Del México surrealista

Curioso fenómeno, mis valedores, este que ocurre en la vida pública del país, muy a modo para el análisis, el comentario y la reflexión. Y si no, miren ustedes: boy mismo se aloja en Los Pinos un personaje investido de todos los poderes que se otorgan al Ejecutivo. Una Carta Magna creada a la medida de un presidencialismo exacerbado le confiere derechos múltiples, que van desde el nombramiento de su gabinete de colaboradores hasta proponer iniciativas de ley, vetarlas, en su caso, y disponer de la violencia legal, de la que el Estado que él representa posee el monopolio. Es, políticamente en muchos otros aspectos, el personaje más poderoso del país. Y aquí lo inaudito…

Ocurrió que en fecha reciente ese titular del Ejecutivo envió al poder Legislativo, para su presunta aprobación, una iniciativa de ley con la que intenta reformar la administración del energético, reforma con apariencia de privatización o privatización con apariencia de reforma. El Legislativo recibió la iniciativa de marras y se dispuso a transitar el camino ya andado con anteriores iniciativas presidenciales como las que al juego del quid pro quo (el «toma y daca») concretaron la reforma fiscal, la electoral y las controvertidas del IMSS y la «Ley Televisa», iniciativas que el Legislativo aprobó en un tiempo mínimo. Como tales reformas, la de PEMEX se aprobaría en el poco tiempo que le restaba al pasado período ordinario de sesiones. Hasta ahí todo «normal» en las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo de nuestro país.

Pues sí, pero ocurrió que de repente se alza ahí un ciudadano común, sin cargo oficial alguno en el aparato.de gobierno ni en partido político, un ciudadano que se inconformó con aspectos diversos de la iniciativa presidencial tocante al energético, y juzgó riesgosa una aprobación apresurada porque la iniciativa presidencial, a juicio del inconforme, presenta como reforma lo que en el fondo significa privatización del energético. Y tal como ese ciudadano común lo juzga, decide impedirlo, y recurre entonces a su poder de convocatoria y a la «movilización» de masas sociales. Y se produce ese movimiento masivo contra la iniciativa presidencial.

Así, todo lo que ocurre a estas horas en el Legislativo con mesas y foros de análisis y discusión sobre la iniciativa presidencial, que se prolongará durante 71 días, se ejecuta puntualmente según la voluntad de ese ciudadano común. Así es como a su decisión se plegaron dos de los tres poderes de la Unión, y la iniciativa presidencial queda en entredicho, casi tanto como la autoridad de su autor. Así, en este caso como en tantos más, hoy día la vida política del país se determina y regula por la voluntad de un solo hombre, ese ciudadano común. ¿Algunas de las consecuencias?

Sí, una triturante campaña de descalificación y descrédito de casi todos los «medios», en la que se mezclan falsedades, escándalo, linchamiento y demolición, campaña la más virulenta de que se tenga memoria en los tiempos recientes del país, mucho más rabiosa que las que a su hora se enderezaron contra la fauna variopinta de presidentes asesinos y depredadores, genocidas y vendepatrias, una vez que los tales abandonaron el poder y se extinguió el humo de copal con que a cada delincuente le habían tendido una cortina de humo para ocultar sus atrocidades. Ninguna de esas campañas resultó más virulenta que la que se arroja contra el ciudadano común, y que arranca desde mucho antes del reculón que el susodicho hizo pegar a los tres poderes con el desafuero en el sexenio anterior hasta el día de hoy, cuando el ciudadano de marras impone. tiempos y modos al ejercicio político.

Y qué elocuente, de veras: cada vez que el Ejecutivo se ve forzado a poner un pie fuera de Los Pinos se desplaza arropado por una burbuja de seguridad tan copiosa como nunca antes se había conocido con ninguno de los «mandatarios», desmesura que se produce en relación directa a la mala voluntad que provoca en unas masas agraviadas por la forma en que se realizó el proceso electoral del 2006, que crispa y polariza el país. El ciudadano común, por contras, cuando salía a la vía pública como jefe del gobierno capitalino, para su protección personal se hacía acompañar por un grupülo de jóvenes, las «gacelas». Hoy, su núcleo de protección abarca las masas que caben en zócalo y calles aledañas, en relación directa al número de armas largas que protegen al de Los Pinos, cuya pesadilla era hasta hoy el ciudadano de marras. ¡Pero de repente, mis valedores, que surge ahí el remate de la pesadilla, un tal Marcelo Ebrard, válgame! Todo esto encierra su muy buena moraleja, ¿pero cuál? (Piénsenlo.)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *