Fue anteayer, en la tarde

En algún remoto parquecillo de barriada aguardé inútilmente a mi bienamada, que me dejó para nunca más. Jorobado de tristura; las sombras nocturnas me acabaron de jorobar. De repente, en la misma banca, pomo y tabaco en las manos, el desconocido se presentó: «Soy maestro, y de los buenos». Me aprontó unos papeles. «De mis alumnos. Por la calidad del texto calculará la calidad del maestro. De mi discípula predilecta lea en alta voz, y advierta su estilo claro y sencillo, como que va dirigido a los campesinos».

Respiré hondo, carraspeé, y con el humo de su tabaco chicoteándome boca y nariz, comencé la lectura, y lo ridículo que me sentía: «¡Es así como por factores exógenos de infuncionalidad con el proyecto universal dominante, en una etapa de debilitamiento estructural de los Estados nacionales y de desprestigio inducido y dispersión de las organizaciones clasistas y por factores endógenos de una nueva dinámica social que rechaza la cohesión vertical como principal método de aglutinación, los grandes partidos se encuentran en momentos difíciles!» Oiga, qué galimatías ridículo es este.

– Lo que acaba de leer, y muy mal 0e faltó brío, enjundia, entonación), corresponde a cierto discurso que pronunció hace una década la dirigente de la CNC, hoy candidato al gobierno de esta ciudad: Beatriz Paredes.

– No entiendo. ¿Es del SNTE, de la CNTE? ¿Qué clase de maestro es?

– Merolico, para servir a usted. Los «distinguidos priistas», licenciados Jerásimos del Revolucionario Ins., son mis mejores discípulos. Lea, del discurso de Enrique Fernández, por aquél entonces titular de la por aquel entonces CNOP, confederación, según esto, de organizaciones populares.

Leí, tuve que leer: ¡Correligionario! ¡Nosotros rechazamos a esos que, engañándose y traicionándose a sí mismos en medio de su infinita temeridad, hubieran pretendido arrebatar con mano alevosa la oportunidad de postularse por si mismos para pretender dirigir los destinos de la entidad, pues su acción falaz se parece al comportamiento de la zorra, que por más que se le trate bien y con amplias consideraciones, confunden la decencia con la debilidad y acaban por alentar siempre el salvaje instinto de la traición!»

Tragué un bocado de lo que en la ciudad resta de oxígeno. «¡Horroroso!»

– ¿Qué? ¿No soy buen maestro? ¿No me salieron buenos discípulos? ?chese esto que discurseó un Francisco Camarena, de la CNOP.

Leí: «Este México, joven aún como nación, siente y canta en sinfonía de sus propias vivencias, y espera y sueña como el adolescente que enarbola su tricolor penacho, retando a un horizonte grávido de auroras coloniales…!»

Alérgico a la retórica decimonónica, tuve que rematar con el fervorín que Sergio García Ramírez, entonces funcionario de Gobernación, dedicó a don Benito Juárez: «¡Nuestro pueblo ha vuelto una vez más, a la costumbre eminente de la plaza abierta, reinagurada en un sinfín de encrucijadas, todas del camino, en jornadas interminables; hecha en una gran casa, la casa del pueblo, que hoy está en el centro geográfico y moral de la patria, pero también en hogares distantes de la más variada provincia, que finalmente ingresó al acervo de México! ¡La palabra, en definitiva, ha ingresado en el mapa de las posibilidades populares: no sólo como liturgia de satisfacciones, que ya lo era, o como exposición detenida y enferma de complacencias, sino principalmente como denuncia o reclamación franca y directa, como instrumento de confrontaciones justicieras, como rotunda advertencia, como expresión lo mismo de la alegría que de la tristeza. Y a veces, por tanto haber guardado silencio, parece que quien habla, y con él quien le escucha, se vuelcan piel afuera y ensayan otros modos, más auténticos, mejores, de comunicarse las cosas, y juntos lograr otras y con todas echar los cimientos de la casa nueva!»

– ¿Qué le parecen mis discípulos? Estos son merolicos, no el asco de aficionados a los que, candidatos, baña la luz de todos los reflectores. Y a los auténticos merolicos que nos pique un burro. ¿Sabe? Hemos sido desplazados de parques y plazas públicas. Y esta tristeza honda y profunda, oiga usted.

– Le aconsejo el Prozac. Para tamaña tristeza, el Prozac. Tómelo.

– ¡Oiga, no friegue! Ay, perdón, quise decir no hingue. Prozac. ¿Quiere verme caer, a los esperpéntico, en el falso optimismo color de rosa, rosa mexicano? Yo, merolico profesional, provoco alegría, no lástima y rabia; soy un merolico gracioso, no un vil payaso ridículo. Quezque Prozac. No hoda…

– Ya sé. Este sí es el remedio para su neurosis: váyase de inmediato a la Alameda Central. Ahí labora un colega de usted, si es que no lo han echado. Es graciosísimo. ?igale sus sketches, y a risas y carcajadas se le va a remediar ese ánimo negativo. «Pirrín» es su nombre de combate. Búsquelo.

Y Dios, lo que oí de respuesta, ‘Yo soy Pirrín, cambiadme la receta…»
Suspiré. (Qué más.)

Tristuras de arrabal

Los parques solitarios en que se pasean las desgracias con la cabeza baja -y los sueños se sientan a descansar…

Y qué preñada de sentido, mis valedores, y cuan pesarosa me resultó ayer mismo la voz del poeta Ahí, en la banca de aquel parquesillo de barrio al que llegué por azar, sobre la negrura del ánimo me cayó todo el negror de la noche Gacha la testa y los brazos entre las zancas, me hallé repitiendo entre mí, con el propio poeta:

«Abandonado estoy, sarna de Job». Y trataba de alzarme y dejar atrás semejan mundo melancólico. Y aquel suspirar…

Y cómo no suspirar, y cómo hacerme el ánimo de alejarme para siempre del parquecillo, si aún no se me desbarataba del todo la esperanza postrera. Animas que a la bienquerida la Virgen Luciente le ablande el corazón…

«Ahí en el parque me esperas», me había dicho a media tarde. «Si en una hora no estoy contigo es señal de que todo acabó entre nosotros, y sólo te pido un último favor: olvídame».
¿Olvidarte, mujer? Qué fácil. De repente, en la negrura del mundo, sentí como que un último retazo de esperanza se me iluminaba, pero no, falsa alarma; lo . que me iluminó fue el farolillo, que al encenderse formó aquel charquito de luz. Miré el farol: foco de 30 watts, huérfano de bombillo. Miré, sobre el follaje ceniciento de aquel arboluco, lo que había quedado de la luna de octubre Miré un parque abandonado, todo incuria y abandono, que alguna vez habrá sido el orgullo de una barriada que ha visto pasar sus mejores días. Miré las vías, herrumbrosas, de lo que alguna vez fue el ferrocarril. Y lo que es contemplar el mundo según el estado de ánimo: miré lo que había quedado del país en este sexenio, lo que quedó del sexenio y lo que quedó, más allá de ranchos y haciendas, del padrastro de Manolo Bribiesca sólo restos del naufragio político, moral, cultural y de fama pública; desencanto y descrédito que abarcó a quienes sobreviven atejonados al amor del poder, de Los Pinos y de una cáfila de jueces alcahuetes. Así pasan las glorias de este mundo. Así pasaste tú, sombra fugaz, amantísima sombra. Y aquel suspiro. Ruidosón, alardoso. ¿Mío? ¿Así es mi estilo de suspirar…?

– ¿Lo asusté? Ha de dispensar, pero es que este sufridero…

Y la tufarada de humo que entre los mostachos se filtró pestilente a licor fermentado. Ájale, ¿y éste? ¿De dónde salió, a qué horas? Ahí, a mi lado en la banca, echaba las pupilas a pastar en unos verdes cenicientos de resequedad.

«Aquí, como usted, tristeando. Colegas usted y yo, por la pinta. Jubilados los dos» -y miraba algún punto, a lo lejos.

– Yo no soy ningún jubilado, protesté. Jubilado nunca, jubilado de nada. Y usted mismo parece no haber llegado a la edad requerida. ¿De qué se ha jubilado?

– De la vida, ¿le parece poco…?

Y el nuevo suspiro, que compartí. Alma mía de mi ausente…

Cuando el objeto aquel le brilló en la zurda sentí que mi estómago pegaba la machincuepa ¿Revolver, puñal? Dios, que el jubilado metido a asaltante no me vaya a dejar malherido. Que como torero de prosapia se tire a matar, que en este momento la muerte no me será tan gravosa Tragué una tarascada de lo que quedó del oxígeno en la noble y vial.

Pero no, cuál revolver, cuál puñal: un cuartito de licor. Y el prolongado amamantón. Lo observé de ganchete: Dios, lo que ha quedado de lo que fue un hombre. Como lo que ha quedado de México después de la depredación beata, yunquera y legionaria de Marta y Maciel. Me aprontó el gollete -no Maciel, sino el recién aparecido. El gollete de la botella Rehusé, que conmigo el licor topó en tepetate.

– Lo siento por usted, bato, con lo bocabajeado que se nota Pena de amor desgraciado, ¿verdad? Y a su edad…

Cómo podría adivinar lo de la edad. Lo del amor, más propiamente. ¿Psicólogo? Pero también el pensamiento me adivinaba:

– Todos los amores son desgraciados, y más los batos que los soportan. Pero no, cuál psicólogo. Soy maestro, y de lo más canelón.

Que por testigos ponía testimonios de sus propios discípulos. De una bolsa de la chamarra lo vi sacar aquel rollo de papeles que hagan de cuenta los pellejos de algunos: viejos, ajados, amarillentos. «Lea mi señor. A las damas primero». Y cuando pasé mis niñas por sobre tales papeles: ‘Tero lea en voz alta, metiéndole entonación y fraseo, para que cobre vida y sentido el escrito».

Respiré hondo, carraspeé, y mientras el humo pestilente me chicoteaba boca y nariz… (Mañana)

Es de Borgues. (De Borges, perdón.)

Voy a contarles un cuento, mis valedores. El muerto, su título, y el autor nada menos que Jorge Luis Borges; José Luis Borgues, para el Fox de la mega-biblioteca De protagonistas: uno es Benjamín Otárola, joven de edad, argentino de nacimiento, ambicioso por naturaleza y rijoso de vocación, cuya vida transcurre plácidamente de taberna en taberna, y en la diestra el puñal. El otro es un tal Azevedo Bandeira, uruguayo, empaque de mono y tigre en aquel su rostro de indio, negro y judío, que capitanea cierta banda de facinerosos de oficios múltiples. El contrabando, en primer lugar. Entre Otárola y Bandeira, lógico: la impredecíble, la desdeñosa mujer de pelo colorado a la que el recién ingresado a la banda conoce a medio vestir y descalza en la cama del enigmático Bandeira En tratándose de hombradas de cualquier tipo, «los gauchos dicen que Bandeira lo hace mejor».

Otárola se inicia de tropero, y su vida se mide a jornadas que tienen el olor del caballo, vida atroz, santo y seña de quienes «en su sangre llevan la llanura inagotable que resuena bajo los cascos». Pero Otárola es ambicioso y desea progresar, ascender a contrabandista Lo logra a su modo: una noche dos de la banda cruzarán la frontera para contrabandear una partida de licor. Otárola provoca a uno, lo hiere y toma su lugar, según dice Borgues (perdón, que lo dije al modo de Fox. Borges, quise decir. Así sí.)

Un año en el contrabando, y Otárola vuelve a ver el patrón. Dicen, con temor, que está enfermo. Un moreno suele subir a su dormitorio con la caldera y el mate. Cierta tarde de su destino le recomiendan esa tarea a Otárola, que se siente humillado, pero satisfecho también. Entrará a la intimidad del inescrutable Bandeira, y ya en el interior del dormitorio: pocos utensilios y muchas armas blancas y armas de fuego. Observa al facineroso, que dormita y se queja Nota las canas del patrón, la fatiga, la flojedad y las grietas que en las carnes del humano y a lo alevoso van abriendo los años. Y qué hacer.

