el abstencionismo en cada proceso electoral? Elocuente es, a propósito, la encuesta que realizó el matutino apenas efectuada una reciente votación. El reportero entrevistó a diversas amas de casa de distintos rumbos de la ciudad:

– «Señora: ¿votó usted el pasado 6 de julio?»

– Bueno, no fui a votar, la verdad.

– ¿Por qué no fue a cumplir con un deber y un derecho cívico del ciudadano, señora?

– Porque el domingo me tocó lavada. Pero para el próximo domingo, primero Dios, no voy a fallarle a las elecciones. Me voy a dar un tiempito.

El reportero entrevistó a una vecina de por el Centro Histórico.» ¿Fue usted a sufragar en las pasadas elecciones?»

– ¿Yo? No, fíjese que no fui a votar, lástima. Es que vi que ya iba a ir mi marido, y entonces le dije: «yo le voy al que tú escojas, total, de todas maneras va a ganar el de siempre, ¿no? O sea el PRI».

El reportero entrevista a una vecina más: «Señora, ¿usted votó en las pasadas elecciones?»

– ¿Yo? No, no fui a votar. ¿O qué, traer todo el día mi pulgar amarillo?

-Señorita, ¿fue usted a votar? -el reportero.

– O sea-, ¿votar? No, yo no fui a votar. A mí me caía bien el del PRD, pero ni de chiste iba a votar por él. Estoy tan salada, dije, que voy, voto por el perredista, y lo más seguro es que pierde las elecciones o los del PRI le hacen tablas el triunfo. Ya sabe usted: urnas embarazadas y esas cosas. Entonces mejor seguí con mi quehacer.

El reportero se acercó a una señora que iba pasando, y…

– No, no fui a votar, respondió la interrogada. ¿Y sabe por qué no fui? Por consejo de mi confesor. A mí me dijo el padre de mi parroquia: «No votes, hija, mejor arrodíllate y pídele a Dios que mejor salve a este desdichados país».

Interrogada por el reportero, responde otra «ciudadana»:

– No, fíjese que ese día me fui de día de campo allá por el Desierto de los Leones, y encontré una casilla y quise votar, pero no me dejaron. Querían que fuera a votar ala casilla que me corresponde, y no, a poco me iba a regresar hasta San Juan de Aragón, donde vivo con mis suegros.

– ¿Por qué no se regresó a la casilla correspondiente y hubiese cumplido con un deber de todo ciudadano?

– ¿Y regresar con toda la comida ya preparada..?

Finalmente, la respuesta de una señora vecina de la Martin Carrera:

– Fui, pero no me dejaron votar.

– ¡Cómo! Hicieron mal. Así que no le permitieron emitir su voto.

-No, ¿usted cree?

– ¿Por qué no la dejaron votar?

– Porque no me admitieron mi credencial.

– No entiendo, ¿en la casilla correspondiente no le admitieron su credencial de elector?

– No, bueno, es que no era precisamente la credencial de elector, pero sí era mi credencial de LICONSA, para comprar la leche a precio especial.

Con semejante cultura electoral de algunos mexicanos, ¿es lógico que Luis Carlos Ugalde supusiera que en el exterior iban a inscribirse cuatro millones de paisas? Todo esto, mis valedores, encierra su muy buena moraleja, ¿pero cuál? (Piénsenlo.)

Humanísimo…

La humana compasión, mis valedores. En el alma me ardió el testimonio aquel de dolor, de desvalimiento y soledad, que un bandazo de viento nocturno puso en mis manos al venir rumbo a mi depto. de Cádiz, donde me aguardaban la calidez de mi única, el plato oloroso a especias, las pantunflas, el batón, Bach -la cantata- y más tarde la tibieza de una cama y la protección de un techo sobre mi testa. Y a dormir el sueño de los justos que no padezcan de insomnio. Pues sí, pero el infeliz que garrapateó aquel trozo de papel…

