¡Cuilones!.

Mientras el mundo permanezca, no acabarán la gloria y la fama de México-Tenochtitlan.


Tal se ufanaba el meshica cuando en su imperio no se ponía el sol. Pero, como acontece en todos los imperios, fama y gloria afectaron temple y valor de los guerreros tigres y a los guerreros águilas, hasta un punto en que el Canto de los ancianos se duele Axayácatl:

¿Qué hacen los valerosos? ¿Ya no están dispuestos a morir? -Estoy abatido, estoy avergonzado -Si huís, seréis consumidos -Me rio de vuestras armas de mujer -¡Conquistadores de tiempos antiguos – volved a vivir..!’


Y el imperio se desmoronó. Su caída fue presagiada por ocho prodigios funestos que anunciaron la caída de México-Tenochtitlan a manos del conquistador extranjero. Los agüeros o abusiones se manifestaron en forma de columnas de fuego, cometas, hervor del agua de la laguna, aparición de engendros deformes que como llegaron desaparecieron. Así, ominosa y lóbrega, se anunciaba la caída del Anáhuac y sus dioses tutelares en manos de la tizona y la cruz, genocidio demencial que hizo clamar a los vencidos:

«En los caminos yacen dardos rotos -y en las paredes están salpicados los sesos – rojas están las aguas. Y era nuestra herencia una red de agujeros…


Dramático el sexto prodigio que presagiaba la caída del Anáhuac:

Esa funesta señal fue que muchas veces y muchas noches se oía una voz de mujer que a grandes voces lloraba y decía, anegándose con mucho llanto y grandes sollozos y suspiros: «¡Oh hijos míos! Del todo nos vamos ya a perder. Hijos, mis hijitos, a donde os podré llevar y esconder…?»


Códices, relaciones y crónicas han dejado asentada la nueva historia de México-Tenochtitlan, esa que arranca de la destrucción de los documentos donde se asentaba la historia de los toltecas, acción destructiva que por consejo de Tlacaélel, perpetró el tlatoani Ixcóatl. Queda por ahí un retazo de códice acusadamente apócrifo, que prolonga el sexto presagio funesto:

Noche cerrada Anubarrado el cielo en el valle del Anáhuac. Silencio. Sólo, a lo lejos, el canto lastimero de la paloma torcaz. De repente, negra mancha en la negrura del firmamento, emergió por los aires de aquella aparición espantable, y era la de una mujer de greña y ropaje al viento que, ave agorera, iba y venía en círculos sobre la población de indígenas sumidos en el primer sueño. Ahí rasga el aire del Anáhuac la voz rota La Llorona

– Ay, hijos míos, mis hijitos mestizos, sangre de vendedor y vencida ¿qué leche mamásteis de mis dos senos, que aún seguís renuentes a crecer? ¿Qué enjundia aguachirle segregan vuestros redaños? Esa patética exhibición de debilidad que acabo de presenciar, ¿constituye el santo y seña de todos vosotros en tanto individuos y en cuanto comunidad? Eso que mis pupilas acaban de ver, ¿acusa lo escaso de vuestro temple, vuestra falta de audacia carácter, determinación? ¿Sois, por ventura, huecos y quebradizos? Vuestra ánima ¿la del carrizo? Vuestros redaños, ¿de jelatina? A la hora en que toca a los de corazón bien templado crecerse al castigo, ¿vosotros reculáis? Vuestro sino, mis hijos, ¿el del sempiterno derrotado? ¿Un pueblo cuyo corazón se anega en la sangre de Cuauhtémoc y Tonatíhúh? Eso que acabo de presenciar, mis hijitos, ¿santo y seña de vuestro carácter? ¿Sois pueblo de vencidos que en cosa de 500 años no endereza el testuz?

Os observo, mis hijos, y siento espeluznos: ¿así también, a lo blandengue, procedéis en los negocios de la política, fundamentales para el país? ¿En asuntos del espíritu os conducís como religiosos de fingimiento, de pura apariencia? El fenómeno que acabo de presenciar, que me contrista el ánima ¿signo y símbolo vuestra idiosincrasia de vuestra identidad?

Principios, ideales, creatividad, amor propio, entusiasmo, vergüenza y valor esforzado son atributos del ser superior. Y redaños. Los vuestros, ¿están a la altura de los que una docena de vuestros paisanos acaba de exhibir frente a varones enteros? ¿Si así sois también en asuntos de amor y práctica amorosa digo desde el fondo del ánima ay, mis hijos mestizos. Yo, como el abuelo Axayácatl, estoy triste, me aflijo, porque viendo lo que acabo de ver (en una gota del mar se concentra el océano), pregunto: ¿ese es el pueblo descendiente de conquistadores? Semejantes mediocres (roedores ante las fauces abiertas del gato) en los que delegasteis para la guerra florida del balón en tierras teutonas, y no me refiero a su habilidad sino a sus criadillas, ¿son la esencia del meshica? ¿Son esos cuilones la justa medida del temple, la audacia el empuje la determinación y la valentía del mestizo? Si eso sois, corazoncitos de pollo tierno, que al reto os arrugáis, del alma me sale el pregón lastimero:

Ay mis hijos. Hijitos míos, ¿a dónde os llevaré? ¿A dónde tiznaos, que más valgáis…? (México.)

Oaxaca. Maestros. Guerrilla.

Desacreditar para aislar. Aislar para reprimir.

Y entonces reprimir sin ningún costo político. Eso es lo que estipulan los manuales de contrainsurgencia y eso es lo que el «Sistema» aplica esta vez con los maestros de Oaxaca: vincularlos con la guerrilla del EPR, Ejército Popular Revolucionario. Iniciados ayer, sigo aquí con algunos apuntes sobre el guerrillero Lucio Cabañas, muerto en combate en la serranía de Guerrero en diciembre de 1974. Cito a Carlos Montemayor, analista:

Lucio Cabañas: apenas treinta años después, dos de los generales que lo persiguieron. Arturo Acosta Chaparro y Humberto Quirós Hermosillo, están encarcelados por delitos de guerra sucia y de narcotráfico.

Sí, que está escrito: los matanceros de ayer serán las reses de mañana, porque el tiempo va colocando hombres y cosas en su lugar. Apenas ayer Lucio Cabañas fue descalificado como bandolero, delincuente, criminal. Hoy, el maestro y luchador civil se mira de frente, en bronce, con el bronce del procer Juan Alvarez. El dos de diciembre de hace un par de años, aniversario de su muerte a mano de las fuerzas federales, en Atoyac de Alvarez fue recordado con una estatua de bronce, una velada cultural y una marcha cívica. Y la paz.
Del guerrillero, lástima, sólo quedan la leyenda popular de una enorme valentía personal y el rito de las honras fúnebres. Y no más. De estar vivos, ellos y los más de 500 desaparecidos de la guerra sucia de los 70′ serían la punta de lanza contra un régimen que encamina al país hacia la ultraderecha clerical y el privilegio del poder económico. «A los padres, a los huérfanos, a las viudas de la lucha social les decimos, no cesen, no den marcha atrás, la ACNUR está con ustedes, adelante, lograr la liberación de México y una patria nueva o morir por ella». Tal se clamó hace dos años en Atoyac de Alvarez.

De un símbolo más de la guerrilla lo afirmaba hace un par de años cierto Abel V. Salgado, diputado: «La guerra sucia continúa en la entidad. Las demandas de apertura, equidad y justicia social enarboladas por Genaro Vázquez, a 30 años de su asesinato, siguen vigentes».


Pero si demandas y guerra sucia (secuela de la acción guerrillera) siguen vigentes, ¿entonces? ¿No es el momento de la autocrítica para medir la eficacia de las estrategias de lucha aplicadas a lo único que debe importar a la comunidad, que es el cambio histórico, es que no debemos esperar de los Jaramillo, Genaro Vázquez, Lucio Cabañas o Marcos? Porque el cambio lo hacemos nosotros, con organización celular autogestionaria, o nadie lo hará por nos. Félix Serdán Nájera, ex-guerrillero de las fuerzas de Rubén Jaramillo.

– Su gente podía ser muy valiente, pero carecía de condiciones intelectuales. Y para rebelarse y andar armado hay que estar preparado intelectualmente.

Y si se está preparado intelectualmente, esto significa que se ha acudido a la Historia y aprendido de sus enseñanzas, y logrado la autocrítica, y entonces no nos vamos a ubicar en los terrenos del enemigo para que nos destruya de forma «legal», y quienes sobrevivan tengan que denunciarlo más tarde, denuncia inútil, como esta de David, hermano de Lucio Cabanas:

– El 26 de noviembre de 1974 fueron desaparecidos 10 de mis familiares mi madre, mis hermanos, cuñados y sobrinos. Los soltaron tres años después. Nunca les dijeron por qué, nunca los procesaron ni les abrieron juicio, nunca hubo una sentencia asentada en un documento. Fueron secuestrados y llevados al Campo Militar No. 1, vigilados por soldados. Mis familiares vieron ahí a muchos desaparecidos. A mi hermano más chico, de 15 años, lo secuestraron de la secundaria. Mi sobrina de mes y medio de edad allá cumplió 4 años. Mi madre de 64 años fue a parar al campo militar. Mi hermana minusválida, que es una de las más chicas, allá estuvo también. Esa es la ilegalidad del régimen.

Como para pensarlo. ¿Qué ventaja, así sea de este tamaño, miren, reporta al fregadaje un sacrificio demencial, del calibre del que denuncia cualquier guerrillero, si es que aún vive para poderlo contar? «Cubetazos de agua fría para seguir con los toques de picana. El cuerpo sirve de cenicero para apagar cigarros: en las plantas de los pies, el cuello, las partes nobles. Los límites de la resistencia son probados con métodos como el pozo, que consiste en golpear al torturado hasta dejarlo sin aire para enseguida sumergirle la cabeza en agua y provocar el ahogamiento. Pero no te dejan morir, que viene luego el agua mineral en las fosas nasales, y para ti lo mejor es que te maten y no sigan torturándote, porque en la tortura te matan muchas veces…»

La guerrilla. Lucio Cabanas. EPR, vinculado por Gobernación y Los Pinos a la lucha social de los maestros de Oaxaca. Desacreditar para aislar. Aislar oara reprimir. Todo ello, mis valedores, encierra su muy buena moraleja, ¿pero cuál? (Piénsenlo.)

Sobre héroes y tumbas…


Es una declaración irresponsable de Elba Esther Gordillo, «líder moral» del SNTE, que se pretenda vincular el conflicto magisterial de Oaxaca con el Ejército Popular Revolucionario, EPR…

Al leer en el matutino tales declaraciones de la Dirección Política de la CNTE, Coordinadora Nacional de Maestros, de inmediato identifiqué la maniobra oficial con la estrategia que apunta el manual de la contrainsurgencia- «Desacreditar para aislar. Aislar para reprimir». Ello, sin costo político. Y al vincular el gremio magisterial de Oaxaca con la guerrilla, Gobernación y Los Pinos intentan desacreditar el movimiento de los maestros para de nuevo intentar, ahora con éxito, la represión impune. Pues sí, pero no, que las elecciones están ahí nomás, tras lomita y existe el riesgo de que, en plan de represalia, los maestros recurran al boicot Mucho cuidado…

Dije guerrilla, mis valedores, y de inmediato se me vino a la mente la estampa del Che Guevara, la de Genaro Vázquez, la de Lucio Cabalas y de tantos más, que en una acción tan inútil cuanto generosa entregaron su vida al colocarse en un terreno donde el enemigo histórico es infinitamente superior en fuerza legal y armada En Madera, Chin., los hermanos Gámiz; aquellos anónimos, o casi, de la Liga 23 de Septiembre, y tantos más que de la lucha salieron en calidad de cadáveres, cuando no, tantito peor, de cooptados por el Sistema de Poder. Mis valedores: ¿habrán conservado ustedes la memoria histórica? ¿Conocerán, por consiguiente, la historia de tantos que de la cárcel fueron liberados por Echeverría en calidad de vendidos (otros más de comprados) a raíz de los sucesos de Dos de Octubre de 1968 en Tlatelolco. en la maniobra «exitosa» de destruir desde dentro al Comunista Mexicano?

La guerrilla, dije, y dije Lucio Cabañas Barrientes, aquel maestro rural cuya labor docente se ubica en las antípodas de la que desempeña la maestra Elba Esther Gordillo, y al que a chicotazos de injusticias el gobierno forzó a la guerrilla Aquí, ahora, recuerdo al guerrillero y profesor rural, a la distancia de 32 años de que cayó en pleno combate en la serranía de Guerrero. En esbozo, su retrato hablado, escrito.