¿Servir a este viejo? La idea lo subleva Ve entonces, descalza y a medio vestir, a la mujer de la roja pelambre en que juegan los dedos del viejo. Al permiso del patrón. Otárola se retira Pero su mente ya lleva el plan…

Y la orden de salir rumbo al Norte, y la partida, y la llegada a una estancia perdida, y en rueda de peones Otárola escucha que Bandeira no tarda en llegar de Montevideo, a ajustar cuentas con alguno que se le insubordinó y trata de mandar demasiado. Y hasta la mísera estancia llega el ajuar de casa, desde la palangana de plata hasta las armas largas y los puñales. Con ellos, la mujer del cabello rojizo, y es entonces cuando Otárola conoce al guardaespaldas de Azevedo Bandeira, un cierto Ulpiano Suárez que habla poco, reservado y hostil, tal vez desdén o tan solo barbarie. Conoce también aquel alazán tostado, enjaezado a lo suntuoso, símbolo de autoridad del patrón. Otárola, por ello mismo, codicia el caballo y a la mujer del pelo rojizo. Y aquí la historia se complica y se ahonda, asegura Borges.

Porque, fijaros bien, «Azevedo Bandeira es diestro en el arte de la intimidación progresiva, en la satánica maniobra de humillar al interlocutor gradualmente, combinado veras y bulas», y Otárola ha comenzado a suplantar paulatinamente a Bandeira. A lo cazurro, el autor:

«Muchas cosas van aconteciendo después, de las que sé unas pocas».

Y ellas son: que Otárola desconoce la autoridad de Bandeira, y que «da en olvidar, corregir, invertir sus órdenes»; que un día en que la banda se enfrenta a gente hostil, Otárola usurpa el lugar de Bandeira da las órdenes y regresa con una bala en el hombro. Esa tarde unas gotas de su sangre manchan la montura del penco, y esa noche duerme con la mujer de pelo reluciente. De ahí en adelante, Otárola desdeña las órdenes de Azevedo. Le causa lástima.. Y llega aquella noche de hartazgo y comelitón, alcohol pendenciero y vértigo. «Taciturno entre los que gritan», Bandeira, de súbito, llama a la mujer, que sale a medio vestir: ‘Ya que vos y el porteño se quieren tanto, ahora mismo, a la vista de todos, van a.» Brutal. Ella, entre lágrimas, se resiste; ellos la arrojan sobre el sobrón, y es entonces: Otárola comprende que desde un principio lo midió el patrón y que, para divertirse a lo morboso, le permitió el amor, el mando y el triunfo porque ya estaba condenado a muerte. El final:

«Suárez, casi con desdén, hace fuego…»

Así, sin sadismo de sicópata sin más torturas ni humillaciones, sin la hipocresía de invocar la ley. Bandeira no era hombre vil ni aguardó tres años para asestar el balazo mortal. A su orden, Suárez mató al ensorbecido, no lo torturó previamente, ni violó a las mujeres, ni resquebrajó los huesos de los ensorbecidos Otárolas de Atenco, ni los mantiene hoy apandados mientras a lo hipócrita ventosea su respeto a la ley y a los derechos humanos. Bandeira Wilfrido. (Fox.)

Verdulería y lavadero…

El ejercicio de la nostalgia, mis valedores. Frente al herradero en que los candidatos han convertido la sucesión presidencial, me pregunto: ¿Todo tiempo pasado (todo dedazo pasado) fue mejor? ¿Peor? Del proceso electoral, ¿qué se decía en los tiempos del PRI-Gobierno? Las observaciones expresadas por analistas extranjeros hace más de tres décadas hoy guardan asombrosa actualidad. Y si no, juzguen ustedes. RE. Scott en su obra Gobierno mexicano en transición (¿en transición, durante el sexenio de Echeverría? En fin):

«Después de un análisis profundo de los candidatos, el presidente en turno, en Los pinos, selecciona a su sucesor». Y S.P. Huntington: «Los presidentes mexicanos son seleccionados a través de un complejo y misterioso proceso dentro del partido oficial, al que se le denomina auscultación. Aquí entran recomendaciones, consultas, discusiones y el consenso general del actual presidente, quien desempeña el papel principal».

La revista Look: «Este arrogante cambio de un gobierno nacional tiene lugar dentro de uno de los instrumentos políticos más deformes e intangibles, pero disciplinado y efectivo que haya ideado hombre alguno: el PRI…»

La revista francesa América Latina: «La diversidad de las corrientes políticas que se sienten en el seno del PRI no impide una absoluta solidaridad en el momento de decisiones capitales. La nominación de un candidato es hecha en forma ardua, proceso que provoca muchas veces profundas tensiones internas. Pero cuando la decisión se ha tomado, la unidad se acentúa en torno del hombre que deberá ser el candidato del PRI a la presidencia de la república, con objeto de obtener el mejor de los éxitos…»

Huntington: «El alcance más importante del sistema partidista mexicano ha sido el de resolver pacíficamente la sucesión presidencial. Aunado a los requerimientos legales, el candidato debe poseer otras cualidades que lo hagan aceptable desde un punto de vista político, que no legal. Ellas son:

L- El candidato deberá contar con la aceptación del presidente en turno. 2-Deberá encontrarse en perfecto estado de salud, tener mucha energía y no ser violentamente feo. 3.- A pesar de que se le considere muy hombre, no deberá ser muy macho. 4.- Deberá ser un hombre de familia, con una esposa que se interese en los asuntos públicos y políticos del país, pero que no llegue al extremo de interferir predominantemente en ellos. 5.- La esposa no deberá ser extranjera, y mucho menos norteamericana. 6.- La religión del presidenciable podrá variar desde el catolicismo romano a la del libre pensador; pero en ningún caso podrá ser un religioso fanático. 7.- Tendrá alguna clase de currículo revolucionario. 8.- Deberá tener la educación suficiente para entender la escena nacional y poder operar efectivamente en ella El nivel aconsejable es el universitario, particularmente poseer estudios de derecho. 9.- Por lo general deberá pertenecer a la clase media si no en origen, por lo menos en apariencia 10.- Generalmente, los candidatos han nacido en estados de la república situados en la Mesa Central o cercanos a ésta, o de estados económicamente importantes.

11.- Invariablemente, el candidato deberá tener profundas experiencias electorales y políticas adquiridas en pasadas campañas presidenciales. 12.- El candidato deberá ser conocido nacionalmente, y tener el consenso de los principales grupos políticos y sociales de México. Asimismo, no podrá identificarse profundamente con alguna de las alas extremistas del PRI, ni con la derecha, ni con la izquierda Un joven mexicano que diga que quiere ser presidente algún día, es juzgado no como un patriota, sino como un tonto. Si abriga esa ambición debe guardarse sus pensamientos, ingresar a la burocracia del PRI, trabajar con obediencia y confiar en la suerte…»

No previeron los analistas que el PRI iba a ser expulsado de Los Pinos, y que de la sucesión presidencial sólo quedaría la elección de estado como en los tiempos del Tricolor, ahora haciendo a un lado las formas, el disimulo y un cierto aire de decoro y dignidad. No olvidemos lo que dijo don Jesús Reyes Heroles, priista e ideólogo de la «Revolución», vocablo hoy arrumbado en el desván de los cachivaches: «En el ejercicio político la forma es fondo».
Y eso es lo que Fox desfondó: la forma, el decoro, la dignidad debida a la investidura presidencial y el comportamiento de los candidatos. A Huntington le faltó el requisito 13.- El candidato no debe convertir la justa electoral en pleito de verdulería y lavadero. No debe vomitar contra el adversario ofensas y vituperios. No debe arrojarle a la cara ventosidad de calumnias y diarrea de descalificaciones. A las masas no debe convencerlas con esos recursos de tan baja ley y tan mala leche Total, que el voto de calidad ya ha sido otorgado, y viene de uno de los votantes del exterior. De Washington. ¿Entonces? (En fin.)

¡Esos engañabobos..!

Esta vez las palabras enmascaradas, esas que toda clase de picaros han prostituido para manipular a las masas en provecho personal y de clase Qué ejemplo mejor de tal lenguaje embustero que las líneas siguientes, pronunciadas la semana anterior por ese modelo de engañabobos que es Carlos Abascal, secretario de Gobernación:

¡Mi reconocimiento expreso al señor gobernador del Estado de México, don Enrique Peña Nieto, por su compromiso con el dialogo con el Estado de Derecho y también con el respeto a los derechos humanos. Hagamos el diálogo y la negociación, como hasta ahora, cada vez más intensos, el método político privilegiado de la democracia..!»

Por su compromiso con el diálogo, dijo; por el respeto a los derechos humanos, agregó; del diálogo y la negociación, afirmó, y no le dio vergüenza; «como hasta ahora», y muy a la manera del marido de Marta, terminó mentándonos la «democracia». De sus palabras, ¿qué diría Amnistía Internacional, que dirían las mujeres y los hombres de Atenco que acaban de probar en carne propia, en carne viva y sangrante, el compromiso con el diálogo, el respeto a los derechos humanos y el diálogo y la negociación de «don» Enrique Peña Nieto? Mis valedores: ya nos tomaron la medida…

¿Que no? ¿Entonces qué significan las palabras de Wilfrido Robledo, policía encargado del operativo policiaco de San Salvador Atenco? Dijo, se atrevió a decir: ‘Todos los policías están limpios. En los autobuses de traslado de reos nos sucedió absolutamente nada…»

¿Nada sucedió? «Se violaron los derechos humanos», afirma un denunciante, y el historiador Adolfo Gilly. «¡No, no se violaron derechos humanos. Se violaron mujeres, seres humanos, no derechos humanos..!»

Pues sí, pero no, que a decir de Robledo, «En el operativo de Atenco no sucedió absolutamente nada». Y sí, tales son las palabras embozadas, esas voces que tantos, a lo ventajista y mañoso, han prostituido para engañar en provecho propio a los pobres de espíritu; y es que cuando una sociedad se enferma de gravedad, lo primero que se gangrena es el lenguaje O dicho así:

«No hay mejor manera de lograr que se acepten doctrinas extrañas y absurdas, o de defenderlas, que rodearlas de legiones de palabras oscuras, dudosas e indefinidas, las que los picaros toman como refugios, como guaridas de ladrones o madrigueras de zorros de las que, si resulta difícil hacer salir a los tales embusteros, ello no es por la fuerza que tienen, sino por las zarzas y espinas y la oscuridad de los matorrales en que se han refugiado. Pues como la falsedad resulta inaceptable para la mente del hombre, al absurdo no le queda otra defensa que la oscuridad del lenguaje». ¿Alguna semejanza con los Fox, Abascal, Robledo y congéneres..?

Porque el manipulador «empuja hacia delante palabras como si fuesen caballos de Troya, y nosotros las dejamos entrar porque hacen que nos deslumhren. Una vez que han entrado, dentro de nosotros se despliegan como ejércitos de significados extraños y asombrosos; la fortaleza ha sido toma antes de que nos hayamos puesto en guardia».

¿Los vocablos más prostituidos, más envenenados hoy día? El más engañoso y engañado del sexenio actual, «democracia», se analizó aquí mismo el pasado viernes. Así, sin apellidos, como quieren los intelectuales orgánicos del Poder. Democracia Sin más. A la pura acción de ir a votar tales tramposos le llaman democracia, cuando es sólo una ínfima fracción de una de las tantas vertientes que existen dentro del sistema democrático. Y esas mayorías ayunas de lo más rudimentario en materia de teoría política: «Muy cierto, con Fox y a partir del 2000, ya vivimos en plena democracia». Empobrecidos cada vez más, con un país cada vez más ajeno y enajenado, pero eso sí: dentro de una flamante democracia. Es México, este país.

Otro caballito de combate del lenguaje manipulador, al que hoy quiero referirme, es el vocablo «populismo». Nadie, cuando lo señala con el dedo acusador, explica a las masas lo que «populismo» pueda significar, pero los picaros lo han cargado mañosamente de aristas, filos y dinamita; lo han tornado una bomba a punto de estallar y un alias mortal de necesidad. Hoy, en la Unión Americana, Vicente Fox:

«No hay mejor política social que generar empleo; mejor manera de combatir la pobreza que generando riqueza; luego a veces por eso la demagogia, el populismo no van con el necesario desarrollo de la gente…»

Lo dijo, y siguió tan campante. No se la mordió, me refiero a la lengua Democracia populismo. Ambos vocablos constituyen, en el evangelio según san Fox, los dos polos de un sistema político: el del bien y el del mal. Para él. (Seguiré con el tema)

Esa mentada «democracia…»

Más de la mitad de los mexicanos se encuentran insatisfechos con la manera como la democracia funciona en México. La mayoría considera que la situación política es inestable y califica negativamente el nivel democrático.