Ahí, en la banca del parquecillo frontero de Dulces Nombres me había sentado a contemplar la feria, ascua de colores vivos y luces, fuegos y juegos fatuos que a lo estridente (cumbias a todo volumen) venía a festejar a la santa patrona del manto estrellado con vendimias y serenatas, tufos de grasas y yerbas de olor. De repente, el bandazo de viento, que acarreó hasta mi mano aquella volandera hoja de papel que intenté desechar de inmediato; pero el texto manuscrito me impulsó a retenerlo, y lo que es la curiosidad morbosona…

A la luz del farol inicié la lectura, y algo acá adentro se me acalambró; la mente, según leía, se me llenaba de dolientes imágenes -desdicha y desesperación- del autor del mensaje que, recién llegado al hormiguero citadino descomunal, vivía un tiempo negro de hambre rabiosa, desvalimiento, humana soledad. El escrito sería de un día antes; de hoy mismo, tal vez, porque hacía referencia a esta feria, al clima frío, ventoso. El humanísimo testimonio:

«¿Mi nombre? ¿Y para qué? ¿dejaría de ser el anónimo individuo si dijese mi nombre? El nombre vulgar de un desgraciado y un par de apellidos más vulgares todavía, ¿algo significan para alguien? Si redacto, y sólo para mí, estos renglones, es para confesar ante alguno -ante mí mismo- el fingido milagro con que Dios acaba de burlarse de mi necesidad. Irónico.

Noches, días, he caminado, reseca mi boca y el estómago vacío, por rumbos desconocidos de la ciudad, que para mí lo son todos. He visto a mi paso calles interminables y edificios públicos; he tomado de refugio esos parques, abandono e incuria, donde la pena y la soledad erran sonámbulas, monologando entre dientes. Este parquecillo, sin ir más lejos (cómo, para qué ir más lejos). Aquí me he detenido a resistir la embestida del hambre rabiosa, de la desdicha y la nostalgia del terruño que, afanes de sobrevivencia, dejé hace ¿semanas, meses? Ah, candido, huir del hambre de mis derrumbaderos para enfrentar el hambre de la ciudad. Un éntenado más del gobierno y su ‘democracia’, cuyo anuncio machacón estoy oyendo en la radio. A todo volumen.’Democracia…’!

Dinero. Unas monedas que me aplacaran esta hambre, perra del mal, hornaza que requema por dentro, que te fuerza a engarruñarte mientras el vahído oscurece la mente. ¡Comida, Dios! Y ya que lo miento: a su templo llegué, rumoroso panal de antífonas y rogativas, y acudí al extremoso recurso de los desesperados: Dios, un milagro. Pero este Dios, el de los capitalinos, ¿escuchará al advenedizo, al arrimadizo que vino hasta sus terrenos nomás a morirse de hambre? Me arrodillé: hambre, Señor; frío; ni un miserable techo alquilón, ahijado que soy de la banca en el parque público. Y te asomaras a ver, Señor: allá afuera, una feria garapiñada de vendimias, y yo muriéndome de hambre. Pero me muero de veras. Dios. El corazón exprimía sus amargos jugos y por los ojos amenazaba con expulsarlos. Abandoné el recinto, y entonces…

¡La esperanza de los pobres: el milagro! Un paso fuera del templo y ahí, en un atrio que me aturdía a tonadas y anuncios (¡ ‘democracia’ !), el brillo de aquella moneda. Dios, que sabes escuchar al fuereño. Ansia, alivio. A lo solapado me acerqué al brillo embelecador, pero no, no una moneda con qué amansar mi hambre, sino… ¿una llave? Sí, una llave brillando a la luz del farol. La recogí. En el bajo vientre el calambre, mordiendo visceras. Dios…

Sentado en la banca observo el falso milagro de Dios. Qué puerta pudiese abrir con ella: la de un hogar, la de una despensa, la de una caja de caudales. Pero al menesteroso de qué le sirve la llave, si desconoce la puerta, la chapa a la que corresponde. En la Casa de la Risa terminó la tanda de cumbias y ahora el reclamo del anuncio reiterativo, machacón, repetido hasta la náusea: «Tu credencial de elector: la llave de la democracia’.