En un sistema social dividido en clases, donde el poder lo detentan la oligarquía y el imperialismo, no es de dudarse que todo lo que hagan los sectores socialmente marginados, nunca será bien vistos y siempre serán descalificados, sobre todo cuando se trata del desarrollo de la lucha de clases, de la polarización en un sistema social, político y económico de explotación…

Pues sí, pero no. Yo no estoy de acuerdo con la aseveración del ideólogo que fue del que fue el Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo y del Partido de los Pobres, PROCUP-PDLP. Mi propuesta, que es la del maestro y de la Coordinación Ciudadana, es semejante al de la guerrilla en los fines, pero opuesta en los métodos. El maestro no descalifica la causa, justísima, del guerrillero, sino su estrategia de confrontación armada, que ha mostrado y demostrado ser inútil y obsoleta «Habrá que preguntarle a la Historia, maestra suprema y estrella polar de revolucionarios».

Y sí: de Ernesto Che Guevara a Lucio cabañas, pasando por todos los guerrilleros de todos los movimientos insurgentes de nuestros pueblos oprimidos por el Nuevo Orden Mundial del capital-imperialismo, el destino de estos equivocados magníficos ha sido el generoso sacrificio de la vida, y no más. De Lucio Cabañas, como de Genaro Vázquez y tantos más, tenemos que admirar y agradecer sin reticencias la generosidad que supone tomar como propios y echarse encima los problemas que a toda una comunidad le provoca un mal Sistema de Poder, y al ideal de resolverlos (de resolvérselos) aventar por delante la paz hogareña, la seguridad personal, la libertad, la vida de punta a punta y, AK-47 por delante, lanzarse a la guerrilla Por amor al paisanaje, a los fregados de siempre. Sin más. Qué más. Los Gámez, Genaro Vázquez, Lucio Cabañas, Ana María Vera Smith. ¿Qué resta de ellos al final del día? Hoy día, ¿qué resta de su magnífico intento de lograr, ellos solos, sin el concurso de todos, un cambio para todos benéfico? Un recuerdo, y no más; una leyenda, una estatua quizá, y el provocar y exacerbar al «Sistema» hasta el punto de la represión y a la guerra sucia Y nosotros, cabezas calientes, pero corazón frío, a desplegar la estrategia de la mega-marcha; obsoleta, inoperante desde que el enemigo histórico de nuestro cambio le encontró el antídoto:

«Ni los veo, ni los oigo, ni los siento, y háganle como quieran».


Aquí, la réplica que aconsejaba el maestro y que yo repetí durante años (hasta 1998) en la estación de radio XEQ: «A ese Sistema de poder hay que demostrarle, con hechos, que ¡sí se puede!» Esto, para que hoy la frase se haya degenerado (hasta el futbol). En fin. Guerrilla, Lucio Cabañas. EPR y maestros de Oaxaca (Sigo mañana)

¿Infancia es destino…?

(Tal pregunté a ustedes a principios de año. Hoy que él reincide, reitero.)

Corazón del barrio bajo, vivienda de vecindad. Hambre, incuria, abandono, promiscuidad. Yo, aquella corazonada No fue más que eso, un presentimiento, pero ya desde entonces supe que el adolescente se iba a malear. Yo lo observaba hace décadas y meneaba la testa ??Ese desdichado va a terminar mal: en secuestrador, narcotraficante, policía?. No me equivoqué, lástima Peor de lo que temía resultó ahora que ya es un viejo entrado en años, kilos, decrepitud, flacidez, desvergüenza, impudor; uno que ni la gracia ha mostrado de envejecer con dignidad. Patético?

¿Culparlo de su actual degradación? No soy tan drástico, tan radical, si analizo cómo ha transcurrido la vida del infeliz, de la cual es la hechura lógica, y su degeneración un resultado previsible. Porque vamos a ver: su vida de adolescente: un cuarto de vecindad. Desamparo. Orfandad encobijada de un padre, una madre o algún familiar que viera por él en materia de afecto, ternura, amor, guía, consejo. Nada Valimiento de padres no conoció, pero sí, en cambio, los rostros desencajados del hambre, la necesidad, y aquellos amaneceres del fogón apagado, y aquellas noches del estómago vacío, y el jergón inhóspito frente a cualquier amargo de sueño, de sueños?

Suyos fueron la soledad, la desesperanza, la falta de un futuro, de una esperanza, así fuese en cuarto menguante. Como animalito mostrenco transcurrieron sus primeros años en aquella vecindad, en la vecindad de seres tan negativos (por zafios, agresivos, egoístas) que más acentuaron los tintes oscuros de su existencia de solitario. Porque esos fueron los habitantes de la vecindad: palurdos todos, agresivos por insensibilidad, síntesis de la mediocridad, la incomprensión y la incapacidad de valimiento. Con los tales convivió a todas horas, y de todos recibió sólo violencia, rechazo, burletas y zafiedad. ¿No iba a terminar como terminó, en cortesano, servil, lambiscón? Pero no, que lo dice el filósofo: el hombre se prueba con el obstáculo, del cual sale aniquilado o robustecido. Cuestión de temple.

¿Qué llevó al de marras a envilecerse de viejo, ya cuando el humano se pone a reflexionar en asuntos del espíritu, en la trascendencia y la Gran Interrogante? ¿Sería una educación deficiente, que impartía un profesor incapaz? ¿Los condiscípulos, cabezas de piedra que rechazaban todo lo que oliese a instrucción, guía, principios morales y de cualquier otra índole? ¿Serían los tantísimos golpes en la cabeza que le asestaba un vecino tan pequeñajo como ruin y sobrón? ¿Tantos golpes me lo atontarían? ¿La falta de alimento, la sobra de soledad? ¿El desamparo? ¿El haberse criado como falderillo sin dueño, la que cualquiera se cree con derecho a propinar puntapiés? ¿Una absoluta carencia de valores, de principios, de convicciones? Su orfandad, ¿también en el plano de la ciencia política? Su destreza para culimpinarse y besar los zancajos del de más arriba, ¿resultado de su patética niñez? Misterio. El indigente de ayer es hoy el ahijado de la fama, el dinero, la posición social ¿Tenía la necesidad de arrastrarse a lo servil y lamer las botas del prepotente? Ah, los misterios del ser humano?

Del tal observo en la foto su aspecto para mí repugnantón: grueso de vientre y ñengo de zancas, en su ejercicio de servilismo aún se atreve a sonreír, aún tiene el descaro de mirar de frente a la cámara que captó su efigie de servil, y antes de ventosear el cliché del ??granito de arena? dibuja el de la ??ve de la victoria? (índice y medio) mientras sentado a dos nalgas mira la cámara a lo desfachatado para luego ventosear por la boca unos desatinos que, al leerlos, me produjeron la pestilencia de un flato muchas horas atorado en el grueso, el intestino. A ustedes, mis valedores, ¿qué efecto les producen las declaraciones que acaba de arrojar, diarrea nauseabunda, este tal Roberto Gómez Bolaños? Sí, por supuesto, el mismo que comenzó exitosa carrera de cómico y escritor en la serie de televisión como personaje de El chavo del ocho.

??Ha tenido fallas, pero no se comparan con las de los anteriores. Estoy orgullosísimo de haber ayudado con un granito de arena a la campaña del mejor Presidente de México en los últimos cien años?. ¡Esto, porca miseria, en alusión a Fox! ¡A Fox, nada menos! ¡Nada menos que a Fox! ¡Los últimos cien años! ¿Conocerá el menguado la historia de este país? Porque en su boca lambiscona Fox nos resultó mejor estadista que Lázaro Cárdenas; ese Fox cuya gestión presidencial sufre desmedro ante la del Nopalito Ortiz Rubio?
Eso, mis valedores, lo dijo a principios de año. Hoy, de nueva cuenta, con todo y Florinda Refuerza Chespirito las campañas de Calderón; y el camaleónico Sodi; ??¡Síganme los buenos!? Ah, los serviles. ??¡Y no te doy otra nomás porque?!? Y la vocecita mensa, fingida, del futuro lambiscón. ??Es que no me tienen paciencia?. (¡No!)

Los tengo en las manos

Y en mis manos contemplo la ruina que han venido a parar aquellos botines de soberbia estampa, color alazán tostado y de tacón de baqueta, de la punta aguzados y con sus orejetas detrás. Magníficos cuando nuevos, es ley de la vida a la que unos botines no se pueden sustraer, de modo tal que los míos fuéronse maltratando, se me fruncieron, y tan sutil se tornó la suela, que entre mis pies y la madre tierra -o el padre asfalto, según- no quedaba más que la tela del calcetín. Y qué hacer; arrumbé mis bienamados en el asilo de viejos (un arcón de pino, apolillado) y saqué a relucir los del domingo, con lo caros que son, que al pisar pisaba con tiento, como tratando de pesar lo que una pluma. Pero en eso, en una de esas, desde la calle: «¡Zapatos qué componer…!»

Corrí al arcón, saqué mis botines y bajando a la calle los puse en manos del remendón, que al momento los miró, palpó, sopesó, examinó de un lado, del otro, y por abajo, y por atrás, cuidado con la albureada, y su veredicto: «Tacones, suelas corridas, y pior que nuevos». Una hora me pidió para demostrármelo, y ahí mismo instaló su taller ambulante Yo, luego de un rato de plática con el remendón, subí a depto. a seguir la lectura del clásico en el universo sonoro de mi señor Bach. Y la paz…

Y así, en paz, pasó la hora convenida, pero nada aún. Pasaron dos más, y otros tres cuartos de hora, hasta que finalmente, mis valedores: tengo en mis manos los botines de marras, y qué ruina de botines, qué metamorfosis han venido a sufrir, que ante ésta la de Kafka es juego de niños. Me explico:

Su colon de café oscuro como los confié al remendón, se tornaron negruzcos, con rosetones lívidos aquí y allá. Del material: se me había prometido, y eso pagué, suela de la mejor calidad; pero aquello tiraba a cartón mal pegado con plastas de engrudo. Por cuanto a la forma: de cálido albergue que fueron para mis pies, que algo tenían de atributo femenino, mis botines se convirtieron en una covacha inhóspita, desapacible, erizada de salientes, recovecos, hondonadas, una a modo de estalactita a la altura del gordo y una estalagmita contrapunteándose con el talón. Yo, los botines en las manos, pienso, medito y desde aquí digo al tal zapatero, donde a estas horas:

Y tan honesto que parecía, y tanta confianza que me inspiró al hablar, cuando mirándome a los ojos me juró por su santa madrecita que habría de utilizar lo mejor de su arte y su baqueta para revivir mis botines. Pero botines vemos, remendones no sabemos. Horas antes, ¿se acuerda? ¿Verdad que no ha olvidado de lo que charlamos? Con tanta vehemencia y pasión trató el tema hasta que terminó vaciándose, figura retórica, porque se vació usted en quejumbres contra la clase política que malgobierna el país, y esto en provecho personal, de familia, de grupo, de clase. Aún parece que oigo su voz, levemente gargajosa: «De veras que esos Mondeles no tienen madre». Que madre nunca han tenido, pero sí madrastra, una francesa, le aclaré. «Tan rata la franchute como los hijastros nativos, ¿no? Desmiéntame». Se fue sobre las manos «empuercadas de heces Fe-Cal (así le nombró), de la esposa Margarita y del Diego cuñado. No, y la beata familia de los Bribiesca Sahagún, con los ribetitos de Caballeros de Colón, Legionarios de Cristo e hijos de toda su Balaguer Escribá». Y que esos jijos de los candidatos que nos embobilló el «Sistema» y que «ya estoy hasta la madre de sus promesas, todas más falsas que las de mi honesta esposa la Chiquis, a la que le acabo de caer en la maroma, lástima que la maroma fue a pegarla en mi propia cama y con un vecino vendedor al narcomenudeo».
Ya a estas alturas mis botines habían entrado al quirófano. Yo, con lo que ha quedado de los tales, le digo: usted, como millones de paisas, vive exasperado frente a las promesas de los gobernantes siempre incumplidas, y sus siempre impunes sinvergüenzadas. Usted, entretanto, como el taxista, el abogado y el industrial, el restaurantero y millones de buscavidas, ha venido perdiendo el viejo orgullo del artesano, su moral personal. Usted, desde su mínimo margen para la corrupción, tiene como segunda naturaleza la pequeña engañifa y el escamoteo: dar lo menos para sacar lo más, Usted, como tantos, se rige a la divisa: «El que tiene más saliva traga más pinole». ¿Y así quiere en Los Pinos a una Marta honesta? ¡Vamos México, no friegue! ¿Así quiere gobernantes que no se enriquezcan, como Madrazo, en el puesto? ¿O qué: Manolo Bribiesca no tiene el mismo «derecho» que usted de poner, por baqueta, carnaza? Y mi duda: ¿será usted un corrupto al por menos contagiado por la corrupción al por mayor de los Montiel y Bribiesca o los Bribiesca y Montiel lo son por culpa de una sociedad de corruptos al menudeo? ¿Pretender que esta sociedad, una como esta, Dios, vaya a parir una estadista? Cada pueblo tiene los corruptos que se merece, acuérdese Por cuanto a mis botines, pues… (RIP.)