Tal asegura la inevitable «encuesta de opinión», ésta fechada el pasado lunes. Bueno, sí, ¿pero qué viene a ser, bien mirado, la democracia? ¿A qué democracia se refieren los mexicanos «encuestados»? ¿Sabrán esos mexicanos en qué consiste la democracia? Porque esa es una de las palabras embozadas, enmascaradas, que los picaros han prostituido para manipular a las masas en provecho propio. Se ufana un Carlos Abascal, secretario de Gobernación:

«¡Mi reconocimiento expreso al señor gobernador del estado de México, don Enrique Peña Nieto, por su compromiso con el diálogo con el Estado de Derecho y también con el respeto a los derechos humanos. Hagamos el diálogo y la negociación, como hasta ahora, cada vez más intensos, el método político privilegiado de la democracia…!»

La democracia, dijo, tal como el pasado lunes lo afirmó el presidente Bush: «Estoy preocupado por la erosión de la democracia en Venezuela y Bolivia». Democracia, que sirve lo mismo para un barrido que para un fregado. Para todos los fregados del mundo. Mis valedores: como para hacer un poco de luz en semejante vocablo tan mal utilizado, y tan de mala fe, traigo aquí la definición que al respecto proporciona el analista Heinz Dieterich:

«Como una de las características de los sistemas sociales avanzados, la democracia puede concebirse en tres dimensiones: la social, entendida como la calidad de vida material. La formal, entendida como la existencia de determinadas reglas generales de poderes, derechos y obligaciones de las diversas instituciones y entidades que componen el sistema social, y la participativa, entendida como la decisión real de los asuntos públicos trascendentales por parte de las mayorías de la sociedad, con la debida protección de las minorías».

Esto, ¿lo sabían los mexicanos «encuestados»? Bien lo supuso hace más de dos siglos y medio Montesquieu, filósofo de la ciencia política:

La gran ventaja de los representantes es su capacidad para discutir los asuntos políticos. El pueblo no es apto para ello en absoluto, lo cual constituye uno de los grandes inconvenientes de la democracia…

Pero, mis valedores, qué vocablo mejor para manipular a las masas que el esa reputadísima palabra que el marido de Marta no se apea de los labios, sin explicar a qué clase de «democracia» se refiere. ¿Que se trata de ensalzar a los héroes? Democracia ¿De anatemizar a los adversarios políticos? Democracia ¿De aludir a las mujeres violadas con los toletes de Wilfrido Robledo en Atenco? Democracia ¿De referirse a los focos rojos y la crispación que el propio «demócrata» ha generado en las masas del país? Democracia ¿De frenar su verborrea? Democracia Así, sin apellidos, y sin que el verborreico aclare alguna vez qué democracia mienta; si la liberal, la burguesa la socialista, la político-electoral (electorera en el caso nuestro), si la social, formal, participativa representativa en fin, de qué democracia esté hablando, que no sea una trampa verbal, sólo una vil manipulación de masas.

Ah, esa obsesión, esa idea fija que con la terquedad de un moscón mielero pronuncia y repite un día sí, y el siguiente también, democracia La de Fox, mis valedores (me refiero a su «democracia»), alude al proceso electoral, ese que constituye la fracción pequeñaja de una de las tantas vertientes que existen dentro del vocablo reiterado hasta la náusea Muy claramente lo señala el analista, lástima que la televisión nos evite encender la luz en nuestro cerebro y con ello nos mantenga en la mediocridad:

Cada político empuja hacia adelante palabras corno si fuesen caballos de Troya, y nosotros las dejamos entrar porque hacen que nos deslumbre (¡democracia!). Una vez que han entrado, dentro de nosotros se despliegan como ejércitos de significados extraños y asombrosos; la fortaleza ha sido tomada antes de que nos hayamos puesto en guardia…

Cierto: cuando una sociedad enferma lo primero que se gangrena es el lenguaje, y «no hay mejor manera de lograr que se acepten doctrinas extrañas y absurdas, o de defenderlas, que rodeándolas de legiones de palabras oscuras, dudosas e indefinidas, que los gesticuladores toman como refugios, como guaridas de ladrones o madrigueras de zorros, de donde es difícil hacer salir a tales embusteros, y esto no por la fuerza que tienen, sino por las zarzas y espinas y la oscuridad de los matorrales en que se han refugiado. Pues como la falsedad resulta inaceptable para la mente del hombre, al absurdo no le queda más defensa que la oscuridad del lenguaje». (Seguiré con el tema)

Santito nuevo…

De Marcial Maciel les hablé ayer aquí mismo, del protector de Maciel (Juan Pablo II) y de los protegidos de Maciel (el matrimonio encuevado en Los Pinos.) Comenté que todo ha cambiado desde la primera visita papal, excepto la carencia de religiosidad y moral personal y colectiva del mexicano. Esto me llevó a reflexionar en el México que he vivido desde que llegué de mis terrones zacatecanos hasta las 5 visitas papales. Aquí, remembranzas de los tiempos que se me fueron para nunca más:

¿Saben ustedes, pregunté ayer, cuál era el alma musical del vecindario en los años sesenta, cuando tuve la fortuna de arribar a esta ciudad y alojarme en el mero corazón de Tepito? Como chifleta para los arrimadizos que llegábamos en procura de la sobrevivencia: «Los marcianos llegaron ya». Tal era el alma musical del vecindario y de la vecindad que me dio cobijo. «Por vivir en el quinto patio», se dolía el barítono. No lloro, nomás me acuerdo…

Aquí te nombro, vecindad barriobajera donde me dieron hogar mis buenos amigos, que mejores no los he vuelto a encontrar. Tanto encarnó esa amistad que aún hoy los visito, y de la amistad disfrutamos, y de los frijoles negros, tan sabrosones, y de los chismarajos de la vecindad, sabrosísimos. En una visita que coincidió con la 5a. del papa protector de presuntos pedófilos, Hugo, mi amigo, al oscurecer: «Vamos a pasear por el barrio, bigotón».

Y allá vamos, al gozoso recorrer de las calles, plazas, callejones; a bebernos por boca y nariz los aromas del arrabal, sus tufos y olores, su dejo al hablar, los modos y estilos y el ánima de un caserío que se transforma con el resto de la ciudad. «Mira allá. ¿Te acuerdas de las morras que te enseñaron a pecar? Al lado quedaba el cine. Sí, donde ahora ves ese estacionamiento».
Mi arrabal, variopinto amasijo de buscavidas y traficantes que son corazón bandolero y mielecita en penca. Mi gente…

– Allá, ¿la ves? Mi prima la Bicha, haciendo esquina (condenada crisis). No te llevo a saludarla porque no le gustan las visitas a la hora del trabajo, y luego tú pides fiado. O cachuchazo, de plano. ¿Ves? Ya agarró cliente.

Dimos vuelta a la esquina, y nos invadió la arribazón de los beneméritos buscavidas: comercio ambulante, sí, los puesteros que hace años, décadas, me ofertaban a gritos sus mercaderías de costumbre: y que lleve su afrodisiaco hecho en casa, y que videos de alta tensión, y que estimulantes para engordar, alargar, prolongar. De pilas, corriente alterna y accionados a mano. Hechizos y de Taiwán. Sin factura. Garantizados. Pruébeselos. «Llévese la chamaca, señor. Qué formas, qué curvas, qué.cosas. Hágala suya ¿Qué, se la lleva?»

Inflable. En derredor, oleadas, se me dejaban venir los vendedores de siempre, que me tupieron y atiborraron con las mercancías, que esta vez ya no fueron las acostumbradas. Algo había cambiado con la visita del papa. Al amanecer otro día, desparramadas sobre mi escritorio, miraba la compra de la noche anterior, y fue entonces: fruncido el ánimo caí en la cuenta de que no, mis valedores, mi ciudad, tras de la visita papal, ya no era la misma. Sobre el escritorio desparramadas examiné las compras de la noche anterior e hice el corte de caja: ya no la jocunda pornografía de los viejos tiempos, sino una gruesa, pero de fotos del romano pontífice; una Biblia, un rosario que, me juraron, había sido del Papa; la oración del Justo Juez, acabada de bendecir; un escapulario de franela color café, que me produciría 200 indulgencias a la semana y una plenaria al mes; un libro de jaculatorias, triduo y tedéum; un cuaderno para mi ramillete espiritual; tres retablos de la Patrona y un busto de yeso del actor José Luis Jiménez que la vendedora juró era Juan Dieguito; una medalla milagrosa (litúrgica, no de olimpiada), oro macizo de 24 kilates con su revestimento de cobre, reconfortada con todos los auxilios espirituales y la bendición papal, y el horror: libelos de asociaciones católicas donde los padres de familia ¡exigen educación dogmática en las escuelas! Mis valedores:

Frente a la mercancía me quedé pensando en el México nuevo, el que el papa vino a transformar, no en principios, valores, moral, religiosidad, sino en la mercadería del comercio informal. Yo, rascándomela (la nuca), me preguntaba: ¿cuánto, en qué aspectos será transformada mi gente con la 5a. visita papal? ¿Cuánto con su nuevo Juan Diego. Y santito nuevo, dónde te pondré. Porque aquella noche (agosto del 2002) en el barrio bajo, me acuerdo:

– No, mire, viagra no la trabajamos, sólo tiznaderitas religiosas. Pero viagra pa’ qué, mi señor. Esta que se lleva es mejor que viagra. Así, mire: la hace carrujo en derredor, unas cuantas frotaditas, y milagrosa. Pruébela

Resultó ser la oración de la Madre Mariana Esa noche la probé: una sobada dos, muchas, hasta la excoriación, pero milagro cuál. Mis valedores: tal es lo que la 5a visita del protector de pedófilos cambió la ciudad, y no más. (Lástima)

Oh, y ahora quién…

Ya se cayó el arbolito donde dormía el pavo real. Porque, mis valedores, el reputadísimo querendón de seminaristas, legionario de Cristo y fundador de legionarios Marcial Maciel, acaba de ser oficialmente defenestrado por Joseph Ratzinger, ahora pronto Benedicto XVI, con la invitación expresa de que de aquí en adelante nada de celebrar misas ni confesar penitentes; que ahora el muy penitente sólo cuenta con el permiso divino para el cilicio, la oración y el recogimiento. Laus Deo.

Y lo que el cura caído en desgracia debe de andar echando de menos a aquel su protector que en vida le sirvió de tapadera, el ya casi santo Juan Pablo II. Tengo aquí, sobre mi mesa de trabajo, la foto del par, uno de rodillas y el otro en el sillón papal y posando su diestra sobre la frente del legionario mayor. Eran los tiempos de beatitud para el que tantos acusan, besando la cruz, de abusador sexual. Así pasan las glorias de este mundo…

Pues sí, pero con la caída del padre Marcial, otro par que yo conozco se quedó chiflando en la loma y agarrado nomás de la brocha. Exacto, sí, la «pareja presidencial» de nuestro país. La «primera dama» y su segundo marido acaban de perder una valiosísima influencia en El Vaticano, y con ella la esperanza de que Ratzinger vaya a anular el matrimonio religioso de Fox con Lilián de la Concha, su primera esposa, y así la pareja de Los Pinos pueda casarse de blanco. Porque los puros esfuerzos y cabildeos de los políticos de sotana Norberto Rivera y Onésimo Cepeda no tienen detrás la fuerza, la contundencia, que el padrecito Maciel tenía por delante En fin. Mis valedores…

Miro la foto del ya casi santo, miro la foto de la ya casi «ex-primera dama». Advierto que la contrariedad la ha forzado a fruncir la boca, para que al esfuerzo de sus labios se le plieguen de arrugas. Torno a observar su vera efigie, torno a observar la del protector del Maciel garañón, y travesuras serán del chamuco, pero ya hoy el carisma, el prestigio y la autoridad moral del antecesor de Ratzinger se me figuran tan disminuidos, y tan abollada la aureola que los rabicalientes le enjaretan antes de tiempo. Juan Pablo II, valedor de honras en entredicho…

Una noticia me lleva a unas fotos, y las fotos me llevan a añoranzas diversas, y caigo, a lo inadvertido, a rememorar aquellas visitas a nuestro país del que las masas llegaron a proclamar «el amigo de México». Ustedes han de dispensar la divagación, pero a lo mejor, como a mí, la añoranza les trae dos o tres imágenes de tiempos que se fueron para nunca más. Por ejemplo…

Recuerdo la quinta visita de Karol Wojtyla, que sería la postrera, cuando llegó con el propósito expreso de otorgar la categoría de santo a un vagoroso, a un impreciso beato Juan Diego, al que fray Juan de Zumárraga, él tan acucioso en sus crónicas, nunca de los nuncas hizo la más leve alusión. Como para leer entre líneas…

Proyectada del 30 de julio al lo. de agosto del año del Señor de 2002, la visita del papa de Roma realizó el consabido prodigio de congregar las multitudes de siempre, las muchedumbres acostumbradas, unas masas delirantes que, en el filo del éxtasis, a gritos clamaran nombrándolo padre, y santo, y enviado de Dios. Y en eso fue todo a parar, porque el pontífice retornó al Vaticano, y en las masas que no terminaban de aclamarlo tanto amor, tanta veneración y bendiciones tantas nunca hasta hoy día se han traducido en un tanto así, miren, de elevación en la religiosidad del mexicano ni en el acrecentamiento de los valores morales de la comunidad. El quinto viaje del papa polaco. Me acuerdo-Desde los preparativos. De la seguridad del pontífice lo afirmaba el diario Reforma: «Como los apóstoles a Jesús, doce personas rodearán en todo momento a Juan Pablo II, todos ellos son cintas negras entre el cuarto y octavo grado», sintaxis de don Hugo Corzo, y la salerosa declaración de un Andrés Gutiérrez Cano, responsable de la seguridad papal:

– A la gente le dolería más un atentado contra el Papa que contra cualquier otra persona; incluso si fuera contra el propio Presidente de México, no dolería tanto como si fuera Su Santidad.