La llave, sí, de la «democracia». ¿Y la puerta? Sin ella, ¿de qué me sirve la llave? Mi credencial de elector, ‘la llave de la democracia’. ¿Y la ‘democracia’? ¿Dónde la localizan millones de mexicanos que, como yo mismo, se doblan de necesidad? Pero eso sí: con derecho a votar por un México que nunca harán realidad con su voto. El falso milagro y la aún más falsa ‘democracia’ que nos mienta el avieso reclamo de Fox y el IFE (dolo y perversidad), han sido para mí la puntilla. Y como no creo soportar una noche más, aquí tomo la drástica resolución que pondrá fin a…» El manuscrito, inconcluso. (Lástima.)

Vecinos distantes

México no hace su parte en lo que toca a generación de empleos. Las comparaciones entre el muro fronterizo y el de Berlín no sólo son engañosas e intelectualmente deshonestas, sino también una ofensa personal…

Y qué ruda, mis valedores, qué áspera la respuesta de «Tony» Garza, embajador de Estados Unidos en nuestro país, a los rezongos del gobierno mexicano en frente a la posible construcción de ese muro fronterizo que dificulte aún más el ingreso de ilegales al país del norte. Semejante contestación me parece tan ruda, o casi, como cínicas las declaraciones de Rubén Aguilar, vocero del presidente Fox, en el sentido que si el mexicano abandona su país y arriesga la vida «al cruzar por el desierto o ríos», según aclara el embajador Garza, no es precisamente por falta de empleos en México.

A Tacho y a Quetita los asaltaron en el desierto de Arizona. A él le dispararon y lo mataron y ella regresó a su pueblo para enterrarlo…

Muros y embajadores a los que se enfrenta el ilegal, y a grupos xenófobos como el denominado Grupo de Resistencia Aria Blanca (WAR), que ha llegado a azuzar de esta forma a los granjeros de Texas y California:

«¡Si no es blanco deséchalo! ¡Detener la avalancha de lodo o ahogarse! Necesitamos una frontera de verdad. Primero agarramos a los hispánicos, luego a los asiáticos y por último a los negros. Deportación. Todos se largarán a casa. ¡Violencia contra la avalancha de lodo que nos llega del sur..!»

¿Entenderá el gobierno foxista lo que hace desde hace un lustro viene reiterando G.W. Bush? «El pacto migratorio queda enterrado. La cuestión migratoria no podrá ser negociada en mucho tiempo. México debe entenderlo».

Sin gota de ironía, la nota de prensa: «Incluso Fox, el presidente mexicano dé la era moderna más abiertamente pro-yanqui, parece perder la paciencia». Y que su cercaníacon Washington sólo le ha reportado «enemigos políticos y el incremento en el número de agentes de migración en la frontera». En fin. Pero frente a un problema que se recrudece con Fox, a su estilo y al de los ultraderechistas yunqueros de su gobierno, se intentó la solución.

¡La Virgen y San Juan Diego van a cruzar la frontera! ¡Y sin papeles! ¡Arranca la carrera de la Antorcha Guadalupana! Corredores confamilias rotas por la frontera van a Nueva York, con una exigencia: la residencia legal de los 4.5 millones de mexicanos que viven en EU. ¡Buscamos ese milagro!, dijeron…

Pero el problema de los ilegales no es de hoy, ni la falta de una respuesta adecuada del presidente mexicano. Ya en la gestión de Pascual Ortiz Rubio, el primer «Nopalito» que ocupó la presidencia del país, y de esto hace tres cuartos de siglo, núcleos sociales diversos le exigían que mirase por los ilegales mexicanos que mal sobrevivían en el país del norte. Al «Nopalito» todo se le iba en hablar, y hablar sin que nadie escuchara sus embustes, mientras el flujo de indocumentados se incrementaba hasta la cifra de ¡2 millones..! Pero según el verborreico «Nopalito» no se fugaban de México por falta de empleo…