«¡Les prometo que en mi gobierno…!»

– Ustedes tienen razón. Siempre será más agradable ser dormido con arrullo de promesas que despertado a pleitos y descalificaciones. Que sea la de los candidatos una sinfonía de promesas, aunque sepamos o debiéramos saber que ni están en condiciones ni en disposición de cumplirlas. ¿Eso queremos?

– Es que ya chale -el juguero-; que ya le bajen, digo. No que antes, tan bonito que era con el PRI-Gobierno. Yo me recuerdo que…

– ¿Bonito? ¿Se le hacía bonito que apenas el dedo presidencial señalaba al elegido se nos dejaba venir encima el estrépito de una claque oportunista y servil, así del partido oficial como de la «oposición», que en cargada de búfalos enloquecía en estridencia de adhesiones, empellones, tumultos, alabíos y matracas, chiquitíbunes y una abyecta exhibición de lambisconería al elegido por el dedo del dios sexenal. ¿Aquello le parecía más agradable? (El maestro abrió su libreta de pastas negras). «Aquí, un esbozo de lo que fue el destape de aquel López Portillo, ¿lo recuerdan ustedes? ¿Habrán podido olvidarlo? Escuchen: 22 de septiembre de 1975. Apenas Echeverría ordenaba al PRI que designara de candidato a López Portillo, rápida de reflejos aquella oportunista Sara ?rnelas, dirigente de vendedores de lotería:

– No, qué va Yo qué iba a imaginarme que don Pepe era el bueno. Qué va Lo que pasa es que vino un billetero que vendía cachitos en el zócalo, y me dio la novedad, y fue cuando entre todos le organizamos al licenciado su mitin de apoyo. Pero esto de las chamarritas con las iniciales de don Pepe a la espalda fue algo de veras vaciado, muy simpático, ¿no? Resulta que en cuanto supe lo del licenciado, que en ese momento llamo a todas las billeteras y ahí nos tiene, que en menos que se los cuento les pegamos las letra Jota Ele Pe, y nos fuimos al edificio de la Secretaría esa ¿Cual era, tú? -Y al recibir la respuesta de uno de los billeteros-: Hacienda sí, allá frente al zócalo, ¿no?

Y lo que entonces significaba la «oposición»: de inmediato, el PPS, Partido Popular Socialista (el «nini-ni», según el dicho popular: ni partido, ni popular y mucho menos socialista), proclamó a López Portillo su candidato oficial. Y declaraba el diputado pepinosocialista Ortiz Mendoza «¡Sí, nosotros los del PPS reconocemos como nuestro candidato a don José López Portillo! ¡Pero no lo hacemos porque se trate de la cargada no, sino como una táctica y una estrategia típicamente marxista.!» Lázaro Rubio Félix, del PPS: «No, no es respaldo el que le damos al licenciado López Portillo. El PPS designa solemnemente su candidato a don Pepe. Esto es muy distinto a darle respaldo». Y un diputado Javier Herrera T., también del PPS: «¡SÍ! ¡Sí somos paleros del PRI al reconocer como nuestro al licenciado JLP! ¡Somos paleros del PRI, si así nos quieren llamar, porque somos obreros y tenemos palas… para enterrar a todos los reaccionarios de este país!»

Y otro del PPS, diputado también: «Sí, mi partido declara a don José nuestro candidato oficial. Es que sin nuestro apoyo, perdería muchos votos».

JLP protestó como candidato del PRI a la presidencia de la república Los diarios, entonces, criticaron el ruiderío que alzaban todos los círculos políticos con ocasión del susodicho destape. Protestó, en el graderío del recinto, aquel Zarate Aquino, gobernador -entonces todavía- de Oaxaca «Sí, hacemos ruido, y qué bueno! Si destapar a nuestro candidato no es asistir a un velorio…» Y Oscar Flores Tapia gobernador de Coahuila «Mire, el ruido y el entusiasmo son uno de los aspectos fundamentales de la democracia». El candidato salió de gira En la Magdalena Contreras, el maestro de ceremonias: «¡Vamos a ensayar una vez más, para que el candidato del pueblo no nos vaya a agarrar en frío, sino bien calientitos! ¡Venga de ahí tres vivas para nuestro candidato, dos para nuestro partido y uno para México!»

Y un Servando López, orador: «¡Licenciado, no hay López que no sea bueno, ni bueno que no sea López!» Y el cantante «Tony» Aguilar: «¡Vea usted, licenciado! ¡Fíjese cómo por acá, en Ojo Caliente, todas las muchachas son de ojo caliente!» En Tlaxcala Beatriz Paredes, diputada «¡Aquí, licenciado, hoy ocasiones en que los momentos rebasan al polvo de los siglos y transforman la carencia de los años luminosos y lúcidos, porque son la conjugación del devenir histórico y porque tienen la luz que se les da., el Hombre!» Otro lambiscón: «¡En sus iniciales, licenciado, tenemos la conjugación fiel de que habrá de cumplir con lo que ha estado prometiendo durante su gira por la campiña mexicana! ¡Porque la Jota es Justicia la Ele Libertad, la Pe de Portillo Paz, y la Pe de Pacheco… Patriotismo!»

– ¿Y qué, contertulios, ¿era del PRI-Gobierno, con sus «apoyos» de costumbre y tan logrera «oposición», un proceso electorero más agradable que este que hoy padecemos por cuestión de un «destape» político para el que no estábamos preparados? (Pues…)

Me da una lástima…

Pobre de madre Natura, mis valedores. Para mí que una pena muy honda la agobia desde hace unas décadas. Y si no, ¿por qué ese su estado de ánimo tan ceniciento, que se traduce en tales amaneceres erosionados por la tristura y la melancolía, y estas mañanas tan desabridas, puro desánimo y opacidad, como si llegasen al mundo ya envejecidas, arrastrando los pies? Qué distinto hace veinte, treinta años: cada día, cada hora, «el cogollo del minuto» era un poema de júbilo, y un estallido de alegría, y aquel sol, y aquel firmamento, y el viento un artista que, cuerpo y alma sinfónicos, transformaba en ballet las frondas de todos los árboles. La madre Natura de aquellos tiempos, ¿por qué entristeció, por qué se ha marchitado frente a mis ojos? ¿Ya en la senectud? ¿Ya en plena «tercera edad»…?

La noche del pasado sábado, por ejemplo, ¿por qué así de silenciosa y ausente del mundo, tan a la medida del ejercicio de los viejos: recordar? Recordar antañones amores, esos entrañables fantasmas que nos fueron inolvidables, y que hemos olvidado para nunca más. Tú, la de las garzas pupilas, ¿dónde estás? Tú, ¿cuál es tu nombre, que grabé en aquel arboluco del parquecillo provinciano? Usted, que conmigo juró los «nunca, nunca», y los «por siempre jamás», ¿qué rumbos anda pisando? Sombras nada más, y un retrato
desleído, un mechón de cabellos, una rosa marchita entre dos poemas de amor. Ellas, mis inolvidables ya olvidadas, alguna esta noche dirá de mí: «Aquel esperpentillo que con su labia logró ilusionarme, ¿vivirá o habrá muerto a estas horas?» Y el suspirillo, tal vez. Ah, la tristura del anochecer, culpa de madre Natura, que ya no es la misma que fue hace tres décadas…

Esta noche mi mente corre y recorre paisajes, tiempos, espacios. Caigo entonces al vetusto salón de cine, el de mis citas tempranas con el temprano amor. Añoro la antañona película y se me viene la estampa del héroe hazañoso. Raúl de Anda, mis valedores, ¿lo recuerda alguno? En oyendo ese nombre, aquellos de ustedes ya doblan el Cabo de Buena Esperanza dirán conmigo: ¡El Charro Negro! Qué tiempos. No lloro, nomás me acuerdo…

El Charro Negro, magno héroe popular; todo de negro hasta los pies vestido y la fragorosa 38 especial en la diestra, a galope tendido del alazán cruzaba de lado a lado la pantalla del cine de barrio para rayar el penco en los meros hocicos del hacendado sobrón, el jefe político avorazado y los cuícos que en el climax de la película queman las chozas de los lugareños mientras el hacendado, su endemoniado corazón convertido en policía de Atenco, intenta la violación de la aldeana inocente. Ah, pero en tal punto, rayando el penco. El Charro Negro, una 38 en cada mano y el vozarrón gargajoso:

– ¡Alto ái! ¡Quietos todos! ¡Levanten las manos!

Y la gayola, que se cimbra de gritos y aplausos. Qué tiempos. Y aquí llegó El Charro Negro, para el que quiera algo de él…

Qué tiempos. Años, daños y desengaños más tarde, llegarían para alegrar la pantalla del cine las beneméritas del bataclán y el saínete. Hoy, en el ejercicio de la nostalgia, recuerdo a aquella soberbia Susana Cabrera, a la que algún reportero, micrófono al frente: «¿Profesión?» «Payasa», contestó ella sin titubear. Susana Cabrera. Aquí la recuerdo en su espléndida caracterización de güila barata, piruja del arrabal, vientre rotundo, medias cuadriculadas, zapatos de latiguillo y tacón de este grandor; transparente el blusón, con escote que deja las pechugas a la intemperie; en el rostro de buscona, cargazón de cosméticos y jetas estallantes de carmín; y esas caderas cautivas en una mini-mini tres tallas menos de lo que pide, implora, exige su nalgatorio. Bajo las ojeras de pintura las ojeras del vicio, la depravación y las desveladas. En este cachete un lunar simulado, y en el cogote una verruga auténtica. Y las postizas de este tamaño, las pestañas, y al cuadril el bolsón. Susana Cabrera en su caracterización de la güila de barrio. Una muy especial:

En la zurda la balanza y en la diestra el pomo de cacardí. De venda en el rostro la pantaleta, con los ojillos apicarados al descubierto. Ah, la justicia, ramera vieja y viciosa, alcahueta de corruptos y alcahuetes que los solapan. Los Fox (La Estancia, el Tamarindillo, etc.); los Bribiesca Sahagún («Vamos México», Manolo y parentela); los Montiel. Peña, el gobernador cómplice, y la familia de Feli-pillo. En el polo opuesto, dramático, las mujeres asesinadas en Juárez, los mineros de Sicartsa y Pasta de Conchos, San Salvador Atenco, herida que no cesa, los maestros en Oaxaca, y patético: que frente a una justicia alcahueta y depravada esas masas que se niegan a asumir viven y penan huérfanas de un Charro Negro en quien delegar, un Gavilán Justiciero, un Zorro Vengador y demás fantasmones que pare y aborta la imaginación onanista del cine cimarrón. La justicia de mi país, esa putona del Sistema de poder. (Ah, México.)

Puro chile

El fútbol, como espectáculo para las masas, sólo aparece cuando una población ha sido ejercitada, reglamentada y deprimida a tal punto que necesita cuando menos una participación «por delegación» en las proezas donde se requiere fuerza, habilidad y destreza, a fin de que no decaiga por completo su desfalleciente sentido de la vida…

Del incidente ocurrido entre los vecinos y este servidor la noche del domingo pasado les hablé ayer, y que todo comenzó con mi intento de salvar la tertulia, que se había abaratado con la presencia de aquel par de asuntos a cual más de mediocres, manoseados y pacotones: los candidatos a la presidencia del país y el clásico pasecito a la red. Imagínense.

Tienden los comentaristas a acentuar el carácter estético del juego; se habla del estilo de los jugadores del mismo modo que se puede hablar de una escuela pictórica, por ejemplo. Pero no debemos engañamos: se trata de crear una seudo-cultura basada en valores irrisorios para uso de las masas a las que no se les permite tener acceso a la cultura. Se simula un serio estudio de algo de lo que no hay nada que aprender, enseñar o comentar, más allá de algunas elementales reglas de juego…

Mis valedores: fue entonces. Yo, harto de oír lo que oía: «¿Saben ustedes cuál debiera ser la divisa del México futbolero? El chile».

¿Que qué? ¿Qué fue lo que dijo el catastrofista amarguetas pseudo-neo-comu-nistoide? Iracundia general y la propuesta de El Síquirí: una ofensa de ese tamaño a los símbolos patrios ameritaba que me caparan. «¡Entíbenmelo!» El juguero suavizó la sentencia: «Nomás con que lo linchemos». Y que vengan de ahí los garrotes, la lata de gasolina. La llegada del maestro me salvó, y pude explicar lo del chile:

– Fue la figura de un chile, con el nombre de El Pique, el símbolo del torneo futbolero «México 86». Aquel fenómeno delirante de enajenación, muy parecido a la locura con que se recibían las visitas de Juan Pablo II, se inició con la gran esperanza de los triunfos futboleros para el equipo nacional, y terminó como es previsible que en el «Alemania 2006» termine el equipo tricolor, tan incoloro y mediocre, con la consiguiente desilusión de una fanaticada a la que el duopolio de televisión ha metamorfoseado en Perra Brava. En los animalitos de Hamelín y su flauta mágica, más propiamente.

