Esa mañana, al despertar, Gregorio Samsa se halló convertido en un bicho repugnante. Estaba apoyado sobre su espalda, que ahora era un duro caparazón. Al levantar la cabeza pudo ver su vientre oscuro (…) Incontables patitas, flacas y débiles, se movían desmañadamente. «¿Qué me está ocurriendo?», exclamó. No era un sueño…
No, no era un sueño sino tu espejo. Tú, el menospreciado, mírate en él. Gregorio, afirma Kafka en La metamorfosis, también nació y creció al igual que yo y que tú mismo, para despertar bicharajo que en todos los de su mundo causara repulsión. ¿Como tú, tal vez..?
Humillante, sí, pero piénsalo: ¿todos te desprecian porque eres un bicharajo o eres un bicharajo porque todos te han despreciado? Puedes estar en la segunda opción; voy a darte un ejemplo, y permite que me interne en la experiencia personal: una María tuve a la que amé como a mí mismo y tantito más. Era yo grande, y el centro del universo cuando me llamaba «amor», así fuese tan sólo con su modo de mirar, forma la más elocuente de expresarlo. Pero de pronto mi única se oscurecía, y con toda su boca y con todas sus letras me motejaba de mediocre, de Samsa, de pobre infeliz. Yo, sarna, riña y pitaña en los ojos, me echaba en un rincón, y con las patas rascábame la picazón de las pulgas en la pelambre del costillar. ¿Me vas entendiendo..?
Es para hacerme entender que tuerzo a propósito seis líneas de la Biblia referente a Job. Dios permitió a Satán despojar al varón de virtudes de todo bien material y matarle a los hijos. «Dios me lo dio, Dios me lo quitó», las palabras del Justo. Pero en una de esas: «Job fue herido por una maligna sarna desde la planta de su pie hasta la mollera de su cabeza, y tomaba una teja para rascarse con ella, y estaba sentado en medio de ceniza. Díjole entonces su mujer: ¿Aún retienes tú tu simplicidad? Maldice a Dios, y muérete».
Y aquí mi pregunta: ¿Job ya estaba sarnoso cuando lo abandonó la mujer, según lo jura la Biblia? ¿No sería, para ser más exactos, que cuando su única lo desprecia y abandona es cuando Job se torna sarnoso? Elocuente la versión de Sabines: «Abandonado estoy, sarna de Job, paciencia mía.»
En fin ¿Cuál es la causa de que te sientas despreciado? ¿Una limitación física? ¿Te persigue, tábano atroz, la discriminación que zahiere a todo grupo marginal? ¿El alcoholismo, tal vez? ¿Con la posición económica perdiste también vivienda, amigos, a la compañera, que no soportó las estrecheces de la nueva situación? Quizá, hombre de bien y espejo y flor de virtudes, la maledicencia se ensañó contigo. Te arrebataron tu fama pública, posiblemente. ¿Eres, tú también, el depauperado, el vituperado, el execrado al que despellejaron de la autoestima, dejándote en carne viva tu sentimiento de ser un humano redrojo, y no más? Todo ello habrá terminado por hacerte sentir un inválido espiritual, un enfermo en la fase final, un difunto ambulante, una sombra de un mal sueño, y no más…
¿Perteneces tú también a la humana ralea de quienes cargamos sobre los lomos el fardo del áspero oficio del diario vivir una vida arrastrada, carga pesada de soportar? ¿A estas alturas de tu vida arrastras tú también la tensión, la depresión, el sentimiento de minusvalía y la neurosis que, como ocurrió con Job, añoras el sepulcro como solución placentera? Porque mal podrás resistir a estas horas la burla de la gente, su mofa y desprecio, su vituperio, que te hacen sentir un humano redrojo. Samsa, Job.Tú, el despreciado…
Si tal es tu estado de ánimo, si tu ánima se frunce y contrista ante el mal fario del cotidiano vivir cuando ya tu vida se te ha tornado aborrecible de vivir, y abominable comprobar cada mañana al abrir los ojos, que aún sigues con la vida encima, o como un veneno dentro de ti, y que la Moira te impone sobrevivir un día más en un mundo que te desprecia, que hace mofa de tu persona te veja y te befa y de ti se avergüenza e intenta arrojarte de sí como un desecho orgánico; si a ti, infeliz, esa Moira te ha arrumbado en cualquier rincón, entre los trastos inútiles. Tú, el malquerido del mundo, de la pequeñez de tu mundo, en el que mal sobrevives, ánimo.
Animo, sí, que te traigo el remedio para tu mediocridad, para esa tu pequeñez a la que todo le viene grande: vete rápido a España, culimpínate frente a su rey y ofrécele PEMEX y la energía eléctrica Verás si a la estridencia de los aplausos no torna, cabal, tu autoestima, por más estés muy consciente de que Juan Carlos, Rodríguez y demás Zapateros, tan sólo te «cultivaron» al estilo yucateco. ¡Clap, clap! (Pa su…)