El líder de WAR defiende el genocidio de Hitler, aplaude el terrorismo y celebra que 10 millones de africanos hayan contraído el SIDA. Por cuanto a los mexicanos:

» ¡Logran reproducirse tan rápidamente porque sus mujeres ya nacen embarazadas! ¡A detener esos millones de animales color lodo que sólo saben reproducirse! Desafortunadamente, los hombres blancos se han convertido en cobardes. La salvación de la raza blanca depende de las mujeres. Quizá no tengan la fuerza para blandir un bat de béisbol, pero sí para comprar una lata de gas lacrimógeno para cuando vean un animal de color de lodo..!

Contemplo uno de tales libelos. Lo examino. Observo los toscos dibujos que ilustran el cliché del mexicano: gordo, seboso, apestoso, borracho. Junto a la imagen del indocumentado, unos versos que comienzan con esta imprecación: «Hispano, this is American..!» Los versos:

«Moreno y mañoso nos chupa hasta secarnos – como una garrapata – Cruza la frontera sin un centavo – los gringos le compran la comida y pagan su alquiler – No quiere aprender a leer – pero tienen los güevos – para garabatear nuestras paredes – Ruega a Dios noche y día – Pero roba todo lo que está a la vista – Su hedionda esposa – chaparra y cariñosa – escupirá bebés dos veces al año – los carga en su lomo para aumentar pandillas locales – Una basura de raza – una cultura de nacos. Sálvate de estos buitres come-frijoles…»

De tales «buitres» da cuenta la nota fechada en Laredo, Texas: La Patrulla Fronteriza de EU logró rescatar a tres mexicanas que agonizaban en pleno desierto, con temperaturas de hasta 44 grados centígrados. Trasladadas al hospital, se preguntó a las migrantes cómo lograron sobrevivir a la insolación. Contestó una de ellas: «Sobrevivimos bebiéndonos nuestros propios orines…»
México. (Este país.)

¿Qué dice tu horóscopo..?

Sórdido es el negocio de esos charlatanes que con argucias de mala ley esquilman a los más pobres de entre los pobres, que son los pobres de espíritu. Lo advierte al católico «Desde la fe», del Episcopado Mexicano:

Algunos medios de comunicación se encargan de reafirmar las prácticas supersticiosas, al incluir en sus programas a astrólogos: horóscopos, recetas mágicas, etc., asi como de comerciales donde se anuncian brujos y brujas que dicen solucionar problemas que van desde el trabajo hasta conyugales. Actualmente son muchas las personas que recurren a métodos supersticiosos para tratar de obtener favores celestiales. Y estas van desde poner veladoras de determinados colores, según el favor solicitado. ¡Esto es un fraude!

En cuanto a mí: rudo el insomnio de anoche. No de lunes; para mí fue de miércoles. La obsesión me espantó el sueño: en mi insomnio aguardaba el amanecer para levantarme y con la tía Conchis lanzarme hasta algún remoto consultorio de una tal hermana Máxima, experta en huevos (de gallina, para limpias). A deshoras de la noche repasaba las frases con que el Arzobispado de México, en su semanario Desde la fe, reprueba las prácticas de astrología, que es decir de idolatría: «Lo contrario de la fe no es la razón. Es la superchería. La superstición hace que el hombre tema a la razón». Y para ustedes,católicos de mi país: «El católico que se pone bajo la protección de los espíritus comete un pecado de idolatría perversa…» (Conste.)