– Una vez terminado el «México 86», me acuerdo, Palomo el monero publicó una caricatura dividida en seis cuadros, con el Juancho Pueblo recargado en el tronco del nopal, gorrón alón, soñando que México era campeón futbolero. El torneo fue descrito en cada uno de los seis cuadros, desde el sueño triunfalistas de Juancho Pueblo el candido hasta la desilusión final. Ya he descrito los primeros dos cuadros. Aquí, el tercero: todo ha terminado. Cuadro por cuadro, en la imaginación del Juancho El Pique va siendo despojado de su atuendo futbolero, y al final queda en lo que siempre fue, en lo que siempre ha sido: puro chile Cuarto cuadro: Ave maría…

No miren, disimulen Ese que el Pique lo ha perdido todo, que el torneo futbolero me lo dejó encueradito y tapándose sus vergüenzas con el gorro alón. ¿Y los aullidos de triunfo de los merolicronistas? ¿Y aquel estentóreo: ¡Goool de México!? Estos, Fabio, hay dolor, que ves ahora… que verías, si no fuera por el gorro alón: los genitalitos de El Pique, a la intemperie el par…

Quinto cuadro: en el Goloso de Santa ?rsula se lucen los extranjeros, que sí saben jugar. Acá afuera Juancho Pueblo a pagar la factura: más carestía en la canasta básica, más desempleo, más depresión, más opresión, más represión ante las muchas más protestas ciudadanas. México, ya sin su simpático Pique vestido de futbolista. Trágico.

Cuadro final: terminó el sueño. Juan Pueblo despertó a la realidad, esa que, incrédulos, miran sus ojos, unos ojos que entre la orilla del sarape y el filo del gorro alón le rebrillan queriéndose chispar de sus cuencas: ahí tiene, enfrente, lo que de El Pique sobró al final del torneo luego del fementido espejismo de ilusorios triunfos y galas y honras y beneficios que en baladas, romanzas y odas (no odas, loas) le trovaron los alquilones de Televisa Juancho Pueblo ve, horrorizado, que El Pique se ha quedado sin rostro, sin brazos ni piernas, sin balón, sin botines, sin chaquira y lentejuelas, sin nada Sólo eso le quedó a Juan Pueblo en calidad de símbolo perpetuo: puro chile, sin más. Yo allá, en la tertulia, y aquí, frente a ustedes, con mi conclusión:

Del «México 86» y los gobernantes, mis valedores, ¿al final qué le viene quedando al Juan Pueblo? De lo que le han prometido los merolicronistas de la política la economía la religión y el clásico pasecito a la red, ¿qué le quedó al crédulo? Puro chile. Y no más. Lean la historia patria (Más del tema un día de estos.)

Lo capáramos…

Tal fue, en la tertulia de anoche, la comedida propuesta de El Síquiri contra mi persona, una vez que me atreví a proponer el chile como símbolo patrio de esa Perra Brava, delirante como en los tiempos de las visitas de Juan Pablo II, en que todos los medios de condicionamiento de masas han convertido a los mexicanos con el pretexto del «Alemania 2006» de fútbol. «A caparlo, por atentar contra nuestros símbolos patrios, comenzando por Volpe». Menos riguroso, el juguero: «Nomás lincharlo, al güey». Los buenos oficios del maestro lograron amansar la gallera, y entonces: «Exponga sin miedo su tesis. Hablaba de que el chile, o algo así, ¿no?»
Yo, protegido por la autoridad del maestro, reinicié mi tesis en torno al pimiento morrón y la Perra Brava con la glosa del soberbio, expresivo editorial gráfico que al final del torneo futbolero «México 86» publicó en el matutino Palomo, monero de profesión. Dividido su dibujo en seis cuadros, aquí describí ayer un retazo del primero, con el que se inició el «México 86» y un Juancho Pueblo convertido en Perra Brava que desde que arranca el torneo futbolero se prepara como campeón del mundo. «Y goool… de México!» ¡Lo platicamos todos! El final del primer cuadro del editorial gráfico de Palomo:

Es mediodía en el Valle de México.
Contra un fondo de volcanes (la Mujer Dormida y el Popo, a su lado, la entraña de fuego, requemándose por dentro), un mexicanito típico, según manoseada imagen del turismo extranjero, dormita bajo el gorro de palma, sarape de la nariz a los huaraches y los lomos contra el órgano (el pitahayo, el nopal, el cacto, para evitar suspicacias). Es Juancho Pueblo, que al punto del mediodía sueña sus sueños color de rosa, rosa mexicano, mientras de su mente se alza un globito con «sus» tricolores elevando a los cielos de Anáhuac la Jules Rimet Hermoso el placer onanista de Juancho Pueblo, en su papel de Perra Brava del clásico pasecito a la red…

Las imágenes de su sueño, qué imágenes las de sus sueños: onanismo puro y pura fantasía. Al dormitar, Juancho Pueblo se arrulla en el nirvana futbolero que le tejió la televisión por lengua y salpicaduras salivosas de sus merolicronistas; ahí, en el sueño de Juancho Pueblo, qué gloria de Pique: enfiestado y relajiento, guapachoso y juguetón, triunfalista y jacarandoso, que en el inicio del certamen futbolero se prepara para elevar al cielo la Jules Rimet. «¡Y goool… de México! ¡Nuestra es la copa!» Al conjuro del gol toda una nación de meshicas enardecidos experimenta un éxtasis de Perra Brava porque México pasó a cuartos de final. Y qué imágenes, engendros puros de la campaña de patriotería triunfalista que (ayer, como hoy mismo) le embombillaron los medios de condicionamiento de masas. ¡Y es que el milagro se había producido; ¡La Esperanza Verde lograba lo que nunca antes: llegar a cuartos de final! ¡Mé-xi-co! -Y ya!

Al conjuro del pregón todo un pueblo de Perra-Bravas enardecidas toma la calle, toma la plaza, toma la glorieta del Ángel, toma a pico de botella y la corneta en esta mano (de plástico. No la mano, la corneta), y en esta otra la de cacardí, danza su danza triunfal. ¡Y vengan esos buches al pie del Ángel, y a desparramar el confeti, y a menear las carnazas con las estallantes de la Chica Chiquitíbún; y a zangolotear esos brazos, esas piernas, entrepiernas, entrepompis, entrevistas bajo la licra de la rnini-mini. ¡México está en cuartos de final! ¡Esta noche, mexicanos, es la noche de la transfiguración! ¡México… y ya! Cuadro segundo:

Pero para la Perra Brava iba a llegar la previsible desilusión. Al fin de la fiesta y ausentes los triunfos que se habían prometido, ¿del «México 86» qué vino quedando a la fanaticada? Nada más que fatiga, desilusión, cruda etílica y basural de confeti tricolor.

Lástima: frente a los alemanes (como esta vez frente a los de Angola) el delantero mexicano falló el penal. En los sueños onanistas de Juancho Pueblo el globo de colorines (verde, blanco, etc., los del agónico PRI) estalló en el aire de junio, y «El Equipo de Todos» quedó fuera del Mundial. Pasmado de asombro el Pique (dibujado como sueño sobre la testa de Juancho Pueblo, y que representa su sueño, su pesadilla) se ha quedado atónito. En torno del enajenado que el duopolio de la TV metamorfoseó en Perra Brava desaparecieron las multitudes delirantes, la Chica Chiquitibún, los alaridos de triunfo, todo. No hubo ganancia en dólares, pero sí ganancia en basura tricolor a montones. Solo y su alma el Pique, un balón desinflado en la diestra, pela los ojos, aterrorizado.

Después… (Mañana, el final.)

¡Los valientes no asesinan.!

Suerte la mía, que el maestro llegó a la tertulia en el momento preciso, donde impuso su autoridad y calmó la gallera. «¿Por qué la dificultad, contertulios?»

Nomás porque establecí un parangón entre los dos entes en los que hoy delegan las masas: los candidatos presidenciales y el clásico pasecito a la red. «¿Saben ustedes cuánto nos cuesta el proceso electorero? ¿Existe una proporción entre tantos millones que nos arrancan de nuestros impuestos y la calidad de ‘estadista’ del que llegue a Los Pinos?»

– No, pues no -el joven juguero-. Y menos si de chiripada va llegando el yunquero cuñado de su cuñado…

De acuerdo todos. Alguno meneó la testa; otro, a modo de oración, musitó una ristra de altisonancias. «¿Y no ven el paralelismo entre la pacotería del candidato que se encarame en Los Pinos y los matalotes que en el «Alemania 2006» concentran la enajenación delirante de unas masas manipuladas por el duopolio televisivo que así las sumerge en el consumismo?

– ¿Qué qué? A ver si entendí bien (bien que lo entendió El Síquirí): ¿Está usté insinuando que el Kikin y el Cabrito son tan chafas como Campa y el cabro Calderón? ¿Está comparando «nuestra» Selección con Madrazo? ¿Compara nuestros símbolos patrios con El Peje y Calderón?

– No, porque el símbolo patrio de los mexicanos que la televisión metamorfosea en Perra Brava es el chile.

– Ándale, güey, ya sacastes boleto (en un susurro el Síquiri, zafio y confianzudo que no fuera.
Lo alcancé a oír). Miradas como puñales (de los de hoja damasquina). El joven juguero, tensa la voz: «Lo capáramos», y La tía Conchis: ‘Yo opino que nomás lo linchemos. ¿Quién se apunta con el garrote, quién se trái la lata de gasolina? Mi salvación, el maestro. «¿Por qué la crispación, contertulios?»

– Es que los mexicanos puro nacionalismo, y el que ofende los símbolos patrios tiene pena de la vida y no amanece en su colchón. ¿Sobres, vecinos..?

Yo, azozobrado. Al enterarse del problemón, el maestro: «Nuestro anfitrión tiene razón. Pues qué, ¿no fue un pimentón el símbolo del «México 86»? El Pique, ¿no lo recuerdan?

– Yo sí -don Tintoreto-. Un pimiento morrón o algún otro picante de los tantísimos y tan variados que Madre Natura oferta a sus hijos dilectos, los mexicanos. Un chile fue, una especie de miembro activo.

– Miembro activo Hágamela buena -sonrió la tía Conchis, sonrió la Maconda. Los hombres nos atragantamos. «Miembro activo del equipo mexicana Señor valedor, ¿podría describirnos el símbolo del México 86?’

Ya apaciguada la gallera y aún tembloroso me di a describir El Pique un picante con la punta hacia arríba y los rasgos de un rostro autóctono con que el dibujante lo humanizó: jetón, mofletudo, prieto retinto y panzón, ojillos de apipizca, gorro alón, zancas estevadas, pantaloncillo y botines de la Selección Mexicana. Ese fue El Pique, un pimiento tamaño familiar que los merolicronistas de radio y televisión exaltaron hasta la náusea con andanadas de manipulación patriotera: «¡Mé-xi-co!» (Aún no se empleaba mi frase, que tanto repetí en la XEQ, estación de radio donde laboré en un tiempo: «¡Sí se puede!» El Sistema de poder nos tiene bloqueados psicológicamente: «¡No se puede y háganle como quieran!». Y yo: «Por medio de la organización celular autogestionaria vamos a replicarle: «¡Sí se puede!» Cuándo iba a imaginar que mi frase, copiada por Madrazo cuando candidato al gobierno de Tabasco -«Quién dice que no se puede»-, descendiera hasta el grado de convertirse en el asunto de El Pique. La frase, en realidad, es del maestro.)

Al fin de la fiesta y ausentes los triunfos que se habían prometido, ¿del «México 86» qué vino quedando a la fanaticada? Fatiga, desilusión, cruda etílica y basura de confeti tricolor. Mis valedores: porque en el «Alemania 2006» la historia amenaza repetirse sin que el manipulado escarmiente, en la tertulia se me ocurrió proponer el chile del «México 86» como el auténtico símbolo patrio de la Perra Brava. ¡No lo hubiera dicho! Ya amansadas las crispaduras, el maestro me invitó a exponer mi tesis, y yo, por ser más explícito, la inicié con la glosa del viejo editorial gráfico de Palomo, caricatura que dividió en seis cuadros. El primero:

Es mediodía en el valle de México. Contra un fondo de volcanes (la Mujer Dormida y el Popo, a su lado, la entraña de fuego, requemándose por dentro), un mexicanito típico, según manoseada imagen del turismo extranjero, dormita bajo el gorro de palma, sarape desde la nariz hasta los huaraches y los… (Mañana.)

