La picaresca política, mis valedores. El esperpento. De qué desfiguros no serán capaces los aspirantes a puestos de elección popular cuando, sin miedo al ridículo y por capturar marchantes, se arrojan a las maniobras más esperpénticas, desde ponerse a bolear zapatos como lo hizo Zedillo, hasta enarbolar, como lo hizo el segundo marido de la Sahagún (cura Hidalgo de pacotilla), el estandarte de la guadalupana Vergüenza ajena Vergüenza propia, más exactamente, porque bien lo afirman los entendidos en la ciencia política: de todo lo bueno y todo lo malo que ocurre en un país el responsable directo es el paisanaje.
De vergüenza y ridículo hablamos, y bajo tal signo actuó cuando candidato el hoy todavía presidente del país. ¿Se acuerdan ustedes de su estrategia para atraerse a los pobres de espíritu? El mismo que hoy, frente una crisis descomunal, remeda el optimismo del esperpento de San Cristóbal, en un momento de su campaña política se embrocó una camiseta de futbolista y unos calzones guangoches que le sentaron como aretes a acémila, y ándenle, que se avienta a remedar el clásico pasecito a la red; y fue entonces; por culpa de esa manipuladora de masas que es el duopolio de la televisión hoy tan rejego y ensoberbecido, el futbolista de mentirijillas metamorfoseó a los mexicanos (no a mí) en una Perra Brava a escala nacional. Esperpéntico.
Esto ocurrió en abril de hace tres años, cuando al candidato del Neo-PAN y hoy presidente de la patada de repente le prendió la ventolera de pelotear el esférico para la Perra Brava nacional. Metió varios goles en la puerta contraria, que los goles en la propia puerta los reservaba, junto con caballazos, calcetinazos y punterazos al pasto, para cuando trajera terciada la banda presidencial. Qué tiempos.
Recuerdo que yo, ligeramente indispuesto ante los desfiguros peloteros de Calderón (soy débil de estómago ante estímulos de esa ralea) un día de aquellos mandé un atento recado al futbolista chambón Hoy, clausurado el Sexto Encuentro Mundial para las Familias perpetrado (sé lo que digo) hace algunas semanas, donde el presidente de un Estado laico se confesó ahijado de San Felipe de Jesús, y que sus hijos (los de Felipe el vivo, que Felipe el muerto no los tenía) están siendo educados por las reverendas monjas del Verbo Encarnado; hoy, ante la revelación de la doble vida del padrecito Marcial Maciel, que todos conocíamos de paidófilo, pero no de bisexual ni de amante de féminas ni de padrecito de familia; hoy mi recado de ayer cobra renovada actualidad. Juzguen ustedes.
(Eran como a las 8 de la noche. El padre me dijo que me quedara y tuve relaciones sexuales con él. Me llevó a su recámara, me quitó el pantalón y él empezó a quitarse toda su ropa hasta que se quedó todo desnudo y yo sólo con mi camisa, y me obligó a que mi pene se lo metiera a él en la cola. El se ponía enfrente de mí y se agachaba y yo parado atrás de él y después así era como yo le metía mi pene y él se movía para adelante y para atrás…)
Señor Felipe de Jesús: ¿acostumbra en su dieta el garbanzo, el centeno, la coliflor? ¿Es adicto a los lácteos, las habas, las harinas refinadas? ¿O semejante cargazón, ese alboroto de efervescencias que como candidato presidencial me lo traen inflado, son efecto directo de los frijoles con epazote? Y no parece, señor, sino que esas fumarolas se le treparon a la cabeza, fenómeno que nada me iba a extrañar, y al contrario: así me podría explicar que de repente usted se nos haya puesto a arrojar por boca y nariz sus pestilencias en pleno rostro de los adversarios políticos, a los que por boca de ganso (Antonio Sola, español) acusa de ser «un peligro para México«. ¿Ese peligro no es usted mismo, si de chiripada llegase a la presidencia.?
Porque, señor Calderón, no me imagino que esa repentina hinchazón de su personita y esa retreta de flatulencias (humo y fétidos regüeldos) se deban tan sólo al agradecimiento de los medios de condicionamiento de masas por el regalo panista de esa nefasta «Ley Televisa«, que así me lo están infla que te infla en las «encuestas de opinión» hasta que (tal es el peligro) vayan a terminar reventándolo…
Pero no, mi señor; un discreto ejercicio de autocrítica puede llevarlo a la certidumbre: gases más, fumarolas menos, la condición de usted es la de un mediano total e irredento, como lo certifican biografía personal, historial político, una carencia total de carisma y semejante rostro fofo, mofletudo y ovachón como la totalidad de su físico. Y con su anuencia sigo mañana (¿Vale?)