Leí noticia, leí el comentario, y de golpe me prendió la añoranza de una gira papal anterior, la de enero de 1999, que coincidió con mi retorno al barrio bajo, ese entrañable arrabal que décadas antes y a corazón abierto había salido a recibirme, aunque a lo discreto y sin alborotos, cuando llegué desde mis terrones zacatecanos. Ya llovió desde entonces; ya se produjeron muchas inversiones, algunas térmicas. Qué tiempos. Y si no, echemos cuentas. ¿Saben ustedes cuál era el alma musical del vecindario por aquellos años? (Eso, mañana.)

Esto va para Chalco…

Va este mensaje para mis valedores de Ixtapaluca del Valle de Chalco y puntos circunvecinos que, con zozobra y temor, se enfrentan por estos días a un peligro inminente. Va, solidario, para todos ustedes.

Animo, no rendirse en su lucha, no perder el valor. La calamidad que se cierne sobre todos ustedes es grave, pero no podría compararse a la que los compas de Atenco acaban de padecer con bestialidad de los uniformados de Vicente Fox. Ominosa es la situación, y el peligro inminente, pero a diferencia de los macheteros, ustedes tienen a la mano la salvación, y la mantienen en el mero corazón del hogar. Ánimo, todos ustedes.

No, no me refiero esta vez al pensamiento mágico ni a la devoción milagrera, no al Crucificado ni a la Virgencita de Guadalupe. La solución se ubica en el artilugio que ustedes mantienen en el espacio privilegiado del hogar. Sí, por supuesto: me refiero al televisor, pues a cuál otro iba a ser. Ya oigo al escéptico que me la va a interpelar:

– ?iganlo con su choro. Cómo de que el televisor va a protegernos de la amenaza descomunal. Que el pseudo-neo-comunistoide venga y calcule el peligro, a ver su nos sale después con que un móndrigo televisor…

Un momento, respondo. Lo del televisor no es una ocurrencia personal, sino una propuesta colegiada donde intervienen quienes del cinescopio conocen, y mucho, y sólo quieren colaborar en la solución del problema Me refiero a los vecinos del edificio de Cádiz. La tía Conchis, por ejemplo.:

– Que chalcas y ixtapalucas hagan un esfuercito a nivel familiar y que incrementen el tiempo que le dedican al duopolio, ya sea la Televisa o TV Azteca Con eso, santo remedio.

– Pero ojo -el joven juguero-: que no vayan a perder su tiempo con un programa cualquiera Escogiditos. Uno de ellos tiene que ser La Oreja de Origel, y el otro Ventaniando, de la Chapoy. Ambos dos programas están a la mera medida para solucionarles un problema que ojalá y Dios quiera y no.

– Bueno, pero no creo que deban recurrir a casos extremos -me atreví a objetar-. Los habitantes de Chalco e Ixtapaluca tienen el recurso de las autoridades correspondientes, porque…

– ?iganlo -me interrumpió el Síquiri-.¿Ya tan vetarro y todavía vive en el candor de cuando su baile de quince años, con chambelanes y fervorín? Quezque autoridades. ¡Esas sirven pa lo que se le unta al queso, mas que lo dejen picoso! ¿Los compas de Chalco no recurrieron ya a las autoridades? ¿Y?

Torné al silencio. La Maconda «Ora que programas que den resultado. Yo les sugeriría: «Con todo», Permítame tantito» e «Infarto». Cómo la ven…

Muchas otras emisiones de TV se bajaron: que si «Al rojo vivo», que si «Primer Impacto», «El gordo y la flaca», «Escándalo…»

– Yo creo que todos los del duopolio, de principio a fin, (La Lichona). Porque miren ustedes; tenemos el caso de Laura en América«, que…

«¡Laura en América!» Ese sí lo conozco, dije a los contertulios y digo a todos ustedes, mis valedores de Chalco y Anexas. Ese es el programa de TV indicado para solucionarles, mis valedores de Chalco y anexas. Ese es el programa de TV indicado para solucionarles el problemón. «Laura en América», esa bazofia que en plena cara nos arroja la TV de Perú, y que conduce a lo estridente, a lo escandaloso y alborotero una tal Laura que se enriqueció con los dineros de la corrupción compartida con el corrompido funcionario Montesinos. Yo tuve que presenciar, náusea en el gañote, dos o tres emisiones del programa de marras en casa de la tía Conchis alguna vez que necesité documentarme al respecto para un reportaje de nuestra Radio UNAM. Miseria humana, abyección, cuando no vil histrionismo y simulación de los participantes. En fin, que ustedes, los del problema inminente, lo conocen mejor que yo.

¿Que por qué los de Cádiz recomendamos a los de Chalco y anexas incrementar las horas de vida que dedican al cinescopio? Porque con la estrategia de maestros, estudiantes y demás mega-marchantes profesionales no van a lograr que las autoridades enfrenten el problemón. Leo en el matutino:

Ixtapaluca, Mex. habitantes de la colonia H Molino, del Valle de Chalco, bloquearon por tres horas la autopista México-Puebla, en demanda de que las autoridades remedien una fisura y filtraciones de aguas negras del canal La Compañía. Mis valedores del Valle de Chalco, Ixtapaluca y anexas:

De aquí a que las autoridades se avoquen a conjurar el peligro, si es que se avocan, ¿no es conveniente que con la programación de la tele, alimento espiritual de los mexicanos, puedan ustedes resistir la arribazón de aguas negras, que el 31 de mayo del 2000 inundó de heces fecales casas, cocinas, patios y dormitorios? Si desde ahora se habitúan a la miércoles de la TV, ¿no les resultará hasta agradable, si los inunda la que arrastra el canal de La Compañía? (Digo.)

Reina por un día

Por un sexenio, más propiamente. Que la reina efímera, de hojalata y sololoy, acaba de morir, y que a nadie o a muy pocos les interesó su muerte, dije el viernes pasado. Que a su hora fue objeto de servilismo, adulación y tufaradas de copal, como lo siguiente que de Margarita López Portillo, la Marta Sahagún de aquel sexenio, escribió cierto político, burócrata y escritor, Agustín Yáñez de nombre:

» Margarita sin discusión, es albacea patrimonial de la Décima Musa, fabulaciones de aire oriental que recrean encantamientos de Scherezada; y, muy especial este poemario. Los días de la voz, que fue cautivándome a medida de imágenes, melodías y ritmo…» (Mira, mira…)

Mirándola, oyéndola, recordaba yo a la buena mujer, a la honesta mediocre que, con años y achaques a cuestas, trepaba los cuatro tramos de escalera que dan a este mi depto. de Cádiz y, resoplando, intentaba resuello para contarme sus planes de una telenovela imposible. (De estos destinos sabía un rato largo mi señor Shakespeare; de las abruptas mudanzas de la fortuna y de los cambios que en el débil perpetran, para perderlo, el poder excesivo y el dinero fácil. Margarita, Marta Sahagún…)

Pienso al teclear: detrás de la máquina de escribir, esta misma que ahora utilizo, recibía a Margarita, que aún no alcanzaba el rango de «doña». Aquí sigo yo, tecleando para comer. Hace rato comí para luego teclear. Margarita, en cambio, tras de una borrachera sexenal que desangró las arcas de una comunidad pobre y se apoderó de los dineros de todos, que serían para beneficio de todos, se nos ha vuelto signo y símbolo, seña de identidad de esa familia de sinvergüenzas que se quedaron sin nada más que dinero después de que acapararon tanto; que han caído a mal vivir atejonados en su madriguera; que viven, que sobreviven su precaria libertad gracias y a causa de la impunidad de unas leyes alcahuetas y unos señores justicias más alcahuetes todavía. Margarita, José L. P, Rosa Luz (y Sastra, el día de hoy, y Marta…)
Esos son los execrables que sobreviven apenas, a penas, atenidos a un olvido que no llega, y a quienes miramos con desprecio y aborrecimiento. Ah, Margarita, si por aquellos días hubiésemos sospechado el rudo destino que le aguardaba por haberse arrimado, de un chiripazo de la atolondrada fortuna, a esa fábrica de difuntos civiles que es el Sistema de Poder. Ah, Márgara, Margarita La Marta Sahagún de aquellos ayeres…

Pobre mujer, dije entonces, despojo de reina de utilería (de inutelería). Margarita, ¿se comerá esta mañana tan tranquila ella, las buscas del botín sexenal, ese que fue del boato, de la ostentación, el despilfarro, el alarde y la prepotencia, la(s) pompa(s) y circunstancias? O muy al contrario, Margarita: ¿experimenta usted a estas horas el aniquilamiento que produce todo el descrédito y todo el aborrecimiento de todo México? A saber…

Lo anterior, mis valedores, lo redacté como reacción a la noticia que apareció en octubre de 1988 en la sección de espectáculos del matutino, donde el periodista entrevista a la actriz Silvia Pinal: «Se dice que su socia, la señora Margarita López Portillo, no está de acuerdo en que el teatro lleve el nombre de Silvia Pina). ¿Qué hay de cierto en la noticia?»

Contesta la actriz: «Afortunadamente, en ningún momento ha existido ese problema. Desde hace mucho tiempo se había tomado esa decisión. La señora López Portillo no es la única socia, están sus hijos y sus nietos. Ellos mismos decidieron que el teatro llevara mi nombre y yo acepté. Yo creo que los rumores surgieron porque hace unos días se quitó mi nombre de la marquesina. Lo que pasó fue que se están realizando pruebas con el tipo de letras, para escoger el color y material. Cuando ya se escogieron esos detalles, se quitaron las letras para hacerlas en forma definitiva Todo han sido especulaciones de la gente. La señora López Portillo sigue siendo mi socia, cada una participamos con un cincuenta por ciento».