El pecado que yo cometería dentro de unas horas iba a ser aún más grave: de estupidez. Todo por haberme comprometido con la tía Conchis, conserje del edificio. Y qué hacer. ¿No cumplir mi promesa? ¿Soy Fox? Y fue por su culpa…

Muy de mañana enfilé la trompa rumbo a La Villa (trompa del volks). Cuatro horas después de las mega-marchas (antorchistas) y peregrinaciones (penitentes), la tía Conchis y yo nos mosqueábamos en el consultorio de la hermana Máxima, doctora «en ciencias ocultas», imagínense. Ahí, en el cuartucho que la hace de sala de espera, tristeaba el almacigo doliente de pena(s) que aguardaban turno para limpiarse la salación y entrar a la disneylandia de la felicidad. Un ensalmo, unas ramas de pirul, un huevo (de gallina), y como malas escamas que se desprendieran de una piel que milagrosamente tornaba a la vida, atrás quedarían los tercos problemas: el mal de amores, los achaques de salud. Yo, quedo: «Usted, aunque de instintos perredistas, es más o menos católica. ¿Su religión le permite estos ritos?»

– Qué conque. Saliendo de aquí nos la echamos de rodillas, la basílica.

Qué replicar a la sinrazón. El cuartucho: motivos astrales; que si la estrella de Jerusalén, que si la cruz biomagnética, el macho cabrío, la virgen, el escorpión. Y en todo lo alto, caracteres en rojo sangre: «Se hacen limpias. Ojo de venado para el mal de ojo. Pata de conejo para retirar la salación. Para que no te agarren, si asaltas. Para el mal de amores la piedra imán. Vuélvete irresistible con el sexo puesto» (sin la o).

(El viaje fue en volks. hasta donde la mega-marcha lo permitió. De ahí, el microbús, el metro. En las cuatro esquinas, el ambulantaje, los payasitos, los rateritos, los limpiaparabrisas. En el metro vendedores, pedigüeños, raterillos, musiquillos. En todas partes la necesidad, la pobreza, el desánimo, el desencanto, la exasperación. En radios a todo volumen, en teles, en diarios a toda página: robos, asaltos, corrupción.) «Le toca a usté, seño. Por acá, si me hace el… cuidao con esa cortina, no se acabe de rasgar. ¿El bigotón también?»

La hermana Máxima. El consultorio en penumbra. Olor a sándalo y pies, a yerba macerada y sobacos, parafina, entrepierna sudada. «Hermana, ¿qué aflige tu corazón? ¿Cambiar tu destino? ¿Conocer tu pasado, tu porvenir? ¿Trais mal de amores? ¿Deseas sacártela, la lotería, el melate, el ráscale..?»

– Esta condenada salación, hermana. Una limpia, o sea…

– Orí ta te la retiran los astros. Te me vas a poner en suerte. Tu ropita…

-El salado es otro.

– Ah, el bigotón. Túmbese los pantalones y se me coloca en cuatro.

– No, otro. ¿Me puede hacer una limpia a control remoto?

– Puedo, hermana, sólo que los astros necesitan una foto de tu saladito.

Fue entonces. La tía Conchis abrió aquel bolsón de plástico y sacó un largo rollo de cartón. Como Juan Diego de chai y peinado permanente, lo fue desenrollando ante la «maga». «¿Le servirá esta foto..?»

¡Me asombré! La del diálogo con los astros observó el cartelón. Lo extendió sobre una mesita, le prendió cuatro veladoras. «Sí me sirve. Procedamos a proceder con la limpia…»

Mortecinas, las cuatro luces mal alumbraban al que entre Fox y todos nosotros hemos terminado por salar: un mapa de México. (Mi país.)

Lo dijo Simón Bolívar

Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción. La ambición y la intriga abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos a todo conocimiento político, económico o civil. Estos adoptan como realidades las que son puras ilusiones…

La industria de la superstición, que es decir la del hechizo y el ensalmo, la «limpia» y el talismán, el amuleto y el mensaje estrellero. A propósito: el sol, la luna y los planetas, ¿qué tanto pueden influir en lo que sucede en la Tierra, y en el destino de un determinado individuo según el momento de su nacimiento? La conclusión de los más recientes descubrimientos científicos:

«La ciencia de la genética nos dice que la base de lo que es nuestra personalidad no se coloca en el nacimiento, sino en la concepción, cuando uno de los millones de espermatozoides del padre se une con un solo óvulo de la madre. Sin embargo, la astrología fija el horóscopo por el momento en que uno nace. En términos astrológicos, esta diferencia de unos nueve meses debería dar a uno una estructura de personalidad completamente distinta».