Se me paró…

Se me quedó rígido, recalentado y apestoso a chamusquina (el motor del BMW. Del volks cremita, más propiamente). Noche resfriada a lloviznas nocharniegas, que rajueleaba a lo lejos algún furtivo relámpago. Yo, buscando al mecánico que me reviviera el difunto, eché a andar por la desolación de aquellas callejas desconocidas del norte de la Ciudad, pero nada, sólo llovizna y soledad. Soledad y llovizna Caminé hasta extraviarme por remotos andurriales, cuando, de súbito, allá, en la explanada ascua viva de luz, música y animación, la feria de barrio. Ahí no llovía y qué brillante espectáculo en aquel incógnito rincón del mundo. Me acerqué, y al amor de la luz, la música y las fritangas, me detuve a mirar. De repente:

– Un espectáculo de lo más aleccionador, ¿no le parece?

Ájale, y éste, ¿de dónde salió? Lo observé del ganchete, y quien haya leído el Fausto se lo va a imaginar: alto, seco de carnes, negra su vestimenta y por ojos unas brasas que me recordaron las del Rosco, mi gato, o los de un reptil. El Mefistófeles de barrio al Fausto de pacotilla

– Elocuente retablillo de la politiquería cimarrona, ¿no le parece?

Nada de retalillo le advertí, y menos politiquero.. El Mefistófeles:

– Gustosamente me ofrezco a auxiliarlo a rastrillarle los símbolos.

Me molestaron su voz y modales untuosos. ‘Yo no veo más que lo usual en las ferias: la rueda de la fortuna el volatín, los carritos chocones, una carpa de títeres. Lo usual. El parentesco con el ejercicio político no se lo veo.

– La rueda de la fortuna dijo usted. La atracción principal de la feria ¿Ve a los que ocupan las canastillas? ?igalos. Al girar de la rueda qué de empujones, qué de alaridos, imprecaciones, acusaciones, todos intentando a todos arrojar al vacío. Y si no, ¿ve al chaparrito, peloncito, de lentes? Sí, el de las «manos limpias». ¿No andaba muy seguro allá arriba? Mírelo ahora, besando el suelo, pero con sus dos nalgas. ¡Quiere llorar! Y el que lo empujó, bien macizo en la cumbre. Aunque a dale y dale lo van a tirar. ¿Ve el volatín de caballitos? ¿Quiénes cabalgan en los caballos de la fila delantera?

– Oiga, ¿no son los muy hijos de la honorable, opusdeísta, católica y legionaria de Cristo familia Bribiesca Sahagún? Ese cara de caballo, ¿no es Arturo Montiel, rodeado de familiares? Al otro como que quiero reconocerlo.

– Diego Zavala cuñado incómodo de Feli-pillo. Lo acaban de encaramar en el volatín. En el otro extremo, ¿quiénes montan los caballitos?

– ¡Todos los procuradores, comenzando por el Cabeza de Vaca..!

– Vuelta y vuelta el volatín. ¿Cuándo calcula que los caballitos de la justicia logren alcanzar a los caballitos de los sinvergüenzas ahijados espirituales de Norberto Rivera y Onésimo Cepeda?
Tragué saliva «La lotería de frijolitos, ¿la ve? Campo y tablas. Corre y va corriendo. ¡La gubernatura la diputación, la delegación política!»

¡Y lotería!, gritaron algunos. Los perdidosos (el diablo, los bastos, la muerte, sus cartas) se levantaron aventando frijolitos, y a probar suerte a otra lotería, demetrio-sódicos dejaran de ser. O a probar suerte con los aros.

– ¿Ve? El del tenderete les dio una dotación de aros, y véalos arrojándolos sobre figurillas de barro, plástico, vidrio. Pobres. No se percatan de que la figura es más gruesa que el aro, y así cuándo ensartase una oficialía, una diputación. Ni enajenando el aro propio. Ahí, los carritos chocones.

En la patrulla chocona el grito retador «Ese del volks cremita, ¿qué no oye? ¡Oríllese pa’ la orilla! (Es «pa» la orilla, M.A. Flota Cuando me imiten, imítenme bien.) Me estremecí. «Oiga, qué de patrullas, de fori-fáis, de colmillos en el escuadrón de grúas». ¿Y la boleta de infracciones?»

– Arreglo discrecional. Pal chesco. De quiñentón pa arriba Allá, ¿ve el palenque? El gallero, por intentar el milagro de que gane su gallo (ese chaparrito, peloncito, de lentes), ya purgó de balines al gallo amarillo y le melló el filo de los espolones. El muy marrullero, concesionario de la «partida», juega siempre con cartas marcadas.

La carpa de enanos, joronches y demás contrahechos: Ortega Espino, Palacios, Dante Delgado. Unidas por la panza se arrastraban dos sierpes siamesas, plañidera voz: «Fue un castigo de Dios porque juntas firmamos el IVA, el Fobaproa el IPAB». ‘Tírele al blanco»: la cabeza del dientoncillo. «¿Ve? Fox y compinches lograron bajarlo de la rueda de la fortuna».

Todos en compló contra el güerejo, que una y otra vez eludía los pelotazos de los rudos, un Yunque en cada mano, que antes de lanzar el proyectil, los muy beatos se persignaban. «¡Me la persignan!», el dientoncillo.

– ¡Y se la van a persignar! (Se me chispoteó.) Silencio. Volví la vista, pero el Mefistófeles, andavete De súbito, un rayo en seco. Me la persigné. Por las dudas. (Qué más.)

Un Quijote ridículo

Don Quijote de la Mancha, mis valedores, espejo y flor de la andante caballería ¿Lo habrá leído alguna de ustedes? ¿Recordará el episodio del gañán Juan Haldudo y su criado Andresillo? Lo cuenta Cervantes:

«La del Alba sería cuando don Quijote salió de la venta tan contento, tan gallardo, tal alborozado por verse ya armado caballero, que el gozo le reventaba por las cinchas del caballo». Y cómo no andar contento, si la noche anterior y en regocijante parodia de solemne ritual un ventrudo ventero y una ilustre fregona con sus ribetes de putancona le dieron el espaldarazo en la orden de la andante caballería, renegrido humor de Cervantes…

Los rosados dedos de la aurora se insinuaban apenas en el oriente cuando ya el de la Triste Figura se echaba al camino y, anchos los campos de Castilla, ahí va al paso de Rocinante, venteando el rastro de huérfanos, viudas y demás desvalidos a quienes acorrer. Y ocurrió que el de lanza en astillero y adarga antigua no había avanzado gran trecho cuando ahí no más, en el bosquecillo, tan plañideros lamentos. Ahí se yergue el de la Triste Figura, infla el pecho y clama a toda voz:

– ¡Gracias doy a los cielos por la merced que me otorga, pues tan presto me pone en ocasión de cumplir los deberes de la andante caballería..!

Rumbo a los lloros picó espuelas a Rocinante, y de súbito ahí, en el claro del bosque, atado a una encina y desnudo de cintura arriba un muchachejo dolíase a los varazos que en viva pelleja le planta un gañán.

– ¡Alto, rufián mal nacido! ¿Por qué así castigas las carnes de ese infeliz?

Válgame El villano, a la vista del lanzón, detiene la vara, y dulcificando la voz y aún insinuando una sonrisa

– Sosiégate, caballero, y dígnate a escuchar. Juan Haldudo es mi nombre, y el de éste, Andrés, que me pastorea un hatajo de cabros. Tan descuidado me ha resultado, que el muy cabro añejón a cada rato me llega con un chivo de menos. Yo, por bien educarlo, con la mejor intención le plano los lomos.

-.¡Miente, señor caballero! Lo cierto es que aquí mi patrón me debe ya varios meses de sueldo, y esta es su respuesta porque le cobro la deuda

– ¡Y en mis barbas no mientas, o con mi lanza te paso de parte a parte..!

Total, que mi Don Quijote le mandó desatase a su víctima, lo llevase a casa a curarle las mataduras, y de inmediato le diera el monto del débito.

– ¡Y ay de ti, villano, si osas desobedecer a uno de la andante caballería!

Juró cumplirlo el gañán. Lo jurado, jurado. Y ocurrió que el justiciero salió del bosque y al cielo elevó sus ojos: «¡Bien te puedes llamar dichosa, ¡oh sobre las bellas bella Dulcinea del Toboso, pues te cupo en suerte tener sujeto y rendido a toda tu voluntad a un valiente caballero como lo es y será don Quijote de la Mancha (…) que han quitado el látigo de la mano a aquel despiadado enemigo que tan sin razón vapuleaba a aquel desdichado infante..!»

Y el loco seguía con su soliloquio: Yo seguiré luchando por una migración segura, ordenada y con respeto a los derechos humanos. Con el presidente Bush seguiré trabajando para que nuestros paisanos puedan vivir con dignidad junto a su familia…!»

(Tal dijo el viernes, 9 de junio en Hermosillo, Sonora, un cierto Don Quijote de esperpento y pacotilla Y se lo creyó, el muy prozódico, pa su…)

¿El gañán Bush, mientras tanto? Ya que el justiciero saliera del bosque el muy mal-alma se pepenó al Andresillo de acá de este lado: «Venid acá, «hispano grizzly, frijolero del sur. Os quiero pagar lo que os debo, pero por lo mucho que os quiero, voy a acrecentar la deuda para acrecentar la paga.»

Y ocurrió que el gañán Bush Haldudo, asiendo del brazo al Andresillo indocumentado, le tornó a atar a la encina y le acomodó tal ración de varazos que lo dejó por muerto: «Ciudadanía, residencia legal? Ahí te van unos miles de soldados recién llegados de Irak Armas largas». Y al recordar la reciente disputa «¡Hijo disputa, qué tal os sabe la paga! Y ahora llamad en ayuda vuestra al Quijote balín y prozaico, loco que se imagina desfacedor de entuertos, mediocre vil, verborreico! ¿Qué esperáis, Andresillo? ¡Llamad a Fox, y que de paso se traiga a Sancho Derbez y hasta a la Dulcinea Sahagún, madre de cabros Bribiescas! Ya veréis que este entuerto no os lo deshace por más hondo que se ande exhibiendo como protector de indocumentados…!»

Y tíznale, retazo va y varejonazo viene contra el indefenso indocumentado. ¿El quijote prozaico, entretanto? Ese, en campaña política (ancho es el campo de Castilla), clamando, en su pastillosa locura

– ¡Oh entre todas dichosa, Dulcinea Sahagún, pues que pariste unos hijos que a tu ejemplo son modelo de honradez. Yo, flor y espejo de honestidad, vigilo para que nunca se empañen las virtudes de los Fox, Bribiesca y Sahagún.

Espléndido. (Fox.)

Señora Margarita Zavala

De su biografía personal, señora, apenas conozco hedores: que es usted persignada y yunquera, reaccionaria hasta el tuétano; que fue de los fundadores del negocio familiar Hildebrando, SA. de CV. que, iniciado hace pocos años con un capital de apenas 1,000 pesitos, es ahora una de las empresas punteras en su género, que cuenta paquetes de cientos y miles de millones de pesos. Qué bien.

Más de su biografía personal poco sé más allá de la escandalera que todos los «medios» han desatado en relación a los Hildebrandos de la familia Zavala que, en la mejor tradición milagrera de los panes y los peces, se han multiplicado hasta la náusea en apenas los cinco años del sexenio cristero, yunquero, opusdeísta y legionario de Cristo, Dios sea loado. Mal sé de usted lo suficiente para medir el tamaño de la corrupción en la que chapotea el apellido Zavala, y no me cae de sorpresa: mil ateos honrados he conocido por un beato católico que no sea tan persignado como sinvergüenza Sepulcros blanqueados, les llamó El Ungido, y su maldición: «Ay del que escandalizare a mis criaturas». Y a mí, criatura del Señor, usted, Diego su hermano, Hildebrando SA. de CV. y toda la parentela me han erizado el espinazo y dejado en la saliva un regustillo como a Tedéum echado a perder.