Y la noticia del matutino fechada en febrero de 1992:

«La doña Margarita -cuya apariencia por cierto, ha sufrido cambios dramáticos para bien y está guapísima- ha adquirido en propiedad el imperio editorial que fuera de la familia Ampudia, y ahora es dueña de las publicaciones Play Boy, -a través de las antiguas cabezas Signore y Caballero– (que sólo se venden por suscripción). Además, la culta dama es propietaria de la estación televisora canal 2, de Reynosa; del canal 17 en Nuevo Laredo; de Radio Cristal, del Distrito Federal, y de veinte estaciones más de radio en el área fronteriza. Para quienes se quejan de que algunos funcionarios públicos son entrenados a todo costo, para luego desperdiciar sus conocimientos, sirva de mentís el ejemplo luminoso de Margarita López Portillo«. Ah, México. (Nuestro país)

Se nos fue Margarita

Y se fue según lo determinaron sus propios merecimientos: a lo subrepticio, sin hacer ruido y sin que a nadie, o casi nadie, importara su muerte Esto, cuando en vida tanta estridencia provocó durante sus seis años de gloria efímera, los del gobierno de su hermano, experto en las artes del nepotismo, López Portillo. Por cuanto a las predaciones que perpetró al arrimo del tal hermano, Margarita se nos escapó (a mi, a ustedes, a la justicia); logró huir sin pagar su deuda porque vivió atejonada tras unas instancias justicieras alcahuetas y logró una muerte oportuna, tan inoportuna Margarita dejó de existir hace lustros. Hace un par de semanas falleció, con tanto que nos queda a deber. Clamaba el entonces López Portillo cuando candidato del Tricolor a la presidencia del país:

¡Arrojen del PRI a los pillos! ¡El Partido no es cueva de ladrones! ¡Denuncíenlos, porque el PRI no es pantalla de pillos! ¡Las causas del PRI no son ni los prófugos ni los aprovechados! ¡No a los que sólo se escudan en el Partido del pueblo para enriquecerse y robar impunemente..!
Como para leer entre líneas. Semejantes conceptos encierran su muy buena moraleja, ¿pero cuál? Piénsenlo.

Todo esto lo traigo a cuento (a remembranza), porque hace apenas un par
de semanas se nos fue de este mundo esa Margarita que, con el propio López Portillo, se escudó en el Revolucionario Institucional para enriquecerse y robar a lo delirante e impune Es México. Yo afirmo lo anterior porque aplico, simplemente el sentido común, y digo a todos ustedes:

Yo conocí a Margarita La visité en su casa de la Colonia del Valle En su compañía (no de la casa, no de la colonia- de Margarita) bebí la taza de infusión de manzanilla que me ofertaba Modestas, clase media baja las tres: la infusión, la casa la Margara Pero cosas veredes que harán retumbar la tierra, que dijo el iluminado inmortal. Cosas veredes…

A ver: conocí a Margarita en 1968. La López Portillo era, y no más, por aquellos días, una señora de clase media de mediano pasar. La conocí por culpa de un cierto trabajo mío, literario, que se publicó en la revista Rehilete de la que ella formaba parte en el consejo de redacción. Entonces, y en calidad de entrevistadora, la susodicha me entregó un cuestionario que, una vez contestado, se publicaría al final de mi contribución literaria En vez de la entrevista apareció el texto siguiente:

«Margarita López Portillo a Tomás Mojarro: A la presentación de un cuestionario extenso, qué opina de la tentación, qué pecado no tolera en el prójimo, cuál es su concepto del pecado, etcétera que quiere escritor una respuesta festiva grave sincera en ambos casos, tal vez, y coherente con el contexto general de este número, a que el propio escritor ha contribuido a dar cuerpo. Tomás Mojarro se entera del mismo cuestionario y responde en forma escueta que, habiendo leído todas las preguntas, se rehusa a contestarlas». Sin más.

Margarita era una mujer tímida que a la hora de las confianzas me reveló cómo solía tramar guiones para Televisa que el monopolio siempre le rechazaba «Mi sueño dorado es que algún día me acepten una telenovela». Me reveló su seudónimo: Sibila «Una diosa, o algo así». Le expliqué todo lo referente al personaje mitológico y, porque la vida nos apartaba la dejé de ver. Cuándo íbamos a imaginarnos, ella y yo mismo, que la Moira estaba por maltratarla tan rudamente. Y fue entonces; entonces fue…

Yo, atónito y aturdido ante la metamorfosis de aquella tímida Margarita que se producía ante mis niñas, las de mis ojos, me senté ante la máquina de escribir y redacté el texto siguiente una tarde de 1983, me acuerdo:

«Y así fue De repente vino el remolino y nos alevantó. De un día para otro se desató el ciclón y experimentamos el vértigo, y yo asistí – con el asombro en las pupilas, a la transfiguración de aquella buena mujercilla, que en todo había sido apenitas en el símbolo rutilante de un sexenio que fue de alucinación, despilfarro, frivolidad. ¿Se acuerdan, mis valedores, de aquel rebumbio, del bataclán y el boato, la prepotencia la ostentación y el brillo postizo de una Margarita que (como hoy una cierta Marta, agrego este viernes) amaneció a ser reina y señora de una corte de los milagros en donde de todo había, menos decoro? Sí, aquella soberana de hojalata y sololoy a la que enloqueció una abyecta adulación, hermana de la ostentación y lo vacío de contenido, tanto más sonoro cuanto más vacío. Qué tiempos. Qué sexenio aquél. Para calibrar la falta de decoro y la capacidad de servilismo y bajeza de todo un varón de pro, pero que de ser novelista descendió a la tenebra politiquera y con ella al ejercicio del servilismo, ahora mismo les muestra.. (Mañana)

Barrio Bajo, Barrio Alto

Una acequia de aguas limpias cruza el primero de los dos barrios. Sus habitantes la corrompen con sus desechos, y en calidad de aguas negras, pestilentes aguas, va a desembocar en el Barrio Bajo. Cierto viajero, en mayo de hace exactamente un año, presenció la mega-marcha de los damnificados en la explanada del Barrio Alto y la consiguiente golpiza de los policías al servicio de habitantes del citado barrio a todo marchante, hombre o mujer. «De manera simultánea con las mega-marchas, les aconsejó el viajero, ¿por qué no levantan una cortina de concreto que desvíe las aguas negras antes de que les corrompa el Barrio Bajo?» Ellos aceptaron, y el viajero siguió su camino. Ahora, un año después, regresaba y presenció la copia al carbón de lo ocurrido año con año, por estas fechas. Entonces…

??De nueva cuenta golpeados. Golpeados una vez más. Qué aguante.

??Madreados en la madre de todas las mega-marchitas, qué le parece.

??¿Y el río? No le desviaron la corriente, ¿verdad?
??La desviamos, pero la arena nomás no aguantó.

??¿Arena? ¿Una cortina de arena? ¿Arena, y no más?

??Pero harta arena, y de la mejor calidad.

??¿Arena, y no más?

??¡No nos venga a decir que no necesitábamos arena!

??Claro que necesitaban arena, como precisan las mega-marchas, pero arena como ingrediente, no como sustituto de todo el concreto. Alambrón, grava, cemento, en fin.

??Con la pura arena lo logramos en un principio. Unos días disminuyeron la corriente de aguas negras y el hedor. Pero la arena se chorreó.

??¿No era concreto lo que iban a utilizar para la cortina que desviase las aguas corrompidas?

??No, pues sí.

??¿No era concreto macizo para desviar las aguas?

??No, pues sí.

??¿Y qué fue lo que utilizaron?

??Pues arena. Así lo determinó el alto mando; los estrategas de lucha

??¿Y ahora qué estrategia planean sus estrategas?

??Pues arena Sí, arena, pero de mejor calidad que la de la vez anterior. Y el doble de arena Ya la estamos amontonando frente a la corriente de las aguas con que nos contaminan los del Barrio Alto.

??¿Y si los resultados les muestran que la pura arena así sea mucha y de la mejor calidad, no les da resultado? ¿Entonces qué medidas planean aplicar sus estrategas de lucha?

??Pues entonces que se cuiden los del Barrio Alto, porque el alto mando está planeando una mega-marchita como nunca antes. ¿Contamos con usted?

??¿Otra mega-marchita, como cada año? ¿Otra por más que la Historia y la realidad objetiva les demuestren (como se lo están demostrando a estas horas) que la sola mega-marchita es un recurso necesario, pero suficiente?

??Oiga no, tampoco me va usted a salir con que está de acuerdo con los compañeros del otro sector, cuyos estrategas se decidieron por la peregrinación. Eso no es más que pensamiento mágico, no conocimiento científico como el que nuestros guías utilizan para dar una pelea efectiva contra los adversarios del Barrio Alto.

??¿Conocen sus estrategas el pensamiento dogmático, profundamente conservador más allá de sus proclamas, que por estridentes ustedes toman por «revolucionarias»? Semejantes estrategas, a pesar de su evidente buena fe, ¿saben pensar, salir de la rutina que caracteriza a todo mediocre, y crear estrategias? ¿Conocen la historia se basan en las enseñanzas de la Historia esa estrella polar del auténtico revolucionario?

??¿La historia de quién, digo? No, ellos saben de todo. Los estrategas no saben fallar. Saben de marchas, las vienen estudiando desde las de los maestros y ferrocarrileros allá a fines de los años 50, calcule si saben de técnicas, tácticas y estrategias…

??¿Y ahora qué solución instrumentan?

??Más arena que es decir más mega-marchitas. ¿Qué, se nos agrega? ¡Este puño sí se ve! ¡El pueblo unido jamás será vencido! ¿Qué dice, le entra?

??Bueno, ¿pero quiénes son sus estrategas de lucha?

??Lógico, mi señor, la crema y nata de» la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. ¿Qué, le entra a la mega-marchita o le saca a los tiznadazos? Porque de que va a ser madriza la va a haber. Pero nosotros no sabemos rajarnos. Nosotros, mi señor, a aguantarla ¿Qué, le entra..?

El viajero agachó la cabeza (Qué más…)

Figuras de arena

¿Y eso? ¿Qué ocurrió aquí? Asombro en sus ojos, el viajero observó el desastre en la explanada. Y qué de golpes, desgarros, descalabraduras, rosetones de sangranza. Los despernancados con dificultad se alzaba y, entre rezongos y altisonancias, se volvían a agrupar y, rictus de esfuerzo y dolor, se preparaban, lloraderas de sangre y sudor, para la nueva embestida contra sus verdugos. El viajero los encaró:

– ¿Golpeados otra vez? ¿Como hace un año por estas fechas?

– Madreados, qué les parece Gases, toletes, violación de compañeras. Ah, pero si los del Barrio Alto creen que nos han derrotado, todavía no conocen el temple de todos nosotros, los habitantes del Barrio Bajo. Si creen que por tres docenas de golpes abandonamos la lucha, están muy equivocados.

– Así que golpeados otra vez…

Como hace un año, cuando el viajero se los vino a topar en esta misma explanada y con estas mismas descalabraduras, estos huesos astillados, semejantes rostros tumefactos.

‘Pero golpeados por quiénes, golpeados por qué», les había preguntado, cuando en su viaje pasó por aquí «Quiénes, por qué».

– ?iganlo, cómo se ve que es fuereño.

¿Pues quiénes iban a ser, si no los aborrecibles vecinos del Barrio Alto, sobrones y prepotentes dejaran de ser.

– Pero no te la calientes, me refiero a la sangre. Hay una justicia allá arriba, mira.

– Allá arriba madres. La justicia nos la estamos haciendo nosotros, justicia de hombres enteros. Si ésos creen que toletes y gases nos van a hacer recular en nuestros derechos, están muy equivocados. Apenas nos reponemos de la madriza, pero ya estamos organizándoles otra mega-marcha multitudinaria, para que sepan de qué lado está el poder.

El viajero, hace un año, se había atrevido a preguntan «¿Cuál es el motivo de la marcha, si se puede saber?»

«¿Cómo de que cuál? ¿Pues qué, no le llega el hedor? Son las aguas negras del río, mire. Limpias y cristalinas desembocan en la acequia que cruza todo el Barrio Alto, pero sus habitantes desde hace qué tiempos las vienen contaminando con sus desechos. Ya en calidad de aguas negras vienen a desembocar en nuestra acequia del Barrio Bajo, ¿se imagina? Noche y día el hedor, y los virus, microbios, mosquero y enfermedades. Aquí a mi pariente apenas ayer se le amansó la cursera.

«Lástima, porque el primer toletazo me la volvió a encabritar».

El viajero, entonces, había protestado: «¡Pero eso de contaminar las aguas es grave!»
«Por eso mismo la mega-marchita. A los móndrigos del Barrio Alto fuimos a exigirles, a demandarles, porque ya no estamos dispuestos a seguir aguantando que nos emporquen el agua del río.

«¡Contaminar aguas vivas va contra la ley!» – protestó el viajero. Esto, hace un año por estos días.

«¿La ley? Cuál ley. La ley la hacen, y a su mera medida, los del Barrio Alto. ¿Por qué cree que nosotros nos la andamos haciendo con nuestra propia mano, me refiero a la justicia? Para eso los del Barrio Bajo organizamos año con año las mega-marchitas, para exigir el respeto a nuestros derechos».

«Mega-marchitas nada más?» -el viajero.