Y esto, fundamental, que derriba de cuajo la veracidad del horóscopo: el tiempo del viaje del sol entre las constelaciones como hoy lo ve un observador en la Tierra está atrasado por aproximadamente un mes de lo que era hace 2 mil años, cuando se trazaron las tablas astrológicas. «Por eso, la astrología clasificaría como Cáncer (según el horóscopo, persona muy sensible, dada a cambios emotivos, reservada) a la persona que naciera a fines de junio o principios de julio. Sin embargo, en la realidad, por ese tiempo el Sol está en la constelación de Géminis, lo que haría que la persona fuera comunicativa, ingeniosa, etc., según el mencionado horóscopo».

¿Y qué? Frente a la ignorancia y la esperanza irracional, ¿qué vale el conocimiento científico? La voz de la ciencia qué vale para las ganas de creer que acalambran al dependiente, al débil y a quienes tienen de estrella polar el prejuicio y el dogma? Y «es más fácil desintegrar un átomo que un dogma», a decir de Albert Einstein, y casi imposible resulta resquebrajar la fe del ignorante en un horóscopo, en un «brujo mayor», en la bruja blanca de Radio ABC o en la Amira de Televisa, charlatanes de la engañifa y el fraude que al candido lo empujan a comprar, carísimas por inútiles, zarandajas según esto buenas para retirar la salación y propiciar la influencia positiva de los astros. El viernes pasado, mis valedores, aludí a las malas artes de tales embaucadores que medran con la ignorancia de malos católicos a quienes su religión prohibe esos actos idolátricos. En la tertulia del viernes, el maestro:

Esa industria, contertulios, que es la de la engañifa, la magia y el talismán que perpetran «videntes» santones y demás vividores, florece en épocas de crisis, qué contrasentido, y lo más doloroso y aleccionador es que industria tan sucia medra y engorda a costillas de un pobrerío que es, por añadidura, el de la ignorancia, el candor, la debilidad, la inseguridad y la desprotección. Esos seres, por carecer de valor y fe en sí mismos, depositan su fe y su esperanza irracional en fuerzas externas, sobrenaturales, que los han de sacar de la crisis, la angustia, la necesidad, todo con la pura «fuerza» del colguije y de prendedor, el amuleto, el talismán, el exvoto.

Yo, que en el microbús escuché de chiripa a la «bruja blanca», dije a los contertulios:

– Yo creía que en materia de ensalmos, hechizos y encantamientos ya lo había oído todo, ¿pero qué creen? Este mediodía escuché a una que en cierto programa de radio se hace llamar bruja blanca, y de no creer el nivel de religioso de algunos «católicos». ¿Saben qué clase de mensaje envió alguna radioescucha a la «bruja» de marras? «El microbús de mi marido, se descompone a cada rato, ¿qué hago?» Yo supuse que la «bruja» le iba a contestar: «Eso es asunto no de Venus o Júpiter, sino del maestro mecánico». Pues no. «Vas a colocar debajo del asiento de tu marido» (del microbús), y la retahila de aceites, esencias y veladoras que «están a tu disposición» en alguno de los locales comerciales en donde la «bruja» vende el producto de tales fraudes. Hasta dónde llegan la ignorancia, la superstición y el ventajismo de logreros faltos de escrúpulos…
Horas después, yo ya en mi catre de insomne, miraba y miraba la oscuridad en el techo, y aquellos suspiros, y el remolinear en un jergón que se me tornaba de espinas, y en mis devaneos pensaba, reflexionaba, y el pensamiento tornábaseme obsesión: yo, comprometido para mañana con la tía Conchís. Yo, prestarme al fraude del «rito mágico». Me removía en el jergón. Todo nomás porque Fox.. .(Mañana.)