Señora, ¿no se adelantó? ¿Por qué no esperó hasta llegar allá arriba si al milagro de la multiplicación de Hildebrando, SA. de etc. se empalma el prodigio de que La Casa Blanca encarame en Los Pinos al honorable marido de usted (uno chaparrito, pelón, de lentes, según el retrato hablado que de él ha trazado el presidente del PAN, Manuel Espino), y entonces podrá sacarle jugo a su puesto de «primera dama», vale decir: lujos de nueva rica,, todo lo mejor, todo de lo más costoso y todo pagado con los impuestos de todos nosotros, que para esos somos apáticos y dependientes. Viajes también, en los que su incultura desparrame su fama de zafia de inculta, de charra y tropical, o no permitiese el alias de «primera dama». No, y también trapos de marca, para que algunos de los más reputados modistas (con a) sobre medida le vengan a diseñar desde los calzones hasta los zapatos, y se cuelgue al pescuezo y en las muñecas joyas de las que en los días de fiesta lucen la reina de Inglaterra y las actricitas de Hollywood. Y qué decir de tantos negocios que consiga honradamente con el tráfico de influencias. Dígalo, sí o no, Diego el de Hildebrando y demás Meta Datas de cuyas ubres ubérrimas mamen los familiares que aún no sean socios de Hildebrando, como Diego y compinches.

Por qué no aguardó unos meses. Todas las candilejas del país se enfocarán en su personita, la viva estampa de la mediocridad, en el instante en que siempre sonriente se retrate en un ritual que remeda al del padrino de bautismo repartiendo monedas entre los desarrapados. Ah, esa aspiración imposible de toda «primera dama» de metamorfosearse (de zafia, vulgar, nueva rica arribista) en una Evita Perón de pacotilla (A su hora consultará ya no a Myriam Moscoso, ex-mandataria de Panamá, sino a Michelle Bachelet, de Chile: «¿Oiga cómo se hace para llegar a la presidencia..?»)

¿Por qué se precipitó, señora, por qué no frenó su impaciencia para a su hora regentear su propio y particular ‘Vamos, México», bautizado con algún título que disfrazara el negociazo personal y de la familia de Zavala, la de Hildebrando, SA.? Por un si acaso, ¿sus hijitos no se llaman Jorge, Manolo, Fernando? ¿Tienen avión propio? ¿Siguen en libertad? ¿Ve usted? Con mantener mansitos a los domesticados de la PGR y de la Función Pública..

Espere unos meses, y a lo mejor, a lo peor, se convierte en el poder tras el trono, maniobra que lograría con toda facilidad y felicidad (para usted), porque según todos los inicios y por confesión personal en su libraco de memorias, su marido, señora (uno chaparrito, peloncito, de lentes, según retrato hablado que etc.) usted será quien a visceras manejará los hilos y las hilachas de la politiquería palaciega y el rumbo del país de la «primera dama».

¿Por qué no esperó a acrecentar su turbio pasado casándose y descasándose un par de veces para luego divulgar su intimidad sexual con el ex-marido, y a lo arribista trepar a las cumbres de un poder que es efímero, que usted no merece y que, como las rondas de Lara no son buenas, que hacen daño, que dan penas, que se acaba por llorar. En el penal de La Palma, espero. Si usted hubiese sofrenado su impaciencia y se hubiese casado por la católica y descasado antes de llegar a Los Pinos, para que la católica le legalizara el amasiato con el siguiente. Ahí tiene, listos para todo servicio, a los reputados Norberto Rivera y Onésimo Cepeda, y al mucho más reputado Marcial Maciel, coyotes todos de la misma loma Porque otras primeras damas se encenagan al llegar, pero usted no esperó, señora ¿Por qué esa urgencia? Curiosidad la mía (En fin.)

Soy un adúltero

Ya estoy repuesto, ya volví a mi color, y según elimino la bilis desparramada, el descontrol del bajo vientre va dando paso al funcionamiento normal. Qué no harán, contra el susto, los bebedizos de la Tía Conchis. «No se moleste en traérmelos», le dije a la sesentona al siguiente día del sofoco. «¿Por qué no niegue a la Lichona que me los traiga a la cama?’

Y sí, de noche a noche, desde la del martes pasado llega hasta mi camastro dentro de un camisoncito negro, de encaje, traslúcido, que le llega arriba del medio muslo. (No, no La Lichona, sino la Jana Chantal, travestí, o sea el Tano de día, vulcanizador de repelos de llantas que en plena cara nos arroja Texas.) Y qué hacer, sino tomarlo de sus manos bien calientito (cuachalalá con ipecacuana y cedrón). Y que si no me apetece algo más, y que si no prefiero que me vele (que me vuele) el sueño, y que.. Pero voy al principio.

Aquella negra noche de mi mal el marido me fue a sorprender de rodillas ante La Lichona, ella y yo chiquiteándonos una bien caliente (una infusión). Mis valedores: ¿cómo, por qué fue que se me ocurrió llevar aquel libro de poemas a La Lichona, la esposa del Cosilión? ¿Por qué la frutal sota moza me recibió en su recámara y con ropita de noche? La plática y la lectura de dos, tres poemas, ¿por qué se prolongó hasta después de las diez p.m.? Al Colisión, ¿por qué no lo vi llegar, que me percaté de su presencia cuando ya lo tenía a tres pasos de donde yo, arrodillado y a lo aspaventero, recitaba a la vecina Los amorosos, del poeta Sabines..?

De repente trágame, tierra: ahí, imponente, arma descomunal y cara de energúmeno, el marido de La Lichona, en persona. Yo, en medio del pavor, aquella renegrida reflexión: voy a morir por un mal entendido, y no de un balazo, no de una puñalada, como mandan los cánones para el buen adúltero. Yo no: abandonar la vida de un santo marrazo, Cristo Jesús-Quise alzarme, correr, tartamudear una excusa, pero como ocurre en mis pesadillas, el cuerpo no me respondió. Yo ahí, engarrotado, nomás pelándolos (mis dos ojos). Y fue La Lichona, que adivinando la intención del enfebrecido, entró al quite: «¡Serénate, piénsalo dos veces antes de descargar ese marro!»

(Yo, de responso, tendría el rumor que vomitaba el cinescopio, luego de que había ventoseado su heces fecales acostumbradas: que si Niurka, que si el clásico pasecito a la red, que el reguero de cadáveres, que tome, chupe, fúmesela, úntesela, introdúzcasela. Con descuento. Lo usual. Transmitía ahora un programa de cómicos del que no hacíamos el menor caso. Ellos hable y hable, y yo recitando mis odas, cuando, de repente, no odas: ¡el marido, y rabioso, Dios!

Pero bien lo aconseja el Kama Sutra «No hagas cosas malas que parezcan peores». Ahí, mero enfrente, con sus tres metros de estatura (contando el marro, que había alzado a dos manos), el rostro rabioso del marido ofendido. La Lichona: «¡Suelta ese marro, Colisión!».

El otro, en rabioso silencio, avanzó dos pasos. Yo, el cosquillear en la nuca, el espinazo, el cóccix. Ella: «Con silenciarlo se acaba tu problema».

¿Pero silenciarme por qué, trataba de gritar; yo qué hice? Mi gañote, tapiado. El Cosilión, marro en alto. Me aniquilé en el sillón. «Si tanta es tu rabia, desquítala en el horcón aquel, en la azotehuela». Dócil, allá va el marro. Paso a pasito. Y sí, contra el madero alzó el marro y rájale, entre rajuelas de altisonancias comenzó a hacer rajuelas de pinabete y a arrancar quejidos de resina al ocote. ¡Zas, zas, zas!, retumbaba el edificio. Y fue entonces…

Jadeos y sudores, el Cosilión soltó el arma, se recargó en la pared, fuese deslizando hasta que sus dos carnosidades mayores se posaron en el suelo. Lo vi deshacerse en aquellos apretados sollozos. Acariciándole la greña, la sota moza- «Pobrecito mío. Fue en el bar, ¿no es cierto? Ahí comenzó tu broncón, ¿verdad, amorato? Pobrín…»

De qué canacos estaban hablando. ¿No era sospecha de adulterio y una deuda de «honor»? ¿Qué estaba ocurriendo? Porque de repente vi cómo La Lichona entró a la habitación, pepenó el cable que conectaba la tele a la corriente eléctrica, y a dos manos tíznale, que de un violento tirón desenchufa el aparato parlante donde los cómicos se tornaron lodo biológico y regresaron a la oscuridad de donde nunca debieron haber salido. Se sentó en el taburete.¡Pobrín de mi gordo, pero es que salen tan caros los de 40 pulgadas, ¿no?»

– Cuáles cuarenta, tampoco exagere.Yo ya no entiendo nada..!

– Salir huyendo del bar porque se hartó de las inmundicias que estaban soltando los del debate, y llegar a su casa y volver a toparse con los bergantes. Mi viejo tuvo razón al querer desquitarse masacrando a marrazos la tele, ¿pero sabe cuánto costó, al chas-chas y en moneda nacional, o sea dólares?

Conque eso era (¡Uff.)

¿Don de la profecía..?

A la memoria de Hollín Alexis Benhurnea, fruto verde, cortado antes de tiempo.

No profecía. Sólo atención y respeto por las enseñanzas que ofrecen la historia y la realidad objetiva. Dije entonces, y ahora digo: ¿alguno de ustedes recuerda el episodio aquel de Don Quijote y el león? La síntesis: en sus andanzas por Sierra Morena, la flor y el espejo de la andante caballería se fue a topar con un carro de muías, y mandó al carretero que se detuviese y le diera razón de la carga que transportaba.

– Lo que traigo en el carro es la jaula de un león.

Tan grande era, y tan feroz, que ningún otro lo sobrepasaba. Ahí, portento de locura y valentía, mi don Quijote embrazó su lanzón y ordenó al hombre que traía a su cuidado la fiera: «Abre la jaula. ¿Leoncitos a mí? ¿A mí leoncitos? ¿Soy yo un hombre que se espante de leones?»

De lo que no sea capaz un corazón bien afincado en el nido, mientras que nido vacío de razón sea la mente de un caballero como el de la Triste Figura. Ahí se planta frente a la jaula y aguarda que la abra el leonero, y salga la fiera para medirse con ella, y lógico: ahí fue el espanto del leonero, del carretonero, de Sancho Panza Ante la tozuda valentía del temerario no valieron súplicas:

– ¡Voto a tal, don bellaco! ¡Abre esa jaula!

Y sálvese el que pueda, como Sancho y el del carretón que huían para ponerse a salvo. El encargado de la fiera: «Contra mi voluntad abriré la jaula y soltaré al león. De las funestas resultas, sólo usted sea el responsable».

Dicho y hecho. Extremando las precauciones desde el techo de la jaula, el leonero fue abriendo la puerta hasta que la fiera quedó en libertad. Y aquí, soberbia, la fina estampa del caballero sin miedo y sin tacha:

Mi señor don Quijote, temiendo que Rocinante se espantara a la vista del animal, se apeó del caballo, arrojó la lanza, y embrazando el escudo desenvainó la espada Paso a paso, la tizona en la diestra y en la zurda aquel escudo ni muy limpio ni en muy buenas condiciones de uso, a pie firme retó a la bestia A salvo y a la distancia, Sancho Panza lloraba la muerte de su señor en las garras del melenudo, que daba por hecho. Y fue entonces…

De grandeza extraordinaria y catadura espantable, lo primero que hizo la bestia fue revolverse en la jaula tender la garra y desperezarse. Abrió luego el hocico y bostezó muy despacio, y con los casi dos palmos de lengua que sacó fuera se limpió de polvo de belfos y anexas. Y qué par de brasas traía por ojos. Don Quijote lo animaba a que saltase de la jaula y viniese a pelear. Temeraria locura Y como el león se distraía mirando en su torno:

– ¡Leonero, dale de palos! ¡Irrítalo para que salga a pelear!

– ¿Para que al primero que haga pedazos sea a mí mismo?

Aquí, mis valedores, mucha atención: El león, más comedido que arrogante, no haciendo caso de niñerías ni bravatas, después de haber mirado a una y otra parte volvió las espaldas y enseñó sus traseras partes a Don Quijote (y en pleno rostro le dejó ir un soterrado rumor salido de las cavernosas entrañas). Luego, con gran flema y remanso, se volvió a echar en la jaula

– Cierra, amigo, la puerta Tú eres testigo de lo que me viste hacer: cómo tú abriste al león, yo le esperé, él no salió, volví a esperar, volvió a no salir y volviose a acostar. Que sepan por tu boca esta hazaña

Hasta aquí Cervantes, y la moraleja con que me topé en el episodio de Don Quijote y el león al leer en el matutino: «La decisión del gobierno de Fox de cancelar la construcción del nuevo aeropuerto en Texcoco constituye una victoria para los campesinos de Atenco y para todos los mexicanos». Y esto más: «En Veracruz, Yucatán y Querétaro ya están afilando los machetes». «El machete, un símbolo». Y que un Heladio líder de campesinos (la CNC) «no descartó la posibilidad de que los integrantes de la organización recurran a los machetes para no desaparecer como sector productivo». Mis valedores:

Lo dije a su hora y me lo tomaron a mal: la bestia, por una vez, desdeñó al Quijote de Atenco que machete en mano se atrevió a desafiarlo. (¡Con el machete como arma contra las armas del Sistema de poder! ¿Podrá darse mayor desmesura?) Lo desdeñó esa vez, consideraciones de la ecuación costo-beneficio, pero estudien la historia ¿cuántas veces el león va a concretarse a ventosearle un aire en la cara? La que esa vez defendieron los quijotes de Atenco fue causa justísima pero el machete, ¿arma efectiva contra el enemigo histórico? No caer en el engaño, compañeros; no tornarse, por ignorancia colaboradores de un enemigo común al que todos tenemos la obligación histórica de justipreciar para así crear el arma adecuada con qué combatirlo, ¿por qué machetes contra bestias feroces? No me eche-inglés. Piénsenlo, aconsejé entonces. (¿Y?)