«Mega-marchitas nada más, pero qué mega-marchitas. Nuestros estrategas de lucha nos la organizan pero que bien canelonas. Mire nomás cuántos nos reunimos esta vez».

«¿Y desde cuándo se iniciaron las marchas contra los del Barrio Alto?»

«Desde que comenzó el hedor. Hedores y mega-marchitas, mega-marchitas y hedores. A los del Barrio Alto no los dejamos en paz».

«¿Con mega-marchitas han logrado que les purifiquen el río?»

«?iganlo. ¿Pues qué no lo está oliendo, señor?»

«Y aún así, ¿todavía creen en la eficacia de las mega-marchitas? ¿No las habrán tomado, de ser un medio, como un fin? ¿Aún tienen alguna eficacia?»

«¿Y cómo no la van a tener? ¿No fue a pura punta de mega-marchitas como conseguimos que nos echaran fuera del tambo a los compas que cayeron luego de la mega-marchita anterior? ¿No fue a puras mega-marchitas como conseguimos que los otros pueblos supieran de nuestra lucha y nos manifestaran su solidaridad..?»

El viajero, entonces, y esto ocurrió hace un año: ‘Pero a fin de cuentas la limpieza del río, propósito principal, ¿se ha logrado?»

‘Ya no le hagan caso al preguntón Y órale, a juntarnos todos, porque..
(Eso, mañana)

Me mostraba el trasero…

Los gatos del vecindario, que han convertido la azotea de mi habitación en lisa nocturnal de terrorismo, guerrilla, idilios, retozos, batallas de amor y batallas de muerte, con trepidantes orgías de sexo que se desfogan a bufidos, gemidos, pujidos, maullidos, mordiscos, rasguños y altisonancias en su idioma felino. Estremecedor, por humano. Yo, en el camastro, bilis desparramada y ardorosos los ojos. Así hasta el amanecer…

Al primero que apareció en la azotea, renegrido gatazo de pupilas fosforescentes, el Ariel y su padre (de Ariel, no de ustedes), lo desterramos. Y es que cada mañana qué naufragio de cocina: la alacena saqueada, hociqueados los guisos en ollas, cazuelas y cacerolas, y el territorio marcado a chisguetes de orina como lo marcan los cánones. En el pretil de la barda el depredador, ya en retirada estratégica. Lo miraba, me miraba, lo espantaba, me mostraba el trasero, y meneándolo se alejaba sin prisa. Yo, trémulo: «Hacer algo, y pronto, mi hijo. Llamar a los judiciales».

– Cómo crees. Cuánta orina puede almacenar la vejiga de un gato que ni es dipsómano ni cervecero. ¿Te imaginas al judicial, que en competencia con el felino delimite a chorros su territorio? No, tengo que atrapar al negro ese.

Lo atrapó. Mucha paciencia, pero lo capturó, enjauló, trepó al BMW (al volks. cremita, más bien), y hasta los muladares de TV Azteca, aquí cerca. Final feliz. Para festejar mi noche de paz, noche de amor -solitario-, me embroqué mi camisón color plumbago, corazones magenta y cocolitos fosforescentes y… no acababa de acomodarme en el catre cuando friégale, aquel maullido, tesitura de tenor (el prieto es bajo profundo). El nuevo faraón de la azotea convocaba a su corte de hampones, y al rato el hirviente caldero de mara salvatruchas en pleno hervor. Yo, helado: «¡Arieeel…!»

Qué noches. Todo era -es- depositar mi venérea cabeza en la almohada y ya andaba -ando- vagando por los hechizadas regiones donde los sueños florecen de genios propicios, hadas madrinas y encantadas princesas. Yo, encantado. (Tu ahí, entre todas única) Ah, mágico mundo. Y entonces: ¡tíznale! Trompeta del juicio final, el pregón del canelo me los pone de punta, y ya cuál felicidad, cuál hada Pura madrina «Arieeel…!»

Subimos a la azotea y en el pretil de la barda el animalazo que ante la runfla de malvivientes mirábame, y con los ojos me retaba «¿Qué? ¿Soy o me parezco? Me ves y sufres, güey». «Más vas a sufrir tú cuando te mande al exilio, felón». Allá lo mandamos y, noches después a sus sucesores. Esfuerzo inútil. «No entiendo. Uno, anulamos, pero otro ocupa su lugar. No entiendo».

– Porque no aplicas la teoría política (Lámpara en mano, a la azotea). Mira el gatazo que se asoma al pretil. Cara de rapaz, de ladrón de jocoque y de alacenas mal cerradas. ¿No lo reconoces?

– No, pero con qué ganas le acomodaría un buen madrazo.

– Madrazo, sí, lo reconociste. Y el güero dientón que no te despega la vista ¿Sabes qué te está diciendo? «¡Cállate, chachalaca!». ¿Lo identificas? Y el de los maullidos rispidos, ofensivos, fofo jetón, cara de tortuga guajolotera, bolillo relleno de tamal, mediocre irredento. Si, Fecal. Y esa gata..

– La reconozco. Graciosona, coqueta de lindo mirar. Patricia Mercado.

– No la confundas, ella es honrada Esa es la que nos viene robando la mantequilla de la despensa ?yele el maullido ridículo: «Vamoz, México». Los demás son todos los demás: los Bribiesca Sahagún, los Aldana y Romero Deschamps, los Salinas y Hank, la ralea de Montieles, el Gato Marín (no el portero, el «gober»). Con tales maullidos de los politiqueros, ¿cuándo calculas que podrías dormir en paz? Bajemos, no aguanto el hedor de sus meados.

Me tendí en el catre, intenté dormir. Insomnio. Y qué hacer. ¿Qué hacer? ¡Eureka! La solución. Otro día, el veterinario me vendió, carísimo, un gatazo con facha de mascafierros, 1.90 de alzada, botas vaqueras, bigotazos de toreo pulquero. Y ándenle, que esa noche, con un amago de remordimiento por la suerte que correrían los bergantes, a la azotea Abro la jaula sale el barcino, bufa, se esponja frente a la mafia, y el corredero. «Dios los haya perdonado», me santigüé imaginando lo que les iba a ocurrir. Y a dormir en paz. ¿Dormir? Cómo, si en la azotea, escándalo escalofriante, el vengador hacia trizas de mafiosos. Terminado el escarmiento, quejidos, pujidos y chillidos nos hicieron trepar y… «¡Rápido, mi hijo, llama al veterinario!»

El se hizo cargo de mi vengador, herido de aquí, rasguñado de allá, vaciado, de su entrepierna «Tiembla mucho, doctor». «Hasta usted temblaría ¿Ve acá? Sangre y heces. Cuántos serían los violadores». Algunas, por suerte, eran hembras, que nomás lo mearon, mordieron, escupieron, y entibiaron para la masiva violación. Quezque vengador. Y tan gallito que parecía Pero nomás con Chávez, al parecer. (Lástima)

La letra, ¿sólo con sangre..?

El Día del Maestro, mis valedores. Digo Día del Maestro y evoco personajes de la docencia como Elba Esther Gordillo y Misael Núñez Acosta ?l está muerto a estas horas. Rematado a balazos. ¿Los asesinos? Hoy, un cuarto de siglo después, el misterio persiste. Es México. Ella, personalidad turbia y polémica a la que algunos atribuyen la autoría intelectual del asesinato, está a estas horas vivita y grillando en contra de Roberto Madrazo y a favor de Vicente Fox.

La figura de la Gordillo, mis valedores, se advierte tiznada por el estigma de traidora Al gremio, al PRI, a todo. Pero no sólo traidora, no únicamente arribista y enriquecida a lo inexplicable: las manos de la «lideresa moral» del magisterio chorrean de toda la sangre que por intereses mostrencos se ha derramado en los campos del magisterio, como la del propio Núñez Acosta en enero de 1981. En la última intervención pública de aquel Carlos Jonguitud, que fue «líder moral» del sindicato de maestros y cabecilla de la que fue nefasta «Vanguardia Revolucionaria», así sintetizó su acusación contra la Gordillo:

– Yo vi a esa mujer en condiciones de miseria Eso de que su abuelo le dio millones son vaciladas como para Ripley. En la lucha, ésa es capaz de muchas cosas…

El, de inmediato, junto con la Gordillo, sobre la muerte de Núñez Acosta fue investigado por una Fiscalía Especial Para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado,título tan extenso como la impunidad que propicia ¿Y? Año con año, durante lustros, militantes de organizaciones como la Coalición de Colonos de Tulpetlac rendían homenaje al «caído en defensa de los pobres», y gritaban su repudio al entonces cacique magisterial Jonguitud, a quien señalaban como protector de los autores materiales e intelectuales de un crimen que hasta hoy permanece impune. ¿Y? Ya entonces se mentaba ese nombre que tanto sugiere de negativo y funesto: Elba Esther Gordillo, profesora mexicana.

Del tema comentábamos en la tertulia de anoche. Después de la discreta celebración con que al él y a mí nos agasajaron los contertulios, y aún en el plato media tajada de pastel (chocolate, por supuesto), habló el maestro:

– Si los profesores disidentes quieren material para su denuncia ante la fiscalía, ahí está ese crimen perpetrado en el paraje Agua de Berros, Oaxaca, hace 11 años, cuando fue asesinado el campesino Esteban García Martínez, testigo clave en el homicidio de la profesora Concepción Ríos Casimiro, ocurrido 2 años antes. Fue también secuestrada Margarita, de 5 años de edad e hija del sacrificado, como represalia porque el susodicho colaboró con las autoridades para esclarecer el asesinato de la maestra Tiempo después, la niña seguía desaparecida.

(Silencio. Quedo, en el aparato, Bach.)

– Tenemos el caso del profesor Vicente Amaya Hernández, asesinado por 5 pistoleros en Pinotepa Nacional, Gro., horas antes del Día del Maestro, como habían dado muerte al Profr. Cenobio Fito López y secuestrado al mentor Modesto Patolzin. En Oaxaca también, y también caciques los victimarios, el crimen del Prof. Alejandro Martínez Delia fue perpetrado en 1990. Hoy continúa impune.

(La Beba, arrullándose en las piernas de la Lichona)

– El maestro Manuel García Spencer fue asesinado en Culiacán, Sin., en 1990, donde años más tarde y en sólo tres meses de 1996, se registraron los asesinatos de Fausto Quintero Becerra y tres maestros más.

La Beba, de súbito: «Mami, ¿y el maestro Carlos..?

– ¿Y qué me dicen del asesinato de Celso Wenceslao López Díaz, maestro disidente al que un profesor de los «vanguardistas» de Jonguitud asesinó a balazos en marzo de 1987, en Chiapas? Testigos principales relatan el crimen: «Fue un 30 de marzo, día de pago. Maestros vanguardistas provocaron a los disidentes en huelga exhibiendo sus cheques de sueldo, de que los paristas estaban privados. Se suscitó un pleito a golpes. El vanguardista sacó una pistola y la descargó contra el maestro López Díaz. El asesino, por supuesto, fue identificado. Se trata de Jaime Bermúdez Solórzano. alias El Tragabalas. Sigue en completa libertad…»

Silencio otra vez. Los contertulios, pendientes de tanta sangre derramada a lo impune y al conjuro de esos dos nombres: Elba Esther Gordillo, Carlos Jonguitud Barrios. Ahí, a sus ocho años de edad, la Beba-

– ¿Y el maestro Carlos, mami? ¿Fue pobre y murió asesinado por disidente?

– Niña, que ni murió pobre ni asesinado, porque Carlos Jonguitud…

– No, mami, yo digo Carlos Hank, maestro rural… (Pues…)

Oh, y ahora quién…

Quién podrá defendernos. Tal es el clamor de unas masas inmaduras y dependientes que en estos tiempos de turbulencia y crispación andan azozobradas y pajareando por ver dónde esté el padre, el héroe, el mesías en quién delegar como criaturas la responsabilidad que como adultos tanto les pesa. Que si Calderón, que si Marcos, que si AMLO. Para esas masas, la buena noticia gracias, entre otros, a los entrañables valedores de Tepito, ya disponen de un santo más a quién encomendarse Porque tal es el poder de los símbolos, y él es uno más, ya inscrito en la mitología popular que pasó, creó y crió la imaginería de las masas, y que a contracorriente del tiempo permanece vivo en la memoria colectiva. El Santo, sí, el enmascarado de plata…

A propósito: fue hace dos décadas cuando el paisanaje amanecía huérfano porque se le fue el Santo al cielo. A mí, la noticia de que en Tepito acaban de develar su estatua me llenó mente y pupilas de remembranzas en derredor de la vera efigie de uno al que pocos identificaban como Rodolfo Guzmán Huerta, pero que todos conocíamos como El enmascarado de plata. Qué tiempos. Nosotros, los de El Santo, ya no somos los mismos, que no es lo mismo El Santo que 20 años después. Yo, al recuerdo del símbolo popular, entono una vez más mi elegía por El Santo y le digo mi oración, que propongo la oficialicen todos ustedes.

