Señor: advierto su falta de tino como gobernante, usted que carece de la experiencia de una presidencia municipal, cuando menos. Lo observo en la toma de medidas erráticas e inadecuadas que acaban por afectarme casi tanto como al propio país cuyo gobierno se le va a usted de las manos. Es así como azorado por él, por mí y por usted, me decido a mandarle el siguiente relato.
Hace tiempo visité Los Tuxtlas, tierra de brujos y jaraneros. Varios días los pasé alucinado, bebiendo (no pensar mal, que conmigo el licor topó en hueso); bebiendo, digo, sorbiéndome la gloria de aquellos sones jarochos, rasgueos de jaranas en contracanto de pespuntes arperos y mudanceos. Miel en penca, señor, miel veracruzana..
Y ocurrió que de Santiago me traje una Chula ella, doncellita todavía, morena de fina estampa, delgadita de cintura y de muy buena madera en flor, con su corazón de cedro y su encordadura todavía virgencita Ahí me traje mi jarana abrazada y abrasada como a niña de mis ojos, todavía olorosilla a tajadas de madera en flor. Y ándele, que ya en mi depto. de Cádiz…
Convoqué a jaraneros del rumbo, y ahí nos tiene usted en los tiempos muertos (los vivos, a fin de cuentas) ejecutándonos La Tarasca, el Zapateado con décimas y ese Buscapiés que es fama hasta al Pingo incita, excita y pone a bailar. Sones agridulces de amores y desamor, tiempo y destiempo, de encuentros y desencuentros y algún apicaramiento. La malicia del son:
Una iguana subió al palo – más alto de la Nación-y estando arriba decía:-Esto sí que está cabrón. (¿Usted qué opina, señor?)
Fue entonces cuando empezaron las dificultades; aquella mi bienamada no entonaba a cabalidad, y mi corazón de músico tardío se me cayó a los talones, el de Aquiles y el otro. Y qué hacer. Me consoló El Sotavento:
– Es que tu jarana está nueva Cambíale la encordadura
La encordadura le cambié. Fui al expendio, me agencié la prima y con ella la familia completa Las remudé, las afiné, y venga de ahí El Jarabe loco, y venga un nuevo fracaso, y empálmese otra desilusión. Don Arcadio, pontífice del zapateado: «Tu instrumento tiene mal apuntado el diapasón».
Y de inmediato al laudero, que le apuntó el susodicho, y a rasguñar otra vez, y otra vez a desilusionarme, lástima de Buscapiés. «El defecto está en la tapa -díjome El Bagre-. Se la cambias, y listo».
Listo madres, con perdón. Del día de la compra a los siguientes meses la jarana padeció cambios, recambios, implantes, transplantes e injertos en caja, tapa, diapasón y cuatro de las clavijas. Mucha cirugía plástica, pero la ancheta cada vez más envejecida y sonando peor cada vez, y no tanto en el rasgueo de los sones en tono mayor cuanto en la delicadeza de los menores, cuando la hora sonaba de las tristuras y las lloroncitas en tono menor. Mi jarana, por llorar, chillaba, qué mortificación. Y fue entonces: ahí habló mi amantísima, sabiduría y comprensión machihembradas. Gracias a su consejo, santo remedio. Hoy, mi jarana, espumeante de fandangueros arpegios. Concluyo, señor.
A la mala, pero usted tomó un México flamante, corazón de cedro vivo, listo ya para arpegiar al son que usted le tocara Pues sí, pero a la hora de la escoleta, de entonar, ni sus luces, y lástima, porque más fino instrumento dónde lo iba a encontrar. Sus consejeros: «Cámbiele las cuerdas. ¿Y si le encaja un programa populista para vivir mejor? ¿Y si le remata PEMEX y la energía eléctrica? O de plano, ¿por qué no lo acaba de malbaratar a los gringos dándoles el control absoluto con un Plan México, y a vivir tranquilo..?»
Usted, a puros palos de ciego (de lentes), y los fregadazos apárelos el fregadaje. México, cedro vivo en flor, en manos de usted puro rechinido y disonancias, y a pagarlo los paisas. Señor: ¿quiere saber qué consejo me dio mi niña, la de mis ojos? Ella, dolida de mis fatigas: «Tu jarana sí suena, mi amor, vaya si suena Quizá sea tu mano la que está un poco torpe; novatona todavía ¿Si dejaras tal cual tu jarana y te buscas un profesor que te enseñe a tocarla?»
Así lo hice, señor, y santo remedio. El corazón de cedro, la madera en flor, se ha tornado, en mi mano, un puro regocijo de sones en tono de sol. Si viniera a escuchar qué de trinos, qué de arpegios, qué de armonía en contrapunto cuando suelto el llanero son de la trova
Con el corazón de cedro – yo soy como mi jarana – Por eso nunca me quiebro – Y es mi pecho una campana… La gloria, señor…
¿Y si aprovecha el consejo y dejara de echarle la culpa a «la situación internacional»? ¿O va a seguir como hasta hoy? Porque entonces… (Pobre México.)