¡Silencio todos…!

Sorprendidos ante el reclamo, los contertulios hincaron los ojos en el maestro. Y qué alivio en mis tímpanos, porque la tertulia se había tornado gallera, palenque, herradero donde todos discutían con todos, disentían con todos, con todos se contrapunteaban en plena polémica. ¿Los temas? Lógico: el fútbol, el debate de los candidatos, las protestas de maestros, y Atenco, (tortura, sadismo, violación). «Un minuto de silencio, por favor».

??Ah, jijos, ¿pues quién se murió? ??El Síquiri, y el maestro.

??Este pequeño universo de la tertulia representa al universo total del género humano. De México, concretamente.

Muy cierto: fanática de AMLO, la tía Conchis polemizaba con La Maconda, adoradora de Fe-Cal y Diego el barbón, y yo con mi primo el Jerásimo, amador sin fortuna del Revolucionario Ins., que a tanto amor le ha respondido a Madrazos. El Síquiri, admirador de Cuauhtémoc (Blanco), se contrapunteaba con el juguero, adicto a La Volpe. Y que se Atenco, alegaba don Tintoreto, y que si las protestas de los maestros, La Lichona. Festejo fiel del país, la tertulia. El maestro:
«Quiero contarles un cuento».

Válgame, ¿un qué? ¿Un cuento? ¿Uno más, después de los que nos recetaron en el pasado «debate»? De ganchete nos miramos unos a otros.

Silencia El maestro: «Pancho Papadas, su título. Ocurrió que al pueblo aquel llegó cierto día un cilindrero), y el máistro Delfino cuetero de profesión: «¡Te doy un tostón por tu mono!». «Tres pesos y el mono es suyo».

Sólo un tostón entregó el máistro y cargó con el animalito. Todo fue verlo llegar, y los chamacos: «¡Miren, mi papá compró un huasteco! ¡Préstenlo acá, pa quemarle un buscapiés o una sarta de saltapericos!»

De ahí en adelante, el infierno para el infeliz. Los guarosos le tronaban cohetes y le amarraban a la cola mechas ardiendo. «¡Y ora a aventarlo a las tinas fermentadas. ¡Y cómo hace górgoros. ¡Se va a poner bien pando, como mi papá! ¡Ora de clavado, pa’ que se hogue…!»
Ahogándose, el mono alcanzaba el borde de la tina, y adentro, otra vez.

«Pa que te llenes la panza!» El animalejo se quedó ñengo, trasijado, el pobrín. Medio muerto, algo le sucedió, como que no quedó en sus cabales, como que apenitas aguantaba la vida, como que ya todo le daba igual. Las manos sobre la cabeza, pelaba los ojillos y se la pasaba en algún rincón, mirando. «A rellenarle las tripas de pólvora, pa que truene!»

Aquel día, desdichadísimo para el desastrado carcaje, de pelos y huesos descoyuntados, ¿pues no se les ocurrió a los bellacos meterle un chicloso entre las muelas y un chile de este tamaño por el cicirisco? Había que ver al huasteco dando maromas, sin saber a cuál tapón atender primero.

??¡Ora a darle toques eléctricos! ¡Mírenlo cómo se tuerce y retuerce..!

Así fue a sorprenderlos aquel día el máistro Delfino, al llegar de la calle. «¡Suelten ese animal y a trabajar, güevones, que hay muchos pedidos para las fiestas de la iglesia!»

Trabajaron hasta cebarle el nitro al barril, y entonces: «¡Tengan cuidado al moler la pólvora, brutos! ¿No ven que el barril ya tiene nitro? ¡Pónganle la señal caraeso!»

Le pusieron, de señal, una tira de hilacho blanco, y toda la runfla a la cocina, a comer.
Solo y su alma se quedó, en el taller, bolita de sufridero, el huasteca Así estuvo sin moverse, montoncito de pelos y huesos, nomás mirando.

Sombra ya de sí mismo, algo miraba sin pistojear; inmóvil, a piense y piense.

De súbito se enderezó, se rascó las costillas, se dejó ir hacia el barril de pólvora, le desenredó la tirita de hilacho y con ella se alejó hasta el corral vecino y se trepó a la más alta rama del guamúchil Al rato, luego de la comida, toda la sarta de bergantes entró al taller pa’ seguir chambeando. El máistro Delfino como no vio ninguna señal en la manivela del barril, se fue a darle vuelta con todas sus ganas. «¡Ni siquiera el nitro le han puesto, güevones!» ??Y güevones fue lo último que dijo, porque…

¡Brrumm!, en mil pedazos el cohetero y su mundo. «¿Moraleja, contertulios?» Nos vimos unos a otros. «Sí, miren: al pobre bruto los brutos lo habían hartado a maltratos. Su estado de derecho se lo tornaron estado de derecha, y por la trasera habíanle embombillado pobreza, injusticia, desempleo, deuda externa y Fobaproa, promesas siempre incumplidas y entrega de sus recursos naturales al gringo rapaz. Pero a base de sufrir, padecer y agachar la testa, logró al fin el ejercicio de pensar: los coheteros no eran sus aliados, y por lo misma ¿Exigirles? ¿Forjarles mega-marchitas? ¿A sus enemigos? Qué estupidez. ?l no delegó en ellos. ?l asumió, y así…

??Es que era mono, no güey ??el juguero. Yo pensé en Marcos, en los maestros, en.. (México)

Basura verbal…

Diatribas y ataques, mis valedores. Inquina y acusaciones, descalificaciones, embustes encubiertos y verborrea vil. Tal es hoy el proceso electorero, que no electoral. La turbulencia y el estrépito, la escandalera y un ruiderío tanto más estridente cuanto más vacío. Lástima que a millonadas lo pagamos todos, para a cambio recibir todavía más deterioro en el nivel de vida y un mayor enajenamiento del país. Ya nos tomaron la medida Y como nos ven mansitos. Ah, México…

Y nosotros qué distantes de nuestra herencia indígena Qué ignorantes de la sabiduría que nos legaron, de su conocimiento de lo humano y lo divino, del tino con que elegían a sus dignatarios; sin dedazo, sin campañas costosísimas ni elecciones de estado;sin esa pésima calca de la más deleznable cultura política gringa que son los debates, sin la mercadotecnia que les copiamos, ni su manipulación electrónica, sin su propaganda vocinglera y vacía de sentido para manipular almas cándidas, y una propaganda tan onerosa que esta vez dará a ganar al duopolio televisivo 515 millones. Nuestros, centavo a centavo. Y nosotros, juandiegos del IFE y perrabravas del clásico pasecito a la red, bebiéndonos a dos nalgas el veneno del cinescopio. ¿Lo dije antes? Es México.

Aquí, de nuestra raíz indígena y muy a propósito como para leer entre líneas y descubrirle la moraleja, va para ustedes este retazo de documento del cronista anónimo:

«Un año antes de la fiesta del dios (Quetzalcóatl o Tezcatlipoca) compraban los mercaderes un esclavo que fuese bien hecho, sin mácula ni señal alguna, así de enfermedad como de herida o golpe. Lo vestían con los atavíos del mismo dios, para que lo representase durante aquel tiempo. Antes que lo vistiesen, le purificaban lavándolo dos veces en el lago que llamaban de los dioses, y siendo purificado le vestían en la forma que el ídolo estaba

Lo vestían con todas las ropajes e insignias del ídolo, y poníanle su mismo nombre, y el elegido andaba todo el año tan honrado y reverenciado como el mismo ídolo: traía siempre consigo 12 hombres de guarda porque no se huyese; y con esta guarda le dejaban andar libremente por donde quería

Tenía este indio el más honrado aposento del templo, donde comía y bebía, y donde todos los señores y principales le venían a servir y reverenciar, trayéndole de comer con el aparato y orden que a los grandes; y cuando salía por la ciudad iba muy acompañado de señores y principales, y llevaba una flautílla en la mano, que de cuando en cuando tocaba, dando a entender que pasaba, y las mujeres salían con sus niños en los brazos y se los ponían delante saludándolo como a un dios; lo mismo hacía la demás gente; de noche le metían en una jaula de recias viguetas porque no se fuese. De mañana lo sacaban y lo ponían en lugar eminente, y después de darle a comer preciosas viandas poníanle sartales de rosas al cuello y muchas ramillas en las manos.

Salían luego con él por la ciudad, el cual iba cantando y bailando por toda ella para ser conocido por semejanza de su dios, y en comenzando a cantar salían de las casas las mujeres y niños a saludarle y ofrecerle ofrendas como a dios.

Nueve días antes de la fiesta venían ante él dos viejos muy venerables, de las dignidades del templo, y humillándose ante él le decían con una voz muy humilde y baja ‘Señor, sabrás que de aquí a nueve días se te acabará este trabajo de bailar y cantar…’

Y él habría de responder que fuese muy en hora buena Entonces ellos mirábanle con mucha atención, y si veían que se entristecía, y que no bailaba con aquel contento que solía, con la alegría que ellos deseaban, iban luego y tomaban las navajas del sacrificio y lavaban la sangre humana que estaba en ella pegada de los sacrificios pasados, y con aquellas babazas hacían una bebida mezclada con otras que por acá llaman cacao, dábasela a beber, siendo enhechizado con aquel brebaje.

El perpetuo ejercicio de los sacerdotes era incensar a los ídolos y a su representante, en ceremonia donde ninguna leña se quemase sino aquélla que ellos mismos traían, y no la podían traer otros sino los diputados para el brasero divino. Y así se llegaba el día de la fiesta
A media noche, después de haberle hecho mucha honra de música e incienso, tomaban al elegido los sacrificadores, y sacrificábanle, haciendo ofrenda de su corazón a la luna y después arrojándole al ídolo, dejando caer de abajo le alzaban los que lo habían ofrecido, que eran los mercaderes. Para esto, ya tenían otro esclavo preparado para la semejanza de su dios».
¿Los herederos de tal sabiduría indígena mientras tanto? ¿Esos qué? (Lástima).

Un poder dentro del Poder…

Coincido, mis valedores, con el vocero presidencial. Pero un momento, no pensar mal. Ni soy, ni he sido, ni me he vuelto ni nunca he de ser uno más de los reputadísimos periodistas que desde radio, TV y prensa escrita se desempeñan como voceros del vocero de Fox y de todo el Sistema de poder del que la industria del periodismo forma parte integral. Yo no, que conmigo la compra-venta de conciencias topó en hueso, en tepetate, en pedernal. Yo sigo aliado a ustedes en contra de ese «Sistema», hasta el fia Si coincido, y creo que también tantos de ustedes, con lo dicho por el vocero de Fox, es en lo que afirmó un día como hoy, pero de hace unos meses:

En lugar de privilegiar el interés público, de aspirar a ofrecer a sus receptores una información relevante, objetiva y formadora de juicios veraces, la televisión le da prioridad al escándalo político y las declaraciones que son rentables por su atractivo mediático.

Qué distinto al servilismo del periodista Manuel Lebrija, que en alguna celebración del Día de la Prensa y ante el presidente en turno discurseó:

Al cumplir fielmente con los mandamientos de la ley, usted, señor presidente, ha sabido convertirse en un centinela que mantiene viva la tea luminosa de la libre expresión del pensamiento que arde sobre todos los caminos de la república.