Santo, Santo, Santo, señor de los cuadriláteros. Santo enmascarado de plata, te rogamos, óyenos. Sanchopancesco quijote de máscara y capa: ahí donde ahora tomas resuello tras de caer vencido en la rigurosa lucha a una sola caída y sin límite de tiempo, escucha a tus devotos, los que acá quedamos.

Eso te lo digo por ser lo que eres, Santo tutelar de la fanaticada de todas las arenas del barrio, donde se creyó, -se cree- en ti y en ti se confía como nunca en ninguno de esos luchadores rudos, villanos del golpe bajo, la trampa y el costalazo, que han dejado memoria ingrata en esa arena que se nombra «México». Esto tenlo digo, Santo, por lo que en mi gente eres de ánima y estilo, de amalgama e identidad, contraseña y memoria común. Porque percibo que mueres al modo del purulentillo del panteón náhuatl, requemado en la honranza para revivir sol y símbolo, y Santo de la santería popular. Porque a tu advocación se arriman ésos a los que dejaste solos y mortecinos, huérfanos de algo porque se les fue el Santo al cielo. El Santo y seña, sí…

Desde aquel cuadrilátero al que hayas ido a parar mira por tus fanáticos; por la desfalleciente esperanza de esa fanaticada que acá se queda luchando todos los días en este encuentro desigual a cotidianas caídas que tiene sentenciado a perder con los rudos del costalazo por las malas artes de unos árbitros cuando no comprados, vendidos. Mira por tus fanáticos que, siempre perdidosos, de tus triunfos sacaban los suyos (héroes por delegación, pobrines), y el desquite contra los rudos, esos del necio de la política del negocio que me tienen al paisa con la espalda en la lona-Santo señor de la menesterosa esperanza en esa arena que nombramos
«México»: tu capa y tu máscara fueron (el olor de leyenda lo son) la materialización lentejuelera del heroísmo y la honestidad, y el valimiento de paisas y el triunfo del bien sobre el mal; fueron y serán el símbolo populachero de la Justicia acá donde Justicia no existe el respetable más que en el pregón de los anunciadores. No las nombras, sí; nos la cantan, nos la predican, nos la mientan. Ya sería mucho que también nos la cumplieran…

Santo: tú que en gallardas contiendas desenmascaraste a tantos: ¿y a ésos cuándo, Santo señor? ¿Cuándo? te rogamos, óyenos…

Aquí está, para todos sus fieles, esta memoria para tal surrealismo de tenis y calzón corro que se cría en el subdesarrollo, donde tantas esperanzas exhaustas hay que enderezar. Dejo aquí mi réquiem para ese Santo que de lucha en lucha se nos fue tornando sustancia y ánima del ánima popular, su argamasa y si estilo. El Santo se nos murió, y ahora quién irá a sacar la cara (la máscara) por la esperanza de los damnificados de siempre, de los debilitados, los sin rostro, los desdeñados, los ignorados entre los anónimos. Quién va a sostener, en los vuelos de una capa granguiñolesca que revolotea entre las cuerdas del cuadrilátero de barriada, esa desfalleciente esperanza y ese orgullo maltrecho de un paisanaje que se niega a asumir; que delega.

Delegar: lóbrego destino el de una fanaticada que por eso mismo, por delegar en el Sistema de poder, que es decir en su enemigo histórico, tiene siempre perdida su lucha contra los villanos del cuadrilátero. Y qué hacer, cuando el aficionado se niega a pensar, a actuar, a organizarse no en muchedumbres, sino en grupos de autogestión. En fin. ¡Santo, Santo…!

Santo de la santería popular, que hoy, en Tepito, se nos torna estatua (Qué bien.)

Vengo de ver a ese desgraciado

Lo dejé feliz. Loco de contento. Porque en realidad está loco, y loco de remate. Se trata de un enfermo mental muy peligroso, y tanto, que lo mantienen recluido en lo que pudiésemos llamar la prisión de la casa de salud. Aislado, solitario, lejos de los otros enfermos y en abandono total, es el olvido de los muertos en vida. Pero acabo de hacerlo infeliz…

Su nombre no lo conozco, pero sí su manía abominable, ese gusto morboso, un deleite necrofílico por la muerte y la destrucción, al grado de que mantiene los muros de su celda tapizados con todas las fotos que ha logrado coleccionar, desde restos humanos de los judíos exterminados en Auschwitz hasta la sangre, la muerte y el exterminio de iraquíes a manos de las tropas invasoras. Y ya hablando a escala doméstica: en los muros se exhiben, recortes de prensa, los restos sangrantes que arroja el ajuste de cuentas entre los capos del narcotráfico. Su trofeo más preciado: las cabezas sangrantes del par de policías en Acapulco: ‘Tara que aprendan a respetar». Macabro.

Tesón del necrofílico y colaboración de enfermeros condescendientes: tiene en el muro, de retablos, las fotos de Hitler, Truman, Stalin. En derredor, material gráfico de ruinas, muerte y devastación que las tropas invasoras han desperdigado en la mutilada geografía de Iraq. «Mi ídolo de ídolos», y el trascuerdo, sus pupilas dos brasas, tentaleaba la foto de Bush…

Otro de los personajes que mantienen en vilo su morbosa fijación es el israelí Ariel Sharón, «halcón» cuya carrera de muerte y destrucción han protegido y patrocinado los halcones de Washington; ese Sharón al que la Moira no se decide a arrojarlo a donde merece un alma de esa ralea Tal es el personaje admirado del sádico, del enfermo mental. Siniestro.

Es así, mis valedores, como desde hace tiempo y por mediación de enfermeros compadecidos, el necrofílico vive pendiente de las incursiones de Sharón en territorio palestino, y cómo se ha allegado toda la documentación disponible sobre las víctimas del «halcón». Masacre tras masacre, el enfermo mental repasa la crónica del descuartizamiento de civiles que en el territorio mártir de Palestina perpetran tanques, fusiles y los helicópteros del rapaz. Tanques contra resorteras. Ahí, circundando la foto del israelí, las del desgarramiento de cuerpos: niños, mujeres, el que iba pasando… El loco los mira, y al contemplar los jirones de carne palestina, él éxtasis. La masacre: tal es su razón de vida en su mundo fuera del mundo. Demencial.

La carnicería de Junín, en Cisjordania, fue para el sádico un momento de inigualable placer y un deleite supremo mientras iba leyendo las expresiones de Terje Roed-Larsen, enviado especial de la ONU:

«El campo de los refugiados fue escenario de horrores que superan el entendimiento humano. Vi gente en total conmoción, cuyas casas hablan sido destruidas. Vi familias tratando de desenterrar gente bajo montanas de piedras, pedazo a pedazo. Desde hace mucho no se había visto una destrucción masiva de esta dimensión. Es un infierno. Moralmente es repugnante…»

Para el loco la gloria a todo color. A todo dolor. A sangre total. Pero yo acabo de hacer feliz al desgraciado, dije antes. Se precisa tan poco. Y sí, que ayer, miércoles, llegué hasta la celda de miércoles con mi paquete de miércoles y lo entregué al enfermo. Dios, si la felicidad estuviese al alcance de todos; si la dicha se anidara en dos docenas de recortes periodísticos…
Los fue extendiendo en el jergón. Fue observando las fotos. Lo vi babear, cercano al orgasmo. Y cómo no, si frente a la fiebre de sus pupilas se desplegaban las fotos de miércoles que certificaban las acciones de miércoles perpetradas el jueves por los toletes de miércoles. Atenco. ¿Sopesan ustedes el deleite morboso del enfermo mental? Lo que al pornógrafo provocan tetas y nalgas, para el loco significaban el rostro tumefacto de San Salvador Atenco, sus huesos tronchados, sus pómulos desflorados. Ah, los restos de lo que había sido falda en esa mujer. Ah la joven a la que llevan a rastras, desgarrada la ropa interior. Ah de los cráneos que escurren lloraderos de sangre La gloria.

Sólo fanfarrias faltaron en la ceremonia celebrada en la celda de un manicomio. Sólo el himno nacional. Porque, mis valedores: una vez que hubo tapizado la pared con el material gráfico de Atenco, el enfermo mental irguió el pecho y, gesto enérgico, desprendió las estampas del Bush y Ariel Sharón, y el sitio de honor vino a ocuparlo el nuevo héroe del loco peligroso. Entonces, pecho inflado y posición de firmes, el de marras alzó el brazo y, la mano en la frente, saludó con el saludo militar. Yo observé que en la foto el rostro de Fox, flamante héroe del sádico, reflejaba en sus facciones todo eso, ruina y brutalidad, que a su mandato de miércoles unos toletes de miércoles fueron a perpetrar en Atenco. En la celda del manicomio dejé al par. Tal para cual. (La náusea.)

Con estos regalos…

Con ellos, ¡mamá va a aullar de alegría!

Así se anunció hace tiempo una tal: «Ferrioni Colection», que de regalo a la madrecita proponía pantimedias, sostenes y pantaletas. Y la fabulilla, sarcasmo y malicia, de Gíbran Jalil Gíbrán:

«Una mujer y su hija caminaban dormidas. Cierta noche, sonámbulas, se encontraron en su nebuloso jardín. Habló la madre, y dqo: «¡Al fin, al fin mi enemiga! ¡Tú que destruíste mi juventud y edificaste tu vida sobre las ruinas de la mía! ¡Ojalá pudiera matarte!» Y la hija habló: «¡Oh mujer odiosa, egoísta y vieja. ¡Estás entre mi y mi libertad! ¡Quisieras que mi vida fuese un eco de tu marchita vida! ¡Ojalá estuvieses muerta!»

En ese instante cantó un gallo, y ambas mujeres despertaron. La madre dijo dulcemente: «¿Eres tú, encanto?» Y la hija: «Si, madre querida».

Aquí, el siguiente juguetillo que ironiza sobre esa madre que los comerciantes ordenan festejar este día Quién me lo haya remitido, cuándo y cómo, no podría precisarlo, pero lo ofrezco a todos ustedes por que de alguna manera matice el nielcochoso lenguaje que impone la cultura popular cuando de la madrecita se trata, y que el comercio aprovecha para que ustedes, reblandecidas las más tiernas telillas del corazón, tropiecen y caigan en el consumismo feroz, y a su madrecita le testimonien todo su amor con el consabido regalo, uno al tamaño de nuestra veneración-Mis valedores…

¿Alguno de ustedes, en el desenfado de las líneas siguientes, podría reconocer, como yo mismo, el retrato hablado de aquellas nuestra madrecita de los viejos tiempos, qué tiempos aquellos, de nuestra niñez? Aquí, la jocunda versión, la traviesa visión de algún hijo de toda su madrecita

Lo que siempre necesité saber lo aprendí de mi madre:

Me enseñó a apreciar un trabajo bien hecho: «¡Si se van a matar, háganlo afuera! ¿Acaso no ven que acabo de terminar de limpiar..?»

Me enseñó Religión: «¡Reza para que esta mancha salga de la alfombra!»

Me enseñó a predecir el futuro: «Asegúrate de que estés usando ropa interior limpia y completa para el caso de que tengas un accidente».

Me enseñó Ironía: «Sigue llorando y mira yo ahora mismo te voy a dar una razón verdadera para llorar».

Me enseñó a ser ahorrativo: «¡Guarda esas condenadas lágrimas para cuando me muera y me estés velando de cuerpo presente!»

Me enseñó lo que es el sentido común: «Cierra la boca y come!»

Me enseñó contorsionismo: «¡Mira la suciedad que tienes en la nuca, sucio que no fueras! ¿Que cuál mugre? ¡Voltéate y , mírala, cochino!»

Me enseñó resistencia: «¡Te quedas sentado hasta que te comas todo!

