Dos de octubre de 1968 – 2 de octubre de 2005. Paisanos, tengan presente, no se les vaya a olvidar. No se les olvide que fue un día como el de pasado mañana, pero de hace 37 años, cuanto la Plaza de las Tres Culturas ,en Tlatelolco, amaneció pulcra, relujada, rechinando de limpia, como si horas antes no hubiese anochecido erizada de cadáveres. Que Tlatelolco nunca más. ¿Nunca? México dejara de ser, este Sistema dejara de ser, y este paisanaje…
Yo, año con año examino mis documentos, y digo: ¿qué fue lo que realmente sucedió en Tlatelolco? Hoy, a 37 años de la masacre (que no genocidio, como tantos lo califican), no tengo todavía, por tener tantas a mano, una respuesta oficial que pueda considerarse válida frente a tantísimas interrogantes acerca de víctimas y verdugos de aquella fecha funesta. Pero, «si la historia la escriben los ganadores (The New York Times desde hace 5 años) la de México podría estar a punto de sufrir una importante corrección». Sí, que según el diario, «Cuando candidato, Vicente Fox, prometió una Comisión de la Verdad«. Ah, candido neoyorkino: ¿Cuál, de los miles de promesas que Fox desperdigó cuando candidato, ha cumplido como presidente del país? Sigue:
«Pero la Comisión de la Verdad podría ser una ventana hacia un panorama de secretos, una caja de Pandora política. De ser abierta, podría destruir al Revolucionario Institucional, que durante 71 años de dominio en México, controló el flujo de información, los archivos del Estado y la versión oficial de la historia. Muchos capítulos de la versión oficial son falsos o están llenos de huecos…»
Algunos vislumbres de la verdad se columbran en ciertos documentos que el Secretario de la Defensa Nacional cuando Díaz Hordas, el Gral. Marcelino García Barragán, reveló a Javier García Paniagua, su hijo, y que el periodista Julio Scherer recoge en su libro Parte de Guerra. Tlatelolco. 1968. Según tales revelaciones, «los habitantes de Tlatelolco estaban predispuestos contra el gobierno, en primer lugar por las repetidas veces que terroristas habían ametrallado la Vocacional 7, poniendo en peligro la vida de los habitantes de dicha unidad. Esos terroristas eran oficiales del Estado Mayor Presidencial, que recibieron entrenamiento para este tipo de actos, concebidos y ordenados por el entonces jefe del Estado Mayor Presidencial, el Gral. Luis Gutiérrez Oropeza. Para ello, es obvio, el entonces coronel se brincó la autoridad del superior inmediato porque recibió la orden directamente del jefe supremo del ejército, el presidente del país». Y como para leer entre líneas y entresacar conclusiones, esta otra aseveración del susodicho García Barragán consignada en el libro de marras:
«Entre las siete y las ocho de la noche del 2 de octubre, recibí una llamada telefónica de Gutiérrez Oropeza: Mi General, yo establecí oficiales armados con metralletas para que dispararan sobre los estudiantes, todos alcanzaron a salir de donde estaban, sólo quedan dos que no pudieron hacerlo, están vestidos de paisano, temo por sus vidas. ¿No quiere usted ordenar que se les respete?» Con los susodichos dispararon también contra las fuerzas del ejército. Leyendo esto: la historia, mis valedores, no es eso que enseñan los libros de historia. La historia es una gigantesca zopilotera y un gran hedor. Tlatelolco…
El Gral. Gutiérrez Oropeza también escribió su libro de memorias, titulado Gustavo Díaz Ordaz. El hombre. El político. El gobernante, obra que no he logrado conseguir. Comentaristas que lo han leído destacan la consigna que, dice, recibió directamente del matarife de Tlatelolco:
«Coronel, si en el desempeño de sus funciones tiene usted que violar la Constitución, no me consulte, porque yo, el Presidente, nunca le autorizaré a que la viole; pero si se trata de la seguridad de México o de la vida de mis familiares, coronel, viólela, pero donde yo me entere, yo, el Presidente, lo corro y lo proceso, pero su amigo Gustavo Díaz Ordaz, le vivirá agradecido…»
Mis valedores: ¿Comisión de la verdad? ¿Conoceremos algún día toda la verdad sobre la carnicería del dos de octubre en Tlatelolco? Difícil. Lo afirma The New Times: «Hay verdades que pueden matar un país, y la de Tlatelolco podría implicar a toda una generación de líderes del pasado, entre ellos a algunos ex presidentes…»
Tlatelolco nunca más, dije yo una vez, y aquí lo repito cada año. Tlatelolco nunca más. Y entonces mis valedores: ¡Acteal, Aguas Blancas, El Charco, El Bosque! Mi país. (Es México.)