Años después lo iba a jurar un Jorge Calvimontes:

El periodista es el cerebro, brazo y acción de la sociedad. Es el espejo de nuestro caos y de nuestra imposible ubicación sobre la certidumbre…

¿Que qué? ¿Que es qué? Bien lo advierte, a propósito, el matutino:

La monotonía de la adulación y el invariable optimismo de los diarios serviles, acabaron por hacer que sus opiniones sean rechazadas, sus palabras desconocidas, sus mismas informaciones tenidas por tabas o adulteradas. Está unánimemente condenado por su opinión, que al condenarlo condena naturalmente al gobierno que la inspira. En vez de amigos, el periódico de esta categoría soto concita malas voluntades al Poder Público. Sólo en defensa de las leyes y al amparo de ellas un periódico se hará respetable y hará, por lo tanto, sus opiniones dignas de respeto…

Hermosos conceptos, ¿no les parece? Y actuales. Pues sí, pero lástima, que fueron publicados no hoy, sino en 1917, en Excélsior, y más lástima aún: que aquel diario Excélsior haya venido a degenerar en eso que es hoy día, 89 años más tarde. Lástima, pero en fin, van aquí opiniones diversas sobre la industria del periodismo, tema polémico y controvertido:

Los medios de condicionamiento de masas participan de un doble carácter: industria y comercio. Una industria y un comercio tan costosos que su creación exige recursos económicos fuera del alcance del periodista. No hay uno, ni un grupo de periodistas, que sean los dueños de una industria, impresa o electrónica; de existir, su sobrevivencia dependería, a su vez, del Sistema de poder. El periodista no es más que un asalariado al servicio del dueño del diario o la estación de radio o de televisión, una industria, con intereses comerciales.
En tanto, instrumentos, los «medios» no juegan otro papel que el que le asignen sus dueños. Así, podrán ser instrumentos de cultura o instrumentos de incultura; medios de dominio o medios de liberación; elementos para unir a un pueblo, o para desorganizarlo; para elevarlo o para hundirlo. Es la propiedad sobre el medio de comunicación la que determina al servicio de quienes esté se coloca, a favor de qué causa, de qué valores, de qué clase social.

No existe la información por la información. Se informa para orientar en determinado sentido a las diversas clases y capas de la sociedad, y con el propósito de que esa orientación llegue a expresarse en acciones determinadas. Es decir: se informa para dirigir. En ese sentido, el mimetismo de periodismo y política llega a ser total. El grueso de las ganancias de la prensa escrita, radio y TV no proviene de la «venta de noticias», sino de las ventas de espacio para la publicidad a las otras empresas, principalmente al gobierno. Ellos le darán o negarán subvención mediante publicidad y otras concesiones, en la medida en que prensa escrita, radio y TV defiendan los intereses de tos anunciantes.

Al seleccionar las noticias que apoyan su propia política y omitir otras, los ‘medios’ producen en la mente de las masas una impresión totalmente alejada de la verdad, lo cual se realiza dentro de la exactitud más minuciosa para reproducir los hechos. El dueño del «medio», por interés económico y para privilegiar el de los patrocinadores y someter al usuario, su enemigo histórico, lo atiborra de crimen, sexo, deportes, telenovelas, escándalos y todo lo que alimentan a las masas del ombligo hacia abajo.

Conque libertad de prensa, libertad de expresión, libertad de… Ah, México. (Este país.)

Amores perros

La lucha libre, mis valedores. ¿Son ustedes aficionados al ambiente de llaves y patadas voladoras, nombres estrambóticos y trajes extravagantes, y esas máscaras que, de tan «terroríficas» causan hilaridad? Con material de espléndido reportaje de Lola Miranda expreso mi admiración por dos luchadores que, enemigos jurados en el encordado, como varones actuaron cuando fue puesta a prueba su calidad de humanos. Aquí, entreveradas, expresiones e impresiones que hace 15 años dijeron dos que quizá ustedes conocen mejor que yo: Konnan y el Perro Aguayo. Sus opiniones:

– Yo no soy muy grande, soy un luchador semicompleto, y aunque la mayoría de las estrellas son luchadores completos, grandes, yo nunca me echo para atrás ante ninguno, así pese 250 ó 300 kilos. Lo que pesan no me interesa.

– ¿Qué sucede si deja la lucha?

– Me muero. Hace diez años me quedé inválido por un año. Fue en una lucha de campeonato con Gran Hamada. Me puso un suples y se me fracturó la séptima cervical, ya no pude dominar un brazo y así seguí luchando. Me siguió dando suples, se me desvió la tercera y cuarta cervical, hubo aplastamiento y elongación de nervios por seguir luchando y me quedé hecho un asco. Una señora me tenía que dar de comer en la boca La comida me la comía con lágrimas porque pensaba: «Dios mío, qué va a ser de mis hijos».

Yo quedé inválido por más de un año por fracturas en la espina dorsal. Ahorita, por ejemplo, tengo fracturada la mandíbula desde hace un mes y no puedo hablar bien. Todo lo como licuado con popote Para variar, pasó en una rencilla entre Konnan y Cien Caras. Desgraciadamente, a mí me tocó un poco más fuerte, y no sé de quién de los dos recibí una patada Tercia Konnan: ¿El Perro? Mis respetos. Cuando todos me huían sólo uno no lo hizo: el Perro Aguayo, y aunque éramos enemigos, yo lo respetaba, porque nunca se rajó, firmó dos veces y subió al ring; una vez se llevó mi máscara, y otra vez yo me llevé su cabellera. Ya se terminó la rivalidad.

Cuando luchamos el Perro y Cien Caras contra Sangre Chicana y yo, hubo un momento en que me bajé del ring y los otros tres quedaron arriba, pero se abalanzaron a golpear al Perro, que ya estaba perdiendo sangre. Lo más feo era la manera como le pegaban para lastimar sus órganos internos: el hígado, los ríñones, el pulmón: yo les veía la maña. El Perro me hizo esto en muchas ocasiones, tanto que me he pasado escupiendo sangre por dos días. Pero ese día me dije: «¡lo quieren retirar! Y fui a quitárselos de encima. Pero subí al ring pensando que el Perro y yo nos íbamos a dar un entre, pero éste me dio la mano, estaba agradecido… y yo, como caballero, se la di también.

El Perro Aguayo: «No lo pensé: de mi interior nació estirarle la mano y ofrecérsela, aunque vi que había reservas de su parte; a lo mejor pensó que era una artimaña mía para golpearlo, y no era así. Se la ofrecía como hombre. Como ser humano, él aceptó. Se me enchinó todo el cuerpo, me nació agarrarlo, darle un abrazo, y sentí bien bonito, me dieron ganas de llorar porque en ese momento supe que se ganaba a un amigo»…

Konnan: «No fue fácil. Nos venían las imágenes de cuando le fracturé la pierna, o del momento en que él me fracturó una costilla; cuando me quitó la máscara, cuando lo dejé sin cabellera Pero vi al Perro a los ojos. Más honesto que el Perro no habla esa noche otro hombre en este mundo. Yo, como hijo de Dios, sabía que la cosa era justa cuando me ofrecía la mano, y se la di.

En la lucha de hoy, el Perro Aguayo me aguantó a Sangre Chicana en medio del ring para que le diera unas patadas. Sangre trató de quitarse pero le alcancé a pegar. Sí se hubiera movido yo hubiera golpeado al Perro, pero estoy seguro de que me hubiera dicho: «es un error, no hay problema». Somos hombres, somos maduros, y entendemos que puede haber errores.

Perro Aguayo: «Konnan me apoyó cuando Cien Caras; me lo prendió y lo aceleré, con el peligro de que le pegara a él. Pero hubiera entendido».

Leí lo anterior, cerré el libro, me puse a reflexionar en la rectitud y humana calidad de dos adversarios que en un cuadrilátero se matan, pero que nunca abandonan su varonía cabal. Por mi mente pasaron, como contraste, ese trío de esperpentos babeantes, bravucones de ocasión que se muerden para impresionar a un público fácil, y digo a todos ustedes:

¿aguantará la comparación de este par de bien nacidos, Konnan y El Perro Aguayo, con los rudos del cuadrilátero politiquero que, alboroteros e impúdicos, se andan mordiendo frente a un «respetable» impresionable, y que esta noche tratarán de arrancarse mutuamente la máscara? Sí, el Peje Aguayo, Konnan Madrazo y el jetón, hocicón y malediciente Fe-Cal, hijo de toda su yunquera y católica majestad Marta, con los Onésimos y Norbertos Rivera que la acompañan? (A ver.)

Atila frente a Roma

Esta vez la leyenda, mis valedores, que en tantas ocasiones se contrapuntea con la historia Y si no, vamos a ver: ¿la versión de los hechos que mi amigo me acaba de relatar es libre interpretación de la historia o arbitraria mi deformación de la leyenda? ?l, con su relato, ¿me vio la cara de su Juan Diego? Pero sí, voy a barajársela más despacio.

Mi amigo y yo comentábamos el bárbaro reculón que el bárbaro Atila pegó frente a Roma, la ciudad imperial. La historia, todavía hoy (consulten su enciclopedia), no alcanza a explicarse cómo fue que ahí, frente a una Roma indefensa, o casi, el Azote de Dios, con sus cientos de miles de guerreros ávidos y dispuestos para la hornaza y la sangre, la rapiña y el botín (oro, sedas, mujeres), decidió suspender el ataque y tornó al Oriente, dejando intacto el corazón del imperio occidental. La historia, al no poderse explicar la reacción del rey de los hunos, deja la duda en los otros, y es entonces cuando leyenda y conseja cohabitan con lo sobrenatural. Con el pensamiento mágico.

Vivimos el siglo V Atejonada tras sus murallas Roma resiste el acezar prepotente de las hordas bárbaras, que entre alaridos se preparan al asalto y la depredación. En la defensa, todos los romanos:

tercios, legiones, falanges, población civil, ellas, ellos, todos. ‘Los y las», como dijera otro bárbaro 1 mil 550 años después. Y es que el romano es un pueblo forjado en la fragua de la epopeya, templado en épicas contiendas contra pueblos y naciones, desde etruscos y sabinos hasta macedonios y los Asdrúbal y Aníbal el de Cartago, la irreductible Pues sí, pero los bárbaros hunos no estaban mancos, que venían de arrasar imperios de Oriente y asolar reinos, poblados, campiñas, todo lo que se atravesaba en los cascos de Atila De su caballada, pues.
He ahí la Roma imperial. Ved a aquel que, estampa de profeta (pregón y clamor) ya sube, ya baja, ya viene, ya va de calles a plazas, de templos a rinconeras. Sudoroso, jadeante, clamando a los cuatro vientos. Es León, pontífice de la cristiandad, que va encendiendo fuegos patrióticos: «¡A la defensa de Roma, la ciudad semejante sólo a sí misma! ¡Dios lo quiere!»
Dios lo quiere, sin duda, ¿pero cómo contener las miríadas de guerreros que luego de depredar imperios y reinos se aprestan al asalto sobre la Roma de césares y pontífices? Y mis valedores: ahí fue lo increíble, qué linda entre la historia y la leyenda: solo y su alma, León el pontífice traspone una de las puertas de la muralla, atraviesa la llanura donde los bárbaros se disponen al ataque y se enfrenta al Azote de Dios. Solo. Desarmado. De dónde vino a sacar el valor para encarar al bárbaro y qué razones le aprontaría, a saber. Lo cierto es que, cabizbajo (consulten su enciclopedia), Atila pegó tremebundo reculón y con sus huestes (horrísono retemblar de tierra por los cascos de las bestias, casi tan bestias como los bárbaros) abandonó las murallas de Roma imperial y entre nuberío de polvo se disolvió en lontananza Haya cosa ¿Milagro de Dios? Pudiera ser, porque aquí el elemento mágico:

Que uno a su diestra y a la zurda el otro, León llevaba consigo, de valedores, un par de espíritus, los de Pedro y Pablo, según los hunos, y según los otros sólo dos serafines con los que León el pontífice pudo obrar el prodigio. Y convertirse en San león el Grande. Laus Deo.

– Hermosa y edificante leyenda -dije ayer a mi amigo, y fue entonces:

– ¡Hermosa leyenda, madres! ¡Mentira vil! No te dejes engatusar por la historia que las cosas ocurrieron de muy distinta manera, y el prodigio lo produjeron unos beneméritos que son la raíz de nosotros, luchadores sociales. Ellos, mis predecesores, consiguieron la retirada del bárbaro.
Mira mira Y que me arroja su propia versión de los hechos. Mi primer impulso fue soltar la risa y el segundo echarlo a la calle por mentiroso, pero zacatón que soy, cerrando los ojos lo dejé contar. Y fue, según él, que al clamor profético de León el pontífice, los romanos acudieron por miles, todos armados…

– Armados, sí, pero no de espadas, no de venablos ni jabalinas; armados de mantas, pancartas y consignas que gritaban a todo lo largo de calles, plazas y bulevares:

«¡Este-puño- síse -ve! ¡El pueblo – unido – jamáseráven -cido! – ¡Denme un punto -denme un guión – denme una coma! -¡Higuasu- madre- el que conquiste Roma.!»

Que Atila, derrotado por una estrategia tan efectiva como nos ha resultado la mega-marchita huyó con sus bárbaros para nunca más. Y mi amigo, radiante. Mis valedores: ¿asi que no fue León, no fueron sus dos arcángeles, sino los querubines de las mega-marchitas? «¡E-xi-gi-mos..!» Ah, bárbaros, los hunos y los otros. ¿La profesión de mi amigo? Maestro. De la Coordinadora (Bárbaro.)