Me enseñó meteorología: «¡Parece que un huracán pasó por tu cuarto!

Me enseñó el arte de la mesura:
«¡Te he dicho un millón de veces que no seas exagerado!»
Supo enseñarme el ciclo de la vida: «¡Yo te traje a este mundo, y como te traje, a la hora que me parezca te puedo sacar de él!»

Me enseñó a modificar patrones de comportamiento: «¡Deja de actuar como tu padre! ¿No tienes un tantito así de vergüenza..?»

Me inició en el orgullo: «¡Hay millones de niños menos afortunados en este mundo que no tienen una mamá tan maravillosa como la tuya!»

Me enseñó el arte de la ventriloquia: «¿Por qué lo hiciste, granuja? ¡No me rezongues! ¡Cállate y contéstame! ¿Por qué lo hiciste?»

Me enseñó odontología: «Me vuelves a contestar y te estampo los dientes en la pared!»

Me enseñó rectitud: «¡Te voy a enderezar de un fregadazo bien puesto!»

Pero, mis valedores, póngamonos serios para escuchar los conceptos que de la madre y a siglos de distancia expresa ese monumento de la cultura ancestral de la India que es el Mokshadharma del Mohabharata:

«La madre es una suerte para cada uno en su miseria El que tiene madre tiene protectora, y está sin protectora quien no tiene madre. Aun cuando uno tiene hijos y nietos, cuando se acerca a su madre llega a ella como un niño de dos años, aunque tuviese ciento. Ya sea apto o incapaz, ya sea enfermizo o sano, siempre es la madre quien cuida al hijo, el que no tiene otra protectora es el orden natural. Cuando ha perdido a la madre, entonces es cuando el hombre ha envejecido, cuando está en la miseria y se halla solo en el mundo. No iguala a la madre ninguna sombra refrescante, ningún refugio iguala a la madre, ningún ampara iguala a la madre, nada la iguala en amor». Ella, Tula (Mi madre)

Parábola del despreciado

En el filo de una daga – se anda paseando la muerte. – Anda y dile a tu marido – que a la noche vengo a verte…

Así, a lo fachendoso, el bravucón alardea de sus amores de trasputín, los únicos que conoce; los únicos que, a fin de cuentas, merece. Mis valedores: ¿saben ustedes de esos encuentros clandestinos, los de pisa y corre, de pica y huye, de rebotica y trastienda? Yo, perdón por lo descarado, tuve uno de tales amoríos subrepticios, y estoy por decir que lo tengo todavía, cínico que no fuera, qué caradura. Pero es que ah, mi apetecible mancornadorcilla. Aunque sí, por supuesto, la violencia no iba a tardar…

Casi delante de su marido, gigantón de 1.90, yo con el alma (con la libido) en un hilo, en las deleitosas fatigas aun tengo el pánico suficiente (flaqueza de ánimo) para encomendarme a la Purísima, qué herejía Ella (no La Purísima, sino mi amor de traspatio): «Calma, amor mío, que Valente y el Nachín tienen para rato en el parque. ¿No te peso demasiado?» Qué me va a pesar. Ella, mi liviana mancornadora…

Son tres: la sota moza, que se casó enamorada del que ahora desprecia; el tal, y Nachín, malcriado de 8 años cumplidos. Ella ayer, cubierta con el fondo de seda, y no más, se alzó de la cama, y del buró fue a sacar aquel álbum de fotos familiares. Y ándenle, al ejercicio de la nostalgia; al melancólico rescate (rescate imposible) del tiempo perdido:

– Aquí, mira: el día que Valente y yo nos casamos. Fue un domingo, me acuerdo, en la capilla de Dulces Nombres. Mi viejo estaba bien guapetón, ¿no te parece? Y acá, ¿ves? El que fue nuestro primer hogar. Aquí conocí la luna de miel. Fui muy feliz al principio, soñando en ese hijo que ese estéril no fue capaz de darme. Veo cada foto y qué tiempos, qué joven fui una vez…
Y el suspiro. Su refajo se le infla a la altura del pecho. Sigue el recuento de fotos, que es decir de memorias, añoranzas, tristuras. «Aquí, yo en el bautizo del Nachín, sobrinillo de mi viejo. Los dos son huérfanos». Nostalgia. Mi ánimo abatido: por qué con ella llegué a destiempo, y qué mortecina verdad la de la trova calentana Dos palomitas azules – paradas en un romero – la más chiquita decía – no hay amor como el primero. Y yo, con ella el segundón; yo, perito en encuentros y desencuentros…

Cerró el álbum, abrió la libido y se abalanzó, desbozalada «Amor, mi amor, qué feliz», con aquel aire de tristura y un climax que se resuelve en lágrimas. «Si un hijo pudiese tener…» Encendió un cigarro (nadie es perfecto). «A mi marido lo compadezco. Lástima que a él le falte lo que a ti te sobra…»

Carácter, dice ella (Se ha quedado silenciosa, mirando al techo. Yo, aquella corazonada) Vuelve el rostro y sonríe: «Gracias, amor», y torna a ausentarse, a errar sola y su alma, olvidada del pegote que se le ahija al cuadril. Pero ándenle, que de repente, en el pasillo, la escandalera gritos, regaños, rezongos. Yo me alzo, compongo resuello y trapos para enseguida hipocritón de miércoles, con mi amante caminar hasta el saloncito y ambos enzarzarnos en una charla intrascendente: que si Atenco, que si vacío de poder, que si exceso de fuerza del débil, del falto de autoridad. En el pasillo la escandalera, con los chillidos de un chamaco en pleno berrinche:

«¡Regrésame mi juguete!» Y un hombrón que regaña, amaga amenaza «¡Cállate ya, Nachín! ¡No es un juguete, es un bibelot! Si me colmas la paciencia., tú ya me conoces!»

Tanto lo conoce que ya le tomó la medida, y ahora el Nachín tirase al piso, patalea muerde la mano del gigantón, que suelta el chillido, la imprecación: «¡Pero qué falta de respeto! ¡Vas a ganarte una paliza! ¡Lo digo en serio!»

Se lo dice a la pared. Entrando al saloncillo, Nachín logra quitarle a Valente el cupido: «¡Te lo advierto! ¡Es la última que te aguanto, Nachín!»

El cual patalea la tele, desflora el florero y a berridos cimbra la casa ¿Valente, entretanto? Destino de seres débiles: Valente arruga la frente, tuerce los belfos, puja, resopla, qué mas. La sota moza a mi oído: «Con su carácter de jericalla inspira rabia al chamaco, pero no respeto. Cuando se atreve a cumplir sus amenazas sólo agrava el problema».

Enérgica voz y gesto de exasperación en el rostro: «¡Ya niño, no abuses!» Y que Nachín arroja al suelo el cupido, y el cupido vuela en pedazos. Y ándenle, la reacción de los débiles: vi que el hombre se va sobre el granujilla, y con todas sus fuerzas de gigantón lo derriba en el suelo, y se arroja sobre el indefenso y lo patea ya derribado, y con los restos del cupido le golpea el rostro, lo sangra, desgárralo. Yo, antes de escurrirme rumbo a la calle, alcancé a mirar al Nachín, redrojillo descoyuntado. Helo ahí, derribado en el suelo, sangrante, descoyuntado. La reacción de los débiles, de los faltos de autoridad. (Atenco.)

Del México bronco…

¡Que se cuiden las espaldas esos perros, porque mañana, y hoy mismo, el muerto será uno de su lado. El pueblo de San Salvador Atenco tiene licencia para machetear a cualquier militar, policía o granadero..!

Terrible la violencia verbal de América Valle, hija del líder del Frente de Pueblos en la Defensa de la Tierra hoy preso en el penal de La Palma. Mis valedores: estoy observando las fotos de todos los diarios, y el espeluzno: inflamados los rostros, bocas que chorrean sangre, casi tanta como las manos, los brazos, las cabezas resquebrajadas. Miro este cuerpo tronchado, y este otro que con rodillas, codos y frente se apoya en el pavimento, y uno al que cuatro de uniforme derriban a garrotazos, y uno más al que llevan a rastras, y me pongo a pensar: cuánto hace que las primeras planas no se ensangrentaban hasta tal grado. Sangre de civil. Caso paradigmático este de Atenco el día de hoy, tal como apenas ayer lo fue Tejupilco, también del Edo. de México:

Dos policías y un civil muertos y más de 60 lesionados fue el saldo del enfrentamiento suscitado entre miembros de seguridad pública del Estado y dirigentes militantes perredistas, quienes protestaban contra el fraude electoral y mantenían un plantón desde hace 30 días frente al palacio municipal…

San Salvador Atenco, Tejupilco. Miro la foto: un nativo con fondo de humo y llamas, destrucción y sangre derramada Lo observo: yo a este ya lo conozco, lo reconozco. Si no es mi paisa, pudiera serlo. Entre más miro la foto más me convenzo de que el cristiano pudo nacer en mi tierra, y aun ser de mi misma carnada la vestimenta de mis paisanos, el mismo gorro de palma, los huaraches, la chamarra y al hombro el morral. Como ranchero que acabara de bajar desde La Villita hasta mi Jalpa Mineral. Manso de corazón. Pacífico.

Miro la foto: éste se llama Juan, Pedro, o Ramiro, y se apellida Llamas o Muñoz. Lo conozco, lo calculo hombre de bien En sus terregales siembra maíz, frijol, calabazas. Los domingos baja a la misa de doce, y ya con la bendición encima se deshalaga por el Barrio Alto: sal, azúcar, cigarritos, baterías para el radio. Más tarde el trago para entonar el cuerpo, y arrendar para el rancho, ya al pardear, a aquello de entre dos luces. Y la paz…

Pero no. El de la foto en el morral no carga cigarros ni envoltorios de azúcar y sal, sino piedras. En la diestra no afianza el de transistores, sino una calibre 22 negra, cañón recortado, con el tambor retacado de plomos…

San Salvador Atenco, Tejupilco. Miro en la foto un edificio en desgracia puertas desencajadas, macetones quebrados, vidrios hechos pedazos y por el suelo semejante regazón de piedras, ladrillos, garrotes, cuajarones de sangre oreada Atenco, Tejupilco. Miro dos, tres fotos más, que certifican la violencia del choque entre granaderos y esas oleadas de gorrudos que arruinaron el inmueble municipal. El de la 22 en la diestra va caminando y se mira dispuesto a todo. Pueblerino que ha sido pacífico desde el estallido de 1910, yo intento calcular cuánto habrán tenido que irlo exasperando los de Los Pinos, desde el genocida del 2 de octubre del 68 hasta el día de hoy, para que un día, por fin, haya estallado en Atenco, en Tejupilco. Cuántos sexenios de corrupción lucrativa e impune, cuántas medidas gubernamentales adversas al paisanaje, qué de promesas siempre incumplidas, cuánta demagogia, qué de agravios no habrá tenido que cargar el paisano sobre los lomos para que, de repente, se haya decidido a afianzar esa 22 de cañón recortado y ande a estas horas con la sana intención de no dejar gobernante títere con cabeza..

Por lo pronto, lástima, ya sembró en el camino a ese de uniforme, polainas, casco y garrote de granadero. El de las fuerzas represivas ahí quedó, boca abajo, en un charco de sangre. Y qué coincidencia el victimado pudiera haber sido, él también (morenillo, lampiño, jetón, quizá un diente de oro) pariente cercano del victimario. Miro la foto. Entereza sombría, sobrecogedora, la del paisa de Tejupilco, la del atenquense. Pienso…

¿Durante cuánto tiempo podrán todavía los del gobierno mantener a raya la iracundia del de las fotos? Y caramba solo y por la calle, el morral al hombro, se advierte tan manso el paisano. Pero no, que cuando ya le colmaron la medida, cuidado. Y pensar que ahí, focos rojos en el mapa nacional, hacen guiños ominosos la guerra sucia contra este candidato presidencial y el apoyo descarado a este otro. Cuidado. Las armas nos dañan a todos y no son la vía de ese cambio que nos urge a los paisas. Cuidado. Mis valedores…

Miro la foto del granadero muerto en Tejupilco, en Atenco, y me quiere doler. Pero observo a aquel otro de las botas cuarteleras cuando descarga el brutal toletazo en los lomos de la mujer del rebozo. Ella, tan joven, tan delicada Y entonces, pues…

San Salvador Atenco, Tejupilco. La pradera está seca (¡Cuidado!)