Las aguas se encrespan y bajan turbias, mis valedores. Por los rumbos de Tlatelolco amenaza tormenta Desde hoy mismo, a la distancia de 40 años, se empiezan a oír los retumbos de aquel Dos de Octubre empapado en sangre inocente que derramó una pandilla de criminales. Los diarios comienzan a llenar páginas enteras con reflexiones y reportajes que se erizan de fotos dramáticas, con la Brigada Blanca masacrando estudiantes. Tlatelolco, 2 de octubre de 1968. Díaz Hordas, matancero por vocación y destino…
Pues sí, pero a ver, un momento: ¿Ese fue el único criminal? No, que detrás de él, susurrándole a la oreja, se ubica el Maquiavelo de San Jerónimo al que tantos señalan de autor intelectual: Echeverría, sí, ese silencioso intrigante, perito en tenebra, conjuras y conciliábulos, que una vez afianzado en Los Pinos sufrió (gozó) una asombrosa metamorfosis, que se nos tornó hiperkinético y se destapó ventoseando una verborreica diarrea de discursos, retórica muy al estilo del siglo XIX. Después, ya en calidad de acusado, iba a volver a su remachado silencio siempre que el fiscal respectivo lo llamaba a comparecer y le formulaba aquel centenar de preguntas. Echeverría, el mutismo como única defensa ante dos fechas trágicas: Dos de Octubre de 1968 y 10 de Junio de 1971 en la Rivera de San Cosme. Sí, el halconazo.
Hoy, rediviva en la memoria la visión de Tlatelolco, va aquí el siguiente recado al hombre de San Jerónimo. Señor, lo que físicamente quede de usted:
Que por aquel entonces fue gárrulo me consta, porque lo sufrí cuando se atragantaba de cámaras y micrófonos, en vivo y a todo color, de costra a costra y de frontera a frontera. Esta tarde de miércoles, ya al pardear, me veo precisado a constatar que como verborreico fue hablantín, y de ello los traigo en las manos, los pelos, que sus discursos, señor ex presidente, llenan, colman y chorrean capítulos, mamotretos en los que se destapaba usted con parrafadas retóricas, líricas, salivosas, inspiradas en los mejores declamadores del XIX, y aquí las pruebas en algunas de sus frases de cuando ya titular del Ejecutivo:
«¡Con la participación de los sectores más amplios de nuestra sociedad, con la práctica de una nueva moral revolucionaria, moral de congruencia entre las palabras y los hechos, entre los principios y la conducta, México continuará avanzando en el futuro, hacia una democracia social en que la justicia se realice en libertad…
Hemos visitado a (sic) muchos países en donde el pueblo no puede estar a esta distancia de sus gobernantes, como están ustedes, compatriotas, sino que se tienen que emplear carros blindados, con guardias cerradas, produciéndose así una gran distancia espiritual. Pensemos que si hacemos bien, si hacemos cada día mejor lo que sea nuestro quehacer, estaremos contribuyendo a ese bien colectivo, a que nuestra patria vaya hacia arriba y adelante, porque eso es lo que importa por sobre las circunstancias o los problemas o los sueños o las aspiraciones de cada quién…
Tanto en la teoría como en la práctica, no creemos en ninguna dictadura que no sea la dictadura fecunda del pueblo, con la libre expresión de sus ideas, de sus justos reclamos. Aquí, puertas abiertas a nuestros conciudadanos. Aquí nos enorgullecemos de que se nos hable sin haber concedido audiencia previa; de que cualquiera pueda dirigirnos la palabra o tocarnos, y no nos ofende que se nos hable con franqueza, con la mirada viendo la nuestra para acabar con un apretón de manos y con un abrazo…
A problemas de siglos, o problemas creados recientemente en México por el afán de justicia de muchos grupos, encontraremos soluciones estables y verdaderas sólo por el camino del Derecho…
Hay quienes, sin fijarse en sí mismos, levantan el dedo acusador. Se necesita que haya una verdadera comprensión de nuestra realidad, con autenticidad intelectual, no con la falsedad que a veces envuelve el prestigio intelectual; y se requiere saber que cada quien es parte de un todo y que honestamente debemos incidir en él con nuestra aportación autocrítica para mejorarlo. Pero que el estilo que se ratifique sea la expresión del hombre mismo. (¿?) Nuestros logros siempre serán pequeños en contraste con nuestras ansias de plenitud y de justicia (…) Lejos de sentir que voy de salida considero mi deber hacer todo lo posible en todo momento, hasta el último día de mi Gobierno, para continuar en una obra de justicia transformadora..»
¿Y ahora en boca cerrada no entran víctimas? «¡Cualquier mexicano preferirla morir antes que pedir perdón y, en primer lugar, el Presidente de la República!» Y esto no es todo. (Vuelvo otro día)