A la kafkiana cita de Kafka que ventoseó Fox cuando presidente del país me referí ayer, y que el de San Cristóbal cayó en el lugar común como tantos que, sin haber leído al de Praga, repiten a lo indecoroso: «Si Kafka hubiera escrito en México, su obra sería costumbrista». Fue en la ciudad de Durango donde Fox se atrevió a abrir su boca para ventosear el vituperio:
– Es kafkiano que siendo un país con un extraordinario potencial en materia energética, estemos atorados por unos cuantos diputados necios…
Ironizó la legisladora priísta Marcela Guerra:
– Me pregunto si alguna vez Vicente Fox ha leido a Kafka. Iría más allá, me pregunto si sabe el nombre propio de Kafka...
Hablando del escritor y su sub-mundo de angustia, pesadilla y deshumanización, pienso en El Proceso, metáfora alucinante de la justicia. De la falta de justicia Yo, a la vista de un Calderón que tan pronto y decidido se exhibió a una gastritis mal atendida, hubiese podido apostar que iba a manifestarse frente a la presunta riqueza ilícita de Fox, de su segunda esposa y de todos esos hijos de toda su reverenda Marta. Pero no. Un prudente silencio, y una falta de justicia descomunal. Y a mí se me vino a la mente aquella escena de El Proceso que se refiere a la justicia, esa que no conoció en vida la señora Ernestina y que Fox conoce todavía menos que a Kafka.
La justicia Elocuente, a propósito, la alegoría que se consigna en la escena del desplome que sufre el protagonista de El proceso, un tal José K., empleado bancario, en la triunfadora maquinaria de la «justicia»? Sí, leyes, jueces, tribunales, expedientes y una atmósfera enrarecida donde nunca el acusado llega a enterarse del delito por el que sufre un proceso que lo va a conducir hasta donde ustedes habrán de enterarse en el capítulo final. La escena, que Fox, estoy cierto, no conocía cuando aseguró aquello de que es kafkiano que unos diputados necios, etc., va más o menos así:
Hubo una cierta ocasión en que José K., buscando algún juez con quién indagar acerca de su expediente, acudió al tribunal de justicia y penetra en sombríos corredores hasta desembocar en una oficina que atienden una joven secretaria y un burócrata menor 0os magistrados, invisibles). Joven y pleno de salud y vigor, conforme se interna en el ruinoso edificio va sintiéndose presa de náusea, debilidad, vahídos, desvanecimientos. La joven, al observarlo:
– Se debe haber mareado. Casi todos experimentan los mismos síntomas cuando vienen aquí la primera vez. Hay que llevarlo a la enfermería
José K. evitaba internarse aún más en el edificio, porque según se alejaba de la puerta de entrada iba en aumento su malestar. «Estoy en condiciones de irme yo solo», pero comprobó, desalentado, que le era imposible mantenerse en pie. Se alegró cuando decidieron trasladarlo a la calle. «Bastará con que me dejen en la puerta Estoy seguro de reponerme enseguida». «Vamos -dijo el hombre-. Levántese. Supere su debilidad».
José K. sentía náuseas, mareos, como estar en un barco golpeado con violencia por las olas en medio de la tempestad. Le pareció oír el rugido de olas que se precipitan sobre él. Como si el corredor se balanceara, como si los que en sus asientos aguardaban justicia oscilasen al compás del balanceo. Le era imposible comprender la calma que manifestaban los dos funcionarios menores que le conducían casi en vilo. Se percató de que le hablaban, pero le era imposible entenderles. Sólo podía oír el ruido que llenaba todo el espacio y que retumbaba como una sirena (…) De pronto notó un golpe de aire fresco. «Está en la salida ¿no quiere marcharse?»
José K. sintió que volvían todas sus fuerzas, y descendió con rapidez los escalones. Sus acompañantes le observaban desde arriba
– Gracias, muchas gracias -Casi no pudieron responderle. José K. se dio cuenta de que ellos, acostumbrados a la atmósfera viciada de las oficinas, no soportaban el aire fresco que se colaba por la puerta. Es probable que la muchacha se hubiese desmayado si José K. no se apresurase a cerrar la puerta Bajó brincando los escalones, sintiéndose fuerte otra vez, vigoroso…
Hasta aquí Kafka, y a esto quería yo llegar: nosotros, fuertes y enteros, ¿resistiríamos el contacto con la justicia esa desconocida del paisanaje? ¿No sufriríamos mareos y vahídos si nos viésemos forzados a reconocer los laberintos de la «justicia» a la mexicana, ese mundo viscoso, vicioso y viciado del Fobaproa-IPAB, la entrega de bancos, aerolíneas, etc., al capital extranjero, la ‘Iniciativa Mérida» de los vendepatrias y su silencio ante la riqueza de la que por intocable es la «sagrada familia»? Los magistrados, si de pronto se viesen forzados a aplicar la justicia, ¿conservarían su salud física.?
Abyecto, sí, pero nosotros, mientras tanto… (Kafkiano.)